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OTRA DE LAS INNUMERABLES GUERRAS OLVIDADAS: MYANMAR.

Isabel Stanganelli*

Imagen de Gordon Johnson en Pixabay

Se independizó como Birmania en 1948 junto con todos los nuevos países que sucedieron a la “India británica”. A diferencia de Pakistán, todos los restantes lo lograron pacíficamente. Lamentablemente ni Birmania ni Sri Lanka pudieron evitar posteriores guerras civiles. Luego de varios años y diversas intervenciones Sri Lanka logró alguna estabilidad, pero el destino de Myanmar continúa incierto.

Con excepciones, los Estados que cuentan con numerosos grupos étnicos suelen forjar alianzas y éstas rivalizan con otras. Max Weber ha analizado lo suficiente la índole de las relaciones familia-clan-tribu y este país no resulta excepción para sus conclusiones.

Algo menos del 90% de sus habitantes son budistas, 8% católicos —porcentaje menor pero tan destacado por su nivel educativo que sin importar la religión de los estudiantes, prefieren instituciones católicas para obtener sus títulos—.

Debo confesar que he estado en Myanmar. Que me enamoré de Myanmar. Sus paisajes, su gente, su cultura, los momentos compartidos con algunas comunidades.

Llegué en vuelo desde Tailandia. Era imposible —y sigue siéndolo— conseguir visa para visitar este Estado, “el país ermitaño” en Occidente, sin embajadas en el continente americano y bajo sanciones; solo pude obtener el permiso desde Bangkok. De hecho Myanmar cuenta actualmente con 20 embajadas en Asia, nueve en Europa y una en Oceanía (en Australia)… Fin del inventario.

Durante el breve vuelo me sorprendió la cantidad de fotógrafos entre el pasaje: resulta que en otro vuelo —privado— viajaba de visita el rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej (Rama IX), y la prensa lo acompañaba en el mío.

Nueva sorpresa al arribar al hotel: una alfombra roja cubría la entrada y a cada lado de la escalera había efectivos militares vestidos con los trajes características de los principales grupos nacionales. El rey de Tailandia se hospedaba en el mismo hotel y estaba por llegar.

Respecto de los birmanos, 80% de la población, la junta militar que gobernaba desde 1988 el país había decidido cambiar el nombre de Birmania por Myanmar por una cuestión de respeto a las restantes minorías. Hoy esa decisión está en entredicho (es posible que la queja provenga justamente de la mayoría birmana).

Por razones obvias no estaban en esa escalera las “mujeres jirafa”, a las que desde niñas se les incorpora un anillo de oro en el cuello a los que se agrega uno cada año. ¿El objetivo? Siendo un lugar tan vulnerable, protegen el cuello de las niñas-mujeres de los zarpazos de los grandes felinos del país.

Pero es la ultraminoría musulmana la perseguida al punto de señalarse los ataques contra ella como genocidas o referirse a ellos como limpieza étnica: son los rohingya, con los que estamos familiarizados en Occidente gracias a la serie de Netflix Pine Gap. El tratamiento de esta cuestión, como veremos, ha dañado la reputación de la máxima figura actual y premio Nobel Aung San Suu Kyi…

Destaquemos que más del 65% de la población nacional es rural, que el país situado entre el trópico de Cáncer y el Ecuador es mayormente selvático, la base de la alimentación es el arroz y, como detalle, el animal de tiro es el elefante.

Las sanciones y las turbulencias del gobierno hicieron de Myanmar, uno de los países más pobres de la región. Sobreviven modos tradicionales de subsistencia.

Cuando visité Myanmar, la activista Aung San Suu Kyi se encontraba bajo arresto domiciliario. Hija del general Aung San, asesinado por otros militares de diferente signo político, quien era reconocido como uno de los padres de la Patria e incluso billetes de la moneda local llevaban su retrato. Su hija había ganado las elecciones en 1990 pero la junta militar desconoció los resultados. Un año después sus hijos recibieron en su nombre la distinción en Estocolmo. Aung San Suu Kyi tenía amplia experiencia en Occidente y había trabajado para numerosas instituciones incluyendo la ONU hasta contraer matrimonio con un británico, elemento utilizado por la junta para negarle el cargo ganado en los comicios: estaba casada con un extranjero… Con el tiempo el motivo fue ser la viuda de un extranjero y luego haber estado en prisión…

Conocida como “The Lady” —“La Dama”—, siempre tuvo posibilidades de abandonar su país, pero jamás tuvo garantías de la junta en poder volver a ingresar. Su actividad de oposición política y su modalidad al estilo Gandhi la hicieron merecedora de otros importantes premios relacionados con la democracia y la paz mundial.

Mientras alternaba prisión domiciliaria, prisión en la nueva capital —en una ocasión no se le permitió descender del taxi frente a su casa por una semana— o en hospitales, Aung San Suu Kyi fue objeto de las situaciones más insólitas. Una de ella fue la aparición en su casa de un periodista que había nadado un ancho lago para llegar, permaneció tres días en su domicilio para restablecerse y de paso entrevistarla y retornó nadando… Fue descubierto y no resultó fácil eximir de responsabilidad a La Dama. Entre tanto ocurrieron las protestas de 2007, levantamientos budistas y el devastador paso del ciclón Nargis entre otros eventos.

El mundo siguió sancionando al país. Posiblemente haya colaborado en ello que tenía buenas relaciones con China y naturalmente facilitaba el acceso de ese país al océano Índico donde cuenta con una base en las islas Cocos para observar los movimientos de India o incluso integrar el conocido “collar de perlas” en dicho océano.

Incluso hubo presión occidental para que fuera expulsada de la ASEAN, pero los miembros de esta organización respondieron que no tenía sentido aislar al país puesto que ya había elegido estar aislado. También tiene status de observador oficial en la Organización de Cooperación de Shanghai.

Durante la vigencia de la junta hubo cierres de universidades. Los estudiantes, sin importar que tan avanzados estaban en sus carreras debieron recurrir al campo para encontrar trabajo.

Uno de los elementos que reducía las protestas era la gran cantidad del presupuesto nacional asignada a los templos budistas, así como los obsequios y ornamentos de oro que la junta les asignaba.

La magnificencia de los templos del complejo Shwedagon en la anterior capital, Yangón, supera todo lo imaginable. Solamente la pagoda Shwedagon, de 110 m. de altura, está cubierta por planchas de toneladas de oro y en su parte superior cuenta con casi 5.500 diamantes y más de 2.300 rubíes. Todo el complejo abarca 46 hectáreas —la superficie del Vaticano es de 44 hectáreas— donde cuenta con docenas de otros templos, santuarios, más de 60 stupas (un tipo de arquitectura budista hecha para contener reliquias, que deriva probablemente de los antiguos túmulos funerarios) y pequeños altares como los que representan los ocho días de la semana budista.

Pero todo el país cuenta con templos. Solamente la ciudad de Bagan supera los 4.000 y ya forma parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad (UNESCO).

Toda esta información y la óptica de la filosofía oriental pueden ayudarnos a comprender la estrategia de las sucesivas juntas militares de guarecerse detrás del Buda a través del visible mantenimiento de los templos donde se lo venera: una vez más la religión como instrumento de dominio.

Pero la historia de Myanmar también nos muestra a monjes budistas inmolándose. Y justamente en 2007 la junta debió sofocar una revuelta budista.

Hubo elecciones en 2010 pero fueron consideradas fraudulentas y siguió la guerra civil, con los budistas contra la junta militar pero también contra los rohingya.

Finalmente en las elecciones de noviembre 2020 el partido de Aung San Suu Kyi resultó ganador con ella como Consejera de Estado.

El golpe de Estado no se hizo esperar. El 1º de febrero de 2021 el flamante gobierno fue destituido y La Dama, de 77 años, acaba de ser condenada a 33 años de prisión por diversos delitos cuya comisión no puede ser verificada.

De todos modos su nombre ha estado perdiendo brillo durante la última década por el no reconocimiento del genocidio contra los rohingya, grupo al que ni siquiera reconoce derecho a estar en el país. Ya se le han retirado varias distinciones otorgadas por su lucha por la paz, la libertad y la democracia.

La situación en Myanmar es desesperante: en los dos años transcurridos se evalúa que cerca de 3.000 civiles han perdido la vida y la población se cuestiona por que no recibe ayuda de la comunidad internacional, que observan que si se ocupan de la situación de Ucrania.

Independientemente de que un argumento es que ésta es una cuestión interna, nos sobran ejemplos de situaciones internas que han merecido la intervención de la comunidad internacional. Posiblemente Myanmar es otra víctima del trastorno por déficit de atención de la comunidad internacional. Con ello colabora que el país es poco conocido porque justamente sus sucesivos gobiernos no han favorecido las visitas, el turismo ni el ingreso de los medios.

Y aunque es cierto que una fracción de la ayuda destinada al conflicto en Europa podría alcanzar para pacificar Myanmar, el argumento de que lo de Europa podría terminar en una nueva guerra mundial podría encubrir el sentimiento de que existen Estados que son centrales y otros menos importantes (¿una forma de “racismo”?).

El hecho de que la junta ahora no tenga serios rivales y de que lo que ocurre ahí no haya producido la devaluación de ninguna moneda, no ha impedido que la Unión Europea impusiera una quinta ronda de sanciones en noviembre o que la ONU advirtiera con adopción de medidas… las aplicadas durante décadas no impidieron el descenso al horror de la población de Myanmar.

 

* Profesora y Doctora en Geografía/Geopolítica, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales, UNLP. Secretaria Académica de la SAEEG.

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