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12 DE AGOSTO CONMEMORACIÓN DE LA RECONQUISTA DE BUENOS AIRES

Marcelo Javier de los Reyes*

 

12 de agosto de 1806. Rendición del brigadier general William Carr Beresford ante Santiago de Liniers.

En 1806 y en 1807 la ciudad de Buenos Aires sufrió sendas invasiones por parte de las fuerzas británicas, las que han pasado a la historia como las «Invasiones Inglesas» que, cabe aclarar, no fueron las únicas en nuestra historia.

No se trató de un hecho imprevisto ya que durante la Gobernación de Buenos Aires y, posteriormente, durante el Virreinato del Río de la Plata las autoridades españolas habían tenido que actuar contra los británicos que merodeaban en la región, quienes junto a los portugueses llevaron a cabo el ataque a Colonia del Sacramento en enero de 1763 pero fracasaron en el intento. Las fuerzas del gobernador Cevallos obtuvieron la victoria. Las autoridades españolas también tuvieron que desalojar a los británicos de las islas Malvinas, las que ocuparon en 1765.

Del mismo modo, las autoridades de Buenos Aires temían que los británicos desembarcaran en la Patagonia, por entonces desértica, por lo que intentaron avanzar hacia el sur con el propósito de llegar al río Negro y llevar a cabo estudios para fundar establecimientos en la costa patagónica, para defenderse de la política expansionista británica.

The Attack of Nova Colonia in the River Plate in 1763, bajo el comando del capitán John Macnamara. Óleo sobre lienzo (1791) de William Elliott.

Como bien narra el historiador Tulio Halperin Donghi, son «las dos incursiones llevadas a cabo por fuerzas británicas en 1806 y 1807 las que introducen bruscamente al Río de la Plata en el conflicto mundial», el conflicto que el Reino Unido mantenía con la Francia imperial y sus aliados[1]. El 21 de octubre de 1805 tuvo lugar la batalla de Trafalgar en la que la marina británica se impuso sobre las flotas de Francia y España, ocasionándole a la segunda una pérdida de control de las provincias americanas, además de debilitar su poder comercial y militar. Las comunicaciones entre América y España quedaron de esa manera expuestas al ataque de los británicos y el Reino Unido ya no estaba forzado a mantener sus principales fuerzas en las costas europeas lo que le permitió aventurarse en otros territorios pertenecientes a los aliados de Napoleón Bonaparte[2].

La Marina Real despachó una flota a África del Sur para apoderarse de la Ciudad del Cabo que pertenecía a los aliados holandeses de Napoleón. Mediante un ardid atrajeron al puerto de esa ciudad a un barco francés cargado de prisioneros de guerra británicos por lo que sumaron más hombres al contingente militar, habida cuenta de que la operación en el sur de África fue rápida y sencilla[3]. Sin embargo se vieron afectados por la escasez de víveres. En función de ello, el comodoro Sir Home Popham decidió dirigirse a las costas de América del Sur para abastecerse de harina y de otros víveres.

El historiador canadiense Ferns describe a Popham como

uno de los jefes más capaces, más imaginativos y más exitosos de la Armada. Sus hazañas de navegación, sus aportes al mejoramiento de las señales y su dominio de las operaciones conjuntas justificaban tanto su ascenso a su alto grado como su incorporación a la Real Sociedad. Pero era además un político y un diplomático. […] Había realizado negociaciones con príncipes árabes y con el zar de Rusia, y estaba vinculado con el gabinete británico y con los círculos comerciales londinenses.[4]

Popham convenció al comandante de las fuerzas terrestres de Ciudad del Cabo de que le facilitara el 71° Regimiento de Infantería, alguno de artillería y dragones desmontados para emprender su aventura americana. Al llegar a la isla de Santa Elena sumó más hombres y se lanzó al Río de la Plata.

Mientras tanto, en América había una escasez de fuerzas españolas, unos dos mil hombres para custodiar unos millones de kilómetros cuadrados[5]. El virrey, el marqués de Sobremonte, estaba alertado de una amenaza británica a su territorio pero esperaba la invasión en Montevideo. Los británicos sabían que desde Buenos Aires partía la plata y el oro de Perú hacia la metrópoli.

El 8 de junio de 1806 la flota se apareció en el Río de la Plata y luego dejar de lado Montevideo se lanzó hacia Buenos Aires y el 25 de junio las tropas al mando del brigadier general William Carr Beresford desembarcaron en Quilmes.

El virrey improvisó una resistencia con blandengues y milicianos urbanos. Las fuerzas resultaron escasas e ineficaces y se vieron sorprendidas por las explosiones de las granadas, armas que a las que nunca se habían enfrentado. La línea de resistencia establecida en el Riachuelo se quiebra y Beresford ingresa a Buenos Aires. El virrey se había ido con buena parte de los fondos y desde el 27 de julio se había establecido en Luján a la espera de refuerzos. Las corporaciones urbanas prestan rápida adhesión al nuevo orden y le piden al virrey que entregue los fondos públicos a los británicos a los efectos de salvaguardar sus bienes privados, ya que Beresford había amenazado con que les confiscaría sus fortunas.

Halperin Donghi destaca el papel de Manuel Belgrano, a la sazón secretario del consulado, quien se indignó «ante el poco decoroso espectáculo brindado por ese cuerpo, hasta entonces fortaleza de la más intransigente lealtad castellana»[6].

Pronto, la aparente adhesión de los residentes creó en el invasor una sensación de seguridad. Beresford aseguró la propiedad privada, mantuvo a los magistrados en sus cargos, confirmó que los esclavos se debían a sus amos y el 4 de agosto implantó el libre comercio con bajas tasas aduaneras.

Debe recordarse que por más que Beresford solicitó obediencia al rey Jorge III la invasión de Buenos Aires fue una iniciativa personal que hasta ese momento no contaba con la anuencia de la corona británica.

Mientras tanto, la resistencia se encontraba operando para doblegar al invasor. Encabezada por el alcalde Martín de Álzaga, quien puso a disposición de ese objetivo su fortuna personal, se rodeó de otros conspiradores como Anselmo Sáenz Valiente y Juan Martín de Pueyrredón, poderosos comerciantes como él.

Bien pronto comenzaron a excavar túneles y construir un sistema de galerías debajo del centro de la ciudad y el propio alcalde se ocupó de conseguir armas ―mediante el contrabando― debido a que Beresford ordenó el secuestro de las armas que poseía la población. Del mismo modo, estableció talleres para la reparación de aquellas que estuvieran deterioradas.

Tal como cuenta el historiador Ferns, Santiago de Liniers, Martín de Álzaga y Juan Martín de Pueyrredón

en aquel momento actuaron con autonomía, sin órdenes del virrey, o contrariándolas, y procedieron a movilizar a toda la comunidad para la lucha. Su actividad dirigente sólo tiene parangón en el celo e inventiva de la población. Por ejemplo, un catalán, José Fornaguera, propuso el día siguiente de la capitulación organizar una banda secreta de hombres diestros en el manejo del cuchillo que diesen muerte a los ingleses dondequiera que los encontrasen. Se puso en práctica un plan para traer refuerzos de Montevideo en barcos pequeños capaces de navegar por el río fuera del alcance de los buques ingleses de gran calado. Se movilizó a los gauchos y a los indios para que colaborasen, y así las cosas se hicieron con presteza, a menudo desordenada pero siempre enérgicamente.[7]

La organización contra los invasores estuvo a cargo del capitán francés Santiago de Liniers y Bremond, quien se encontraba al servicio de España desde 1775 y en noviembre de 1776 se embarcó en Cádiz en la expedición comandada por Pedro de Cevallos, participó en la toma de la isla portuguesa de Santa Catarina y en la rendición de la Colonia de Sacramento el 5 de junio de 1777. En agosto de 1778 Santiago se encontraba nuevamente en Cádiz y entre 1779 y 1782 participó en la guerra contra Inglaterra[8]. En 1788 fue destinado nuevamente al Río de la Plata, al apostadero de Montevideo, a donde arribó en diciembre de ese año.

Al momento de la invasión era comandante de puerto en Ensenada y gran conocedor del Río de la Plata por haberlo navegado por unos veinte años. Se trasladó a Colonia y de ahí a Montevideo para organizar la reconquista. Luego de convencer al gobernador militar español de que le confiara tropas con experiencia que habían sido enviada a esa ciudad por el virrey, el 3 de agosto se embarcó en Colonia con quinientos cincuenta soldados y cuatrocientos cincuenta milicianos. Entretanto, los hombres de Pueyrredón habían sido dispersados en las chacras de Perdriel. En la ciudad se improvisaron milicias y se creó el regimiento de Patricios.

El 10 de agosto, tras la toma de los corrales de Miserere y del Retiro, las fuerzas de Liniers controlaban los accesos de la ciudad por el oeste y por el norte. Los temporales de invierno mantenían a los buques británicos inmovilizados en el Río de la Plata y las lluvias y el barro anegaban las calles de Buenos Aires, en las cuales se combatía el día 12 contra los invasores, quienes también eran atacados desde los techos de las casas con piedras y tizones ardientes provocándoles bajas considerables. Ese mismo día de 1806, Beresford capituló mientras que una multitud rodeaba el fuerte de Buenos Aires. La bandera de España volvió a ser izada en el fuerte.

Ese 12 de agosto de 1806 ocurrió otro hecho relevante que merece ser destacado: el joven cadete del Fijo de Caballería, Martín Miguel de Güemes, al mando de un grupo de jinetes, tomó la fragata de bandera inglesa Justine, la que había quedado varada en el Río de la Plata como consecuencia de la bajante de las aguas. La toma de un buque militar por parte de la caballería constituye un hecho inédito en la historia militar.

El virrey Sobremonte fue la primera víctima tras la reconquista y el héroe fue Santiago de Liniers, a quien se le encargó el comando de las tropas porque la ciudad comenzó a preparar su defensa ante otra probable invasión británica.

Y así fue en 1807, en 1833, en 1845 y en 1982 luego de la recuperación de los archipiélagos del Atlántico Sur por las Fuerzas Armadas Argentinas.

El Reino Unido siempre ha sido un enemigo de España y de la Argentina y lo seguirá siendo como lo demuestra cotidianamente. Como he dicho otras veces, la guerra no terminó el 14 de junio de 1982 porque los británicos han continuado la guerra, avanzando sobre nuestro mar territorial, ambicionando nuestro sector antártico, otorgando ilegalmente licencias de pesca y derecho a explotar el petróleo como se lo han concedido a la empresa israelí Navitas Petroleum.

A eso sumemos el poder blando, la guerra cognitiva que ejerce sobre nuestra población a través de ONGs y fundaciones que dicen defender los derechos humanos, el indigenismo, el aborto y otros temas que conspiran contra nuestra integridad como Nación. A eso hay que sumarle la intromisión en otros países de la región para operar en contra de la Argentina y la propia dirigencia política y económica de nuestro país, en su mayoría verdaderos responsables de la entrega de la Patria.

Nos lo advirtió el coronel Mohamed Alí Seineldin: «Lo que aspira el imperialismo angloamericano es que paguemos la deuda con los territorios del paralelo 40 para abajo».

Aún estamos a tiempo de revertir la situación.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019 (2da edición, 2024).

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] Tulio Halperin Donghi. De la revolución de independencia a la confederación rosista. Buenos Aires: Paidós, p. 22.

[2] H. S. Ferns. La Argentina. Buenos Aires: Sudamericana, p. 51.

[3] Ídem.

[4] Ídem.

[5] Tulio Halperin Donghi. Op. cit., p. 22.

[6] Ibíd., p. 24.

[7] H. S. Ferns. Op. cit., p. 55-56.

[8] «Santiago de Liniers y Bremond». Real Academia de Historia, https://dbe.rah.es/biografias/12075/santiago-de-liniers-y-bremond, [consulta: 01/08/2024].

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ACERCA DE LA HIPOCRESÍA EUROPEA

Marcelo Javier de los Reyes*

Imagen: CDD20 en Pixabay, https://pixabay.com/es/illustrations/caricatura-imaginación-4804609/

Este artículo de ninguna manera intenta justificar un canto supuestamente «racista» producto de la euforia de un partido de fútbol pero hay que poner las cosas en su verdadera dimensión, más en un mundo en el que con lo «políticamente correcto» ya han llegado al hartazgo.

La estupidez llegó al punto de que el diario La Nación publicó una nota con el título «Hinchas de River entonaron la canción racista y homofóbica contra Francia durante el homenaje a Enzo Fernández»[1]. Sin embargo, en el canal de ese mismo medio, LN+, había periodistas que aparecían orgullosos exhibiendo la bandera de Israel al lado de la Argentina, lo que claramente señala un apoyo al genocidio del pueblo palestino que está llevando adelante ese país, incluso ante la tibieza de los propios europeos que no le aplican sanciones a Israel como se las aplican a Rusia. Es claro, Francia, el Reino Unido, España y otros países le venden armamento a Israel. Negocios son negocios.

La hipocresía es definida por el Diccionario de la RAE como «Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan». De este fingimiento los europeos han hecho una práctica habitual. Y seguramente no son los únicos, al menos en el mal llamado «Occidente», un «Occidente ampliado» en el que no predomina el cristianismo original y que es el que conduce al abismo a su población.

Europa parece haberse olvidado del comercio de esclavos, el cual fue un lucrativo negocio para las potencias europeas durante más de dos siglos y que enriqueció a varias familias europeas, entre ellas la de la corona británica ya desde la reina Isabel I, como lo ha demostrado la historiadora Brooke Newman[2]. Pero los del Chelsea se ofendieron por una canción de cancha sin recordar el vergonzoso pasado británico ―aunque también presente― durante su época imperial y colonial, masacrando o erradicando poblaciones enteras, trazando límites geográficos arbitrarios que han dejado su huella en la historia y que aún siguen siendo temas de conflicto: como ejemplo recordemos el caso de las Malvinas, el del archipiélago de Chagos ―en ambos echaron a su población―, el Esequibo, Gibraltar, la frontera entre Afganistán y Pakistán, conocida como la «línea Durand», trazada en 1893 por los británicos para contener a los rusos y que hoy divide a Afganistán y Pakistán … Los indios y los habitantes de otros países que fueron colonias británicas lo recuerdan bien. No en vano los habitantes de Bangladesh son fervorosos admiradores de la albiceleste, como así también muchos en la India.

Así era como transportaban los barcos a los africanos atrapados en África hacia América. Se cuenta que un «barco negrero» podía ser olido a la distancia en el mar debido a la situación inhumana en que eran transportados los esclavos. El tráfico continuó hacia los Estados Unidos aun cuando su gobierno había declarado ilegal la trata de personas.

Europa parece también haber olvidado su pasado racista que no se limitó a una canción de cancha. En la Conferencia de Berlín de 1884/85 las potencias europeas se dividieron el continente para proceder a su explotación, aun después de que los países africanos obtuvieron su independencia, en su mayoría a partir de la década de 1960. Lo que hicieron tras ese reparto en el papel ha llegado a extremos aberrantes, como en el caso el Congo Belga, propiedad del rey Leopoldo I, en donde llegaron a asesinar y a mutilar a buena parte de la población; el genocidio que los alemanes perpetraron contra los hereros en la entonces África Sudoccidental Alemana, hoy Namibia; a los británicos se les puede recordar la guerra contra los boers, implementando en África el Sur los campos de concentración antes que lo hicieran los alemanes durante el gobierno nazi, campos en los que mujeres y niños morían por inanición y por enfermedades.

Europa ha sido y sigue siendo responsable de muchas muertes también por sus propias actuaciones y por haber seguido a pies juntillas las aventuras de la angloesfera: Yugoslavia, Iraq, Afganistán, Siria … ¿en cuánto colaboraron los gobiernos europeos a reducir la presencia de comunidades cristianas en esa región al desarticular las dirigencias y los propios países que las contenían? Colaboraron en su reducción participando en las aventuras militares pero también por omisión. Cuando Israel ocupó los Altos del Golán en 1967 quemaron iglesias y mezquitas y tanto cristianos como drusos islámicos huyeron. Los cristianos se refugiaron en el Líbano[1]. A ello cabe añadir las consecuencias actuales de su pasado colonial. No en vano Francia está siendo echada de los países africanos. Del mismo modo no se puede soslayar el doble rasero respecto a los dos principales conflictos que actualmente concitan la atención mundial.

Resulta ofensivo que los europeos hoy quieran darnos lecciones de moral cuando incitaron a una guerra fratricida entre Ucrania y Rusia siguiendo los pasos que les marcaron los líderes de la angloesfera, uno de los cuales impidió que la guerra que enfrenta a esos pueblos llegara a un acuerdo para ponerle fin a poco de que se iniciara: Boris Johnson es su nombre.

A Rusia le aplicaron todo tipo de sanciones ―lo mismo hicieron con Irán― por mucho menos de lo que Israel viene haciendo desde que la ONU procediera a la partición de Palestina en 1947. En verdad, el conflicto empezó mucho antes sobre la base del reparto de Asia Occidental ―o Medio Oriente― entre Francia y el Reino Unido (acuerdo secreto de Sykes-Picot de 1916) y la manifestación formal del gobierno británico por la cual anunció su apoyo al establecimiento de un «hogar nacional» para el pueblo judío en la región de Palestina (Declaración de Balfour, 1917). Eso dio vía libre al plan de Teodoro Herzl esbozado en su libro El Estado Judío ―quien propuso crear ese Estado en la Patagonia (Argentina) porque estaba despoblada o en Palestina―, lo que con el tiempo dio lugar a la creación de grupos terroristas sionistas. Un caso más de los tantos conflictos que los británicos crearon a lo largo y ancho del mundo.

El 7 de octubre de 2023 se llevaron a cabo «sorpresivos» ataques del grupo palestino Hamas sobre población israelí, burlando una de las más ―sino la más― vigiladas fronteras del planeta. Esos ataques desencadenaron un terrible genocidio sobre los palestinos pero los europeos siguen sancionando a Rusia y no aplican ninguna sanción a Israel.

¿Será que el pasado, además de la venta de armas, les impide a los líderes europeos condenar a Israel? Quizás. Aunque también muchos poderosos, incluso en la corona británica, deben guardar silencio por el «caso Epstein».

Los ataques a la Selección Nacional de Fútbol de la Argentina

Los ataques a la Selección Nacional no son nuevos. Se remontan al último Mundial de Fútbol celebrado en Catar y siempre procuran mostrar a la albiceleste y a la Argentina como un país racista. Del mismo modo ha habido quienes también quieren mostrar a la Argentina como una cueva de nazis, aunque Estados Unidos y la URSS se llevaron a los científicos para su desarrollo científico y tecnológico y en el caso de la República Federal Alemana para reconstruir sus instituciones, su dirigencia política y su inteligencia con el total conocimiento de los aliados.

En diciembre de 2022 Erika Denise Edwards, quien se presenta como profesora asociada de la University of Texas de El Paso, experta en identidades raciales y autora premiada de «Argentina Negra», escribió un artículo publicado en The Washington Post titulado «Why doesn’t Argentina have more Black players in the World Cup? Argentina is far more diverse than many people realice, but the myth that it is a White nation has persisted» («¿Por qué Argentina no tiene más jugadores negros en el Mundial? Argentina es mucho más diversa de lo que mucha gente cree, pero el mito de que es una nación blanca ha persistido»). Oportunamente respondí a su desconocimiento con otro artículo titulado «Nuestra Selección “blanca” vista desde un país racista».

A partir de la canción que el jugador de la Selección Argentina Enzo Fernández difundió a través de sus redes sociales se armó un escándalo en Francia y en el mundo, absolutamente desproporcionado si se lo compara con la historia racista de la propia Francia. Ante la exagerada batahola que despertó esa canción y las presiones el jugador argentino se disculpó.

Inmediatamente la Federación Francesa de Fútbol presentó su denuncia ante la FIFA contra la Selección Argentina. Francia no es precisamente un modelo de ética a seguir a pesar de su tan proclamado lema «Liberté, Égalité, Fraternité», lo que les permitió cometer un regicidio y luego caer en el denominado período del terror. Aún hoy, cada 14 de julio conmemoran la Toma de la Bastilla, lo que dio inicio a un período sangriento de la historia francesa entre los que se encuentran los hechos mencionados en el párrafo anterior.

Sobre el pasado colonial francés hay mucho escrito por lo que no hace falta volver sobre el tema. Sin embargo en la historia reciente Francia tiene otro hecho sumamente vergonzoso.

Entre 1954 y 1962 tuvo lugar la Guerra de Argelia o Guerra de Liberación de Argelia en la que la Francia colonialista enfrentó al nacionalismo argelino que se levantó contra las autoridades coloniales francesas. En el curso de la misma los franceses cometieron atrocidades contra los argelinos en su propio territorio pero también en Francia. Uno de esos hechos aberrantes tuvo lugar en París.

El 17 de octubre de 1961 se llevó a cabo una manifestación pacífica de los argelinos en París ―organizada por la Federación Francesa del FLN (Front de Libération Nationale, partido político argelino)― para apoyar la independencia de Argelia y como reacción a la orden de toque de queda que les impuso a los argelinos el prefecto de policía Maurice Papon. La manifestación pacífica fue respondida con una sangrienta represión policial, estimándose un número de víctimas de entre 100 y 250 muertos, aunque la cifra nunca fue confirmada. Algunos de los manifestantes fueron arrojados al Sena y sus cadáveres fueron encontrados flotando en ese río y algunos hasta en Le Havre. La masacre fue denunciada tres semanas más tarde por grafitis en las orillas del Sena. Temprano en la mañana dos fotógrafos del diario comunista Avant-Garde, J. Texier y C. Angeli, lo descubrieron por casualidad. El grafiti decía: Ici on noié les algeriens («Aquí ahogamos a los argelinos»). La foto recién fue publicada veinticuatro años después por el diario L’Humanité. Luego de un largo período de negación, el 17 de octubre de 2001 se procedió a la inauguración de una placa recordatoria en el puente Saint-Michel, colocada por el alcalde de París, Bertrand Delanoë[4].

La inscripción que fue capturada por la cámara de los fotógrafos del diario Avant-Garde.

Placa recordatoria de la masacre de los argelinos colocada el 17 de octubre de 2001 en el puente Saint-Michel durante la alcaldía de Bertrand Delanoë.

La Guerra de Argelia también tuvo su vínculo con la Argentina. Los «pieds noirs», los franceses nacidos en Argelia y que debieron emigrar forzosamente de ese país de África, no eran bien recibidos en una Francia a la que muchos no conocían. Para relocalizarlos se había considerado que parte de ellos podrían venir a instalarse en la Argentina en regiones del interior en las que podrían encontrar ciertas características climáticas similares a las de Argelia, como Jujuy, u otras en las que pudieran desarrollar sus actividades agrícolas. Del mismo modo, había otros migrantes provenientes de Argelia para colonizar tierras en nuestro país: miembros de la OAS (Organisation de l’Armée Secrète, Organización del Ejército Secreto) buscados por la policía francesa. Para ello a principios de la década de 1960 se hicieron viajes exploratorios a nuestro país. Se estima que se establecieron ciento cincuenta familias de «pieds noirs» en Argentina, con un promedio de dos o tres niños por unidad familiar[5].

Volvamos a la actualidad. Acabamos de asistir a otro escándalo en la inauguración de los Juegos Olímpicos en París 2024, el pasado 26 de julio, en la que el mal gusto fue muy bien logrado con la puesta en escena que llevó a cabo la banda francesa Gojira en la evocaron la Revolución Francesa. En cada ventana del Museo de Orsay varias mujeres interpretaron a María Antonieta, mostrándola decapitada. No conforme con ello, la inauguración mostró una horrenda y blasfema recreación de «La última cena» de Da Vinci por parte de artistas drag queens y bailarines, a cargo de la DJ y productora Barbara Butch, activista judía por los derechos de la mujer. Esta presentación no sólo fue una terrible ofensa a los cristianos del mundo sino también a Dios y a los propios islámicos que tienen a Jesucristo como un mensajero de Dios y a la Virgen María citada en El Corán, lo que motivó comunicados de protesta de los gobiernos de Rusia, Irán y Turquía.

Por su parte la Conferencia Episcopal Francesa elogió los «maravillosos momentos de belleza y alegría, ricos en emoción» pero los obispos enviaron sus pensamientos «a los cristianos de todos los continentes que se han sentido heridos por la indignación y la provocación de ciertas escenas»[6]. Un mensaje tibio por parte de la Iglesia de la infiel Francia.

Si algo ha quedado claro es que los organizadores olvidaron el espíritu inclusivo que tienen los Juegos Olímpicos ―tal como los concibieron los griegos, quienes detenían las guerras para participar de los mismos―, pues excluyeron a Rusia, permitieron la participación de Israel y ofendieron de una manera difícil de calificar principalmente a los cristianos.

A modo de conclusión

Entre esa hipocresía y lo políticamente correcto la dirigencia europea no ha titubeado en bastardear sus propias raíces y no parece percibir que han llegado al punto de discriminar hasta a los propios cristianos, siendo que el cristianismo se ha propagado por el mundo no solo desde Palestina sino también desde Europa. Países como España llevaron su cultura, sus instituciones y su Fe a todos los rincones del planeta. Hoy parecería que sienten vergüenza y favorecen el anticristianismo.

Por otro lado, hace ya un tiempo que la Argentina está sufriendo embates, acusaciones de que es un país racista, lo cual se ha manifestado precisamente atacando a su Selección Nacional. Es evidente que esta agresión forma parte de la guerra cognitiva a la que estamos siendo sometidos desde hace décadas. Cabe preguntarse por qué focalizan ese ataque sobre la albiceleste. Más que respuestas tengo otras preguntas: ¿Se deberá a que es parte del «poder blando» de la Argentina, capaz de proyectarse hasta en lejanos países asiáticos? ¿Será que aglutina a los argentinos más allá de sus crecientes divisiones? ¿Será que sus jugadores tienen una ética que es mejor que no sea imitada? Quizás, ¿por qué muestran su amor a la Patria y esto podría despertar sentimientos patrióticos? Quizás, ¿porque su ejemplo no sea bueno para los globalistas?

Son sólo preguntas sin respuestas.

 

«Ici, on noie les Algériens» : la photo pour mémoire.

Massacres du 17 Octobre 1961 à Paris.   

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.

Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019 (2da edición, 2024).

Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).

Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

 

Referencias

[1] «Hinchas de River entonaron la canción racista y homofóbica contra Francia durante el homenaje a Enzo Fernández». La Nación, 21/07/2024, https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/hinchas-de-river-entonaron-la-cancion-racista-y-homofobica-contra-francia-durante-el-homenaje-a-enzo-nid21072024/, [consulta: 22/07/2024].

[2] María Ramírez. «Brooke Newman, historiadora: “La monarquía británica se benefició del comercio de esclavos y de no hablar de ello”». El DiarioAr, 06/05/2023, https://www.eldiarioar.com/mundo/brooke-newman-historiadora-monarquia-britanica-beneficio-comercio-esclavos-no-hablar_128_10180666.html, [consulta: 22/07/2024].

[3] «La lenta desaparición de los cristianos en el Golán ocupado». Swissinfo, 30/06/2017,  https://www.swissinfo.ch/spa/la-lenta-desaparición-de-los-cristianos-en-el-golán-ocupado/43301188, [consulta: 21/07/2024].

[4] Vincent Lemire, Yann Potin. « ici on noie les algériens. » Fabriques documentaires, avatars politiques et mémoires partagées d’une icône militante (1961-2001). Cairn.info, 2002, https://www.cairn.info/revue-geneses-2002-4-page-140.htm, [consulta: 10/05/2024].

[5] Isabel Santi. «Evocando la emigración a la Argentina de los franceses “pieds noirs” de Argelia». OpenEdition, 9/2004, https://journals.openedition.org/alhim/389, [consulta: 10/05/2024].

[6] Jean-Benoît Harel. «Olimpíadas: Obispos franceses deploran escenas de burla al cristianismo». Vatican News, 27/07/2024, https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2024-07/obispos-franceses-comunicado-ceremonia-apertura-olimpiadas-2024.html, [consulta: 28/07/2024].

 

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LOS APÁTRIDAS Y EL MAR

César Augusto Lerena*

«En el gobierno no hay sustento intelectual ni convicción política alguna para cuidar nuestros derechos marítimos y mucho menos, respetar el sentimiento de los argentinos».

 

La “forma apátrida” con la que la política nacional desprecia la soberanía argentina en el Atlántico Suroccidental tiene muy pocos precedentes desde la Argentina independiente que conmemoramos el pasado 9 de julio con la firma del llamado “Pacto de Mayo”, en cuyos puntos, no hay una sola línea referida a la soberanía nacional y, muy particularmente, sobre la única política de Estado, plasmada en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional.

Mientras que la Declaración de Independencia de la Argentina del 9 de julio de 1816 ampliada declaró formalmente “la ruptura de los vínculos de dependencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata con la monarquía española y con toda otra dominación extranjera”, el citado Pacto de Mayo, no refiere nada respecto a una política de recuperación de los 1,6 millones de km2 de la jurisdicción marítima argentina y los archipiélagos argentinos ocupados por el Reino Unido; tampoco tiene en cuenta la disputa de ese Reino de más 1,4 millones de km2 de la plataforma continental argentina, la Antártida y las aguas correspondientes. Mucho menos refiere nada con los buques españoles y de otras nacionales que extraen nuestros recursos en Malvinas. La Argentina, sin hipótesis de conflicto.

Ya sufrimos la política de Cavallo ―uno de los principales referentes de este gobierno― para congraciarse con los británicos con la firma de los llamados Acuerdos de Madrid (1989/90) donde se consolidaron los permisos de pesca ilegales en Malvinas que constituyen ―hasta hoy― el principal recurso económico de los isleños que ahora da lugar a los joint venture con empresas gallegas que facilitan el acceso de los productos pesqueros a la Unión Europea sin pago de aranceles pese al Brexit. El mismo Cavallo que acordaría con el Reino Unido la protección de la explotación de los recursos al este de Malvinas y las investigaciones pesqueras conjuntas en el Atlántico Sur; todos hechos que fortalecieron la posición británica en las islas (John Barton, director de Pesca inglés en Malvinas, 2012). También el dictado de la ley 23.968 promovida por la Cancillería facilitó la delimitación de los archipiélagos ocupados por el Reino Unido, además de reducir en 1991 nuestra soberanía plena a 12 millas; aún antes de ratificar la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar en 1995. En 2016 se firmaría el Pacto de Foradori-Duncan ratificatorio de los Acuerdos de Madrid bajo la consigna de “eliminar todos los obstáculos para el desarrollo de Malvinas”. Vergonzante. Aun así, la Argentina, no dejó en todos estos años, de reclamar la ocupación prepotente británica y los derechos sobre los archipiélagos invadidos, como ocurre en la actualidad.

Sin embargo, lo peor está por venir, porque no solo se resignan ―a través de hechos aislados― derechos argentinos sino que bajo pretexto de una política “anarcocapitalista”, distintos “apátridas” desde el gobierno y fuera de él, llevan adelante un plan de sesión de los espacios territoriales argentinos y de enajenación de nuestros recursos naturales. En algunos casos, mediante el mero pago de algún canon desindustrializador y, en otros, por anomia geopolítica y desinterés de administrar el Estado, sus bienes patrimoniales y culturales e incluso “destruirlo desde adentro”, como manifestara el propio Milei.

El presidente que admira a Margaret Thatcher, la misma que ordenó el hundimiento del ARA General Belgrano y con ello provocó la muerte de 323 argentinos. La Canciller Mondino que sostiene que el tema Malvinas es una cuestión más en la relación argentina con el Reino Unido y ante el periódico inglés “The Telegraph” anuncia “los derechos de los isleños serán respetados”, dando por tierra la defensa de integridad territorial plasmada en la Constitución Nacional y termina agradeciendo, la visita del Canciller inglés David Cameron a Malvinas, como si su presencia no fuera una nueva manifestación inglesa de autoridad.

La política economicista monotemática es lamentable; hasta el propio presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados José Espert consideró que “Las Malvinas no son argentinas, porque las perdimos en la guerra”, ignorando todas las Resoluciones de la ONU, en especial la 37/9 del 9 de noviembre de 1982 que “le pidió a Argentina y al Reino Unido la reanudación de las negociaciones a fin de encontrar una solución pacífica a la disputa de Soberanía sobre dichas Islas”. Igual opinión tiene la Diputada Sabrina Ajmechet o quienes consideran ―como el presidente Macri― que la recuperación de las islas significaría un déficit económico, desconociendo que el producto bruto per cápita de Malvinas es de noventa mil dólares; cuatro veces superior al de la ciudad de Buenos Aires y 50 veces al de La Quiaca (ambas ubicadas a 1.800 km de Buenos Aires); además de la invalorable importancia geopolítica de las islas en la parte meridional del Atlántico Sur y en relación con la Antártida, el océano Pacífico e Índico, como ya sabían los españoles en el siglo XVIII.

En el gobierno no hay sustento intelectual ni convicción política alguna para cuidar nuestros derechos marítimos y mucho menos, respetar el sentimiento de los argentinos. No es posible con este marco moral esperar idénticas políticas a las sostenidas por los independentistas de 1816; razón por la cual, el Pacto de Mayo es letra muerta. El ministro español de ultramar y académico Adelardo López de Ayala (1828-1879) hubiese dicho en la oportunidad: “cuando la estafa es enorme toma nombre decente”.

Decenas de hechos muestran la alineación colonial de este gobierno en las cuestiones relativas al Atlántico Sur, sus archipiélagos y recursos, aunque nos limitaremos a indicar algunas para no agobiar al lector.

En la cumbre del MERCOSUR y con la ausencia del presidente de nuestro país, en un hecho inédito en treinta años, el gobierno argentino no reclamó la soberanía de Malvinas. Precisamente un ámbito central donde la Argentina debería profundizar sus vínculos ante las relaciones amistosas y comerciales crecientes de los isleños en Uruguay, Chile y Brasil. Pero esto se ha transformado en una constante, porque todas las acciones militares británicas en Malvinas y de otro tipo son ignoradas por la Cancillería argentina, como los recientes ejercicios militares de las Fuerzas de Defensa de las islas, la Royal Navy y la Real Fuerza Área británica. Un debilitamiento de Argentina en los reclamos y un enfrentamiento diverso con los países que apoyan la posición argentina, que estarían demostrando la pérdida de apoyo en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas.

Días antes la Canciller Mondino, al firmar en la ONU el “Acuerdo sobre la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina en alta mar” (BBNJ) con una ignorancia supina, se refirió a “proteger nuestras aguas” y a “ser inflexible en la defensa de nuestro territorio” desconociendo que se tratan de aguas internacionales donde la Argentina no tiene jurisdicción y que de ninguna manera ese Acuerdo resuelve la pesca ilegal como manifiesta sino que, por el contrario, a la ya presencia de una flota pesquera de más de 500 buques pesqueros extranjeros, a través de la creación que prevé este Acuerdo de “organizaciones regionales de integración económica” y su incorporación por parte del Reino Unido, se le habrá dado estatus de “Estado ribereño” a los isleños ocupantes de Malvinas, contrario a lo reglado en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional. Mientras firma Acuerdos contrarios al interés nacional y en forma ignara, los pondera, tolera la pesca ilegal anual de 250 mil toneladas de recursos pesqueros en Malvinas sin aplicar la legislación argentina y la Res. 31/49 de la ONU, con un comportamiento que se tipificaría -al menos- de incumplimiento de los deberes de funcionario, ya que se trata de la pesca ilegal más importante del mundo de un Estado a otro, ignorando, lo que ya en el siglo XVIII Manuel Belgrano sabía: “un Estado sin la pesca nada puede sobre la mar”.

La economista-canciller desconoce que las Áreas Marinas Protegidas (AMP) que ese Acuerdo promueve; las utiliza el Reino Unido desde el 2017 para controlar los territorios de ultramar. Es el caso de Malvinas del denominado “Blue belt” donde el proyecto de AMP Bentónica “Agujero Azul” promovida por la fundación Wildlife Conservation Society (WCS) completaría el cinturón azul al NORESTE de Malvinas facilitando la llegada de los recursos pesqueros a las islas. Igual, al SUR de Malvinas con la declaración unilateral británica de “santuario ecológico” de un millón de km― alrededor de las islas Georgias y Sándwich; al ESTE con el citado Acuerdo de Cavallo y al NOROESTE con el GAP de 1.400 Km2 de calamares.

Se agrega el proyecto 1258-D-2024 del Diputado Manes que pretende que el Congreso declare AMPs por 595.000 km2, sin mencionar que el Reino Unido ―como indicamos― ya declaró un AMP de 1.070.000 Km2, es decir una reducción de las áreas de captura mucho mayor que la exigida en el acuerdo de biodiversidad. Un ejemplo patético de colonización y una asombrosa mutación de la “neurología” a “oceanografia”.

La macro o microeconomía no sirve para elaborar una estrategia marítima: «El 85% de la pesca a distancia en alta mar la realizan China, España, Taiwán, Japón y Corea del Sur que, del total mundial de 37 millones de horas de pesca ocupan 25 millones; motivo por el cual, el mayor daño no lo ocasionan los 216 Estados restantes, sino que lo generan solo cinco, que son los mismos que operan en el Atlántico Suroccidental y, por lo tanto, hay que trabajar sobre esos países responsables del desequilibrio de los ecosistemas, juntos capturan 26 millones de toneladas de un total 84 millones/año (2019), el 31% de las capturas sobre «221 Estados que notificaron algún tipo de actividad en el comercio pesquero» (FAO, “Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura”, 2020) y agregamos: el Reino Unido que se lleva el equivalente al 30% de nuestros desembarcos. Nada de ello hace la Cancillería Argentina y no se trata solo de ineptitud ―que la hay― sino una política de desmalvinización, que es la apunta del iceberg de la sumisión y dependencia nacional, con la consecuente desatención de la soberanía territorial y de los recursos naturales argentinos. De otro modo, no se podría entender el proyecto de reforma de pesca en la Ley de Bases sobre la extranjerización de la explotación del mar argentino; la permanencia de un radar británico en Tierra del Fuego; la designación de los embajadores Jorge Faurie en Chile ―el socio estratégico británico― y de Carlos Foradori en Ginebra, ambos responsables del Pacto Foradori-Duncan que promovía “el desarrollo de Malvinas” en poder de los isleños; la desatención de los estratégicos Puertos de Ushuaia y Río Grande, mientras que en Malvinas se licita un nuevo puerto destinado a dar logística a los buques de transporte, militares, de turismo y ciencia vinculada a la Antártida.

El enfrentamiento con los presidentes de nuestros tres principales compradores de pescado: Brasil, China y España y por supuesto la pelea con todos nuestros aliados naturales que “amenazan con hacer perder en la ONU de los apoyos históricos en la Causa Malvinas” (Taglioni, Augusto, LPO, 11/7/24); la tolerancia de que empresas de Israel exploten los recursos petrolíferos en Malvinas mientras se promueve el traslado a Jerusalén de la embajada argentina, etc., a lo que hay que sumar la paralización de todas las obras estratégicas, entre ellas la etapa norte del Gasoducto NK.

Y lo peor, no se trata de una simple asignación de prioridades, no es posible esperar de apátridas, proyectos destinados a fortalecer la soberanía política, territorial y alimentaria.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena. Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL).