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LAS GUERRAS HÍBRIDAS EN EL ÁMBITO DE UNA NUEVA GUERRA MUNDIAL

Grl Heriberto Justo Auel*

“Al mundo occidental se le acaba el tiempo. A pesar de que en la actualidad la tecnología más puntera, las mayores empresas, las mejores universidades, los ejércitos más potentes y las mayores fortunas siguen en el lado occidental, principalmente en Estados Unidos, la balanza se está invirtiendo rápidamente”.

Cnl Á. J. A. García[1]

 

1) La situación estratégica mundial desde el final de la posguerra fría, 2001.

2) La situación estratégica de los países que sufren conflictos armados activos en la actualidad. 

 

1). La situación estratégica mundial desde el final de la posguerra fría, 2001.

La Guerra Fría —1947/1989/91— tuvo una posguerra breve —1991/2001—. El 11/09/01 es el hito en el que se inicia la guerra mundial en acto: la “Contraterrorista Global” [2]. Como viene ocurriendo desde 1945, el acelerado proceso de la “Civilización del Conocimiento” cambió la impronta de cada una de las sucesivas guerras mundiales, desde aquella fecha. La presente —totalmente innovadora— es hoy tan cuestionada como desconocida —común denominador de todas las que enfrentaron al terrorismo—.

El Derecho Internacional, la diplomacia y la sociedad occidental siguen tardando demasiado tiempo en reconocer la naturaleza de los nuevos hechos belígeros[3].

Luego de la caída de las Torres Gemelas el presidente Bush peleó dos guerras frente a una comunidad internacional dividida. Por un lado, había que recuperar el equilibrio de la Seguridad Nacional y por el otro, el costo a asumir por los cambios en la “reglas de empeñamiento”, que no eran aceptables para “las palomas”.

Los “idealistas” se confundían —y aún se confunden— con los simpatizantes —voluntarios o involuntarios— del “terrorismo”.

Con la llegada del presidente Obama —Premio Nobel de la Paz— hubo un cambio de actitud, pero en los hechos debía terminar con lo que Bush había iniciado. Sus contradicciones le obligaron ir “más allá” de lo que él deseaba. Después de la muerte de Osama Bin Laden el mundo ingresó a una etapa de relativa estabilidad, pero hay una conciencia generalizada de que ésta no será duradera.

Vivimos el recalentamiento internacional de la situación estratégica.

El nuevo enemigo —difuso y complejo— sigue en las sombras, mientras la economía y la sociedad se retraen por la pandemia y ello limita el espacio y el nivel de la Seguridad. La comunidad internacional está indudablemente comprometida contra el terrorismo, pero sus prioridades hoy —2021— son otras y, con la llegada del Covit 19, más aún.

Ello nos hace suponer que habrá sorpresas[4].

Antes de la llegada del nuevo Corona Virus había protestas/insurgencias desde París a Santiago de Chile, desde Argel a Bagdad o desde Jartum a Beirut. Hong Kong obligó a Xi a mostrar los dientes y ello se somatiza aún en Taiwán. La llegada de la pandemia obligó a los agresores a reprogramar su ofensiva.

Pero en donde había conflictos armados, no ocurrió exactamente lo mismo.

Estamos en presencia —desde el 2001— de guerras asimétricas —de naturaleza híbrida[5]— en las que el Estado Institucional se muestra en retroceso. Aquellos empeñados en operaciones armadas se ven aún más complicados y sus gobiernos deslegitimados con la llegada de la pandemia. La ONU —a su vez— redujo la presencia de sus Contingentes Internacionales de Paz y las mafias —rápidamente— recuperaron espacios perdidos. 

Los enfrentamientos se agravan.

La crisis sanitaria no resuelta deviene —2021— en crisis económica, aun no ponderada. Pero se asume que será importante. La tensión entre las superpotencias —EE.UU. / China— se agrava con las consabidas repercusiones en el resto del universo, en particular por la retirada de fuerzas de EE.UU. de los espacios continentales[6] [7] para concentrarlas en el Asia-Pacífico. Una vez más —en las últimas décadas— Bruselas intenta hacerse cargo de la Defensa de la UE. Úrsula von der Leyen —en ese intento— ya tuvo su primer tropiezo en la Turquía de Erdogan.

Alcanzado este punto de nuestro análisis sobre la situacional global y antes de abordar al siguiente, es oportuno enunciar —entre las decenas de conceptos que definen al “terrorismo internacional”— algunos que desde nuestro punto de vista son de interés para cumplir con el objetivo de este ensayo: 

Definición jurídica de “terrorismo”:actos de violencia en contra de las personas, la libertad, la propiedad, la seguridad común, la tranquilidad pública, los poderes públicos y el orden constitucional o contra la Administración Pública”. 

Definición militar de “terrorismo”: “serie de actos de violencia destinados a infundir terror por medio de la eliminación de personas. Crea un estado físico y espiritual que prepara a la población para su captación y conquista, que facilita su dominación. El terrorismo tiene un objetivo aparente y sin mayor sentido en sí mismo, como es la difusión del miedo, pero su finalidad real es sojuzgar a un pueblo a través de la aplicación de una metodología activa y esencialmente del horror”.

2). La situación estratégica de los países que sufren conflictos armados activos en la actualidad.

Cuando nos disponíamos a iniciar el desarrollo de este punto, recibimos un Zoom titulado “La Defensa y la Seguridad en un mundo globalizado”, presentado por el “Foro Patriótico Grl Belgrano”. Dada la importancia del tema, su relación con el presente ensayo y la seriedad del Foro, nos dispusimos a verlo de inmediato y,… !!Ohh Sorpresa¡¡, el primer disertante es el teólogo Miguel Ángel Toma, quien fuera el relator y férreo defensor en Diputados de la actual perversa[8] y criminal[9] legislación de Seguridad Nacional, causante de miles de muertes inocentes en la rampante inseguridad que aún hoy nos conmueve. Vale la pena abrir aquí un paréntesis.

El fallido sacerdote —en su exposición— sin arrepentirse ni reconocer su “pecado”, encuentra una excusa. Hace solo cuatro años, en un almuerzo en el domicilio de un amigo, no solo defendió a esas leyes, sino que se atribuyó la redacción de ambas. Ahora expresa que su actual giro copernicano, se debe a un “cambio de situación”.

En 1988 y 1991, cuando se aprobaron esos esperpentos legales, la situación ya había cambiado. El muro cayó en 1989 y en 1991 implosionó la URSS. Es muy probable que un teólogo carezca de “visión estratégica”, pero tardar treinta y tres años en comprender el cambio de la situación mundial, indica que su idoneidad en la materia es nula.

No creo en los “conversos” y espero que así lo vean quienes están trabajando en la recuperación política de nuestra Argentina. Hay quienes huelen a la muerte. La putrescina actúa como una poderosa señal quimio sensorial que alerta de la peligrosidad que puede haber en un determinado lugar —por ejemplo, en el mundo kk— y así evitar enfrentarse al riesgo de una muerte política. El segundo expositor fue el Sr. Cnl Pierri —a quien no conozco— que —diplomáticamente— explicó cuáles fueron los desastrosos efectos de estas leyes que desarmaron unilateralmente los espíritus y los brazos de los argentinos.

Quienes completaron con éxito la “explotación del trastocamiento clausewitziano” iniciado por el Decreto 158/83 fueron estos legisladores de la “coordinadora y de la cafieradora”, hermanados en la socialdemocracia que así se incorporaba en el recién creado Foro de San Pablo. El objetivo perseguido por ellos, con las leyes de marras, era extrañar a las FF.AA. del espacio argentino que —indirectamente— se declaraba “zona liberada”. Y así seguimos hoy. Ud., ex diputado Toma, es uno de los principales responsables de esta situación[10]. Cierro el paréntesis. Volvamos al punto 2).

El 10/04/2021 The Economist publicó “Tanques de nuevo. Las FFAA vuelven a planificar la guerra de alta intensidad”, mientras tanto Josep Piqué sentenció —desde Política Exterior del 16/04/2021—:La Unión Europea no es aún percibida como un sujeto político relevante frente a otras potencias exteriores”. Además, la consideración del caso iberoamericano es muy especial, por la modalidad de ingreso de la “revolución castro-comunista” regional, a la presente guerra mundial —globalizada—. El “hilo de Ariadna” nos lleva a Caracas —en tiempos de Chávez— a las reuniones con Mahmud Ahmadineyad —con la presencia de Néstor Kirchner— y a las conexiones con el PIE —partido de la izquierda europea— que enlazaba financieramente a los locales con el ISIS —el Califato Islámico—. Se sospecha que la presencia del expresidente argentino estaba relacionada con la transferencia de tecnología nuclear a Irán, según informes de elementos de inteligencia venezolanos refugiados en EE.UU. Sería, además, uno de los motivos del giro diplomático argentino en la ONU, por la voladura de la AMIA. Dicho esto, vamos a enumerar y describir brevemente —a continuación— algunos de los conflictos armados activos, interrelacionados con la guerra mundial vigente, que se desarrollan —fragmentadamente— desde el año 2001. Vivimos una situación estratégica muy singular, signada por la pandemia del Coronavirus.

  • Rusia-Ucrania: “Crece el despliegue militar por Ucrania: Rusia envió 15 buques al Mar Negro, EE.UU. sumará tropas en Alemania y el Reino Unido moviliza aviones. Se teme una invasión rusa a Donbás. Putin concentró tropas y armas en la frontera, Washington tiene dos barcos en la zona y sumará 500 soldados, mientras que la RAF patrullará la región desde el aire”. Este fue un titular de Infobae Digital el 13/04/2021. Contemporáneamente Bruselas reitera que no se reconoce la ocupación militar rusa de Crimea. Al día siguiente, el mismo medio expresa: “Rusia, Ucrania, la OTAN y Turquía juegan con fuego a las puertas de Europa. Putin ordenó concentrar unos 80.000 soldados en la frontera. El gobierno de Kiev pidió armamento a su par de Ankara. Estados Unidos no parece estar dispuesto a intervenir. La guerra ya dejó 14.000 muertos”.
  • Turquía-Frontera Sur: “La evolución de acontecimientos durante los últimos años ha sido enormemente desestabilizadora para Turquía. La invasión norteamericana de Irak en 2003 y la expansión de las «primaveras árabes» —2011— han ido configurando conflictos de distinta naturaleza en una amplia área de inestabilidad a lo largo de los casi 1.300 km de frontera con Siria e Irak. El establecimiento kurdo, prácticamente independiente en el norte de Irak, con posibilidades reales de expansión hacia la vecina Siria, la vertiginosa expansión del yihadismo en todas sus modalidades, el terrorismo étnico encarnado por la rama siria del PKK y la corriente de refugiados que huyendo del conflicto se asientan sobre territorio turco, son las cuestiones, quizás, más relevantes cuyas consecuencias se dejan sentir fuera de los límites geográficos de estos países”[11].
  • El conflicto en el Golfo Pérsico: “Sus principales actores son EE. UU., China y Rusia. Tienen diferentes puntos de vista de los que poseían en el pasado. Para los estadounidenses se ha reducido el interés por las reservas energéticas —después de lograr su nueva producción nacional—. No obstante, el control de la zona es importante para no dejar que sus rivales globales ocupen su vacío de poder, gestionar la expansión de China y mantener un importante mercado armamentístico en los Estados de la península arábiga. Para continuar con su presencia no considera que deba implicarse excesivamente en agotadores conflictos terrestres, por lo que su tradicional potencial aeronaval podría considerarse suficiente, agregando los recursos británicos”[12].
  • La espoleta libia: “Se trata de desactivar la «espoleta libia» en un Mediterráneo «ampliado» altamente inestable. Quizás por eso, por esa potencial decisión de no poder posponer más la búsqueda de una solución —o al menos del fin de la fase armada— del conflicto libio, se mantiene a mediados de octubre la tregua iniciada en agosto de 2020; quizás por eso se pueda estar planteando un cambio de figuras en Libia, Al Sarraj y Haftar y quizás también por eso se esté intentando un reparto del poder y del petróleo que satisfaga al menos en cierto grado y al menos por un tiempo, a las partes libias y así lograr también que el conflicto de los agentes externos retorne a los cauces de la diplomacia”[13].
  • La guerra en Afganistán: Sin duda, se requiere la voluntad de algunos de los actores externos como EE.UU., Rusia, China y/o Pakistán para garantizar que el proceso llegue a un final amistoso, pero quizás estemos ante un espejismo de paz y el país vuelva a la «casilla de salida» debido a un entorno incierto y volátil. Los únicos intentos de sabotear el proceso de paz vendrían de los propios afganos o, incluso, de alguna potencia regional que se haya sentido ninguneada durante las negociaciones de paz. Esperemos que la comunidad internacional haya aprendido de los aciertos (muchos) y errores (demasiados) resultantes de realizar sus acciones, militares y civiles, en una sociedad de base tribal multiétnica y lo sepa aplicar en los conflictos que emergen en regiones con fuerte implantación tribal (Siria, Irak, Sahel, Centro África, Cuerno de África, etcétera). «Afganistán es más que un “cementerio de imperios”. Es la madre de los círculos viciosos»[14].

La retirada de las tropas de EE.UU., de Alemania y del Reino Unido, con fecha ya establecida, nos hace presumir una ofensiva talibán, a fines del 2021.

  • El conflicto Indo-pakistaní: “El ascenso de China, el reordenamiento del orden nuclear global, la nueva ambición de la India de Narendra Modi y la retirada norteamericana de Afganistán, están redefiniendo la geopolítica regional. Nueva Delhi —que aspira a ganar el rango de gran potencia— ha sacudido su tradición de no alineamiento y está estrechando sus vínculos estratégicos con Washington. El nacionalismo hindú —auspiciado por el propio Gobierno— está creando tensiones en las comunidades musulmanas de la India. Esto, unido al cambio del estatuto territorial de Jammu y Cachemira, ha encendido los ánimos en Pakistán. La decisión de Washington de abandonar definitivamente Afganistán ha devuelto protagonismo a Islamabad, clave para facilitar las negociaciones. Las derivadas del conflicto Indo-pakistaní son numerosas, devolviéndole relevancia global y regional: está lastrando el desarrollo económico de ambos contendientes, más gravemente el de Pakistán, sirve de catalizador del terrorismo en la región, puede limitar las ambiciones de la India y ralentizar el esperado ascenso de Asia y podría encender la mecha de una panoplia de contenciosos altamente explosivos[15].

Recordemos que ambos son poseedores de la bomba N.

  • El agua del Tíbet y Asia Central: “En la actualidad unos seis millones de personas viven en el Tíbet. Hay unos 150.000 tibetanos en el exilio, entre ellos 100.000 en la India. Muchos no han nacido en el Tíbet y son de segunda o tercera generación. Algunos de los proyectos que está realizando China se encuentran en montañas consideradas sagradas y por este motivo una de las actuaciones de China en la región se ha basado en una aminoración del sentimiento religioso de los tibetanos. Mientras viva el Dalái Lama la situación continuará como hasta ahora, pero a su muerte se plantean varios escenarios. El primero es que sea China quien nombre un nuevo Dalái Lama, más afín a sus intereses políticos y económicos. Otro escenario podría ser que los tibetanos en el exilio propongan un nuevo Dalái Lama a modo de concilio, como hacen los católicos en la elección del Papa y a su vez los tibetanos que viven en el Tíbet propongan a otro, que vele por sus intereses. Esta situación podría conducir a enfrentamientos que podrían desestabilizar la región. Y el tercer escenario —quizás el más preocupante— sería que a la muerte del actual Dalái Lama se levante en el Tíbet un movimiento de liberación similar a la intifada, lo cual sería un escenario de gran desestabilización que implicaría una intervención armada por parte de China”. “La cuenca del Irthysh está compartida por China, Kazajistán y Rusia y es la principal fuente de agua para unos 15 millones de personas, la mayoría de Kazajistán incluyendo a su capital Astana. Por otro lado, el lago Balkhash que recibe el 80% de agua del río Lli podría convertirse en un desierto en las próximas décadas. Los conflictos hídricos entre los países del Asia Central podrán desestabilidad la región y dar al traste con la iniciativa One Belt, One Road. Desde finales de los noventa los distintos intereses entre los países de las cuencas altas y las cuencas bajas constituyen una continua fuente de tensión en Asia Central. Por su propio interés, China podría liderar la mediación en las tensiones entre los países del Asia Central y ello depende de cómo gestione la cuenca de los ríos Lli e Irtysh para evitar tensiones con Kazajistán. De esta manera, China podría alzarse con un papel de liderazgo en la región de la misma manera que está realizando en la cuenca del Mekong, es decir, mediante la puesta en marcha de iniciativas que promuevan el desarrollo de la región mediante la expansión de las energías renovables y la introducción de mejoras en los sistemas productivos de alimentos”[16].
  • La disputa en el Ártico: “En el Ártico existen contradicciones y se ha generado una suerte de rivalidad por el acceso a los recursos, pero, con todo, no existen importantes diferendos territoriales. La lucha entre Estados se realiza en clave de futuro y en términos de Derecho Internacional, sobre la base de un cambio que aún no se ha materializado completamente. Pero, aunque se plante en términos jurídicos, no debe perderse nunca de vista que nos encontramos ante enfrentamientos políticos. Con todo no puede ignorarse, es más debe realzarse por su realidad, que la fórmula que hasta ahora ha prevalecido en la región es la cooperación. No obstante, tampoco puede pasarse por alto el intenso proceso de militarización que se ha producido en esta durante los últimos años. Estamos pues, ante un espacio en el que conviven al mismo tiempo militarización y cooperación; puede ser un ejemplo de este espíritu tan profundamente contradictorio las relaciones que se han detallado entre Noruega y Rusia. Es esperable que prevalezca, como hasta ahora, la racionalidad, pero cuando el factor humano interviene en la ecuación, nada es seguro. Recodando el dictado del maestro Sun Tzu: “Ten cerca a tus amigos y mucho más cerca a tus enemigos”[17].
  • Sesenta y dos años de “revolución” en Iberoamérica: Hemos dejado para el final el tratamiento de nuestro antiguo conflicto armado subcontinental. Veremos en primer término cómo se lo observa desde Europa/España. Luego, el IEEBA intentará sacar algunas conclusiones, muy relacionadas con los ensayos que regularmente venimos publicando en los últimos meses, centrando el análisis en la Argentina.

Dice González Martín: “La normalización de la protesta, como constante que agita continuamente la convivencia en Iberoamérica, se ha convertido en una manifestación de sospecha, no solo de desconfianza, y también de impotencia para inducir un cambio. Sospecha e impotencia frente a un orden institucional, un estado de derecho, un sistema político, unos líderes y un modelo de reparto del poder que no ofrece soluciones a problemas reales que resultan ajenos al resto de quienes los padecen. Penurias cotidianas diferentes que afectan —cada una— solo a una parte, dejando indiferente al resto, que carga con las suyas propias. Al mismo tiempo, existe un sentimiento de indefensión y abandono, que durante mucho tiempo se contuvo con la práctica de la resignación y la paciencia como virtudes sociales. Los nuevos arquetipos de ciudadanía no se adaptan bien a las virtudes de antaño y desafían las barreras de otro tiempo. La expansión de la protesta ha desbordado todos los cauces de representación y los proyectos ideológicos. En Iberoamérica, más y antes que en ningún otro lugar, la vida cotidiana comenzó a rebelarse hace tiempo sin hacer demasiado ruido en muchas ocasiones pero, cada día más, se ha convertido en una costumbre que crece en intensidad. El aprendizaje de la ciudadanía es el resultado de la acción permanente y consolidada durante décadas”[18]. (Las negritas son nuestras).

La lectura del investigador del IEEE es correcta y coincide con la que habitualmente encontramos en nuestros medios. Hemos resaltado con negritas esas coincidencias, en el párrafo anterior. Sin embargo, ni desde la distancia ni desde la observación local se ingresa a lo esencial:

¿POR QUÉ desde hace seis décadas se “protesta” y se “normaliza la protesta”, llegándose a la “sospecha y a la impotencia” y a un “sentimiento de indefensión y abandono”?

¿POR QUÉ “la vida cotidiana comenzó a rebelarse”?, según palabras de González Martín.

Si pretendemos salir de la noche “revolucionaria” que nos envuelve desde hace sesenta y dos años, lo primero que debemos hacer es VERLA, ENCONTRARLA Y CONOCERLA. En la Argentina la “revolución” —1959/2021— cursa —sin solución de continuidad— la quinta campaña[19] y no la vemos. Nadie la cita. ¿O hay cobardía? ¿Cómo vamos a terminar con la indiscutible autodestrucción en que estamos empeñados, si no conocemos el huevo de la serpiente?

El “caso argentino” es particularmente específico. En su largo proceso de sucesivas décadas, hay un hito: 1982. La Guerra del Atlántico Sur. El colapso del gobierno militar tuvo una consecuencia fatal sobre la otra guerra que aún peleaba la Argentina: la “civil-contrarrevolucionaria”.

El gobierno que accede al poder en diciembre de 1983 se adscribió a la socialdemocracia europea —la quinta internacional— y produjo el “trastocamiento” previsto por Clausewitz en “De la Guerra”: el triunfo táctico de las armas argentinas se transformó en una derrota estratégica y política, que aún perdura.

El Reino Unido y la conducción revolucionaria, en colusión, logran judicializar un hecho sociopolítico, la guerra asimétrica, que desde entonces —1983— es negada. A partir de aquel momento la guerra continuó como “estado de guerra” —vía Gramsci— con periódicos escenarios de “guerra híbrida”. Es lo que González Martín traduce como “sentimiento de indefensión y abandono” de nuestra sociedad.

Necesariamente las carteras de Seguridad y Defensa estuvieron —desde entonces— ocupadas por personas carentes de toda idoneidad o pertenecientes a las actuales organizaciones con las que se enmascara la “revolución castro-comunista”. La oposición política aún hoy, ignora —o simula ignorar— esta situación perversa y el pueblo —víctima de la maniobra— es un observador desinformado, confundido, empobrecido, hambriento y abandonado. Sin líderes.

En la Argentina, el kirchnerismo —perteneciendo al socialismo del siglo XXI— se camufló hasta este año 2021, como “peronista”. Se llegó a la hipocresía de pertenecer al mismo tiempo —durante meses— al Grupo de Puebla y al Grupo de Lima. Es decir, revistábamos a la vez en el Cielo y en el Infierno.

El presidente y la vicepresidente argentinos actuales pertenecen al directorio del Foro de San Pablo —que conduce desde julio de 2019 la “contraofensiva revolucionaria” sobre los países andinos, con total éxito en Chile— y al directorio del Grupo de Puebla, organización de apoyo político del Foro. Esta información no ha llegado a nuestros medios de comunicación.

El virus acelera los tiempos y el relato se hace cada vez más difícil. Ya se habla de “comunistas” en los informativos, pero —internamente— aún no se descubrió a la “revolución”.

Los tribunales “de lesa” siguen prevaricando y ante la escasez de ancianos para continuar con el “circo” o el “curro” judicial vigente, ya se ha encontrado un nuevo filón en la guerra convencional de 1982. En Comodoro Rivadavia pronto habrá ascensos en la Justicia Federal. Hay que retener la tea encendida y no existe otro “éxito” gubernamental para exhibir en un año electoral. Otra motivación no existe y la Justicia Federal “actúa”.

En el ámbito internacional —externamente— no ocurre lo mismo. Nos han visitado el Jefe del Comando Sur y el principal asesor de Seguridad de la Casa Blanca, para América del Sur. A ello se suma una llamada de Biden a la Casa Rosada.

Los avisos están dados.

No tenemos dudas que nos han venido a recordar que “el patio trasero” sigue siendo “espacio de la seguridad estratégica” del grandote del barrio, mientras el ingeniero agrónomo prevé ejercicios combinados con los chinos.

El decreto 226/2021 acaba de incorporar orgánicamente a la Secretaría de la Presidencia de la Nación a “Casa Patria Grande ´Presidente Néstor Kirchner´”. Desde ahora este organismo —que funciona como “gabinete en la sombra” del poder real— será sostenido financieramente con fondos públicos.

Es una forma de oficializar el ingreso al Poder Ejecutivo de Ella, que de este modo podrá acelerar el previsto salto de garrocha —que venimos anunciando— al mundo “telurocrático” —chino-ruso— aunque naturalmente permanecemos en la “anilla externa del mundo talasocrático Occidental”[20].

Esta es la razón de las recientes visitas del Pentágono y de la Secretaría de Estado, que aquí se ignoran.

Ella seguirá delirando con su absolución y Tartufo seguirá suicidándose con gotero. Pero sería sano que la oposición levantara la cabeza y mirara adonde está el arco:

“Al mundo occidental se le acaba el tiempo. A pesar de que en la actualidad la tecnología más puntera, las mayores empresas, las mejores universidades, los ejércitos más potentes y las mayores fortunas siguen en el lado occidental, principalmente en Estados Unidos, la balanza se está invirtiendo rápidamente”. 

 

* Oficial de Estado Mayor del Ejército Argentino y del Ejército Uruguayo. Ha cursado las licenciaturas de Ciencias Políticas, de Administración, la licenciatura y el doctorado en Relaciones Internacionales. Se ha desempeñado como Observador Militar de la ONU en la Línea del Cese de Fuego del Canal de Suez.

Se ha desempeñado como Profesor Titular de Polemología, Estrategia Contemporánea y Geopolítica, en Institutos Militares Superiores y en Universidades Públicas y Privadas. Ha sido conferencista invitado en el país y en el exterior. Ha publicado numerosos artículos sobre su especialidad y cinco libros acerca de la evolución de la situación internacional en la posguerra fría. Actualmente se desempeña como: Presidente del “Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires” (IEEBA), Presidente de la “Academia Argentina de Asuntos Internacionales” (AAAI) y Director del “Instituto de Polemología y Estrategia Contemporánea” (IPEC), de la Universidad Católica de la Plata (UCALP). Es miembro activo de la Asociación Argentina de Derecho Internacional y miembro Honorario del Instituto de Teoría del Estado.

 

 

 

Referencias

[1] Á. J. A. García. “¿Una tercera estrategia de compensación? Mejor una «gran estrategia»”. IEEE, 12/03/20 Mar 21. www.ieee.es

[2] H. J. Auel. “La Guerra Mundial Contraterrorista Global ¿Híbrida con derivación Nuclear?” IEEBA, abril de 2015, http://ieeba.org/.

[3] H. J. Auel. El Estado-Nación regional frente a las amenazas estratégicas globalizas”. IEEBA, junio de 1998, http://ieeba.org/.

[4] H. J. Auel. La escalada en la Guerra Mundial Contraterrorista Global y su repercusión en Iberoamérica. IIEBA, enero de 2020, http://ieeba.org/.

[5] H. J. Auel. La amenaza híbrida en la ¨quinta campaña”. IIEBA, julio de 2020. http://ieeba.org/.

[6] H. J. Auel. La Geopolítica del Virus Chino”. IIEBA, mayo de 2020. http://ieeba.org/.

[7] H. J. Auel. El encuadramiento geopolítico internacional de la actual situación estratégica argentina. IIEBA, marzo de 2021, http://ieeba.org/. [En SAEEG: https://saeeg.org/index.php/2021/04/02/el-encuadramiento-geopolitico-internacional-de-la-actual-situacion-estrategica-argentina/].

[8] Perversa: Cualidad de quien obra con mucha maldad y lo hace conscientemente o disfrutando de ello”.

[9] Criminal: Que ha cometido o procurado cometer un crimen”.

[10] H. J. Auel. La larga guerra civil argentina y el actual estado de guerra civil revolucionario”. IIEBA, 09/07/2013, http://ieeba.org/.

[11] F. Sánchez Tapia. Conflictividad en la frontera sur de Turquía”. IEEE, diciembre de 2020, www.ieee.es

[12] J. I. Castro Torres. Una guerra fría en aguas recalentadas”. IEEE, diciembre de 2020, www.ieee.es

[13] P. Sánchez Herráez. Libia: ¿una espoleta activa en un Mediterráneo inestable?”. IEEE, diciembre de 2020, www.ieee.es

[14] . A. Mora Tebas. Afganistán: un conflicto interminable, una paz…, ¿imposible?”. IEEE, diciembre de 2020, www.ieee.es

[15] J. Pardo de Santayana. El conflicto indo-pakistaní: la historia interminable”. IEEE, diciembre de 2020.

[16] M. del Mar Hidalgo García. El agua del Tíbet: un recurso vital para China”. IEEE, diciembre de 2020, www.ieee.es

[17] F. Aznar Fernández-Montesinos. El Ártico como espacio de conflicto geopolítico”. IEEE, diciembre de 2020, www.ieee.es

[18] A. González Martín. “La rebelión del coro y la normalización de la protesta en Iberoamérica”. IEEE, diciembre de 2020, www.ieee.es

[19] H. J. Auel. La amenaza híbrida en la ¨quinta campaña”. IIEBA, julio de 2020. http://ieeba.org/.

[20] H. J. Auel. El encuadramiento geopolítico internacional de la actual situación estratégica argentina. IIEBA, marzo de 2021, http://ieeba.org/. [En SAEEG: https://saeeg.org/index.php/2021/04/02/el-encuadramiento-geopolitico-internacional-de-la-actual-situacion-estrategica-argentina/].

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EL ANÁLISIS DE LA EVOLUCIÓN DE LAS RELACIONES ENTRE TURQUÍA E ISRAEL

Giancarlo Elia Valori*

El temor a la Administración de Biden, la preocupación por los Acuerdos de Abraham (véase más adelante), el posicionamiento del estatus geopolítico en Medio Oriente y la salvaguardia de los intereses en Israel son los principales factores a través de los cuales el Presidente turco Recep Tayyip Erdoğan busca mejorar las relaciones con Israel que, sin embargo, conecta con los palestinos.

Las declaraciones del presidente turco Erdoğan sobre los acontecimientos en las relaciones con Israel han confirmado los informes de los medios de comunicación sobre sus repetidos intentos de llegar a un entendimiento sobre varias cuestiones controvertidas, así como allanar el camino para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Las declaraciones del presidente Erdoğan, así como de otros funcionarios turcos, han subrayado la conexión entre el cambio en las relaciones turco-israelíes y la política de Israel hacia la cuestión palestina.

El “principio de vinculación” que conecta las dos cuestiones ha sido un factor clave en la política exterior turca desde la década de 1950, y opera en el rango entre las palabras y las acciones, que a veces también han dado lugar a graves crisis en las relaciones entre los dos países.

En ese momento Turquía se opuso al plan de partición, pero reconoció a Israel y mantuvo relaciones diplomáticas con ese país. Las relaciones fueron suspendidas después de la segunda guerra árabe-israelí en 1956, cuando Turquía llamó a su representante diplomático en Tel Aviv, anunciando que no regresaría allí “hasta que se encontrara una solución justa a la cuestión palestina de acuerdo con las resoluciones de la ONU”.

Después de llegar al poder, el presidente Erdoğan ha desarrollado el mencionado “principio de vinculación”. En el contexto de las acciones de Israel con los palestinos, Turquía ha aumentado su apoyo político y económico a sus hermanos musulmanes y ha sido causa de crisis.

Las recientes declaraciones del Presidente Erdoğan se han hecho en el contexto de esta política: por un lado, el presidente turco ha expresado el deseo de su país de mejorar las relaciones con Israel y continuar la cooperación en materia de inteligencia; por otro lado, ha mantenido que el trato de Israel a los palestinos es “inaceptable”.

Es importante señalar que Turquía no renunciará al “principio de vinculación”, que difiere del principio de la nueva normalización árabe, basado en la separación entre la cuestión palestina y las relaciones con Israel. Los llamados Acuerdos Abraham, como el reconocimiento del Estado de Israel por los Emiratos Árabes Unidos en septiembre del año pasado: el tercer país árabe en reconocer formalmente a Israel, después de Egipto y Jordania; el cuarto si consideramos el reconocimiento “congelado” de Mauritania.

La política aplicada por el presidente Erdoğan no sólo está moldeada por las relaciones exteriores, sino que también es una cuestión interna turca en la que la opinión pública desempeña un papel clave. Parece que hasta que no se celebren elecciones en Turquía (previstas para el 25 de junio de 2023), no habrá una normalización completa con Israel. La mayoría de la población turca apoya a los palestinos y sus derechos, siente plena solidaridad por ellos y se opone a la presencia israelí.

Además, el presidente Erdoğan considera la cuestión palestina como un factor importante en la construcción de una renovada identidad nacional musulmana turca. Estas posturas aumentan su popularidad y fortalecen el apoyo de la gente a él y a su partido, así como su autoridad y prestigio en el mundo musulmán.

Al mismo tiempo, sin embargo, esta política también tiene implicaciones pragmáticas: el presidente Erdoğan no está cortando lazos con Israel, sino simplemente creando acciones que conducen a síntomas de crisis “diplomáticas”. A pesar de esta actitud de esperar y ver, los lazos económicos entre Turquía e Israel están floreciendo. Según datos oficiales, en 2018 las exportaciones de Turquía a Israel valían 6.500 millones de dólares e importaron 1.900 millones de dólares (excluyendo el comercio de diamantes y el turismo).

Tras la crisis de las relaciones y la expulsión del embajador israelí de Turquía (mayo de 2018), las exportaciones habían caído a 4.000 millones de dólares en 2019 y las importaciones a 1.700 millones de dólares. Aunque están disminuyendo, todavía hay profundos lazos económicos.

Las relaciones comerciales, sin embargo, no son el factor decisivo para determinar la naturaleza de las relaciones entre Turquía e Israel. Hay cuatro cuestiones que se cree que llevaron a Turquía a revisar sus relaciones con Israel:

  1. Turquía ha dado la bienvenida al nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, con cautela y temor de que se oponga a las actividades turcas en la región. El líder estadounidense también puede ser muy duro con la seguridad, el armamento y los derechos de las minorías en Turquía. Algunos creen que la mejora de las relaciones con Israel calmará la situación con el presidente Biden, y el Congreso estadounidense y el lobby sionista podrán contribuir a este resultado. No se sabe, sin embargo, si el primer ministro Benjamín Netanyahu será tan buen mediador con Biden como lo fue con Donald Trump.
  2. Turquía está tratando de eliminar el aislamiento que se le impone debido a la distribución de zonas económicas marinas en la zona del Mediterráneo oriental, y está tratando de poner a Israel de su lado para desarrollar una postura conjunta y oponerse a tales subdivisiones Según fuentes israelíes, Turquía ha hecho a Israel una generosa oferta para expandir su área de control sobre las zonas económicas marinas, a cambio de que Turquía se ponga del lado de Grecia, Chipre y Egipto. Israel ha reaccionado con cautela, tanto porque sopesa mucho las intenciones del presidente Erdogan como porque está realmente interesado en fortalecer sus relaciones con los países mencionados anteriormente.
  3. Turquía está preocupada por los Acuerdos de Abraham para la normalización con Israel, en particular el antes mencionado con los Emiratos Árabes Unidos, y Turquía tiene como objetivo limitar su influencia y estatus como una nueva “empresa” de rivales árabes. Turquía intenta desmantelar una creciente alianza entre los países árabes e Israel. Después de todo, nos preguntamos por qué Turquía no está tratando en cambio de mejorar sus lazos con los países árabes para lograr el mismo objetivo. ¿Podría seguir siendo por la historia y la aversión mutua tradicional?
  4. Turquía está tratando de aliviar la presión sobre sus actividades en Israel y Palestina como resultado de la posible mejora de las relaciones con Israel. Turquía financia proyectos importantes en Jerusalén e Israel está tratando de contenerlo y frenarlo. Por el contrario, una mejora en las relaciones entre Israel y Turquía podría liberar el freno israelí.

Hasta la fecha, no se ha dado respuesta oficial israelí a las declaraciones turcas. Los medios de comunicación de Israel hablan de sospecha y frialdad en respuesta al acercamiento turco, con temores de que el presidente Erdoğan esté preparando una estratagema, un truco dirigido no a mejorar sus relaciones con Israel, sino a sabotear las relaciones y contactos de Israel con otros países.

Sin embargo, las filtraciones de altos funcionarios israelíes indican que su país ha establecido condiciones para restablecer las relaciones, que incluyen poner fin a los lazos de Turquía con Hamas y transferir proyectos turcos a Jerusalén a través de canales israelíes, así como abstenerse de votar contra Israel en organizaciones internacionales y adoptar una posición equilibrada entre Israel y los palestinos.

Aún no está claro cuál será el destino de las relaciones entre Turquía e Israel en los próximos meses, con el presidente Biden en la Casa Blanca y después de las elecciones israelíes celebradas el 23 de marzo de 2021. Sin embargo, es importante señalar que Turquía no renunciará al “principio de vinculación», que difiere del nuevo principio de normalización árabe, basado en la separación entre la cuestión palestina y las relaciones con Israel.

El “principio de vinculación” turco es una necesidad real para Turquía, por lo tanto, los líderes palestinos deben trabajar con Turquía para maximizar los objetivos comunes, especialmente con respecto a Jerusalén, la mezquita de Al-Aqsa y Gaza.

No es fácil de hacer, pero tampoco imposible.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Porhibida su reproducción.

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VENEZUELA 2021: LA SEGUNDA MUERTE DE CHÁVEZ

Roberto Mansilla Blanco*

Venezuela sigue instalada en una espiral interminable de crisis política e institucional, con complejos escenarios para este 2021 que permitan vislumbrar algún tipo de solución de consensos, al menos a corto plazo.

El pulso político iniciado en enero de 2019 por el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó contra el régimen de Nicolás Maduro no ha logrado alcanzar sus puntos más importantes, establecidos en el slogan: “fin de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres”. Muy por el contrario, el diagnóstico actual deja entrever fisuras en la plataforma opositora venezolana sobre las estrategias a seguir para salir de Maduro.

Con todo, Guaidó ha logrado un amplio reconocimiento internacional de cerca de 60 países, entre ellos EE.UU. y la Unión Europea, una baza política considerable pero con cada vez menos incidencia en el plano interno venezolano.

Por otro lado, Maduro y su régimen han logrado no sólo mantenerse en el poder sino dar cuenta de una notable resiliencia ante la presión internacional, en particular amparados por el apoyo de potencias globales como Rusia y China con decisión de veto en la ONU, actores emergentes como Turquía e Irán y la alianza estratégica con Cuba, cuyo peso en la política venezolana es decisivo.

Mientras la vacuna contra la COVID 19 ocupará la mayor parte de la atención mundial, al menos durante este 2021, los escenarios que se presentan para Venezuela en este nuevo año han dado un giro significativo. Esto supone un factor que colateralmente favorece los intereses de Maduro, ya que la solución de la pandemia tangencialmente desvía la atención internacional hacia Venezuela y le permite a su régimen mantener el control sobre la población, a través de las medidas sanitarias.

Paralelamente, una perspectiva parece ir cobrando forma en el horizonte: se aprecia una especie de “final de época” del “chavismo”, toda vez en Venezuela comienza a imponer su ritmo una nueva estructura de poder, con Maduro como epicentro.

¿Cambio de ciclo? Del chavismo al madurismo

Más allá de la controversia causada por la legitimidad de las elecciones legislativas realizadas en diciembre de 2020, de la elevada abstención (69%) y del mayoritario desconocimiento internacional a esos resultados, este 5 de enero el “madurismo” recuperó los espacios del poder legislativo para el próximo período 2021-2026.

Con ello, se completa el proceso de concentración de todos los poderes públicos en manos de Nicolás Maduro, afianzando un poder absoluto, desprovisto de equilibrios institucionales que fiscalicen su gestión. A diferencia de la oposición, y a pesar de su elevada impopularidad, el “madurismo” y sus factores aliados en el poder, en especial el estamento militar, no han observado fisuras significativas que pongan en peligro su hegemonía política.

El contexto es significativo. La nueva ecuación de poder da a entender que el “madurismo” refuerza su poder incluso dentro del propio espacio político de representación “chavista”. La presidencia de esta nueva y controvertida Asamblea Nacional en manos de Jorge Rodríguez y el notorio desplazamiento del poder de Diosdado Cabello, hasta ahora presidente de la igualmente polémica y ya inexistente Asamblea Nacional Constituyente (ANC), definen este rumbo político.

Así, el “madurismo”, salvo cuando la propaganda en clave legitimación así lo requiera, ya no se exhibe necesariamente como el heredero del “chavismo” sino que, más bien, ha “pasado página», cooptando e incluso degradando a miembros del “chavismo originario”, especialmente del sector militar “febrerista” (rebelión de Chávez del 4F de 1992), como es el caso del propio Diosdado pero también de cualquier vestigio de poder de la familia Chávez.

En 2013, poco tiempo antes de la muerte de Chávez, el ideólogo del socialismo del siglo XXI, el sociólogo Heinz Dieterich, vaticinó que Diosdado era “el Stalin de la Revolución Bolivariana” y que Maduro representaba la genuina continuidad del chavismo. Pero el contexto 2021 parece dirimir otra expectativa: el “Stalin” de la revolución más bien parece ser el propio Maduro, quien en sus inicios en la presidencia se presentaba como el “hijo de Chávez”.

La etapa inicial “post-Chávez” definió una especie de reacomodo de poder entre Maduro y Diosdado determinado en gran medida por la necesidad imperiosa de unidad ante la presión internacional. Pero en el contexto actual, esta ecuación parece ir perfilándose calculadamente a favor del primero.

El pasado 4 de febrero, durante los actos por el 29º aniversario del intento de golpe de Chávez de 1992, Diosdado recuperó las esencias propias del “chavismo originario” militar, portando en un acto conmemorativo el uniforme del regimiento de paracaidistas al que pertenecía Chávez. La imagen puede ser alegórica de un posible reacomodo de fichas en el “chavismo-madurismo”, donde Diosdado parece negarse a perder protagonismo.

Por su parte, Maduro ha fortalecido una “oligarquía” financiera y económica, una nueva nomenklatura de poder que dista mucho de los ideales chavistas. La incesante crisis económica venezolana, que sigue provocando la peor crisis humanitaria a nivel hemisférico, con oleadas de venezolanos huyendo a países vecinos, parece estar definiendo al mismo tiempo las bases de una especie de “capitalismo salvaje” vía dolarización, que beneficia claramente a esa denominada “boliburguesía” que inició su andadura con Chávez en el poder pero que definitivamente se ha acomodado con Maduro. El control de la industria petrolera y principalmente la rapaz explotación en el Arco Minero al sur del país, con graves acusaciones de desastre ecológico, son otros de los factores que enriquecen a la “casta madurista”.

En este sentido, Maduro pareciera haber tomado nota en la concreción de una especie de “oligocracia” en el poder, un sistema parecido al de la Rusia de Putin. La crisis de legitimidad de su régimen no parece ser un impedimento tan estratégico como se cree. Los resortes del poder del “madurismo” llevan a concretar síntomas de lo que se ha venido considerando como “autoritarismo competitivo”, pero cada vez más fortalecido por el apoyo militar, la represión de la disidencia (aún existen unos 200 presos políticos en Venezuela, muchos de ellos estudiantes universitarios) y un sistema “hecho a su medida”, especialmente en materia electoral.

Por otro lado, abundan las denuncias de que, dentro de esta estructura de poder, conviven incluso mafias y redes criminales, así como núcleos de apoyo de la guerrilla colombiana y de movimientos islamistas como el Hizbuláh, y que han pasado a controlar incluso porciones territoriales del país como auténticos “feudos”, especialmente en el Arco Minero.

Del mismo modo, la inclusión como parlamentario de Nicolás Maduro Guerra, hijo del actual mandatario, simboliza esa preeminencia “familiar” dentro del nuevo establishment del poder en Caracas. A este núcleo “madurista” debe unirse igualmente el poder de Tarek el Aissami, actual ministro de Petróleo y principal vínculo del “madurismo” con Irán, actual surtidor de gasolina a la maltrecha economía venezolana.

Con una economía “dolarizada” de facto, Maduro parece persuadido a propiciar una incipiente apertura económica, menos agresiva con el sector privado pero que permita el ingreso de inversiones extranjeras, especialmente de sus aliados Rusia, Irán, Turquía y China, entre otros, y que son vitales para mantener la actual nomenklatura de poder “madurista”.

No obstante, ya confirmado su poder prácticamente absoluto, Maduro no desdeñará continuar con el programa “socialista”, con menor interés ideológico pero sí como herramienta de poder. Surgen así expectativas de posibles confiscaciones, principalmente de bienes y propiedades de venezolanos emigrados y de dirigentes políticos en el exilio.

El objetivo de la eventual apertura económica es sortear las sanciones internacionales de EE.UU. y Unión Europea, a la espera de observar cuál será la óptica hacia Venezuela que tendrá el próximo presidente estadounidense Joseph Biden, y si con ello se entierra definitivamente con la “Doctrina Trump” que ha favorecido la transición vía Guaidó.

De este modo, Maduro observa con beneplácito la posición de Biden y de su vicepresidenta Kamala Harris de recuperar la “Doctrina Obama” de apertura gradual con Cuba, lo cual implicaría directamente a Venezuela, tomando en cuenta la asociación estratégica total entre ambos países.

También está el contexto regional. Como sucediera con la vuelta al poder del MAS en Bolivia en octubre pasado y anteriormente del “post-kirchnerismo” en la Argentina de Alberto Fernández, el “madurismo” observaba con interés la posibilidad de un vuelco político en las elecciones presidenciales ecuatorianas de febrero próximo, así como en las presidenciales peruanas de abril, que le permitan recuperar alianzas regionales.

Así, en Ecuador, la atención está fijada en fuerzas de izquierda “post-correistas” como Andrés Arauz, vencedor en la primera vuelta presidencial del pasado 7 de febrero, e indigenistas como Yaku Pérez. En noviembre, Nicaragua irá a elecciones presidenciales, donde se da por descontado otro nuevo período para Daniel Ortega, aliado de Maduro y en el poder desde 2006.

El ex presidente Chávez rememoraba constantemente en sus discursos una fecha: 2021. Es el año que celebra el Bicentenario de la Batalla de Carabobo (1821) que selló la independencia venezolana. Pero en este 2021 de la pandemia, el “madurismo” parece identificar el simbolismo de esa fecha histórica hacia otra vertiente: el de su consolidación en el poder, incluso por encima del propio “chavismo”. En perspectiva, un final de ciclo que ni el mismo Chávez imaginaba.

Los dilemas de Guaidó y la oposición

La eventual consolidación del “madurismo” lleva a otro nombre: Juan Guaidó. Dos años después de su inesperada aparición pública, el aún principal líder de la oposición venezolana se encuentra en un difícil laberinto que acrecienta la precariedad de su posición política.

Mientras Maduro lanzaba sus controvertidas elecciones legislativas en diciembre, Guaidó apostó sus cada vez menos efectivas cartas a una consulta popular “anti-Maduro” de resultados inciertos desde el punto de vista político. Debe igualmente observarse que, a pesar de la posición oficial, existen fisuras internas y críticas dentro de la oposición hacia el liderazgo de Guaidó, al que califican de “ineficaz”.

Ya entrado el 2021, la Asamblea Nacional surgida de las elecciones de 2015 (las últimas reconocidas como legítimas por la mayor parte de la comunidad internacional) renovó a Guaidó en la presidencia por un año más. Pero la situación de Guaidó es sumamente compleja tomando en cuenta que el poder político de facto lo tiene el “madurismo” y que el régimen, a pesar de sus elevados índices de impopularidad, ha tenido éxito en desgastar e incluso desacreditar la imagen de Guaidó.

Guaidó sigue teniendo el apoyo y el reconocimiento de 60 países, pero la realpolitik venezolana y los posibles cambios en el contexto internacional (nuevo gobierno en EE.UU., atención mundial a las vacunas del coronavirus) pueden alterar esta situación.

De hecho, su figura como “presidente interino” pierde gradualmente fuerza en el contexto exterior, así como su “mantra” de hoja de ruta lanzado en 2019 de “fin de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres”. De hecho, la Unión Europea lo sigue reconociendo, pero ahora como “interlocutor privilegiado”, un enfoque que denota obviamente un nivel de degradación en cuanto a la posición política e, incluso, del propio liderazgo de Guaidó.

Su “mentor” político, Leopoldo López, logró escapar a España, donde se concentra gran parte del exilio opositor venezolano, con figuras como el ex alcalde metropolitano Antonio Ledezma. Tampoco está Trump en la Casa Blanca, y si bien Biden parece convencido de mantener el apoyo bipartito entre republicanos y demócratas en EE.UU. hacia la causa democrática que impulsa Guaidó, nada parece completamente seguro.

Con la Asamblea “madurista” en funcionamiento, persisten las incógnitas sobre qué sucederá con Guaidó. Muchos sectores “maduristas” buscan revancha y lo quieren ver preso, pero la posibilidad de un audaz exilio es otra alternativa.

Con ello, podríamos observar cómo la oposición venezolana se vería eventualmente persuadida a ensayar una especie de gobierno en el exilio, algo similar al ejemplo de la oposición política al régimen de Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, que mantiene un precario gobierno en el exilio precisamente en España, desde 2003 en manos de Severo Moto. El ejemplo del exilio cubano, particularmente en EE.UU., también es una posibilidad que refleje lo que puede suceder con Guaidó y la oposición venezolana.

Con o sin exilio a la vista, otra expectativa puede anunciarse en este incierto 2021: la posibilidad de un nuevo cambio de dirección dentro de la oposición venezolana, con nuevas figuras que podrían traducir una etapa “post-Guaidó” y “post-Leopoldo López”.

En la órbita de este posible cambio de dirección en las filas opositoras surgen dos líderes ya conocidos: María Corina Machado y el ex candidato Henrique Capriles Radonski. En los últimos meses, ambos han sido fuertes detractores de la estrategia de Guaidó y nunca ocultaron sus intenciones para eventualmente sucederlo. Pero está por ver si sus estrategias serán de aggiornamiento pragmático con el “madurismo” o de apostar por acciones más radicales.

Machado defiende la radicalización en la calle sin negociación con un régimen que califica “usurpador y criminal». Por su parte, Capriles Radonski ya abrió con anterioridad algunas líneas de diálogo con el “madurismo” y parece ser el líder opositor elegido por figuras internacionales, como el Alto Comisionado de Política exterior, Josep Borrell, y del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, a la hora de iniciar una negociación pactada con Maduro.

Toda vez, la dirigencia opositora venezolana se ve igualmente fragmentada al tener a varios de sus representantes en la cárcel como presos políticos del régimen.

A comienzos de 2021, Maduro lanzó una especie de oferta política y electoral en clave de negociación internacional: celebrar unas elecciones regionales “libres y transparentes” para final de año, bajo el formato que exige la comunidad internacional, con tal de obtener el reconocimiento a su mandato hasta 2025. En las filas opositoras, fue precisamente Capriles Radonski el que se lanzó al ruedo prácticamente avalando esta táctica “madurista”.

Toda vez, la posibilidad de ensayo de un gobierno en el exilio, con López y eventualmente Guaidó como principales operadores, repercutirá en el seno interno de la oposición dentro de Venezuela. Está por ver si la unidad opositora seguirá inquebrantable o, más bien, se produciría una posible ruptura entre sectores opositores, tanto en el exilio como en Venezuela, sobre las estrategias a adoptar para salir de Maduro.

Mientras aparecen informaciones sobre presuntas tramas de corrupción en el entorno de Guaidó, la incertidumbre sobre esta nueva etapa gravita en el entorno opositor venezolano. Con un Guaidó visiblemente debilitado, la oposición se expone en este incierto 2021 a perpetuar sus dilemas en cuanto a la posibilidad de un nuevo cambio de liderazgo y de estrategias.

El contexto exterior: esperando a Biden

Finalmente, está la negociación internacional para una salida electoral, pacífica y de consenso en Venezuela. Es el escenario deseado por la mayor parte de la comunidad internacional, en particular la Unión Europea, el Grupo de Lima y muy posiblemente por la próxima administración Biden.

Pero sus posibilidades son escasas, incluso inciertas, toda vez los canales de diálogo entre el “madurismo” y la oposición son prácticamente nulos o, como mucho, testimoniales y se prevé una mayor radicalización del poder absoluto de Maduro.

De hecho, en diciembre pasado, antes de la reciente oferta de elecciones regionales libres a cambio de permanecer en el poder hasta 2025, Maduro reafirmó un reto electoral y político a la oposición: la posibilidad de impulsar un referéndum revocatorio en su contra para 2022, tal y como lo establece la Constitución Bolivariana, cuando se cumpla la mitad de su mandato, iniciado en enero de 2019 pero no reconocido por la mayor parte de la comunidad internacional.

Maduro no parece, por tanto, persuadido a seguir cualquier recomendación de solución electoral alternativa a la crisis política e institucional venezolana que venga desde el exterior. El apoyo de Rusia, Irán y especialmente de Cuba le ha servido a Maduro para sortear el aislamiento internacional sin perder capital político ni realizar concesiones democráticas audaces.

Del mismo modo, la comunidad internacional que reconoce a Guaidó se verá igualmente amortizada tomando en cuenta que el escaso peso político interno de la dirigencia opositora, y el poder de facto en manos del “madurismo”. La presión internacional puede ser intensa, tomando en cuenta la posibilidad de una ampliación de la represión política contra dirigentes opositores y medios de comunicación afines por parte del régimen “madurista”. Pero mucho dependerá también de la debida atención que la administración Biden tenga hacia el dossier venezolano, y cuál será finalmente su estrategia más elaborada.

Pero mucho también dependerá de qué tan relevante seguirá siendo la crisis venezolana para la atención de las principales potencias mundiales, especialmente en un 2021 signado por las vacunas de la pandemia y las consecuencias socioeconómicas de la misma.

Sea como sea, la crisis venezolana dista mucho de albergar alguna solución satisfactoria y de consensos en el plano interno. Dependerá, en gran medida, de la presión internacional ante un régimen “madurista” desacreditado en el exterior pero afianzado de facto en el plano interno.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE.UU. y América Latina.

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