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LAS INVASIONES

F. Javier Blasco*

Cuando se habla de invasiones, a una gran mayoría se nos viene a la cabeza aquellas llevadas a cabo a lo largo de la historia por pueblos bárbaros nórdicos en búsqueda de mejores tierras y climas cálidos hacia el sur, las famosas invasiones griegas, fenicias o de Roma con idea de ocupar todo el territorio conocido, cercano y no tanto a sus confines originales, las realizadas por los pueblos musulmanes en sus pretensiones de expandirse al norte de África, los muchos imperios en Europa y en Asia que en su afán de expandirse y anexionarse las llamadas colonias, han llegado a dominar el mundo, como el propio imperio español y, algo más recientemente, las hazañas de Napoleón y las dos grandes guerras mundiales.

Pero ya entrados en el siglo XXI, muchos incautos pensábamos que dicho término, idea y estrategia quedaban para la historia y el recuerdo de épocas que ni por asomo, volverían a ocurrir.

Los afanes de anexionismo como tal, con ocupación presencial de terrenos donde poder echar raíces, establecerse, sembrar y edificar una ideología política, religiosa o cultural y procrear nuevas generaciones, al menos en lo que conocemos como el mundo occidental, quedaban muy atrás. La globalización, las nuevas tecnologías o la rápida intercomunicación entre los territorios y las personas hacían inviable pensar que los pueblos de nuestro entorno, por diversas razones o necesidades, se vieran avocados a recurrir o sufrir cualquier tipo cruento o incruento de invasión.

Pensamiento que, a la vista de los acontecimientos actuales, es claramente erróneo y nos da la opción de pararnos un poco y ponernos a pensar. Estamos siendo testigos mudos y casi impávidos de una cruenta y despiadada invasión de un Goliat, aunque un  poco disminuido y falto de fuerzas, sobre un David cada día más crecido, que a cambio de migajas, palmaditas en la espalda, confusas promesas y algo de variopinto armamento se ha convertido en él, de facto, ‘salvador’ de occidente frente a una Rusia alocada en manos de un demente, al parecer bastante enfermo de otros males mayores, que pretende despedirse de este mundo terrenal a lo grande, evocando las glorias y dominios de una Gran Rusia, que no lo volverá a ser jamás.

Vemos que si las invasiones, en su día, cambiaban el mundo geopolítico y los confines de los territorios o dominios de los estados y movían el equilibrio de la balanza o el yugo de un lado a otro en función de los éxitos y logros obtenidos. Hoy en día, la actual invasión de Ucrania —para muchos poco o nada relevante y hasta lejana— se ha convertido en un terremoto para la economía y las relaciones de todo tipo a nivel mundial, por haber incidido directamente sobre el fulcro o punto de apoyo sobre el que descansaba gran parte del equilibrio y satisfacción económica, energética y hasta ser unos de los mayores graneros para alimentar a los países circundantes y hasta los del denominado tercer mundo, que se tambalean por perder su esfera de confort los unos y para los otros, uno de los mayores flujos sobre los que se sustentaba la escuálida y deficiente alimentación y subsistencia de su gran y paupérrima población.

Las consecuencias iniciales de esta, aparentemente poco importante invasión, son cada vez mayores tanto inicialmente como a medio y a largo plazo. Aparte de los millones de refugiados que éste, como todos los conflictos bélicos propician, las economías mundiales, apenas salientes a trancas y barrancas de una gran crisis económica, sanitaria y de identidad política y social, han recibido un mazazo como ese gancho, a veces definitivo, que recibe un boxeador casi noqueado y tambaleante sobre el ring, que le lleva de bruces a la lona, desde donde tardará en levantarse o para ello necesitará bastante tiempo y la ayuda de los demás.

Vemos entonces que una invasión, aunque sea muy regional y focalizada, en los tiempos actuales, en función de sus actores puede traer consigo implicaciones importantes a nivel mundial y que las consecuencias de todo tipo para salir de ellas, por lo general serán muy duras y costosas; e incluso, para algunos de los directamente implicados, las cicatrices dejadas puede que tarden muchos años en sanar.  

Pero, en estos mismos momentos y desde unos cuantos años atrás, el mundo civilizado y próspero y por lo tanto muy acomodado, está sufriendo otro tipo de invasiones, que podríamos calificar como lentas, progresivas, incruentas y silenciosas. Me refiero claro está, a la incorporación a nuestra sociedad de inmigrantes venidos desde todas las latitudes —al margen de los mencionados refugiados que provocan las guerras y las persecuciones en todos los continentes— influidos por diversas y múltiples circunstancias, diferentes clases de efectos de llamada y muchos tipos de necesidad.

Llevamos lustros viendo como las ciudades en Europa, EEUU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y algunos países más se van haciendo mucho más multiculturales. Es cada vez más frecuente ver copados la mayor parte de los puestos de trabajo de cara o en contacto con el público por personas de diferente raza, cultura y origen social.

La falta de personal aborigen y un desorbitado e imprudente cambio cultural, nos está llevando a que nuestra sociedad rechace puestos de trabajo, hasta ahora considerados normales para nosotros, que aspiremos a otros de mayor cualificación y que prefiramos quedarnos en el paro o, emigrar, a su vez, a países cercanos o no tanto en busca de trabajos, aparente o realmente mejor remunerados y no pensemos en volver a nuestro país de origen en un tiempo prudencial.

La mayor parte de la atención al público, salud y el cuidado de nuestros, mayores e hijos está en un alto porcentaje en manos de estas personas que emigran de sus países buscando prosperidad. Vemos que muchos de los que llegan, se ven forzados a renunciar a su preparación universitaria o dedicación profesional para ejercer otro tipo de trabajo o profesión por ser lo único que, inicialmente se les ofrece, si es que quieren trabajar. 

El trasvase de personas de un país a otro, ya no queda relegado a aquellos habitantes de países lejanos, donde su cultura, exceso de población, hambrunas o problemática social, les obliga a emigrar; no, ahora y cada vez más, hay un trasvase de personas, cerebros y profesionales de verdad que, poco a poco, van abandonando sus países de origen para establecerse en otros con lo que cada vez en los países receptores es mayor el mix social, racial, cultural, político, religioso y social.

Hoy nadie se extraña al ver grandes directivos, gobiernos, alcaldes de grandes ciudades, gobernadores y políticos de diferente raza o cultura a la nacional. Es más, debido a la creciente y peligrosa tendencia a disminuir la natalidad y al citado aumento de la emigración; pronto llegará un día, en que los no aborígenes -más tendentes a la procreación- superen con creces a la población de larga tradición y origen nacional.

Debido a todo lo anterior, pienso firmemente que los gobiernos actuales deben tomarse más en serio sus políticas para evitar la emigración masiva de lugareños, lo que evitará la afluencia cada vez mayor de inmigrantes hacia los territorios donde, al quedar vacíos de mano de obra, les es más fácil encontrar un trabajo inicial y un asiento a la lumbre, a cuyo entorno poder reunir a esos familiares, que dejaron atrás, allí desde donde ellos saltaron a la aventura.

Las consecuencias de estas invasiones silenciosas, no sé sí serán buenas, mejores o peores de lo que cabría esperar de seguir con nuestra forma de vida y tradición; pero lo que sí está claro, es que los movimientos migratorios, ya no son de carácter temporal como antaño; son definitivos, se hacen para siempre y la presencia de tanto extraño al lugar, sin suda cambiará las formas, costumbres y normas de vida de la nación y por ello, hasta se puede afirmar, que muchos países están sufriendo una autentica invasión silenciosa y no se dan cuenta de que esto va cada día a más, basta con utilizar el transporte público y darse cuenta de esta realidad.                       

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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DOS DÉCADAS DE IMPACTOS GEOPOLÍTICOS

Alberto Hutschenreuter*

Llevamos apenas poco más de dos décadas en el siglo XXI y ya atravesamos impactos geopolíticos mayores, es decir, disrupciones internacionales desestabilizantes con base o características político-territoriales.

No deberíamos sorprendernos: hace un siglo, la política internacional ya había experimentado la guerra ruso-japonesa, el caos en los Balcanes, la gran catástrofe de 1914-1918, el desafío que implicaba para los países el establecimiento de un régimen revolucionario en Rusia, el derrumbe de cuatro imperios, y el gran desafío que suponía construir un orden internacional tras una guerra (además de una pandemia que causó 50 millones de muertos).

A partir de allí, casi todo el siglo XX estuvo signado por la geopolítica, al punto que, parafraseando una de las principales obras del gran Raymond Aron, fue “un siglo de geopolítica total”: comenzó con una pugna relativa con territorios entre Rusia y un ascendente Japón, y acabó con el gran desplome político-territorial del siglo, la desaparición de la Unión Soviética.

¿Será el siglo XXI otra centuria de geopolítica total? Seguramente, aquellos que conceden a los “nuevos temas” (robótica, redes digitales, inteligencia artificial, comercio, “blockchain”, movimientos y relaciones sociales interestatales, informática, genética, “vida 3.0”, etc.) un lugar de cambio de la historia relativizan la relevancia de la geopolítica (como también de la anarquía internacional y su “regulador”, la guerra), del mismo modo que lo hicieron aquellos que en los noventa vieron el comercio, la tecnología y la globalización como realidades superadoras de los fenómenos internacionales fragmentadores.

Pues bien, ojalá les acompañe la razón y el mundo finalmente marche hacia un auténtico orden mundial-aldeano basado en la confianza, la cooperación y la justicia internacional. Nada amparará más a la humanidad frente a las disrupciones o grandes apagones estratégicos que una configuración u orden internacional, esto es, un régimen de convivencia entre estados que (como nos sugiere la experiencia) más nos aproximará a aquello que denominamos paz.

Pero los hechos internacionales vividos en estas dos décadas del siglo XXI no nos permiten demasiado suponer que nos encontramos relativamente próximos a un ancla que sujete las relaciones internacionales a ese bien público mundial que es el orden.

Tampoco podemos asegurar que será otro siglo de geopolítica integral. Pero hasta hoy los acontecimientos con base en el factor geopolítico han sido categóricos. Volviendo a Aron, para este autor los órdenes internacionales son órdenes territoriales. Podríamos decir, por tanto, que los desórdenes internacionales implican desórdenes territoriales.

En este sentido, el siglo XXI se inició con un acontecimiento geopolítico mayor: el ataque perpetrado por el terrorismo transnacional sobre el territorio más protegido del planeta, Estados Unidos. El ataque implicó un notable cambio en la naturaleza geopolítica de este actor fáctico o no estatal, es decir, el terrorismo el 11-S alcanzó su mayor resultado desde que en los años noventa abandonó su territorio clásico de acción, el norte de África y Oriente Medio, para proyectarse a cualquier parte del mundo, particularmente al territorio y dominios del por entonces poder predominante del mundo, Estados Unidos, como así a otros sitios apóstatas.

De modo que, si por geopolítica consideramos intereses políticos volcados o proyectados sobre determinados territorios con propósitos relativos con la obtención de ganancias de poder, el ataque el 11-S fue resultado, ante todo, de un cambio de escala en el sentido o nuevo rango territorial de un fenómeno no estatal.

Pero también el siglo XXI comenzó con la ampliación de la OTAN, un hecho de fin de la década del noventa, aunque acaso fue, por lo que ha sucedido después, el primer acontecimiento del nuevo siglo.

La ampliación de la Alianza Atlántica hacia el este y el sur de Europa en términos prácticamente indefinidos explica, en gran medida, la guerra en Ucrania y el estado de “no guerra” entre Rusia y Occidente, pues el acercamiento de la OTAN a la frontera rusa y la ambigüedad de Bruselas en relación con las demandas de Kiev de sumarse a la cobertura política-militar disparó lo que en Rusia denominan “medidas contraofensivas de defensa”, consideradas por el Kremlin ante amenazas externas como la aproximación de alianzas militares a sus fronteras o situaciones internas en las ex repúblicas que puedan afectar el interés nacional de Rusia (dichas amenazas se encuentran en los documentos relativos con la concepción estratégica rusa).

Sin duda que Rusia transgredió el derecho internacional al invadir Ucrania, y hoy se registra en ese país y en los países vecinos de Europa del este un serio descenso de la seguridad humana, e incluso aumentó el riesgo en el nivel de la seguridad estratégica; pero si no se considera que la ampliación indefinida de la OTAN supone la ruptura de la concepción de seguridad indivisible, pues Occidente pretende incrementar su seguridad en detrimento de la seguridad de Rusia, un actor de más alta sensibilidad territorial que cualquier otra potencia preeminente, se deja de lado la clave (básicamente geopolítica) para comprender esta innecesaria crisis y guerra.

Más allá de las advertencias que reputados expertos en Occidente realizaron cuando la OTAN comenzó a extenderse, recientemente analistas y personalidades en Estados Unidos y Europa han remarcado que la situación actual fue resultado de lo que podemos denominar “transgresiones estratégicas y geopolíticas” por parte de Occidente. Por caso, Thomas Friedman prestigioso analista estadounidense, ha sostenido que “Esta es la guerra de Putin, pero Estados Unidos y la OTAN no son enteramente inocentes”. El analista cita largamente a George Kennan, quien en 1998 advirtió que la ampliación de la OTAN era un error estratégico. Por su parte y más recientemente, Javier Solana, ex secretario general de la OTAN (1995-1999) y Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE (1999-2009), sostuvo que “vivimos las consecuencias de sugerir que Ucrania entraría a la OTAN”.

El ascendente político-territorial es tan fuerte en esta cuestión que ha conmocionado al mundo, que la única posibilidad de lograr un cese de fuego en Ucrania radica en la renuncia de Kiev a ser (eventualmente) parte de la OTAN, es decir, alguna forma de neutralidad o neutralización político-territorial del país que elimine toda posibilidad de que Rusia limite al oeste con fuerzas y capacidades de la OTAN.

Por supuesto que desde comienzos de siglo y hasta hoy hubo otros numerosos hechos y nuevas situaciones de cuño eminentemente geopolítico, por caso, el establecimiento de Estados Unidos en la zona del Golfo Pérsico cuando en 2003 desplegó capacidades para luchar contra el terrorismo; la proyección de Rusia hacia el Ártico; el impulso de China a través de la “tierra orilla” del sur de Asia y de la masa terrestre de Asia central; la relocalización del terrorismo en zonas de África; la pugna entre las potencias medias regionales en Siria; la reafirmación territorial de los estados en tiempos de la pandemia; la creciente relevancia del territorio virtual como nueva dimensión de la geopolítica; la nueva fase del “imperialismo de suministros”; los crecientes requerimientos de materias primas por parte de la nueva “industria limpia” y las nuevas tecnologías; la posible emergencia de “custodios” de territorios sensibles para el mundo; las alteraciones geográficas con fines relativos con el poder; la creciente importancia de la “geopolítica popular” (que incluye el papel de medios y otros modos de cultura popular); el avance en materia de “geopolítica subterránea” o “vertical”, etc.

Prácticamente, dos décadas de “geopolítica total”. Pero, además, los estudios relativos con escenarios (realizados antes de la actual guerra en Ucrania) son bastante preocupantes. Por ejemplo, el último Informe del Foro Mundial relativo con los “Riesgos globales 2022” y más allá es altamente preocupante en relación con lo que podría aguardar a la humanidad. https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2022

Desde nuestro campo de estudio, la geopolítica prácticamente domina los temas del informe, que remarca la temática medioambiental como el segmento de mayor preocupación. Pero hay dos territorios no menos inquietantes en relación con lo que podría suceder en ellos: ciberespacio y el espacio exterior.

Respecto del primero, se estima que los ataques en territorio digital se multiplicarán sensiblemente en los próximos años. Las acometidas implican las relaciones entre estados, pero también el comercio electrónico. Se considera que para 2024 el valor global del comercio digital ascenderá a 800.000 millones de dólares, es decir, como advierte el analista de “World Politics Review” Stewart Patrick, habrá una mayor superficie para ataques.

En cuanto al segundo, se teme que pueda suceder una crisis en el espacio exterior, “territorio” que ha adquirido enorme relevancia como consecuencia de la cantidad de satélites en órbita. Se estima que en los próximos veinte años podría haber 70.000 satélites, tráfico que expande las posibilidades de incidentes, pero también abre posibilidades para la denominada guerra asimétrica. Asimismo, como bien advierte el autor citado, los marcos regulatorios que existen para el espacio exterior son hoy insuficientes para cuestiones como la explotación de recursos en dicho “territorio”.

Concluyendo, podemos observar tres impactos geopolíticos en poco más de dos décadas. Pero, además, hay otras muchas realidades y situaciones nuevas que responden a la lógica que asocia política, territorio y poder. No sabemos si será otro siglo de “geopolítica total”, pero hasta ahora, la geopolítica, que nunca se fue, mantiene un protagonismo categórico.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

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RUTAS MARÍTIMAS PETROLERAS

Giancarlo Elia Valori*

  1. Las formas de envío de petróleo

Hay tres tipos de clasificación de envío de petróleo. El primero es de acuerdo con la forma en que opera el barco, incluidas las rutas regulares y no programadas. Las rutas regulares (programadas) se utilizan principalmente para transportar mercancía general y se refieren a barcos específicos. Van a puertos específicos en fechas fijas y operan actividades de pasajeros y carga a tarifas de flete estándar. Las rutas no programadas se refieren a rutas seleccionadas temporalmente en función de las necesidades de transporte de mercancías. Los buques, los horarios de navegación y los puertos de escala no son fijos. Estas son rutas que operan principalmente actividades de transporte de carga a granel y de bajo costo.

El segundo tipo se basa en la clasificación por distancia, incluidas las rutas oceánicas y costeras. Las rutas oceánicas se refieren a rutas marítimas de larga distancia y barcos que cruzan los grandes mares desde el Lejano Oriente hasta Europa y las Américas y viceversa.

El tercer tipo se basa en clasificar según la navegación, incluidas las rutas del Atlántico, el Pacífico, el océano Índico y las rutas globales como tales.

  1. Rutas de hidrocarburos

Aquí están las principales rutas de envío de petróleo.

Asia Occidental (Estrecho de Ormuz) – Mar Arábigo – océano Índico – estrecho de Malaca / estrecho de Lombok (60 kilómetros de largo, 40 kilómetros de ancho y 250 metros de profundidad) – Países de Asia Oriental (República Popular China, Japón, Corea del Sur, etc.). Los mayores flujos marítimos provienen del petróleo crudo de Oriente Medio en el Golfo Pérsico. Esta ruta es la mejor manera para que los países de Asia Oriental importen petróleo crudo.

I. Asia Occidental (estrecho de Ormuz) – mar Arábigo – océano Índico – África Oriental – Estrecho de Mozambique – Cabo de Buena Esperanza – Océano Atlántico – Europa Occidental / Costas Orientales de las Américas. La profundidad del agua a lo largo de la ruta prácticamente no tiene restricciones en el tipo de barcos y tanto los superpetroleros (Very Large Crude Carriers) como los mega-petroleros (Ultra Large Crude Carriers) pueden navegar libremente.

II. Golfo Pérsico – estrecho de Ormuz – mar Arábigo – golfo de Adén – Bāb al-Mandab – mar Rojo – canal de Suez – mar Mediterráneo – estrecho de Gibraltar – océano Atlántico – norte de Europa – costa este de América del Norte. A diferencia de la segunda ruta mencionada anteriormente, esta tiene un tiempo de envío más corto, pero debido al poco calado del Canal de Suez, es difícil que pasen barcos grandes y la capacidad de carga es relativamente pequeña.

III. Mar Mediterráneo del norte de África – estrecho de Gibraltar – Países del norte de Europa (Amberes, Rotterdam, etc.). El petróleo crudo de Libia y otros países del norte de África se transporta principalmente a lo largo de esta ruta.

IV. Ruta atlántica a Europa Occidental y América del Norte.

V. África Occidental a través del cabo de Buena Esperanza a los países de Asia Oriental.

VI. África Occidental – estrecho de Malaca – estrecho de Taiwán – China continental. Esta ruta se utiliza para transportar petróleo crudo desde Angola, Nigeria y otros países de África Occidental a China.

VII. Ruta del Caribe: América Latina – canal de Panamá – costa americana del Atlántico Norte.

VIII. Ruta desde el Mar del Norte y América del Sur a China, a través del Cabo de Buena Esperanza.

IX. La costa este de las Américas cruza el océano Atlántico, rodea el cabo de Buena Esperanza y se dirige a los países de Asia Oriental; la costa oeste cruza el océano Pacífico y se dirige a Asia.

X. Ruta desde el sudeste asiático hasta el este de Asia. Esta ruta es principalmente para el transporte de corta distancia. Los buques utilizados son principalmente buques tanque Panamax (buques cuyo tamaño les permite pasar por las esclusas del Canal de Panamá).

  1. Los bastiones geopolíticos de estrechos, canales y canales

Las fortalezas petroleras estratégicas de transporte marítimo son una parte importante de la seguridad energética y geopolítica mundial. Echemos un vistazo más de cerca a ellos.

  1. El estrecho de Ormuz se encuentra entre Omán e Irán, conectando el golfo Pérsico, el golfo de Omán y el mar Arábigo (30 kilómetros de ancho, con una profundidad media de 80 metros). Es una de las rutas más importantes del mundo. En 2020, registró un volumen de comercio de petróleo de 18 millones de barriles por día, lo que representa casi el 50% del volumen total del comercio de petróleo por mar para ese año. Según los datos de BP Energy, Qatar exportó 3,7 billones de pies cúbicos de gas natural licuado (GNL) a través del estrecho en 2016, lo que representa más del 30% del comercio mundial de GNL.
  2. Situado entre Indonesia, Malasia y Singapur, el estrecho de Malaca es una importante ruta de transporte que conecta el Océano Índico, el Mar del Sur de China y el Océano Pacífico. El estrecho tiene aproximadamente 930 kilómetros de longitud, con una anchura mínima de 38 kilómetros y una profundidad media de 25 metros. El número de petroleros que ingresan al Mar del Sur de China (desde Singapur hasta el vecino Taiwán) a través del Estrecho de Malaca es tres veces mayor que el del canal de Suez y cinco veces mayor que el del canal de Panamá. Es el salvavidas marítimo de los países asiáticos. El estrecho de Malaca es la ruta más corta que conecta el Medio Oriente y los mercados asiáticos, incluidos China, Japón, Corea y todo el Pacífico. Los envíos de petróleo a través del estrecho aumentaron a 16 millones de barriles por día en 2016, frente a 14,5 en 2011, con el petróleo crudo representando entre el 85 y el 90 por ciento, lo que lo convierte en el segundo puesto de avanzada más ocupado del mundo..
  3. El estrecho de Singapur sigue el estrecho de Malaca al sureste: tiene 114 kilómetros de largo y 16 kilómetros de ancho, con una profundidad media de 22 metros. Forma un cuello de botella natural en el transporte marítimo, lo que aumenta las posibilidades de colisiones de buques o derrames de petróleo. También se ha convertido en una de las últimas zonas activas para los piratas. Si el estrecho de Malaca se cerrara, casi la mitad de los barcos del mundo deberían moverse por Indonesia. Esto afectaría a la capacidad mundial de transporte, aumentando así los costos de transporte y ejerciendo una presión al alza sobre los precios mundiales de la energía. El volumen de petróleo crudo transportado a través del Estrecho de Malaca representa aproximadamente el 15% del consumo mundial.
  4. El canal de Suez se encuentra en Egipto y conecta el Mar Rojo y el Mar Mediterráneo. Es una ruta estratégica para el petróleo y el gas natural desde el Golfo Pérsico hasta los mercados europeos y norteamericanos. Es la frontera entre Asia y África y el paso de agua más directo entre Asia y África y Europa. La longitud total del canal es de 193,3 kilómetros; el ancho de los canales paralelos es de 205-225 metros, y la profundidad promedio es de 22 metros. El tonelaje máximo que pasa por ella es de 210.000 toneladas. Según la compañía Kpler-Leading Commodity Data & Analytics Solutions, 1,74 millones de barriles por día (bpd) de los 39,2 millones de bpd de petróleo crudo importado por mar en 2020 pasaron por el Canal de Suez. Debido a los límites de profundidad, el Canal de Suez no puede ser cruzado por superpetroleros y megapetroleros. Cuando la Autoridad del Canal de Suez extendió la profundidad del canal a 66 pies en 2010, se crearon los barcos Suezmax, es decir, los barcos cuyo tamaño permite su paso por el canal de Suez. Celebró su 150º aniversario. La mayor parte de los flujos de petróleo que pasan por el canal de Suez se dirigen al norte a los mercados europeos y norteamericanos, y al sur a los mercados asiáticos. Las exportaciones de petróleo de los países del golfo Pérsico representan el 84% de los flujos hacia el norte. Las exportaciones de petróleo de Rusia representan el 17% de los flujos hacia el sur, seguidas por Turquía, Argelia y Libia, que en conjunto representan el 12% de los flujos hacia el sur. Los flujos totales a través del canal de Suez han estado creciendo constantemente desde 2009, con aumentos en 2015 y 2016 que reflejan el aumento de la producción y las exportaciones de la OPEP. El oleoducto de transporte Suez-Mediterráneo de 200 millas (Sumed), inaugurado en 1977 y construido por las empresas italianas Saipem y Snamprogetti (ENI Group) y por Montubi y Cimi de Finsider, transporta petróleo crudo desde el mar Rojo hasta el Mediterráneo. La capacidad total del oleoducto es de 2,34 millones de barriles por día. Cuando los barcos no pueden navegar por el Canal de Suez, el oleoducto Sumed es la única ruta alternativa que puede transportar petróleo desde el Mar Rojo hasta el Mediterráneo. Si el oleoducto Sumed se cerrara, los petroleros deberían desviarse al Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur de África, agregando miles de millas a los envíos de Arabia Saudita a Europa y hasta los Estados Unidos de América Si el oleoducto Sumed se cerrara, los petroleros deberían desviarse al cabo de Buena Esperanza en el extremo sur de África, agregando miles de millas a los envíos de Arabia Saudí Europa y hasta los Estados Unidos de América.
  1. El estrecho llamado Bāb al-Mandab, que significa en árabe la “Puerta de la Lamentación” o la “Puerta de las Lágrimas”, es una fortaleza marítima entre el Cuerno de África y oriente Medio y un enlace estratégico entre el Mediterráneo y el océano Índico. Situado entre Yemen, Yibuti y Eritrea, el estrecho conecta el Mar Rojo, el Golfo de Adén y el Mar Arábigo. El estrecho tiene aproximadamente 26-32 kilómetros de ancho y tiene una profundidad máxima de 310 metros, con algunas islas volcánicas dispersas. La isla de Perim divide el estrecho en dos canales, el más pequeño de los cuales, en el lado asiático, conocido como estrecho de Alejandro, tiene unos 3,2 kilómetros de ancho y 30 metros de profundidad. El canal más grande, conocido como Dakt al-Mayun, está en el lado africano, con un ancho de unos 28,8 kilómetros y una profundidad de agua de 323 metros, y es difícil de navegar debido a los numerosos arrecifes y rápidos. Como se ha visto anteriormente, la mayoría de las exportaciones de petróleo del golfo Pérsico llegan a través del canal de Suez y el oleoducto Sumed a través del estrecho de Bāb al-Mandab. En 2018, unos 6,2 millones de barriles por día de petróleo crudo y productos refinados similares pasaron a través del estrecho de Bāb al-Mandab a Europa, Estados Unidos de América, frente a los 5,1 millones de barriles por día en 2014. En julio de 2018, dos superpetroleros saudíes fueron atacados por los rebeldes chiítas hutíes de Yemen (Ansar Allah), suspendiendo así los envíos de petróleo en el mar Rojo y planteando preocupaciones del mercado sobre la seguridad del transporte en el estrecho de Bāb al-Mandab. Este cruce de comunicación se ha convertido en una ruta importante para el tráfico marítimo general también entre los océanos Pacífico, Índico y Atlántico. Algunos lo llaman el corazón estratégico del mundo, ya que es una ruta marítima muy concurrida: la zona también es un refugio para los piratas somalíes. El cierre del estrecho permitiría a los petroleros del golfo Pérsico llegar al canal de Suez o al oleoducto Sumed y luego desviarse hacia el sur hacia el extremo sur de África. Esto aumentaría en gran medida el tiempo y los costos de transporte.
  1. Los estrechos turcos, que incluyen el Bósforo y los Dardanelos, separan Asia de Europa. El Bósforo (del griego: “estrecho del ganado” o “vado de buey”) es una vía fluvial de 31 kilómetros de largo, 700 metros de ancho y 121 metros de profundidad que conecta el mar Negro con el mar de Mármara. Los Dardanelos (el antiguo Helesponto, conocido en turco como estrecho de Çanakkale) es una vía fluvial de 61 kilómetros de largo, con una anchura mínima de 1,2 y una profundidad media de 60 metros. Conecta el mar de Mármara con el mar Egeo y el mar Mediterráneo. Ambas vías fluviales suministran petróleo de Europa occidental y meridional de Rusia y otros países euroasiáticos, incluidos Azerbaiyán y Kazajstán. Se estima que 2,4 millones de barriles por día de petróleo crudo y productos derivados del petróleo navegaron a través del estrecho turco en 2016, más del 80% de los cuales era petróleo crudo. Los envíos de petróleo a través del estrecho turco disminuyeron desde los 2,9 millones de barriles por día registrados en 2011. El tráfico a través de los dos estrechos ha disminuido constantemente en la última década. Es probable que los envíos de petróleo aumenten en el futuro a medida que aumente la producción de crudo de Kazajstán, ya que el país exporta más petróleo crudo a través del mar Negro. Los estrechos turcos se encuentran entre las vías fluviales más difíciles del mundo, con unos 48.000 barcos que pasan a través de ellos cada año, lo que convierte a la zona en uno de los bastiones marítimos más concurridos del mundo. De hecho, la congestión del tráfico está causando problemas a los petroleros.
  2. El canal de Panamá es una ruta vital que une el océano Pacífico, el mar Caribe y el océano Atlántico. El canal tiene 82 kilómetros de largo, 90/150-240/300 metros de ancho y 12 metros de profundidad como máximo. Los buques de carga Panamax antes mencionados generalmente pueden transportar de 65 a 80.000 toneladas pero, debido al límite de calado del canal, su capacidad máxima de carga está limitada a aproximadamente 52.500 toneladas y el resto de la carga se transborda. Más de 12.525 barcos pasaron por el Canal de Panamá en 2021, transportando 287.486.205 toneladas de carga. Las rutas marítimas alternativas al canal de Panamá incluyen el estrecho de Magallanes, el cabo de Hornos y el estrecho de Drake en el extremo sur de América del Sur, pero tales opciones aumentarían significativamente el tiempo y los costos de tránsito. Aunque el petróleo y los productos derivados del petróleo representaron el 30.1% de las principales mercancías que fluyen a través del canal de Panamá en 2021, no es una ruta importante para tales envíos. El petróleo y los productos refinados en dirección norte (del Pacífico al Atlántico) en esta ruta representan apenas el 6.9% de todos los envíos de carga; mientras que el 42,7% del petróleo refinado y sin refinar se envió al sur desde el Atlántico hasta el Pacífico el año pasado.
  1. El estrecho de Dinamarca es el canal que une el mar Báltico y el mar del Norte. Tiene 480 kilómetros de largo y 290 kilómetros de ancho en su punto más estrecho. Es una ruta importante para las exportaciones de petróleo ruso a Europa. En 2016, unos 3,2 millones de barriles de productos petrolíferos fluyeron a través del estrecho de Dinamarca todos los días. Después de abrir el puerto de Primorsk en 2005, Rusia trasladó la mayor parte de sus exportaciones de petróleo a los puertos bálticos. Las exportaciones de petróleo de Primorsk a través del estrecho de Dinamarca representaron casi la mitad de las exportaciones totales en 2011, pero cayeron al 32% en 2016. Pequeñas cantidades de petróleo de Noruega y del Reino Unido (menos de 50.000 barriles por día) también fluyen hacia el este a través del Estrecho a los mercados escandinavos.
  2. El cabo de Buena Esperanza se encuentra en el extremo sur de Sudáfrica y es un importante punto de tránsito para el tráfico mundial de petroleros. Los envíos de petróleo crudo alrededor del cabo de Buena Esperanza representan aproximadamente el 9% de todo el petróleo comercializado por mar. La Administración de Información de Energía de los Estados Unidos estimó que los flujos de petróleo que rodeaban el cabo de Buena Esperanza en 2016 fueron de aproximadamente 5,8 millones de barriles por día, lo que representa casi el 9% del comercio marítimo mundial. El cabo de Buena Esperanza es otra ruta alternativa para los barcos que navegan hacia el oeste para evitar el golfo de Adén, Bāb al-Mandab y el Canal de Suez, pero con un mayor costo y tiempo de tránsito.

Como se puede inferir del análisis anterior, bloquear una de estas fortalezas es suficiente para dañar a un país o un área geopolítica bien definida. En tal caso, la talasocracia tendría más posibilidades que una telurocracia que ignora las alianzas prospectivas en vista de probables crisis de escenarios.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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