Archivo de la etiqueta: Medicina

RETOS DEL PERÚ MULTIÉTNICO Y MULTICULTURAL

Francisco Carranza Romero*

Hilaria Supa Huamán. Foto: Congreso de la República del Perú.
Voz valiente de una mujer

Hay libros que hablan como los seres humanos porque nos transmiten informaciones que motivan la reflexión y despiertan los sentimientos (alegría, tristeza y enfado). Es el caso del libro “Hilos de mi vida” de Hilaria Supa Huamán (2010, Ediciones del Congreso del Perú). La autora narra su vida desde sus primeros años en su pueblo natal (Huayllaccocha, entonces una hacienda en el distrito de Huarocondo, provincia de Anta, departamento de Cuzco, Perú), de sus experiencias como trabajadora doméstica desde antes de tener diez años, de su maternidad, de sus esfuerzos para no seguir siendo iletrada, de soportar los insultos y desprecios por ser diferente a las citadinas (indumentaria y hablar el quechua).

Desde el inicio ella nos advierte: “Yo no cuento mi historia para que me digan: ‘Ay pobrecita, todo lo que le ha pasado’, sino porque la historia de mi infancia y juventud es la historia de muchas mujeres indígenas de mi tierra” (p. 1). Y César Zumaeta Flores, entonces presidente del Congreso de la República, presenta el libro con palabras de quien conoce la realidad peruana: “Es testimonio vivo de que somos un país de múltiples ensambles culturales, multilingüe, que se construye y reconstruye cada día en el intercambio de nuestras diferencias”. Si todos los congresistas conocieran y asumieran esta realidad tendríamos mejores leyes.

Sin embargo, la vida sufrida de Hilaria no es única porque hay muchas historias de gente explotada y ultrajada. A pesar de todo, la superación de ella gracias a su coraje y paciencia es de muy pocos; y también, como ella narra, tuvo la suerte de encontrarse con gente buena que la ayudó, y hasta llegó a ser congresista.

El libro contiene valiosos datos y denuncias que merecen ser tomados en cuenta para mejorar las condiciones de vida de los que más sufren. Por su relato testimonial comprendemos los esfuerzos de los que tienen que enfrentarse a tantas situaciones injustas:

  1. Nacer en el área rural y en familia de economía pobre. La actividad agropecuaria no organizada ni asesorada da apenas la subsistencia, ingreso económico no suficiente porque las mejores tierras, desde los tiempos de la conquista, fueron repartidas y apropiadas. Y el despojo de las tierras aún continúa con maniobras legales. Las áreas rurales carecen de muchos servicios como las vías de comunicación, centros de salud y escuelas; por eso, sus pobladores tienen que marcharse del pueblo natal para estudiar, ganar dinero, y curarse —cuando los curanderos ya no pueden— hacia las ciudades a días u horas de distancia donde, a veces, ni siquiera tienen familiares. Y los urbanos, creyéndose modernos y superiores por gozar de estas ventajas, en vez de comprenderlos, los maltratan.
  1. Nacer en una comunidad indígena. Los indígenas peruanos constituyen una minoría que, a pesar del menosprecio oficial, aún mantienen su cultura: lengua, creencias, ritos, medicina tradicional, agricultura natural, música, danzas, ritos, gastronomía, vestimenta, etc. El hablante de una lengua indígena, para realizarse como ciudadano útil y respetado, tiene que cumplir, le guste o no, el largo y difícil proceso de la educación escolarizada en castellano con profesores y compañeros que sólo hablan castellano, con textos escolares en castellano, y los exámenes y entrevistas en castellano. Y los programas de alfabetización, cuando hay, cumplen los intereses políticos y religiosos. “Los alfabetizadores del Estado van preparando a la gente para las siguientes elecciones, para que marquen el partido del gobierno; y las sectas defendiendo su religión. Una vez más, somos utilizados” (p. 158). Qué bueno sería que los centros escolares de todos los niveles formaran ciudadanos que conozcan la realidad nacional para sentir la identidad cultural y asumir la historia con realismo y optimismo. Hilaria Supa no se queda en la crítica, también emite su propuesta que, ojalá, llegue a las autoridades del Ministerio de Educación y del Congreso: “… que se enseñe a los niños en su lengua materna, y que, poco a poco, aprendan el castellano como segunda lengua, como una lengua que necesitan para defenderse en la vida” (p. 155). En Perú, la lengua y cultura de los que iniciaron la conquista y el colonialismo en 1532 tiene mayor prestigio y difusión nacional e internacional. Los doscientos años de la independencia no muestran los cambios a favor de los indígenas peruanos, descendientes de los americanos milenarios.
  1. Nacer mujer. Su voz es de una mujer que ha sufrido tantas vejaciones en su familia, comunidad, lugares de trabajo e instituciones. Ella conoce, desde su niñez, las desventajas de la mujer porque en la sociedad el varón es quien tiene voz y mando. “¿Por qué hay tantos varones que abusan de las mujeres y después niegan, abandonan o maltratan a sus hijos? ¿Acaso los varones nacen machistas? ¿Son malos por ser varones?” (p. 15). Ella misma da la respuesta: “Los varones no nacen machistas, el ambiente los vuelve de esa manera, así como el ejemplo que dan los padres y la sociedad” (p. 153). “La religión de los invasores habla de un dios varón, todopoderoso, que está en el cielo. Para nosotros los dioses son varones y mujeres que están en la tierra, en el agua, en los cerros y también en el cielo. Para nosotros las diosas no son vírgenes sufridas y sumisas, son madres, son fértiles” (p. 90). El dios celestial y lejano parece inalcanzable para los seres humanos comunes; por eso, existen los supuestos intermediarios.

Promover la educación para cambiar esta realidad.

En el libro hay propuestas y respuestas directas e indirectas.

Asumir la indigenidad. “Debemos capacitarnos y concientizarnos hasta llegar a un nivel donde no sintamos vergüenza de nuestro origen” (p. 55). “Los indígenas debemos hablar por nosotros mismos, no debemos esperar que otra persona hable por nosotros ni mucho menos debemos hablar lo que ellos nos enseñan sin haber pensado antes” (p. 68). Con el uso del pronombre personal “nosotros”, ella asume con sinceridad su origen o raíz.

Por sus participaciones en los eventos internacionales ella ha tenido contacto con profesionales e indígenas extranjeros, así sabe que los indígenas peruanos no son los únicos casos de la injusticia. “Las naciones indígenas de todo el continente de América tenemos culturas parecidas y problemas parecidos de marginación y desaparición” (p. 97).

Supa critica a los grupos religiosos fanáticos: “Todos piensan que poseen la verdad. Prohíben que bailemos nuestras danzas, que toquemos y cantemos nuestras músicas. Prohíben que seamos nosotros mismos” (p. 95). Estas prohibiciones afectan la celebración de las fiestas y ritos según el calendario solar (solsticios de verano e invierno) y según el calendario lunar (fases y el plenilunio más grande del año: hatun pampa killa) que son importantes en la agricultura, ganadería, pesca y tratamientos terapéuticos.

Debemos cuidar la salud humana y de la tierra. Es la visión andina de que el ser humano es parte de la naturaleza. Tomando en cuenta sus testimonios y denuncias pedimos a los egresados de los centros superiores que visiten las áreas rurales para ampliar sus conocimientos.

Los del área de salud, con una actitud de apertura y humildad pueden descubrir los males como el susto, chucaque, mal del ojo, mal aire, etc., que tienen sus etiologías y curaciones propias. En Perú, muchos pueblos vivieron y viven gracias a los curanderos que conocen las virtudes curativas de los productos de plantas, animales, sales, arcillas que hay en su contorno. Con estos materiales preparan remedios y se curan. Y, cuando ya es imposible curar, ayudan a preparar al paciente para que muera con dignidad; y también preparan a la comunidad, para que haga una buena despedida al miembro que se va. La reciprocidad (rantin en quechua I, ayni en quechua II) ayuda a vivir y a aceptar la muerte como un proceso natural.

Sobre las diferencias de atención a los enfermos, comenta dos casos: En la fractura ósea los curanderos usan emplastos de hojas, raíces y grasas de ciertos animales para fortalecer el hueso en vez del frío y duro yeso que ponen en los hospitales. En el parto, la parturienta es colocada de rodillas y tratada con emplastos calientes y brebajes también calientes; en los hospitales tratan a base de inyección y pastilla. Y reconoce la apertura mental del médico Jorge Valdivia y de la enfermera Libia Pinares, quienes conocen y respetan la medicina tradicional. Con profesionales como los mencionados se puede capacitar a los curanderos y aprender también de ellos el uso de las medicinas tradicionales; así habrá mejor servicio en los poblados. Y mejor, si el diálogo es en la lengua de los indígenas. “Tal vez, partiendo de mi propia situación, inválida por la artritis, siento muy fuerte el valor de un cuerpo sano y la salud íntegra del cuerpo, la mente y el espíritu, sin golpes, gritos ni maltratos” (p. 120). “En las prácticas aprendemos a preparar diferentes jarabes, tinturas y cremas con insumos que están a nuestro alcance” (p. 137).

Promover la agricultura ecológica que protege la tierra y la planta, aunque el producto no es grande como desean en la ciudad. Los agroquímicos (fertilizantes y plaguicidas) empobrecen la tierra e intoxican al medio ambiente y al consumidor. La concientización y capacitación desde la escuela debe ser labor de los especialistas en plantas, animales y alimentos.

En las universidades de Corea del Sur, me consta, hay dos escuelas de medicina que se colaboran tratando de atender lo mejor posible al paciente: Facultad de Medicina Occidental y Facultad de Medicina Asiática. Ambas escuelas utilizan los nuevos avances de la tecnología y los ponen al servicio de la salud.

Superar el alcoholismo. El método más efectivo para dominar a otro es darle droga en vez del salario justo, comida, educación y mejores oportunidades de vida. Los fanáticos y ambiciosos conquistadores del Perú usaron el alcohol para dominar y explotar a los indígenas; los ingleses, en otros lugares, recurrieron a exterminarlos o les dieron el opio para hundirlos en el vicio.

Otro motivo del consumo del alcohol es la celebración de las fiestas religiosas. Cada pueblo, por más pequeño que sea, tiene su santo patrón o santa patrona a quien se le alegra con fiesta costosa que termina en borrachera. El apóstol Santiago (llamado Santiago Matamoros en España; Santiago Mataindios en América) recibe muchas fiestas en el mes de julio. Los quechuas lo llaman Shanti Illapa (Santiago Trueno). El nombre de este patrón genocida es también topónimo de muchos pueblos.

Y, ¡qué coincidencia!, el hacendado y el amo de la casa donde hay personal de servicio son llamados también patrón o patrona. Los evangelizadores, salvo honradas excepciones, fueron cómplices de la dominación de los pueblos.

La conducta de los padres borrachos, malgastadores y violentos, desgraciadamente, es imitada por los hijos. Los indígenas borrachos son los que traicionan a sus hermanos cuando se alzan pidiendo mejores condiciones de vida.

Las religiones que predican el no consumo del alcohol hacen cambiar la mala costumbre de tomar alcohol hasta la borrachera; pero, después aprovechan para convertirlos en fanáticos creyentes hasta hacerlos despreciar su propia cultura. Así la religión no libera, porque de una droga se pasa a otra droga.

Hilaria Supa clama: “El Estado debe prohibir la venta del alcohol industrial (alcohol metílico de 96°). Así como se prohíbe la droga se debe prohibir la venta sin control del alcohol que también es droga” (p. 147). Y el alcohol es tan popular que hasta tiene muchos nombres: ron, cañazo, chacta, llonque, huacshu, huascu. Y es común huasquarse por cualquier motivo. Tanto en el área rural como en la ciudad, no hay fiesta sin el consumo de alcohol; no hay reunión familiar y amical sin la música ruidosa. ¿Para alegrase se necesita tomar alcohol?

Los movimientos políticos, hablando de la igualdad y justicia, practican la discriminación y el acaparamiento del poder. Cuántas veces los astutos políticos, para lograr firmas de apoyo y votos, van a las comunidades con regalitos, alcohol y promesas, se disfrazan, danzan graciosamente y balbucean algunas palabras en la lengua indígena. Así se aprovechan de los ingenuos. A esta farsa teatral, Supa critica: “En la ciudad, mayormente, acostumbran llamar disfraz a nuestra vestimenta; dialecto a nuestro idioma; a nuestro arte lo llaman artesanía; a nuestra música, folklore; y a nuestras ceremonias, brujería” (p. 69).

Extinción del indígena, triunfo de la civilización. En la década 90, los funcionarios del gobierno planearon bajar la pobreza reduciendo la población indígena. Con engaños y regalos muchas mujeres pobres del campo fueron esterilizadas para no tener que criar más hijos. Hilaria denuncia: “Es increíble, pero cierto que el gobierno de Alberto Fujimori había planificado, desde sus oficinas, cuántas mujeres en cada provincia tenían que usar algún método de planificación familiar; … cuántas tenían que usar T de cobre y cuántas debían hacerse la ligadura de trompas” (p. 125). “En vez de crear un sistema más justo, con espacio para todos, era más fácil… reducir la población indígena. Los científicos llaman a esto genocidio, otros lo llaman violación de los derechos humanos” (p. 126). Las consecuencias de las esterilizaciones son físicas y psicológicas. Los que investigan y denuncian estos hechos son amenazados y criticados ferozmente. El juicio por las esterilizaciones forzadas ya lleva 20 años sin ninguna sentencia.

Los que nos identificamos indígenas (perunígenas, amerígenas y terrígenas) consideramos que la educación es el mejor camino de superación de los pueblos. El proteccionismo y el asistencialismo crean la dependencia y matan la creatividad y la autovaloración.

 

* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.

©2022-saeeg®

 

EL TEMIBLE ÓMICRON YA ESTÁ ENTRE NOSOTROS

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

La aparición de una nueva variante del Coronavirus en el sur de África ha provocado alarma mundial debido a su insólita capacidad de generar múltiples mutaciones genéticas. Varios países ya han cerrado fronteras y otros se disponen a hacerlo. Justo cuando la gente —a nivel global— comenzaba a respirar con un poco más de calma por haberse vacunado gran parte de la población urbana y todo parecía encaminarse hacia una nueva etapa menos tensa, reaparece el demonio viral en una cepa nueva, más mortífera y contagiosa. Por su lado y desde el primer día del anuncio de esta nueva subespecie del Covid-19, los fabricantes de vacunas se apresuraron a ponerle las manos encima para probar si sus productos recientemente lanzados al mercado seguirán siendo útiles ante esta macabra y flamante andanada de un virus que tiene al mundo en ascuas desde marzo de 2020.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dio la alarma formalmente la semana pasada y nos alertó sobre la variante B.1.1.529, ahora conocida como “ómicron”, que tiene una preocupante variedad de mutaciones. El drama es saber si las vacunas ya lanzadas al mercado servirán para la última variante o si tendrá que recomenzarse de cero. Todo esto significará el gasto de enormes cantidades de dinero, mayor incertidumbre internacional en las esferas de la salud pública e inclusive en los campos social, político y económico, incertidumbre que se vive desde hace casi dos años como consecuencia de un terrible virus que -está visto- nos brinda desagradables sorpresas cada tanto.

Cuando ya estábamos satisfechos con la vacuna (quienes hemos podido ser vacunados) y había cierto optimismo con respecto al futuro inmediato, ahora surgen nuevas sombras que seguirán dificultando el poder remontar a todos los perjudicados por la pandemia y así rehabilitar a la economía global.

De venir con fuerza la ola Omicron, surgirán nuevos enormes perjuicios a escala universal. Hay temor por que las mutaciones de la flamante variante podrían hacer que sea más transmisible que la variante Delta (dominante hasta ahora) y también es más probable que eluda la protección inmunológica conferida previamente por las vacunas.

Tendremos que esperar resignadamente que el Omicron pueda ser debidamente tratado y que su capacidad epidemiológica, es decir, su velocidad de traslado de un lugar a otro, no sea tan veloz y permita a los hombres de ciencia que trabajan en el tema descubrir una cura definitiva o bien reforzar exitosamente las vacunas existentes. La salud de la comunidad mundial queda en manos de estos científicos y de las empresas del ramo. Cabe esperar que, como humanidad, podamos salir airosos de tan preocupante situación.

 

* Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/el-temible-omicron-ya-esta-entre-nosotros_257551

LOS MALES DEL OJO EN LA POBLACIÓN DE LAS ZONAS ALTAS

Francisco Carranza Romero*

El libro “Oftalmología en la altura” (2019, Lima) llegó a mis manos autografiado gracias a la generosidad de su autor, el doctor Daniel Enrique Haro Haro. Apenas hojeando vi hermosas fotos del paisaje andino (naturaleza y personas) y los ojos enfermos. Además, los cuadros estadísticos que dan objetividad a la investigación.

En el primer párrafo de la Introducción el autor, natural de Carhuaz (provincia del Callejón de Huaylas, Áncash), declara: “[…] durante más de medio siglo dediqué mi labor a estudiar la patología ocular más frecuente de la población andina del Perú” (p. 13). Cita el principio quechua: Alli yachay, alli munay, alli ruray (Pensar bien, querer bien, hacer bien). La gente andina vive según su realidad natural y cultural: con poco oxígeno (hipoxia), clima frío, sequedad, lejos de la ciudad capital, sin la buena atención en la educación, medicina, vías de comunicación, etc. Pero el autor, por ser un andino describe con conocimiento y emoción la realidad geográfica y cultural de la región andina del Perú. Y yo, un lector sin formación en Medicina de la escuela europea, a pesar del uso frecuente de los tecnolectos médicos (la mayoría procedente de la lengua griega), he mantenido la lectura a buen ritmo porque tengo la experiencia vivencial sobre los males del ojo y su curación por ser nativo de un pueblo a 3300 msnm, y por ser hablante e investigador del quechua y de la cultura andina. Durante el proceso de la lectura he recordado también las clases de latín y griego que estudié en la secundaria.

Los lugares más específicos de la investigación son: Hospital Arzobispo Loayza, Hospital Dos de Mayo (en Lima); Morococha (4540 msnm), Cerro de Pasco y Callejón de Huaylas.

El libro está dividido en cuatro partes con los capítulos que, como los ríos andinos, continúan sin detenerse hasta llegar al capítulo XVIII que es el último. Al final de cada capítulo está la bibliografía correspondiente al tema tratado.

La primera parte. Es la ubicación del área de estudio, y tiene tres capítulos. Aquí se hace referencia al geógrafo peruano Javier Pulgar Vidal quien diferencia los pisos ecológicos en Perú de menos a más altitud con palabras quechuas castellanizadas:

  1. Chala: De 0 a 500 msnm.
  2. Yunga: De 500 a 2300 msnm.
  3. Quechua: De 2300 a 3500 msnm.
  4. Suni o jalca: De 3500 a 4000 msnm.
  5. Puna: De 4000 a 4800 msnm.
  6. Janca: Desde 4800 msnm.

El soroche o el mal de la altura es de dos tipos: Mal de Montaña agudo (MMA) o “enfermedad de Hurtado”, Mal de Montaña Crónico o “enfermedad de Monge”. Son referencias a los que estudiaron este mal (Alberto Hurtado Abadía, Carlos Monge Medrano, pioneros de los estudios de los males de la altura a más de 3000 metros).

La segunda parte. Es la más extensa, desde el Capítulo IV hasta el Capítulo XII, trata de la repercusión del medio ambiente en el ojo. “En la sierra se suma al efecto de los rayos UV, la hipoxia de la altura, la sequedad ambiental y el frío intenso en las variaciones del segmento anterior del ojo y sus anexos” (p. 53). Se refiere al oscurecimiento (melanosis), formación de placa áspera (xerosis), conjuntivitis y carnosidad (pterigión). También habla del surumpi (léxico quechua que se refiere a oftalmia de nieve), irritación de los ojos por el reflejo de los rayos solares en la capa blanca y cristalina de la nieve. A mayor altitud, más radiación ultravioleta. Por eso, los mayores, cuando se camina sobre los campos cubiertos de nieve, advierten a los menores: Surumpi tsarishunkimantaq (Cuidado que te afecte el surumpi) o la forma más escueta: Surumpitaq (Cuidado con el surumpi).

Sobre el tracoma ocular (infección bacteriana) dice: “En el Perú no es endémica, solamente se encuentra en algunas comunidades pequeñas de la selva alta y en algunas poblaciones de la sierra” (p. 69). El crecimiento de la pestaña dentro del ojo (triquiasis) y el doblamiento del párpado inferior hacia adentro (entropión) nos hace recordar estos problemas que hemos visto. Sobre la carnosidad en los ojos dice con conocimiento de causa: “El pterigión, afección ocular común en el Perú, tiene una connotación importante en la sierra, no por la gravedad de sus síntomas y signos, ni por las dificultades en su tratamiento quirúrgico, sino por la falta de atención primaria de salud ocular y la inequidad por parte del Estado en la atención de miles de pobladores de los andes, convirtiéndose en causa importante de ceguera” (p. 84).

Al tratar sobre el glaucoma dice que a mayor altura menos glaucoma; pero, advierte: “En el Perú, se calcula que el 20% de ciegos es por causa del glaucoma y se considera que igual porcentaje de la población… está en peligro de contraer esta terrible enfermedad. Por estas razones, el glaucoma debe ser detectado a tiempo” (p. 104). Para lo cual, el paciente del área rural debe viajar a la urbe.

Los ojos no sólo se enferman por los factores geográficos, también por los hábitos de la vida: comida, higiene, vivienda, relación con los animales domésticos y métodos curativos.

La gente de los lugares alejados de la ciudad a donde no llega el médico desarrolla sus propios tratamientos de terapia con aciertos y desaciertos. Es el caso del macerado del polvo de la semilla de chirimoya en alcohol o ron que sirve para matar los parásitos. El pediculus no sólo afecta al pubis (pediculus pubis), a la cabeza (pediculus capitis) también a la pestaña y párpado (pediculus oculi). Si, por matar este parásito, se aplica el macerado, éste puede entrar al ojo causando la quemadura corneal (queratopatía). Por esta razón se necesita orientar bien a la población sobre sus tratamientos de salud; pero, para hacer esta labor didáctica hay que usar el código común de comunicación, dar la muestra de querer servir, y evitar la actitud de un sabihondo supremacista.

La cisticercosis ocular es por el quiste que penetra al ojo por la ingesta de huevos de cisticerco (verme o gusano) en alimentos contaminados (carne de cerdo mal cocida, verdura regada con agua contaminada) y por no lavarse las manos antes de la comida.

La tercera parte. Abarca desde el Capítulo XIII hasta el Capítulo XVI. Trata sobre el color de la retina más oscura de la gente de la altura. “La mácula tiene mayor brillo en comparación con la de las personas del nivel del mar, algunos con coloración oscura que le da un aspecto singular de halo por el aumento de la vascularización perimacular” (p. 127).

La verruga o el mal de Carrión fue epidemia que afectó a centenares de trabajadores en la construcción del ferrocarril central, 1870. El médico Daniel Alcides Carrión en 1885 se inoculó la sangre de un paciente para conocer mejor el proceso del mal; y, gracias a su actitud valiente, se conoció la etiología, la fase febril y la medicina. Este mal también afecta a los ojos con granulomas que en quechua se llama tikti, que ya era muy conocido en el Perú prehispano como atestiguan las cerámicas mochicas. Y el causante es la bartonella baciliformis inoculada en el cuerpo humano por la picadura del mosquito hembra que vive en las áreas de clima cálido; por lo que, para pernoctar se debe usar repelente y evitar entrar a las casas abandonadas.

El hombre andino se jacta: “Estar en la altura, es estar cerca del cielo”; pero muy lejos de la asistencia del gobierno centralista y citadino. Y también a mayor altura, mayor retinopatía circinada (acumulación de la glucosa que es un elemento blanquecino semicircular). “El exceso de glucosa actúa sobre la pared vascular, afectando a la cédula endotelial, funcional y estructuralmente” (p. 150).

La cuarta parte. Abarca los capítulos XVI y XVIII donde el autor señala que Perú es un país pluriétnico y pluricultural, una realidad no sólo de ahora sino desde hace muchos milenios, resultado de muchas olas migratorias. Por eso, hablar de raza, es hablar de la cáscara y de la forma externa; porque la especie humana, en su estructura profunda, es la misma con las diferenciaciones por el lugar donde se vive por varias generaciones y por el modus vivendi.

Los yachaqkuna (los que saben) y los hampikuqkuna (los que curan) hacen su labor como sus ancestros milenarios ya que el servicio médico no llega a las áreas rurales. Ellos saben sobre el “ojeo” o el “mal del ojo” y cómo curar con ritos, sobes, brebajes y amuletos como las cintas rojas y los collares y chaquiras con semillas del huayruro. “La medicina tradicional en los Andes es aceptada culturalmente por todos sus pobladores y merece el respeto de la colectividad médica” (p. 164), doctor Haro dixit.

En el Post Scriptum expresa su gratitud a las instituciones como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad Peruana Cayetano Heredia y a las personas que le ayudaron en su formación profesional y en la publicación del libro.

El doctor Haro es consciente de la inequidad de la atención médica en Perú, dirigido más a la urbe capital del país y un poco a las urbes capitales de los departamentos. ¿La zona rural? Sobrevive gracias a la medicina tradicional mezclada con la experiencia terapéutica con plantas, minerales, ritos y creencias.

En Corea del Sur, me consta, existen las facultades de Medicina Oriental y de Medicina Occidental donde se preparan los profesionales para cuidar la salud de la gente. Cuando un paciente no puede ser tratado en una escuela, es recomendado para tratarse en la otra escuela. Lo importante es cuidar la salud humana. La medicina de la escuela asiática recurre a la medicina herbolaria, a la acupuntura (en todo el cuerpo o sólo en la mano), piropuntura (moxa), baños y masajes antes de recurrir a las drogas.

Ojalá (voz árabe) que, superando los prejuicios metodológicos de la curación, haya un acercamiento de los peruanos dedicados al servicio médico. El objetivo es prevenir los males, aliviar los dolores y preparar al ser mortal para terminar su existencia con dignidad.

 

* Investigador del Instituto de Estudios de Asia y América, Dankook University, Corea del Sur.