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LA METAMORFOSIS EN LA CAUSA MALVINAS Y EL PROTOTIPO KOHEN

César Augusto Lerena*

Por los frutos se conoce el árbol (San Mateo 7,16 y San Lucas 6,44); pero, claro, decía Maquiavelo: «juzgo imposible describir las cosas contemporáneas sin ofender a muchos».

Cuando los ingleses invadieron Buenos Aires el 27 de junio de 1806 la Plaza se rindió sin resistencia al general Beresford. Los porteños ven marchar triunfantes a rubicundos ingleses, que ocuparon la ciudad sin perder un solo hombre, como una parada militar, sonando clarinetes, gaitas y tambores mientras el pueblo y las autoridades se escondían en las casas y miraban por detrás de los visillos. En general, no había alegría por la caída del reino español, aunque muchos vecinos se entusiasmaron con la libertad de comercio prometido. Los oficiales ingleses alternan con las principales familias porteñas y se alojan en sus casas, donde realizan fiestas para homenajear a los invasores. Es frecuente ver a las Sarratea, las Marcó del Pont y, las Escalada, paseando por la alameda del brazo de los ingleses. Un gesto que hoy realizan unos políticos encantados con tanta genuflexión. Algunos porteños inician la rebelión, entre ellos Martín de Álzaga ―que sería ahorcado en 1812― y Juan Martín de Pueyrredón, junto a los catalanes Felipe de Sentenach y Gerardo Esteve y Llach, que toman contacto con dos compueblanos de Montevideo, Miguel Vilardebó y Cristóbal Salvañach. “catalán, catalán, no pasarán”; consigna que es el eje en ambos márgenes del Río de la Plata.

El Cabildo de Montevideo, gobernado por Ruiz Huidobro y los principales, acuerdan ir por la reconquista de Buenos Aires y lo único que se habla en las tertulias y pulperías es de echar a los ingleses de Buenos Aires y ello ocurre, efectivamente, el 12 de agosto de 1806 cuando se recupera la ciudad. Pero, nada está claro. El capitán de caballería don Saturnino Rodríguez Peña, mantiene una relación estrecha con los prisioneros ingleses Beresford y Pack, con quienes tiene largas conversaciones y, convence a Liniers ―de quién era edecán y confidente― de facilitarles su huida ―acompañados del oro― para no ganarse mayores enojos de los británicos y para ello les facilita su traslado a la Banda Oriental y, desde allí, hasta Londres. Esto no solo los eximió de la horca a estos indignos al regresar a la Gran Bretaña, sino que los recibieron victoriosos.

Doscientos años después, “los Saturnino” siguen influyendo en la Argentina y asesoran a todos los gobiernos de turno; da igual si son menemistas, macristas, kirchneristas o mileístas, a los que se han agregado también, los embajadores de la Pérfida Albión que, contrario a la creencia generalizada de que los echamos en 1806 siguen expoliando nuestros recursos naturales e influyendo sobre los poderes públicos y privados.

Saturnino ya tenía relaciones con los ingleses desde comienzos del siglo XIX. En 1804 pertenecía a la logia masónica Southern Cross y, al producirse la invasión inglesa, se consideraba «muy inglés en sus ideas»; concepto que comparten algunos gobernantes, legisladores e intelectuales de hoy ―entre ellos el presidente Milei que ha manifestado su admiración por la criminal de guerra Margaret Thatcher― y consideraba que por razones políticas y económicas “debía solicitarse el apoyo de Inglaterra para la emancipación”; cuestión que sigue vigente en estos días de la Argentina colonizada, donde incluso el gobierno traslada oro a Londres.

A comienzos de 1809, Liniers solicitó la captura y extradición, pero Rodriguez Peña se refugió en una nave inglesa hacia Río de Janeiro donde dependió del apoyo inglés y portugués, recibiendo aportes económicos de John Whitelocke y del Lord Strangford, y la embajada inglesa costeo sus viajes. No hay duda, la injerencia inglesa era y es atractiva y Saturnino un calificado “patriota” pro-británico.

Con sus matices, en la Argentina de estos tiempos, hay especímenes diversos que van, desde sostener “que las Malvinas son británicas” (Antón; de Ipola; Filippelli; Gargarella; Iglesias; Kovadloff; Lanata; Noriega; Novaro; Onaindia; Palermo; Sábato; Sabsay; Sarlo; Sebreli; Luis Romero; Sabrina Ajmechet y, Marcelo Kohen, este último en forma retardada ya que prometió a los isleños «un plebiscito sobre la soberanía»), pasando por “promover una zona de conservación conjunta de los recursos pesqueros argentinos en Malvinas, el establecimiento de las líneas de base facilitando la demarcación inglesa de las islas y los Acuerdos de Madrid” (los ex Cancilleres Domingo Cavallo; Guido Di Tella y Susana Ruiz Cerutti, etc.); sostener que “no son un tema central en la relación con los ingleses; hay que cooperar con ellos y reeditar el Pacto de Foradori-Duncan” (los Cancilleres Mondino; Ruiz Cerutti; Faurie y el ex Vicecanciller Foradori, entre otros); que “se tendría que haber cambiado las islas por vacunas contra el COVID” (la Candidata a Presidente y Ministra de Seguridad Patricia Bullrich); los que “creen que queda bien ser probritánico y actúan como tales” (“María Belén” Bertie Benegas Lynch y varios más); los capaces de ser autores de una ley y luego votar u oponerse a ellas (el radical Mariano Campero, entre otros); los que sostienen “que las Malvinas serían un fuerte déficit adicional para la Argentina” (el ex Presidente Mauricio Macri); los que “se suben al carro de los peronistas pero mantienen el statu quo de Malvinas” (el secretario de Malvinas Guillermo Carmona del fallido gobierno de Alberto Fernández, etc.) y, en términos generales, para todos los mencionados y otros que por razones administrativas omito, que entienden que “la cuestión Malvinas es poco importante en relación al mantenimiento de excelentes vínculos económicos y amistosos lazos históricos” que nos unen a los usurpadores británicos, omitiendo que ocupan en forma prepotente 1.639.900 Km2 de territorios continentales, insulares y marítimos argentinos (cinco veces más extenso que el Reino Unido); nos disputan más de 2,4 millones de km2 de la plataforma continental y la Antártida y extrajeron ilegalmente desde 1976 a través de buques extranjeros 12 millones de toneladas de recursos pesqueros argentinos por un valor FOB del orden de los 48.000 millones de dólares y han iniciado la explotación de recursos hidrocarburíferos cuyas estimaciones son billonarias; por lo cual y por razones geopolíticas tienen la más importante base militar del Atlántico Suroccidental, pese a la Res. ONU 41/11 (ZPCAS).

Destacamos que la colonización de Argentina no es solo una tarea de británicos, es fundamentalmente una laboriosa obra de unos cuantos argentinos débiles de nacionalidad y flojos de carácter que ocuparon y ocupan importantes espacios del poder doméstico.

Están los que se transfiguran; los hábiles para mutar y “borocotizarse”; los trapecistas circenses, donde es posible disfrazarse de payaso y acto seguido domar “con valentía” a viejos leones sin dientes para sobrevivir a los cambios, porque el público como el gobierno se renueva; los que son capaces de una metamorfosis jurídica porque esta ciencia los habilita alternativamente a representar a todas las partes; los que cooperan voluntariamente a la espera de ser compensados; los camaleónicos; los personajes de reparto que se destacan por la incapacidad de los destinatarios de sus servicios; los que se ofertan independientes y refieren que “no soy de acá ni soy de allá”, aun cuando estén en juego los inalienables intereses de la Nación. También los que previamente consultaban sus iniciativas al “simpático embajador británico del club del whisky” Mark Kent, que cansado de intercambiar tuits con miles de cholulos argentinos, supo ganarse ―al igual que con algunas señoritas de Buenos Aires de 1806― sus corazones; lo mismo la embajadora “la promotora turística” Kirsty Hayes que nos invita a “conocer nuestros vecinos” los usurpadores; los que “dicen que con la misma gente se revitalizará el peronismo y se malvinizará”. Don Saturnino, al lado de estos fue un patriota y murió en el exilio perseguido.

A todos estos colonizados, mascarones de proa, transformistas, transversalistas, metamorfistas, mutantes, seductores vendedores de víboras o con osos de Winnie Pooh. relacionadores carnales, cooperadores unilaterales, declamadores seriales, conservadores conjuntos de recursos naturales argentinos, trolls, etc., podemos responderles con suficientes fundamentos políticos, económicos, legales, geográficos, históricos, biológicos y éticos. Y estamos dispuestos a un acalorado debate de ideas si hubiese interés.

Podríamos referirnos a un centenar de “personajes” que califican en este grupo en mayor o menor medida; pero, nos referiremos a un prototipo, a quien mencionamos en 13 artículos (ver www.cesarlerena.com.ar) por sus opiniones inconsistentes, mudables, erróneas. Quien mejor expresa aquello atribuido a Groucho Marx: “estos son mis principios y si no te gustan, tengo otros” en la “Cuestión Malvinas”.

El prototipo que analizamos por reunir gran parte de “las virtudes” citadas precedentemente es el abogado-docente Marcelo Gustavo Kohen (aunque no debiéramos olvidar aquello de “la culpa no es del chancho…); un profesor de un oscuro Instituto de la Universidad de Ginebra, cuyo Ranking Mundial de Universidades ocupa el puesto 1913 y en materia de Excelencia la 2940, es decir, muy por debajo de la Universidad de Buenos Aires que Milei detesta que ocupa la posición 502 y en Ranking QS Global que evalúa la reputación académica, salida laboral y desarrollo científico logró el puesto 71º.

Ha prestado diversos y contradictorios “aportes” y cuenta con el apoyo de distintos “operadores” en los gobiernos desde Cristina F. de Kirchner a Javier Milei inclusive (los que cambian son los gobiernos) e incluso, fue propuesto fallidamente por el igualmente fallido gobierno de Alberto Fernández ante la Corte Internacional de Justicia. Recientemente ha escrito dos artículos en colaboración con su amanuense Facundo Rodríguez, el pasado 5 de julio “Malvinas: falacias del Reino Unido” y el 6 de octubre “El Archipiélago de Chagos y Malvinas. Un ejemplo”. En el primero refiere a “El relato de una realidad paralela para justificar los últimos vestigios coloniales es la política que el Reino Unido elige para Malvinas… En declaración del ministro Rutley ante la OEA… (este) mencionó la presencia de observadoreselegidos por el Reino Unido…”. Sin embargo, fue el propio Kohen quien en 2018 promovió un referéndum en favor de los isleños. Incluso en este artículo refiere a que “El referéndum no contó con la organización, fiscalización ni el aval de la ONU”; como si en el caso de que se hubiese contado con observadores de la ONU en el plebiscito de unos dos mil isleños británicos, hubiese modificado en algo los derechos soberanos argentinos sobre los archipiélagos que cuentan con el aval de 45 millones de argentinos, plasmados en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional.

Kohen va preparando el campo a su segunda nota y refiere que «no hubo “libre determinación” cuando (el Reino Unido) expulsó a dos mil mauricianos de Chagos, ni hubo “referéndum de libre determinación” cuando Thatcher devolvió Hong-Kong a China, su legítimo titular» y amplia «si algún gobierno argentino está dispuesto a utilizar todas las herramientas que el Derecho Internacional, más temprano que tarde, se demostrará que el Reino Unido deberá cumplir con sus obligaciones internacionales». Posición que se contradice con otras opiniones previas que viene recomendando a todos los gobiernos. Para finalmente indicar que, «en Malvinas, la víctima del accionar colonial británico, es el pueblo argentino, privado de determinar libremente una parte de su territorio» y «expulsar a las autoridades (argentinas) y parte de su población, para luego poblarlo con colonos traídos desde la metrópoli y controlar la política migratoria», cuestión esta última, que el propio Kohen ―como veremos― les promovía a los isleños en 2018.

En el segundo artículo, Kohen refiere que el 3 de octubre el Reino Unido y la República de Mauricio emitieron un comunicado conjunto donde aquel reconoce la soberanía de Mauricio sobre el archipiélago de Chagos, por lo cual este docente pretende comparar esa controversia con la Argentina, a pesar de observar diferencias entre ambos en la cuestión relativa a la negociación de soberanía, donde Mauricio «fue a la Asamblea General de la ONU en el 2017 y logró que ésta solicite ―contra la voluntad del Reino Unido y de Estados Unidos― una opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia y ésta señaló que el Reino Unido debía poner fin a su presencia colonial ilegal en el archipiélago, a partir de lo cual la Asamblea General solicitó la restitución del territorio», razón por la que el Reino Unido aceptó una suerte de “soberanía mauriciana colonial”, ya que este Reino seguirá teniendo derechos en la isla Diego García durante un período de 99 años para garantizar el funcionamiento de las bases militares norteamericanas y británicas en las islas. Reconoce Kohen que “No existen situaciones idénticas, pese a similitudes entre los dos casos, tales como tratarse de una ocupación prepotente e implante de británicos en las islas; manipulación demográfica y, ruptura de la integridad territorial de ambos países”.

Aunque nosotros entendemos que hay diferencias sustanciales; entre ellas, que el Reino Unido en Chagos limitó su accionar a alquilar y poner bases militares; es decir, no tuvo ningún afecto poblacional isleño-británico significativo y contrario a Mauricio, la Argentina aceptó dejar bajo un “paraguas la soberanía” y sin vencimiento alguno sus derechos territoriales, las imposiciones de los Acuerdos de Madrid e intentó de todas las formas posibles, un diálogo sobre la disputa con el Reino Unido, cuando debió reclamar “el ejercicio pleno de la soberanía” en Malvinas, Georgias, Sándwich del Sur y sus mares correspondientes y admitió la explotación de todos los recursos naturales argentinos en Malvinas, pese a la Res. 31/49 de la ONU que promovió en 1975 nuestro gobierno, sin que los gobiernos posteriores rechazasen esta apropiación ilegal; aceptando incluso investigaciones pesqueras conjuntas y sin sancionar a las empresas extranjeras que extraen ilegalmente los recursos pesqueros, pese a existir suficiente legislación (leyes 24.922; 26.386; 27.564, etc.) para penalizar esas prácticas y, el absurdo, que el gobierno argentino no haya intimado a España ―quien reconoce los derechos argentinos― a cesar con la pesca ilegal de sus buques gallegos-británicos en Malvinas.

Refiere en este artículo Kohen que «desde 1983 las distintas estrategias argentinas para reiniciar negociaciones sobre soberanía se han encontrado siempre con el mismo resultado: la negativa del Reino Unido. No sorprende. Lo que si puede sorprender es seguir intentando las mismas recetas creyendo que se pueden obtener resultados diferentes y abstenerse de buscar nuevos caminos disponibles»; resultando igualmente sorprendente su opinión, porque en su condición de miembro del Consejo Nacional de Malvinas, cargo que aún conserva, se ha limitado a promover “la cooperación unilateral” con los isleños, aceptando el Pacto de Foradori-Duncan y ahora el “Mondino-Lammy”; pactos que no hacen otra cosa que “eliminar todo obstáculo que dificulte el desarrollo de las islas” a cambio de absolutamente nada en favor de la Argentina; pese, a entender Kohen que “no deben llevarse estrategias meramente declamatorias o de concesiones gratuitas”, pero acompaña los citados Pactos que ―entre otras cosas― abre a las islas al más importante mercado de Latinoamérica y de acceso al mundo, como es el Estado de San Pablo de Brasil. Insólitamente limita las estrategias negativas al período democrático, ponderando (Perfil, 29/06/21) los acuerdos de “colaboración unilateral” al Reino Unido por parte del gobierno de facto de la llamada “Revolución Argentina” de 1971 y jamás rechazó los referidos Pactos, pese a afirmar que “la historia muestra que el Reino Unido jamás ha cambiado su posición por el mero paso del tiempo o por una buena relación con la contraparte”.

Rápidamente se contradice otra vez Marcelo Gustavo cuando afirma que es necesaria «una política internacional equilibrada y conforme a las tradicionales posiciones asumidas por gobiernos de los más variados tintes políticos», en los que este abogado habría dado su opinión sin el menor éxito; inclusive a funcionarios de Cancillería que participaron durante el Proceso Militar; por lo que habría que dudar sobre su posición de copiar el camino recorrido de la República de Mauricio; más aún, cuando sus opiniones son verdaderamente cambiantes, propias de comportamientos tránsfugas.

La mirada de “intramuros” de Kohen se limita a esbozos jurídicos que ignoran toda estrategia política nacional e internacional. Tal vez no realiza un diseño preciso ―FODA incluido― para que los convoquen; pero en ningún momento evalúa la posición argentina en el mundo, la alineación al eje Estados Unidos-Israel del gobierno de la “Libertad Avanza” (en espejo al engañado Galtieri que estimaba que a la hora de recuperar Malvinas contaría con el apoyo del primero); la falta de incorporación al BRICS y la calificación de comunistas y corruptos por parte del presidente Milei a la mayoría de los bloques de apoyos que ha contado la Argentina en la ONU; la ausencia de acuerdos con la Unión Europa a partir del Brexit y la mendigante aspiración de ingresar a la OTAN mientras uno de sus miembros ocupa Malvinas; la baja intensidad de los reclamos argentinos en los foros internacionales y la tensión que vive el gobierno con los vecinos de la región, como Brasil, Chile y Uruguay que facilitan las operaciones y transportes con Malvinas; el retiro de la embajadora española de Buenos Aires; los agravios del presidente argentino a su par colombiano; el mantenimiento de paupérrimos presupuestos de defensa destinados al control del Atlántico Sur y su administración; la eliminación de las Malvinas en un plano exhibido en la reunión con diplomáticos extranjeros, etc.

No plantea una estrategia concreta más que rogar de rodillas a la Asamblea donde la Argentina ha perdido su liderazgo. Un camino al suicidio, del mismo modo que cuando se descartó su postulación a la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Un infanticidio que ni siquiera tiene la probabilidad del “cara y seca” para elegir el arco en un partido de futbol y sin decir cómo va a conseguir los votos ante semejante salto al vacío. Las ambiciones personales desmedidas de un tecnócrata pueden llevarlo al “riel muerto”; pero la Argentina no puede aceptar un rechazo de la CIJ del que no se vuelve.

Al respecto el diplomático Guillermo Rossi, quien fuera Director de Malvinas, refiere que «hace aproximadamente cien años el Reino Unido adhirió al Estatuto de la Corte Internacional de Justicia con reservas sobre el artículo 36º, donde no aceptaba la jurisdicción de la CIJ para el caso Malvinas». Por otra parte, continua: «solicitar una opinión consultiva a la CIJ tiene como resultado el reconocimiento implícito de soberanía al Reino Unido» y amplía: «suponiendo que consiguiéramos los 192 votos (con la política de Milei es muy probable que los en favor de Argentina disminuyan), se perderá totalmente el control y… el peso cultural y doctrinario que tienen los británicos y sus aliados sobre los jueces es algo que la Argentina no puede controlar (y) los jueces no necesariamente se ceñirán a la consulta que formule Argentina… el País ya tiene todo dicho en la Res. 2065, ¿qué va decir la CIJ que no sepamos?» «Hay que estar atento a la venta de buzones a los políticos».

En nuestra falible opinión Kohen no tiene los atributos suficientes, sus cuatro años en el gobierno pasado (y sigue) como miembro del Consejo Nacional de Malvinas han sido intrascendentes y como docente carece de los conocimientos políticos necesarios y no tiene por qué tenerlos, ya que nunca ocupó una función política relevante. Una cosa es ser un libre pensador frente a educandos y otra un negociador de semejante decisión irrenunciable. La discusión jurídica en una negociación no es central sino respaldatoria, salvo que la cuestión se pretenda encaminarla hacia los tribunales y, es sabido, que litigar en éstos no es garantía de un buen acuerdo. Tampoco es cuestión de presentar “propuestas” sino formularlas de la forma y en el tiempo adecuado, que puedan ser ajustadas sin perder el objetivo buscado y aprovechar la sinergia de la contraparte. La restitución de Malvinas será un hecho político, no jurídico, aunque esta herramienta sirva para dar sustento a la política. Parafraseando a Bill Clinton (1992): «It’s politics, stupid».

Entendemos que Kohen, en lo personal demuestra ser excesivamente ambicioso; pero a la luz de los hechos, lo grave son sus propuestas que resultan inconsistentes, erráticas y poco confiables. Veamos, algunos ejemplos:

1) En primer lugar resulta notable que Kohen siendo miembro del Consejo Nacional de Malvinas difunda por medios públicos y en conferencias públicas las estrategias que debería llevar adelante la Argentina, contrario a lo que manifestaba en el año 2000 un conocido y controvertido Subsecretario de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE): “cuando se le preguntó sobre el destino de la documentación que produce la Secretaría, éste respondió: Como es secreta, se destruye” (Braslavsky, G, Clarín, 16/04/2002). Los británicos sentados en primera fila en las amables recomendaciones de Kohen.

2) El 22/03/2018 (Infobae) Kohen viola temerariamente la Disposición Transitoria Primera de la C.N. al proponer a los isleños de Malvinas ―entre otras cosas― mantener el régimen migratorio, donde los argentinos seguirían sin poder radicarse ni invertir en Malvinas y, proponer a los isleños «organizar un referéndum para decidir si se mantiene la situación acordada o si los isleños pueden asumir una soberanía plena». Ello pese a que el propio Kohen en una entrevista en la TV Pública entiende que “la fórmula más negativa es la libre determinación” y facilitarles un referéndum no es otra cosa que concederles la libre determinación a estos isleños británicos. Este plan, luego lo ratifica el 20 de marzo de 2018 ante una calificada audiencia del Consejo Argentino de Relaciones Exteriores (CARI), donde quien además pretende ponerse la peluca de juez de la Corte Internacional de Justicia manifiesta: «La carencia argentina de una propuesta concreta hace que el vacío se llene con las ideas más recalcitrantes»; aunque su idea precedente podría ser calificada de traición a la patria, ya que esta concesión de la autodeterminación a los isleños no podría tener otro resultado que la continuidad de la relación de éstos con la Corona Británica o su independencia e incorporación a la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealth). No asombra la oportunidad de Kohen para presentar la propuesta durante el mismo gobierno que concretó el Pacto de Foradori-Duncan donde se acordó «adoptar las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo pesca, navegación e hidrocarburos…», que entre otras cosas aspiraba a la derogación de la citada DTP de la Constitución y no se haya pronunciado sobre el Pacto Mondino-Lammy.

Dice Kohen que su propuesta es «romper el punto muerto, salir de la inercia de invitar todos los años a dialogar al Reino Unido, para que ellos nos digan que aceptarán lo que digan los isleños» (sic); pero la que propicia es la propuesta británica, solo que posterga la autodeterminación de los isleños 30 años, favoreciendo mientras tanto, con el aporte argentino su desarrollo.  

3) Su propuesta de escindir a Tierra del Fuego que propone en la misma ocasión para crear una nueva provincia para los isleños, contraria a lo prescripto en los art. 6º y 13º de la Constitución Nacional y los art. 1º, 2º, 81º y 87º de la Constitución Provincial, su Disposición Transitoria Décima Segunda y el art. 14º de la Ley 23.775 sin consultar la voluntad de los fueguinos, ignora la autonomía provincial, es al menos ilegal, antidemocrática, rompe con el principio de integridad territorial y nada refiere a los derechos argentinos sobre las aguas y la Antártida Argentina. Propuesta que no es novedosa ya que en 2017 en la Legislatura de Tierra del Fuego se «procedió a rechazar categóricamente el proyecto Prov. de Malvinas, Provincia 24» propuesto por periodistas de la UNLP.

En este sentido, la propia Res. 1514 de la O.N.U. en su inc. 6º estableció el marco para las disputas de soberanía: «Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas», y puede entenderse que lo aplicable con relación a terceros países es también aplicable en la integridad interna.

4) Kohen apoya la idea de que las autoridades de la nueva provincia sean quienes autoricen o no a residir en las islas y manifiesta que “es una manera de preservar el modo de vida de sus habitantes”; pero ello no puede impedir el derecho de los argentinos a transitar, radicarse, invertir, etc., en Malvinas; de otro modo, se trataría de una soberanía quimérica. Respecto a la cultura, Malvinas está en la cultura de los argentinos. Los británicos han ocupado nuestro territorio, pero no han sacado a Malvinas de nuestra cultura.

5) En el CARI Kohen promovió las Organizaciones Regionales de Ordenamiento Pesquero (OROP) que facilitarían al Reino Unido profundizar la apropiación de los recursos argentinos; además, propició «coparticipar con los isleños los recursos de la Z.E.E. de Malvinas», ambas medidas consolidarían la ocupación británica en Malvinas, en abierta colisión con el resto de las provincias del litoral marítimo. ¿Qué clase de soberanía propicia Kohen? No refiere a las islas Georgias ni Sándwich del Sur que tienen una administración independiente ni a la proyección Antártida; les da los recursos pesqueros e hidrocarburíferos ¿Qué referéndum podría favorecer a la Argentina en estas condiciones? El eslogan de Kohan de «soberanía argentina, autonomía isleña» es solo un sofisma.

6) Indicó también que “se podría pensar en una forma similar a la resolución de la disputa entre Nueva Caledonia y Francia” que resultó desfavorable a los franceses; pero ahora cede semejante decisión a terceros.

7) En su exposición en el CARI, Kohen afirma «la Argentina (se atribuye una facultad que no tiene) no descarta de antemano ir a la Corte Internacional de Justicia (CIJ)»; sin embargo, este abogado, al hacer esta afirmación, ya había fijado siete años antes su posición negativa a concurrir a la CIJ en el reportaje dado a Telma Luzzani (Visión 7 de la TV Pública, 01/12/2011): «…para que un Tribunal Internacional trate la cuestión hace falta el consentimiento del Estado (…). En el caso Malvinas el Reino Unido hizo una Declaración aceptando la competencia de la CIJ, pero está hecha de manera tal que es imposible llevar el caso por vía contenciosa. Es decir, que si algún día la Argentina decide llevar el caso Malvinas a la CIJ el Reino Unido tendría argumentos como para oponerse». ¿Cuáles, serían, pregunta Telma? «el hecho que al aceptar la competencia de la CIJ excluyó toda controversia anterior a 1974. Sabemos que la controversia por Malvinas tiene mucho más de un siglo y medio…». Ahora Kohen hace propuestas frágiles y cambiantes, por cuanto a la periodista Natasha (Clarín) le había manifestado el 19/12/2021: “he aconsejado a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner de llevar a los británicos hasta la CIJ, lo que después he desaconsejado por su propia experiencia”. Deberíamos recordarle a Kohen que de lo que se trata es de resolver la soberanía plena de Malvinas, no qué traje deberían ponerse los presidentes en una fiesta de gala en el Colón. Para esto hubiera bastado con el asesoramiento del ex Canciller Jorge Faurie.

Hay personas que se creen predestinadas y suelen poner sus cuestiones personales por encima de las nacionales. Marcelo Kohen dejó en claro a la hora de autopostularse y ser postulado por el gobierno de Fernández a juez de la Corte Internacional de Justicia que era uno de ellos. Al elegir el perfil de los candidatos argentinos a la Corte, es muy interesante destacar que, mientras José María Ruda tenía una clara posición de representante de los intereses políticos nacionales y los traducía en claras y comprometidas acciones jurídicas y diplomáticas, la posición de Kohen parece ser la de un técnico al servicio de la técnica. Las declaraciones de Kohen, son reveladoras respecto a su compromiso con el Estado Argentino. Al preguntarle la periodista de Perfil: ¿Cómo surgió su candidatura?, contestó: «fue una propuesta de destacados colegas y amigos de todo el mundo que consideran que mi presencia como juez sería una contribución positiva para el trabajo de la Corte… soy profesor, no diplomático ni político, y pienso de manera independiente… No soy “pro tal estado o tal otro” sino proderecho internacional… Mi compromiso como candidato es con la independencia de todo estado, presión o interés; poner el respeto del derecho internacional por encima de todo…». Léase: “autobombo”; cero compromiso con la causa de Malvinas que dice defender y, la agobiante sombra del veto del Reino Unido sobre su estrategia para llegar al cargo (El fin justifica los medios).

Aun respecto a la idoneidad para acceder a ser Juez de la Corte Internacional de Justicia, resulta un verdadero despropósito que mientras los postulantes a un cargo de Juez de 1ra. Instancia deben pasar por un concurso de antecedentes y oposición, luego ser aprobados por los Consejos de Magistratura y los respectivos Senados, para finalmente, de entre una terna ser designado por Decreto del Poder Ejecutivo; para postularse a esta Corte sea suficiente un Decreto. Esto no ocurre ni siquiera para aspirar a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, donde además del filtro del Senado, se expone al candidato a la opinión pública. Y este abogado, con ninguna experiencia en la justicia ya había sido fallidamente promovido por el gobierno del Presidente Macri para integrar la Comisión de Derecho Internacional de la Asamblea General de la ONU, oportunidad en la que manifestó “trabajar y residir” en Suiza, quedando descartado de entre los 34 seleccionados, al ser superado categóricamente por los votos a los candidatos de Colombia, Chile, Nicaragua, México, Brasil, Perú y Ecuador.

La vida de intramuros en los entes internacionales puede hacer perder la realidad a quienes descansan en la tranquilidad de los salarios mensuales y carecen de pasión en las cuestiones relativas a la soberanía nacional. Con su forma de pensar y una aspiración desmedida de por medio, tiene una vocación en la Cuestión Malvinas ―en el mejor de los casos― con fecha de vencimiento. No entiende aquello del Gral. Simón Bolívar: “Cuando el clarín de la patria llama hasta el llanto de la madre calla”.

Existen suficientes antecedentes para calificar este camino que propone Don Kohen como una aventura que, como las guerras, no se pueden poner en manos de unos pocos ―supuestamente teóricos iluminados― que carecen de experiencia fuera de la jurídica o la docencia. La política argentina debiera, en esta etapa, ser la de “poner la escoba detrás de la puerta” para hacer más difícil la ocupación de Malvinas, llevando adelante acciones directas que algunas de las cuales muy modestamente ya hemos explicitado.

Para profundizar sobre los temas tratados en este artículo sugerimos leer en www.cesarlerena.com.ar los siguientes:

 

1) La estrategia del Consejo Nacional de Malvinas – parte 1 – 09/02/2021.

2) De docente de intramuros a gestor de los deseos de los isleños en Malvinas – 21/02/2022.

3) El acceso a la Corte Internacional de Justicia al margen del interés nacional – 01/05/2022.

4) La política de cooperación argentina sobre Malvinas. Cuando las políticas se diseñan en los intramuros – 01/07/2021.

5) La estrategia del Consejo Nacional de Malvinas – final (por ahora) – 05/03/2021.

6) La política transversal de la colonización argentina de Thomas Bridge a Daniel Filmus. La continuidad de las relaciones carnales – 26/06/2021.

7) La secretaría de Malvinas no agarra una sola pelota ante la acción política británica en la Argentina – 09/12/2022.

8) Malvinas hoy más lejos de Argentina que en 1982, más cerca del Reino Unido que en 2003 – 10/06/2022.

9) Monólogo Argentino y avance británico – 22/10/2021.

10) Sin Plan para Malvinas – 23/08/2021.

11) ¿A quiénes apoyan algunos teóricos en la cuestión Malvinas? 10/06/2021.

12) El Consejo Nacional de Malvinas no diseña una Política de Estado – 1/2/2022

13) La Corte Internacional de Justicia o los intereses nacionales – 28/12/2021.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca – ex Secretario de Estado. Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL). Web: cesarlerena.com.ar

LA CANCILLERÍA ARGENTINA TIENE UN INQUILINO EN MALVINAS

César Augusto Lerena*

     Imagen: Cba24 

No alcanzamos a imaginarnos, cómo hubiese manejado el Ministerio de Economía la Canciller Diana Mondino si en lugar del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Exterior y Culto le hubiesen encomendado aquella cartera. De números nada y de cumplimiento de obligaciones, contratos y leyes menos y, pese al origen mundano de su apellido y su fluido inglés, no parece que esta señora esté capacitada para manejar un Ministerio que debería representar las relaciones y los intereses argentinos en el mundo. El «inglés» sin contenido o con contenido contrario a los intereses argentinos carece de total eficacia. Alcanzaría con el traductor de Google o cualquier aplicación de Inteligencia Artificial si la cuestión fuese solo números o proyectos de consultoría para terceros; pero no para representar a una Nación Soberana. El manejo en la cuestión Malvinas de la Cancillería haría carecer de sentido la independencia argentina de 1816, recientemente conmemorada.

No nos referiremos aquí a las pésimas declaraciones del gobierno respecto a los presidentes de los principales países importadores de productos argentinos. Cuestión, que no se compadecen con el amable tratamiento que la Canciller le presta a «la Pérfida Albión», pese al gravísimo daño que ésta le infiere a la soberanía argentina, al comercio internacional de nuestros productos, a la economía nacional, al desarrollo regional de la Patagonia, al empleo y al ecosistema marino y pesquero, con la ocupación prepotente de nuestros archipiélagos y mares y apropiándose de nuestros recursos pesqueros e hidrocarburíferos.

Preocuparse por la honestidad de la mujer del Primer ministro del gobierno español ―Estado que reconoció la soberanía argentina de Malvinas― y no exigirle que sus buques gallegos dejen de pescar ilegalmente en Malvinas asociados con los británicos es inadmisible, ya que estos quiebran nuestra autonomía. la normativa legal argentina y la Res. 31/49 de las Naciones Unidas, mientras la Argentina otorga permisos de captura a empresas nacionales de capital español para pescar en la jurisdicción marítima continental argentina.

Por cierto, pelearse con China y Brasil, que junto a España son los principales compradores de productos pesqueros, no parece tener otro fundamento que el ideológico, llamativamente en un gobierno que se autocalifica de «anarcocapitalista». Ahora bien, la pesca ilegal de buques taiwaneses, coreanos y españoles-británicos de los recursos argentinos en aguas argentinas de Malvinas representa el 60% de los ingresos de los isleños, por algo, ya en 2012, el entonces director británico de pesca en las islas John Barton, decía: «sin la pesca no hubiésemos sobrevivido» (El Cronista, 14/3/12). «Trabajar en conjunto», como refiere la Canciller, sería cometer el mismo error cometido por la Argentina en 1988 en los prolegómenos de los Acuerdos de Madrid, donde se descartó «hablar de la pesca».   

En 1848 Sir William Molesworth, quien en 1855 sería el secretario de Estado para las Colonias del Reino Unido, decía: «En las miserables islas Malvinas, no se da el trigo, no crecen árboles, están abatidas por los vientos; desde 1841 nos costaron 35 mil libras, sin retorno ni beneficio alguno. Decididamente, soy del parecer que esta inútil posesión se devuelva, desde luego, al Gobierno de Buenos Aires, que justamente lo reclama». Pasarían 128 años y el 21 de julio de 1976, mediante el Informe de Lord Shackleton los británicos se dieron cuenta que la riqueza estaba en el mar y no en las islas; cuestión que los gobernantes argentinos ―como la Canciller― siguen sin entender e ignoran igualmente que las islas argentinas no las defienden los británicos por los tres mil isleños que las habitan, sino porque están enclavadas en la parte meridional del Atlántico Sur con proyección a la Antártida y control de los océanos Pacífico e Índico de un valor geopolítico superlativo, frente a la vulnerabilidad del Canal de Panamá. Además, que los Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea ya han declarado que la pesca es una cuestión de seguridad nacional, mientras que las autoridades de la Cancillería y de la Subsecretaría de Pesca de la Argentina han sido incapaces de controlar la pesca ilegal que se realiza desde 1976 en el Atlántico Suroccidental de la mano de chinos, taiwaneses, coreanos y españoles-británicos. Solo de las aguas de Malvinas los buques extranjeros extraen anualmente 250.000 toneladas de productos pesqueros por un valor equivalente al 50% del total de las exportaciones anuales argentinas de estas especies y, como es de conocimiento público, se agregará la explotación petrolera de «un yacimiento con reservas comprobables de 300 millones de barriles de petróleo» (Agenda Malvinas, 21/06/2024).

En este escenario, en el imaginario de la Canciller en una reciente conferencia en el Rotary Club de Buenos Aires comparó a Malvinas con «un departamento» en el cual la Argentina es la dueña y los británicos inquilinos y «algunos pensaran que son okupas», obviamente excluyéndose de esta última calificación. Manifestando también, que «si una empresa opera en las islas no puede operar en Argentina y así un montón de temas donde hemos presentado quejas a países vecinos por permitir que aterrice un avión que luego siguió a Malvinas. Eso con nosotros se terminó. Queremos tener una relación razonable, la agresividad con nosotros se terminó. Lo que queremos hacer es mantener una relación en donde podamos trabajar en conjunto».

Estas manifestaciones de Mondino son sinceramente imperiales y esotéricas. No tiene la Canciller un poder omnívoro, la política argentina en la cuestión Malvinas está determinada en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional y efectivamente las empresas que directa o indirectamente operan en Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y las aguas correspondientes, no pueden hacerlo en el continente nacional por las leyes 24.543; 24.922; 26.386; 26.659 y 27.564 entre otras, todas aprobadas por el Congreso de la Nación y por lo tanto sus dichos y acciones deben cumplir con el mandato popular. Y además de ello, debería estar sancionando a todo buque pesquero que opera en Malvinas.

Los británicos en Malvinas no son inquilinos. No tienen contrato de alquiler firmado por Argentina y son manifiestamente ocupantes ilegales que además violan la Res. 31/49 de las Naciones Unidas avanzando desde 1982 a la fecha en la ocupación de nuevos territorios marítimos argentinos y explotando, como hemos dicho, los recursos naturales argentinos, con los daños ya descriptos.

Imaginamos a la Canciller solicitando a la Ministra de Seguridad la desocupación del edificio de la Cancillería si esta fuese ocupada por un grupo de embajadores y ministros que reclaman por la aplicación del impuesto a las ganancias en sus remuneraciones o, requiriendo la desocupación por la fuerza pública de su casa si fuese ocupada por un grupo homeless que para sostenerse además alquilasen algunas de las habitaciones «circunstancialmente» libres. Los británicos no son inquilinos de las Islas Sra. Mondino, tal vez esté en sus planes y fue un acto fallido. En todo caso, hemos sido incapaces de sacar a los británicos de la zona de confort, con alguna estrategia donde «trabajar en conjunto» (sic) no sea la opción, sino todo lo contrario, ajustar los procedimientos y declaraciones a la legislación vigente y extremar el ingenio y las capacidades para lograr aquello que hasta la fecha no se logró.

La «relación razonable» que la ministra refiere es de tal generalidad e imprecisión y, su referencia a aportes que en forma unilateral la Argentina efectuó en épocas pasadas sin contraprestación alguna por parte de los británicos, les ha permitido llegar a los británicos a este estado de cosas y, en este sentido, le sugerimos tomar nota de la realidad, porque afirmar temerariamente que «Hoy hay un montón de actividades, sobre todo en hidrocarburos y pesca, que no las hacemos ninguno, ni ellos ni nosotros», es desconocer absolutamente la ocupación de nuestros territorios y la explotación de nuestros recursos, que sintéticamente hemos descripto.

El Ministerio es de Relaciones Exteriores y ello exige entender, como refería el escritor, novelista, dramaturgo y licenciado en Ciencias Políticas y Ciencias Económicas Antonio Gala (1930-2023) «la política no puede estar al servicio de la economía», sino todo lo contrario.  

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena. Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL).

LOS APÁTRIDAS Y EL MAR

César Augusto Lerena*

«En el gobierno no hay sustento intelectual ni convicción política alguna para cuidar nuestros derechos marítimos y mucho menos, respetar el sentimiento de los argentinos».

 

La “forma apátrida” con la que la política nacional desprecia la soberanía argentina en el Atlántico Suroccidental tiene muy pocos precedentes desde la Argentina independiente que conmemoramos el pasado 9 de julio con la firma del llamado “Pacto de Mayo”, en cuyos puntos, no hay una sola línea referida a la soberanía nacional y, muy particularmente, sobre la única política de Estado, plasmada en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional.

Mientras que la Declaración de Independencia de la Argentina del 9 de julio de 1816 ampliada declaró formalmente “la ruptura de los vínculos de dependencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata con la monarquía española y con toda otra dominación extranjera”, el citado Pacto de Mayo, no refiere nada respecto a una política de recuperación de los 1,6 millones de km2 de la jurisdicción marítima argentina y los archipiélagos argentinos ocupados por el Reino Unido; tampoco tiene en cuenta la disputa de ese Reino de más 1,4 millones de km2 de la plataforma continental argentina, la Antártida y las aguas correspondientes. Mucho menos refiere nada con los buques españoles y de otras nacionales que extraen nuestros recursos en Malvinas. La Argentina, sin hipótesis de conflicto.

Ya sufrimos la política de Cavallo ―uno de los principales referentes de este gobierno― para congraciarse con los británicos con la firma de los llamados Acuerdos de Madrid (1989/90) donde se consolidaron los permisos de pesca ilegales en Malvinas que constituyen ―hasta hoy― el principal recurso económico de los isleños que ahora da lugar a los joint venture con empresas gallegas que facilitan el acceso de los productos pesqueros a la Unión Europea sin pago de aranceles pese al Brexit. El mismo Cavallo que acordaría con el Reino Unido la protección de la explotación de los recursos al este de Malvinas y las investigaciones pesqueras conjuntas en el Atlántico Sur; todos hechos que fortalecieron la posición británica en las islas (John Barton, director de Pesca inglés en Malvinas, 2012). También el dictado de la ley 23.968 promovida por la Cancillería facilitó la delimitación de los archipiélagos ocupados por el Reino Unido, además de reducir en 1991 nuestra soberanía plena a 12 millas; aún antes de ratificar la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar en 1995. En 2016 se firmaría el Pacto de Foradori-Duncan ratificatorio de los Acuerdos de Madrid bajo la consigna de “eliminar todos los obstáculos para el desarrollo de Malvinas”. Vergonzante. Aun así, la Argentina, no dejó en todos estos años, de reclamar la ocupación prepotente británica y los derechos sobre los archipiélagos invadidos, como ocurre en la actualidad.

Sin embargo, lo peor está por venir, porque no solo se resignan ―a través de hechos aislados― derechos argentinos sino que bajo pretexto de una política “anarcocapitalista”, distintos “apátridas” desde el gobierno y fuera de él, llevan adelante un plan de sesión de los espacios territoriales argentinos y de enajenación de nuestros recursos naturales. En algunos casos, mediante el mero pago de algún canon desindustrializador y, en otros, por anomia geopolítica y desinterés de administrar el Estado, sus bienes patrimoniales y culturales e incluso “destruirlo desde adentro”, como manifestara el propio Milei.

El presidente que admira a Margaret Thatcher, la misma que ordenó el hundimiento del ARA General Belgrano y con ello provocó la muerte de 323 argentinos. La Canciller Mondino que sostiene que el tema Malvinas es una cuestión más en la relación argentina con el Reino Unido y ante el periódico inglés “The Telegraph” anuncia “los derechos de los isleños serán respetados”, dando por tierra la defensa de integridad territorial plasmada en la Constitución Nacional y termina agradeciendo, la visita del Canciller inglés David Cameron a Malvinas, como si su presencia no fuera una nueva manifestación inglesa de autoridad.

La política economicista monotemática es lamentable; hasta el propio presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados José Espert consideró que “Las Malvinas no son argentinas, porque las perdimos en la guerra”, ignorando todas las Resoluciones de la ONU, en especial la 37/9 del 9 de noviembre de 1982 que “le pidió a Argentina y al Reino Unido la reanudación de las negociaciones a fin de encontrar una solución pacífica a la disputa de Soberanía sobre dichas Islas”. Igual opinión tiene la Diputada Sabrina Ajmechet o quienes consideran ―como el presidente Macri― que la recuperación de las islas significaría un déficit económico, desconociendo que el producto bruto per cápita de Malvinas es de noventa mil dólares; cuatro veces superior al de la ciudad de Buenos Aires y 50 veces al de La Quiaca (ambas ubicadas a 1.800 km de Buenos Aires); además de la invalorable importancia geopolítica de las islas en la parte meridional del Atlántico Sur y en relación con la Antártida, el océano Pacífico e Índico, como ya sabían los españoles en el siglo XVIII.

En el gobierno no hay sustento intelectual ni convicción política alguna para cuidar nuestros derechos marítimos y mucho menos, respetar el sentimiento de los argentinos. No es posible con este marco moral esperar idénticas políticas a las sostenidas por los independentistas de 1816; razón por la cual, el Pacto de Mayo es letra muerta. El ministro español de ultramar y académico Adelardo López de Ayala (1828-1879) hubiese dicho en la oportunidad: “cuando la estafa es enorme toma nombre decente”.

Decenas de hechos muestran la alineación colonial de este gobierno en las cuestiones relativas al Atlántico Sur, sus archipiélagos y recursos, aunque nos limitaremos a indicar algunas para no agobiar al lector.

En la cumbre del MERCOSUR y con la ausencia del presidente de nuestro país, en un hecho inédito en treinta años, el gobierno argentino no reclamó la soberanía de Malvinas. Precisamente un ámbito central donde la Argentina debería profundizar sus vínculos ante las relaciones amistosas y comerciales crecientes de los isleños en Uruguay, Chile y Brasil. Pero esto se ha transformado en una constante, porque todas las acciones militares británicas en Malvinas y de otro tipo son ignoradas por la Cancillería argentina, como los recientes ejercicios militares de las Fuerzas de Defensa de las islas, la Royal Navy y la Real Fuerza Área británica. Un debilitamiento de Argentina en los reclamos y un enfrentamiento diverso con los países que apoyan la posición argentina, que estarían demostrando la pérdida de apoyo en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas.

Días antes la Canciller Mondino, al firmar en la ONU el “Acuerdo sobre la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina en alta mar” (BBNJ) con una ignorancia supina, se refirió a “proteger nuestras aguas” y a “ser inflexible en la defensa de nuestro territorio” desconociendo que se tratan de aguas internacionales donde la Argentina no tiene jurisdicción y que de ninguna manera ese Acuerdo resuelve la pesca ilegal como manifiesta sino que, por el contrario, a la ya presencia de una flota pesquera de más de 500 buques pesqueros extranjeros, a través de la creación que prevé este Acuerdo de “organizaciones regionales de integración económica” y su incorporación por parte del Reino Unido, se le habrá dado estatus de “Estado ribereño” a los isleños ocupantes de Malvinas, contrario a lo reglado en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional. Mientras firma Acuerdos contrarios al interés nacional y en forma ignara, los pondera, tolera la pesca ilegal anual de 250 mil toneladas de recursos pesqueros en Malvinas sin aplicar la legislación argentina y la Res. 31/49 de la ONU, con un comportamiento que se tipificaría -al menos- de incumplimiento de los deberes de funcionario, ya que se trata de la pesca ilegal más importante del mundo de un Estado a otro, ignorando, lo que ya en el siglo XVIII Manuel Belgrano sabía: “un Estado sin la pesca nada puede sobre la mar”.

La economista-canciller desconoce que las Áreas Marinas Protegidas (AMP) que ese Acuerdo promueve; las utiliza el Reino Unido desde el 2017 para controlar los territorios de ultramar. Es el caso de Malvinas del denominado “Blue belt” donde el proyecto de AMP Bentónica “Agujero Azul” promovida por la fundación Wildlife Conservation Society (WCS) completaría el cinturón azul al NORESTE de Malvinas facilitando la llegada de los recursos pesqueros a las islas. Igual, al SUR de Malvinas con la declaración unilateral británica de “santuario ecológico” de un millón de km― alrededor de las islas Georgias y Sándwich; al ESTE con el citado Acuerdo de Cavallo y al NOROESTE con el GAP de 1.400 Km2 de calamares.

Se agrega el proyecto 1258-D-2024 del Diputado Manes que pretende que el Congreso declare AMPs por 595.000 km2, sin mencionar que el Reino Unido ―como indicamos― ya declaró un AMP de 1.070.000 Km2, es decir una reducción de las áreas de captura mucho mayor que la exigida en el acuerdo de biodiversidad. Un ejemplo patético de colonización y una asombrosa mutación de la “neurología” a “oceanografia”.

La macro o microeconomía no sirve para elaborar una estrategia marítima: «El 85% de la pesca a distancia en alta mar la realizan China, España, Taiwán, Japón y Corea del Sur que, del total mundial de 37 millones de horas de pesca ocupan 25 millones; motivo por el cual, el mayor daño no lo ocasionan los 216 Estados restantes, sino que lo generan solo cinco, que son los mismos que operan en el Atlántico Suroccidental y, por lo tanto, hay que trabajar sobre esos países responsables del desequilibrio de los ecosistemas, juntos capturan 26 millones de toneladas de un total 84 millones/año (2019), el 31% de las capturas sobre «221 Estados que notificaron algún tipo de actividad en el comercio pesquero» (FAO, “Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura”, 2020) y agregamos: el Reino Unido que se lleva el equivalente al 30% de nuestros desembarcos. Nada de ello hace la Cancillería Argentina y no se trata solo de ineptitud ―que la hay― sino una política de desmalvinización, que es la apunta del iceberg de la sumisión y dependencia nacional, con la consecuente desatención de la soberanía territorial y de los recursos naturales argentinos. De otro modo, no se podría entender el proyecto de reforma de pesca en la Ley de Bases sobre la extranjerización de la explotación del mar argentino; la permanencia de un radar británico en Tierra del Fuego; la designación de los embajadores Jorge Faurie en Chile ―el socio estratégico británico― y de Carlos Foradori en Ginebra, ambos responsables del Pacto Foradori-Duncan que promovía “el desarrollo de Malvinas” en poder de los isleños; la desatención de los estratégicos Puertos de Ushuaia y Río Grande, mientras que en Malvinas se licita un nuevo puerto destinado a dar logística a los buques de transporte, militares, de turismo y ciencia vinculada a la Antártida.

El enfrentamiento con los presidentes de nuestros tres principales compradores de pescado: Brasil, China y España y por supuesto la pelea con todos nuestros aliados naturales que “amenazan con hacer perder en la ONU de los apoyos históricos en la Causa Malvinas” (Taglioni, Augusto, LPO, 11/7/24); la tolerancia de que empresas de Israel exploten los recursos petrolíferos en Malvinas mientras se promueve el traslado a Jerusalén de la embajada argentina, etc., a lo que hay que sumar la paralización de todas las obras estratégicas, entre ellas la etapa norte del Gasoducto NK.

Y lo peor, no se trata de una simple asignación de prioridades, no es posible esperar de apátridas, proyectos destinados a fortalecer la soberanía política, territorial y alimentaria.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena. Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana (CESPEL).