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AUNQUE SEA PARA MAL

Santiago González*

Si un Milei triunfador y emocional forja un lazo afectivo con una sociedad desgarrada no habrá fuerza capaz de enfrentarlo o resistirlo

 

La espectacular irrupción de Javier Milei en el escenario político argentino tiene en vilo a analistas y comentaristas, que proponen día tras día las explicaciones más extravagantes y alambicadas para dar cuenta de un suceso que no figuraba en sus cuadernos de notas. Su perplejidad, y las evidentes dificultades con las que tropiezan para hilvanar sus argumentos, resultan sorprendentes porque el fenómeno es más bien simple, sencillo y hasta cierto punto esperable. Algún día tenía que pasar: los pueblos pueden tomar malas decisiones, pero no se suicidan.

El predicamento en que se encuentran enredados politólogos, columnistas y observadores se explica enseguida cuando uno advierte que lo que en realidad intentan no es entender el fenómeno Milei sino encajarlo en el relato sobre la realidad nacional que la mafia política, empresaria, sindical, judicial y mediática que se apoderó del país viene construyendo y sosteniendo desde hace cuarenta años a fin de asegurar el lugar de privilegio que se reservó para sí y para sus amigos, usando en su beneficio el poder coercitivo del Estado y distorsionando sus instituciones para acomodarlas a ese propósito.

Ese relato, asentado sobre las premisas básicas del progresismo y la corrección política, afirma la existencia de una Argentina representativa, republicana y federal, como manda la Constitución; afirma la existencia de un Estado proveedor de salud, educación, seguridad y justicia; afirma la existencia de una economía en general libre, aunque regulada aquí y allá en aras del bien común; y afirma la existencia de una clase dirigente razonablemente honesta y bien intencionada, que a veces falla en sus propósitos por errores involuntarios o por trabas u obstáculos interpuestos maliciosamente por sus rivales políticos. Si las cosas fueran realmente así, si esa narrativa fuera cierta, es claro que la aparición de un Milei resultaría inexplicable.

Pero las cosas no son así, y eso mismo que los autores del relato ―desde ambos lados de la grieta― no han querido o no han podido ver, una parte mayoritaria de la sociedad lo tiene bien claro, sin consideraciones rebuscadas ni superabundancia de información: lo tiene claro a partir de su experiencia cotidiana, de su historia familiar, de las cosas que ha ido perdiendo, de los peligros que amenazan a sus hijos, de su desvalimiento ante un mundo cada vez más complejo, y cada vez más ajeno. Esos argentinos, que no se engañan sobre las cosas ni se dejan engañar, se han hecho escuchar claramente en las urnas: sin bronca, sin emoción, sin deseos de venganza, sin violencia, sin hartazgo. En defensa propia, simplemente.

 

Los primeros análisis sociológicos del voto en favor de Milei revelan la imposibilidad de asociarlo a cualquier grupo demográfico: ni a los ricos ni a los pobres, ni a los jóvenes ni a los viejos, ni a la población urbana ni a la población rural. No he visto estudios que relacionen el voto a Milei con el grado de exposición a los medios tradicionales: sospecho que a menor exposición, mayor inclinación hacia su figura. Sólo es posible decir que ese voto alcanzó niveles inesperados en las provincias más pobres y en algunos de los bolsones de pobreza que rodean a las grandes ciudades, justamente los más afectados por el estado de cosas que Milei promete revertir.

Esa dispersión “transversal”, como dicen los especialistas, del voto a Milei refleja más bien un estado de conciencia, una lucidez que probablemente incluye diferentes proporciones de racionalidad e intuición, y una disposición a participar, dentro del sistema, para modificarlas. Aunque seguramente comparten una visión de las cosas aproximadamente similar, estos ciudadanos se distinguen de los que votaron en blanco o simplemente se abstuvieron de votar: los primeros confían en el sistema pero no creen que Milei represente una alternativa para mejorarlo, los segundos no creen ni en Milei ni en el sistema democrático. Una parte de quienes no votaron simplemente ventiló su enojo, y es probable que vaya a las urnas en octubre. Y vote por Milei.

 

Los comentaristas con fama de respetables describen rutinaria, casi perezosamente a Milei como el “candidato antisistema”, lo que constituye un absurdo desde el momento en que el aspirante respeta los mecanismos electorales y manifiesta reiteradamente su defensa del régimen constitucional; es claro que tampoco son “antisistema” sus votantes, que se han tomado la molestia de formar filas en los comicios para emitir ordenadamente su sufragio. Esos publicistas, en realidad, juegan con las palabras para no decir que Milei es el candidato “anti statu quo”, o sea contrario al estado de cosas que, entre otros, los tiene a ellos mismos como beneficiarios.

Desde el otro lado de la grieta describen a Milei como el “candidato antiderechos”, otro absurdo refutado desde las mismas bases peronistas. “¿Qué carajo decís cuando decís derechos?”, increpó en televisión Mayra Arena, una militante justicialista, a la kirchnerista Cinthia García. “La palabra ‘derecho’ da espina a que siempre son derechos de los otros.” Alejandro “Pitu” Salvatierra, otro dirigente de base con frecuente presencia en los canales oficialistas, ilustró la misma idea con una anécdota: “Un muchacho del equipo de fútbol de la villa dijo que iba a votar por Milei y otro lo cuestionó: ‘¿No te das cuenta de que Milei te va a quitar la indemnización, el aguinaldo?’ ‘¿Qué es el aguinaldo?’, respondió el interpelado, que jamás había tenido un empleo formal en su vida”.

Los “derechos” que presuntamente viene a eliminar Milei sólo existen en el papel, en las leyes que votan los legisladores de la democracia para ganar adhesiones y conservar privilegios, sin preocuparse luego de que se cumplan o no. La población, supuestamente amparada por el “Estado presente”, vive en la miseria. Desde el golpe de 1976 la Argentina ingresó en una espiral decadente de la que no ha podido escapar. Todos los gobiernos dejaron el país peor de lo que lo encontraron y, como siguiendo un plan, cada uno se ocupó de destruir una parte del legado del orden conservador: el congreso, la educación en todos sus niveles, la salud, la justicia, la defensa, la moneda, la flota oceánica y fluvial, la red ferroviaria, la sociedad más justa y más integrada del mundo, el tejido afectivo que la mantenía unida.

Carlos Menem y Mauricio Macri, con más audacia el primero que el segundo, intentaron promover cambios que revirtieran la decadencia. Memen apeló a la picardía (“si les decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”), y abrió al mismo tiempo la economía y las compuertas de la corrupción y el saqueo del Estado. Lo mejor de su gestión se lo debió a Domingo Cavallo, y cuando se deshizo de él su gobierno cambió de rumbo. Macri confió en su propia majestad, creyó que su sola presencia iba a servir de ordenador, y que todo se iba a acomodar de manera natural, paulatina, y por su propio peso. No tuvo (no toleró) a su lado un Cavallo que le aportara pericia técnica. Menem y Macri terminaron mal sus mandatos, y sus cambios a medias dejaron más problemas que soluciones.

A diferencia de ellos, el libertario promete reformas amplias y drásticas, y las anticipa clara y descarnadamente, sin ocultar nada: ni la maña de Menem ni la majestad de Macri, sino la motosierra de Milei. Propuso la “uberización” de las relaciones laborales, propuso la apertura de la economía, propuso alguna forma de copago para los servicios de salud y educación, propuso dolarizar y nada de eso espantó al electorado como habría ocurrido décadas atrás. “Hay más miedo a que todo siga igual, que a que cambie”, explicó la militante peronista Arena, en una frase que probablemente resume el temperamento social de una Argentina que se asoma al final del primer cuarto del siglo XXI hundida en un pozo de pobreza, desesperanza y frustración al que nunca creyó posible caer.

 

Al margen de la refriega electoral, se han planteado algunas advertencias más atendibles respecto de los condicionamientos que podrían afectar a un eventual gobierno de Javier Milei, unas de tipo institucional, otras de índole emocional. En una columna de su blog, el observador Marcos Avella pondera varios factores capaces de jugarle en contra, desde la carencia de mayorías legislativas hasta la eventualidad de un juicio político, pasando por las limitaciones constitucionales y legales e incluso las presiones internacionales. En el mismo sentido, el politólogo Andrés Malamud remite al ejemplo de lo ocurrido en el Perú con el presidente electo Pedro Castillo, cuyos intentos de introducir reformas tropezaron con la oposición de un Congreso adverso que finalmente lo destituyó.

El columnista Carlos Pagni, por su lado, creyó ver una cierta inestabilidad emocional en Milei, citando casos en que moderadas demostraciones públicas de afecto lo llevaron al borde del llanto. En esas situaciones, observó, Milei revela “una demanda de reparación infinita… Y por eso gana, porque la gente está igual”. Y sentenció Pagni: “Ahí hay un problema, la gente a lo mejor detecta ese problema”. Pero la militante peronista Mayra Arena, más que un problema, ve allí un atributo del libertario: “Es original, es distinto y se emociona”, dijo, y opinó que esas cualidades despiertan en la gente “ganas de acompañarlo”. Arena, que trabaja por la candidatura de Sergio Massa, reconoció que “cuesta mucho ver el enamoramiento que genera Milei”.

Pero Arena es peronista y los peronistas son diestros para captar el escenario, porque sus cualidades les resultan familiares. “Ojo con que no se avive y llame a la calle, por ejemplo”, advirtió la militante. “Que no te tome una de esas postas que no está ocupando el peronismo, porque su electorado se siente parte, se siente protagonista, y siente que hay alguien del otro lado que les habla. Si llama a la calle antes que el peronismo, es un problemón”, reconoció Arena.

Visto desde una perspectiva más amplia, esto quiere decir que si un Milei con los sentimientos a flor de piel triunfa en primera vuelta, y desde ese lugar victorioso forja un lazo afectivo con una sociedad desgarrada en su tejido y necesitada de creer, no habrá mayoría legislativa que se le resista ni presión política capaz de doblegarlo. Lo emocional, más que una debilidad será una fuerza, y se impondrá por sobre lo institucional. Ambos condicionamientos se neutralizarán entre sí.

La sociedad argentina “acaba de iniciar un experimento rarísimo, riesgosísimo para el nivel de problemas que tenemos”, hizo notar el columnista Pagni. “Pero es así, es el momento histórico”, se consoló. La militante Arena describió el momento histórico con la frase que ya citamos y que viene al caso repetir completa, con el agregado que siguió a una repregunta: «Hay mucho más miedo a que todo siga igual que a que cambie, aunque sea para mal…» Y, nos guste o no nos guste, nos entusiasme o nos inquiete, a dos meses de las elecciones, el nombre del cambio es Javier Milei.

Enlaces externos

Mayra Arena en “Duro de domar”

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 23/08/2023 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/

SIN MARCHA ATRÁS

Iris Speroni*

Tenían una opción: robar un poco menos.

No quisieron escuchar.

 

En diciembre de 2019 sostuve que «Hoy la República Argentina es inestable no por los que pierden, sino, paradójicamente, por quienes ganan». Me refería y refiero a los desequilibrios macroeconómicos [1] y físicos [2]. Desorden. Caos. Ausencia de paz interior. Lo cual se traduce en freno al crecimiento, caída del nivel de vida, desesperanza y tristeza.

Quienes gobiernan medran con el caos. Las clases gobernantes se benefician con la inflación; de comprar dólares a mitad de precio [3], un negocio de decenas de miles de millones de dólares por año; cobrar intereses del BCRA por 150 millones de dólares por día; lograr condonaciones de impuestos impagos (concesionarias de servicios); obtener concesiones de terrenos y servicios públicos con cánones irrisorios; comprar tierras públicas a precios viles; facturar al Estado el doble y triple de lo que valen las cosas; endeudar al país una y otra vez.

La clase dirigente argentina, a diferencia de otras en otras partes del mundo, no tiene límite. Son adictos terminales. No saben cómo parar.

Por eso la economía y la sociedad están desquiciadas. No existe equilibrio alguno. El poco que hay es gracias a la plebe y no a los gobernantes, en contra de toda teoría política posible.

En marzo de este año volví al tema. Nos veíamos en marzo de 2023 sin divisas para enfrentar obligaciones cuando el año 2022 fue el mejor de toda nuestra historia en volumen de exportaciones, U$D 88.446 millones.

¿Cómo podía ser que tuviéramos problemas en el mercado de cambio luego de que entrara tanta plata? ¿Por qué estábamos viviendo inflación y corridas cambiarias luego de nuestro año más próspero? ¿Por qué había argentinos que no comían cuatro comidas diarias si lo lógico era que tuviéramos un veranito de abundancia?

Los gobernantes dieron excusas, todas externas. Lo cierto es que Paraguay, Brasil y Uruguay, con el mismo contexto, tuvieron crecimiento de reservas, inflación baja y crecimiento del PBI y de los salarios reales.

La respuesta es fácil: porque no pueden parar de robar.

Los responsables

Toda la política monetaria y cambiaria es responsabilidad del Congreso de la Nación. Todos los miembros, en el Senado y en Diputados, se hacen olímpicamente los idiotas y el tema no lo tocan. Hablan de bueyes perdidos y del día del orgullo gay, jamás de que un trabajador pueda comprar este mes lo mismo que el mes pasado.

Como tampoco se ocupan de separar un poquito del dinero de lo que roban para reinvertirlo en lo que les da leche. No mantienen los caminos rurales, no arreglan el FFCC, el interior tiene mala potencia eléctrica (cuando las represas hidroeléctricas y Atucha están en el interior), no limpian los canales, no hacen riego. No brindan salud a la gente que vive en el campo. En resumen, no cuidan ni a la gallina de los huevos de oro.

Las PASO de 2023

Todo andaba bárbaro para los ladrones hasta el momento en que le preguntaron a la gente.

La impunidad hace esas cosas. Se vuelven descuidados.

Los ciudadanos tenemos pocas herramientas. Si los salimos a cazar para matarlos, vamos presos, porque la policía y los fiscales y los jueces los manejan nuestros enemigos, los gobernantes.

Así que la única herramienta es el voto.

Y vaya si se usó.

El 99,6% de las exportaciones de bienes proviene del interior del país. Sobre las mismas el BCRA cobra un peaje del 50%. Repito: en 2022 el BCRA le robó a todo el interior U$D 44.223 millones. Dinero que el BCRA luego les regaló a los amigos con los mecanismos descriptos. ¿Es de extrañarnos entonces que el mapa se haya pintado de violeta el domingo pasado? ¿Qué lugares como Chubut, La Rioja o Misiones votaran que no les birlaran el 50% de su trabajo?

Todos los que en estos años no abrieron la boca sobre la emisión del BCRA, las tasas de LELIQs de tres dígitos, el desdoblamiento cambiario o que un camionero tenga que pagar IIGG pero un magistrado no, hoy, tienen fruncidos hasta los poros.

Tenían una opción: robar un poco menos.

No quisieron escuchar.

El futuro

No sé quiénes entrarán al balotaje (suponiendo que ninguno gane en primera vuelta, lo que a este ritmo puede pasar).

Pero que la ciudadanía rechazara a “Baldosita” Larreta y a un saltimbanqui como Lousteau, es una alegría que me durará mucho tiempo.

Ahora somos nosotros los que le tenemos que decir a toda esta gente, que no son solamente los que vemos en la tele, sino todos aquellos a los que les financian las carreras políticas: Ocaña, Yedlin, Larreta, Massa, De Mendiguren, Kulfas, Dante Sica, Vizzotti, Ginés, Lousteau, Recalde, Donda, Prat Gay, Redrado, Heller, Garré y tantos otros, que ellos y sus patrones robaron por demás.

Que estamos cansados de pagar una fiesta a la que nunca estamos invitados, mientras ellos se atienden en el Otamendi y se van de vacaciones a Europa o Miami y andan por todos lados con chofer y custodia.

No creo que ni aún luego de este domingo donde no les entra un alfiler, hayan entendido que tienen que robar un poco menos.

El paso adelante de Milei

Muchos analizaron las elecciones. No seré yo la que descubra algo nuevo. Excepto que es el único que habla de los problemas que le quitan el sueño a las personas de a pie: que la plata no alcanza, que la inflación es un robo de los ricos a los pobres (y no hablo del almacenero), que la escuela pública es una risa, cuando los maestros no van y si van enseñan la Pacha Mama, que hablar de universidad gratuita cuando el 50% no termina el secundario (es decir, no puede llegar a la vereda de la facultad) es una tomadura de pelo, o que sos pobre, hacés el esfuerzo de recibirte en la facultad y te matan en la puerta de tu casa para robarte un auto modelo 2017.

Los únicos que hablaron de lo que le preocupa a la población, ya sea en economía, seguridad o los servicios que el Estado debe brindar y no brinda [4], fue la dupla M-V.

A uno puede gustarle o no lo que proponen, pero el resto de los candidatos esos temas no los menciona.

De eso no se habla

Hay un solo tema que ninguno, incluidos M-V, toca y en algún momento lo vamos a tener que tratar abiertamente: el tratado de Versalles que sufrimos y nos sofoca.

No podemos ahorrar, porque todo el dinero se va con la deuda que nos inventaron.

No podemos industrializarnos, porque nos impusieron que la industria se mudara a Brasil.

Padecemos un embargo de armas, por lo que no podemos tener pertrechadas a nuestras FFAA.

No podemos desarrollar los FFCC ni una flota propia, porque la contraparte del tratado no quiere que se puedan movilizar ni tropas ni abarrotes.

Ni siquiera pudimos construir un FFCC hasta Vaca Muerta.

Nos dejaron hacer el gasoducto sólo cuando requirieron el gas desde Europa. Caso contrario lo dejaban morir.

Nos mandan las ONGs piratas para boicotear todo desarrollo económico, como la explotación off-shore.

Bueno, en algún momento, lo tenemos que hablar.

El futuro

Nuevamente, Argentina enfrenta un ciclo económico internacional largo y propicio, con buenos precios internacionales que están para quedarse.

Si hacemos las cosas bien (tipo de cambio libre, aranceles aduaneros flat y bajos, simplificar y bajar impuestos) vamos a exportar U$D 300.000 millones por año y la más beneficiada será la industria ―nadie se perjudica más por el cambio atrasado que la industria―. Implicará pleno empleo, altos salarios e inversiones.

Hay que implantar riego en los ⅔ del país que es árido (ver el plan del Ing. Aníbal Colombo).

Levantar los estándares de educación y formar más ingenieros, enfermeros, odontólogos.

Volver a educar en oficios: herreros, albañiles, colocadores de tejas, mecánicos, plomeros, gasistas, soldadores, costureros, talabarteros, carpinteros, ebanistas, calderistas. Reconstruir los colegios perito mercantil y normal (maestros). Cinco años y a la cancha.

Que todo el mundo se pueda comprar un terrenito y hacerse una casa.

Vivir en todo el país y no todos amontonados para viajar una hora y media para llegar al trabajo.

En resumen, podemos ser felices. Está al alcance de la mano.

Pero como dije en APRIETAN Y AHORCAN a principios de este año:

«Necesitamos orden, paz, unión, estabilidad para crecer, prosperar, capacitarnos, invertir, crear, cuidar a nuestras familias».

Mientras que quienes provocan el caos permanente estén al frente de la Nación, nada bueno lograremos.

Hay que echarlos».

Estamos en eso. No hay que poner marcha atrás.

Excepto para pisarlos, claro.

Lecturas relacionadas

2022: el año que no estuvimos en peligro

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Aprietan y ahorcan

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Equilibrio inestable

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Notas

[1] Inflación, balanza de pagos, deuda, cuentas fiscales, crédito, tasa de interés.

[2] Huelgas, cortes de calles, falta de insumos y suministros, cortes de luz, inundación por falta de mantenimiento en la canalización, delincuencia común desbocada, falta de vacantes y de mantenimiento en las cárceles, demora en la justicia y largos etcéteras.

[3] El negocio de los amigos del gobierno es: 3.1. comprar dólares a mitad de precio en sí para importar, ejemplo: en 2022 compraron varios aviones privados, la mitad la pusieron ellos, la mitad la puso algún gringo que hace algodón en el Chaco o los que hacen maní en Córdoba; 3.2. girar dividendos con dólares comprados a mitad de precio; 3.3. dibujar créditos (back-to-back) para comprar dólares a mitad de precio y girarlos al exterior, a lo que denominan “cancelar créditos externos privados”; 3.4. importar maquinaria con falsos precios siderales cuando en realidad es maquinaria totalmente amortizada y el único costo es la desinstalación, el traslado y la instalación, seguro lo vieron a Massa inaugurando plantas industriales que supuestamente salieron cientos de millones de dólares, bueno, la mitad de lo que dicen que costó lo pusimos nosotros; 3.5. la sobrefacturación de importaciones en general; 3.6. pago de supuestos servicios ―o servicios verdaderos― como intereses, honorarios, seguros o flete, todo con dólares que compran a mitad de precio.

[4] Los políticos no se dieron cuenta que los trámites de los abuelos los hacen los nietos por internet. Los chicos saben todo. Saben del maltrato de los burócratas de PAMI, ANSES, etc. a sus padres y abuelos. Saben que el ANSES tarda dos meses en dar un turno. Que conseguir un turno de PAMI es para el próximo solsticio, y así todo. Los chicos saben todo. Por otro lado, ―en el interior es más pronunciado―, uno ve que en los pueblos la oligarquía son los empleados de PAMI, ANSES, BAPRO, Banco Nación, AFIP, Aduana, que ganan 5 veces lo que el resto y encima maltratan a los que tienen que atender. De seguridad ya hablé el domingo pasado.

 

Artículo publicado el 19/08/2023 en Restaurar, https://restaurarg.blogspot.com/2023/08/sin-marcha-atras.html.

AUSENTISMO ELECTORAL

Santiago González*

La reconstrucción de la democracia argentina, y la recreación de la confianza en ella, pasa por la regeneración de los partidos políticos.

 

En el sistema democrático, una consulta electoral es una pregunta que los ciudadanos se hacen a sí mismos para conocer de manera amplia, sistemática y ordenada su evaluación sobre la marcha de los asuntos comunes hasta el momento del comicio, y su opinión sobre el rumbo futuro que deberían tomar esos asuntos, con atención a un menú de opciones ofrecido por los partidos políticos que seguramente ha de incluir la continuidad de lo presente junto con diversas alternativas para cambiar el derrotero. En nuestro ordenamiento institucional, la respuesta a esa consulta es obligatoria, y sus resultados son vinculantes: quiere decir que el manejo de la cosa pública deberá emprender el camino decidido por los votantes.

La República Argentina adhirió formalmente a este arreglo republicano en la Constitución de 1853, comenzó a aplicarlo de manera más o menos sistemática a partir de la organización nacional de 1880 y lo perfeccionó con el sufragio universal de 1912, ampliado con la inclusión del voto femenino en 1952. Sobre esta base, la Argentina acostumbra describirse a sí misma como una nación democrática, pero el sistema republicano raras veces funcionó normalmente entre nosotros, y nunca lo hizo con la continuidad necesaria como para adquirir solidez. Primero lo sabotearon los golpes militares, después las proscripciones políticas y por último, ya desde los setenta pero acentuadamente desde los ochenta, la desintegración de los partidos. Ahora, casi como lógica consecuencia, aparece la deserción ciudadana.

En los 14 comicios provinciales celebrados este año, la suma de ausentismo, voto anulado y voto en blanco ronda en promedio el 40 por ciento, una proporción nunca vista en la historia electoral del país. El desglose de esa proporción resulta todavía más alarmante: los votos anulados y en blanco, que implican una disconformidad con la oferta pero no con el sistema ya que el votante se tomó la molestia de acercase a la urna, representan una cuarta parte. El resto, un 30 por ciento de los empadronados, prefirió quedarse en su casa: no discute la oferta, se desentiende del sistema. No encuentra allí un instrumento útil para resolver los problemas de su vida o perfilar el futuro de sus hijos. Peor aún, no se siente parte de un conjunto, la nación, cuya expresión visible y vital es la participación política, tarea de todos y cada uno.

Estos datos, que marcan una tendencia continua y creciente por lo menos desde la crisis del 2001, han despertado la preocupación de algunos observadores de la escena política, que en general la han resuelto con apelaciones escolares a la responsabilidad ciudadana. “El voto no es solamente un derecho, sino una obligación, y desentendernos de la cuestión cívica no nos exonera del compromiso ciudadano”, advierte un editorial del diario La Nación. Agrega que la abstención “nos sitúa en la categoría de meros espectadores de una realidad que no asumimos como propia.” Con un poco más de enjundia, la consultora Shila Vilker, también citada por el diario, atribuye al ausentismo un “nihilismo activo”, un “hacer destructivo” motorizado por la “bronca”: desconfianza y pérdida de fe en la política.

Incumplimiento de un deber, falta de compromiso, nihilismo, destrucción: estos observadores, y probablemente también otros, describen el fenómeno en términos de reproche e incluso de condena. Pero votar en blanco o no votar envía un mensaje político tan valioso como el voto positivo, y ese mensaje debería ser leído correctamente, sin rechazo ni subestimación. Para muchos ciudadanos no votar, votar en blanco o depositar alguna leyenda ofensiva en la urna puede ser un modo de expresar de la manera más clara posible, y en la única oportunidad en que se lo consulta, su fuerte disconformidad con el estado de las cosas, con las opciones que se le ofrecen para reencauzarlas, y con el sistema que hace posible y tolera todo lo anterior.

Además, ¿qué instrumentos le ofrece ese sistema al votante para que pueda ejercer responsablemente y a conciencia su derecho y su obligación? La primera herramienta de la ciudadanía es la información. Hoy casi toda la prensa es militante, vale decir que es parcial y sesgada y lo es de manera tan amplia y evidente como para que nadie confíe demasiado en lo que dice. Se la ha visto involucrada en operaciones para destruir o encumbrar a tal o cual personaje, y se la ha visto detener su cobertura cuando llega al límite de los negocios oscuros, a los que no suele ser ajena. Cruzado ese límite se ingresa a una región de entendimientos, complicidades y transacciones que el votante nunca ve en los medios pero cuya existencia intuye, porque de lo contrario las cosas nunca habrían podido ir tan mal, durante tanto tiempo, en diferentes contextos y bajo cualquier gobierno.

El ciudadano, con su ausencia, quiere decir mal y pronto que está harto de que le tomen el pelo. Ya se dio cuenta de que todo es un juego con suculentos premios del que él no participa y de cuyas alternativas se entera apenas a medias, aunque su presencia sea imprescindible para que el juego pueda desarrollarse. Su situación recuerda a la de esos policías que suelen verse apostados en los estadios de fútbol de espaldas al campo: tienen que estar ahí pero no pueden ver el partido. Los políticos y sus voceros reclaman la presencia del ciudadano en las urnas pura y exclusivamente porque sus votos son los que les dan legitimidad para llegar al poder del estado, del que se valen para engordar sus cuentas bancarias y las de sus amigos, o para imponer a los demás sus berrinches ideológicos, o para cobrar de agencias extranjeras por imponerlos, o para todo eso junto.

La reacción de los ciudadanos que deciden no prestarse al juego, y que preocupa a los observadores, se distribuye como ya dijimos en dos categorías que podríamos describir ahora con más precisión valiéndonos de esa oposición entre “apocalípticos” e “integrados” que Umberto Eco aportó al análisis sociocultural. Los “integrados” rechazan las opciones que les plantea el comicio, pero preservan el sistema, lo ratifican con su asistencia, con la emisión del voto. Los apocalípticos creen que nada de lo que hay puede mejorarse, y que es necesario hacer volar todo por el aire y empezar de nuevo. Entonces optan por no votar, o bien se inclinan por alguna opción disruptiva cuya llegada al poder produciría, eso creen, el mismo efecto dinamitero. Lo suyo, antes que un “hacer destructivo” como dice Vilker, se parece más a esa virtuosa “destrucción creativa” que suele atribuirse al sistema capitalista.

Sin embargo, las cosas son más complicadas y no se resuelven mediante un rechazo, más o menos violento. Al enumerar las amenazas y distorsiones que sufrió nuestro sistema democrático mencionamos al principio los golpes de estado, las proscripciones y el eclipse de los partidos. Las dos primeras se resolvieron, la tercera no, y en ella reside el meollo del problema. La reconstrucción de la democracia argentina, y la recreación de la confianza en ella, pasa por la regeneración de los partidos políticos. En una sociedad de masas no hay política sin partidos, no hay partidos sin participación popular, y no hay participación popular sin conciencia nacional. En la Argentina no hay partidos, no hay participación popular, no hay conciencia de pertenencia a un todo llamado nación, y en consecuencia hay deserción ciudadana en los comicios, porque la oferta se muestra ajena, distante y sospechosa como si la hiciera un proveedor de servicios.

Pero las siglas políticas no son empresas de servicios especializadas en administrar el Estado. Podrían serlo, pero en ese caso el contrato sería otro e incluiría garantías de cumplimiento y eficacia. Los partidos son, deberían ser, agrupaciones de ciudadanos, unidos por una misma convicción sobre cómo debe administrarse la nación y cuál debe ser su lugar en el mundo, y que persiguen el poder para llevar esas convicciones a la práctica. Y la participación no se limita, no debería limitarse, a mirar por televisión las trifulcas entre candidatos, ni a simpatizar con uno o con otro. La participación política consiste en informarse, estudiar, acudir todas las semanas al comité, la unidad básica o lo que sea, pagar la cuota, poner el cuerpo, y discutir, promover a los mejores y separar a los oportunistas, y todo lo que supone la vida partidaria. Se habla con razón de la distancia entre la política y los ciudadanos, pero se omite decir que el eslabón faltante entre unos y otros es justamente el partido.

Políticos y publicistas acostumbran criticar el asistencialismo diciendo que a la gente no hay que regalarle pescado sino enseñarle a pescar. Pero nunca dicen que a la gente no hay que ofrecerle servicios políticos sino enseñarle a participar en la vida política y facilitarle esa participación. Defienden lo primero porque aspiran a quedarse con más de la mitad de lo que el ciudadano pesque, y omiten lo segundo porque no quieren competencia en esa rapiña. El sistema no sólo no entrena para la vida política, sino que ha impuesto un sinnúmero de trabas, requisitos y regulaciones absurdos para la inscripción y el reconocimiento de nuevos partidos, como lo han comprobado a su costo José Luis Espert, Javier Milei, Juan Gómez Centurión, y otros que han pretendido últimamente promover alternativas diferentes.

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 30/06/2023 en Gaucho Malo, el sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/ausentismo-electoral/