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¿POR QUÉ LOS ARGENTINOS NO CONSUMEN PESCADO?

César Augusto Lerena*

Imagen: Heberhard en Pixabay

Que los argentinos seamos los que, en promedio, consumimos menos pescado de Latinoamérica, el Caribe y África debería llamarnos la atención cuando el país tiene un amplísimo territorio marítimo, más de dos veces que el territorio continental. Sin eufemismos: la culpa la tienen los gobiernos de turno que no mejoran la dieta de los argentinos ni promueven el desarrollo de esta actividad proveedora de alimentos.

En todas las conferencias y entrevistas en las que participamos, la pregunta más frecuente es porqué el pescado es tan caro en la Argentina que tiene los recursos pesqueros a pocas kilómetros de la costa y dispone como pocos lugares en el mundo, de puertos desde donde se desembarcan todos los días merluzas, calamares y langostinos frescos que, ya congelados, se exportan a Vigo (España) y luego se distribuyen a toda Europa, para que nosotros comamos allí la mejor bocata de calamar del mundo en la Plaza Mayor de Madrid proveniente de nuestro país.

Nosotros tuvimos la oportunidad durante años de controlar la calidad y sanidad de veinte toneladas diarias de pescados frescos para su distribución nacional desde una plataforma de un importante hipermercado francés radicado en Argentina. No existe ese volumen diario concentrado de “pescado fresco” en ninguna parte del mundo; se conforman los puertos más importantes pesqueros con desembarcar altos volúmenes de productos congelados. La Argentina tiene las mejores condiciones para que los argentinos consuman este extraordinario alimento, cuyos aminoácidos esenciales son solo comparables con la leche materna y sus grasas insaturadas inmejorables para la salud del sistema cardiovascular.

¿Por qué motivo los argentinos tienen el consumo per cápita de pescado más bajo, con 4,5 Kg por persona y por año, mientras que en Latinoamérica, el Caribe y el continente africano alcanza a los 10 Kg y el promedio mundial a los 20 Kg? Cuando uno les pregunta a los consumidores, por qué los argentinos no comen más pescado, suelen contestar: es muy caro y no da la sensación de saciedad de la carne roja. Pero en todo el mundo el pescado es caro y la digestión del pescado es más fácil que la mayoría de los alimentos cárnicos restantes. Las razones son otras.

En primer lugar, en la Argentina nunca hubo un programa de promoción de “Consumo Nacional de Pescado”. El 95% de las capturas argentinas se exportan y a los empresarios no les interesa estar sujetos a las erráticas políticas del gobierno y a enfrentarse a las exigencias de los “precios controlados” en un país con una inflación enorme. A la Subsecretaría de Pesca no se le cae otra idea que promover el día 19 de cada mes como una jornada de consumo de pescado, cuando cualquier nutricionista o cardiólogo recomienda a sus pacientes el consumo de pescado —al menos— tres veces por semana y la iglesia históricamente promueve su consumo los viernes, en lugar de ayuno o para abstenerse de comer carne de animales de sangre caliente.

No teniendo el argentino el hábito de consumir pescado no se lo informa sobre las características organolépticos del pescado fresco y no se lo capacita sobre las preparaciones gastronómicas con este producto. Ello contrasta, por ejemplo, con Alemania, que a pesar de importar la mayoría del pescado que consumen y consumir unos 14 Kg. por año, tres veces más que Argentina, tiene chefs especializados que enseñan en forma gratuita a cocinar pescados a los alemanes. Mar del Plata, la principal ciudad pesquera de Argentina, captura y procesa anchoíta que, descabezada, eviscerada y salada, exporta en barriles a España e Italia; pero mientras eso ocurre, los restaurantes de la ciudad proveen manteca o queso untable como tentempié a la espera del plato principal, en lugar de servir un par de filetes de anchoíta salada o en aceite que aumentaría el consumo y la incorporación a la cultura alimentaria y la caracterización de la ciudad. Los intendentes no entienden que Mar del Plata es una ciudad portuaria y pesquera; como Córdoba y Santa Fe pueden ser cuencas lecheras. Cada región de España tiene su paella, conforme a las materias primas que tiene a su alcance, a pesar de que los valencianos entiendan que la de ellos es la original y no lleva langostinos. Mi amigo Gil Gallego, natural de Sagunto, tiene claro que un error en la preparación este plato puede ser fatal.

Los argentinos podemos elegir la mejor carne para un asado pero de pescados, nada. Diremos en forma muy sintética para aportar una pequeña luz al conocimiento general las características de un pescado entero (merluza común) fresco: debe mantenerse entre 0,5 y 2ºC (mal: +6ºC); los ojos brillantes, elásticos y convexos (mal: opacos, rígidos, cóncavos); la carne de consistencia firme, escamas brillantes y adheridas (mal: blanda, deja impresa la presión); branquias rojas brillantes o mate, de olor a mar o neutro (mal: color amarillo grisáceo y olor amoniacal o pútrido); vísceras intactas (mal: despedazadas, rotas). Y sus filetes: azulados, traslúcidos, brillantes (mal: amarillento, rosado, rojizo, parduzco); textura firme (mal: muy blanda, desgrana con facilidad); olor a mar, a fresco (mal: desagradable, amoniacal); filetes enteros, de bordes netos, regulares; superficies planas, sin manchas o deshidratados (quemados); sin restos de vísceras o elementos extraños (mal: gran cantidad de imperfecciones). Sin aditivos, conservadores o agentes desinfectantes o limpieza. Comprar pescado ultracongelado no desmerece la frescura original, solo hay que descongelarlo adecuadamente para reconstituir el mejor pescado fresco y de calidad y ni el mejor experto advertirá la diferencia; pero, esta será una materia próxima.

No se ama lo que no se conoce. En Argentina la compra del pescado -ante la falta de hábito- no es planificada sino reactiva, por lo tanto, comerciantes y fiscalizadores deben asegurar la exposición con luces frías y pescados hidratados, identificados, expuestos en un ámbito atractivos, provistos de hielos limpios, sin olores desagradables que estarían demostrando el deterioro de los pescados que se ponen a la venta.

En segundo lugar, los gobiernos se han quedado en la época del “granero del mundo” del siglo XIX y XX, pero han perdido de vista que la Argentina es un Estado Marítimo. Un país que forma parte del continente americano y del continente antártico y, cuya superficie alcanza los 3.757.124 Km2; mientras que su plataforma continental extendida y las aguas de la ZEE ocupadas por el Reino Unido y las que rodean la Antártida alcanzan los 8.029.842 Km2. Los argentinos viven de espaldas al mar mientras que países con ZEE de menos Km2 son consumidores habituales de este alimento, como España. No hay política y podría pensarse que es parte de la “desmalvinización”, para evitar que los argentinos miren al mar y se den cuenta que en lugar de tener ocupados los 11.410 Km2 de Malvinas los británicos invaden 1.639.900 Km2 de mar.

En tercer lugar, la pesca en la Argentina ocupa un lugar erróneo en la estructura de gobierno que no tiene ningún vínculo con esta actividad. La agricultura y la ganadería son actividades de producción primarias, que están muy lejos de la actividad integrada de la pesca, de una complejidad absolutamente mayor; que es extractiva, industrial y exportadora. Como muy pocos países desarrollados en el mundo, la Argentina tiene recursos propios para autoabastecerse.

En cuarto lugar, en la Argentina no hay una política coordinada entre las Secretarías de Salud y de Agricultura, Ganadería y Pesca y, por lo tanto, no hay una cultura alimentaria que promueva el consumo de esta especie para mejorar la dieta y asegurar una mayor salud de los argentinos, a partir de una mejor nutrición con este alimento excepcional. En las ciudades portuarias de Argentina el consumo no es mayor al del resto del país y los programas de asistencia alimentaria para personas vulnerables no contemplan el suministro de pescado. En 1989 nos tocó armar un programa entre las empresas conserveras de pescado para proveer al “Programa Alimentario Nacional” (PAN); ello, no solo permitió el acceso a este alimento a poblaciones carenciadas sino que duplicó la producción nacional de conservas de pescado y el acceso de este producto a las góndolas. Una exitosa tarea coordinada de las empresas productoras, el Instituto de Tecnología Industrial y el aporte de los fondos destinados a la asistencia social, que proveyó salud.

En quinto lugar, a pesar de que el recurso pesquero es de dominio del Estado y éste da la explotación en concesión a las empresas, no establece ninguna obligación de proveer productos pesqueros al mercado interno al otorgar los permisos, lo que permitiría aumentar la demanda, bajar el precio y aumentar el consumo, incorporándole valor agregado a la industria. El precio está marcado por la demanda internacional y es igualmente caro en el mundo; su valor está relacionado a la excelente calidad de la proteína que posee. Su producción para generar el hábito y el interés empresario, debería estar exenta de impuestos e incluso acreditar a favor del consumidor el total del IVA para evitar la absorción de ésta por parte del comerciante.

Aun así, para disponer de un volumen mayor para destinar al consumo interno, se necesitaría llevar adelante acuerdos para recuperar parte de los recursos que migran a alta mar y terminar con los descartes de pescados aptos, acercando esta proteína excepcional a las personas vulnerables, que consumen poco pescado.

El precio accesible y justo acercará a los consumidores a este alimento de todos los argentinos.

En sexto lugar, la Argentina debe promover la acuicultura. Cuando el 50% de la producción mundial tiene este origen, en el país no alcanza al 1%. La instalación de acuiculturas acercará la disponibilidad de este alimento al interior del país y el consecuente aumento de consumo y la generación de empleo, promoviendo una mayor cultura alimenticia en territorios poco acostumbrados al consumo de esta especie.

En séptimo lugar, la Argentina tiene que hacer conocer que sus plantas industriales y sus operaciones cumplen con los mejores estándares internacionales para la manufactura de productos industriales de alta calidad y sanidad; aplicando las normas HACCP y otras aprobadas por los mercados más exigentes y los organismos nacionales (SENASA) y mundiales de mayor rigor como la FDA de los Estados Unidos; la Comisión de Veterinaria de la Unión Europa y certificadores de calidad reconocidos.

En octavo lugar, las capturas pesqueras se realizan en el Atlántico Sudoccidental, un mar que se encuentra libre de metales y contaminantes; además, que en los procesos de captura, industrialización y comercio se encuentran libres de todo aditivo, conservante, colorante, etc., lo que permite afirmar que, como pocos alimentos en el mundo, está libre de toda contaminación ambiental, química o física. “Los peces juegan un papel muy importante como contribuyentes de nutrientes a los ecosistemas marinos, según investigadores de la Universidad de Georgia y la Universidad Internacional de Florida” (Beth Gavrilles, 11/12/12). Según la revista Ecology, muestran que los peces aportan más nutrientes a sus ecosistemas locales, que cualquier otra fuente, contribuyendo a la ecología trófica (red alimentaria); además que “está demostrado que los productos pesqueros son la fuente de proteínas más saludables con menor huella de carbono (…) las emisiones del sector pesquero representan entre el 0,1% y el 0,5% del total global de gases de efecto invernadero” (Garat, Javier, Cepesca y Europêche, Industrias Pesqueras, 04/07/2022).

En noveno lugar, es muy importante la participación y contribución económica del sector pesquero en la promoción de la actividad y en visibilizar las virtudes del consumo de pescados y mariscos. El pescado no tiene en la Argentina el marketing del vino y otras bebidas alcohólicas y gaseosas, de las carnes rojas, etc. La asociación formada por algunas de las organizaciones más importantes pesqueras “Pesca España”, a través de su página “Metapesca.org”, es un ejemplo a seguir del aporte que también tiene que hacer el sector privado. En esta página refiere a que el pescado es reconocido ampliamente como una fuente de nutrientes esenciales muy beneficiosa para la salud y el bienestar general y destaca cinco razones para incluir al pescado como un alimento de la dieta habitual: Es rico en ácidos grasos omega-3 que, entre sus beneficios para la salud, incluyen la reducción del riesgo de enfermedades cardíacas, la mejora de la función cerebral y la disminución de la inflamación en el cuerpo. Desempeñan un papel crucial en el desarrollo cerebral y ocular en fetos y niños pequeños, por lo que el consumo de pescado durante el embarazo y la lactancia es muy beneficioso. El consumo regular de pescado se asocia con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Los citados ácidos grasos ayudan a reducir los niveles de triglicéridos en sangre, disminuyen la presión arterial y mejoran la función arterial. Estos efectos combinados ayudan a proteger el corazón y reducir el riesgo de sufrir ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y otros problemas cardiovasculares. Mejora la salud cerebral. Es beneficioso para la función cerebral y la salud mental. Los ácidos grasos omega-3, en particular el DHA, es uno de los componentes estructurales claves para el cerebro y están involucrados en el mantenimiento de la función cognitiva y la salud mental. Estudios han demostrado que el consumo regular de pescado se asocia con un menor riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el deterioro cognitivo relacionado con la edad. Además, se ha observado que los omega-3 pueden mejorar el estado de ánimo y reducir el riesgo de depresión. Es fuente de proteínas de alta calidad. Contiene todos los aminoácidos esenciales necesarios para el crecimiento y reparación de tejidos en el cuerpo humano. Las proteínas del pescado son fácilmente digeribles y se absorben rápidamente en comparación con otras proteínas animales. Tiene grasas insaturadas, lo que lo convierte en una opción saludable para reducir los problemas vasculares y para facilitar el mantenimiento de un peso saludable y desarrollar la masa muscular. Benefician la salud ocular. La vitamina D y los ácidos grasos omega-3 ayudan a prevenir la degeneración macular relacionada con la edad y la sequedad ocular. Además, estos ácidos grasos contribuyen al desarrollo y la salud de la retina, promoviendo una visión óptima a lo largo de la vida.

En décimo lugar, la producción pesquera genera ocupación de mano de obra intensiva; desarrolla los pueblos del litoral marítimo y fluvial; radica industrias en ámbitos desfavorables y, sus barcos ocupan el mar argentino. Razones más que suficientes para promover el consumo y, los gobiernos deberían entenderlo de una vez por todas, lo que ya decía el Gral. Manuel Belgrano “Un Estado sin pesca nada puede sobre la mar”.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena (Fundada el 21/10/2002), Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana, CESPEL (Fundada el 02/04/1989).

Autor de “Malvinas 1982-2022. Una gesta heroica y 40 años de entrega” (2021) y de “Pesca Ilegal y Recursos Pesqueros Migratorios Originarios de los Estados Ribereños de Latinoamérica y El Caribe” (2022).

 

AUSENTISMO ELECTORAL

Santiago González*

La reconstrucción de la democracia argentina, y la recreación de la confianza en ella, pasa por la regeneración de los partidos políticos.

 

En el sistema democrático, una consulta electoral es una pregunta que los ciudadanos se hacen a sí mismos para conocer de manera amplia, sistemática y ordenada su evaluación sobre la marcha de los asuntos comunes hasta el momento del comicio, y su opinión sobre el rumbo futuro que deberían tomar esos asuntos, con atención a un menú de opciones ofrecido por los partidos políticos que seguramente ha de incluir la continuidad de lo presente junto con diversas alternativas para cambiar el derrotero. En nuestro ordenamiento institucional, la respuesta a esa consulta es obligatoria, y sus resultados son vinculantes: quiere decir que el manejo de la cosa pública deberá emprender el camino decidido por los votantes.

La República Argentina adhirió formalmente a este arreglo republicano en la Constitución de 1853, comenzó a aplicarlo de manera más o menos sistemática a partir de la organización nacional de 1880 y lo perfeccionó con el sufragio universal de 1912, ampliado con la inclusión del voto femenino en 1952. Sobre esta base, la Argentina acostumbra describirse a sí misma como una nación democrática, pero el sistema republicano raras veces funcionó normalmente entre nosotros, y nunca lo hizo con la continuidad necesaria como para adquirir solidez. Primero lo sabotearon los golpes militares, después las proscripciones políticas y por último, ya desde los setenta pero acentuadamente desde los ochenta, la desintegración de los partidos. Ahora, casi como lógica consecuencia, aparece la deserción ciudadana.

En los 14 comicios provinciales celebrados este año, la suma de ausentismo, voto anulado y voto en blanco ronda en promedio el 40 por ciento, una proporción nunca vista en la historia electoral del país. El desglose de esa proporción resulta todavía más alarmante: los votos anulados y en blanco, que implican una disconformidad con la oferta pero no con el sistema ya que el votante se tomó la molestia de acercase a la urna, representan una cuarta parte. El resto, un 30 por ciento de los empadronados, prefirió quedarse en su casa: no discute la oferta, se desentiende del sistema. No encuentra allí un instrumento útil para resolver los problemas de su vida o perfilar el futuro de sus hijos. Peor aún, no se siente parte de un conjunto, la nación, cuya expresión visible y vital es la participación política, tarea de todos y cada uno.

Estos datos, que marcan una tendencia continua y creciente por lo menos desde la crisis del 2001, han despertado la preocupación de algunos observadores de la escena política, que en general la han resuelto con apelaciones escolares a la responsabilidad ciudadana. “El voto no es solamente un derecho, sino una obligación, y desentendernos de la cuestión cívica no nos exonera del compromiso ciudadano”, advierte un editorial del diario La Nación. Agrega que la abstención “nos sitúa en la categoría de meros espectadores de una realidad que no asumimos como propia.” Con un poco más de enjundia, la consultora Shila Vilker, también citada por el diario, atribuye al ausentismo un “nihilismo activo”, un “hacer destructivo” motorizado por la “bronca”: desconfianza y pérdida de fe en la política.

Incumplimiento de un deber, falta de compromiso, nihilismo, destrucción: estos observadores, y probablemente también otros, describen el fenómeno en términos de reproche e incluso de condena. Pero votar en blanco o no votar envía un mensaje político tan valioso como el voto positivo, y ese mensaje debería ser leído correctamente, sin rechazo ni subestimación. Para muchos ciudadanos no votar, votar en blanco o depositar alguna leyenda ofensiva en la urna puede ser un modo de expresar de la manera más clara posible, y en la única oportunidad en que se lo consulta, su fuerte disconformidad con el estado de las cosas, con las opciones que se le ofrecen para reencauzarlas, y con el sistema que hace posible y tolera todo lo anterior.

Además, ¿qué instrumentos le ofrece ese sistema al votante para que pueda ejercer responsablemente y a conciencia su derecho y su obligación? La primera herramienta de la ciudadanía es la información. Hoy casi toda la prensa es militante, vale decir que es parcial y sesgada y lo es de manera tan amplia y evidente como para que nadie confíe demasiado en lo que dice. Se la ha visto involucrada en operaciones para destruir o encumbrar a tal o cual personaje, y se la ha visto detener su cobertura cuando llega al límite de los negocios oscuros, a los que no suele ser ajena. Cruzado ese límite se ingresa a una región de entendimientos, complicidades y transacciones que el votante nunca ve en los medios pero cuya existencia intuye, porque de lo contrario las cosas nunca habrían podido ir tan mal, durante tanto tiempo, en diferentes contextos y bajo cualquier gobierno.

El ciudadano, con su ausencia, quiere decir mal y pronto que está harto de que le tomen el pelo. Ya se dio cuenta de que todo es un juego con suculentos premios del que él no participa y de cuyas alternativas se entera apenas a medias, aunque su presencia sea imprescindible para que el juego pueda desarrollarse. Su situación recuerda a la de esos policías que suelen verse apostados en los estadios de fútbol de espaldas al campo: tienen que estar ahí pero no pueden ver el partido. Los políticos y sus voceros reclaman la presencia del ciudadano en las urnas pura y exclusivamente porque sus votos son los que les dan legitimidad para llegar al poder del estado, del que se valen para engordar sus cuentas bancarias y las de sus amigos, o para imponer a los demás sus berrinches ideológicos, o para cobrar de agencias extranjeras por imponerlos, o para todo eso junto.

La reacción de los ciudadanos que deciden no prestarse al juego, y que preocupa a los observadores, se distribuye como ya dijimos en dos categorías que podríamos describir ahora con más precisión valiéndonos de esa oposición entre “apocalípticos” e “integrados” que Umberto Eco aportó al análisis sociocultural. Los “integrados” rechazan las opciones que les plantea el comicio, pero preservan el sistema, lo ratifican con su asistencia, con la emisión del voto. Los apocalípticos creen que nada de lo que hay puede mejorarse, y que es necesario hacer volar todo por el aire y empezar de nuevo. Entonces optan por no votar, o bien se inclinan por alguna opción disruptiva cuya llegada al poder produciría, eso creen, el mismo efecto dinamitero. Lo suyo, antes que un “hacer destructivo” como dice Vilker, se parece más a esa virtuosa “destrucción creativa” que suele atribuirse al sistema capitalista.

Sin embargo, las cosas son más complicadas y no se resuelven mediante un rechazo, más o menos violento. Al enumerar las amenazas y distorsiones que sufrió nuestro sistema democrático mencionamos al principio los golpes de estado, las proscripciones y el eclipse de los partidos. Las dos primeras se resolvieron, la tercera no, y en ella reside el meollo del problema. La reconstrucción de la democracia argentina, y la recreación de la confianza en ella, pasa por la regeneración de los partidos políticos. En una sociedad de masas no hay política sin partidos, no hay partidos sin participación popular, y no hay participación popular sin conciencia nacional. En la Argentina no hay partidos, no hay participación popular, no hay conciencia de pertenencia a un todo llamado nación, y en consecuencia hay deserción ciudadana en los comicios, porque la oferta se muestra ajena, distante y sospechosa como si la hiciera un proveedor de servicios.

Pero las siglas políticas no son empresas de servicios especializadas en administrar el Estado. Podrían serlo, pero en ese caso el contrato sería otro e incluiría garantías de cumplimiento y eficacia. Los partidos son, deberían ser, agrupaciones de ciudadanos, unidos por una misma convicción sobre cómo debe administrarse la nación y cuál debe ser su lugar en el mundo, y que persiguen el poder para llevar esas convicciones a la práctica. Y la participación no se limita, no debería limitarse, a mirar por televisión las trifulcas entre candidatos, ni a simpatizar con uno o con otro. La participación política consiste en informarse, estudiar, acudir todas las semanas al comité, la unidad básica o lo que sea, pagar la cuota, poner el cuerpo, y discutir, promover a los mejores y separar a los oportunistas, y todo lo que supone la vida partidaria. Se habla con razón de la distancia entre la política y los ciudadanos, pero se omite decir que el eslabón faltante entre unos y otros es justamente el partido.

Políticos y publicistas acostumbran criticar el asistencialismo diciendo que a la gente no hay que regalarle pescado sino enseñarle a pescar. Pero nunca dicen que a la gente no hay que ofrecerle servicios políticos sino enseñarle a participar en la vida política y facilitarle esa participación. Defienden lo primero porque aspiran a quedarse con más de la mitad de lo que el ciudadano pesque, y omiten lo segundo porque no quieren competencia en esa rapiña. El sistema no sólo no entrena para la vida política, sino que ha impuesto un sinnúmero de trabas, requisitos y regulaciones absurdos para la inscripción y el reconocimiento de nuevos partidos, como lo han comprobado a su costo José Luis Espert, Javier Milei, Juan Gómez Centurión, y otros que han pretendido últimamente promover alternativas diferentes.

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 30/06/2023 en Gaucho Malo, el sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/ausentismo-electoral/

AHORRO

Iris Speroni*

Reducir significativa y sostenidamente la deuda pública, tanto en pesos como en divisa, permitirá liberar recursos para otros usos.

 

Los habitantes de la República Argentina nos sentimos agobiados por el peso de la deuda nacional. La misma está emitida tanto en divisa como en pesos.

La deuda —externa o no— es una excusa servida en bandeja, para que los gobernantes tomen decisiones aparentemente arbitrarias. Le sirve a los tenedores de deuda, le sirve a los gobernantes para ceder ante sus pretensiones. Es una historia muy vieja, incluso anterior al nacimiento de la República.

La deuda también es un gran negocio. Cada vuelta de renegociaciones, canjes, emisiones, es una oportunidad para ofrecer y recibir sobornos por contratar comisiones de asesoramiento, estructuración, colocación, etc. También nada nuevo, desde Rivadavia a hoy. Existen innumerables casos presentados ante la Justicia, que siempre quedan en vía muerta.

El Ministerio de Economía de la Nación brinda informes periódicos y en algún momento, tiempo atrás, analicé la DEUDA PÚBLICA.

Entiendo que la Argentina, si quiere ser la octava potencia mundial y la líder del IMPERIO AUSTRAL, debe rescatar su deuda soberana en su totalidad y no endeudarse nunca más. Para lograrlo existen varias estrategias posibles, que escribiré en algún otro momento, o nunca, porque hay cosas que deben guardarse en el pecho.

Lo que sí debemos imperiosamente hacer es recuperar la capacidad de ahorro a nivel público y privado. En esta segunda categoría, hay que facilitar la construcción de estrategias de ahorro tanto para las empresas como para las personas.

Recuerden que tenemos sólo dos objetivos: la grandeza de la Nación y la felicidad del Pueblo.

Ahorro

Estrategias de ahorro del Estado

El Estado recauda en pesos en todos los casos. Propongo desdoblar la moneda de cobro de impuestos.

  • Que la recaudación aduanera sea en divisa. Que puede ser tanto en dólares como en la moneda de la transacción siempre y cuando esté limitada a una cartera posible. Propongo que las monedas admitidas sean:
    • Dólar,
    • Euro,
    • Real,
    • Yen,
    • Yuan,
    • Guaraní,
    • Peso Uruguayo,
    • Boliviano,
    • Rupia,
    • Rublo.

Se recaudarían en divisa tanto los aranceles aduaneros como los adelantos de impuestos asociados a la importación (IVA e Impuesto a las Ganancias). Ambos son proporcionales al valor del bien, por lo que son de fácil cálculo.

La recaudación total de la AFIP por todo concepto, incluida la Aduana, para el 2022, fue de 21.540.626.249.362,20 pesos.

Los ingresos aduaneros sumaron 2.456.761.931.898,75 pesos (línea 6 del cuadro). A esta cuenta habría que sumar el IVA aduanero y Ganancias aduaneras por 2.569.895.693.257,44 pesos, (líneas 1 y 2 del cuadro). Por lo cual, la recaudación en divisa pudo haber sido del 23% del total [1].

Fuentes: AFIP y Banco Nación.

De haberse aplicado mi propuesta de recaudación en divisa, el Estado Nacional hubiera recaudado 36.100.568.213,95 U$D en divisa en 2022. Sí, treinta y seis mil millones de dólares. Imaginen si el gobierno hubiera podido cancelar o no vencimientos de deuda externa. En dos años nos sacamos de encima al FMI.

    • En el 2022, la Argentina exportó 2.959 millones de dólares en oro y plata. Esta industria paga derechos de exportación, más otros impuestos (pocos, debido al código aduanero). Propongo cobrar en especie los impuestos existentes, esto es, en oro y plata. Si la totalidad de los impuestos por cualquier razón fueran del 10%, estamos frente a oro y plata equivalente a 296 millones de dólares.
      El resto de la recaudación continuaría en pesos, como actualmente.

Destino propuesto de la recaudación aduanera e impositiva

    1. La recaudación aduanera en divisa tendrá por únicos destinos:
      1. Repago de deuda externa nominada en divisa,
      2. Compra de armamento para las FFAA. Ahí tendremos el submarino que solicita César Shaffer.

2. La recaudación en oro y plata proveniente de la minería tendrá por único destino acumular reservas en metales preciosos y se prohíbe cualquier otro uso, por ejemplo, el pago de deuda.

3. La recaudación en pesos se destinará a los gastos corrientes e inversiones en cabeza del Estado.

A esto se le suma mi propuesta de cancelación inmediata de las LELIQs, una verdadera vaca en brazos que sostenemos todos.

Reducir significativa y sostenidamente la deuda pública, tanto en pesos como en divisa, permitirá liberar recursos para otros usos (inversión pública) y básicamente, ser libres de la injerencia externa.

Compraremos libertad.

Debemos desconfiar de quien propone endeudarnos con el FMI o el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo. Habitualmente, como vendedor ambulante de tren, el político de turno querrá contarnos las bondades de contraer ese crédito (hacer un hospital, desarrollar un barrio, extender cloacas). Es una trampa. Son instituciones intrínsecamente corruptas y sólo pretenden controlar las decisiones soberanas del país. Si queremos algo, ahorremos y lo construimos. Si necesitamos más plata, exportemos más.

Ahorro de las familias y empresas

Familias

Será obligatorio el uso del peso para el Estado, el que deberá saldar sus obligaciones y cobrar los impuestos domésticos —no aduaneros ni mineros— en pesos. Con ese dinero se pagarán proveedores, sueldos, jubilaciones, beneficios sociales e intereses de la deuda nominada en pesos.

En cambio, los particulares deben tener total libertad para comprar y vender cualquier divisa de su gusto y hacer contratos en la misma (lo que es permitido por el Código Civil). Los bancos aceptarán abrir cajas de ahorro (no cuentas corrientes) en las monedas listadas en un principio. No se podrán emitir cheques en divisa (para no generar argendólares) y los bancos podrán prestar dinero en divisa únicamente si es capital propio o para operaciones de comercio exterior (adelanto de exportaciones).

Esto permitirá que los trabajadores, y cualquier otro particular, ahorre ya sea en divisa, ya sea en metálico (oro o plata).

Adicionalmente, habrá un ahorro compulsivo, que podrá quedar bajo la administración de la ANSES, nominado en divisa o en metálico (oro o plata), correspondiente al PAGO ANTICIPADO DE LA INDEMNIZACIÓN.

Actualmente la UIA ha presentado una propuesta de indemnización con la que no estoy de acuerdo, porque creo que cercena derechos adquiridos. Tengo una propuesta que creo es mejor para los trabajadores y para las PyMes.

Reconozco que la ley actual presenta varios defectos: deja desprotegido al trabajador en caso de quiebra; aún si el empleador es solvente, los juicios llevan tiempo y en ese período el trabajador se encuentra desamparado; y en el caso de las PyMes, la resolución judicial es impredecible, lo que puede afectar la continuidad de la empresa. 

Así que con el fin de dar previsibilidad a las familias y a las empresas, propongo que los montos indemnizatorios actuales se mantengan (preaviso, un mes por cada año de antigüedad, vacaciones y aguinaldo), pero con las siguientes modificaciones: se pagará en todos los casos y no solamente por despidos sin causa, esto es: despido con causa, sin causa, jubilación, renuncia, accidente, muerte y cualquier otra. Será por el total. Con el fin de garantizar la disponibilidad de la indemnización, el empleador entregará al ANSES el 8,33% del salario todos los meses (un mes por cada año de antigüedad), lo que será contabilizado en una cuenta del trabajador como un ahorro. 

El trabajador instruirá al ANSES si con ese dinero quiere comprar oro, plata, divisa y cuál o una cartera de las opciones anteriores, lo que quedará depositado en una cuenta de inversión a su nombre. Tendrá ese dinero disponible al momento de la desvinculación. 

Al momento del efectivo despido/renuncia/jubilación, el empleador se limitará a pagar preaviso, aguinaldo y vacaciones.

Esta propuesta es en realidad el pago anticipado de la indemnización por desvinculación, con el ANSES como depositario hasta el efectivo momento.

En contrapartida el ANSES comprará divisas, oro o plata según la demanda de los trabajadores. En el caso del metálico podrá acumularse en las bóvedas del Banco Nación y auditarse (por trabajadores sorteados al azar) en forma diaria. 

Eso será ahorro en moneda dura, pero también ahorro acumulado, en particular en metálico, en territorio nacional.

Para tener una idea de montos, la masa salarial aportante al ANSES fue de 1.376.515.368.812,81 pesos en noviembre de 2022. De esos montos 1.027.820.288.528,23 pesos corresponden al sector privado. El 8,33% de esa cifra es 85.617.430.034 pesos cuyo equivalente los trabajadores en conjunto podrían ahorrar en divisa, oro o plata. O dicho de otra manera, el conjunto de trabajadores argentinos formales podrían ahorrar en oro el equivalente a 171 MM U$D mensuales = U$D 2.226 millones anuales, equivalente a nuestra producción anual de oro y plata. O dicho de otra forma, los trabajadores podrían comprar todo el oro y plata que se produce en el país, sin que salga ni un gramo. Y sin que las mineras pierdan dinero, ya que lo venderían a precio internacional.

Esta propuesta también es conveniente para los empresarios, porque si bien deberán erogar los costos de indemnización antes de que la desvinculación se produzca, tendrán dos ventajas: a) el monto es previsible, b) es deducible de impuestos.

Empresas

El Estado habilitará el peso oro o el peso fuerte (plata), ambas monedas vigentes, la primera por una ley de 1881 y la segunda en la Constitución, como unidad de cuenta y serán fijados los parámetros (por ejemplo los mínimos no imponibles impositivos) en dicha unidad monetaria. Los balances de las empresas podrán presentarse a la AFIP en alguna de dichas monedas y sobre dichos valores se determinarán los impuestos a pagar.

Las empresas podrán guardar sus excedentes en divisa, oro o plata a su gusto. Podrán cancelar obligaciones en divisa mediante transferencias bancarias. No podrán emitir cheques en divisa.

Asimismo se eliminarán los adelantos impositivos (excepto los aduaneros). Esto dará mayor capital de trabajo a las empresas, lo que les permitirá compra de suministros, cancelación de deudas o ahorro dinerario.

Conclusiones

Argentina, para volver a ser soberana, y empezar nuestro camino hacia el IMPERIO AUSTRAL, deberá sacarse de encima la deuda externa y acumular, tanto en manos de sus habitantes, como de las empresas y de los estados, ingentes cantidades de metálico.

Las familias propietarias son familias que defienden el sistema de propiedad. El ahorro en manos de las personas es un reaseguro para los tiempos difíciles. En realidad lo es para todos, empresas y estados incluidos.

Hasta tanto no se estabilice el valor del peso, el Estado deberá usar una unidad de cuenta, que puede ser tanto el peso oro como el peso fuerte.

Recomiendo la lectura de este fallo (gracias, Fabeluke).

Las soluciones están a disposición de los gobernantes, sin grandes modificaciones de las leyes actuales.

Nuestro objetivo debe ser:

    • Reventar el BCRA de reservas de oro, plata y divisas.
    • Tener cero deuda soberana.
    • Tener estabilidad monetaria que nos permita prosperar y levantar el salario real de la población.
    • Estimular las exportaciones.
    • Tener divisas suficientes para pertrechar a nuestras FFAA, porque lo que se viene, no va a ser fácil.
    • Ser felices.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

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Nota

[1] En anteriores oportunidades propuse eliminar los derechos de exportación, al sólo efecto de imitar a Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, y fomentar las exportaciones. En ese caso, únicamente tendríamos una tasa de estadística sobre todo comercio, más los aranceles de importación y los adelantos impositivos motivados por importaciones.

Si se aplicara eliminar los derechos de exportación y dejar sólo una tasa aduanera de 1% sobre las mismas, la recaudación podría haber sido alrededor de los U$D 25 mil millones, con los volúmenes de exportación actuales. Si liberáramos el tipo de cambio y elimináramos las DEX podemos esperar un crecimiento sustancial de las exportaciones hasta llegar en poco tiempo a U$D 300 mil millones actuales.

 

Artículo publicado el 01/07/2023 en Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2023/07/ahorro.html