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POLONIA. A 40 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL MOVIMIENTO SOLIDARIDAD.

Marcelo Javier de los Reyes*

Lech Wałęsa y el Movimiento Solidaridad

Introducción

Se suele considerar que el fin de la Guerra Fría se produjo cuando los alemanes derrumbaron el Muro de Berlín en 1989 o con la implosión de la Unión Soviética entre 1991 y 1992. Varios hechos previos fueron llevando hacia ese proceso, entre ellos la fundación del movimiento sindical Solidaridad en Polonia, responsable en buena medida de la crisis del sistema en el bloque socialista, crisis que ya acumulaba serias dificultades económicas. Por ese entonces, la suerte de Polonia estaba atada al destino de la Unión Soviética.

Las reformas iniciadas por Yuri Andropov

Moshe Lewin dice que cuando Yuri Andropov —quien fuera jefe de la KGB entre 1967 y 1982— asumió, en noviembre de 1982, tenía la convicción de que “la brecha entre las necesidades crecientes y medios en constante disminución (incluidos los recursos intelectuales de los dirigentes) no hacía más que agrandarse” tanto en términos económicos como políticos[1]. Según Lewin, Yuri Andropov y Alexis Kosyguin sabían que el sistema estaba enfermo pero se precisaba que los dirigentes se convencieran de ello. Habían heredado una Unión Soviética sometida a un serio estancamiento y superada en casi todos los sectores por los Estados Unidos. También imperaba la corrupción que involucraba a altos dirigentes del Partido Comunista.

Andropov consideraba la necesidad de implementar reformas radicales para reconstruir el sistema y dotarlo de vitalidad. Su intención era restaurar la disciplina en el ámbito laboral y reeducar a las elites. Para ello se formaron comisiones, se realizaron purgas en el aparato del partido, procuró mejorar la situación de las ciencias sociales, acelerar el progreso científico y técnico y que las fábricas trabajasen “sobre la base de un completo autofinanciamiento”.

Entre sus objetivos estaba cambiar la “designación” por una verdadera “elección” dentro de las estructuras partidarias y esto conmocionó a los dirigentes. Andropov, que estaba muy enfermo, no tuvo tiempo para las reformas porque murió en 1984 y su sucesor, Constantin Chernenko, comprometido con el viejo esquema no continuó con ellas. Chernenko gobernó durante trece meses y a su muerte fue elegido Mikahil Gorbachov. Pero la situación en Polonia comenzó a tomar otro rumbo el mismo año en que falleció Alexis Kosyguin, quien debió retirarse de su cargo de Presidente del Consejo de Ministros por cuestiones de salud dos meses antes de su fallecimiento, el 18 de diciembre de 1980.

El movimiento Solidaridad emergió en el contexto de la crisis soviética

Cuando Kruschev abandonó el poder en 1964 lo sucedió el ingeniero Leonid Breznev quien estuvo en su cargo hasta su muerte en 1982. Con respecto a la política exterior favoreció la distensión con Occidente y el desarme nuclear. Paralelamente se desarrolló una expansión del imperio soviético, lo que precisó de un incremento del presupuesto de defensa a partir de 1965, permitiéndole a la URSS alcanzar el rango de potencia global, es decir, de poder desplazar su marina de guerra a cualquier parte del planeta. Ya hacia mediados de la década de 1960 el bloque socialista comenzaba a mostrar algunos obstáculos económicos y debía enfrentar dos grandes problemas a vencer: aumentar el número de productos y mejorar su calidad Eso motivó que se pusieran en práctica algunas reformas[2].

Hacia el final de la era Breznev los gastos militares se incrementaron con motivo de la ocupación de Afganistán, lo que implicó un mayor deterioro en una economía estancada, generando hacia 1982 que, por primera vez desde la guerra, los ingresos reales de la población dejaran de aumentar y se paralizara el desarrollo. Esta situación también influyó sobre la moral de la población.

Lo que está claro es que en la Unión Soviética hubo informes de la crisis por la que atravesaba el país, los cuales no trascendieron fuera de sus fronteras y por eso es que la implosión en 1991/92 sorprendió al mundo.

A principios de la década del 70, Polonia (siendo primer secretario del Partido Obrero Unificado Polaco – POUP, Edward Gierek, crítico con la fracción más cercana a Moscú del partido en el gobierno) vivía un período de “prosperidad” gracias a que los créditos extranjeros —más precisamente de Occidente— permitieron que las tiendas estuvieran llenas de mercaderías, se crearan nuevas industrias y que el nivel de vida de los polacos subiera, pero el 25 de junio de 1976 se produjo la primera crisis con los motines en Radom y Ursus, una ola de huelgas y manifestaciones callejeras en las que alrededor de 70.000 u 80.000 personas protestaron en, al menos, 90 lugares de trabajo en 24 provincias polacas. En la víspera el primer ministro Piotr Jaroszewicz había anunciado un aumento drástico en los precios de muchos productos alimenticios —incluyendo carne y pescado en un 69%, un 64% en los lácteos, un 150% el arroz y un 90% el azúcar. El primer ministro introdujo el aumento como un proyecto pero la gente sabía que esto no era así y que la consulta pública anunciada era una ficción[3]. De tal modo que la época próspera llegaba a su fin, la deuda externa crecía, se produjo una caída de los ingresos reales de la población, la que además estaba siendo afectada por un desabastecimiento.

Como producto de esta crisis se incrementaron las huelgas y las protestas de los trabajadores y se creó el Comité de Defensa de los Obreros, (KOR) y otras organizaciones opositoras ilegales y la Iglesia comenzaron a tomar cierto protagonismo canalizando las necesidades sociales más acuciantes. Las protestas se multiplicaron hasta llegar a la huelga general cerrando de esta manera el período de Edward Gierek, quien intentó realizar un cambio potenciando el consumo con el lema de “Construyamos la Segunda Polonia”.

En 1980 se produjo una nueva subida de precios que provocó una fuerte reacción de los trabajadores. Fue el momento en que en Gdansk los obreros crearon un Comité de Huelga Interempresarial pero que no fue respondido por la fuerza desde el gobierno como en los casos anteriores. De esta coyuntura emergió una organización sindical independiente: NSZZ Solidarność (“Solidaridad”), encabezada por Lech Wałęsa. Edward Gierek fue obligado a dimitir y reemplazado primero por Stanislaw Kania y luego, a partir del octubre de 1981, por el general Wojciech Jaruzelski. Cabe recordar que en 1978 el Cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla, había sido elegido Papa y que en 1979 realizó su viaje-peregrinación a Polonia como Juan Pablo II, lo que insufló un nuevo aliento a los movimientos de oposición, en especial para “Solidaridad”. La visita de Juan Pablo II fue relevante en dos sentidos: en la renovación religiosa y en el reforzamiento de la conciencia ciudadana de los polacos.

“Solidaridad” se transformó rápidamente en un movimiento social que aglutinó a más de nueve millones de miembros, incluyendo un considerable número de afiliados al mismo partido comunista. Este movimiento sindical no tenía un objetivo político revolucionario, gozaba de un amplio apoyo de fuerzas políticas y sindicales de Occidente así como también de la Iglesia polaca y del Vaticano. Como movimiento social transformó la realidad política de Polonia y también provocó que se reflejaran en él otros movimientos de oposición del bloque comunista. En este contexto no habría sido casual que en 1980 le otorgaran el Premio Nobel de literatura a Czeslaw Milosz, un poeta polaco exiliado.

Por su parte la Unión Soviética presionaba para restablecer el orden en Polonia y como resultado de ello asumió el general Wojciech Jaruzelski quien declaró el estado de guerra (13 de diciembre de 1981) e impuso la ley marcial, que estuvo vigente hasta julio de 1983. El ejército utilizó la fuerza para poner fin a las huelgas, lo que provocó la muerte de varios mineros como consecuencia de la represión, mientras que otros activistas fueron encarcelados o tuvieron que emigrar. Sin embargo la crisis económica continuó y la resistencia social fue incrementándose. Juan Pablo II retornó a Polonia en 1983, en 1987 y en 1991 (en dos oportunidades). Durante su pontificado, Juan Pablo II realizó nueve visitas a Polonia, siendo la última en 2002. Cabe destacar que Lech Wałęsa, líder de “Solidaridad”, recibió el Premio Nobel de la Paz.

Pese a las presiones del gobierno, “Solidaridad” continuó con su lucha publicando boletines y hojas informativas con el respaldo de la Iglesia, logrando en 1988 iniciar las conversaciones con el gobierno y con los representantes del POUP. En el invierno de 1989, como resultado de las negociaciones denominadas de la “Mesa Redonda” se firmó un acuerdo que estableció las elecciones a la Cámara de los Diputados y al Senado.

Las elecciones del 4 de junio de 1989 dieron la victoria a “Solidaridad”. Aunque la Dieta eligió al general Jaruzelski como presidente, el 24 de agosto de 1989 asumió como primer ministro Tadeusz Mazowiecki, quien fue jefe del grupo de consejeros del Comité de Huelga en Gdansk en 1980. El 29 de diciembre de 1989 la Dieta cambió la Constitución y el nombre oficial del Estado. La “República Popular de Polonia” comenzó a denominarse “República de Polonia” conocida como la “III República”.

Año 2000. La bandera de la OTAN junto a la de Polonia en la sede del gobierno en Varsovia. Foto: Marcelo Javier de los Reyes.

Algunas reflexiones finales

Los hechos de Polonia son muy significativos porque fueron el inicio del proceso de desintegración del bloque comunista y el fin del orden impuesto en la conferencia de Yalta. Del mismo modo debe tenerse en cuenta que la transición hacia la democracia pudo realizarse en forma pacífica gracias a que en la Unión Soviética se había producido un cambio generacional en la dirigencia, la cual comenzó a trabajar en un programa de reformas que incluían una apertura política y económica hacia el resto del mundo.

Finalmente, debe destacarse que Solidaridad significó verdaderamente una revolución obrera, pues nació de un sindicato, a diferencia de la Revolución Bolchevique que se vistió con el ropaje de los trabajadores.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] Citado por Marcelo Javier de los Reyes. “De Gorbachov al espacio postsoviético”. Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo (CEID), 15/03/2010, <http://www.ceid.edu.ar/biblioteca/2010/de_los_reyes_marcelo_javier_de_gorbachov_al_espacio_postsovietico.pdf>. Moshe Lewin. Le siècle soviétique. Paris: Fayard, 2003, 526 p.

[2] Fikriat Tabeev et al. Planificación del socialismo. Barcelona: Oikos-Tau S.A. Ediciones, 1968, 216 p.

[3] Andrzej Wroński. “Czerwiec 1976 – Radom, Płock, Ursus”. Niezalezna (Polonia), 25/06/2016, <http://niezalezna.pl/82390-czerwiec-1976-radom-plock-ursus>, [consulta: 27/12/2017].

 

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DERECHO INTERNACIONAL. EL ESPACIO Y LAS NACIONES.

Marcos Kowalski*

Imagen de Free-Photos en Pixabay

A partir de la “pandemia” denominada “COVID-19” surge un replanteo de la relación de fuerzas en el mundo que cuestionan seriamente el proyecto globalizador pretendido hasta ahora, la aparición de los proyectos autocráticos y el surgimiento de grandes potencias como China y Rusia, hacen que hoy las propuestas con planificaciones antiliberales compitan, en el mismo Estados Unidos, con el sistema internacional de globalización que quiso imponerse en las últimas décadas como idea única.

A partir de la “nueva” normalidad que surgirá con la superación de la enfermedad, aparecerán sin dudas cambios en las costumbres sociales, pero también otro concepto de relación entre países.

Ya se perciben cuestionamientos a organismos como OMS y la misma ONU sobre todo en lo que hace a las políticas y composición del Consejo de Seguridad del organismo. Estos cambios se vislumbran también en lo referente al uso del espacio y al derecho internacional de las comunicaciones a través de satélites.

El espacio ultraterrestre siempre ha tenido una fascinación para los seres humanos. La humanidad, desde su principio, parece haber querido llegar hasta las estrellas. Uno de los primeros “viajes cósmicos” es el mito de Ícaro, hijo de Zeus, quien quiso volar en el espacio. Su padre le fabricó unas alas, advirtiéndole de no acercarse demasiado al sol, para que no se derritiera la cera con que iban pegadas las alas. Ícaro, sin embargo, no le hizo caso, y como resultado, también tenemos un relato del primer accidente espacial: la caída al mar de Ícaro.

Hasta la fecha, el uso más exitoso, desde el punto de vista económico, del espacio ultraterrestre como la órbita geoestacionaria, las órbitas bajas y el Espectro de Radiofrecuencias (ERF) es la prestación de servicios de telecomunicaciones por medio de satélites.

Hoy en día hay miles de satélites en el espacio, sin contar la Estación Espacial Internacional, los satélites tienen diferentes conformaciones y distintos propósitos: están los de telecomunicaciones, otros para las investigaciones científicas, los de percepción remota, los de observación de la tierra, de meteorología, así como los satélites espías o “diplomáticos”. Aunque las funciones de estos satélites sean distintas, todos comparten dos características fundamentales: todos utilizan parte del espectro de radiofrecuencias, y todos están en alguna órbita o trayectoria.

Indudablemente ante la proliferación de estos artefactos espaciales y para evitar accidentes entre estos objetos, además de hacer un uso más eficiente de ellos, tal como evitar interferencia en las transmisiones satelitales, se necesita alguna reglamentación de las actividades espaciales. En distintos congresos internacionales se establecieron organizaciones para la regulación tanto del EFR, como para la asignación de orbitas en el espacio ultraterrestre.

Estos organismos son la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), para los aspectos técnicos de la utilización del espectro de radiofrecuencias, y la Comisión sobre el Uso Pacífico del Espacio Ultraterrestre (COPUOS) de las Naciones Unidas, que trata los aspectos legales de las posiciones orbitales de la utilización del espacio ultraterrestre.

En cuanto a los aspectos económicos de la prestación de servicios a nivel mundial, desde 1997, corresponde a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Todos estos organismos juegan distintos papeles en la reglamentación y utilización del espectro de radiofrecuencias (ERF), y/o las orbitas satelitales o sobre la prestación de servicios.

Los servicios satelitales están categorizados en Servicios Fijos por Satélite (FSS), los Servicios Móviles por Satélite (MSS), y los Servicios de Difusión por Satélite (BSS o DBS). Además, están definidos otros servicios: los de radio determinación, los aeronáuticos, los de los radio-aficionados y otros.

Pero ¿qué es el Espectro de Radiofrecuencias (ERF)? El término espectro de radiofrecuencia, se aplica a la porción del espectro electromagnético en el que se pueden generar ondas electromagnéticas aplicando corriente alterna a una antena.

El espectro electromagnético se refiere a cómo se distribuye la energía de las ondas electromagnéticas. Este espectro queda determinado por las radiaciones que se emiten. Las ondas, por su parte, suponen la propagación de esta radiación, acarreando energía.

Esto quiere decir que el espectro electromagnético abarca desde las radiaciones con longitud de onda más pequeña (los rayos gamma) hasta las radiaciones con longitud de onda más amplia (las ondas de radio). Dentro de la radiofrecuencia también es posible establecer diferentes divisiones de acuerdo a las particularidades de las frecuencias en función del ciclo de las ondas, como las extremadamente bajas, audiofrecuencias por ejemplo o de las radiofrecuencias y estas en bajas frecuencias, altas, muy altas, ultra altas etc.

En cuanto a las órbitas satelitales son las trayectorias en las que se coloca un satélite para cumplir su misión. Estas trayectorias están definidas por leyes matemáticas precisas que dependen de las fuerzas que actúan sobre el satélite, entre las que predomina la gravedad de la tierra, dentro de las órbitas terrestres hay de muchos tipos en función de la misión a la que está destinado el satélite. Argentina cuenta con dos órbitas geoestacionarias (72° y 81° longitud Oeste) para colocar satélites de telecomunicaciones.

Adicionalmente las imperfecciones de las órbitas y de la Tierra, el roce y los efectos gravitatorios del Sol, la Luna y la misma Tierra deforman progresivamente las órbitas de los satélites, por lo tanto, su vida útil está limitada por la cantidad de combustible que pueden llevar para corregir su órbita y mantenerla “suficientemente”.

Lo satélites que orbitan, alrededor de nuestro planeta suelen distinguirse en los satélites LEO (low earth orbit) que están o estarán ubicados en distintas órbitas bajas, entre los 450 km, hasta los 11.000 kms sobre el nivel del mar. En la orbitas medias funcionan constelaciones de satélites destinados a fines específicos, como el sistema GPS que hoy tiene 31 satélites ubicados a una altura de 20.000 km o el sistema de posicionamiento de Rusia, GLONASS con 31 satélites (24 en activo, 3 satélites de repuesto, 2 en mantenimiento, uno en servicio y otro en pruebas) a principios de 2019.

En lo referente a las comunicaciones y envío de datos, existe casi con exclusividad una órbita; la geoestacionaria, es una órbita en la que el satélite tiene un periodo igual al periodo de rotación de la Tierra (23h, 56m, 4s). Desde la estación terrena la posición del satélite oscila, estos objetos los satélites geoestacionarios son satélites de órbita geo sincrónica en su mayoría.

La conveniencia de una órbita geo sincrónica es que el satélite se mantiene siempre en una misma posición relativa a la Tierra, entonces para comunicarse desde tierra basta una antena fija, no se necesita una antena que haga seguimiento de la posición del satélite, lo cual suele elevar su costo. El ejemplo más conocido son las antenas que se usan para recibir televisión satelital digital.

La unión internacional de comunicaciones (UIT) convocó la primera Conferencia Administrativa Mundial de Radiocomunicaciones Espaciales (CAMR), unos meses después de la primera transmisión de televisión por satélite (entre el Presidente Kennedy en los Estados Unidos con el Primer Ministro del Reino Unido), y poco después de que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptara la Resolución 1721, sobre las comunicaciones espaciales. El propósito de la CAMR de 1963 era el de tener en cuenta el desarrollo de las comunicaciones satelitales y el uso de los recursos espaciales, los cuales eran utilizados y explotados por las dos potencias espaciales de esa época, los EEUU y la Unión Soviética.

Sólo en 1973 lograron incluir un artículo (Art. 33) en el Convenio de la UIT, en el cual se declaró que “…las radiofrecuencias y la órbita geoestacionaria son recursos naturales limitados, que deben ser utilizados de una manera racional y eficiente y económica, para que los distintos países tengan acceso equitativo a estos recursos, en conformidad con las provisiones de la Reglamentación de Radiocomunicaciones (UIT-RR), y de acuerdo con las facilidades técnicas a su disposición”. La inclusión del concepto de “acceso equitativo” a los recursos espaciales en el Convenio de la UIT de 1973 fue el primer paso hacia la pre-asignación de estos recursos a las Administraciones, reemplazando el concepto de “primer venido, primer servido”, pero solamente para algunos servicios satelitales.

Existen varias diferencias entre los satélites geoestacionarios y los que se encuentran en otras órbitas más bajas. Hasta hace poco casi todos los satélites de telecomunicaciones estaban en órbita geoestacionaria, a 35.000 kms sobre la línea ecuatorial, y en una posición orbital específica (medida por grados al Este de la línea meridional de Greenwich). En los últimos años ha cambiado el panorama satelital, con el desarrollo y puesta en servicio de varios sistemas o constelaciones en distintas órbitas no-geoestacionarias. Estos sistemas se conocen por la sigla “GMPCS” (Global Mobile Personal Communication Systems).

A finales de los años 80, cuando terminó la Guerra Fría, empezaron a desarrollarse varios proyectos que utilizarían satélites no geoestacionarios, para la prestación de servicios de comunicaciones personales móviles. Varias empresas multi-nacionales, entre ellas la Motorola, la SS/Loral, y la TRW, formaron consorcios para la implantación de sus sistemas de comunicaciones móviles, por medio de constelaciones de satélites en órbitas bajas o no geoestacionarias. Estos sistemas se conocen como los “LEOs” y también por la sigla genérica “GMPCS”.

Los satélites LEO son más pequeños y llevan menos combustible a bordo que los satélites geoestacionarios. Por consiguiente, su “vida útil” sería apenas de unos 5 años y no de unos 12 años o más. Por otra parte, los satélites en órbitas bajas utilizarían las bandas de frecuencia entre los 800 MHz y los 2.4 GHz, atribuidas durante la CAMR-MOV en 1992 a las comunicaciones móviles por satélite (MSS). A su vez, estas bandas fueron divididas en los EEUU por la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), las de debajo de 1 GHz para servicios de transmisión de datos y almacenamiento de mensajes que prestarían los “pequeños LEOS”, mientras que los “grandes LEOS” prestarían servicios de voz y de transmisión de datos utilizando las bandas encima de 1 GHz.

Aparece de esta forma uno de los mayores problemas, el de la utilización de las pocas frecuencias que fueron adjudicadas por la UIT a los sistemas LEOs. En muchos países, estas frecuencias ya son utilizadas para la prestación de otros servicios, lo cual complica la coordinación técnica entre los distintos sistemas, para evitar interferencias. Por otra parte, la asignación de las mismas frecuencias a nivel mundial es necesaria, para la prestación de servicios globales. Sin poder usar las mismas frecuencias, no se pueden prestar los servicios mundialmente, lo cual es el objetivo de las constelaciones satelitales “LEO”.

Como consecuencia, la reglamentación de estos sistemas se pasó a hacer por medio de acuerdos o contratos entre entidades privadas, basados en algunos conceptos elaborados en el curso del primer foro de la UIT sobre la política de las telecomunicaciones, celebrado en Ginebra en 1996. La consolidación de estos conceptos se logró por medio de la adopción de un Memorándum de Entendimiento sobre los sistemas globales móviles de comunicaciones personales por satélite, el “GMPCS MOU”.

El GMPCS MOU es un documento elaborado con la participación de las Administraciones Nacionales y representantes del sector privado. Los “Arreglos” que forman parte del GMPCS MOU son meras recomendaciones, las cuales, para cobrar algún valor jurídico, deberán ser traspasadas a la legislación nacional y estar en conformidad con la regulación nacional. Hasta la fecha más de 120 entidades se han suscrito al GMPCS MOU, entre ellas entidades oficiales, operadores de redes satelitales, fabricantes de equipos, y prestatarios de servicios.

Una vez que las Administraciones Nacionales y los representantes del sector privado hayan firmado los Arreglos incluidos en el GMPCS MOU, se facilitará la introducción y el desarrollo de las comunicaciones personales por satélite, a nivel mundial, regional, y nacional. Actualmente se incluyó en los acuerdos lo relativo a los sistemas de posicionamiento global GPS o GLONASS según el ámbito geográfico.

Los Estados Miembros que están adheridos a UIT tendrán en cuenta que las radiofrecuencias y toda órbita asociada, incluso la órbita geoestacionaria, son recursos naturales limitados, que deberán ser utilizados de una manera racional, eficiente y económica, en conformidad con las provisiones de la Radio Reglamentación, para que los países o grupos de países puedan tener acceso equitativo a esas órbitas y frecuencias, teniendo en cuenta las necesidades especiales de los países en vía de desarrollo y la situación geográfica de algunos países.

El futuro papel que jugarán la UIT y la OMC, así como las relaciones entre ellas, tendrán que tenerse en consideración, puesto que tendrá que lograrse un equilibrio entre los intereses económicos, los políticos y los comerciales del sector privado y, por otro lado, los intereses técnicos y las políticas de los países miembros de ambas organizaciones.

La mayoría de los países en América del Sur han firmado estos Acuerdos, que incluyen sus Ofertas y Compromisos, así como exenciones o reservas. Básicamente, los Acuerdos deberían facilitar la implantación de nuevos sistemas de telecomunicaciones, en particular las satelitales GMPCS. Por consiguiente, sería conveniente tener en cuenta los Arreglos incluidos en el Memorándum de Entendimiento sobre GMPCS y los Acuerdos logrados en la OMC, al hablar del futuro de las telecomunicaciones satelitales. Los países que los han firmado, sin embargo, no tendrán la obligación jurídica o legal de cumplir con ellos hasta que no sean adoptados e incorporados en la legislación nacional.

El papel de las entidades regulatorias nacionales está evolucionando, pero deben seguir teniendo en cuenta los intereses particulares de cada Nación y las circunstancias por las que atraviesa. Quizás sea éste el momento propicio para revisar el papel que pueden jugar las distintas agencias de las Naciones Unidas, tal como la COPUOS, la UIT, y la OMC, y otorgarles las herramientas necesarias sin avasallar los intereses de todos los sujetos del Derecho Internacional Publico que son los Estados Nacionales miembros.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

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II GUERRA MUNDIAL Y EX URSS: AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR

Agustín Saavedra Weise*

Stalingrado, noviembre de 1942. Foto: Georgi Zelma

En un trabajo reciente Vladimir Putin instó a recordar la contribución decisiva de la ex Unión Soviética en la derrota de la Alemania nazi. La URSS se fragmentó en 1991 y Rusia es su principal heredera política. No es la primera vez que Putin hace alusión al tema; esta vez fue con mayor énfasis por tratarse del 75º aniversario del fin de la 2GM. Más de 27 millones de soviéticos murieron en el terrible enfrentamiento.

El rol soviético en la lucha no debería ser ni siquiera objeto de discusión. Más de las dos terceras partes del ejército alemán fueron diezmadas por los rusos; el sacrificio conjunto de la entonces poderosa URSS fue inmenso. Todo lo ocurrido en el frente oriental empequeñece al frente occidental. Los inmensos espacios de Eurasia fueron el trágico escenario de una epopeya que merece ser respetada y ubicada en el lugar correcto.

Solo en las batallas de Rzhev murieron dos millones de soldados; poca gente conoce este conjunto de combates que justificaron para el lugar el tétrico nombre de “máquina trituradora de carne” por el espantoso número de bajas. De la misma manera, al margen del archi publicitado cerco del VI Ejército alemán en Stalingrado, hubo muchos otros combates de enormes dimensiones. Al lado de esos números, lo ocurrido en el frente occidental quedaba muy disminuido. Pero los aliados occidentales tenían en su manga un as llamado “Hollywood”. Inflamaron con sus películas al mundo, magnificando la intervención occidental y no divulgando (o ignorando) las grandes batallas libradas entre la URSS y el Tercer Reich. El desembarco en Normandía del 6 de junio 1944 —calificado como “decisivo”— no fue tal. Lo decisivo probó ser el esfuerzo ruso, el sacrificio enorme de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El ataque germano contra la URSS se lanzó el 22 de junio de 1941. Una vez trenzados en mortal combate los dos gigantes totalitarios, las acciones en el resto de Europa resultaron prácticamente marginales. En términos numéricos los rusos hicieron mucho más por la liberación de Europa que la sumatoria de todo el resto de sus aliados, incluyendo el modesto contingente enviado por Estados Unidos.

El Ejército Rojo inició su ofensiva final en enero de 1944, una vez recuperado el territorio anteriormente tomado por los alemanes. La marcha del Mariscal Georgi Zhukov fue implacable e imparable hasta culminar en Berlín a fines de abril de 1945. Pocos días después capituló Alemania (mayo 8 de 1945) y terminó la lucha. Se calcula que los rusos han sido causantes del 80% de las fatalidades de la Wehrmacht (fuerza armada) germana durante la 2GM. Las batallas libradas en el frente oriental hacen ver a las campañas aliadas en Europa como meras escaramuzas, por simple comparación. Stalin venía reclamando desde mucho tiempo atrás por un “alivio” militar desde Occidente y éste llegó tarde, aunque debe reconocerse que los convoyes navieros con pertrechos ayudaron al titánico esfuerzo de la URSS. Pero militarmente no fue así: la ayuda fue tardía o, más bien, quizá vino no para ayudar a los rusos, sino para prevenir que la URSS llegue hasta el Atlántico en su incontenible arremetida. Todo es posible. El desembarco de las potencias anglosajonas y sus aliados en las costas de Francia no cambió el curso de la historia; los días del Tercer Reich ya estaban contados.

Los rusos fueron los que más sufrieron, los que más pelearon y los que verdaderamente ganaron la guerra. Todo lo demás es exagerado, como lo visto en films que sobredimensionan la modesta participación de los aliados en el terrible y largo conflicto.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

 

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/187735_ii-guerra-mundial-y-ex-urss-al-cesar-lo-que-es-del-cesar