GUAYANA ESEQUIBA INTANGIBILIDAD DE LA FRONTERA HEREDADA

Abraham Gómez R.*

La acepción de frontera, propiamente, nació siendo una noción sagrada; con todas las atribuciones de consideración, que para entonces les merecía.

Podemos imaginarnos, en el presente, que luego de los cruentos enfrentamientos entre los pueblos para hacerse sus propias delimitaciones, no quedaba otra opción que respetar, y jamás permitir violaciones de sus respectivos espacios terrestres y marítimos. Del espacio aéreo poco o nada se decía.

En verdad, la utilización del vocablo frontera comienza a principios del siglo XIV, para sustituir a la connotación “marca”. No obstante, la función e intención —indistintamente como se le denominara— era la misma: pueblos que se fueron haciendo desarrollados, civilizados, con una cultura superior, y que, por lo tanto, precisaban defenderse de otros a quienes consideraban “bárbaros”.

Bastante agua ha corrido por debajo del puente, para que hoy en día cada nación del mundo se encuentre enmarcada dentro de una frontera-límite que le proporciona una unidad geográfica, un espíritu nacionalista —con su fortaleza identitaria— y de relativa seguridad.

En el Derecho Internacional, el estudio de la frontera abarca un ámbito propio del Estado y su componente territorial.

El enunciado esencial que refiere la estabilidad territorial de un Estado lo percibimos, también, en la Declaración del 6 de enero de 1916 del Instituto Americano de Derecho Internacional, cuando —en elaboración doctrinal— consagra: “…Toda nación tiene derecho a poseer un territorio dentro de límites determinados y de ejercer una jurisdicción exclusiva sobre ese territorio, igualmente sobre las personas extranjeras que en él se encuentren…”

Digamos inequívocamente, cuando se establece sin protestas un límite, debe admitirse su permanencia inalterable —salvo arreglo convenido entre los Estados concernidos—. Porque, intentar torcer las determinaciones limítrofes, de manera unilateral, se quebrantaría el principio de estabilidad de la frontera; trayendo graves consecuencias atinentes a los Justos Títulos que respaldan y soportan su consolidación; así igual, tal hecho irrumpe contra al valor de la geografía, desnaturaliza la política y la historia en la comprensión del fenómeno limítrofe, el cual siempre ha sido omniabarcativo.

Ha habido innumerable jurisprudencia, a partir de decisiones sentenciales de la Corte Internacional de Justicia, que refuerzan la posición de mantener con firmeza los límites heredados por un Estado.

“Lo que se hereda no se hurta”, con lo cual quedan superadas las circunstanciales controversias de vecindad. La Cesión de Derechos se impone a cualquier dictamen de fuerza; por lo que nuestro caso no será una excepción, siempre y cuando la posible sentencia de la CIJ se circunscriba en estricto derecho.

¿Qué y cómo ha sentenciado la Corte en situaciones similares? Veamos las siguientes decisiones jurisprudenciales: «Una vez acordado, el límite se mantiene, ya que cualquier otro enfoque viciaría el principio fundamental de la estabilidad de los límites, cuya importancia ha sido reiteradamente enfatizada por esta Corte» (Contención entre Libia y Chad, por la plataforma continental en el mar Egeo. 1994).

Otro ejemplo que nos viene bastante bien, para rememorar todo cuanto ha decidido por pleitos interestatales el Alto Tribunal de La Haya: “…La sala enfatiza que el principio uti possidetis iuris requiere no solo que se confíe en los títulos legales existentes, sino también que se tenga en cuenta la manera en que esos títulos fueron interpretados y aplicados por las autoridades públicas competentes en el Poder, en particular en el ejercicio de su poder legislativo” (Controversia fronteriza, Benín-Níger. 2013).

Conseguimos una extraordinaria sentencia sobre un caso que nos proporciona una doble seguridad, en el litigio Venezuela-Guyana, por lo que pueda decidir la Corte Internacional de Justicia, el (26) de este mes, con nuestra comparecencia o en ausencia de la delegación venezolana, en caso de insistir, de nuestro lado, en no conferirle jurisdicción a esa Sala juzgadora para conocer y sentenciar. Sin embargo, leamos y analicemos esta interesante decisión que consolida —a nuestro favor— base jurisprudencial: “la Corte que conoció del caso y concluyó que no podía desconocer el principio de uti possidetis iuris, cuya aplicación da lugar a este respeto de la intangibilidad de las fronteras. (Sentencia por la controversia entre Burkina Faso y República de Malí.1986).

Colegimos, entonces, que el uti possidetis juris y la intangibilidad de la frontera heredada son “principios siameses”. ¿Se atreverá la Corte a ir contra sus propias sentencias?

La séptima parte de nuestra extensión territorial, de la que nos despojaron, la reclamamos con suficiente fortaleza y asidero jurídico. Somos herederos del mencionado espacio territorial y su ámbito fronterizo.

Hemos sostenido tal contención —y dispuestos a alegar en pro de la justicia en La Haya, si así lo determina la Presidencia de la República— porque tenemos suficientes elementos probatorios: históricos, jurídicos, cartográficos, sociales, políticos y morales que nos asisten. No son elucidaciones trasnochadas.

La contraparte en el litigio —amparada en prebendas dinerarias e intereses de las empresas transnacionales— sabe que poseemos bastantes documentos.

La mayoría de los jueces de la Corte saben además que nos encontramos apertrechados y munidos con los Justos Títulos (iuris et de iure) que avalan la histórica propiedad incuestionable de Venezuela, sobre la Guayana Esequiba.

Esa extensión territorial de 159.500 km2, con su incalculable riqueza de todo tipo, su legítima proyección atlántica, desde siempre ha sido nuestra.

Cuando se determine —para el 26 de este mes o en su debida oportunidad— la Comparecencia de Venezuela, en el Alto Tribunal de La Haya, será densa la alforja de Títulos (que no admiten pruebas en contrario) que presentaremos para la examinación e investigación —con absoluta transparencia— por parte del Jurado sentenciador de la Corte Internacional de Justicia.

Nuestro legajo de documentos dejará sentado válidamente que no hemos despojado nada a ningún país, ni pretendemos hacerlo; y que el írrito y nulo Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899, será un triste y vergonzoso adefesio jurídico que jamás debió considerarse como recurso oponible contra Venezuela.

Esa decisión arbitral será de ingrata recordación en el Derecho Internacional Público.

Todos los sectores del país saben que es atribución y competencia del Ejecutivo Nacional tomar la decisión para comparecer y enviar a nuestra delegación a hacerse Parte del juicio, para procurar que se haga justicia a Venezuela, por el daño patrimonial territorial que se nos perpetró.

Tenemos los Justos Títulos —eo ipso— documentos traslaticios, desde que nos constituimos como Capitanía General de Venezuela, el 8 de septiembre de 1777. Basta ese solo documento histórico para comprobar nuestra heredad sobre esa extensión territorial.

Añadamos al citado testimonio escrito el acta de reconocimiento de nuestra Independencia por parte de España, fechada el 30 de marzo de 1845, en cuyo texto de renuncia y cesión de derechos, Su Majestad Católica (S.M.C) Isabel II deja sentado: “Usando facultad que le compete por decreto de las Cortes Generales del Reino de 4 de diciembre de 1836, renuncia por sí, sus herederos y sucesores, la soberanía, derechos y acciones que les corresponden sobre el territorio americano conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de Venezuela; y a consecuencia de este acto admite como nación libre, soberana e independiente a la República de Venezuela compuesta de las provincias y territorios expresados en su Constitución y demás leyes posteriores…” (Omissis)

Por alegación de probanza, con base en el Uti possidetis juris o por el principio de intangibilidad de nuestra frontera heredada, tenemos todas las probabilidades de salir airosos, ante el jurado sentenciador en Los Países Bajos.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV). 

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/

 

GESTACIÓN HISTÓRICA DE DOS PRINCIPIOS INTERNACIONALES

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Christo Anestev en Pixabay

Es común considerar a los factores históricos como un “dato”. Pero analizar las relaciones internacionales (RRII) sin mirar al pasado no tiene mucha utilidad. El sistema de ideas pretérito puede servir para construir nuevas teorías o para imaginativas síntesis de lo añejo y lo nuevo. Sin pretender agotar la temática, basta con apreciar la cosmología en materia de RRII en la Grecia antigua, cuna de la civilización occidental. El pensamiento político heleno giró en torno a la ciudad-estado y a las relaciones entre ellas. El sistema “internacional” entre dichas ciudades–estado declinó durante el siglo IV AC al caer los helenos bajo la dominación de Macedonia y luego de Roma. Recién cuando estuvieron en ese nivel decadente los griegos se esforzaron en construir la base de una cosmología capaz de proporcionar explicaciones que vayan más allá de los meros confines de las ciudades-estado. El centro de ese pensamiento fue el estoicismo, entendido como principio unificador destinado a restaurar algo de coherencia en un mundo helénico que se derrumbaba. La teoría estoica mantuvo que la distorsión subsiguiente había pervertido los dos principios naturales que sostenían a la sociedad griega: universalidad e igualdad. Ante el colapso heleno, estos principios presentaban la única base de un posible renacimiento. El mundo estoico era una unidad de la cual se extraía un conjunto de normas. La preocupación esencial estoica era por los valores enfrentados a los hechos empíricos. El mismo conflicto (o dilema) entre norma ideal y realismo, ha permanecido a lo largo de la historia de las RRII hasta nuestros días.

La armonía entre los estados era el ideal estoico; podía concretarse si todos se unían en un sistema de valores universales basados en principios de igualdad. Para cada ser humano habían dos normas de observación: aquellas de la ciudad-estado (producto humano) y las de la ciudad mundial, productos de la justicia natural. Con el auge del poder romano el jus naturale —sistema de pensamiento de los estoicos— vino a suavizar al propio y primitivo jus civile (la ley de la ciudad de Roma y sus alrededores) a medida que el dominio romano se expandió por el mundo conocido en ese entonces. Luego el rústico jus civile se transformó en el cosmopolita jus gentium, la ley común a toda la población imperial romana. Es el fundamento histórico del Derecho Internacional Público.

En la Edad Media se desarrolló el estoicismo cristiano mediante San Agustín y los Padres Escolásticos. Tras ello, las Cruzadas, el surgimiento del Islam y la transformación posterior de Europa, hicieron aún más compleja la cosmología estoica. Empero, los dos principios, universalidad e igualdad, han permanecido como elementales y a su vez, como dilema de las relaciones internacionales. ¿De qué manera conjugamos la libertad del individuo con la noción de un universo pre-ordenado? ¿Quién o quiénes sientan las bases del universalismo? Antiguamente, eran la nación, la religión o el imperio dominante. Hoy en 2021 en medio de una pandemia nada está claro, aunque ciertamente Estados Unidos, China, la Unión Europea y Rusia siguen ejerciendo enorme influencia, pero todavía estamos lejos de un planeta plenamente unificado.

Ante los esbozos de una comunidad mundial primeramente delineada mediante la Sociedad de Naciones y desde 1945 en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la humanidad ha continuado procurando compatibilizar los dos añejos principios: universalidad e igualdad. Así, pues, las aparentes ideas “novedosas” acerca de la igualdad de los pueblos, derechos humanos, autodeterminación, etcétera, no son fruto del pasado siglo XX. Se trata del eterno retorno —con las naturales complejidades del presente— de la búsqueda de valores permanentes en la añeja filosofía de las RRII.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/opinion/gestacion-historica-de-dos-principios-internacionales_221563

LA ÉTICA Y LA ECONOMÍA PARA SALVAR A LA SOCIEDAD

Giancarlo Elia Valori*

Profundas grietas están desgarrando el cuerpo de nuestra sociedad, causan nueva ansiedad e ira entre las personas y crean nuevas corrientes en la política. La base social de esta ansiedad incluye factores geográficos, educativos y éticos.

La gente no nace para ganar mucho dinero. Todo lo contrario. Sólo quiere vivir bien o tan bien como acostumbra y ganar lo que necesita sin querer explotar a los demás.

Muchos pensamientos y teorías que tuvieron un gran impacto en el mundo a menudo quedaron huérfanos y fueron adoptados por otras escuelas de pensamiento.

Por ejemplo, Jeremy Bentham, el filósofo que sentó los cimientos éticos del capitalismo moderno, así como otros pensadores, no son gigantes morales en el sentido moderno de la palabra, sino que son conocidos por su incompatibilidad con la ética. El utilitarismo persigue la máxima utilidad y felicidad y no es casualidad que sea adoptado por la economía occidental emergente y, bajo las limitaciones de crear un “hombre económico”, pueda desarrollarse fácilmente con nuevos métodos obtenidos a partir del cálculo estadístico matemático (sistemas derivados).

El valor máximo satisface así la urgente necesidad de la economía de herramientas sistémicas cuantitativas sofisticadas y precisas. Este conjunto de pensamientos éticos amorales que salieron de la búsqueda de “valores naturales” que todo el mundo, no sólo unos pocos, debe obtener, ha sido olvidado gradualmente por la historia crítica del pensamiento económico.

El utilitarismo y el liberalismo son los dos pilares complementarios y contradictorios en la base de la economía de mercado. El primero separa el estándar del juicio moral sobre el comportamiento personal de la pasión por la acumulación de dinero, y lo cambia para que esté completamente determinado por el motivo del beneficio. Por lo tanto, sólo ese comportamiento puede mejorar “la mayor felicidad para el mayor número de personas”, autoreferenciándose como ético y eliminando el juicio de valor instintivo de todo ser humano que es incapaz de alcanzar tal felicidad debido al dinero. De acuerdo con este estándar “sagrado”, el grupo de élite de tecnócratas debe desempeñar objetivamente el papel de “guardián social”.

El liberalismo reconoce el objetivo del utilitarismo, pero se opone firmemente a la inferencia de que conduce a un gobierno central fuerte. Adam Smith creía que la división del trabajo y el intercambio eran espontáneas y gratuitas y podían promover la felicidad general de la sociedad y la mejora del bienestar personal al mismo tiempo. Los teoremas de la economía del bienestar deducen que todos los resultados del equilibrio espontáneo del mercado deben dar lugar a la maximización del bienestar. Por el contrario, la maximización del bienestar general en la práctica se logra mediante el libre albedrío del individuo (el empresario), es decir, mediante un comportamiento egoísta del individuo. Según los liberales, el papel del gobierno en esto es hacer solo unos pocos cambios en la “distribución del capital inicial”. De ahí que ya no sea el Estado Ético de Hegel, sino el Estado como simple administrador, empleado por la mencionada élite. En este punto, el proyecto ético del capitalismo liberal está completo.

La libre elección y la maximización del bienestar pueden lograrse teóricamente al mismo tiempo. Por lo tanto, lo que la gente tiene que hacer es favorecer las restricciones estatales y al mismo tiempo promover la plena competencia, así como reducir la información y las asimetrías externas mediante la homologación y la normalización. Por lo tanto, el objetivo del capitalismo es eliminar el papel ético del Estado.

Irónicamente, sin embargo, la estructura ética del capitalismo liberal nunca ha sido perfecta fuera de los diseños teóricos, es decir, se ha manifestado en una parte particular del mundo al pasar por crisis devastadoras. La Gran Depresión atropelló la “mano invisible sagrada” de la economía como un elefante pisotea un terrón de tierra. La Segunda Guerra Mundial empujó la voluntad colectiva y la movilización del capitalismo de Estado hasta sus límites, a través de los conocidos ejemplos políticos y económicos.

Los pueblos tienen diferentes formas de expresión, las electorales y las revolucionarias. El socialismo después de la Segunda Guerra Mundial e, incluso antes, el comunitarismo se convirtió en una buena medicina y correctivos para los horrores del capitalismo. En los principales países europeos, los partidos socialdemócratas han provocado cambios importantes en el capitalismo liberal, la culminación de los cuales son los modelos escandinavos.

Paul Collier, profesor de las Universidades de Oxford y autor de The Future of Capitalism: Facing the New Anxieties (2018) tomó su propia ciudad natal, Sheffield, como ejemplo en su libro. Sheffield fue la primera ciudad en el norte de Inglaterra en experimentar la revolución industrial y también fue la primera en enfrentar la nueva ansiedad causada por esa revolución: la polarización entre ricos y pobres, el desempleo y el medio ambiente.

Tras el deterioro de la situación y los cambios demográficos, la respuesta de los ciudadanos fue mejorar los lazos entre ellos y crear una comunidad lo suficientemente fuerte, así como utilizar esta estrecha relación para crear una organización que estableciera cooperativas caritativas. Por ejemplo, las cooperativas de vivienda permiten a las personas ahorrar dinero para comprar casas; cooperativas de seguros reducen el riesgo, y las cooperativas agrícolas y minoristas otorgan a los agricultores y consumidores un poder de negociación independiente sobre las grandes corporaciones.

El movimiento cooperativo que comenzó y se desarrolló en el norte de Inglaterra rápidamente se extendió a la mayor parte de Europa y se convirtió en la base económica de los partidos socialdemócratas de centro-izquierda. Fue, sin embargo, la centro-izquierda de la época, no la farsa política de hoy con actores y actrices conocidos.

A través de la alianza, la comunidad se extendió por todo el país y la reciprocidad dentro de la comunidad se extendió al compromiso mutuo entre el Estado y los ciudadanos. Las políticas pragmáticas de seguro médico, pensión, educación, desempleo y bienestar aliviaron la ansiedad de las familias. A lo largo de los años, la socialdemocracia ha tomado alternativamente el poder en los países capitalistas, y estas medidas socialistas se han mantenido a largo plazo y de forma universal —al menos hasta ahora.

Con el declive de la industria siderúrgica, las ciudades se convirtieron en típicos centros obsoletos y deteriorados. En varios países europeos, el declive de los partidos socialdemócratas —que se inició en la década de 1970— comenzó a dar un paso adelante a principios de siglo y ha alcanzado su punto álgido en los últimos diez años. La decadencia se ha producido en Francia, Alemania, España e Italia, donde ha desaparecido el glorioso Partido Socialista (PSI). Las tasas de ayuda en Noruega y en los Países Bajos han disminuido significativamente.

Cabe señalar, sin embargo, que los partidos tradicionales de centro-derecha no se han beneficiado de ella e incluso se han convertido en una plataforma de lanzamiento para los movimientos dirigidos por el capital financiero apátrida y por agendas vagas e inconclusas. Italia es un caso doloroso.

El capitalismo globalizado es claramente responsable de todo esto —a través de la tecnología y la adicción masiva— y plantea una vez más el problema de la incompatibilidad de derechos y deberes en la sociedad liberal, en el momento en que la brecha entre ricos y pobres se está ampliando. Italia es el peor de los países europeos más poblados en términos de diferencia de ingresos entre ricos y pobres: en nuestro país, el 20% de la población con mayores ingresos posee más de seis veces los ingresos del 20% de los ingresos bajos.

El declive del Estado ético y el colapso de la socialdemocracia son la contradicción entre el colapso real de las obligaciones mutuas (deberes de derechos) en el capitalismo globalizado y la creciente demanda de las obligaciones antes mencionadas debido a la estructura económica más compleja y asimétrica (sólo considere la violencia en América del Sur debido a los continuos fracasos del capitalismo).

Las crisis fiscales con un alto bienestar también se han extendido a Europa: hay que recordar que el doble sentido PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) se utilizó en 2008-2010, así como “Rust Belt” (la región de Estados Unidos entre las montañas de los Apalaches del Norte y los Grandes Lagos) para referirse a fenómenos como el declive económico, la despoblación y la decadencia urbana debido a la contracción del sector, después de la crisis financiera de 2008.

Por lo tanto, en los países donde ha habido una expansión sin precedentes de la educación superior y de la riqueza que ha llevado a la creación de la clase media, las crisis del capitalismo conducen al dilema de la identidad y la frustración.

Si no nos limitamos a la hipótesis de un “hombre económico racional”, sino que nos centramos en el “hombre social racional” más realista, tendremos más beneficios económicos, ya que el respeto a la identidad se incluye en la satisfacción de las necesidades individuales.

Un modelo de pensamiento simple puede sugerir una idea. Si todo el mundo tiene dos bienes o activos, a saber, el trabajo y la ciudadanía, ambos pueden conducir a un cierto respeto. El respeto por el trabajo se refleja en los ingresos y el respeto a la ciudadanía en el prestigio del país. Aunque cada uno no puede elegir su identidad, puede elegir “prominencia”: elegir una identidad prominente indica un grupo común al que pertenecemos proactivamente. Cuanto más se respete al grupo común, a más individuos se les anima a no prevaricarse unos contra otros en pos de su propia felicidad haciendo daño a los demás.

Por el contrario, la ética del capitalismo liberal tiene como objetivo tradicional destruir el Estado y convertir a los ciudadanos en consumidores sin identidad.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

©2021-saeeg®