LAS INVASIONES

F. Javier Blasco*

Cuando se habla de invasiones, a una gran mayoría se nos viene a la cabeza aquellas llevadas a cabo a lo largo de la historia por pueblos bárbaros nórdicos en búsqueda de mejores tierras y climas cálidos hacia el sur, las famosas invasiones griegas, fenicias o de Roma con idea de ocupar todo el territorio conocido, cercano y no tanto a sus confines originales, las realizadas por los pueblos musulmanes en sus pretensiones de expandirse al norte de África, los muchos imperios en Europa y en Asia que en su afán de expandirse y anexionarse las llamadas colonias, han llegado a dominar el mundo, como el propio imperio español y, algo más recientemente, las hazañas de Napoleón y las dos grandes guerras mundiales.

Pero ya entrados en el siglo XXI, muchos incautos pensábamos que dicho término, idea y estrategia quedaban para la historia y el recuerdo de épocas que ni por asomo, volverían a ocurrir.

Los afanes de anexionismo como tal, con ocupación presencial de terrenos donde poder echar raíces, establecerse, sembrar y edificar una ideología política, religiosa o cultural y procrear nuevas generaciones, al menos en lo que conocemos como el mundo occidental, quedaban muy atrás. La globalización, las nuevas tecnologías o la rápida intercomunicación entre los territorios y las personas hacían inviable pensar que los pueblos de nuestro entorno, por diversas razones o necesidades, se vieran avocados a recurrir o sufrir cualquier tipo cruento o incruento de invasión.

Pensamiento que, a la vista de los acontecimientos actuales, es claramente erróneo y nos da la opción de pararnos un poco y ponernos a pensar. Estamos siendo testigos mudos y casi impávidos de una cruenta y despiadada invasión de un Goliat, aunque un  poco disminuido y falto de fuerzas, sobre un David cada día más crecido, que a cambio de migajas, palmaditas en la espalda, confusas promesas y algo de variopinto armamento se ha convertido en él, de facto, ‘salvador’ de occidente frente a una Rusia alocada en manos de un demente, al parecer bastante enfermo de otros males mayores, que pretende despedirse de este mundo terrenal a lo grande, evocando las glorias y dominios de una Gran Rusia, que no lo volverá a ser jamás.

Vemos que si las invasiones, en su día, cambiaban el mundo geopolítico y los confines de los territorios o dominios de los estados y movían el equilibrio de la balanza o el yugo de un lado a otro en función de los éxitos y logros obtenidos. Hoy en día, la actual invasión de Ucrania —para muchos poco o nada relevante y hasta lejana— se ha convertido en un terremoto para la economía y las relaciones de todo tipo a nivel mundial, por haber incidido directamente sobre el fulcro o punto de apoyo sobre el que descansaba gran parte del equilibrio y satisfacción económica, energética y hasta ser unos de los mayores graneros para alimentar a los países circundantes y hasta los del denominado tercer mundo, que se tambalean por perder su esfera de confort los unos y para los otros, uno de los mayores flujos sobre los que se sustentaba la escuálida y deficiente alimentación y subsistencia de su gran y paupérrima población.

Las consecuencias iniciales de esta, aparentemente poco importante invasión, son cada vez mayores tanto inicialmente como a medio y a largo plazo. Aparte de los millones de refugiados que éste, como todos los conflictos bélicos propician, las economías mundiales, apenas salientes a trancas y barrancas de una gran crisis económica, sanitaria y de identidad política y social, han recibido un mazazo como ese gancho, a veces definitivo, que recibe un boxeador casi noqueado y tambaleante sobre el ring, que le lleva de bruces a la lona, desde donde tardará en levantarse o para ello necesitará bastante tiempo y la ayuda de los demás.

Vemos entonces que una invasión, aunque sea muy regional y focalizada, en los tiempos actuales, en función de sus actores puede traer consigo implicaciones importantes a nivel mundial y que las consecuencias de todo tipo para salir de ellas, por lo general serán muy duras y costosas; e incluso, para algunos de los directamente implicados, las cicatrices dejadas puede que tarden muchos años en sanar.  

Pero, en estos mismos momentos y desde unos cuantos años atrás, el mundo civilizado y próspero y por lo tanto muy acomodado, está sufriendo otro tipo de invasiones, que podríamos calificar como lentas, progresivas, incruentas y silenciosas. Me refiero claro está, a la incorporación a nuestra sociedad de inmigrantes venidos desde todas las latitudes —al margen de los mencionados refugiados que provocan las guerras y las persecuciones en todos los continentes— influidos por diversas y múltiples circunstancias, diferentes clases de efectos de llamada y muchos tipos de necesidad.

Llevamos lustros viendo como las ciudades en Europa, EEUU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y algunos países más se van haciendo mucho más multiculturales. Es cada vez más frecuente ver copados la mayor parte de los puestos de trabajo de cara o en contacto con el público por personas de diferente raza, cultura y origen social.

La falta de personal aborigen y un desorbitado e imprudente cambio cultural, nos está llevando a que nuestra sociedad rechace puestos de trabajo, hasta ahora considerados normales para nosotros, que aspiremos a otros de mayor cualificación y que prefiramos quedarnos en el paro o, emigrar, a su vez, a países cercanos o no tanto en busca de trabajos, aparente o realmente mejor remunerados y no pensemos en volver a nuestro país de origen en un tiempo prudencial.

La mayor parte de la atención al público, salud y el cuidado de nuestros, mayores e hijos está en un alto porcentaje en manos de estas personas que emigran de sus países buscando prosperidad. Vemos que muchos de los que llegan, se ven forzados a renunciar a su preparación universitaria o dedicación profesional para ejercer otro tipo de trabajo o profesión por ser lo único que, inicialmente se les ofrece, si es que quieren trabajar. 

El trasvase de personas de un país a otro, ya no queda relegado a aquellos habitantes de países lejanos, donde su cultura, exceso de población, hambrunas o problemática social, les obliga a emigrar; no, ahora y cada vez más, hay un trasvase de personas, cerebros y profesionales de verdad que, poco a poco, van abandonando sus países de origen para establecerse en otros con lo que cada vez en los países receptores es mayor el mix social, racial, cultural, político, religioso y social.

Hoy nadie se extraña al ver grandes directivos, gobiernos, alcaldes de grandes ciudades, gobernadores y políticos de diferente raza o cultura a la nacional. Es más, debido a la creciente y peligrosa tendencia a disminuir la natalidad y al citado aumento de la emigración; pronto llegará un día, en que los no aborígenes -más tendentes a la procreación- superen con creces a la población de larga tradición y origen nacional.

Debido a todo lo anterior, pienso firmemente que los gobiernos actuales deben tomarse más en serio sus políticas para evitar la emigración masiva de lugareños, lo que evitará la afluencia cada vez mayor de inmigrantes hacia los territorios donde, al quedar vacíos de mano de obra, les es más fácil encontrar un trabajo inicial y un asiento a la lumbre, a cuyo entorno poder reunir a esos familiares, que dejaron atrás, allí desde donde ellos saltaron a la aventura.

Las consecuencias de estas invasiones silenciosas, no sé sí serán buenas, mejores o peores de lo que cabría esperar de seguir con nuestra forma de vida y tradición; pero lo que sí está claro, es que los movimientos migratorios, ya no son de carácter temporal como antaño; son definitivos, se hacen para siempre y la presencia de tanto extraño al lugar, sin suda cambiará las formas, costumbres y normas de vida de la nación y por ello, hasta se puede afirmar, que muchos países están sufriendo una autentica invasión silenciosa y no se dan cuenta de que esto va cada día a más, basta con utilizar el transporte público y darse cuenta de esta realidad.                       

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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UNIDAD DE CUENTA

Iris Speroni*

Impuesto a las ganancias cuarta categoría: no debe existir porque el salario no es ganancia.

 

En cualquier libro de Economía I explican que el dinero tiene tres funciones:

    • Transaccional. Para comprar y vender cosas.
    • Reserva de valor. Esto es, para ahorrar. Para guardar para después.
    • Unidad de cuenta. Es lo que permite darle un valor a las cosas y sumar peras y manzanas. Nos permite hacer inventarios y balances.

El dinero argentino actual, como ya sucedió numerosas veces en nuestra historia, no cumple dos de las tres funciones. Sólo nos sirve para afrontar obligaciones y no todas. Se pagan sueldos, se compran algunas cosas —nafta, por ejemplo—, se cancelan las facturas de luz y gas. Nadie ahorra en pesos y si bien se usa como unidad de cuenta, al ser nuestra moneda un flan, genera enormes distorsiones.

Los impuestos

Algunos impuestos se determinan en base a marcas fijadas en pesos, al menos en una de sus puntas. Ejemplos: impuesto a las ganancias para asalariados, bienes personales, autos (ex) de lujo, contribuciones de autónomos. Bajo cierto valor determinado en pesos, no deberían abonarse. Hay otros casos no impositivos que también afectan a los trabajadores. Durante el gobierno de Néstor Kirchner, el presidente, con la anuencia de Hugo Moyano, dejó sin efecto el pago del salario familiar a partir de remuneraciones superiores a una cota que determinaron en su momento. 

En contextos inflacionarios, si esos parámetros no se ajustan, pasan a pagar personas distintas a la población objetivo del impuesto al momento de ser sancionado. Dicho de otra manera, se respeta la ley impositiva en la letra pero no en espíritu. Se traiciona la voluntad del legislador. Es un ardid que usan los políticos, un fraude, por el cual le cobran impuestos a quien los legisladores no pretendían gravar.

No es desidia, toda vez que los políticos son rápidos para ajustar por inflación sus sueldos, viáticos, dietas que reciben y el cobro de tasas, patentes, permisos, etc.

Esta incorporación de cientos de miles de familias a las bases impositivas luego repercute en el poder de compra de los asalariados. Los mismos que dejan inmutables (laissez-faire, laissez-passer) los mínimos no imponibles, son los que lloriquean en televisión por la caída del consumo doméstico.

Es un problema de fácil resolución. No hay, obviamente, voluntad. 

Impuesto a las ganancias cuarta categoría

Mi posición respecto a ese impuesto es que no debe existir porque el salario no es ganancia. No es cuestión de a partir de qué nivel hay que pagarlo o no. No corresponde y punto.

Hay economistas que sostienen que otros países también lo cobran. Puede ser. Pero en Europa tienen IVA, con alícuota nula o muy baja para alimentos, no hay impuestos a los ingresos brutos o a las ventas; a lo que hay que agregar que pagan a partir de sueldos que aquí serían soñados. En EEUU pagan ganancias sobre sueldos a partir de determinado nivel (altísimo para los estándares locales), no existe el IVA y los impuestos a las ventas son nulos o mínimos para alimentos y combustibles.

En Argentina la principal fuente de recaudación es por IVA, que sólo pagan las familias. Todas las empresas argentinas no pagan en ganancias lo que pagan las familias en un único impuesto. Las familias además de IVA pagan impuesto a las ganancias por sueldos, bienes personales, impuestos internos al tabaco, combustibles, alcohol y gaseosas (las empresas no fuman ni beben alcohol ni gaseosas), y, por supuesto, los impuestos al salario (retenciones salariales).

Cobrarle impuesto a las ganancias a un trabajador que al comprar una Coca-Cola paga 21% de IVA, 5% de IIBB y además impuesto a las gaseosas (Macri-Dujovne) es, decididamente, una canallada.

Sobre los mínimos no imponibles

Esta semana el gobierno anunció la actualización de uno de los parámetros de uno de los impuestos.

Debería ser un ajuste automático.

Lo correcto sería retrotraerse al momento de sanción de la ley (To).  Ese monto actualizarlo a hoy por inflación acumulada (desde To a Thoy) o convertirlo en dólares To y pasarlo a pesos con cambio de hoy. De esa manera se respetaría la voluntad del legislador.

A partir de esa nueva determinación, aplicar una fórmula automática mensual. Puede ser por inflación, como el ABL de la Ciudad de Buenos Aires, o con la actualización de los salarios y viáticos de los legisladores o el poder judicial.

Serviría también para bienes personales, el impuesto a los autos ex lujosos, salario familiar.

Otra propuesta para ganancias. Los magistrados no pagan impuesto a las ganancias. Ahora bien, todos somos iguales ante la ley. Si no corre para ellos no debería aplicarse a nadie. Entonces los sindicalistas deberían reclamar que un trabajador asalariado pague ganancias si y sólo si supera en ingresos al magistrado mejor remunerado de todo el país. La ANSES debería publicar mensualmente cuál es el nuevo mínimo de acuerdo con este criterio.

Los crotos

Gracias a la inflación el peso falla en dos de sus tres funciones, como dije al principio del artículo.

Al releer la Constitución Nacional se verifica que la única mención de dinero es la del peso fuerte, mediante el cual se establece un requisito mínimo de ingresos anuales para senadores, presidente y vicepresidente. (Arts. 55 y 89). 

Artículo 55.- Son requisitos para ser elegido senador: tener la edad de treinta años, haber sido seis años ciudadano de la Nación, disfrutar de una renta anual de dos mil pesos fuertes o de una entrada equivalente, y ser natural de la provincia que lo elija, o con dos años de residencia inmediata en ella.

Por lo cual, ya la Constitución establece un parámetro fijo y permite las equivalencias. ¡Aleluya! Tenemos unidad de cuenta.

Habría que ver cuántas de esas personas (74 en total) cubrieron los requisitos. Fallaron las autoridades de la Justicia Electoral y los apoderados de los partidos si no los impugnaron al presentar las listas.

Tal vez no podamos destituir a los crotos que ya hayan asumido, pero resultará efectivo para limpiar las listas del 2023.

Unidad de Cuenta

¿Qué es un peso fuerte? Es una moneda de plata 875 de 27,0643 g (una onza española) vigente al momento de sancionarse la Constitución en 1853. ¿Lo más interesante? No fue modificado en 1994.

El peso fuerte circuló entre 1826 y 1881 [1]. Según la conversión plata/oro de esa fecha, con 17 pesos plata se compraba una onza de oro. Este cociente ha cambiado mucho con el tiempo.

Lo podemos traer a valores actuales ya sea como una onza de plata 875 o como 1/17 de onza de oro. 

Propuesta de implementación inmediata

Frente a la amenaza de algunos legisladores de prohibir la oferta de bienes y servicios en dólares, podemos, fácilmente, hacerlo en la única moneda mencionada en la Constitución: el peso fuerte.

Es más, ante la inflación que no cesa —y no lo va a hacer ya que constituye un gran negocio para los políticos— los precios podrían fijarse (al igual que el ingreso mínimo para senadores) en pesos fuertes. Para hacer balances que no dejan ajustar por inflación, determinar mínimos no imponibles y cualquier otra relación entre los ciudadanos y el estado.

Usemos el peso fuerte como unidad de cuenta.

Lo que es bueno para algunos debería serlo para todos.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

Nota

[1] Como dato de color, en 1881 se emitió el peso oro (oro 900; 8,064 g), el cual duró hasta 1896. No es el mencionado en la Constitución.

Peso oro 1884.

[2] Algunas muestras de billetes nominados en pesos fuertes: https://www.billetesargentinos.com.ar/billetes/peso_fuerte.htm

 

Artículo publicado originalmente el 28/05/2022 en Restaurar.org, http://restaurarg.blogspot.com/2022/05/unidad-de-cuenta.html

1969. ARGENTINA Y EL MONO JUAN: EL PRIMER ASTRONAUTA DE AMÉRICA DEL SUR

Marcelo Javier de los Reyes*

Fuente: Facebook de la Fuerza Aérea Argentina.

El presente artículo fue publicado por el Anuario del CEID / SAEEG de 2019, en conmemoración de los 50 años del lanzamiento del primer astronauta argentino, el Mono Juan. 

La carrera espacial

La década de 1960 estuvo signada por la carrera espacial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Los soviéticos aventajaban a los estadounidenses en el campo espacial. El 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética puso en órbita al Sputnik 1, el primer satélite artificial de la historia. El 3 de noviembre del mismo año, la perra Laika fue lanzada en el satélite ruso Sputnik 2. Laika fue seleccionada entre un grupo de perros “reclutados” de la calle. Le implantaron sendos sensores, uno en las costillas para medir su respiración y otro para medir su pulso en la arteria carótida. En ese momento no había forma de que Laika fuera retornada a la Tierra y se sabe que murió a las seis horas del despegue, ya que los sensores registraron un paro cardíaco. Su muerte se debió al sobrecalentamiento de la cabina y al estrés. En ese momento esta información fue ocultada.

La Unión Soviética envió al primer ser humano al espacio exterior. El 12 de abril de 1961 Yuri Gagarin, tripulando la nave Vostok 1, permaneció ciento ocho minutos en el espacio. Poco después, en junio de 1963, haría lo propio una mujer, Valentina Tereshkova, quien dio cuarenta y ocho vueltas alrededor de la Tierra durante tres días.

Ante estos desafíos fue que el entonces presidente John F. Kennedy, en un discurso pronunciado el 12 de septiembre de 1962 en la Universidad de Rice, anunció que los Estados Unidos llegarían a la Luna antes de que terminara la década, lo cual se habría hecho realidad en julio de 1969.

Por esos años otros países planearon sumarse a la conquista del espacio, aunque sus proyectos no hayan tenido difusión.

Zambia anunció su programa espacial en 1964, el mismo año en que había proclamado su independencia. El proyecto, impulsado por el profesor de ciencias naturales Edward Makuka Nkoloso, quien en 1960 había fundado la Zambia National Academy of Science, Space Research and Philosophy, aspiraba a enviar a la Luna y a Marte a doce zambianos y diez gatos. Los informes de este propósito no demuestran ser parte de un programa espacial serio.

Argentina se suma a la carrera espacial

Mediante el Decreto Ley 11.822/43, durante la presidencia del general Pedro Pablo Ramírez, se creó el Instituto Aerotécnico, “constituido por el personal y todas las instalaciones, medios y elementos que integran el patrimonio de la actual Fábrica Militar de Aviones”. El Instituto Aerotécnico quedó bajo la directa dependencia de la Dirección General del Material Aeronáutico del Ejército y contaba con autonomía técnica y administrativa[1].

En agosto de 1947 fue creada la División de Proyectos Especiales en el marco del mencionado instituto la que se dedicaría a la investigación de vehículos teledirigidos y motores de cohetes.

El  ingeniero Pablo de León, en su libro Historia de la actividad espacial en Argentina, en su capítulo 13 dedicado a los “Lanzamientos en Argentina”, nos dice:

En 1959 en el Instituto Aerotécnico se planteaba la posibilidad de fabricar un cohete-sonda. En ese momento no existían aún propulsantes compuestos en el país y todavía no se había establecido contacto con fábricas del exterior, entonces se decidió utilizar un propulsante bibásico.[2]

Al frente del instituto se encontraba el comodoro Aldo Zeoli, quien se graduó como ingeniero aeronáutico en 1943 en la Universidad Nacional de Córdoba, quien fue asimilado como personal militar y enviado a realizar una capacitación en los laboratorios de la Power Jets, en Lutterworth, Reino Unido[3]. A principios de la década de 1960 el entonces vicecomodoro Zeoli fue trasladado a la Fábrica Militar de Aviones, desde donde impulsaría el nacimiento del primer cohete de investigaciones realizado en Argentina, el “Alfa Centauro”[iv]. De León señala que “Zeoli fue el jefe de todos los proyectos de lanzadores desde el Alfa Centauro hasta el Tauro, lo que lo convierte en el pionero y padre de la cohetería en el país”[4].

En abril de 1967 fue lanzado un cohete que llegó a casi tres kilómetros de altura, bastante lejos del espacio. A bordo iba Belisario, un pequeño ratón blanco de laboratorio. Fue el primer experimento hecho con seres vivos en la Argentina en su búsqueda de un camino autónomo en la investigación espacial. El destino de Belisario fue diferente al de la pobre Laika, ya que retornó a la Tierra y siguió viviendo.

Belisario, el primer ser vivo lanzado por la Argentina

El 23 de diciembre de 1969, a las 06:30 horas, se impulsó el cohete sonda Canopus II, a bordo del cual iba el mono Juan en un vuelo suborbital de ocho minutos de duración, que alcanzó una altura de 90 kilómetros, rozando el límite de la atmósfera terrestre con el espacio exterior.

Juan era un mono caí oriundo de la provincia de Misiones, capturado por la Gendarmería Nacional. Juan pesaba 1,4 kg y medía 30 cm.

Durante el vuelo fueron monitoreados sus signos vitales y luego se lo trajo nuevamente a Tierra, al igual que a Belisario. Juan iba en un asiento especial en la cabeza del cohete, en posición inclinada para que no lo afectaran las aceleraciones y desaceleraciones. Realizó el vuelo sedado ya que era necesario mantenerlo quieto, pero consciente. Cabe destacar que la cápsula también contaba con un sistema de refrigeración.

El cohete Canopus II, desarrollado en Argentina, tenía una longitud de cuatro metros y 50 kilogramos de carga útil.

El lanzamiento se hizo desde el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados de Chamical, en La Rioja, reabierto en 2018 luego de un relevante mejoramiento de su infraestructura que contó con un fuerte apoyo de las autoridades provinciales.

La experiencia fue llevada adelante por un equipo de ingenieros, biólogos y médicos argentinos, con tecnologías desarrolladas en el país, en el marco de un proyecto bautizado Experiencia BIO, encabezada por el Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial y la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales.

Juan, el primer astronauta argentino y América del Sur

El mencionado proyecto Experiencia BIO, estuvo a cargo del ingeniero Aldo Zeoli y tenía como objetivo principal la experimentación de seres vivos en lanzamientos de cohetes así como comprobar si se podía llegar al espacio, hecho que fue comprobado con total éxito.

El aterrizaje de Juan se produjo en la salina La Antigua, a 60 kilómetros de la base de Chamical, y retornó en perfecto estado de salud.

Juan fue el primer astronauta argentino y luego de haber cumplido exitosamente su misión, vivió durante más de dos años en el zoológico de la ciudad de Córdoba, donde fue la principal atracción del mismo.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia en la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional, Universidad Nacional de La Plata. Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] “Creación del Instituto Aerotécnico”. Sistema Argentino de Información Jurídica (SAJI), <http://www.saij.gob.ar/11822-nacional-creacion-instituto-aerotecnico-lns0002152-1943-10-20/123456789-0abc-defg-g25-12000scanyel#>.

[2] Pablo de León. Historia de la actividad espacial en Argentina. Carapachay: Lenguaje Claro, 2018, 372 p.

[3] Ídem.

[4] Ídem.

[5] Ídem.

Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales

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