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100 AÑOS DEL PARTIDO COMUNISTA CHINO

Agustín Saavedra Weise*

El próximo 1º de julio se cumplirán 100 años de la fundación oficial del Partido Comunista Chino (PCC), evento refrendado poco después (21 de julio 1921) por el primer congreso nacional de esa agrupación política.

El legendario líder Mao Tse Tung fue uno de los fundadores —entre el numeroso grupo que creó esta fuerza política— en un marco de enormes dificultades y en una China que entonces se encontraba parcialmente ocupada por fuerzas extranjeras. Además, pocos años después se avecinaría una larga guerra civil entre comunistas y nacionalistas que recién concluyó en octubre de 1949 con el triunfo del PCC y la proclamación de la República Popular China (RPC). Mao ya había asumido la jefatura del partido desde 1945 y la retuvo por 31 años.

Muchas cosas han sucedido a lo largo del siglo que pronto cumplirá el PCC. Luego de una serie de cambios profundos —algunos efectivos otros no tanto— tras la muerte de Mao en 1976 su sucesor Hua Guofeng no logró mantenerse en el poder y lo sucedió en 1978 Deng Xiaoping, líder pragmático que modificó la base ideológica del PCC al permitir reformas institucionales que alentaron la adopción de modelos de desarrollo de tipo capitalista pero con un férreo control estatal. Es famosa a nivel mundial la frase de Den Xiaoping que reflejó su sentido práctico de las cosas: “no importa de qué color sea el gato, lo importante es que ese gato sepa cazar ratones”. Las reformas se intensificaron aún más con sus sucesores. En 2012 Xi Jinping asumió el mando como Secretario General del Comité Central del PCC y Presidente de la RPC, cargos que ocupa hasta el momento presente.

A partir de las reformas progresivas que el PCC implementó desde 1976 el crecimiento de la RPC ha sido vertiginoso. Hoy es ya la primera economía mundial en términos de Producto Interno Bruto (PIB) aunque todavía China está rezagada en su ingreso per cápita con respecto a otros países desarrollados. Queda mucho por hacer para que más de 1400 millones de chinos puedan tener los altos niveles de vida de sociedades como la estadounidense o los países de la Unión Europea (UE), pero el dragón del oriente ya está en franco progreso hacia ello; las condiciones de vida han mejorado notablemente. Otro tema importante de la actual RPC es que está generando una formidable maquinaria productiva de alta tecnología, ya no solo se producen copias baratas de dudosa calidad. En paralelo con estas industrias masivas de bajo nivel está surgiendo ahora en China un nuevo nivel productivo altamente calificado y capaz de competir con lo mejor de lo mejor del mundo capitalista. Y hablando de capitalismo, recordemos que —en una nota anterior del suscrito— informé que el investigador Branko Milanovic considera que en el mundo de hoy únicamente existe un solo sistema capitalista pero que básicamente es conducido por dos superestructuras diferentes. Una es la autoritaria tipo RPC y Vietnam, la otra es la liberal tipo EEUU y UE.

Sea en definitiva como se quiera calificar al movimiento económico chino, el hecho es que su avance en los últimos años ha sido impresionante y parece sin pausa. A nivel internacional también la RPC está transformando el mapa geopolítico por medio de su alianza con Moscú, su alta competitividad comercial, el camino de cintura con la nueva ruta de la seda, sus inversiones globales y mecanismos de cooperación internacional, sumando a ello un creciente poderío militar. El progreso de la RPC es indudable y mucho de ello se debe sin duda a la férrea conducción del PCC, sería necio el negarlo, pero también debe reconocerse que ese progreso ha tenido un costo elevado en derechos humanos y libertades individuales.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

 

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/100-anos-del-partido-comunista-chino_236839

¿DE QUÉ SOCIALISMO ESTAMOS HABLANDO?

Abraham Gómez R.

La libertad constituye la característica más esencial de los seres humanos. Le es inmanente.

Estamos conscientes que, para alcanzar la libertad, todo cuanto se ha podido —a lo largo de la historia— se ha hecho.

Innumerables dispositivos diseñados, imaginados y practicados, con la única intención de conservarla.

Nadie hipoteca, voluntaria u obsequiosamente, sus principios libertarios; por los que lucha de modo incansable. Y si en algún instante, producto de ligeras circunstancias se ve sometido, más temprano que tarde logra reivindicarse.

El Estado es una institución creada por los ciudadanos para convenir los arreglos, dirimir confrontaciones, pactar los comportamientos societales; pero jamás como entidad de supra imposición a la “condición humana”.

Los Estados cuando no tienen en sí mismos una explícita contención constitucional y/o legal cometen los peores desmanes y atrocidades contra los ciudadanos. Aunque, —a decir verdad— a veces por muy afinada que se encuentre la norma para restringir los abusos estatales, quienes administran los asuntos propios de los Estados cometen actos opresivos en perjuicio de los ciudadanos al saberse, circunstancialmente detentadores del poder, en posiciones ventajosas frente al común de la gente.

Significa además que asumen, de modo casi normal, la desigualdad de derechos ciudadanos, las inequidades sociales, culturales y económicas tanto que les parece natural no percibir las tropelías que cometen y en las que han caído.

Los Estados no se constituyen para enfrentar a los ciudadanos; de tal manera que nos resulta vergonzoso que alguien, en el presente tramo civilizatorio contemporáneo —de plena reivindicación de las libertades— quiera convertirse en émulo de Hobbes y desempolvar sus deleznables tesis; que nos permitimos sintetizarlas con la expresión siguiente “...En el gobierno de un Estado bien establecido; cada particular no se reserva más libertad que aquélla que precisa para vivir cómodamente y en plena tranquilidad; ya que, el Estado no quita a los demás más que aquello que les hace temibles. ¿Pero, qué es lo que les hace temibles? Su fuerza propia, sus apetencias desenfrenadas, su tendencia a tomar decisiones discrepantes de la unanimidad mayoritaria…” ¡Casi nada…!

Con seguridad usted coincidirá conmigo en que quienes participan en el denominado en el “socialismo del siglo XXI”, han aceptado (sin discusión) que cuando alguien pronuncie cerca la palabra solidaridad, no les causará ninguna sensación o emotividad; por cuanto, ellos han renunciado a sus libertades, al pensamiento crítico y a sus propias consideraciones.

No son más, decimos nosotros, que sustratos de indignidades, por cuanto la dignidad se explica en buena medida por la autonomía intrínseca e inherente del ser humano.

Reforcemos, hoy como ayer, el viejo enunciado que señala: “sólo el que sabe gobernarse así mismo según su principio racional resulta señor de sus acciones y en consecuencia, al menos parcialmente, un sujeto libre, es un ciudadano”.

La dignidad se basa en el reconocimiento a la persona de ser merecedora de respeto. La dignidad propugna tolerar las diferencias para que afloren las virtudes individuales con lo cual se vigoriza la personalidad, se fomenta la sensación de plenitud y el equilibrio emocional.

La práctica política, aunque orientada a la formación ideológica; basada además al ejercicio del poder para la toma de decisiones en procura de un objetivo, no implica, obligadamente, que quien haga política de entrada deja hipotecada su dignidad. Menos en un sistema político que se precie ser en esencia socialista.

Las definiciones y desenvolvimientos de regímenes socialistas han tenido sus variaciones y matices a lo largo de la historia.

Hay quienes se atreven a apuntar que ni socialismo ni comunismo propiamente tales hemos tenido hasta ahora. Sin embargo, insistimos en señalar que mientras vinculemos socialismo, conforme a sus orígenes doctrinales, con: la búsqueda del bien común, con la distribución de las riquezas, con la igualdad social (que no igualación) y con la participación regulatoria del Estado en las actividades socio-económicas; diremos que bastan estas premisas para concederle al socialismo —atenuadamente— como sistema de pensamiento y acción, un prominente basamento de dignidades; por cierto, bastante lejos de lo que atravesamos en estos tiempos aciagos en Venezuela.

La realidad impone cierta velocidad ante la cual debemos ubicarnos a tono Uno observa con perplejidad que quienes se dicen militantes del actual régimen huyen de las tareas de autocríticas, menos aceptan que se les diga que las muy pocas diligencias practicadas para el crecimiento de las ideas y la organización partidaria únicamente han tenido escasos resultados hacia adentro.

También con la intención de formular contraste directo frente al socialismo de cualquier tipo o talante diremos que la democracia, (con la que nos regustamos a pesar de sus errores e imperfecciones) no sólo queda definida como forma de organización política sino en tanto modo de convivencia y estructuración social: menos vertical, con búsquedas más igualitarias (que no igualación) de las relaciones entre sus miembros. Que, aunque sean muchos y muy variados los escenarios políticos escogidos por la gente para participar (de este o de aquel lado), prevalece el respeto y la tolerancia hacia el otro.

En fin, es la democratización: proceso desde donde se hace común y corriente el disenso que será siempre fértil, si dejamos a un lado los estigmas, exclusiones y descalificaciones.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV).

 

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/

 

EQUILIBRIOS Y PUGNAS EN UN MUNDO 100% CAPITALISTA

Agustín Saavedra Weise*

Inéditos ejes de poder surgen en Eurasia y pueden extenderse a nivel planetario. China, Rusia, Irán y Pakistán ya tienen una pre-alianza y no se descarta sumar a la India, más allá de sus tradicionales diferencias con la República Popular China (RPC) y Pakistán. Se menciona también al Vietnam como otro probable miembro de esta nueva coalición. El régimen comunista de Hanoi —luego de sus horrendos sufrimientos del pasado— ha logrado sostener un crecimiento global formidable y su otrora enemigo (Estados Unidos) es ahora su principal socio comercial ¡Eso es pragmatismo! Vietnam al presente es próspero, crece a tasas chinas y alberga más de 100 millones de habitantes que viven a la sombra de un modelo capitalista autoritario que —al igual que el de Beijing— es comandado por el partido comunista pero que de “comunismo” solo tiene ahora el nombre, en conformidad con la atinada propuesta de Branko Milanovic acerca de que en el mundo hay un único sistema económico que es el capitalismo, con sus dos variantes básicas: el capitalismo democrático y el capitalismo autoritario. En la RPC y en Vietnam la fachada se autodenomina “comunismo”; en la práctica se trata de un capitalismo dictatorial, pero capitalismo al fin. Cabe machacar esa realidad. Hoy en día el capitalismo es universal y funciona en los dos sistemas políticos: el liberal-democrático y el autoritario. Cambia la súper estructura formal pero la infraestructura es la misma.

El mencionado cuarteto (o quinteto o sexteto) puede llegar a ser el grupo dominante del mundo en materia económica y sobre todo en materia de recursos naturales, pero aún no en lo militar, donde la preponderancia norteamericana sigue siendo enorme. Las 800 bases que tiene Estados Unidos esparcidas a lo largo del orbe le dan una ventaja considerable con respecto a cualquier potencial rival bélico. Pero indudablemente el “corazón” del grupo (RPC más Rusia) tiene el potencial de llegar a dominar en el futuro, dejando atrás al mundo occidental, en particular a la Unión Europea y Estados Unidos.

La flamante administración de Joe Biden se enfrenta pues a dos grandes poderes que oficialmente califica de “adversarios”. La RPC presenta el principal desafío económico y tecnológico, mientras que Rusia es considerada una “amenaza” para la estabilidad interna en Occidente. El nuevo mandatario ha iniciado una ofensiva geopolítica para reafirmar el dominio global de Estados Unidos. Según el plan, Beijing y Moscú serían contenidos y sometidos a presiones tanto desde el exterior como desde el interior de sus propias sociedades, utilizando en lo interno temas de la democracia y derechos humanos.

El énfasis en la democracia versus el autoritarismo puede no funcionar en un planeta donde los problemas reales no son la ideología sino la gobernabilidad, la estabilidad y la prosperidad, sumando a ello la organización global post pandemia. Además, importantes intereses continúan vinculando a muchos aliados de Estados Unidos con China y algunos con Rusia; eso promete fricciones con Washington por el tema de las sanciones. Por último, pocos países esperan una nueva división del mundo en bloques, como sucedió durante la guerra fría. Hoy el capitalismo reina y las alianzas son de mera conveniencia. Solo resta saber cuál de los dos sistemas capitalistas triunfará o si ambas formas compartirán el futuro. Por ahora, parece que será lo segundo.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/opinion/equilibrios-y-pugnas-en-un-mundo-100-capitalista_230179