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AFGANISTÁN: LOS TALIBANES Y LA TRAMPA DEL RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL

Francesca Musacchio*

Afganistán está perdido. Es la amarga conciencia de la alta diplomacia internacional que en estas horas ha jugado la última carta desesperada para salvar lo que se puede salvar en esa desafortunada tierra. Todas las actividades de los Estados Unidos en particular han estado dirigidas a salvar la cara de Occidente, completamente aplastada por los talibanes. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, envió al jefe de la CIA a Kabul dándole un amplio mandato. William Burns es el primer ex diplomático con una carrera política en la cima de la agencia de inteligencia y su experiencia internacional lo ha convertido en el hombre adecuado a los ojos de Biden. Pero Burns fracasó en este caso porque las demandas de los talibanes eran inadmisibles.

Según fuentes diplomáticas, el líder del grupo, el mulá Abdul Ghani Baradar, a cambio del aplazamiento de la retirada de tropas fijada para el 31 de agosto, habría pedido el reconocimiento del gobierno talibán por parte de Estados Unidos y la comunidad internacional. El mandato del jefe de la CIA era amplio, pero no hasta ese momento. Y así Biden, durante el G7, dijo a los demás representantes de la cumbre que la fecha del 31 de agosto sigue fijada. Por lo tanto, todas las operaciones de evacuación de civiles y soldados deben completarse antes de fin de mes y las tropas extranjeras tendrán que abandonar el Afganistán. De lo contrario, los talibanes están listos para presentar sus “demandas”, según reiteró en una conferencia de prensa el portavoz del grupo. Peticiones que, en realidad, tienen el sabor de las amenazas.

Por lo tanto, la comunidad internacional se ha visto obligada a volver al recuadro anterior. El tiempo disponible para la evacuación del aeropuerto de Kabul, para aquellos que tienen derecho a ella, es limitado. El martes por la tarde el G7 tuvo que tomar nota de esto, a pesar de la presión sobre los Estados Unidos por parte de Francia, Inglaterra y Alemania para extender el tiempo que pase en el país.

Ahora la pelota está en el tejado del G20, donde la cuestión del reconocimiento de los talibanes es crucial. Hay países, como China, que están muy inclinados a reconocer al Emirato Islámico. Después de todo, Beijing no tendrá ningún problema en reconocer a un régimen autoritario que viola los derechos humanos. Y también lo hace Turquía, donde el presidente Erdogan actúa como un dictador.

En este sentido, ya están registradas las primeras reuniones oficiales entre las delegaciones chinas y los miembros del buró político de los talibanes, que también han obtenido el aval parcial de Ankara.

A la espera de la cumbre entre los grandes del mundo, los talibanes ya han respondido con hechos a las peticiones de prórroga en la retirada de tropas. El portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid (foto destacada), en la rueda de prensa celebrada en Kabul, mientras el G7 estaba en marcha, pidió a los estadounidenses que no animen a los afganos a salir, subrayando que actualmente el acceso al aeropuerto está permitido solo a los extranjeros.

La conquista de Afganistán por los talibanes y la aplastante derrota infligida a la comunidad internacional después de 20 años de guerra, ha fortalecido al grupo de extremistas que ahora establecen las condiciones y exigen una rendición incondicional de la Coalición. Este resultado es la consecuencia del enfoque equivocado de una ideología llevada a cabo no solo por los talibanes y difícil de descubrir. Estados Unidos y todo Occidente, que ha librado una guerra contra el terrorismo, han subestimado el papel de una ideología tribal bien arraigada en el país, especialmente en las zonas periféricas. Afganistán no es sólo Kabul.

Las realidades profundamente tribales resisten en el país, vinculadas a grupos étnicos que a menudo reconocen su identidad en los talibanes y el extremismo religioso. Los informes de la inteligencia occidental no valen nada (y han sido valiosos) y en los últimos años han dibujado una imagen sombría, pero clara, de lo que realmente es Afganistán. Solo aquellos que realmente han experimentado el país, en medio de las montañas impermeables, pueden entender por qué los talibanes han derrotado a Occidente

* Directora de Ofcs.report. Colaboradora del diario Il Tempo. Autora del libro “La Trattativa Stato Islam”. Miembro del comité científico del Centro Studi Averroè .

 

Publicado originalmente el 25/08/2021 por OFCS.REPORT (Italia) https://www.ofcs.it/il-direttore/afghanistan-i-talebani-e-la-trappola-del-riconoscimento-internazionale/#gsc.tab=0 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con autorización de OFCS.REPORT.

AFGANISTÁN, DERIVAS Y SECUELAS. PARTE III.

F. Javier Blasco*

En la mayoría de los conflictos en los que su protagonista principal es rebelde con la comunidad internacional, se suele proceder al cierre o cancelación de sus fuentes de financiación exterior, le niegan o retienen los créditos internacionales, suprimen los intercambios comerciales, congelan las cuentas del país o de sus mandatarios incluso en los llamados paraísos fiscales y se intenta que ese acogotamiento económico comience a dar frutos lo más pronto posible, baje su cerrazón y se acerque a las exigencias y estándares internacionales ya que ningún país es capaz de sobrevivir de forma prolongada únicamente con sus propios recursos.

Teoría interesante y bastante buena pero de difícil o hasta imposible aplicación cuando el país en cuestión —como es el caso de Afganistán— cuenta con apoyos abiertos o encubiertos de potencias poco ortodoxas o seguidoras a rajatabla de los acuerdos internacionales (China, Rusia, Irán, Arabia Saudí, Catar y Paquistán entre otros); cuando genera productos muy codiciados y demandados en el exterior (drogas y tierras raras o litio); en función de su situación geoestratégica y porque la memoria internacional suele ser bastante laxa y, una vez adoptada dicha decisión, paralelamente ya se está estudiando la salida al atolladero. No creo que el anunciado acogotamiento económico a Afganistán, dure mucho ni llegue a ser efectivo de verdad.

Mis experiencias profesionales como Jefe de la Sección de Cooperación Cívico Militar (CIMIC) en el Mando Regional Sur de la OTAN, me enseñaron la necesidad y el excelente resultado de realizar, antes y durante cualquier conflicto, los llamados Estudios de Área. Estudios, que proporcionan muchos datos sobre el país, su cultura, historia, religión, clima, tendencias políticas, lazos exteriores, fuerzas armadas, población y un largo etcétera. Datos, que por su valor incalculable, incluso son muy apreciados por la comunidad de inteligencia y sobre todo, a la hora de la toma de decisiones ante cualquier tipo de planeamiento operativo o acciones de mayor calado.

Estoy seguro, de que tras veinte años en el terreno, ejecutando todo tipo de operaciones y con despliegues tan grandes y amplios, los hombres de inteligencia y los CIMIC norteamericanos y de la coalición habrán hecho bien su trabajo. Pero sin embargo, todo ha fallado como un castillo de naipes mal apoyado en su base; lo que indica que posiblemente sus informes no se tomaron en consideración, el Mando erróneamente los obvió o lo que me resulta mucho más peligroso y probable, fueron las autoridades civiles las que se empecinaron en hacer de su capa un sayo, sin tener en cuenta el valor y las consideraciones que se desprenden de dichos análisis militares.

Otro grave error, del que nunca se suele aprender, porque en pocos años he podido comprobar que se repite con demasiada frecuencia; cuestan miles de vidas, cientos o miles de millones a la sociedad, disminuyen el prestigio de las Organizaciones o Alianzas internacionales y engañan a un pueblo al que se usa y masacra cuantas veces sea preciso.

Deberíamos considerar la obligatoriedad de hacer responder judicialmente a los dirigentes políticos ante tribunales internacionales cuando adoptan decisiones mal tomadas, de graves consecuencias o por hacerlo contra el criterio bien fundado de los verdaderamente preparados.

Si no hubiera ocurrido así, la definición, el seguimiento y la salida de la misión hubieran variado mucho. Estoy completamente convencido que en aquellos documentos habrían definido verdaderos planes de extracción y evacuación para evitar tener que recurrir al desastre de esta evacuación a marchas forzadas, sin plan alguno por la mayoría de los contingentes, que abandonaron el teatro a su aire sin considerarlos en absoluto. Para colmo de la vergüenza internacional está lo que presenciamos ayer cuando todo un G-7, con la potencia y capacidad económica, militar y de disuasión que tiene, no fue capaz de doblegar la voluntad de unos terroristas yihadistas de mantener el 31 de agosto como fecha límite de extracción y presencia extranjera.

La respuesta de los talibanes era bien conocida y esperada, nadie se puede o debe sorprender, por lo que era fundamental tener unas listas completas y actualizadas y haber adelantado la extracción con orden, seguridad y concierto antes de que el caos se adueñara de Kabul y se enloqueciera la ciudad y sus gentes. Máxime cuando la mayor parte de los afganos a extraer no residen en Kabul.

Este conflicto pone de manifiesto, una vez más, que el eterno conflicto de prevalencia y posibilidades finales en la lucha entre las democracias contra las graves dictaduras y regímenes comunistas fuertemente arraigados no es sencillo y no se suele obtener fáciles y permanentes resultados.

Imponer la democracia a base de cañonazos y soldados, a pesar de muchos años de insistir en un mismo territorio, no es muy factible y da paso a que los países en los que no convence plenamente, se sientan cada vez más capaces y seguros, porque saben que sus pensamientos, deseos y planteamientos no serán extirpados. Máxime cuando el CSNU está bloqueado por dos de ellos (China y Rusia).

A la vista de todo desprestigio anterior y de los problemas que surgirán con la repartición de los refugiados, se puede afirmar que el mundo ha caído y que sus estructuras se resquebrajan o derrumban; ya nadie es capaz de nada, hemos quedado al albur de los caprichos de los terroristas y de sus zarpazos por doquier, a nada que se lo propongan.

China, país dictatorial y comunista, es el más claro ejemplo de dicha realidad; ha crecido mucho como país y potencia económica y militar y cada vez se orienta y acerca más a llegar a constituirse, en breve, en el relevo natural de EEUU en el liderazgo mundial.

Potencias como Rusia, Turquía, Irán, Pakistán y Arabia Saudí entre otras muchas más, vienen comprando y siguiendo su idea y tratan de recobrar esplendores pasados, por lo que cada vez se encuentran más lejos de adoptar regímenes democráticos o están más cerca de abandonarlos definitivamente, si es que algún día los hubieran adoptado.

No es que la idea del repliegue militar estadounidense sea un reciente invento del presidente Biden; ya con Obama hemos ido escuchando y viendo diversos planes de abandono de misiones, territorios, aliados y población civil en varias zonas y países en conflicto a pesar de haber formado parte de sus alianzas bilaterales o haberlos usado como fuerza de choque o carne de cañón en combates contra fuerzas superiores o muy crueles a la hora de luchar.

Está claro que EEUU y sus gentes están hartos de ser siempre los que ponen la mayor parte de los esfuerzos económicos, militares y el número de bajas en todos los conflictos en los que intervienen (propios o adquiridos).

Pero no es menos cierto que, ese es el canon que un país debe pagar por mantener su liderazgo mundial; como también lo es, el hecho de que hoy en día la importancia geoestratégica de las diferentes partes del mundo, sus recursos energéticos o la necesidad de mantener alineados a determinados países varía a mayor velocidad que antaño. Todo cambia rápidamente y entre estos cambios se encuentran las nuevas prioridades de EEUU a la hora de prestar una mayor atención o dedicarles importantes recursos. 

Tras los últimos abandonos yanquis en los últimos años, incluido Afganistán, cabría hacerse la siguiente pregunta ¿hacia dónde va u orienta sus esfuerzos EEUU? Las respuestas vienen siendo varias y todas ellas exigen muchos recursos para ser cubiertas con garantías de éxito.

Se habla de que el cambio climático propiciará en breve que el Ártico sea prácticamente navegable todo el año lo que acortará en mucho las vías de comunicación entre continentes y que se puedan extraer sus muchos recursos bajo las aguas o los hielos de hoy en día; situación en la que también están muy interesados China y Rusia.

Otra gran aspiración es la dotación de recursos económicos y humanos a las recientemente creadas fuerzas aeroespaciales, en liza con otras fuerzas similares rusas, chinas y hasta de la India. Todos los países se esfuerzan en llegar a ser los primeros en dominar el espectro espacial por entender que quien lo consiga, dominará el mundo.

Nadie es ajeno a pensar en la necesidad de controlar el amplio territorio Asia-Pacífico donde China lleva años invirtiendo mucho para la creación de islas artificiales y aumentar exponencialmente su capacidad aeronaval con posibilidad de basarse en ellas para controlar las aguas del Mar de China Meridional, situación que pone en peligro a varios aliados de EEUU en la zona como Corea del Sur y Japón; así como las relaciones con la India, que también está por la labor de aumentar su capacidad militar grandemente.

Por último, pero no menos importante, EEUU ve que su patio trasero, Centro y Sudamérica se está convirtiendo en un gallinero alborotado, con gobiernos populistas de corte comunista bolivariano que van creciendo y se sustentan en países estratégicos por los carburantes, la droga, la masiva emigración y en servir de negocio y cobijo a enemigos tradicionales como China, Rusia e Irán. Por lo que es de esperar que pronto tenga que dedicar una mayor atención y esfuerzos a la zona que hasta la fecha.

Posiblemente, Biden se sentía el hombre más feliz del mundo hasta hace muy pocos días; los ecos vocingleros de Trump aunque insistentes se iban apagando poco a poco; la vacunación de sus ciudadanos progresaba a pasos agigantados; el índice de mortandad por el virus descendía; la economía en proceso de mantenimiento o recuperación y en breve iba a celebrar como un gran triunfo el 20º aniversario del 11-S cómo una misión cumplida, el repliegue de Afganistán completado y todos a salvo en casa.

La falta de previsión a los más altos niveles, la precipitación por la proximidad de dicha fecha, el exceso de confianza en sus falsos o interesados informes de inteligencia y la rigidez negociadora de los talibanes para no facilitar la extracción de colaboradores, han hecho que la imagen de EEUU tanto a nivel mundial como internamente haya caído por los suelos. Rusia y China están celebrando este fracaso y esperan mayores acontecimientos y el momento para echárselo en cara.

EEUU es un país algo más serio y diferente al resto, por lo que los errores de sus presidentes y otros altos dirigentes civiles y militares se estudian con luz y taquígrafos en el Senado y en los tribunales de Justicia; por ello, pronto veremos movimientos en dicha dirección. La Vicepresidenta Kamala Harris, que vivía apaciblemente a la sombra del anciano Joe a la espera de su oportunidad para sucederle pacíficamente, empieza a poner sus barbas a remojar porque puede saltar a la arena mucho antes de lo esperado. En pocas palabras, Afganistán puede fácilmente haberse convertido en la tumba de EEUU en general y de Biden en particular.

La situación en la que dejamos el país tras la desastrosa espantada es de auténtico caos aún a pesar de los esfuerzos propagandísticos talibanes por esconder la realidad y reprimirse mientras aún queden algunos medios, cámaras y móviles que puedan grabar sus abusos y atrocidades. Doy por seguro que cuando desaparezcan los medios libres y las comunicaciones vía internet y telefonía móvil queden bajo el absoluto control de los talibanes, la situación cambiará mucho y se podrá asegurar que la guerra civil en Afganistán puede llegar a ser inevitable; en la que gracias al armamento que se les ha “transferido” a los talibanes, el resto de afganos, llevará la peor parte.

Con esto doy por terminado, de momento, un documento que ha pretendido analizar, de modo previo y sin muchos datos todavía, las posibles derivas y secuelas de la crisis en Afganistán. Sé que pasado un tiempo volveré a escribir sobre el tema porque habrá más secuelas; aunque mucho me temo, que la sociedad lo habrá casi olvidado y ya no interesará grandemente a pesar de las muchas bajas y masacres que se han producido y producirán allí sobre los no evacuados, simplemente por ser familiar de alguien que trabajó como personal auxiliar de los “diablos extranjeros” que hace veinte años osaron invadir su tierra o por no aceptar sus preceptos religiosos.

Pero, no quisiera cerrarlo sin honrar a los militares y al personal auxiliar que han dejado generosamente sus vidas allí o por el camino (algunos han estado bajo mis órdenes directas). Personas, que fueron enviados a su muerte por forzadas o extrañas razones de inexpertos gobernantes; y también reprochar a los políticos que aún siguen actuando ciegamente o que aprovechan la amargura de las situaciones para hacerse fotos de portada y darse auto propaganda con mendaces declaraciones, tales y como ésta que se me ha quedado grabada “En España estamos a las duras y a las maduras”.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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AFGANISTÁN, PREVISIBLES DERIVAS Y SECUELAS. PARTE I.

F. Javier Blasco*

Hace unos días publiqué en este mismo medio un trabajo titulado “No hay dos sin tres, ni ninguna paz es duradera”; con él pretendí analizar a vuela pluma los prolegómenos, fundamentos y la evolución final de la guerra en Afganistán y la consiguiente crisis tras la puesta en efecto de los planes norteamericanos, pactados con los talibanes, para abandonar el país tras casi veinte años de duros combates, con la implicación de la OTAN. La previsible extensión del tema y las consecuencias de la rápida y nefasta “solución” al conflicto, nos llevan a analizar las primeras consecuencias y la previsión de los efectos a futuro que este convulso movimiento ha propiciado y propiciará. Esta es la primera parte del documento resultante.

Casi en cuestión de horas, tras muchos años de férrea ocupación internacional, Afganistán ante el asombro y la incredibilidad de toda la Comunidad Internacional (CI) cayó de nuevo en manos de los talibanes —muchos de ellos de nueva generación, que han nacido bajo la ocupación y de los que la mayoría nunca han abandonado el país— dando validez a la maldición sobre un hostil e ingobernable territorio al que tras las derrotas británica y rusa en los siglos XIX y XX, se le definió como “el cementerio de imperios”.

Los talibanes, precipitada, falsa o erróneamente calificados de “vencedores” por el representante de la UE para la política exterior, J. Borrell quien cada vez que habla, abre un conflicto, se apresuraron a restablecer su antiguo califato, aunque en esta ocasión y según los poco aireados acuerdos de Doha (septiembre 2020) pretendían aparecer disfrazados con un impostado y fugaz buenísmo, que han prácticamente abandonado en menos de cuarenta y ocho horas. Su postura se irá envileciendo y pronto se traducirá en más graves consecuencias nacionales, regionales e internacionales que las anteriores y, probablemente, marcarán importantes cambios mundiales para los próximos meses, años e incluso lustros, como poco.

Muchos se inclinan a pensar que la situación creada será muy similar a la retirada de EEUU de Vietnam; creo que se equivocan. Tras aquella caída se esperaba el bautizado como “efecto dominó” por el que a Vietnam le seguirían la mayoría de sus entonces inestables vecinos; pero dicho efecto no se produjo por diversas circunstancias y determinados aciertos parciales. En este caso, es muy posible que se produzca, aunque con matices diferenciadores; previsión basada en el grado de arraigo del existente despliegue talibán, de Al-Qaeda y de sus peculiares franquicias en la totalidad o una parte más o menos significativa de sus vecinos del centro y del sur de Asia como Pakistán, China, Irán y los tres tanes pro rusos bajo su paraguas (Turkmenistán, Uzbekistán y Tajikistán).

Es de esperar que los intereses de dichos países y los importantes acuerdos comerciales de los talibanes con China, Rusia e Irán traten de impedir que estas ramas fundamentalistas proliferen hasta hacerse incontrolables, aunque es muy probable que conviertan la zona en un amplio santuario donde campen y se entrenen sin problemas los grupos yihadistas de diverso cuño que actualmente actúan en diversas partes del mundo, principalmente en África y Asia.

La crisis de autoridad regional y mundial provocada por esta precipitada y fallida retirada —que claramente apunta a un fallo de la inteligencia civil y militar norteamericana y de la OTAN o a un desprecio político a los informes al respecto— llega justo en un momento en que China y Rusia están afilando sus cuchillos y multiplicando sus actividades para poner a prueba la determinación estadounidense por mantener su status de liderazgo a nivel mundial.

Por otro lado, en la propia región, Turquía e Irán ya están tratando de llenar el vacío tras el fracaso estadounidense aunque con diferentes perspectivas e intenciones. De ambos países, es Irán el que lo tiene peor debido a la situación de crisis política, económica y sanitaria que padece, lo que le impide aceptar un gran número de refugiados y al hecho de que, aunque ambos son musulmanes, Irán es mayoritariamente chiita y los talibanes son sunníes.

En política, y más en la actual, es muy triste y frecuente ver cómo los dirigentes políticos ante cualquier crisis o problema no suelen asumir las culpas que les corresponden, miran para otro lado y buscan siempre un chivo expiatorio sobre el que verter toda la responsabilidad.

Sólo la canciller Merkel y en menor medida el presidente Macron, han tenido la valentía de asumir su parte de incumbencias en el nacimiento, desarrollo y desenlace del conflicto. Situación que también les ha servido para cuestionarse el seguimiento ciego al Tío Sam en sus corredurías por el mundo. Tema, que pone de manifiesto y en entredicho la capacidad de liderazgo de Europa en el mundo y dentro de ella; liderazgo, que empeorará con vistas a futuro, cuando Merkel abandone la vida política, dejándonos sin una orientación clara ni siquiera para Alemania.

Han sido muy penosas, desagradables y poco afortunadas o sin valor alguno declaraciones iniciales y posteriores de los máximos responsables de EEUU, la OTAN, la UE y la ONU, así como el silencio sepulcral de muchos presidentes de gobierno de países implicados en el conflicto con papeles más o menos discretos, que acostumbran a ponerse medallas cuando todo pinta bien, pero se esconden cuando las soluciones a cualquier crisis son difíciles.

Por lo que respecta a los Organismos Internacionales, a la vista del enorme ridículo actual y mayúsculas ineficacias acumuladas últimamente, deberían replantearse su papel y cometidos en la arena internacional, las misiones asignadas a cada uno de ellos en la CI en función de sus capacidades y posibilidades reales y, de una vez por todas, dedicarse seriamente a repasar con ánimo de cambiarlos sus estatutos, cometidos, misión, mandatos y las zonas de responsabilidad por otros más reales, alcanzables y eficientes.

Todas ellas son unas mastodónticas, muy costosas e irresolutivas organizaciones que fueron creadas en momentos determinados para cubrir unas necesidades precisas y que han mutado “adaptándose y creciendo” a medida que han perdido su capacidad de acción y reacción, con el consiguiente aumento de su costo e ineficacia.

Parece ser que tras veinte años de combates codo con codo, callarse las cosas porque otros pagaban, nadie quiso ser el primero en objetar y en mirar para otro lado, es ahora cuando llega el momento de las lamentaciones y los reproches políticos internos y colectivos por haber aceptado en su día sin más, la invocación y aceptación del artículo 5 de la Alianza para Afganistán y sus planes sucesivos.

Ahora, la casi inesperada —aunque muchas veces anunciada— espantada de EEUU reabre en varios países, sobre todo en Alemania, el debate sobre la excesiva y casi total dependencia europea en política exterior y defensa, aunque posiblemente será difícil encarrilar esta discusión hasta que se sepa quién será el sucesor en su cancillería.

Berlín, consciente de las escasas capacidades y grandes limitaciones europeas, siempre ha sido más reticente que París a la hora de dar pasos hacia una política de defensa europea más independiente de EEUU y ha venido mostrando recelo hacía el concepto de “soberanía estratégica” que viene pregonando reiteradamente Macron. Sin embargo, en pocos días, determinadas autoridades alemanas de mucho peso ya no tienen reparo en hablar claramente de la necesidad de reflexionar sobre el papel en la OTAN de los socios europeos; así como en el reparto de obligaciones y responsabilidades entre todos para dejar de mirar siempre hacia el otro lado del charco.

El incremento de las capacidades y posibilidades de la UE, que era una quimera tras la Segunda Guerra Mundial, hace pensar de nuevo en la posibilidad de aceptar otro tipo de responsabilidades como potencia económica y política, por encima de los intereses nacionales; utópica situación que, como se puede comprobar con bastante frecuencia, no es fácil de superar dentro de la Unión por lo costosa y determinados chovinismos.

El desastre afgano, consecutivo a los de las guerras en Irak y Siria, que depararon sendas matanzas de civiles a gran escala, nos lleva a preguntarnos por el futuro de organizaciones como la OTAN, que nació en un mundo bipolar a consecuencia de la Guerra Fría y de la amenaza de una potente Unión Soviética, situación que ya no existe como tal.

La Alianza deberá definir su papel en un nuevo orden mundial con actores que no se esperaban o no tenían tanto peligro cuando nació, donde el peso estratégico y económico desde hace años se viene orientando mucho más hacia el Pacífico que al Atlántico, con China como la principal potencia en fricción, aunque sin dejar de lado las intenciones de Putin para recuperar su esplendor y los territorios perdidos tras la disolución de la antigua URSS.

Por tanto, parece haber llegado la hora de que sean los aliados europeos los que decidan si quieren que Europa siga actuando como un anexo militar de Washington desfilando a su cola, o por el contrario, se vuelca en una política de defensa comunitaria, independiente y digna de ese nombre. Porque nadie puede garantizar que los norteamericanos con sus cambiantes políticas, sin consensuar casi nunca, nos puedan llevar en cualquier momento a situaciones similares.

No hay ninguna duda de que en este quilombo, el que se lleva la peor parte tanto interna como externamente es, como siempre, la primera bailarina, EEUU; al ya muy maduro Biden le ha tocado apechugar con toda la responsabilidad, de la que él tiene una parte importante, a pesar de que la idea y los planes de repliegue vienen siendo predicados, diseñados y marcados por Obama y Trump.

Se puede afirmar que son casi irreparables tanto la pérdida de imagen, como su prestigio, el liderazgo mundial en la lucha y expansión de la democracia, así como la pérdida de credibilidad en lo referente al cumplimiento de sus compromisos y en la protección de sus aliados a nada que se recuerde lo pasado en Siria, Irak, Libia, Corea del Sur y Ucrania ente otros. Dudo mucho que EEUU pueda retomar el últimamente decreciente papel que, desde la caída del muro de Berlín venía ejerciendo, sin que nadie osara toserles directamente a la cara.

Tras la caída de Kabul por la precipitada retirada de EEUU después de haberse “gastado” en sus fallidos intentos de reconstrucción democrática, social y de las fuerzas armadas (oficialmente 300.000 soldados) más de 1 billón de dólares, la pregunta sobre el futuro del país y su área de influencia se extiende rápidamente a Oriente Medio. La expansión de los previsibles millones de refugiados, posiblemente trufados de yihadistas disfrazados entre ellos, se extiende a una amplia franja desde Marruecos hasta Pakistán y desde Turquía hasta el golfo incluyendo los países del cuerno de África.

Con cierto grado de probabilidad, todos los rincones de Oriente Medio y el norte de África se verán afectados de alguna manera por el fracaso estadounidense en Afganistán, tras haber mantenido junto a ellos a muchos aliados en la guerra más larga de su historia. Ni que decir tiene, que si los refugiados llegan a dichos confines, el intento de su paso a Europa será más que previsible.

Tras tantos vaivenes en la política norteamericana en Oriente Medio durante los últimos años, es bastante difícil prever el futuro papel de EEUU en la zona en el momento en el que Biden parecía querer limar asperezas con Irán tratando de su vuelta al pacto nuclear entre Irán y la CI conocido por JCPOA por las siglas en inglés, al mismo tiempo que toma posesión de la presidencia del gobierno el ultraconservador Ebrahim Raisi mucho más duro que su antecesor, cuando el país está sumido en la quiebra, está fuertemente azotado por la Covid y coincidente con que el OIEA confirma que Irán ya ha enriquecido uranio al 60%.

El papel y compromiso de EEUU con Irak es ya casi papel mojado o ha quedado en nada como su intervención en Siria; sólo mantienen fuertes lazos con Arabia Saudí, Israel y Jordania quienes, por diversos factores o circunstancias necesitan mantener su cercanía a Washington porque gran parte de su seguridad depende de ellos. Las relaciones de Arabia Saudí y los talibanes arrancan desde muy lejos y pronto se verán cómo evolucionan cuando estos dominan un país entero. Israel se verá obligado a incrementar la diversificación de sus fuentes externas y Jordania empezará a temer quedarse colgado de la brocha.

Se puede afirmar que este ejemplo ha hecho saltar las alarmas y el miedo a nuevos abandonos en países mucho más avanzados y muy necesitados, que realmente basan su supervivencia en los lazos y apoyos norteamericanos, como es el caso de Taiwán.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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