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¡¡MUCHO CUIDADO CON LOS ENTUSIASMOS!!

F. Javier Blasco*

Expresión que demuestra un estado de ánimo, generalmente, pletórico o eufórico y que es rica de sinónimos clarificadores como: pasión, fervor, frenesí, acaloramiento, enardecimiento, ardor, hervor, vehemencia, viveza y exaltación.

Un estado de ánimo, al que se suele llegar con relativa facilidad tras acontecimientos exitosos de orden público, privado, deportivo o incluso de juego o como consecuencia de cambios bruscos en nuestros comportamientos ante un probable éxito o hacia la aparente cohesión porque dicho estado, tiene un efecto propagador y de contagio colectivo.

Generalmente suele ser provocado por un acontecimiento externo de diversa índole e incluso por palabras de enaltecimiento derivadas de hechos heroicos, remontadas deportivas o por encendidos discursos lanzados por verdaderos oradores, expertos en dicha materia, que, con su aparente o real franqueza, y apoyados en ciertas circunstancias que le rodean, son suficientes para conseguir seguidores incondicionales a pesar de las consecuencias posteriores.

Pero el entusiasmo también tiene una serie de antónimos que se conocen o definen como el desencanto, el distanciamiento o la frialdad. Situaciones, que como las anteriores, aunque sean contrarias, pueden y de hecho casi siempre tienen una parición súbita y muy contagiosa; principalmente cuando aquello o aquel que nos llevó a creer en él a pies juntillas, nos decepciona o nos muestra su verdadera cara.

Este fenómeno ocurre en la humanidad desde que es humanidad; hay muchos ejemplos y se dan a diario; pero, valga como uno muy práctico y real, el sufrido por el mismo Jesucristo, quien en una semana pasó de entrar triunfante ante un pueblo que le aclamaba y lanzaba flores, a ser llevado a rastras al calvario, bajo escupitajos y pedradas, para ser clavado en una cruz hasta su muerte.

Se crea y siente a nivel personal, familiar y colectivo, de los pueblos, las naciones y hasta incluso, en las alianzas de ellas; tal y como parece haber brotado a consecuencia de la injustificable y sangrienta invasión de Ucrania a manos rusas, sin ni siquiera una declaración previa de guerra; así como de determinadas reacciones al respecto.

Son muchas las acciones y reacciones que realmente hayan podido influir en la creación de esa sensación de unidad y euforia a la que me refiero. De entre las que destaco algunas: las desastrosas imágenes de las ciudades masacradas por los rusos; la reacción numantina del presidente ucranio, Zelenski encabezando y animando a su pueblo a resistir; el cambio de orientación política y militar de la aparentemente nueva Alemania tras el giro de su orientación político-militar dado por el Canciller, Olaf Scholz el pasado 27 de febrero y en encendido discurso del alto Comisionado para la Política Exterior de la UE, José Borrell el 1º de marzo, enfrentándose claramente a la política de Putin y denunciando la tibieza y las consecuencias para aquellos que se queden atrás en los reproches a Rusia y los apoyos a Ucrania.

Si todas han podido influir en mucho, me atrevo a decir que ha sido el discurso de Borrell el que puso la guinda a un pastel que estaba ya muy avanzado en la cocina y al que solo le faltaba un broche de oro para ser aún mucho más efectivo.

Precisamente por ello, me han saltado más rápido y profundamente las alarmas. Por ser un personaje, generalmente tibio y parco en palabras tanto en castellano como en inglés, que parece crecerse en los momentos de gran dificultad cuando habla a las masas, que esperan que alguien les dirija hacia la exaltación y la unidad, aunque no se aprecien, ni se hayan evaluado mínimamente, los resultados y los efectos a los que dicha postura nos puede llevar.

Recuerdo aquel su encendido discurso en Barcelona el 8 de octubre de 2017, cuando llegó a convencernos a casi todos los españoles de que el separatismo catalán tenia los días contados, porque los españoles de bien, amantes de España, unidos y cogidos de la mano, no se lo íbamos a permitir. Y mira como estamos tras unos duros desengaños y baños de realidad, propiciados en su mayor parte por el partido político al que él pertenece.

Por otra parte, la historia nos viene demostrando que toda sanción, restricción o pega política o económica que se imponga a cualquier país por muy malas consecuencias que hayan tenido sus acciones o abusos anteriores, tarde o temprano acaban reducidas, dulcificadas o se suprimen definitivamente.

Máxime cuando nos hemos pasado de frenada y las repercusiones de las duras medidas adoptadas, tienen un camino de vuelta, un efecto boomerang o hasta se convierten en un efecto mariposa a nada que se implanten de verdad y empiecen a funcionar con efectividad.  

Las herramientas para combatir esta masacre desproporcionada, desigual, injustificada e irreal son muy pocas: una guerra total contra Rusia y los títeres que le bailan el agua; un apoyo directo selectivo, potente y eficaz en medios e inteligencia; una vergonzosa semi o total capitulación o la imposición de unas fuertes medidas económicas sobre el atacante, que por mucho que se pregonen a bombo y platillo, tendrán un carácter de provisionalidad.

Varias de ellas, totalmente irrealizables y, en cualquier caso, ya veremos en que se traduce esta situación y su posible solución para el pueblo ucranio, que realmente es quien lo está sufriendo en desoladora soledad.

En todo este conflicto hay mucho cinismo puesto sobre el tapete internacional; en primer lugar, Putin lleva avisando desde hace más de quince años su intención de recuperar la Gran Rusia para convertirse en un nuevo zar; se ha lanzado al ataque porque pensaba que sus fuerzas estaban bien preparadas y la Comunidad Internacional (CI) atravesaba los peores momentos de debilidad y que la excusa de tomar Ucrania para evitar que se alíe a la OTAN y con ello se vea amenazado por la Alianza, es zafia e irreal; porque de anexionarse Ucrania, será entonces cuando realmente comparta fronteras con ella.

Además, lleva años comiéndose trozos del pastel que intenta consolidar y nadie le ha dicho nada seriamente hasta el momento; su participación en auténticas guerras para poner a prueba su armamento y entrenar a sus fuerzas como en Libia, Siria y demás, no ha sido ni siquiera afeada por la CI y su incoherente y vergonzosa actuación en la ONU y su Consejo de Seguridad, no tienen parangón en el mundo actual.

Por otro lado, los ataques y masacres en Ucrania no son un fenómeno aislado y, en los otros casos, las reacciones de la mencionada CI ante ellos, han sido muy pobres o no han aparecido en la arena internacional.

En este sentido, tenemos ejemplos muy recientes como en Siria, Libia, Irán, Afganistán o el mismo pueblo kurdo a manos turcas, que tras algunos comentarios y breves días en las portadas de los medios, orientadas mayormente a justificar la postura internacional o esconder su incompetencia y fragilidad, han pasado al olvido con rapidez y sin mirar atrás.

Las numerosas y constantes masacres contra pueblos enteros en ciertos países asiáticos y en el continente africano por cuestión de raza o religión, ya no se comentan en los medios, porque no venden y a nadie les importa un pito de verdad.

Otro tanto, ocurre con la expansión del comunismo bolivariano en el continente americano, las persecuciones políticas y el estado de ruina al que están llevando a regiones fructíferas y ricas unos sátrapas dirigentes son algo que solo importa a los que sacan pingües beneficios de tal barbaridad.

Puede, no obstante, que China a la vista de su reciente cambio de actitud, según sea el resultado final y las consecuencias de verdad, será entonces el momento de decidir, si siguen o no adelante con su expansionismo por el mar y su amenaza sobre Taiwán.

Somos muy selectivos y casi siempre tardíos a la hora de alarmarnos, rasgarnos las vestiduras, remangarnos y ponernos a trabajar. Necesitamos acallar nuestras conciencias y todo apunta a que, sólo reaccionamos cuando nos afecta al bolsillo, al estómago o a los grandes negocios de ultramar.

En cualquier caso, como no hay mal que por bien no venga, puede que este auténtico quilombo, finalmente, sirva para que la UE y la OTAN despierten de un continuado letargo que les estaba llevando irremisiblemente a la tumba en la arena de la paz y la seguridad.

Aunque, realmente, tal y como he escrito varias veces, no ceo que dé para todo lo que hay que comprar, por mucho que nos pongamos las pilas en Europa y forcemos la máquina del gasto en defensa. Los intereses creados en la mayoría de los países, principalmente entre los más fuertes de la Unión, harán inviables iniciativas verdaderamente eficaces y autónomas de mando y control militar. Seguiremos jugando al doble gorro y eso, a la larga, no es más que un parche que no da para mucho más. 

Por último, pero no por ello, menos importante, quisiera avisar que esta euforia y exaltación colectiva, que necesariamente nos llevará, si no lo ha hecho ya, a la aceptación de terribles consecuencias para nuestra economía en general y en lo particular, va a ser aprovechada por aquellos que saben hacer grandes negocios en las situaciones de crisis y, desgraciadamente, por muchos gobiernos, entre los destaca el de España, para tapar sus arrastradas malas praxis, abusos y deficiencias anteriores a este momento y nos metan en un único saco todas las inmundicias; en un tiempo, en que hasta la basura debe ser seleccionada para que se pueda combatir con fuerza y hasta, en algunos casos, transformarla en algo que se puede volver a usar. 

Las euforias no suelen terminar bien porque al aparecer como resultado de situaciones de acaloramiento, basadas en fenómenos externos, poco estudiadas y de consecuencias imprevistas. Generalmente, terminan en desencantos, olvidos o en la triste frialdad.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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RUSIA EN UCRANIA: SIN SUSTITUTO PARA LA VICTORIA

Alberto Hutschenreuter*

Las consecuencias de una hipotética derrota rusa en Ucrania, que no supone, por supuesto, una capitulación sino la no obtención de los objetivos en el terreno, sería prácticamente una catástrofe para Rusia. Solo piénsese que el régimen encabezado por Putin difícilmente se podría sostener; el trastorno económico impactaría fuertemente en la sociedad cuyo nivel de vida descendería; podrían suceder fuertes convulsiones internas; quedaría postergada la modernización económica; el país aumentaría su aislamiento internacional; Ucrania vigorizada podría intentar recuperar Crimea; la OTAN la sumaría como miembro, es decir, Rusia tendría a la Alianza (más unida y con nuevos miembros, posiblemente Suecia y Finlandia) en su frontera y con importantes capacidades militares; se debilitarían las entidades regionales impulsadas por Moscú; podrían ocurrir levantamientos en ex repúblicas soviéticas para desalojar a gobiernos cuestionados y pro-rusos… En suma, una Rusia derrotada y desprestigiada ya no podría sostenerse como un actor estratégico en una configuración internacional nueva. Solo sería una superpotencia por sus armas nucleares y convencionales, pero regional y globalmente decrecería su status.

Por ello, parafraseando el título de la obra del general Douglas MacArthur, “No hay sustituto para la victoria”, resulta casi impensable que Rusia sea derrotada en Ucrania; es decir, es casi imposible considerar que hubo una planificación insuficiente o errónea por parte de aquellos que pensaron y diseñaron la intervención militar en Ucrania. Desde hace tiempo la élite militar y estratégica rusa se halla trabajando en el escenario de guerra con Ucrania e incluso ha considerado posibles querellas militares con la OTAN en la zona del Báltico y en el Mar Negro. El propio jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, general Valeri V. Gerasimov, es una de las principales referencias en materia de “zona gris” y “guerra híbrida”, esto es, la relevancia de medios no militares en las guerras contemporáneas. Además, en los últimos catorce años Rusia desplegó sus fuerzas en Georgia, Crimea y Siria. Todas fueron intervenciones exitosas, es decir, se lograron los propósitos, en tanto los errores cometidos fueron muy considerados de cara a posibles nuevos teatros. Aparte, los ejercicios militares (conjuntos y combinados) que ha venido realizando Rusia en los últimos años, algunos de ellos de enorme movilización de fuerzas como el “Vostok-2018”, le permitieron trabajar desde nuevos escenarios (por lo general, enfrentando a una alianza hostil en sus fronteras) y calibrar deficiencias logísticas y de control. Finalmente, si bien su presupuesto de defensa no se corresponde con su estatus de “gran poder” (64.000 millones de dólares, el 10 por ciento del de Estados Unidos y por debajo del de India) Rusia ha realizado una importante modernización, particularmente en sistemas antiaéreos, sistemas ópticos térmicos para blindados, poder aéreo, cohetes y misiles.

Considerando que la intervención en Ucrania podría ir convirtiéndose en una campaña, es decir, el peor escenario para una fuerza invasora, el grado de acumulación militar y violencia por parte de Rusia irá aumentando cada vez más, hecho que implicará un mayor descenso de la seguridad humana en el país y en la región.

La eventual captura de Kiev y la instauración de un gobierno fiel no implicarán necesariamente el fin de la confrontación, incluso podría incrementarse la confrontación en clave asimétrica; pero Rusia habrá alcanzado el principal objetivo.

Este escenario, prácticamente único posible para Moscú, a menos que las conversaciones que se llevan a cabo impliquen un acuerdo que satisfaga a Rusia, supondrá un gran esfuerzo para la economía rusa cuyas consecuencias sufrirá por largo tiempo la sociedad rusa. Es decir, implicará una victoria con sobrecarga para el poder nacional.

Tal escenario pondrá fin a la cuestión que arrastró la crisis a la intervención y guerra: la posible marcha de Ucrania hacia la OTAN; y difícilmente las relaciones entre Rusia y Occidente mejoren, pues, como efectivamente advierten los especialistas, el mundo no será el mismo tras esta confrontación. Por lo pronto, no sólo se mantendrá sin orden, sino en un estado de penumbra estratégica, esto es, discordia, desconfianza y bajo multilateralismo.

En dicho contexto, Ucrania habrá sufrido otro impacto adverso de escala (no hay peor situación para un país que perder una guerra y quedar ocupado por las fuerzas extranjeras). En relación con Occidente, la imposición de Rusia en Ucrania podría llevar a que, como advierten Liana Fix y Michael Kimmage en un trabajo publicado en Foreign Affairs bajo el título “What if Russia Wins?”, se “matice” la primacía estadounidense en Europa. Por su parte, esta última deberá pensar las relaciones entre Estados como nunca debió dejar de pensarla: desde el poder, la seguridad, las capacidades y la posibilidad de confrontaciones interestatales. Porque si alguna lección central nos dejará este acontecimiento es recordar que, generalmente, han sido las guerras las que han posibilitado un orden internacional, es decir, la paz.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

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LOS FACTORES DE LA DECISIÓN

F. Javier Blasco*

No es la primera ni la segunda y creo, que ni la décima vez que, para tratar de analizar cualquier conflicto con participación militar, debo recurrir a escribir sobre estos conceptos, que durante años he enseñado en la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas y practicado en operaciones reales en cuarteles generales de la ONU, la OTAN o de España, tanto dentro como fuera del solar patrio.

Creo que esta situación ha sido prácticamente imprevisible en su evolución para la inmensa mayoría de analistas, entre los que me incluyo. Todavía es muy prematuro avanzar el resultado final de este conflicto, creado artificialmente por Putin contra Ucrania para absorberla, así como para terminar de escribir las necesarias Lecciones Aprendidas, imprescindibles en todo conflicto y máxime en los que, como en este, las cosas no funcionan como se esperaba, se tuercen y hasta pueden derivar hacia resultados totalmente contrarios a los previstos.

Pero, para tratar de corregir o paliar en parte los propios y ajenos errores, lo que sí es indudable ahora es que debemos empezar a tratar de explicar que es lo que ha pasado hasta el momento, que está pasando y que puede llegar a pasar; por supuesto, siempre que la situación, la estrategia a emplear, la entidad y la cantidad de medios implicados no cambien drásticamente.

Los factores de la decisión, como muchos ya saben, son: la misión, ambiente, el enemigo, el terreno y los medios.

Una serie de elementos que deben ser estudiados y analizados con todo tipo de detalle, porque cada uno por separado o en coordinación, influyen directamente en el proceso de toma de cualquier decisión de carácter militar.

Todos ellos tienen una valoración similar, ninguno es preponderante sobre los demás. Una valoración bastante negativa, aunque sea de solo uno de ellos, puede dar al traste con la operación planeada, obligar a grandes cambios en su orientación y hasta llegar a cancelarla.

Con respecto a la misión, debe ser clara, completa, asumible, directa, factible y que no deje flecos sin estudiar para tener que ser desarrollados con posterioridad. Pedir peras al olmo o que la misión emanada sea tan compleja pueda dar lugar a diversas interpretaciones, es una irresponsabilidad.  

El ambiente es un factor que aparentemente es ambiguo o muy amplio, pero francamente decisivo porque abarca conceptos como la población (edad media, religión, creencias, ascendencia y grado de formación), su régimen político, el grado de su espíritu de defensa nacional, formas de vida, industria propia, dependencias, diversos tipos de apoyos externos, desarrollo económico y otros varios más.  

El enemigo debe estudiarse desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo, estado y nivel de su armamento, moral de combate, grado de instrucción y adiestramiento propio o adquirido externamente, apoyos actuales o potenciales, así como sus capacidades logísticas y de reposición de personal y material.

El terreno es un factor francamente importante por su capacidad o no de transformación por la mano del hombre, los efectos del clima reinante durante la operación, grado de fortificación del campo de batalla, elementos naturales o no aprovechables como grandes ciudades, cursos de agua, cadenas montañosas, embalses, aeropuertos, carreteras y salidas al mar.

El apartado de los medios, abarca, lógicamente, los propios para confrontarlos con los del enemigo, en su grado cuantitativo, cualitativo y de proporcionalidad, moral de combate, grado de hastío en las tropas, influencia de los otros factores sobre su posibilidad de empleo, así como, su nivel de mantenimiento y efectividad.

Tras este somero repaso y enumeración de cada uno de ellos, podemos entrar en harina. En primer lugar, la misión asignada a las tropas rusas, al menos la que nos ha llegado a nosotros, no ha estado nada clara, es totalmente confusa, enmascarada y llena de cambios en función de la evolución de los acontecimientos; muy propia para una guerra relámpago y no de un conflicto de guerra de guerrillas de carácter urbano y asimétrico que se puede prolongar en el tiempo.

El ambiente es quizás el factor que menos han estudiado con propiedad los estados mayores rusos. La población ucraniana considerada por ellos mismos y los rusos, como los ancestros de la gran Rusia y el alma de su espíritu.

Una población que, a pesar de tener zonas llenas de ruso parlantes, a la hora de defender su tierra, honor y dignidad, ha dado una lección al mundo por lo numantina que se ha mostrado, sorprendiendo a propios y extraños por su capacidad de sufrimiento y predisposición al martirologio, si fuera preciso, sin tener en consideración su rango, sexo, edad o condición.

A diferencia de otros conflictos recientes, se puede afirmar que el grado de confianza de los ucranianos en que este conflicto será de corta duración y se resolverá a su favor, se plasma en las enormes ganas que tienen de volver a sus casas. Tal y como ya sucedió en Kosovo, la mayoría de los refugiados que, de momento, huyen de los combates, se apuran a quedarse cercanos a sus fronteras, para regresar lo más rápidamente posible. 

El enemigo, en este caso los ucranianos, si bien su ejército regular no está bien armado oficialmente y que la mayoría de sus medios “conocidos” son bastante obsoletos, de procedencia rusa y con muchos años de servicio; pero, a la vista de cómo se está combatiendo en las ciudades, queda bien claro que su estrategia de confrontación no es el combate a campo abierto, sino la guerra de guerrillas en las grandes y medianas ciudades.

El ejemplo y la generosidad ciudadana de los civiles en Ucrania y fuera de ella, ha elevado la moral de los propios combatientes, tanto civiles como militares por lo que pueden tener mucho valor específico por delante.

Da la sensación que durante los meses previos al conflicto armado más de un apoyo en medios sofisticados y eficaces, así como en adiestramiento con dicho material y tipo de combates, podría haberles venido llegando del exterior, sin que, aparentemente, hayan sido detectados.

Igualmente, creo que se han usado medidas de decepción y simulación para engañar los ataques selectivos rusos de las primeras cuarenta y ocho horas, lo que les ha impedido alcanzar todavía la necesaria superioridad aérea total.        

El terreno y el factor invierno, a pesar de ser conocido y similar al de Rusia, ha vuelto a ser, de momento, una gran dificultad si no la tumba de las operaciones militares de gran escala, como lo fue para las llevadas a cabo en aquellas tierras por Napoleón y Hitler. Veremos si no estamos ante una tercera edición del mismo suceso.

Con respecto a los medios rusos, si bien parecen ser muchos y aparentemente bastante decentes y potentes, las imágenes libres muestran que bastante de aquel material arrastra muchos trienios sobre sus ruedas y cadenas. Situación que de unirse a que llevan varios meses dando vueltas por las fronteras o en Bielorrusia, en maniobras de engaños y jugando al gato y al ratón, es muy posible que gran parte del mismo, se encuentre bastante necesitado de un adecuado mantenimiento que, me imagino, no lo van a recibir con lo que esto supone para su rendimiento y efectividad.

Las fuerzas armadas rusas tradicional y recientemente nunca han destacado por sus grandes capacidades logísticas para alimentar adecuadamente la batalla. Se ven imágenes de soldados rusos explotando recursos locales para alimentarse, lo que prueba que sus fuerzas empiezan a ser menos efectivas al encontrarse cansadas por haber estado durante varios meses en movimiento constante, sin descanso apropiado, mal alimentadas y porque el alargamiento de las operaciones hace presuponer que, con medios tan deficitarios, pronto le faltarán víveres, combustibles y municiones.

A ello, hay que añadir, que las tropas rusas son soldados de recluta forzosa entre una juventud que mayoritariamente y gracias, en parte a Internet, ya no sigue tan ciegamente a Putin y que se ve en una guerra que no entienden, contra sus hermanos y amigos, que desangra a ambos países y que, de seguir en el tiempo y si se llegan a aplicar todas las medidas económicas publicadas y alguna más, llevará la economía popular rusa a situaciones límites o de bancarrota.

Haber lanzado el amago de unas conversaciones de paz en el día de hoy, no es más que una maniobra de distracción y algo para ganar tiempo con el que reorientar su estrategia, acumular más fuerzas, porque las empeñadas, hasta el momento, en esta operación no son suficientes para mantener bajo un control estricto todo el territorio ucranio sin ser hostigados y, también, para dar un tiempo a Occidente para la reflexión, ya que las inesperadas medidas de todo tipo adoptadas comúnmente o por algunos países de forma individual, les han pillado a todos por sorpresa y quieren hacer ver a nuestras sociedades que, realmente, como así puede suceder, podrían llegar a ser nefastas para todos.

Las exigencias puestas sobre la mesa hoy por la parte rusa, son las mismas que las del principio o antes del inicio de las hostilidades, pero es bien claro que están en su grado o punto máximo de ambición, aunque, si persisten en el tiempo, con alto grado de probabilidad, algo de ello acabará cayendo en su cesto de la compra.

La amenaza nuclear de Putin no es más que un brindis al sol si bien hay que estar atentos a ello, por quien corresponda. Volver a los tiempos de la Destrucción Mutua Asegurada, no solo es un error, es algo tan grave que imposibilitaría seguir el camino para recuperar la gran Rusia soñada por el sátrapa.

Por último, hay que tener una clara visión de lo que se pretende también por nuestra parte. Legislar o adoptar medidas muy drásticas, que puedan repercutir gravemente sobre nosotros mismos, no es la mejor vía para salir de un atasco como este.

En este mismo sentido, pongo en relativa duda la cuantía, la eficacia y el camino que llevarán los anunciados envíos de material militar ofensivo, para ser empleados en tiempo y forma adecuados por los ucranios dispuestos a luchar. 

La todavía no declarada guerra entre Rusia y Ucrania se viene convirtiendo en un proceso o fenómeno volátil, totalmente cambiante, que no sigue los cánones ortodoxos y que presenta perplejidades, errores y hasta sobresaltos para todas las partes. Entre los contendientes sobre el tatami de combate y para los muchos espectadores, que hasta hace bien pocas horas, contemplábamos a distancia el fenómeno con muy pocas ganas o ninguna intención de hacer nada, salvo apuestas y comentarios sobre el número de horas o de escasos días que duraría en pie Ucrania.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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