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EL SIGNIFICADO Y EL POTENCIAL DEL CIBERESPACIO

Gincarlo Elia Valori*

Imagen de Michal Jarmoluk en Pixabay 

La formación y el desarrollo del ciberespacio han cambiado profundamente el pensamiento y los hábitos de comportamiento de las personas. Las discusiones académicas actuales sobre una variedad de temas como la política de red, la ética de la red, la cultura de la red y la ideología de la red también se han convertido en temas académicos limítrofes.

Comprender con precisión la connotación, las características y la esencia del ciberespacio y definir científicamente sus atributos en el espacio de la vida cotidiana son la base y los requisitos previos para explorar este tipo de problemas De lo contrario, será difícil para nosotros comprender y captar con precisión las raíces de este conjunto de cuestiones que afectarán la naturaleza científica de la investigación.

Para la discusión de temas relacionados con Internet, la investigación en el campo de las ciencias sociales utiliza principalmente la “sociedad en red” y el “ciberespacio” como herramientas conceptuales para afectar el tema.

Con el rápido desarrollo de la tecnología de redes y la participación activa de las personas en la práctica de la comunicación, el ciberespacio ha sido ampliamente reconocido y ha afectado a las personas como una nueva forma de entorno. Sin embargo, todavía hay muchas diferencias en la comprensión y definición del concepto de ciberespacio. Por lo tanto, es necesario realizar un trabajo adicional de identificación teórica. Muchos estudiosos han llevado a cabo un análisis estructural del ciberespacio y algunos lo consideran una estructura de tres niveles, incluyendo:

    1. La capa física más baja, que forma la base material del sistema de información de la red. Por ejemplo, el término ciberespacio, lleva a alguien a pensar que la información viaja por el aire: ¡este no es el caso en absoluto! Internet se propaga a través de cables de fibra óptica terrestres subterráneos y marinos, y las estaciones de radio base están conectadas a esta red de cables, y las antenas que vemos dominando las colinas reciben la señal de la red de los cables subterráneos y la transforman en ondas electromagnéticas para ser transmitidas y luego recogidas por nuestros teléfonos inteligentes: es decir, la ilusión de que el ciberespacio está en el aire sin cables, en cambio es tierra a tierra.
    2. La capa gramatical media, es decir, las instrucciones, programas y protocolos con los que la máquina interactúa entre el diseñador del sistema y el usuario de la máquina.
    3. El nivel semántico más alto que se refiere principalmente a la información contenida en la máquina y a algunos servicios que sirven para el funcionamiento de la información del sistema. Otros estudiosos lo clasifican en cinco pisos:
      1. La “capa física” se refiere a los dispositivos de hardware que componen la computadora.
      2. La “capa de protocolo” enfatiza que las diferentes versiones de los protocolos de comunicación son en gran medida la fuente de poder y autoridad en el ciberespacio y proporcionan a los usuarios marcas de identificación clave en el ciberespacio.
      3. La “capa lógica/de código” es un software administrado por computadora que constituye y limita las formas y límites para que los usuarios usen la red.
      4. La “capa de contenido” expresa principalmente los diversos objetos y/o narrativas creadas por los usuarios de Internet.
      5. El “nivel de relación” enfatiza la transmisión del ciberespacio: es decir, la relación social entre los usuarios que crean, intercambian, difunden y comparten contenido de red incrustado en objetos y narrativas.

Como resultado, los estudiosos no solo ven los fundamentos materiales y técnicos que componen el ciberespacio, sino que también revelan los elementos de la relación humana contenidos en él y, por lo tanto, consideran el ciberespacio como una especie de “realidad virtual”. Algunos estudiosos han interpretado este elemento “relacional” desde una dimensión más específica, y han considerado el ciberespacio como un campo electrónico por derecho propio, distinto de los profesionales políticos, un campo que contiene muchos temas como la política, la economía, la sociedad, la cultura y la religión.

Entonces, ¿cuál es la esencia de esta “realidad virtual”? Históricamente, para satisfacer sus necesidades básicas de supervivencia, las “personas reales” se dedican en primer lugar a la producción de bienes materiales. En las actividades de producción, la división del trabajo, la práctica de la comunicación y los métodos de producción surgirán inevitablemente, estos compuestos de diferentes comportamientos darán lugar a diferentes formas sociales.

Se puede decir que las actividades prácticas perceptivas y concretas son la fuerza impulsora detrás de la formación de las relaciones sociales humanas. De hecho, el surgimiento de Internet es exactamente el producto de las actividades prácticas humanas y es un resultado importante de la transformación del mundo objetivo en prácticas de producción por parte del hombre. En otras palabras, como herramienta técnica, la red representa la productividad avanzada y encarna el legado de conocimientos y habilidades humanas.

Basado en la plataforma tecnológica de Internet, la participación social de “personas reales” permite la formación y el desarrollo del ciberespacio. El flujo de información es la forma básica de la existencia del ciberespacio y la información como símbolo trae las relaciones sociales reales de las personas, que tienen valores y significados consecuentes.

Sobre la base de estos atributos, el ciberespacio, como producto de las actividades de práctica social humana, ha ampliado y enriquecido aún más el campo y los métodos de la práctica humana; ha cambiado los hábitos de pensamiento y comportamiento de las personas: nuevas formas de vida real.

En resumen, ya sea en términos de producción, contenido o impacto real, el ciberespacio muestra claras características sociales y la sociabilidad es su atributo fundamental. Se puede decir que el ciberespacio es una nueva forma de espacio social producida con el desarrollo de la tecnología de redes, y es la mayor extensión y expansión del espacio social en el contexto de la tecnología de la información.

Este proceso de extensión y expansión produce y reproduce el propio espacio social, es decir, aquel en el que realmente vivimos. Para el ciberespacio, como en la llamada vida cotidiana, la interacción de las personas y las actividades de práctica basadas en diferentes intereses y propósitos —que provocan la continua diferenciación del ciberespacio— están marcadas por la generación de espacios secundarios como la Web, el foro, el post a insertar y el círculo de amigos que comienza a crear consensos generalizados.

Por otro lado, una vez que se genera el espacio de red secundario, producirá un cierto valor y significado de la agregación “pro” o función de exclusión “anti”, y así dividirá a las personas en diferentes grupos de red. Como resultado, se forman dos relaciones entre el hombre y el ciberespacio: una es que las personas utilizan la red como un medio y una herramienta para ser aplicada; la otra es que la red constituye las condiciones reales de la existencia humana: las personas “están” en la red, existen solo allí, ya que lo real es necesario solo como una búsqueda de alimento y subsistencia física, y ni siquiera tanto de sexo.

En un análisis más detallado, el hombre y el ciberespacio se manifiestan como una relación espacial de simbiosis y coexistencia. En esta relación, el ciberespacio no solo ha cambiado la forma en que las personas reciben, procesan y envían información (como en el pasado), sino que también ha variado la forma en que se genera la información en sí, de manera diferente y / o contraria a una vez.

Las personas han creado y desarrollado la tecnología de red a través de la práctica, pero al mismo tiempo se han remodelado y mejorado con la tecnología de red, han expandido los límites del mundo de la vida y se han dado cuenta de la espacialización de la vida misma. Se puede decir que el ciberespacio no es solo un espacio para el flujo de información digital, sino también un espacio para la interacción social, un nuevo espacio en el que el poder esencial del ser humano puede mostrarse de una nueva apariencia ya no aleatoria, como el nacimiento fisiológico.

Las personas están acostumbradas a resumir las características básicas del ciberespacio con términos como virtualidad, anonimato (aunque ilusorio como escribimos hace semanas), libertad y apertura y características transtemporales y espaciales, y luego lo convierten en una cognición del sentido común. Pero las cosas habituales son más propensas a pecar que las omisiones o ilusiones, no capaces de captar en profundidad un hecho o una verdad.

A menudo se dice que el ciberespacio es una “realidad virtual”. Cuando lo llamamos espacio virtual, ¿qué significa el término “virtual”? En un sentido general la palabra “virtual”, contiene los siguientes significados: uno se refiere a una especie de vacío, o algo que no existe en la realidad; la otra es representar una posibilidad potencial. Por ejemplo, una pieza de madera contiene la posibilidad de convertirse en una mesa o un armario, y una piedra contiene la posibilidad de ser una estatua de un líder o un león de piedra. Todo esto puede transformarse en una cierta realidad confiando en las actividades prácticas humanas intermedias: el carpintero, el artista. “Virtual”, también puede entenderse como un tipo de existencia real, pero este tipo de existencia no tiene un papel práctico, sino que juega un cierto papel. La virtualidad del ciberespacio, también podemos entenderla y definirla desde múltiples ángulos. Desde un punto de vista técnico, el ciberespacio es una forma espacial basada en la tecnología digital e informática, no es un mundo compuesto por átomos, sino un mundo virtual compuesto por “bits” que simula cosas reales. Desde el punto de vista de la identidad, el aparente anonimato (es decir, la ilusión del mismo que el proveedor ofrece al usuario) traído por la virtualidad deconstruye el rol profesional del sujeto, el estatus social e incluso el género de hombres y mujeres, transformando a X en lo que le gustaría ser, pero no es.

Como resultado, las “personas reales” se convierten en fantasmas que deambulan por el ciberespacio. La interacción social de ayer entre las personas se transforma en interacción técnica y simbólica. Cuando varias computadoras se conectan para formar una enorme red que une a las personas a través de diferentes interfaces, se llevan a cabo prácticas de comunicación en las que ya no hay necesidad de movimiento, viaje, encuentro. Y aquí es donde se forma el mundo virtual.

Ciertamente, la “virtualidad” del ciberespacio no apunta al llamado vacío = existencia real, pero su esencia viene en forma de simulación y digitalización. Esta forma virtualizada de construir el mundo no solo contiene el potencial para el desarrollo de las cosas, sino que también posee el camino real de transformación de la posibilidad a la realidad.

El informático estadounidense Nicholas Negroponte señaló: “Si las palabras que componen la ‘realidad virtual’ no se ven como sustantivos y adjetivos, sino como ‘mitades iguales’, la lógica de definir el pleonasmo como ‘realidad virtual’ es más apetecible”. La implicación es que lo virtual también puede entenderse como parte de la realidad, las cosas virtuales serán tan reales como la realidad, e incluso más reales que la realidad. Porque, como forma de tecnología, lo “virtual” no solo puede desarrollarse en torno a problemas reales, sino revelar las partes reales de las cosas y brindar a las personas una experiencia realista, lo que facilita el logro de los objetivos esperados por las personas.

En una palabra, no podemos considerar el ciberespacio como un “espacio poco realista” debido a su virtualidad; y el ciberespacio no es un espacio abstracto que depende de la imaginación humana para percibir y captar. Su forma espacial se encarna en lo que no es una fantasía en absoluto.

La “libertad” es el concepto de valor universal de la civilización política moderna y es el derecho humano fundamental, inferior sólo al de la vida. La formación y el desarrollo del ciberespacio ha dado a este derecho una nueva manifestación: la libertad de Internet. Los académicos han estructurado específicamente la libertad de Internet en a) libertad de expresión en Internet, b) libertad de acceso a Internet y c) libertad de comunicación en Internet.

“Libertad de expresión en Internet” significa que los internautas (ciudadanos de la red) pueden usar Internet para publicar y transmitir sus pensamientos, opiniones, opiniones e incluso sentimientos personales. No son receptores pasivos de información, sino editores activos y difusores de dicha información.

La “libertad de acceso a Internet” se refiere a los derechos de los internautas a obtener y utilizar la infraestructura de red y a elegir y obtener información de la red.

“Libertad de comunicación de Internet” se refiere a la libertad que los usuarios de Internet utilizan a través de medios de comunicación.

En general, podemos comprender y definir aún más la libertad de la red a partir de los siguientes aspectos. El ciberespacio es una forma de difusión igualitaria y abierta del pensamiento. De acuerdo con las condiciones de acceso y los umbrales técnicos de divulgación de información básica, todos pueden participar libremente, teniendo así la oportunidad de divulgar, acceder, elegir y consumir libremente información en línea. Al mismo tiempo, el ciberespacio supera en cierta medida las deficiencias de la asimetría de la información de los medios tradicionales y rompe las barreras naturales del tiempo y el espacio físicos.

Los internautas pueden compartir recursos de información en línea y desarrollar intercambios e interacciones libres. La naturaleza virtual del ciberespacio ha ocultado de hecho en las relaciones sociales reales las diferentes representaciones de la identidad, el estado, la riqueza, la ocupación, etc. A partir de las características básicas del ciberespacio, la individualización en él se ha consolidado, generando una fuerza interior de abajo hacia arriba. Con este tipo de poder, los internautas generalmente tienen una experiencia autónoma de libertad. Se puede decir que para las personas reales, el desarrollo de la tecnología y la formación del espacio de red tienen un importante significado liberador incluso desde un punto de vista psíquico.

Tim Berners-Lee, quien inventó la WWW, escribió: “Mi ideal para la World Wide Web es que todo pueda estar potencialmente conectado. Es este ideal el que nos proporciona una nueva libertad y nos permite desarrollarnos más rápido que y bajo nuestro propio sistema de clasificación jerárquica”. Hoy, frente al rápido desarrollo de Internet y los profundos cambios sociales que conlleva, algunos estudiosos han enfatizado directamente que el valor y la importancia de Internet radica en sus valores internos de civilización; es el espíritu de Internet el que defiende la libertad, la igualdad, la apertura, la innovación y el compartir. Sin embargo, la libertad de Internet no es absoluta. En cuanto al ciberespacio en sí, no solo tiene la función de empoderamiento individual, sino también de “control”, que se realiza principalmente a través de la creación de barreras técnicas. Este tipo de operaciones pueden establecer efectivamente la autoridad de publicación de información y la autoridad de acceso de los internautas, y pueden mostrar o enmascarar selectivamente la información relevante y, por lo tanto, guiar o incluso controlar intencionalmente la tendencia de la opinión pública en la red, es decir, desde la ilusión de libre e independiente, y pasar a la de directamente controlada.

Sin embargo, este tipo de operaciones también se pueden utilizar para fines especiales y las ventajas logradas por “terceros ocultos” logran un monitoreo integral de los internautas y la información de la red.

Citando a Michel Foucault, refiriéndose a Jeremy Bentham, el ciberespacio puede convertirse en una “prisión de anillo panóptico”, o “prisión súper panorámica” por el observador. Milton Mueller tuvo que decir: “Aunque Internet ha ampliado en gran medida el alcance y la interacción entre el discurso público e individual, también ha promovido el desarrollo de tecnología y medios organizativos para monitorear y controlar el habla en línea”.

En el proceso de gobernanza, con el fin de regular eficazmente el uso aproximado de la “libertad” por parte de los internautas y superar las tendencias erróneas de pensamiento, como la violencia cibernética y los rumores, los delitos cibernéticos, las noticias falsas, el anarquismo cibernético, el liberalismo desenfrenado y el nihilismo, los estados y los gobiernos también han intervenido activamente, esforzándose por basar el pensamiento y las acciones de los internautas en regulaciones legales y restricciones morales. Sólo de esta manera la libertad de Internet puede encarnar verdaderamente la conciencia del sujeto, el valor de los derechos y obligaciones y el espíritu público de los internautas.

Por lo tanto, no solo podemos entender la red desde el punto de vista de la libertad individual, sino que también apunta directamente a la creación y mantenimiento de un orden público holístico. En pocas palabras, el ciberespacio no es un sistema “espacial” centrado en la tecnología sin propiedad, sino un sistema centrado en el ser humano con “unificación de derechos y obligaciones”. La libertad de Internet no es libertad abstracta, ni libertad de individualismo, incluye la protección de los derechos de los demás y la construcción general del orden público. Por lo tanto, la libertad de Internet es, en última instancia, una especie de “libertad limitada” y la libertad de romper este límite se convertirá en una fuerza destructiva y, en consecuencia, ilegal.

Como se mencionó anteriormente, el ciberespacio es esencialmente un espacio social. La producción del ciberespacio es básicamente la producción de relaciones sociales humanas, y este proceso de producción se completa a través de las interacciones entre las personas. Las características de virtualidad, anonimato y naturaleza intertemporal del ciberespacio proporcionan nuevas condiciones espaciales para la interacción humana, que se manifiesta prominentemente en las características de “no centralidad” o “descentralización” de la interacción de red.

Manuel Castells destacó: “La red no tiene un centro, solo contiene nodos. Cada nodo tiene una relevancia diferente para la red”. Así que nos preguntamos, ¿qué tipo de persona pasa por el “nodo”? ¿Cuál es la relevancia de la forma de comunicación? En primer lugar, la comunicación en red se lleva a cabo en la red cuadrada electrónica, y todo el proceso se completa en las conexiones de producción, intercambio, consumo y procesamiento de la información de la red. Se puede observar que las interacciones en red se basan en la plataforma técnica de Internet, utilizando símbolos como textos, videos, voz e incluso emoticonos, en diversas comunidades en línea, foros y otros espacios secundarios.

Es un tecnicismo típico de la actividad; y la virtualidad y el anonimato del ciberespacio y la interacción entre personas, rompen y hacen obsoletas las restricciones de la comunicación cara a cara. La presencia de la mente y la ausencia del cuerpo se convierten en el comportamiento técnico de la interacción.

La interacción en red también se ha convertido en una nueva forma de comunicación espiritual para “personas reales”, y el valor y el significado se crean constantemente en este proceso. En segundo lugar, esta producción de valor y significado es más procedimental, es decir, la producción de valor y significado se crea en el proceso de interacción entre los sujetos de comunicación; ya no está prefijado, dado, inculcado por un tercero, sino que forma conscientemente el poder y la influencia del habla en la interacción y, por lo tanto, construye diferentes mu(n)dos[*] de significado.

Tomando como ejemplo algunas plataformas de red de preguntas y respuestas, los internautas pueden editar juntos, compartir conocimientos y experiencias a través del modo interactivo antes mencionado, con un simple registro. Entre la pregunta y la respuesta, los internautas establecen una relación social agregando seguidores (seguidores reales), enviando mensajes privados y publicando comentarios. En la interacción de estilo de pregunta y respuesta, esas respuestas profesionales y racionales pueden adquirir el poder del habla cada vez más rápido, y son universalmente reconocidas por los internautas.

En este mu(n)do, en Internet, la red social de extraños se construye constantemente y de esto nace el valor y el significado de la nueva relación social. Finalmente, la “no centralidad” de la interacción en la red no significa “no-subjetividad”: los sujetos de la red son siempre los principales vectores de las actividades de comunicación y son totalmente recíprocos.

Las actividades de comunicación producirán nuevas relaciones y formarán una nueva estructura social, pero al mismo tiempo tendrán lugar dentro de las relaciones y estructuras sociales establecidas con conocimientos no visibles.

En la sociedad real, las actividades de comunicación de las personas están inevitablemente influenciadas por la identidad preexistente del sujeto, manifestada en roles sociales específicos: estatus, riqueza, belleza física y otros elementos preexistentes también contrarios a ellos, lo que hace que la interacción parezca “no tan natural”, sino condicionada precisamente por factores de riqueza, posición y estética.

Por el contrario, la interacción en línea ha cambiado en gran medida la jerarquía de poder y los grados de valor formal de la sociedad real. Cuando todos se convierten en el centro, las personas ingresan al espacio de la red y disfrutan de las mismas oportunidades y derechos para la comunicación. Se forma, por lo tanto, la estructura de la democracia que no se basa en valores visibles en el exterior conocido (la sociedad), sino invisible en el interior desconocido (la red).

Por supuesto, este tipo de reciprocidad también se discute en un sentido general y ni siquiera es absoluta. Por ejemplo, algunos influencers de Internet y líderes de opinión revelan públicamente sus identidades. La razón por la que tienen una fuerte capacidad para “adquirir fans desconocidos” no excluye la agregación de su estatus social (censo antes mencionado, estética y otros factores preexistentes), en función de ser utilizados en la sociedad real. Es decir, lo conocido explota el ciberespacio y luego se impone en la sociedad; en otras palabras, el pastor lleva a las ovejas sin nombre a donde desea. Por lo tanto, existe cierto grado de estructura de poder desigual en el ciberespacio.

La actividad del personaje de la cibersección conocida desde el exterior, ya que está presente y activa en la sociedad real, está representada por información diversa, que involucra todos los aspectos de la producción y la vida de las personas, como la educación, la atención médica, los seguros, los bienes raíces, la publicidad, los servicios legales, etc. El flujo de datos es, en última instancia, el flujo de información. El flujo de información en el ciberespacio, con su amplia fuente, alta velocidad, gran capacidad, rico contenido y forma, supera por completo el flujo tradicional de información. Como resultado, el conocido personaje que usa la red, lo hace para eludir a oponentes reales en su respectivo campo, mientras que los seguidores piensan que es un gurú incorpóreo o lo que sea.

Los internautas a través de “nodos” pueden diseminar y recibir información sin estar limitados por el tiempo y el espacio. Por un lado, las características virtualizadas y anónimas del ciberespacio deconstruyen o debilitan la identidad fija del sujeto, y esto en el ciberespacio tiene una fuerte contextualidad, mostrando así ambigüedad en la práctica de la comunicación fluida, ya que la naturaleza del ciberespacio ha cambiado el significado tradicional de las coordenadas espacio-temporales.

El equipo físico de Internet constituye el “nuevo campo” de las actividades del sujeto, pero el significado de la “ubicación” geográfica del sujeto desaparece y la dirección IP determina su existencia. La identidad móvil puede permitir que los sujetos de la red se vuelvan “ubicuos” y existan móviles a través de diferentes interfaces de red.

La fluidez del ciberespacio refleja los siguientes aspectos: uno es la naturaleza dinámica del ciberespacio. La definición de la característica de “flujo” tiene el doble significado de tiempo y espacio. Debido al aplanamiento del ciberespacio, este tipo de flujo no es un cambio en la posición de los individuos en la clase social en un sentido sociológico, sino que es un flujo sin significado jerárquico. Debido a la naturaleza sin fronteras y transtemporal del ciberespacio, este tipo de flujo no tiene límites físicos en el sentido topológico, sino que adquiere el significado no especificado de “lugar”.

El segundo es la interacción entre las entidades de la red en el proceso de flujo de información de la red. Las necesidades humanas son la fuente de producción de información y el flujo de información en la red se ha convertido en portador de valor y significado desde el principio. Es también en el flujo y la colisión de información que se crean nuevos valores y significados, mostrando las complejas relaciones sociales entre las personas. Por lo tanto, el flujo de información es, en un sentido fundamental, un movimiento social vinculado a la generación de significados y significantes. En Italia tuvimos un gran ejemplo, luego terminamos en la decepción de la gran mayoría de los votantes, y en la ganancia de unos pocos que han podido estudiar bien (a veces con fraude) el aparato burocrático.

El tercero es el desarrollo dinámico de la estructura social basada en el progreso tecnológico, que refleja fundamentalmente la naturaleza procedimental de la práctica de las “personas reales”. Castells subrayó: “El espacio no es un reflejo de la sociedad, sino una expresión de la sociedad. En otras palabras, el espacio no es una copia de la sociedad: el espacio es la sociedad”. Esto subraya que la generación del ciberespacio es fundamental para su autogeneración.

Por un lado, la fluidez del ciberespacio se ha convertido en una fuerza endógena para la diferenciación e integración del propio ciberespacio y su dinámica influyen y modifican la estructura de valor y significado en el ciberespacio; por otro, a través de interacciones en línea y fuera de línea, eventualmente transforma la sociedad real a través de acciones concretas, lo que a su vez promueve cambios en la estructura social general. Por lo tanto, como una “cualidad del flujo”, el ciberespacio se encarna básicamente como un proceso de práctica social.

La formación y desarrollo del ciberespacio es el resultado de la continua diferenciación e integración del espacio social en sus propios cambios. Entonces, ¿es el ciberespacio lo que se denomina un “dominio público”? Según nuestro entendimiento podemos ver los elementos fundamentales que conforman el dominio público: uno es el individuo de personas con un espíritu racional y crítico; el otro son los medios de comunicación independientes y el tercero es la opinión pública que forma un consenso racional.

En cuanto al ciberespacio, la opinión pública es activa: frente a los acontecimientos generales, no se hace a un lado, sino que participa activamente en la discusión de temas importantes para salvaguardar los intereses públicos y controlar el poder. Este tipo de comunicación e interacción justa y dialógena no solo refleja el pensamiento independiente, el juicio, la elección e incluso la capacidad crítica de los internautas como sujetos racionales, sino que también refleja su buena alfabetización moral y jurídica, desempeñando así un papel fundamental en el mantenimiento del orden público.

En el sentido mediático, las características básicas del ciberespacio lo hacen relativamente independiente. No hay organizaciones jerárquicas y estrictas, instituciones y sistemas de poder público en el ciberespacio: está abierto a todos y las personas se comunican e interactúan en un entorno relativamente libre. El desarrollo de la tecnología de red, al menos la presentada para ello, también proporciona una garantía suficiente para esta igualdad, libertad e independencia.

Cuando las personas en la red expresan opiniones sobre diversos eventos, una gran cantidad de opiniones y discusiones se recopilan rápidamente en la opinión pública en línea con la ayuda de la plataforma relevante; y a través de una presión masiva, las cuestiones relacionadas se resuelven de manera justa o al menos no oculta, y promueven la reforma y la mejora de los sistemas pertinentes y, si es necesario, también de las normas.

Se puede decir que las funciones críticas y controladoras de las personas en línea a través de la opinión pública se han convertido en una fuerza positiva y constructiva. Desde este punto de vista, el ciberespacio ha cumplido su función en el dominio público. Pero, ¿podemos determinar a partir de esto que el ciberespacio es realmente de dominio público?

Los internautas como el cuerpo principal de la red no pueden ser llamados “públicos” en un espíritu racional. En contraste, con la excepción de aquellos internautas que son adictos al consumo y al entretenimiento en línea todo el día, algunos internautas desahogan arbitrariamente sus emociones atacando verbalmente y abusando de los oponentes. Las persecuciones cibernéticas al estilo de la búsqueda de carne humana, las difamaciones desenfrenadas que ignoran los hechos y las parodias informáticas desenfrenadas los convierten en saboteadores en toda regla.

El espíritu público y la racionalidad son términos completamente desconocidos para tales internautas. Hay fuerzas cibernéticas no identificadas que se convierten en los empacadores y manipuladores de información para otros fines. Información falsa con fuentes y contenido extremadamente poco confiables, delitos cibernéticos que pisotean el resultado final de las leyes y la moral, etc.

Estos también han convertido el ciberespacio en una atmósfera brumosa; por lo que sobre la base de su complejidad, con el fin de construir su buena “ecología” de la web, países de todo el mundo están fortaleciendo la gestión y el control del ciberespacio, realizando así la penetración del poder público en él. Por lo tanto, observamos que el ciberespacio no es completamente independiente en un sentido teórico.

En resumen, en el proceso de flujo de información y colisión, existe la creación de valor y significado, pero también su destrucción. La comunicación y la interacción en la red no siempre contribuyen a la resolución de incidentes de ningún tipo, pero en muchos casos simplemente actúan como una fuerza desestabilizadora. De hecho, no podemos simplemente determinar que el ciberespacio es una “esfera pública” o “cuasi-pública”.

Cuando se discute la atribución espacial del ciberespacio, el método de juzgar sí / no-1 / 0 es el resultado de la comprensión mecánica y la aplicación de teorías de dominio público comúnmente aceptadas. Es muy fácil ocultar la complejidad de la estructura y las contradicciones inherentes al ciberespacio y esto nos impide comprender y juzgar con precisión las características y funciones esenciales del ciberespacio: y por esencial me refiero a la utilidad como un valor compartido, y no a las ventajas personales del individuo.

En mi opinión, el mayor significado del dominio público para el ciberespacio es que debe existir funcionalmente. El ciberespacio no puede ser juzgado simplemente en el nivel digital 1/0 antes mencionado, sino que en realidad puede realizar operaciones de servicio para todos. Al tratar de guiar a los sujetos de la red de internautas “individualizados” a “públicos”, no solo pueden manifestar sus necesidades de interés en forma de ayuda al conocimiento e intercambio de experiencias personales puras, etc., sino también apoyar el espíritu de racionalidad pública, prestando atención activamente a los eventos públicos, supervisando el poder público y salvaguardando los intereses de todos.

Como resultado, se espera que el ciberespacio se eleve para convertirse en un “agente de información racional” y, por lo tanto, en una fuerza constructiva activa. Cuando el ciberespacio desempeña el papel y la función del dominio público, puede comunicar efectivamente la relación entre la esfera privada y la esfera del poder, el espacio en línea y fuera de línea y reconstruir efectivamente la relación entre el gobierno, la sociedad y los ciudadanos, contribuyendo así a la adaptación y optimización del orden general del espacio social.

En lo que respecta a la propiedad del ciberespacio, no podemos simplemente identificar el ciberespacio como “es” o “no es” en el dominio público, sino que debemos tratar de abordar su papel en el interés público. En un sentido fundamental, el ciberespacio es un espacio social, una nueva forma “ambiental” que se extiende y difiere del espacio social de la vida cotidiana con el desarrollo de la tecnología de Internet.

Sin embargo, de acuerdo con la dimensión técnica, el ciberespacio como “realidad virtual” es diferente del entorno social en un sentido general, mostrando sus propias características y reglas de operación que con demasiada frecuencia escapan a los comportamientos morales, civiles y criminales.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

 

Nota

[*] NdelT. En el original italiano: “e quindi costruisce diversi mo(n)di di significato”.

©2021-saeeg®

EL DESORDEN INTERNACIONAL: SEIS ESCENARIOS INQUIETANTES

Alberto Hutschenreuter*

Posiblemente, el estado de desorden que existe en el mundo actual suponga uno de los desafíos más complejos al momento de pensar tendencias y desenlaces. Existen más cautelas, sí, en relación con apreciaciones que impliquen ascensos significativos en materia de cooperación internacional, particularmente entre los poderes preeminentes, como así en cuanto a “certificar” que temas como el comercio conllevan un automatismo en relación con el descenso de conflictos entre Estados.

A lo más, como concluye un interesante estudio sobre escenarios, se aprecia que podría mantenerse una convivencia relativamente pacífica entre aquellos poderes mayores que mantienen una profusa interdependencia competitiva en el segmento comercio-económico, es decir, Estados Unidos y China, pero destacando que la misma no acarrearía mejoras. Incluso aquellos expertos que reflexionan desde la esperanza que siempre supone el credo religioso, como por ejemplo el estadounidense César Vidal, se han vuelto cada vez más escépticos en relación con superar por medios políticos y económicos la crisis espiritual que sufren las sociedades.

El planteo o problema central es cómo será la trayectoria de las relaciones internacionales hasta alcanzar algún modo de configuración que implique “anclar” dichas relaciones a un patrón que aleje la discordia entre los Estados y afiance la gestión o concurrencia entre ellos. La experiencia enseña que un mundo desarreglado, es decir, no solo sin consenso entre “los que cuentan”, sino en situación de creciente desavenencia entre éstos, al punto que en algunos el estado es de “no guerra”, difícilmente pueda extenderse por demasiado tiempo. Si los propios órdenes internacionales suelen agotarse cuando se modifica el contexto o desaparecen las bases que lo gestaron y sustentaron, más precaria resultan las situaciones de desorden o desarreglo internacional.

El planteo resulta pertinente, pues, desde la situación en la que nos encontramos, dicha trayectoria difícilmente podría evitar turbulencias mayores o desenlaces altamente disruptivos entre los Estados, a menos que suceda algún acontecimiento internacional de escala, por caso, una gran conferencia o convención que suponga la antesala de acuerdos que trabajosamente, e incluso con dimisiones estratégicas, conduzcan a una configuración, aunque se trata de un acontecimiento que por ahora muy difícilmente ocurra.

Existen muchas realidades que dificultan tal rumbo favorable, algunas de las cuales la pandemia las galvanizó, por ejemplo, el nacionalismo de viejo y nuevo cuño, es decir, aquel reluctante ante el extranjero (cercano y distante), y este que se forja y vigoriza ante la inseguridad que implica lo desconocido, enfermedades contagiosas y globalismo, por citar dos muy presentes. Por otra parte, aunque se trata de una “regularidad” en las relaciones entre Estados, existe una creciente acumulación militar por parte de los países. No obstante, el hecho relativo con que en plena pandemia se haya invertido en el segmento de las armas más que en años anteriores (casi dos billones de dólares, según el informe 2021 del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, SIPRI) es un dato inquietante.

Pero hay otras semejantes o más complejas que aquellas. Consideremos básicamente seis de ellas: lo que podemos denominar “pluralismo geopolítico”; el creciente carácter intransigente de conflictos mayores; el multilateralismo descendente; la creciente configuración internacional “de facto”; la re-jerarquización internacional en contexto de la Covid 19 o de pos-primera ola; y, por último, el (posible) declive de civilizaciones.

En relación con la multiplicidad geopolítica, con ello queremos decir que a las clásicas dimensiones de la disciplina, tierra, mar, aire y espacio ulterior, se suman hoy el ciberespacio (en sus diferentes orientaciones, esto es, geopolítica de la conectividad pacífica, y geopolítica de la disrupción); los “territorios” funcionales a las denominadas “guerra híbrida” y “guerra gris”; la lógica territorial de los actores no estatales; y aquellos socio-espacios que fungen útiles para los actores no estatales, aunque también algunas veces para los mismos gobiernos.

Esta realidad es inquietante, pues la geopolítica tradicional siempre ha implicado (y no hay ninguna razón para que no continúe implicando) intereses aplicados sobre espacios geográficos con fines corrientemente asociados al incremento o a las ganancias de poder; es decir, supone conflictos. Pero los “nuevos temas” de la “geopolítica ampliada” no agregan algo diferente orientado hacia la cooperación (si bien es cierto que la conectividad pacífica supone adelantos en múltiples dimensiones), sino que, en buena medida, expanden las posibilidades de conflictos de nuevo cuño.

En efecto, la ciberguerra y los “espacios” utilizados en la guerras híbridas y grises, por caso, campañas de propaganda y utilización de recursos no militares ni cinéticos, suponen pugnas de poder o rivalidades a través de medios crecientemente sofisticados, pues el factor tecnológico-digital es clave para lograr ventajas internacionales. Pero se trata de una “nueva geopolítica” (más difusa en relación con las formas de guerras) que, a diferencia de la clásica geopolítica aplicada por los Estados en relación con la captura de territorios o proyección de intereses sobre zonas de recursos, puede ser ejercida por Estados “tercerizando” sus acciones por medio de “hackers patrióticos” y fuerzas irregulares, estrategias que implican “técnicas de poder” que “des-responsabilizan” de dichas acciones a un eventual Estado, o bien puede ser llevada a cabo por actores domésticos contra su propio Estado.

En cuanto a la lógica territorial de los actores no estatales como el terrorismo transnacional, la misma continúa siendo aquella que implicó un alcance global contra blancos situados en territorios nacionales altamente seguros, si bien actualmente dicho actor se encuentra en una etapa de (relativo) repliegue estratégico.

Finalmente, la profunda crisis socioeconómica que ha implicado la pandemia está fungiendo como “funcional” para el crimen organizado, que no solamente podría verse favorecido debido a la extenuación de capacidades de los Estados, algo que agudizaría aquello que hace décadas el estadounidense James Rosenau denominó “relocalización hacia abajo de la autoridad del Estado”, sino de lo que podemos denominar “consecuencias delictuales no deseadas de la pandemia”; un fenómeno que hace unos años lo observó muy bien la socióloga mexicana Rossana Reguillo Cruz en relación con el auge de las maras: “Cuando las instituciones se repliegan, otras ‘instituciones’ tienden a ocupar su lugar y los vínculos con el crimen organizado les han dado a estos jóvenes un lugar de pertenencia que no encuentran en la sociedad”. Es decir, la Covid 19 termina creando territorios deletéreos de inclusión social.

Pero, también, determinados gobiernos de cuño populista pueden favorecerse rentabilizando secuelas de la pandemia. Aunque resulte un fenómeno inicuo, el capital político que supone el “pobrismo funcional” representa el territorio de una geopolítica no clásica sino “evanescente” e inficionada, tanto en las ideas como en los hechos, por el fenómeno del relato. En otros términos, se trata de una “geopolítica de la decadencia”.

La geopolítica es acaso el segmento que registra las mayores extensiones. Sin embargo, es importante tener presente que la disciplina no puede desnaturalizarse, es decir, hay fenómenos nuevos que implican otros territorios, pero el fin siempre nos lleva a una relación intrínseca entre intereses políticos y geografía. Hay situaciones más vitales y reales, por ejemplo, los propósitos que tienen los poderes mayores en relación con el espacio ulterior, donde las concepciones nacionales prácticamente no ocultan fines asociados a la seguridad y la militarización; y hay otras en las que dicha relación es más difusa (e incluso posiblemente hasta cuestionable desde la disciplina). Pero en todas hay una situación en la que se suceden política, intereses y territorio.

Existe otra situación relativa con lo que podemos denominar irreductibilidad de los conflictos, un estado riesgoso pues prácticamente se acotan sensiblemente las posibilidades de lograr moderación por medio de negociaciones.

La región de Oriente Medio ha sido siempre la plaza de los conflictos irreductibles, por ejemplo; sin embargo, hay otros conflictos en los que la intransigencia de las partes en liza lo están tornando irreductibles. Concretamente, la situación de tensión que existe entre Occidente y Rusia, una rivalidad que, dado el estado en el que se halla, difícilmente se logren concesiones.

Por caso, ¿es posible suponer que la OTAN se comprometa a reducir significativamente la acumulación militar y renunciar a ampliar la membresía a países del este, como por ejemplo a Ucrania? Por su parte, ¿se puede esperar que Rusia abrace el “pluralismo geopolítico” y sea impasible a lo que suceda en su “vecindad inmediata”, como, por ejemplo, en Bielorrusia?

Es casi imposible responder afirmativamente a estos interrogantes estratégicos. Pero hay que agregar que la situación en Europa del este es una de las cuestiones. Sin duda, la principal; pero existe una canasta de conflictos entre Occidente y Rusia que plantean una nueva rivalidad que dificultan sobremanera hallar salidas, situación que, a su vez, dificulta posibilidades de considerar escenarios de pactos que prefiguren un esbozo de orden internacional.

En este contexto, la Unión Europea sostiene una geopolítica extraña o “blanda” fundada en la creencia de que sus normas e instituciones pueden (y deben) ser exportadas, y así “neutralizar” la geopolítica en clave clásica (que es la que predomina en el mundo allende las fronteras de la UE).

En tercer término, el multilateralismo sufre un descenso prácticamente sin precedentes, inquietante porque el mismo se inició bastante antes de la pandemia, aunque la enfermedad sin duda la precipitó. Será complejo re-construir un multilateralismo activo, no solo por las secuelas de desconfianza derivadas de la pandemia, sino porque la denominada “política como de costumbre” en las relaciones internacionales, es decir, las cuestiones relacionadas con la seguridad, la autoayuda, las percepciones, el poder, los intereses, el nacionalismo, etc., seguirá constituyendo el fondo de tales relaciones. Es verdad que “nada será igual” cuando finalmente pase la pandemia, pero ello no implica que nos encontraremos ante temas o situaciones superadoras de lo que viene sucediendo protohistóricamente en las relaciones entre Estados.

Existen múltiples conjeturas, algunas de ellas demasiados sobrevaluadas en relación con las esperanzas centradas en un futuro con “seguridades aseguradas”, por ejemplo, en materia de inteligencia artificial (IA, un entorno pos-humano), o en cuanto a una economía digitalizada. Pero se trata de conjeturas; más todavía, se podría pensar que los resultados terminen siendo totalmente contrarios a los aguardados y, por ejemplo, los Estados, sintiéndose amenazados ante cambios que “relocalicen su autoridad en todas las direcciones”, desplieguen medidas que los vigoricen hacia dentro y hacia fuera, hecho que afectaría más todavía el devaluado multilateralismo.

Quizá resulte pertinente recordar la conjetura estrella de principios de los años noventa: un mundo centrado en el comercio profuso, los bloques geoeconómicos y los regímenes ordenadores del mismo. Treinta años después, no solo nada de ello ha ocurrido, sino que el comercio entre actores mayores, Estados Unidos y China, es una fuente de desavenencias que, de complicarse más, podría provocar trastornos económicos mayores a escala global.

En cuarto lugar, el dinamismo económico de Estados Unidos y China se encuentra, por lejos, adelante de los demás, incluso de la UE, cuyo “desentendimiento” de la geopolítica no solo la priva de estar presente en uno de los segmentos clave de poder internacional, sino que la mantiene en un lugar de dependencia estratégica crónica.

Hay estudios que consideran que, a menos que ocurra una guerra entre estos dos poderes mayores, el mundo ingresará (“de facto”) a un modo u orden bipolar flexible, es decir, Estados Unidos y China proveerán (cada uno) los denominados bienes públicos internacionales, por caso, en materia de bancos, sin que ello suponga, como otrora, la existencia de cerradas esferas de influencia (en todo caso, dicho modelo se basará en una “geopolítica descentralizada”).

En este contexto, podría suceder que el gran emprendimiento geoconómico y geopolítico de Pekín que atraviesa el Asia central, “One Belt One Road” (“OBOR”), provoque tal concentración de participantes e interesados, entre ellos, la UE, que dicho bipolarismo experimente cada vez más crecientes rigideces, como consecuencia de la percepción estadounidense relativa con que su rival podría lograr considerables ganancias de poder.

En quinto lugar, la pandemia apresuró procesos de declinación de países e incluso grandes zonas continentales. Declinación interna e irrelevancia externa son realidades casi contundentes que echaron por tierra algunas conjeturas relativas con países o bloques en ascenso.

Para tomar un caso central, no todos, pero un importante número de países de América Latina se encuentra en un estado de declinación política, social, económica, tecnológica, etc., del que será complejo salir en el mediano plazo. De acuerdo con el Informe sobre el Panorama Social de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el incremento de la pobreza, que fue sensible durante 2014-2019, supondrá tras la crisis de la pandemia un retroceso de más de 10 años y de dos décadas en términos de pobreza extrema. Sin duda ninguna, esta caída de indicadores, prácticamente un seísmo sin precedente, tiene un decisivo correlato en relación con la pérdida de posición de la región en el mundo.

En un trabajo publicado en “Nueva Sociedad” en febrero de 2021, Luis Schenoni y Andrés Malamud nos aportan datos clave en relación con la creciente irrelevancia de América Latina. Los autores demuestran que la región, comparada con otras regiones del globo, se halla en una trayectoria declinante desde hace décadas y que actualmente mantiene esa trayectoria: “La región perdió posiciones en todos los indicadores de relevancia disponibles, proporción de la población mundial, peso estratégico, volumen del comercio exterior, capacidad militar y proyección diplomática”.

Si a esta situación sumamos que desde antes de la pandemia se advertía desde la CEPAL que la región no podía quedar al margen de la “cuarta revolución industrial” y terminar arrastrada por el “tsunami tecnológico”, con la caída de las inversiones y la crisis económica casi integral en 2020 y en lo que va de 2021, será muy complejo incorporar la región a los procesos tecnológicos emergentes más sofisticados, la Internet de las cosas, la robótica, la inteligencia artificial, la genética, los activos satelitales, los drones, las cadenas de valor, etc., y marchar hacia una evolución social elevada, no ya como sucede en Japón, donde se considera que existe una “sociedad 5.0”, pero sí una comunidad más saneada de lastres como la corrupción, el crimen organizado y los “estilos políticos” orientados al pobrismo y la concentración de poder por el poder mismo.

Finalmente, una situación que tiende a ser eludida, postergada o ignorada. La relativa con las civilizaciones y la posible declinación de las mismas, una cuestión que pareciera de otro tiempo y hasta incluso perimida. Pero se trata de una cuestión que debe ser considerada en clave de procesos prolongados. Por ello, para autores como el sociólogo Krishan Kumar, existen indicios relativos con el regreso, como concepto y como modo de análisis, de la civilización.

Es preciso tener presente que se trata de una cuestión de orden superior a la erosión de poder de un actor o de una civilización. Se trata de pérdida de poder, sin duda, pero acompañada de la declinación de aquellos componentes o activos no necesariamente materiales que resultan clave para ser un centro de gravitación identitaria, política, económica, cultural, militar, etc., y de proyección de influencia y poder más allá de sus fronteras.

No nos referimos aquí a declinación desde una perspectiva de confrontaciones entre civilizaciones, conflictos que tienen lugar en las denominadas “líneas de fallas” intercivizacionales, una conjetura interesante y atractiva para el debate; sino a una situación más compleja y de extensión como es el ocaso de una determinada civilización, una regularidad en la historia, de modo que ello no implica ninguna novedad.

Habitualmente se hace referencia a la civilización occidental como la que se encuentra en un ciclo de declinación; sin embargo, es preciso distinguir la civilización occidental estadounidense y la civilización occidental europea; y es esta última la que podría encontrarse en tal ciclo. De hecho, desde 1945 (o quizá desde 1918) el poder dejó de habitar en Europa, desplazándose desde entonces hacia otros continentes. Nadie comprendió mejor dicha situación que el general Charles de Gaulle cuando en 1945 advirtió que en Europa hubo dos países que perdieron la guerra, mientras que los demás fueron derrotados.

Más de 75 años después, el poder no solamente permanece fuera de Europa, sino que la UE se empeña en desplegar una geopolítica (o más apropiadamente “anti-geopolítica”) de cuño híbrido centrada en intentar proyectar un modelo jurídico-institucional, ambición que ya ha demostrado sus (peligrosos) límites en relación con lo que sucede en la “placa geopolítica” de Europa del este. Pero a esta carencia geopolítica se suman los riesgos que supone el posible declive de su propia civilización, posibilidad por demás inquietante, pues ello podría a su vez implicar el declive y hasta desaparición de la mayor construcción de complementación e integración entre naciones.

Por tanto, si existe un sitio donde está regresando el tema relativo con la civilización, ese sitio es Europa. Si bien las fuerzas que levantan las banderas que vituperan aquello que es “políticamente incorrecto”, desde algunos segmentos políticos la cuestión es advertida, incluso desde lugares como la literatura. Por ello, de la misma manera que tímidamente se han comenzado a abordar cuestiones de geopolítica real y no tanto de “geopolítica blanda”, los europeos no harían mal en volver a tomar los “perimidos” textos de Spengler, Braudel, Toynbee…

En breve, presentamos aquí algunas situaciones que tienen lugar en el confuso mundo del siglo XXI. Las mismas discurren en un contexto de pandemia, pero preceden a la enfermedad; y, en algunos casos, se produjeron aceleraciones a partir de la misma. Además, tienen lugar en un cuadro de ausencia de configuración internacional, de creciente rivalidad entre Estados preeminentes, sin suficientes liderazgos y elites y con el retorno de temas que parecían anclados en el pasado. Un mundo cada vez más complejo para el gran reto que significa pensar tendencias y desenlaces.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG.

 

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