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ARGENTINA Y SU INEXISTENTE PODER BLANDO

Marcelo Javier de los Reyes*

Imagen de bluebudgie en Pixabay

En un reciente artículo escrito por mi amigo, el Dr. Agustín Saavedra Weise, titulado “Hacia una geopolítica global del poder blando”, ha expresado la relevancia que tiene la implementación de ese poder blando en los tiempos actuales, dominados por la “búsqueda de un reequilibrio global entre las principales potencias mundiales”.

Como ha expresado el Profesor Saavedra Weise:

El buen uso del poder blando hace que un país sea más atractivo y que hasta sea visto como paradigma en el contexto internacional con respecto a un conjunto de acciones, de bienes consumibles o de meras costumbres.

Este párrafo me trajo a la memoria una experiencia personal de ya hace varios años. En 2007, los directores de África Subsahariana y de África del Norte y Medio Oriente de la Cancillería Argentina tuvieron la brillante idea de convocarnos a los académicos que nos especializábamos en esas regiones a colaborar con ideas, con propuestas, para profundizar las relaciones entre nuestro país y el continente africano. Ya desde principios de la década de 1990 mantenía una relación de colaboración con esas y otras áreas de la Cancillería. Por esta razón, en 1998 integré la delegación argentina en la reunión de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS) que se celebró en Buenos Aires, en el Palacio San Martín. En esa oportunidad, unos diplomáticos africanos —cuya nacionalidad mantendré en reserva— me confiaron que verían con agrado un incremento considerable de las relaciones entre Argentina y África, para balancear la fuerte presencia de Brasil, a la que ellos consideraban “una continuidad del Imperio portugués” en África.

Luego de unos tres encuentros en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, la Dirección de Africa Subsahariana me invitó a participar como expositor en un panel organizado por el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), el día 6 de septiembre de 2007.

Durante esas reuniones, y especialmente en el ISEN, presenté varias propuestas con la idea, precisamente, de que la Argentina pudiera resultar atractiva para los países africanos como un primer paso de lo que sería el inicio del despliegue de un poder blando por parte de nuestro país.

Desde luego que en ese paquete se encontraban las ofertas que se podían llevar a cabo desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y desde el INVAP, ambas prestigiosas instituciones argentinas que gozan de reconocimiento mundial.

Del mismo modo, propuse que desde el Ministerio se impulsara la creación del Instituto de Cultura Argentina “José Hernández”, en homenaje al autor del mundialmente reconocido “Martín Fierro”; un pasaje de esa obra me motivaba a dar rienda suelta a la creatividad:

Yo no soy cantor letrao,

mas si me pongo a cantar

no tengo cuándo acabar

y me envejezco cantando;

las coplas me van brotando

como agua de manantial.

Este Instituto debería tomar como modelo el Instituto Cervantes de España, es decir que estaría dedicado a la enseñanza del idioma español, así como a la historia y a la cultura argentina, teniendo en cuenta nuestra valiosa herencia hispana. Para ello se podía contar con la colaboración y la experiencia de otra prestigiosa institución, el Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández”.

En otro orden de cosas, me pareció pertinente “construir el puente” hacia África con una fuerte expansión de Aerolíneas Argentinas, nada menos que nuestra aerolínea de bandera. La propuesta tenía como idea central el desarrollo de un hub en Guinea Ecuatorial.

¿Por qué Guinea Ecuatorial? Por cuestiones culturales e históricas. Guinea Ecuatorial es el único país de África que habla español y, además, porque desde 1778 dependió administrativamente del Virreinato del Río de la Plata por el Tratado de San Ildefonso (1777) y el Tratado del Pardo (1778). Por otro lado, Guinea Ecuatorial tenía convenios con la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y sobre esas bases se podía profundizar la relación con ese país, ante el cual teníamos un embajador concurrente. Para llevar adelante esta propuesta era relevante abrir una embajada en Guinea Ecuatorial. Aún hoy la Argentina no ha abierto una embajada en Malabo y nuestro embajador en Nigeria es el embajador concurrente ante el gobierno ecuatoguineano.

Se podría argumentar, como alguien lo hizo, de que no es un país democrático. ¿Es que los países desarrollados solo tienen relaciones diplomáticas y practican el comercio con naciones que tienen gobiernos democráticos? En esto debemos dejar de lado ciertos pruritos o la hipocresía: los países se guían por intereses.

El establecimiento de un hub por parte de Aerolíneas Argentinas contemplaría la participación de la empresa argentina Aeropuertos 2000 y de otras empresas argentinas que pudieran incorporarse al proyecto. Desde ese hub, con otros aviones, Aerolíneas podía desplegarse a las principales capitales africanas o bien continuar con vuelos a Medio Oriente y el Lejano Oriente. Algo similar al rol que cumple el aeropuerto de Dakar (Senegal) y que también es usado como escala técnica por los aviones de la RAF (Royal Air Force) que vuelan hacia y desde las nuestras usurpadas islas Malvinas.

La distancia entre Argentina y Guinea Ecuatorial es de 8.723 kms y desde este país a Japón, por ejemplo, de 13.185 kms. La distancia total es prácticamente similar a la que se realizaría volando a Frankfurt desde Argentina (12.272 kms) y desde ese aeropuerto a Japón (9.043 km).

A mi juicio, esta inversión redundaría en una considerable expansión de la empresa y traería con ella la apertura de mercados en África, Medio Oriente y el Este Asiático. Demás está decir que la apertura de mercados implica producción nacional y trabajo para los argentinos.

Seguramente no faltará quien considere esto es poco factible, pero vale aquí recordar que el 8 de marzo de 2018 (Día de la Mujer) Ethiopian Airlines realizó su vuelo inaugural a Buenos Aires, vuelo que fue operado completamente por mujeres. Cabe recordar que Argentina había perdido la conectividad con África en 2014, luego que South African Airways, dejara de volar a la Argentina.

A diferencia de Aerolíneas Argentinas, que ha perdido rutas —incluida la transpolar de la que fue pionera, conectando Buenos Aires con Nueva Zelanda y Australia— por la inoperancia de quienes la condujeron en las últimas décadas, Ethiopian Airlines —al menos hasta el comienzo de la pandemia— era el mayor grupo aéreo de África, con un plan de vuelos regulares internacionales y nacionales, que incluía más de 115 destinos en todo el mundo. Aún hoy continúa volando a nuestro país, en el marco de las restricciones imperantes.

Estas propuestas, obviamente, no fueron más allá de las reuniones y no responsabilizo de ello a los diplomáticos de carrera sino a la ceguera de los funcionarios políticos de turno en la Cancillería. Llevamos décadas debatiendo sobre nuestra política exterior con África, lo que hoy no tiene sentido cuando cabe preguntarse qué política exterior tiene la Argentina, pues lleva demasiado tiempo sin rumbo y sin el peso internacional que supo tener.

Mis propuestas, precisamente, apuntaban a desarrollar ese “poder blando” al que se refería el Dr. Agustín Saavedra Weise, quien en su artículo destaca que América Latina podría proyectar algunos elementos de poder blando “si se lo propone”, lo cual podría hacer “tanto en conjunto como a nivel individual”. Coincido con mi amigo en que “hay otros elementos positivos en nuestra región que pueden ser vendidos al mundo como poder blando” y reitero su misma pregunta: “¿Qué estamos esperando?”

En estos tiempos convulsos, preocupantes, angustiantes que nos toca vivir en nuestra región vale recordar aquellos célebres versos del Martín Fierro:

Los hermanos sean unidos

porque esa es la ley primera;

tengan unión verdadera

en cualquier tiempo que sea,

porque si entre ellos pelean

los devoran los de afuera.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

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LA RETÓRICA OFICIALIZADA TUERCE LOS SIGNIFICADOS

Abraham Gómez R.*

“¿Llegaremos, alcanzaremos a ser una Venezuela íntegra?

Fuimos siempre tan jóvenes, tan a punto de adquirir carácter,

rasgos decisivos, nitidez que nos acecha el riesgo de continuar

siendo una incesante acumulación de fragmentos, de parcialidades sin integración…”

José Balza. Pensar a Venezuela. Pág. 6

 

De todos es bastante conocido que cada término tiene una curiosa historia; y algunas veces, dando rienda suelta a la imaginación, un inmenso caudal de relatos adquiere cierta síntesis en un solo étimo. Con un único vocablo, usted adquiere un espectro de posibilidades de decir y enunciar.

Así también, se conoce que una palabra empleada con falsedades; pronunciada con extravagancia o embadurnada, para que diga lo que no le corresponde, constituye un camino oculto o riesgoso.

Aunque los códigos lingüísticos se encuentren en permanente dinamismo; operando —según las épocas— con variaciones y cambios; si no se precisa qué es lo que desean decir, corren a contrapelo de la realidad. Recordemos que el lenguaje es un fenómeno social, que debe calzar con lo que tal hecho social envuelve.

Acaso no nos ha sucedido que, no obstante, lo que queremos percibir se halla muy cerca de nosotros como para juzgarlo, sucede que la neoretórica —que trata de construirse desde las esferas gubernamentales— altera y tergiversa los significados, y los hace “saber distintos”.

Cada vez se aprecia menos pronunciable el discurso socio-político dominante.

Prevalece un clima que lo enreda todo.

Las palabras comunes con las que quisiéramos intentar definir las cosas, o por lo menos irlas llamando por sus nombres, se han vuelto vacías.

Por eso los enunciados oficialistas en su mayoría son falsos.

Nos queda la sensación de que hay que aprender de nuevo a pensar y a escribir.

Pareciera que “las respuestas no siguen a las preguntas, el saber no sigue a la duda y las soluciones no siguen a los problemas” (Larrosa, dixit).

El uso indiscriminado y abusivo de los vocablos no sería tan grave si éstos no fueran instrumentos para llegar a conocer, analizar e interpretar la realidad. Por supuesto que los significados de las palabras son senderos abiertos para conocer el mundo.

Toda la descripción anterior viene con el certero propósito, porque escuchamos en los disímiles escenarios que monta “el Proceso” que nos encontramos en una interesante etapa de emancipación, gesta patriótica para liberarnos de los imperios, con nuestras propias posibilidades y potencialidades.

Que es como decir: hay una acción para quedar liberados de un poder o procurarnos una nueva independencia frente a algo. Tamaña desfachatez.

Prestemos atención al término mancipium, que es una herencia idiomática legada por el latín.

Mancipium define toda cosa tomada, agarrada de la mano. Sostenida con fuerza; ejerciendo sobre ella cualquier símbolo que represente autoridad.

Pues bien, no es necesario profundizar en discusiones intelectuales, o académicas de alto nivel para percatarnos que las decisiones que se vienen dando en los últimos años en nuestro país a lo que menos apunta, precisamente, es a una emancipación: a desplazar hacia fuera, a desligarnos de las estructuras poderosas que nos tienen atrapados para imponer sus designios, ajenos a nuestra propia identidad.

El presente régimen político en Venezuela, se ha encargado de hipotecar el destino y futuro de la nación, tanto a empresas transnacionales como a países con los cuales ha trazado ligazón ideológica. Cuyas funestas consecuencias, denominadas por ellos “estrategias de vínculos internacionales”, ya son suficientemente conocidas: nos encontramos atragantados y comprometidos —agarrados de las manos— con las hordas comunistas-terroristas-fundamentalistas que enervan al mundo.

Entonces, nos preguntamos, de qué emancipación estamos hablando.

Frente a lo anteriormente descrito, cabe destacar el hecho de que nuestra cultura socio-política, siempre ha asumido una impronta civilista, en un irreductible sustrato de democracia y de paz.

Pero, ya no resulta sorprendente para los investigadores sociales la tipología militarista que caracteriza al actual régimen nacional. De nuevo el poder político se encuentra una vez más en los cuarteles.

La verdadera emancipación debe comenzar por erradicar tales despropósitos.

Estamos obligados a emanciparnos de los pensamientos alienantes; con mucha más razón cuando sabemos que en el tramo civilizacional que transcurre se asume el conocimiento ya prácticamente como un “factor de producción”. Emanciparnos de las cartografías mohosas y de las entelequias rancias.

Nos permitimos exponer —con transparencia— que en la actualidad los conocimientos se construyen a partir de las confrontaciones de ideas; además, a partir de las profundas transformaciones subyace la competitividad en tanto estrategia-medio para alcanzar los objetivos. Entonces digamos, qué emancipación, ni qué babosadas.

Emancipémonos si, y rápido de quienes se atreven a sostener que individuo y colectivo jamás serán complementarios. Que son elementos mutuamente excluyentes.

De esa manera de apreciar la realidad debemos emanciparnos.

Emanciparnos de quienes ven malas palabras en expresiones tales como: libre albedrío, libertad de pensamiento y de acción; pluralidad, democracia, diversificación de criterios. Porque para combatir las injusticias sociales y los desequilibrios obscenos de ningún modo hace falta anular al individuo y su lógica conexión con la sociedad.

Vamos a emanciparnos de quienes —en su perverso juego con las palabras— tuercen intencionadamente sibilina la posibilidad de que el ser humano se desarrolle de manera integral.

Jacques Marie Émile Lacan (1901-1981)

El psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Marie Émile Lacan advertía a cada momento a los estudiantes del Mayo Francés de 1968, en los siguientes términos: “Ah, ustedes ¿son revolucionarios? Muy bien. Pues sepan que la revolución siempre está en busca de un amo. No se preocupen, lo van a encontrar”.

Ante tan lapidario aserto, uno llega a concluir: cómo cuesta después emanciparse de los amos.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV).

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/

 

GINECOCIDIO, PARA DECIR LAS COSAS POR SU NOMBRE

Abraham Gómez R.*

Imagen de Nino Carè en Pixabay 

Nuestro país, de herencia pacifista, se encuentra completamente consternado, por el incremento —en apariencia inexplicable— de las cifras de asesinatos abominables de mujeres, en casi todas regiones. Actos perpetrados cada vez con más sañas, y por los motivos más fútiles.

Cuando las sociedades, cualquiera sea su idioma, no encuentran la palabra exacta, o no tienen en su lexicografía el vocablo que necesita para que sea el referente preciso de un fenómeno social, esa misma sociedad inventa el término. Lo importante es que dé cuenta (encierre en su acepción) lo que todos sabemos —que nos identifica— y lo queremos expresar.

Sin embargo, ocurre bastantes veces que cuando las sociedades se vuelven extremadamente masculinizadas apelan a usos excesivos de atenuantes lingüísticos para eludir el modo y la forma de mencionar lo que las aqueja, deforma y pervierte, cuando se trata de hablar de las mujeres.

Así entonces, comienzan a “maquillar las palabras”; a llamar las cosas de la manera peor acertada y muy distante al hecho sociopático confrontado. Se refieren a cualquier cosa menos al estricto sentido de lo que debe decirse.

De verdad, entramos a sospechar que hay (casi que en todas partes) complicidad implícita para disimular y mitigar las realidades.

En el caso concreto atinente a las mujeres, hace ya varios años me propuse, con la valiosa asesoría de varios miembros de nuestra Academia Venezolana de la Lengua, la construcción léxico-semántica de una palabra para que, a través de su significante, alcancemos con la mejor y mayor exactitud el significado de los crímenes atroces que contra las mujeres se cometen; y que en infinitas veces, los medios de comunicación, en las Redes sociales o en conversaciones corrientes, se ha querido disimular su contenido esencial; por eso nos incomoda y molesta cuando escuchamos y leemos que tales hechos abominables los etiquetan rápido como femicidio o feminicidio.

Pretenden hacer creer que con esa hipócrita maniobra de los términos se curan de la socio patología que se ha incrustado en las interioridades de nuestros cuerpos sociales.

Nos está costando entender que cuando un aberrado ejecuta una acción fatal que acaba con la vida de una mujer, por la razón que haya sido, no liquida al género; no acabó con ella por ser femenina; está matando a la mujer, al ser humano: comete un Ginecocidio.

Explicaré que no es por capricho que nos hemos mostrado contrario, y en desacuerdo, con la utilización de los términos femicidio y feminicidio. Saben por qué, porque a lo interno de estos vocablos se aloja una trampa léxico- semántica que desvaloriza a la mujer en tanto ser humano.

En casi todos los diccionarios, cuando se consulta por la acepción de feminicidio, aparece: “asesinato de una mujer por razones de su género, a manos de un hombre por machismo o misoginia”; como también femicidio: “los asesinatos realizados por varones motivados por un sentido de tener derecho a ello o superioridad sobre las mujeres, por placer o deseos sádicos hacia ellas, o por la suposición de propiedad sobre las mujeres”.

Por si fuera poco, habría a que añadir además la práctica deleznable (admitida en muchas culturas) denominada: “asesinatos relacionados con el honor”. Aquellos en los que una niña o una mujer mueren a manos de un miembro masculino o femenino de la familia por una transgresión sexual o conductual supuesta o real, como adulterio, relaciones sexuales o embarazo extramatrimoniales, o incluso por haber sido violada. ¿Cómo calificar estos hechos de liquidación de seres humanos, particularmente perpetrados contra las mujeres? Y que muchas sociedades envuelven o solapan con descaros.

Se ha podido demostrar que a menudo los autores del femicidio consideran que esta es una forma de proteger la reputación familiar, seguir la tradición o acatar exigencias religiosas interpretadas erróneamente.

Los asesinatos en nombre del “honor” también pueden ser usados para encubrir casos de incesto; llevando la mujer la peor parte; por cuanto se acepta —con pasmosa naturalidad— que ella pague con su vida, los vínculos íntimos que mantuvo con algún familiar cercano.

Ofrecemos este otro dato que espeluzna: cada año hay en todo el mundo unos 5.000 asesinatos en nombre del honor. Tamaña distorsión mental. No obstante, quedan encubiertos, y cuando mucho aparecerá reseñado con una escueta nota de “se ha cometido un femicidio”.

Nuestra convicción sigue intacta, en el sentido de que cuando utilizamos los términos feminicidio o femicidio, en cualquiera de sus variantes, estamos despersonalizando e indignificando a la mujer como ser humano y encriptando horrendos crímenes.

Nos solidarizamos con el esfuerzo de los movimientos feministas en el mundo; tanto que considero que ha llegado el momento de introducir modificaciones de significados en la máxima Autoridad  Institucional de nuestra lengua; para que así como suprimió  las acepciones sexistas de “femenino” como “débil, endeble” y de “masculino”, como “varonil, enérgico”; proceda también a enderezar o dejar en desuso los vocablos femicidio y feminicidio; muy a pesar como lo define, con muy buenas intenciones, su creadora la antropóloga mexicana Marcela Lagarde: ”impunidad que suele estar detrás de los crímenes; es decir, la inacción o desprotección estatal frente a la violencia hecha contra la mujer. “De todas maneras, sigue siendo un crimen atroz contra un ser humano, bajo la mirada o el amparo o no por parte del Estado.

El neologismo Ginecocidio, que propuse, fue acogido por la secretaría de la Real Academia de la Lengua (RAE), y remitido a la sala de observación donde está siendo estudiado y analizado por especialistas en lexicografía.

Nos informaron —cuando introdujimos hace casi tres años la formal proposición— que ellos establecen etapas que deben cumplirse, hasta concretar (si fuera el caso) algunas modificaciones o supresiones. Aclaramos que las Academias (inclusive la RAE, creada en 1713) no imponen los elementos lingüísticos, sino que procuran mejorar los actos de habla y establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, para contribuir a su esplendor.

Cuando presenté la fundamentación completa de nuestra palabra Ginecocidio al precitado organismo, nos respondió de la siguiente manera: “La Unidad Interactiva del DRAE se complace en comunicarle que su mensaje acaba de ser recibido. La propuesta o sugerencia que nos envía referente a una voz o acepción del Diccionario de la lengua española será estudiada y valorada para su posible inclusión en la vigésima cuarta edición. Le damos las gracias por escribirnos y aprovechamos la ocasión para hacerle llegar nuestra consideración más distinguida”.

Más adelante, en su escrito la RAE nos advierte que: “es requisito fundamental para el mantenimiento y la inclusión de voces que corresponden a las distintas áreas y países de habla hispánica, que su empleo actual esté suficientemente documentado en textos, preferentemente de los corpus de la RAE, que deben abarcar, además, un periodo de tiempo de al menos seis o siete años, pues de otro modo, podrían reflejar un uso pasajero. Por tanto, para la incorporación o enmienda de una palabra o acepción al Diccionario es necesario testimoniar su uso según hemos relatado anteriormente. Si dispone de textos suficientes con los que podamos iniciar los trámites para posibles adiciones o enmiendas, puede mandarlos…”

Desde que nos señalaron que debía dársele al vocablo Ginecocidio suficiente frecuencia de uso, hemos sido insistentes para que en todas partes se utilice este término. Nos complace comunicar que ya se refleja —aunque tímidamente— en las Redes sociales. Esperamos (y agradecemos) la mayor incorporación de otros entes comunicacionales para logar el objetivo propuesto.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/