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ANÁLISIS A 20 AÑOS DEL 11-S Y PERSPECTIVAS DE UNA NUEVA POLÍTICA IMPERIALISTA.

Marcelo Javier de los Reyes*

Imagen de David Mark en Pixabay 

Antes de analizar las consecuencias de los ataque del 11-S. en principio habría que hacer una gran digresión y remontarnos varios años antes de ese día fatídico para comprender la complejidad del tema. Porque ¿cuál fue el desenlace de esos hechos? La ocupación de Afganistán, en la que ya los Estados Unidos estaban involucrados antes del 11-S, ya antes incluso de la invasión de la Unión Soviética con el sostén financiero, en armas y de inteligencia, que se produjo en el marco de la “Operación Ciclón” de la CIA, con la intervención de Arabia Saudí, el Reino Unido, Pakistán y la República Popular China, en el marco de las relaciones originadas a partir de la denominada diplomacia del ping-pong, pergeñada por Henry Kissinger y Richard Nixon. Esto es mencionado por Tim Weiner en su libro Legado de Cenizas. La Historia de la CIA, y por el propio Kissinger en su libro China.

A ello se suman los intereses de las compañías petroleras, principalmente UNOCAL, que desplazó un proyecto de gasoducto que estaba llevando a cabo la empresa argentina Bridas —que ya contaba con derechos exclusivos otorgados por Afganistán y Pakistán—, cuyo presidente era Carlos Bulgheroni, de una extensión de más de 1.400 kms desde los yacimientos de Yaslar, en Turkmenistán —donde operaba Bridas— a Pakistán. UNOCAL debió desentenderse de ese proyecto —financiado por Arabia Saudí— después de los atentados a las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, el 7 de agosto de 1998. Las presiones sobre la petrolera estadounidense fueron tan fuertes que tres días después del 11-S, el ejecutivo de esa empresa difundió un comunicado en el que tomaba distancia del gobierno talibán y que había dejado sin efecto sus proyectos en Afganistán.

Del mismo modo, debe recordarse que, en agosto de 1998, el presidente Clinton ordenó bombardear “bases militares” en Sudán y Afganistán, el mismo día en que la ex becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky debía testificar ante el Gran Jurado Federal sobre sus relaciones con Clinton. También que esa operación militar se llevó a cabo en momentos en que el mundo musulmán se disponía a celebrar el Ramadán. En ese entonces, el embajador de Sudán ante las Naciones Unidas, Elfaith Erwa, anunció que presentaría una protesta ante el Consejo de Seguridad debido a que su gobierno había expulsado a Bin Laden de su país en 1996, precisamente a pedido del gobierno de Washington.

Los atentados de 2001 en Nueva York y Washington fueron la causa de una serie de fuertes cambios, tanto dentro de los Estados Unidos como a escala internacional.

En lo interno se aprobaron leyes restrictivas como la denominada Ley Patriótica, que permitió al gobierno una recolección masiva de datos sobre las comunicaciones entre ciudadanos de Estados Unidos y residentes. Se produjo una fuerte restricción sobre las libertades.

Progresivamente los controles se fueron incrementando conforme se iban incorporando avances tecnológicos aplicados a la recolección de información.

Se llevaron a cabo una serie de medidas secretas por partes de los servicios de Inteligencia que luego fueron reveladas por Edward Snowden, quien hizo público los programas de vigilancia masiva e indiscriminada (PRISMA, Tempora, XKeystore, etc.) llevados a cabo por los Estados Unidos, incluso contra líderes de países aliados.

Se trató de una legislación que permitió el control social institucionalizado. De ese modo, la NSA tuvo carta blanca para la recolección de metadatos telefónicos de millones de ciudadanos que podía almacenar por un período de cinco años.

En materia de Inteligencia se creó el Departamento de Seguridad Nacional y se fusionaron veintidós agencias gubernamentales, incluyendo:

  • el Servicio de Inmigración,
  • la Guardia Costera y
  • la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).

A escala global, cambió la visión que se tenía acerca del terrorismo, fenómeno que existe desde tiempos remotos, pero que a partir del 11-S incorpora el concepto de “terrorismo islámico”, lo que también conlleva a una estigmatización del islam.

La introducción de este concepto, desde lo social, llevó a la estigmatización de los ciudadanos musulmanes e, incluso, derivó en una islamofobia que aún perdura y que se ha desarrollado a partir de las migraciones que, en buena medida, se incrementaron notablemente desde la intervención de los Estados Unidos, de la OTAN y de los países aliados, tanto en Afganistán como en Iraq, Libia y Siria y que afectan directamente a Europa.

En el marco de la Inteligencia, el terrorismo islámico pasó a ser el principal objetivo de los organismos de Inteligencia, por encima de otras amenazas transnacionales como el narcotráfico, el tráfico y trata de personas, el lavado de dinero, etc. En todo caso, se puso el foco en el financiamiento del terrorismo que, en el caso de la población islámica tampoco podía abordarse con precisión por el sistema denominado hawala, una modalidad de transferencia de dinero alternativa, en la que existe un menor nivel de registro o vigilancia. Su uso abarca tanto los envíos locales de dinero como los realizados a gran distancia entre distintos países.

Esto fue grave para los países como los nuestros, los de América, que debieron establecer prioridades de defensa y de seguridad, así como hipótesis de conflictos que nos fueron impuestas por las potencias dominantes, sin que nuestros países pudieran definir sus propias prioridades.

La forma de viajar, de desplazarse, también se vio afectada, principalmente en lo referente a los vuelos internacionales. Se tomaron medidas tanto respecto de la seguridad en los aeropuertos, como dentro de los propios aviones.

Los controles dentro del territorio de Estados Unidos llegaron a asumir extremos denigrantes para algunos viajeros. Personalmente recuerdo que fui invitado a dar unas conferencias en Corea del Sur, en 2002, y puse como condición que mi vuelo fuera a través de Europa y no de Estados Unidos.

También se introdujeron medidas de seguridad en el comercio internacional. El gobierno estadounidense implementó la Iniciativa de Seguridad de Contenedores, que establecía que más del 80% de la carga marítima en contenedores que se importaban se preseleccionaba antes de ingresar a los Estados Unidos. Los escáneres se pusieron a la orden del día.

Desde lo que se considera la lucha contra el terrorismo global, esto ha sido un verdadero fracaso porque lo que estaba focalizado se extendió mundialmente como una metástasis.

Recordemos que el DAESH tiene su origen en la prisión de Camp Bucca, en las afueras de Basora, de donde salieron varios de sus líderes, incluido Abu Bakr Al-Baghdadi. A esa prisión fueron trasladados varios detenidos en la cárcel de Abu Graib, tras el escándalo sobre las torturas a que eran sometidos los prisioneros, torturas que también tuvieron lugar en la prisión de Guantánamo, en la cual, en 2019, aún permanecían cuarenta prisioneros, todos musulmanes y la mayoría de ellos encerrados desde hace quince años. Los centros de detención de supuestos terroristas —conocidos y clandestinos— se multiplicaron.

Por otro lado, esto se incrementó con el respaldo a los movimientos de la denominada “Primavera Árabe”. El caso del apoyo a los rebeldes de Siria es ejemplificador.

A todo esto debe sumarse la cuestión que comprometió a varios servicios de Inteligencia y gobiernos europeos por el traslado de supuestos terroristas en vuelos de la CIA a través de Europa, para conducirlos a centros de detención clandestinos.

Las operaciones militares llevadas a cabo bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo internacional, que en verdad escondían otros fines —intereses petrolíferos y gasíferos, eliminación de regímenes que ponían en riesgo a empresas estadounidenses y a la propia economía de Estados Unidos, como la decisión de Saddam Hussein de eliminar el dólar de las transacciones petroleras y reemplazarlo por el euro; a lo que puede añadirse el trazado de los ductos— solo sirvió para convertir al mundo en un sitio más inseguro, con mayor incertidumbre.

Tampoco hubo una cuestión humanitaria, ya que durante la ocupación de Afganistán se incrementó la muerte de civiles como producto de sus bombardeos indiscriminados perpetrados desde drones, matando a ciudadanos que estaban llevando a cabo bodas o funerales. Las explicaciones oficiales, para estos hechos que se dieron frecuentemente entre los años 2004 y 2010, es que siempre se trataba de grupos terroristas.

Aún es reciente para evaluar las verdaderas argumentaciones del presidente Joe Biden sobre el retiro de las tropas de Afganistán, más aún de la forma en que fue llevado a cabo. Pero lo que parecía dejar en claro era el hartazgo de la guerra, manifestado principalmente por el pueblo estadounidense. No obstante, esto no parece ser desmentido cuando las noticias nos informan acerca de la entrada del portaaviones estadounidense USS Carl Vinson (10/09/2021) —uno de los diez portaaviones de tipo Nimitz de Estados Unidos— en aguas del Mar de China, a lo que debe sumarse la presencia del portaviones británico HMS Queen Elizabeth en una base naval cerca de Tokio (lunes 06/09/2021), en lo que consideraría el comienzo de una presencia militar permanente en una clara provocación a China, a la que parecen querer disputarle el poder en Asia.

USS Carl Vinson. Foto: U.S. Navy Photo
HMS Queen Elizabeth. Foto: Royal Navy.

Claramente, desde el Brexit, el establishment del Reino Unido se ha podido liberar de las ataduras de la Unión Europea, y comienza a mostrar su músculo junto a los Estados Unidos, cuyo presidente expresó contundentemente que Afganistán ya no tenía un interés estratégico para la Casa Blanca. El objetivo de los “anglos”, hoy en día, parece ser dominar Asia para frenar a China, las explotaciones petroleras frente al Esequibo, en Venezuela, y el Atlántico Sur —en el que ambas potencias muestran su interés— pero en el caso británico, su objetivo es continuar avanzando sobre el espacio oceánico —usurpado a la Argentina— para asegurarse la proyección hacia la Antártida.

Todo esto significa un serio peligro que algunos de la región no parecen comprender, ni los miembros de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS). Menos comprensible aún es la inacción que las autoridades de la Argentina, gobierno —Cancillería, Secretaría de Pesca y Agencia Federal de Inteligencia— y legisladores, manifiestan ante esta situación, quienes son responsables del estado de indefensión de la Nación.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

©2021-saeeg®

 

GUAYANA ESEQUIBA: APROVECHAMIENTO ECONÓMICO DE UNOS Y ARDID ELECTORAL DE OTROS

Abraham Gómez R.*

Bloque Stabroek ubicado frente a la fachada atlántica venezolana, en aguas que forman parte de la plataforma continental del territorio en reclamación entre Venezuela y Guyana (Foto: Oilprice). Fuente http://www.aviacion.mil.ve/?p=9368

La disputa centenaria por el inmenso territorio —que nos arrebataron con vileza— entre Venezuela y Guyana ha tenido a lo largo de su desenvolvimiento ciclos de altas y bajas.

En algunas precisas ocasiones pareciera que se extremaran las posiciones de parte y parte. Se han percibido recrudecimientos que se llega a sacar una conclusión a priori; y por el tono uno aligera y dice: “ahora si la cosa va en serio”.

Sin embargo, analistas coinciden en que la tensión provocada para reivindicar el área citada por los gobiernos venezolanos (de distintos signos y colores) se incrementa en las proximidades de procesos comiciales; y que una vez trascendido el hecho electoral baja el ardor del pleito fronterizo, significativamente. A la situación descrita en el párrafo anterior le hemos estado haciendo un severo estudio y seguimiento.

Apoyados en datos concretos llegamos a afirmar que el conflicto histórico —del cual nos ocupamos desde hace muchos años— ha sido utilizado con sesgos políticos; como una especie de estrategia para crear un falso nacionalismo, y casi nunca como lo que debe ser: una sostenida reivindicación venezolanista con suficientes elementos de probanzas.

En el señalamiento anterior, personalmente he coincidido con el experto Sadio Garavini, quien ha insistido: “el gobierno ha demostrado que todo cuanto es el caso Esequibo lo tratan como un tema electoral; así también, debo exponer que cuando se dan cuenta de que bajan en las encuestas y que sus tácticas parar crear un nacionalismo fallan, deciden no tocar, circunstancialmente, el tema del Esequibo. El Ejecutivo no se ha mostrado interesado, en los últimos 15 años, en la disputa territorial sino hasta el momento en el que se acercan algunos comicios. El fallecido presidente venezolano Hugo Chávez nunca tuvo ningún interés al respecto, pese a su gran poder político y económico con el que pudo haber llegado a un acuerdo con Georgetown”.

Lo cierto es que La controversia sigue estando allí. El litigio ha escalado a la Corte Internacional de Justicia. Ente sentenciador que ha programado para los años 2022 y 2023 los eventos para que las partes conflictuadas; caso de Guyana ratifique su demanda, obviamente con inserción de su pretensión procesal; y en nuestro caso, ocasión para consignar el memorial de contestación.

Nos sigue preocupando el silencio injustificado e incomprensible que se ha ido apoderando de quienes representan al Estado venezolano en la controversia por el Esequibo.

Resulta extraño que luego de la convulsión que se levantó internacionalmente, por las audiencias orales —a las cuales no asistimos e invocamos la no comparecencia—; y por las decisiones de la Corte en febrero y marzo de este año, no ha habido, ni el país ha apreciado mayores iniciativas para insistir en las tareas de concienciación, y menos en la estructuración del equipo multidisciplinario para la recuperación del territorio, que nos han usurpado desde la firma del Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899.

Aprovechando la desatención de las autoridades venezolanas, la empresa Exxon Mobil se ha encargado de capitalizar —directa o indirectamente— todos los trabajos de exploración sísmica, explotación y comercialización petrolera en el contexto geofísico en el Bloque Stabroek, ubicado en la proyección atlántica del estado Delta Amacuro. Advertimos que es área venezolana que jamás ha estado bajo ningún pleito fronterizo; además, incurren en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra, suscrito el 17 de febrero de 1966.

Agreguemos también, que a pesar de los constantes señalamientos contra Exxon Mobil, la transnacional más protuberante que se instaló ilegalmente en esos yacimientos; tampoco los gobiernos nuestros han hecho las denuncias de las empresas con concesiones espurias aprobadas por Guyana para esquilmar recursos de todo tipo, que pertenecen a la nación venezolana.

Hemos denunciado, con insistencia, que hay un enjambre de empresas operando, bajo la coordinación, como se sabe, de la Exxon-Mobil, la cual fija los procedimientos, en el área, para la Shell holandesa, a la CGX estadounidense, a la Anadarko canadiense, a la CNOON china; en fin, se conoce que sobrepasan las (52) compañías que allí se instalaron, procedentes de muchos países, que se dicen amigos de Venezuela; incluso algunas naciones que hemos estado apoyando a través de Petrocaribe.

Están aprovechando, como mejor les plazca, los recursos madereros, acuíferos, mineros, petrolíferos y energéticos en general, en nuestra Guayana Esequiba; no únicamente en el área territorial de los 159.500 km2 que nos arrebataron; sino además han permisado a grandes consorcios en la proyección atlántica nuestra.

Estimaciones recientes del Fondo Monetario Internacional revelan que Guyana tendrá, en 2021, un crecimiento de su PIB, por el orden del 86%; incluso, se especula que sobrepasará en un 14 por ciento a la misma China, en su incremento de riquezas.

Se habla que en los próximos meses comenzarán las “exportaciones petroleras de Guyana” (¿?), entre 700.000 y un millón de barriles diarios. Además, añaden que la ex colonia británica puede llegar a ser el país con el mayor caudal financiero líquido disponible y de ingreso per-cápita. Podría llegar a ser el país, en el mundo, con el mayor número de barriles de petróleo por habitante.

La señalada perplejidad (y las comillas que adrede utilizamos) para relatar las cifras anteriores vienen dadas porque la Zona Esequiba (y su proyección marítima) donde están operando las citadas empresas nunca ha sido ni británica ni guyanesa. Tenemos una reclamación centenaria que ahora se dirime en la Corte Internacional de Justicia. Poseemos suficientes elementos probatorios para exponer y alegar que la Guayana Esequiba es nuestra jurídica, cartográfica e históricamente.

Ha habido una ocupación abusiva de las transnacionales, a partir de concesiones fraudulentas e ilegales que recibieron de los gobiernos guyaneses. Entregas impregnadas de añagaza económica.

 

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV). 

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/

 

LOS HIDROCARBUROS IRAQUÍES A PARTIR DE LOS HECHOS DE 2003

Isabel Stanganelli*

Imagen de David Peterson en Pixabay

Iraq, sancionada por décadas, poseía en 2003 reservas de petróleo probadas de 112 mil millones de barriles, 5º lugar mundial luego de Venezuela, Arabia Saudí, Canadá e Irán. Según la Dirección de Información Energética de Estados Unidos, hasta un 90% del territorio iraquí permanecía sin explorar debido a sanciones económicas y guerras desde 1980.

Iraq se mantuvo como miembro de la OPEP entre 1991 y 2003 pero debido a los embargos no podía volver a las cuotas de la Organización en tanto sus exportaciones permanecieran debajo de los niveles de 1991, por lo que en 2003 le resultaba imperioso el levantamiento de las medidas y recuperar su aporte en la OPEP.

Con anterioridad a la Guerra del Golfo de 1991, la producción era de 3,1 a 3,5 millones de barriles por día (b/d) y se estimaba que podría llegar en 2010 a 6 millones y a 7 millones en 2020.

En mayo de 1997 el Director General de Planificación Petrolera de Iraq estableció que debía recomenzar la actividad en los pozos, atraer capitales extranjeros para el desarrollo de nuevos yacimientos y activar la actividad en el desierto occidental. Un mes después el gobierno abrió rondas de licitaciones y unas 60 empresas extranjeras demostraron interés en participar. El resultado de las licitaciones llevadas a cabo en ese año otorgó yacimientos y áreas de exploración a diversas compañías entre las cuales no ingresaron petroleras estadounidenses.

Obviamente, una vez aseguradas las áreas, las compañías ganadoras se mantuvieron sin realizar inversiones pues el país estaba limitado en sus exportaciones por el programa de la ONU “Petróleo por Alimentos”. A fines de 2002 Saddam Hussein exigió a aquellas compañías que habían ganado las licitaciones que comenzaran a operar o perderían sus franquicias.

Los Estados Unidos y el Reino Unido negaron que el petróleo fuera la motivación para la nueva guerra, aunque el cuidado de los pozos al momento de la invasión resultó evidente. En marzo de 2004 el nuevo gobierno de Iraq estaba dispuesto a revisar los acuerdos firmados en 1997 con la rusa Lukoil —principalmente el yacimiento West Qurna— y con la francesa Total —principalmente el yacimiento Majnoon—, inactivas.

Puede observarse en el siguiente mapa la situación de las compañías petroleras como consecuencia de las licitaciones previas a 2003 de exploración y explotación de hidrocarburos:

Mapa elaborado por la autora.

 

2003. Principales pozos productores, millones de barriles y compañías involucradas 

Majnoon (TotalFinaElf –Francia-)

20.000

West Qurna (Lukoil, Zarubezhneft, Tatneft, Mashinoimport, Rosneft –rusas- y una Cía. Iraquí)

15.000

East Bagdad (Empresas rusas)

11.000

Kirkuk (Zarubezhneft y Tatneft –rusas-)

10.000

Rumaila (Zarubezhneft, Mashinoimport, Rosneft –rusas- y CNCP –China-)

10.000

Nahr bin Umar ( Zarubezhneft, Rosneft–rusas-, Slavneft –Belarús-Rusia- y TotalFinaElf –Francia-)

6.000

Halfaya (BHP -Australia-, CNCP –China-, Corea del Sur y AGIP -Italia-)

5.000

Bay Assan (Zarubezhneft y Tatneft –rusas-)

2.000

Buzurgan

2.000

Khabbaz

2.000

Nasiriya (ENI –Italia-, Repsol –España-)

2.000

Khurmala (Turkish Petroleum Intl. Co.)

2.000

Abu Ghirab

1.500

Ratawi (Petronas –Malasia-, CanOxy –Canadá- y Crescent -EAU-)

1.500

Suba (Rusia, India, Argelia e Indonesia)

700

Al Ahdab (CNCP –China- y Norimco)

S/D

Az Zubayr (Zarubezhneft)

S/D

Como complemento de la infraestructura, en 1975 se construyó el oleoducto Estratégico —o Norte-Sur—, de doble vía, que le permitía transportar crudo del norte hacia el golfo Pérsico (Mina al-Bakr) o del sur a través de Turquía a Ceyhan, en el mar Mediterráneo Oriental. Este trazado respondía al volátil entorno de Medio Oriente y permitía exportar hacia el norte en caso de conflictos en el golfo Pérsico o hacia el sur si la situación no permitía el uso del ducto al Mediterráneo oriental. De todos los ductos, este era el único que tenía permitida la exportación durante la etapa de “petróleo por alimentos”.

Los restantes eran el oleoducto de Kirkuk a la terminal siria Banias con un ramal a El Líbano y dos paralelos a Turquía. Otro conectaba con la red de Arabia Saudí y permitía exportaciones a través del golfo Pérsico y el mar Rojo. Existía un oleoducto a Jordania–Zarqa con una longitud de 300 Kms. y se planeaba ampliarlo con un costo de 120 millones de dólares. Este plan era de gran interés de Stroitransgaz (rusa, habilitada en el Bloque 4) e Indian Oil.

En 2003, ya depuesto el régimen de Saddam Hussein, surgió la posibilidad de otra ruta desde Mosul hasta el puerto de Haifa en Israel septentrional que eliminaría a Rusia como abastecedor de petróleo a Israel. El proyecto del oleoducto a Aqaba —favorito durante la administración Reagan—, que pasaría por Jordania, fue postergado debido a la falta de fondos para su construcción, pero dado que era parte de la “reconstrucción” iraquí, la corporación estadounidense Bechtel revivió este proyecto.

Como consecuencia de la mencionada Guerra del Golfo de 1991, el creciente deterioro de los yacimientos, la falta de repuestos y las vetustas técnicas de recuperación del combustible, producirían una declinación irreversible en la producción si no eran actualizadas rápidamente. A principios de 2002 producían petróleo 24 sobre 73 yacimientos iraquíes.

A pesar de las sanciones, Estados Unidos era el principal mercado para el petróleo iraquí (70%). Sus importaciones —a través de terceros— oscilaban entre 700.000 y un millón b/d de petróleo iraquí, con ExxonMobil, Chevron, Citgo, BP, Maratón, Coastal, Valero, Koch y Premcor como los mayores importadores, generalmente encubiertos[1].

El retorno de los inspectores debería haber permitido en julio de 2002 el levantamiento total de las sanciones. Pero los inspectores no pudieron terminar su trabajo y debieron refugiarse en Chipre la noche previa al inicio de la invasión, sin encontrarse —ni entonces ni después—, rastros de las armas de destrucción masiva en Iraq, principal argumento para justificar la Guerra del Golfo 2003.

Tras la invasión, el gobierno de Estados Unidos quiso abrir la industria a los inversores internacionales y a las multinacionales, pero los trabajadores petroleros se opusieron a ello sosteniendo que la riqueza petrolera de Iraq pertenecía a su pueblo y era el único recurso que podría pagar el enorme costo de reconstruir su país después de décadas de guerra.

En 2013 este era el nuevo “mapa” petrolero:

El fin de la ocupación militar de Estados Unidos no significó que los iraquíes tuvieran pleno control de su petróleo. Algunas de las compañías petroleras más grandes de Occidente, como ExxonMobil, BP y Shell, permanecieron en el nuevo mapa iraquí.

A principios de 2012 BP ya se encontraba en el supergigantesco campo petrolífero Rumaila y Royal Dutch Shell junto con Petronas en el supergigantesco campo de Majnún. También se encuentran CNPC (China) en Rumaila, ExxonMobil con Royal Dutch Shell en Qurna Occidental y se adjudicó a la italiana Eni S.p.A., junto con California’s Occidental Petroleum (Oxy) y Korea Gas Corp. el yacimiento Zubair.

El gobierno de Iraq reportó a la OPEP que en febrero de 2021, produjeron 3,87 millones de b/d barriles de petróleo por día (no los 7 millones previstos en 1990) y podría llegar en 2030 casi a 6 millones b/d según las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía (AIE)[2].

La economía de Iraq depende en 99% de la exportación de hidrocarburos.

En las actuales circunstancias, la posibilidad de una retirada de las compañías petroleras occidentales de Iraq parece remota aunque continúa la resistencia a la presencia de los occidentales. La mayor parte del petróleo iraquí se exporta a través de las terminales del sur, que representan más del 95% de los ingresos estatales. Mercados principales: Rusia, Francia, Suiza y China, que en marzo 2020 logró un nuevo contrato de gas en el campo petrolero de Majnoon, a pesar de la fuerte presencia de Estados Unidos en el país: una de las prioridades de China es proporcionar oportunidades de empleo para los iraquíes en el proyecto, así como la transferencia de tecnología moderna al país de Oriente Medio.

 

Referencias

[1] Hosenball, Mark. “Saddam Oily Deals. Were Americans profiting fron Oil-for Food scams?” Newsweek, 25/01/2005, http://msnbc.msn.com/id/6831548/site/newsweek/

[2] “Producción petrolera de Irak desciende 14% en febrero 2021”. Petroguía (Venezuela), 12/03/2021, http://www.petroguia.com/pet/noticias/petr%C3%B3leo/producci%C3%B3n-petrolera-de-irak-desciende-14-en-febrero-2021