Archivo de la etiqueta: Corrupción

RESISTENCIA ASIMÉTRICA

Iris Speroni*

El Estado nos sale el doble que durante el siglo XX, pero sin contraprestación alguna.

 

Desde que se instaló la socialdemocracia al frente del gobierno del país, en 1983. No paramos de retroceder.

Habrá quienes sostengan que viene de antes y ofrezcan fechas alternativas. Es válido.

De 1983 subió sin cesar el costo del Estado como proporción del PBI. Esto quiere decir que del total que los argentinos producen año tras año, el 50% se lo llevan los administradores del país (los políticos) para gastar como ellos crean conveniente. La contracara de esto es que de todo lo que producimos nos queda para nosotros solamente el 50% y nos tenemos que arreglar con eso. El tema no es menor, porque la Argentina, para no perder capital (para producir bienes y servicios) necesita reinvertir al menos el 20% de lo que produce. Con lo que los privados o bien nos dedicamos a vivir con el 30% restante y reinvertir el 20% o no reinvertimos nada y nos queda el 50% para vivir; o algo intermedio. Ahora bien, si no invertimos, mínimamente el 20%, cae el capital total y entonces el país cada vez puede producir menos. Que es exactamente lo que sucede. El país no para de decrecer porque la inversión anual no alcanza el nivel de reposición del capital que se amortiza. Por otra parte, un nivel de consumo bajo (con el 50% que nos dejan, tenemos que hacer malabarismos entre invertir y consumir) lleva a una caída general de actividad. Sufren todos aquellos que producen bienes y servicios para el consumo doméstico, porque tienen un público empobrecido.

Lo más paradójico de todo esto es que todos los servicios públicos son peores que décadas atrás. Ahora se quedan con el 50% en lugar del 25% (el standard durante el SXX) y sin embargo los hospitales se caen a pedazos y pagan monedas a médicos y resto del personal; las escuelas necesitan pintura, reparar techos y aberturas, limpieza; no tenemos FFAA; las fuerzas de seguridad necesitan buenos sueldos, entrenamiento, uniformes, hasta balas para practicar tiro. No hablemos de la administración de justicia, que brilla por su ausencia a pesar de los sueldazos de los jueces.

Con el 25% el Estado hacía escuelas; con el 50% no pinta las escuelas que existen. Con el 25% el Estado construía Chocón-Cerros Colorados, Salto Grande y Atucha. Con el 50% actual debe endeudarse para levantar represas en Santa Cruz o ampliar Atucha. Con el 25% teníamos submarinos, cientos de aviones de guerra, miles de argentinos hacían el servicio militar todos los años y teníamos miles de militares profesionales repartidos por todo el país. Con un Estado que cuesta el 50% del PBI anual, los militares ganan miseria, no le dan instrucción militar a los ciudadanos, no tenemos submarinos, tenemos pocos barcos, no tenemos aviones de guerra, interrumpieron la construcción de misiles y la lista continúa. Con 25% teníamos algo parecido a administración de justicia (con fallas), pero los chorros iban presos. Con 50% llenamos de hippies la justicia, y entonces paz y amor con supersueldos y los chorros y asesinos libres.

Con lo cual, el Estado nos sale el doble que durante el SXX, pero sin contraprestación alguna. Ni siquiera mantienen los bienes en las mismas condiciones en que estaban. Lo que existe, se deteriora por falta de mantenimiento. Además los gobiernos kirchneristas (2003-2015) y de Macri se caracterizaron por la venta indiscriminada y acelerada de bienes (propiedad de las FFAA, del FFCC, edificios antiguos y de alta categoría como el que alojaba el Instituto Antártico) y la destrucción del patrimonio cultural arquitectónico de nuestro país. O sea que dándoles un 50% de todo lo que producimos anualmente, reducen el patrimonio común.

Además, nos endeudan, que es la segunda manera de reducir el patrimonio común. El patrimonio es todo lo que uno tiene menos todo lo que uno debe.

Más importante que cuánto gasta el Estado es cuánto nos queda a nosotros. Durante el SXX el Estado se llevaba el 25%. Eso quiere decir que en los bolsillos nuestros nos quedaba el 75% de lo que se producía. Por eso antes un trabajador podía hacerse una casa y ahora no. Por eso se podía ir 10 días a Santa Teresita y ahora no. Tener el 75% en nuestros bolsillos nos permitiría consumir más, invertir en bienes de capital (una camioneta para hacer reparto, un pequeño comercio, herramientas), o en bienes durables (vivienda). Nuestro nivel de vida no para de caer para que ese dinero pase —momentáneamente— a las arcas del Estado, para que luego los políticos y sus amigos se abalancen y se lo repartan entre ellos.

Mientras nosotros estamos cada vez más pobres, los políticos y sus amigos están cada vez más ricos, a niveles impensados cuarenta años atrás.

Se abocaron a una bacanal de saqueo. Es la remuneración por ser interventores del país y no dejarnos levantar cabeza. Tanto los políticos como los “empresarios” amigos acatan cuanta imposición les venga del exterior, con tal de no perder su posición de privilegio.

Podríamos hablar de cómo le regalan la cordillera y el Mar Argentino a los ingleses y españoles o cómo abandonaron la causa Malvinas o cómo destruyeron sistemáticamente la educación o cómo dejan que las empresas nos vendan porquerías bajo el rótulo de alimentos. Son detalles adicionales de la traición.

Lo que importa es que nosotros somos cada vez más pobres mientras vemos que los políticos viven en un lujo soñado décadas atrás no sólo por estos individuos sino por la casta política en general. El país se cae a pedazos y la población se agarra con las uñas a su cada vez más escaso patrimonio, mientras la casta ya no recuerda qué significa trabajar en la economía real, acumula más y más patrimonio y sus integrantes tienen veleidades de millonarios.

Cuando uno los escucha hablar a algunos diputados o senadores, aún a gente que en otra situación es sensata, se da cuenta que:

a) no tienen proyecto de país,

b) no tienen verdadera dimensión de cuán mal están las cosas para el pueblo de a pie,

c) no se les cae una idea de cómo mejorar la situación,

d) no les importa,

e) sólo piensan en continuar la depredación del patrimonio nacional para su beneficio personal,

f) con tal de seguir en el puesto aceptan cualquier cosa (g. el aborto impuesto desde el exterior, v.g. que el CELS y Amnistía Internacional fueran los censores de los ascensos militares, v.g. que el BID y el BM impongan la destrucción del FFCC y de la educación),

g) no importa cuánto dinero les demos, siempre es poco —como todo vicioso—,

h) jamás se preocupan por mejorar las condiciones de vida de la población (ej. pintar escuelas y hospitales, bajar los niveles de criminalidad),

i) son socios de los “empresarios” saqueadores y entre ambos grupos nos comen las entrañas hasta dejarnos en la carcasa,

j) kirchneristas, massistas, radicales, cc, pros son socios en arruinarnos, acá no hay buenos,

k) Argentina está intervenida.

Por lo tanto, hasta que reconstruyamos el proyecto de país, nos deshagamos de todos ellos y hagamos andar a la Argentina (totalmente factible), debemos encarar una resistencia pasiva. Pagar la menor cantidad de impuestos posible, interponer amparos ante la Justicia para frenarles todo lo que quieran hacer, no importa qué, y complicarles la vida en la medida de nuestras posibilidades. Enseñar a nuestros hijos cómo creemos que son las cosas, rechazar todas las porquerías que nos quieren imponer.

Hasta que podamos echarlos a patadas.

 

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

 

Lecturas relacionadas:

Equilibrio inestable

https://restaurarg.blogspot.com/2019/12/2020.html

Enduro

https://restaurarg.blogspot.com/2021/01/enduro.html

El mecanismo

http://iris-speroni.blogspot.com/2018/08/el-mecanismo.html

http://www.laprensa.com.ar/467383-El-mecanismo.note.aspx

Nuestra tragedia: cancelar en 1982 nuestro proyecto de nación

http://iris-speroni.blogspot.com/2019/06/nuestra-tragedia-cancelar-en-1982.html

http://www.laprensa.com.ar/477615-Nuestra-verdadera-tragedia-fue-haber-cancelado-en-1982-el-proyecto-de-Nacion.note.aspx

 

DESBOCADOS

Iris Speroni*

Nos gobierna una organización criminal.

En sólo ocho días hábiles de diciembre 2019 el entonces flamante presidente Alberto Fernández se las ingenió para poner nuevos impuestos y aumentar las alícuotas de otros existentes (aquí). Esto luego de cuatro años de Macri (alta inflación, más impuestos, tasas de interés superiores al 80% anual, y aumento de tarifas de servicios). Ocurrió lo que varios predijimos: Fernández provocó la caída del nivel de actividad, poco después enmascarada como consecuencia de la cuarentena.

Esos primeros días del gobierno de Fernández serían indicativos de los dos años subsiguientes: aumentar gravámenes e incentivar a los gobernadores a hacer lo propio.

No se escucha una sola voz de sentido común. Alguien de poder que diga: “así no podemos seguir”.

Son el compendio de la mala administración. Todos lo saben y nadie habla.

Escucho reclamos de gobernadores o senadores para sus provincias. Ninguno se queja por el desdoblamiento y/o retraso cambiario, verdadero lastre para el crecimiento de las economías provinciales. O no entienden en qué les afecta que les paguen a $ 101,25 lo que vale $ 201 ó los tienen cooptados con lazos inquebrantables (Valores del 23/12/2021).

En los últimos dos años hemos vivido aumento de la presión fiscal.

El principal: la inflación, que sólo pagan los pobres, los asalariados, los jubilados y pensionados y los beneficiarios de planes sociales. Todos los meses nos sacan un 3% (acumulativo) de los ingresos. A ninguno de los responsables les pasa nada. Como amanecer frío en una zanja, por ejemplo.

El segundo mecanismo para subir impuestos fue no cambiar los mínimos no imponibles dentro de un proceso inflacionario. Quienes cobran salarios que no llegan a mil dólares por mes (menos del mínimo de EEUU) pagan impuesto a las ganancias además de IVA e ingresos brutos con el remanente. Bienes personales: Originalmente pagaban aquellos que tenían bienes por lo que hoy serían 138 millones de pesos. Hoy cualquier cristo con un dos ambientes y una casita en la costa a nueve cuadras de la playa, paga impuestos como si fuera Werthein o Grobocopatel o Constantini.

El tercero es inventar nuevos impuestos con diferentes excusas o aumentar alícuotas de impuestos existentes. Ejemplos: “impuesto a la riqueza”. La excusa fue la supuesta pandemia. Luego, cuando uno ve los destinos, comprueba que es para cualquier cosa menos para el presupuesto de salud. Definición de “riqueza”: dueño de un departamentito. Mientras, los verdaderamente ricos tienen su dinero en fideicomisos, fondos de inversión, paraísos fiscales u otros instrumentos. Es más, si algún político compra un campo en la Argentina (lo cual suelen hacer), el vehículo es una sociedad anónima radicada en Uruguay. Los impuestos son para los giles y los pobres.

Ahora, en su afán de sacarle patrimonio a las clases medias, van a poner el impuesto a la herencia, con la excusa de “evitar la acumulación de riqueza” con un coro de imbéciles o de mercenarios azuzando a quien no tiene ni una piedra con su nombre contra la panadera que heredó su local de su madre gallega.

La supuesta oposición

Juntos por el Cambio hizo campaña con la promesa de no aumentar más impuestos. Difícil de creer cuando tanto Macri como Larreta (o Vidal los cuatro años que gobernó PBA) fueron impositores seriales. ¿El último? El gravamen a los cargos con tarjetas de crédito en capital (2021).

El sainete de esta semana puede leerse de dos maneras. Recapitulo: la oposición demanda una sesión especial en Diputados para tratar un impuesto sin cerciorarse previamente si contaba o no con los votos necesarios. No contó. O fue un error o fue a propósito. Tal vez nunca lo sepamos. La ausencia de los dos zonzos que se fueron de viaje, es verosímil. Lo de Crescimbeni es más difícil de digerir.

Es irrelevante. Cuando son oficialismo aumentan la carga tributaria.

Otra vida

Cuando escucho a Putin hablar de “sentido común”, siento envidia. Cuando escucho a empresarios paraguayos en Canal Rural o en Chacra TV y cuentan cómo exportan carne vacuna (más que nosotros), carne de cerdo, lana de oveja a mercados premium a los que nosotros no accedemos, cómo tienen su flota fluvial y cómo no paran de crecer en todos los rubros, siento envidia.

Y ahí uno ve cuán incompetentes, además de ladrones, son nuestros políticos profesionales. Porque si el país creciera, podrían robar más que ahora. Pero no. Tienen una relación criminal tan compenetrada con empresarios corruptos, que no pueden tener ni un dejo de criterio. Ejemplo: prohibieron la exportación de carne. En los medios de comunicación dijeron que era para que hubiera carne en el mercado doméstico. Lo cual es una pavada. Uruguay exporta más carne que nosotros y los uruguayos comen más carne vacuna por habitantes que nosotros. La Argentina exporta el 95% del té y el 90% de la miel y el 90% del maní que produce y no falta ni té, ni miel, ni maní. Todo lo que alegan los funcionarios son mentiras. Lo único que hicieron fue sacarles el negocio de la exportación a los frigoríficos chicos para dárselo a los tres más grandes.

Todo es así. Nos gobierna una organización criminal.

Cómo será su ineptitud, incluso como ladrones, que envidiamos a Paraguay, porque hace las cosas mejor que nosotros.

En Misiones los misioneros van a Paraguay a … comprar bienes argentinos. Porque así no tienen que abonar 21% de IVA. Paraguay es más próspero que Formosa. La única diferencia de un lado y otro es la voracidad fiscal, la tasa de interés y el tipo de cambio. Apenas nada.

Los impuestos, la tasa de interés y el tipo de cambio son responsabilidad del Congreso. No de Néstor Kirchner, no de Cristina Fernández, no de Macri, no de Alberto Fernández. Ningún legislador intenta ocuparse del tema. Tampoco los gobernadores lo exigen a pesar de que mejorarían su situación casi instantáneamente.

Los políticos argentinos en su borrachera de corrupción se han convertido en caballos desbocados. Hay que pararlos antes de que nos destruyan a todos. Tratemos de ser un país más racional. Como Paraguay.

Nada, nada es más importante que la grandeza de la Nación y la felicidad del Pueblo. Lo primero requiere consolidar el territorio y la moneda, sacarse de encima la deuda y ordenar la vida social de todos nosotros; lo segundo, que las escuelas abran todos los días, que haya trabajo en blanco para todos y que sea bien pago, comer y vestir bien y poder construirse su propia casa, que no haya cacos merodeando y que los hospitales funcionen.

Putin demostró que se puede tomar un país quebrado, con la moral por el piso, con inflación galopante y deuda, a punto de disgregarse, con políticos comprados a diestra y siniestra; y aun así reconstruirse, consolidar el territorio y pelear de igual a igual con cualquiera. Tal vez sea hora de estudiar con más detalle el proceso y aprender.

 

Les deseo a todos un muy feliz y próspero Año Nuevo.

Con afecto,

Iris Speroni

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

 

Lecturas relacionadas:

Equilibrio inestable

http://restaurarg.blogspot.com/2019/12/2020.html

Zanahoria

http://restaurarg.blogspot.com/2021/06/zanahoria.html

Mogadishu

http://restaurarg.blogspot.com/2020/07/anarquia-soft.html

Caos

http://restaurarg.blogspot.com/2021/10/caos.html

Orden y caos

http://restaurarg.blogspot.com/2021/10/orden-y-caos.html

 

Artículo original publicado el 25/12/2021 en Restaurar.org, http://restaurarg.blogspot.com/2021/12/desbocados.html 

LA CASTA Y EL FONDO

Santiago González

Negociar con un dealer es inmoral, no hacerlo es por lo menos imprudente

 

Los cambiemitas se ufanan sin el menor rubor de haber contraído una deuda astronómica con el Fondo Monetario Internacional, el préstamo más grande que ese organismo haya concedido en toda su historia, y los kirchneristas se aprestan con impostado disgusto a renegociar ese préstamo impagable. Aunque una cosa es consecuencia de la otra, las dos son igualmente inmorales, similares al tráfico con un vendedor de droga. El FMI ha sido el dealer de la Argentina desde 1976 y, como suelen hacer los dealers, amenaza con usar de la fuerza a fin de asegurarse el cobro, y no le importa si para eso es necesario matar a un jubilado, o a millones de jubilados.

No hay nada moral envuelto en el trato con el FMI porque el FMI tiene la moral de un dealer. Un prestamista profesional jamás le habría entregado 50.000 millones de dólares al gobierno de Mauricio Macri. Al dealer no le importan las cualidades de su cliente, sólo le interesa mantenerlo abastecido y con vida mientras siga consumiendo y pagando. En realidad, el FMI tiene menos moral que un dealer, porque el dealer en definitiva está haciendo un negocio para obtener una ganancia, mientras que el propósito del FMI no es cobrar intereses sino afianzar la dependencia y sumisión de sus clientes, manteniéndolos endeudados en beneficio de terceros. No fue creado para eso, pero se convirtió en eso.

A mediados de los 70, los Estados Unidos acababan de abandonar el patrón oro, y estaban en proceso de imponer el dólar como divisa mundial de atesoramiento y referencia. Mediante complejos mecanismos financieros descriptos con todo detalle en media docena de libros por el economista estadounidense Michael Hudson, lograron ordenar la economía mundial en función de sus propios intereses, convirtiendo en satélites al resto de los países desarrollados y condenando al atraso permanente a las naciones en desarrollo. El gran instrumento para la consecución de esos fines fue el endeudamiento, y sus operadores los organismos multilaterales como el FMI.

A mediados de los 70 la Argentina era el país más promisorio de América latina, con estadísticas de desarrollo humano comparables con las de las naciones avanzadas, el sistema de defensa más poderoso de Sudamérica y desarrollos propios en áreas críticas de la ciencia y la tecnología, desde la energía nuclear y la cohetería hasta la medicina y la genética. Contaba con todo lo necesario para dar el salto: energía, praderas, agua, todos los minerales imaginables y una sociedad educada y sin conflictos. Hacía gala además de una inquietante tendencia al comportamiento independiente, como lo comprobó Henry Kissinger en la famosa conferencia sobre población de 1974. En suma, la Argentina reunía todas las condiciones como para ser blanco de un ataque. Y lo fue.

El golpe militar de 1976 tuvo el propósito declarado de combatir a la guerrilla, y el objetivo oculto de acomodar la economía argentina al orden mundial gestionado desde los Estados Unidos. El asesoramiento brindado por el Comando Sur (y también por algunos ex miembros de la OAS francesa) sobre la forma de reprimir la insurgencia, las señales ambiguas de Washington respecto de Malvinas, el flujo constante y generoso de dólares en préstamo asegurado por David Rockefeller, y las políticas económicas del ministro José Martínez de Hoz se combinaron en una sinergia letal. Cuando los militares volvieron a sus cuarteles en 1983, dejaron un país sin guerrilleros pero desarticulado, indefenso, endeudado como nunca antes en su historia, y herido en su estructura productiva. Es decir, lo dejaron en manos del FMI.

La Argentina ya había requerido los auxilios del Fondo en 1958, 1959, 1960, 1961, 1962, 1967, 1968, 1975 y 1976 (antes del golpe): se trataba de pequeños préstamos puente destinados a salvar ocasionales desajustes financieros, tal como había sido el propósito original del FMI. A partir de 1976, cuando la Argentina comienza a endeudarse seriamente con la banca privada y a recibir inversiones extranjeras, el FMI se convirtió de hecho en garante de que los prestamistas pudieran cobrar sus créditos y las empresas retirar sus dividendos en divisas fuertes sin inconvenientes. Ése fue el propósito central en los acuerdos firmados con el Fondo en 1976, 1977, 1983, 1984, 1987, 1988, 1989, 1991, 1992, 1996, 1998, 2000, 2003 y 2018, todos los cuales incluyeron recomendaciones o exigencias de política económica.

El FMI es un dealer de dealers, proveedor pero también agente de seguridad para otros proveedores y, al estilo de Barceló y Ruggierito en la Avellaneda del siglo pasado, servicial custodio de los consumidores sociales. El economista Hudson lo describió así en una reciente entrevista: “Otra vez la Argentina está a punto de defaultear o repudiar la deuda que tiene con el Fondo Monetario Internacional, que esencialmente es un arma de la política exterior norteamericana. El FMI le presta plata a un país como la Argentina para solventar la fuga de capitales. Hace posible que las empresas norteamericanas y las familias ricas de la Argentina saquen fuera del país sus fondos en pesos, o escudos, o lo que usen allí, convertidos en dólares.” Hudson no conoce muy bien la Argentina: duda sobre la denominación de su moneda. Pero la cita como ejemplo sobre cómo funciona el FMI, cuáles son sus políticas respecto de cualquier país.

El ex presidente Macri, probablemente de manera involuntaria, le dio la razón al académico estadounidense cuando confió en un reportaje que “la plata del FMI la usamos para pagarles a los bancos comerciales que se querían ir porque tenían miedo de que volviera el kirchnerismo”. Las críticas que suscitó esa declaración le obligaron entrar en detalles que no hicieron más que ratificar su admisión inicial: “La plata de la deuda fue para pagar uno a uno los préstamos que iban venciendo, porque el que tenía ese préstamo no lo quería renovar”, dijo y añadió: “El FMI nos prestó para que podamos pagar y no entrar en default, y seguir administrando la transición política hasta el segundo mandato”.

No es un secreto que Donald Trump intervino personalmente para que el FMI aceptara conceder a la Argentina, contra la opinión de los socios europeos, un préstamo de magnitud sin precedentes. Pero, ¿con qué intenciones? ¿Arrojarle un salvavidas a un amigo o, como supone Hudson, amarrar todavía más a la Argentina con los lazos de la deuda? Macri no tiene dudas. Piensa que Trump “se portó muy bien con nosotros” y cree en las bondades del Fondo: “No están para ganar plata, sino para que a la Argentina le vaya bien. Necesitan que todos los países del mundo se fortalezcan y contribuyan a mejorar la calidad de vida de los habitantes de este planeta. El FMI pide un plan. Si hay un plan, esto se refinancia.” El FMI pidió y obtuvo un plan en cada uno de los acuerdos citados, pero a la Argentina nunca le fue bien.

Hudson describe así la naturaleza de los planes solicitados: “Y entonces el FMI deja que la moneda local colapse, de hecho insiste en que la moneda colapse. Porque dice que cuando uno no puede pagar sus deudas, la manera de hacerlo es imponer la austeridad, bajar los salarios y recortar la inversión en infraestructura, detener el gasto público. Y así, el resultado de esta política del FMI, con el Banco Mundial detrás, es reducir cada vez más la capacidad de los países para pagar sus deudas. Y así es cómo se endeudan cada vez más, y se vuelven cada vez más dependientes del crédito oficial estadounidense. Los préstamos del FMI y esencialmente la deuda se usan internacionalmente para empobrecer a otros países, tal como se está empobreciendo ahora la economía norteamericana.”

Pero se necesitan dos para bailar el tango. El FMI no tendría poder sobre la Argentina si no hubiese encontrado aquí su pareja en la casta política. La coreografía entre el dealer y el adicto es así: la casta primero endeuda al país para cubrir su propio desorden presupuestario, para proveerse de dólares baratos que se vende a sí misma y a sus amigos, y para brindar oportunidades a los expertos en triquiñuelas financieras; como no puede pagar sus vicios, algo que tanto el FMI como la casta saben de antemano, acto seguido renegocia el pago de la deuda en condiciones cada vez más lesivas para el país pero que aseguran el mantenimiento del sistema.

El endeudamiento es una estafa a la Nación, siempre lo ha sido. Desde el último cuarto del siglo pasado, la Argentina se ha endeudado de manera multimillonaria (y también ha pagado deuda de manera multimillonaria), pero el crédito no se advierte en inversiones ni en infraestructura ni en desarrollo. El único efecto palpable del endeudamiento ha sido el de paralizar el desarrollo argentino, abaratar el trabajo argentino y rebajar el precio de los activos argentinos. Y aumentar los impuestos.

En 1975, la deuda externa argentina sumaba 7.947 millones de dólares y representaba un 35% del PBI. Al término del primer semestre de este 2021, la deuda alcanzó los 257.643 millones de dólares y representó un 70% del PBI. Entre una fecha y otra se suscribieron 17 acuerdos con el FMI, cada uno acompañado de sus pertinentes recetas sanadoras. O el médico no acierta con el diagnóstico, o el adicto no tiene cura, y le están robando la plata con tratamientos inútiles mientras lo mantienen convenientemente abastecido. El fallecido diputado Mario Cafiero dejó documentado ese robo en dos trabajos cuya consulta es aleccionadora. El primero figura como anexo del llamado “informe Carrió” sobre lavado de dinero, emitido en 2001 por una comisión investigadora especial de la Cámara de Diputados. El segundo se titula “El FMI y la debacle argentina (1976-2003)”, y también se lo encuentra en los archivos de la cámara.

La economía argentina no recuperó la salud con las recetas del Fondo, dice Cafiero en el segundo informe citado. Pero, en cambio, “el FMI logró en Argentina un resultado concreto; obtuvo una profunda transnacionalización de su economía, en beneficio directo, casualmente, de las empresas e intereses del grupo de países del G7, que controlan el FMI”. Y agrega: “los resultados de estas políticas, que se miden en dramáticos costos sociales, económicos y humanos, han recaído y siguen recayendo sobre las espaldas del pueblo argentino, en especial de los más desprotegidos y pobres”. En el anexo al “informe Carrió”, Cafiero muestra cómo el pago de los intereses de la deuda representaba en 2001 el 20% del déficit fiscal; ahora la proporción se redujo a casi el 16% pero sólo porque el gobierno incrementó el déficit en todos los demás rubros.

La renegociación del crédito exorbitante que el FMI concedió al gobierno de Macri no es un simple trámite financiero como el ex presidente sugiere con desconcertante puerilidad. Sus condiciones pueden afectar seriamente la capacidad de decisión de cualquier gobierno respecto del manejo de su economía. Hay que reconocer que la vicepresidente tuvo una mirada más cautelosa sobre el asunto: “Nuestro país tiene el peso inédito de una deuda también inédita con el FMI. Es un momento histórico de extrema gravedad, y la definición que se adopte y se apruebe puede llegar a constituir el más auténtico y verdadero cepo de que se tenga memoria”, escribió Cristina Fernández hace algunos días. Y descargó la responsabilidad, correctamente, en el Congreso nacional.

No se trató, sin embargo de un republicanismo tardío de la líder kirchnerista, sino de una olímpica lavada de manos: “No es Cristina”, dijo hablando de sí misma en tercera persona. “Es el titular del Poder Ejecutivo quien lleva adelante las negociaciones, en ejercicio de su responsabilidad constitucional en esta materia” y “son los 257 diputados y los 72 senadores quienes tienen la responsabilidad legal, política e histórica de aprobar o no cómo se va a pagar y bajo qué condiciones la deuda más grande con el FMI de todo el mundo y de toda la historia”. Si después vienen los reproches, nunca está de más preparar de antemano el “yo no fui” y el “yo avisé”. Resguardos que toma cualquier político avisado.

Alberto Fernández, por su lado, pretendió hacerse el duro: “Antes de cerrar un nuevo acuerdo”, intimó a Kristalina Georgieva, “haga su evaluación de lo que fue el fallido programa por el que se desembolsaron 44.000 millones de dólares que se mal utilizaron en pagar deuda insostenible y en financiar salida de capitales”. Fernández le alcanzó su propia evaluación, pero no era necesario. Antes de que el presidente argentino lanzara su desafiante exigencia, el Fondo ya tenía preparado el balance sobre la utilización del préstamo que ahora debe renegociar, algo rutinario en estos casos. “Hemos trabajado hasta ahora de manera constructiva, pero aún queda mucho por hacer”, lo sofrenó Georgieva, instándolo a “trabajar por un programa que mejore significativamente los fundamentos macroeconómicos de la Argentina y la coloque en una senda sólida para recuperarse de esta crisis”.

Mauricio, Alberto, Cristina y Kristalina pueden estar tranquilos: la casta política va a aprobar la renegociación, como lo ha hecho desde 1983, con algún tira y afloja irrelevante sobre sus términos y condiciones como para salvar la cara y entretener a la tribuna.

“Como siempre ocurrió en la historia argentina, y ahora no será excepción —escribió el consultor Marcelo Posada—, el acuerdo con el FMI es a favor de la perduración del endeudamiento de mediano plazo, a favor de que la casta siga su juego y, por consiguiente, a favor de prolongar la agonía de la sociedad. Cada intervención del FMI ‘a favor del país’, como la de 2018, es en contra de la sociedad, y ésta será lo mismo. Los parches de estos ‘acuerdos’ sólo sirven para impedir cualquier reforma estructural del Estado. Y no sólo cualquier reforma: también inciden para asegurar el mantenimiento de la presión impositiva. Al buscar mantener elevados los ingresos públicos (para destinarlos al pago de la deuda), el FMI se opone a la reducción de impuestos”.

5Negociar con el Fondo es inmoral, no hacerlo es por lo menos imprudente: lo sabe cualquiera acostumbrado a tratar con dealers. O abonado a Netflix. La casta parasitaria entiende muy bien el mensaje mafioso contenido en las cifras del “riesgo país”, la amenaza que agitan cada noche los noticieros televisivos.

 

Artículo originalmente publicado el 10/12/2021 por Restaurar.org, http://restaurarg.blogspot.com/2021/12/la-casta-y-el-fondo.html

Tomado a su vez de https://gauchomalo.com.ar/la-casta-y-el-fondo/