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RÉQUIEM POR EL OBISPO IVO BALDI

Francisco Carranza Romero*

Por el periódico “La República” (12 de junio de 2021) me he informado que el sacerdote italiano Ivo Baldi Gaburri, obispo de Huari (Áncash), murió el 11 de junio, a causa del Covid-19, en la clínica San Pablo de Huaraz donde estaba internado durante diez días. Una víctima más de la peste que mata a mucha gente en Perú.

Este sacerdote, desde que llegó a Perú en 1975, prefirió hacer su labor sacerdotal en la sierra, siendo párroco de Piscobamba y San Marcos, área del Callejón de Conchucos. Desde diciembre de 1999 fue nombrado obispo de Huaraz. Desde 2008 hasta su deceso fue obispo de Huari.

Para comunicarse con los hispanohablantes no tuvo problemas porque su nivel en la lengua castellana era bueno por sus estudios realizados en Italia, y porque las lenguas italiana y castellana son románicas o neolatinas. Pero, como tenía que tratar también con la gente del área rural donde se hablaba más quechua que castellano, decidió aprender quechua para comunicarse con ellos. Gracias a su actitud sincera, valiente y sin ningún complejo de supremacismo pudo llegar a la población quechua. Se peruanizó, se cholificó.

Muchas veces salió de las oficinas parroquiales y episcopales dispuesto a informarse in situ y personalmente sobre el ambiente social, económico y cultural (creencias, ritos y el grado de religiosidad) de la población de las áreas rurales más alejadas. Él iba al encuentro de otros con la apertura mental y la voluntad de servir. Es que, cuando hay la voluntad de servir hay que esforzarse y salir de los despachos urbanos.

Siendo obispo de Huaraz visitó dos veces a la comunidad campesina de Quitaracsa, mi pueblo natal, en el extremo norte de la provincia de Huaylas. Esas visitas fueron antes de la construcción de la carretera por el proyecto de la Hidroeléctrica de Quitaracsa. Viajó muchas horas a caballo y a pie. Los quitaracsinos, durante mis visitas continuas, me contaron con mucha emoción y cariño cómo el “padre obispo Ivo”, (así lo llamaban), hablaba en quechua con ellos, y hasta sus homilías eran en quechua. Así podían entender mejor su mensaje. Los comparaban con algunos docentes que, aun sabiendo quechua, preferían usar el castellano para no tener mucha relación con la gente y los estudiantes. Y los docentes monolingües hispanos enviados a Quitaracsa no mostraban ningún interés de aprender la lengua de la comunidad. Además, seamos sinceros: En Perú la sociedad y la escuela son castellanizantes en todos los niveles. Y muy pocos peruanos respetan y aprecian la cultura nativa; excepto, cuando son de utilidad lucrativa. En nuestros diálogos entre quitaracsinos comparamos al “padre obispo Ivo” con las ilustres autoridades peruanas (subprefecto, prefecto y presidente regional) que nunca se animaron a conocer Quitaracsa porque no es una zona de número relevante de votos.

Él animó a las hermanas religiosas peruanas y extranjeras para ir a los pueblos más alejados donde también hay seres humanos interesados en el mensaje evangélico. Por él llegaron a Quitaracsa un grupo de seminaristas y sacerdotes italianos que participaron en la renovación de la capilla y en la construcción de unas aulas para la escuela. Esos visitantes italianos también entraron en las labores de los campesinos: siega de cebada y trigo, trilla, fabricación del adobe, construcción de paredes, techado, etc. Y los domingos, después de la misa, jugaban el partido de fútbol con los quitaracsinos. Como resultado de esa visita el sacerdote Roberto Borroni escribió el libro “Quitaracsa [Perú]: muchas pequeñas historias para una buena compañía = Kitaracsa, shumaq aruypaq, ichishaq kawaykuna”, 2005, Mantua, Sistema Bibliotecario Ticinese. Y me escribió contándome sus experiencias y del trato familiar que habían recibido él y sus acompañantes.

La noticia del fallecimiento del “padre obispo Ivo”, realmente entristece a los que lo conocieron y lo recuerdan con cariño y gratitud. Y yo, en nombre de mi comunidad, le digo: Wawqi Ivo, nuqakunawanmi wiñay wiñay kawanki (Hermano Ivo, tú vivirás por siempre con nosotros).

 

* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.

El Padre Leonardo Castellani y la siempre actual “Corte de Faraón”

Siguiendo la sana costumbre de tratar de releer a quienes pensaron una Argentina distinta, una Argentina pujante y nacionalista, me encontré con esta maravillosa obra y la quiero compartir con Ustedes:

La justicia de este país se está mostrando bastante deficiente. Siendo como soy pueblo pobre, estaba inclinado a escribir: “Se está mostrando horrorosamente falluta.” Pero como al escribir cumplo una función pública, me modero en mis sentimientos particulares y aporto el ajustado adjetivo deficiente; calificativo que pocos habrá se atrevan a contestar. Si yo no digo ni siquiera eso, se levantarán a clamarlo las piedras. Y será peor.

Días pasados, un amigo me dijo:

—Le aviso que vaya con cuidado y no se meta en honduras.

Yo le contesté: —Cuando me dio el estado que tengo, el Obispo me metió en una gran hondura. Después de esa hondura, ¿qué me pueden hacer a mí las honduras? Me podrán sacar de mi casa, pero no me pueden sacar de mi barrio. Yo vivo en Villa Devoto. Otra cosa sería si en la Argentina fusilaran a los periodistas. Y aun entonces quedaba aquella otra sentencia: No temáis a los que pueden matar el cuerpo.

La Justicia argentina aparece deficiente al pueblo pobre en su parte baja, en su parte media y en su parte alta. En su parte baja está representada por la Comisaría y el Juzgado de Paz. Sabemos nosotros los periodistas lo que son los comisarios bravos.

La Justicia de Paz fue pensada en nuestro país con el intento de brindar una justicia rápida, sencilla y conciliatoria, es decir, más arbitral que formalista: como el sheriff y el squire de los anglosajones. Se ha convertido en tan complicada como los otros tribunales más altos, en una maquinaria compleja que deja por patentes fisuras puerta libre a la iniquidad.

El otro día estuve hojeando con un joven jurista un abultado expediente de un juicio de sucesión en San Antonio de Areco; y la impresión desprendida era bastante peor que desconsoladora. Murió una viuda y dejó 10 hijos menores, una casa de 3.000 pesos y tres deuditas de 300 pesos en todo. Un procurador de pueblo, que ni siquiera es procurador recibido, vio oportunidad de trabajo y puso en movimiento la máquina legal, ejecutando a la sucesión para pagar los 70 pesos del panadero, los 120 de impuestos territoriales, los 90 del entierro y … sus honorarios. Se remató la casa en 900 pesos. Se pagó al rematador, al procurador, se pagó el otro pico, el sellado y demás gastos causídicos; y cuando se acabó el último centavo se acabó de golpe también el expediente, que iba navegando majestuosamente por fojas 73. Llamaron a la hermana mayor (que como dije, era menor) y le dijeron: —Alaba a Dios: ya no tienes deudas. —¿Y mi casa? —Alaba a Dios: tampoco tienes casa. —¿Y dónde vivo yo ahora con los chicos? —Alaba a Dios: has servido de materia al ejercicio de la precisión técnica de la Justicia argentina; hemos hecho brillar el Código de Procedimientos. —No alabo a Dios nada —dijo ella y se fue.

Se fue a vivir de la caridad pública, para hacer cumplir monstruosamente lo que dice la Escritura se verifica en la sociedad cristiana: “Se abrazaron y se besaron la justicia con la caridad”. Yo me quise enojar, como Quijote que soy, pero me aseguraron que hay centenares de casos así en esta nación doliente; y yo no puedo enojarme centenares de veces, por más que Dios Nuestro Señor, a quien remito el caso, pues para mí viene a ser como una corte Suprema, tiene nervios para eso y mucho más.

En la parte media falla la justicia porque muchísimos crímenes quedan sin castigo, y no crímenes cualesquiera, sino muy grandes. Para qué vamos a enumerarlos. En la Edad Media, como advierte el jurisconsulto Renault, la judicatura tenía esta condición, que los crímenes más bien se escondían al pueblo y los castigos se propalaban, y hasta a veces (por un principio de pedagogía social) se espectaculizaban. En la Edad Moderna, a la inversa, se espectaculan y pasquinizan los crímenes y se ocultan los castigos; lo cual a veces no es costoso, porque no hay nada que ocultar. O bien el reo ocultamente se va a Ushuaia a podrirse el alma y el cuerpo; o bien, ocultamente ha hecho su jueguito de sobornos, o de chicanas, o de influencias o de procedimientos; y se ha zafado como una anguila, a veces sin dejar en las zarzas ni siquiera un rasguño de su buen nombre y honor. Se ha hecho un pronunciamiento militar para “castigar a los culpables y rehaber los bienes mal habidos»; y ahora va resultando que todos son muy honrados y la capa no aparece. Sinceramente creo (y corríjanme si yerro) que un individuo que premeditadamente asesina a un vigilante en ejercicio de su vigilancia, debe ser fusilado. Si ese crimen fue provocado por atropellos o torturas por parte de algún guardián de la ley, este también debe ser fusilado, no una sino dos veces. De lo contrario, volvemos a la ley de la selva.

Un anciano y sabio sacerdote irlandés me decía días pasados que la supresión de la pena capital del sistema jurídico argentino, le parecía no sólo contraria a la sabiduría cristiana, sino también al simple buen sentido. No hay derecho que un hombre de 25 años elimine a un padre de 6 hijos por puro gusto de hacerse el comunista, haga después 17 años de cárcel no muy dura, y salga tan tranquilo a los 42 años mucho más comunista que antes. En efecto, el presidio no regenera sino empeora; en tanto que ese gran acto de vida política, que es una sentencia capital bien dada, tiene la virtud de quebrantar casi infaliblemente con su peso mayestático el hábitus criminal y hacer reconocer al reo actual y a los innumerables reos potenciales (que somos todos los hombres) el horrendo rostro del error y la injusticia. Y al hacérselo reconocer lo salva, según la doctrina de Platón en el Gorglas, de que la injusticia es el máximo mal del hombre; y para limpiarse y librarse de ella por medio de la metanoia, el precio de la misma vida no es demasiado. Lo peor de todo es que esta deficiencia o ineficacia de la justicia parece haberse corrido a la parte suprema.

La Corte Suprema en nuestro país no parece haber sido nunca muy suprema; y ahora parece como impotente delante del duro y oculto poder del Becerro de Oro. Un proceso de desacato contra nuestro ponderoso Presidente —quiero decir, el Presidente actual del diario— ha llamado peligrosamente la atención del público que piensa sobre la función real de este Tribunal, ocupado ahora en defender a un interés extranjero llamado Rongé. Jamás, que nosotros sepamos, la Corte Suprema ha producido un acto de justicia suprema, la defensa de un derecho natural conculcado: como por ejemplo la defensa del derecho natural y constitucional del padre de familia a dirigir la educación del hijo conculcado por el monopolio estatal de la enseñanza. Si se publicaran las acordadas de la Corte en sus 80 años de vida, no hallaría el pueblo en esos documentos herméticos y regiminosos un sólo gesto inteligible y grande: la posición de algún gran principio jurídico —un golpe certero a la insolencia desmesurada del mercader logrero, sea o no extranjero— el hacer tascar el freno de la ley a un multimillonario —la defensa heroica de la Nación contra alguno de esos grandes estupros de que ha sido víctima—, en fin, cualquier actitud en que aparezca el Juez y no el Legista, el Jefe y no el Intérprete, la gran espada luminosa y desnuda de la Justicia en vez del compás y la cinta métrica. Todas esas acordadas justifican el dicho cortante de un gran profesor argentino de que la Suprema Corte se ha mostrado sumamente competente para declararse incompetente. Una cosa es ser Corte, y otra darse corte.

Como me decía ayer mi portero: “Pero ese fiore, ¿es Fiore o es Fiorello?”  Si la Corte Suprema se convierte en un blocao del Becerro de Oro, y de su horrenda dominación en el mundo, es como si el Apostolado de la Oración se convirtiese en la Corte de Faraón. Cuando un supremo tribunal se vuelve opereta, siempre hay baile. Es peligroso conocer lo mentiroso que son los hombres antes de ser expertos de lo veraz que es Dios. David conoció ambos a la vez cuando dijo: “Ego dixi in excessu meo: Omnis homo méndax.” El pobre es capaz de sufrir, pero nadie es capaz de sufrir cuando piensa que a su pena no hay remedio. Nuestro pueblo está en camino de desanimarse de los hombres, sin ganar mayormente en confianza en Dios, como aquella muchacha que dijo: “No alabo a Dios nada.” Una Nación se juzga por su justicia. La justicia es uno de los nombres de Dios, el cual no es indiferente a que se lo santifiquen o se lo ensucien, porque Dios también tiene entre nosotros su buen nombre y honor. Un obispo nuevo dijo en un discurso que hizo al poblado el día del Reservista, que Dios nos iba a castigar si seguía entre nosotros tan mala la justicia. ¡Qué Dios lo desoiga al obispo! Pero temo que tiene razón.

Padre Leonardo Castellani
(22 de diciembre de 1944).

Parece mentira, un texto de hace 77 años que parece actual, casi nada ha cambiado, y lo que nos urge, indefectiblemente, es un cambio de raíz, como sociedad y no exento de ella, de nuestra casta política. Argentina está llamada a ser un país de primer orden, no lo hemos alcanzado porque viven poniéndonos palos en las ruedas, robándonos y conformando alianzas perniciosas. Es tiempo de cambio, “Nacionalismo o más de lo mismo”.

¡Argentina Despierta!

DyPoM

Por Der Landsmann para SAEEG

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ARGENTINA Y SU INEXISTENTE PODER BLANDO

Marcelo Javier de los Reyes*

Imagen de bluebudgie en Pixabay

En un reciente artículo escrito por mi amigo, el Dr. Agustín Saavedra Weise, titulado “Hacia una geopolítica global del poder blando”, ha expresado la relevancia que tiene la implementación de ese poder blando en los tiempos actuales, dominados por la “búsqueda de un reequilibrio global entre las principales potencias mundiales”.

Como ha expresado el Profesor Saavedra Weise:

El buen uso del poder blando hace que un país sea más atractivo y que hasta sea visto como paradigma en el contexto internacional con respecto a un conjunto de acciones, de bienes consumibles o de meras costumbres.

Este párrafo me trajo a la memoria una experiencia personal de ya hace varios años. En 2007, los directores de África Subsahariana y de África del Norte y Medio Oriente de la Cancillería Argentina tuvieron la brillante idea de convocarnos a los académicos que nos especializábamos en esas regiones a colaborar con ideas, con propuestas, para profundizar las relaciones entre nuestro país y el continente africano. Ya desde principios de la década de 1990 mantenía una relación de colaboración con esas y otras áreas de la Cancillería. Por esta razón, en 1998 integré la delegación argentina en la reunión de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS) que se celebró en Buenos Aires, en el Palacio San Martín. En esa oportunidad, unos diplomáticos africanos —cuya nacionalidad mantendré en reserva— me confiaron que verían con agrado un incremento considerable de las relaciones entre Argentina y África, para balancear la fuerte presencia de Brasil, a la que ellos consideraban “una continuidad del Imperio portugués” en África.

Luego de unos tres encuentros en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, la Dirección de Africa Subsahariana me invitó a participar como expositor en un panel organizado por el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), el día 6 de septiembre de 2007.

Durante esas reuniones, y especialmente en el ISEN, presenté varias propuestas con la idea, precisamente, de que la Argentina pudiera resultar atractiva para los países africanos como un primer paso de lo que sería el inicio del despliegue de un poder blando por parte de nuestro país.

Desde luego que en ese paquete se encontraban las ofertas que se podían llevar a cabo desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y desde el INVAP, ambas prestigiosas instituciones argentinas que gozan de reconocimiento mundial.

Del mismo modo, propuse que desde el Ministerio se impulsara la creación del Instituto de Cultura Argentina “José Hernández”, en homenaje al autor del mundialmente reconocido “Martín Fierro”; un pasaje de esa obra me motivaba a dar rienda suelta a la creatividad:

Yo no soy cantor letrao,

mas si me pongo a cantar

no tengo cuándo acabar

y me envejezco cantando;

las coplas me van brotando

como agua de manantial.

Este Instituto debería tomar como modelo el Instituto Cervantes de España, es decir que estaría dedicado a la enseñanza del idioma español, así como a la historia y a la cultura argentina, teniendo en cuenta nuestra valiosa herencia hispana. Para ello se podía contar con la colaboración y la experiencia de otra prestigiosa institución, el Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”.

En otro orden de cosas, me pareció pertinente “construir el puente” hacia África con una fuerte expansión de Aerolíneas Argentinas, nada menos que nuestra aerolínea de bandera. La propuesta tenía como idea central el desarrollo de un hub en Guinea Ecuatorial.

¿Por qué Guinea Ecuatorial? Por cuestiones culturales e históricas. Guinea Ecuatorial es el único país de África que habla español y, además, porque desde 1778 dependió administrativamente del Virreinato del Río de la Plata por el Tratado de San Ildefonso (1777) y el Tratado del Pardo (1778). Por otro lado, Guinea Ecuatorial tenía convenios con la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y sobre esas bases se podía profundizar la relación con ese país, ante el cual teníamos un embajador concurrente. Para llevar adelante esta propuesta era relevante abrir una embajada en Guinea Ecuatorial. Aún hoy la Argentina no ha abierto una embajada en Malabo y nuestro embajador en Nigeria es el embajador concurrente ante el gobierno ecuatoguineano.

Se podría argumentar, como alguien lo hizo, de que no es un país democrático. ¿Es que los países desarrollados solo tienen relaciones diplomáticas y practican el comercio con naciones que tienen gobiernos democráticos? En esto debemos dejar de lado ciertos pruritos o la hipocresía: los países se guían por intereses.

El establecimiento de un hub por parte de Aerolíneas Argentinas contemplaría la participación de la empresa argentina Aeropuertos 2000 y de otras empresas argentinas que pudieran incorporarse al proyecto. Desde ese hub, con otros aviones, Aerolíneas podía desplegarse a las principales capitales africanas o bien continuar con vuelos a Medio Oriente y el Lejano Oriente. Algo similar al rol que cumple el aeropuerto de Dakar (Senegal) y que también es usado como escala técnica por los aviones de la RAF (Royal Air Force) que vuelan hacia y desde las nuestras usurpadas islas Malvinas.

La distancia entre Argentina y Guinea Ecuatorial es de 8.723 kms y desde este país a Japón, por ejemplo, de 13.185 kms. La distancia total es prácticamente similar a la que se realizaría volando a Frankfurt desde Argentina (12.272 kms) y desde ese aeropuerto a Japón (9.043 km).

A mi juicio, esta inversión redundaría en una considerable expansión de la empresa y traería con ella la apertura de mercados en África, Medio Oriente y el Este Asiático. Demás está decir que la apertura de mercados implica producción nacional y trabajo para los argentinos.

Seguramente no faltará quien considere esto es poco factible, pero vale aquí recordar que el 8 de marzo de 2018 (Día de la Mujer) Ethiopian Airlines realizó su vuelo inaugural a Buenos Aires, vuelo que fue operado completamente por mujeres. Cabe recordar que Argentina había perdido la conectividad con África en 2014, luego que South African Airways, dejara de volar a la Argentina.

A diferencia de Aerolíneas Argentinas, que ha perdido rutas —incluida la transpolar de la que fue pionera, conectando Buenos Aires con Nueva Zelanda y Australia— por la inoperancia de quienes la condujeron en las últimas décadas, Ethiopian Airlines —al menos hasta el comienzo de la pandemia— era el mayor grupo aéreo de África, con un plan de vuelos regulares internacionales y nacionales, que incluía más de 115 destinos en todo el mundo. Aún hoy continúa volando a nuestro país, en el marco de las restricciones imperantes.

Estas propuestas, obviamente, no fueron más allá de las reuniones y no responsabilizo de ello a los diplomáticos de carrera sino a la ceguera de los funcionarios políticos de turno en la Cancillería. Llevamos décadas debatiendo sobre nuestra política exterior con África, lo que hoy no tiene sentido cuando cabe preguntarse qué política exterior tiene la Argentina, pues lleva demasiado tiempo sin rumbo y sin el peso internacional que supo tener.

Mis propuestas, precisamente, apuntaban a desarrollar ese “poder blando” al que se refería el Dr. Agustín Saavedra Weise, quien en su artículo destaca que América Latina podría proyectar algunos elementos de poder blando “si se lo propone”, lo cual podría hacer “tanto en conjunto como a nivel individual”. Coincido con mi amigo en que “hay otros elementos positivos en nuestra región que pueden ser vendidos al mundo como poder blando” y reitero su misma pregunta: “¿Qué estamos esperando?”

En estos tiempos convulsos, preocupantes, angustiantes que nos toca vivir en nuestra región vale recordar aquellos célebres versos del Martín Fierro:

Los hermanos sean unidos

porque esa es la ley primera;

tengan unión verdadera

en cualquier tiempo que sea,

porque si entre ellos pelean

los devoran los de afuera.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

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