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¡ARGENTINA PARA LOS ARGENTINOS!

Los argentinos estamos pasando por uno de los momentos más críticos de nuestra historia, no sólo desde lo económico, (quizás el más notorio para la mayoría de los habitantes), sino también por la miseria moral de nuestra casta política y de un sector enorme de nuestra población; la pérdida de los valores, los códigos, la destrucción de la idea de familia, el no ganar el pan con el sudor de la frente sino la pulsión por vivir de dádivas.

Es necesario bregar por el renacimiento de nuestra nación, volver a despertar el espíritu que movilizó a nuestros prohombres dos siglos atrás. Acabar con la actual manera de proceder de nuestra enriquecida y corrupta casta política. Volver a tener una identidad nacional y votar un gobierno acorde a ello.

Los distintos gobiernos apátridas que hemos tenido en el último siglo, (apoyados por la sinarquía internacional que se aprovecha de ello), han logrado diluir y borrar casi por entero nuestra esencia nacional. Hemos llegado al punto de denostar a nuestras Fuerzas Armadas que son quienes nos defenderán ante una hipótesis de conflicto. Las hemos desarmado y desmoralizado. Estamos indefensos ante cualquier ataque externo o interno y eso constituye, ni más ni menos, que Alta traición a la Patria por parte de quienes nos gobiernan.

Por otra parte, se ha perdido el respeto por nuestros símbolos patrios; da vergüenza asistir a un acto escolar y ver como inculcan ideas antinacionalistas a nuestros hijos. Se levantan banderas foráneas que nada tienen que ver con nosotros. Se combate la idea de familia tradicional, de Patria, de nacionalismo. De pronto hemos pasado a ser la encarnación de “todo lo malo del mundo”, tal cual lo viene inculcando desde hace un siglo el Nuevo Orden Mundial.

Cuando el NOM decía que había que hacer desaparecer el dinero “físico” y suplantarlo por el digital, muchos creyeron que era una tarea imposible, y de pronto aparecieron las criptomonedas. La pandemia es una situación “ideal” para poner en práctica sus planes. Todas las operaciones bancarias y compras las estamos haciendo mayoritariamente por homebanking o tarjetas de crédito o débito. Las “ayudas gubernamentales” exigen que todos los beneficiarios estén bancarizados. El control sobre nuestros movimientos financieros es total, y aparte de ello, han comprobado que es totalmente posible tenernos “guardados” en nuestras casas mientras destruyen nuestra economía y “gobiernan” tal y como les place.

¡Es hora de oponer resistencia desde el lugar que cada uno pueda para evitar ser la colonia que ellos pretenden!

¡Es hora de volver al pensamiento nacionalista!

DIOS, PATRIA Y FAMILIA … ¡En ese orden y sin claudicaciones!

DyPoM

Por Der Landsmann

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DAR A CADA UNO LO SUYO

Marcos Kowalski*

 

De todas las definiciones que se han dado de Justicia, quizá, la más conocida es aquella expresada en el siglo III de nuestra era por el jurista Ulpiano, quien decía que “la justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su propio derecho”. Una máxima que también fue defendida por Santo Tomás de Aquino en la elaboración tomista a la Filosofía del Derecho, es preciso destacar ante todo el carácter estricto y explícitamente universal que adquieren los principios de justicia en su ética. Basadas en las enseñanzas de Aristóteles acerca de lo justo por naturaleza donde ya es posible encontrar las bases teóricas de un cierto universalismo de la justicia, un universalismo que no se encuentra explicitado en cuanto tal y menos desarrollado. Cosa que si realizara Santo Tomás de Aquino.

Cuando Tomas, al comentar el passus aristotélico en el que se hace referencia a lo justo natural, desarrolla la doctrina de los principios prácticos en materia de justicia, escribe que Aristóteles “muestra lo justo natural según su causa cuando dice que dicho justo natural no consiste en lo que a uno le parece o no le parece; es decir, no se origina a partir de alguna opinión humana sino de la naturaleza. Pues, en lo operativo hay ciertos principios naturalmente conocidos, a modo de principios cuasi indemostrables y lo que está próximo a ellos, tales, como hay que evitar el mal; que nadie debe ser dañado injustamente y otros similares” pero, ¿es posible evitar el mal? ¿es posible entender el problema del mal y el dolor desde la sola razón fuera de la teología? Cornelio Fabro, quien ha sido y sigue siendo una de las voces más ilustres del pensamiento tomista, trata el misterio del mal en la vida de los hombres y, entre otras cosas, dice: “Respecto a lo que el hombre espera de la vida, la existencia le ofrece balance negativo, o se sufre por los propios males o se sufre por los problemas de los otros o se sufre doblemente, por los unos y por los otros. Se trata de males de todo género y a todo nivel de la existencia: males que afectan a los pequeños y a los jóvenes, a los adultos y a los ancianos, a los inteligentes o a los vivos, a los obtusos y a los simples, a los santos y a los malvados… La avalancha de males no conoce barreras ni distinciones, aun cuando afecte de diverso modo a unos y otros”.

Cornelio Fabro, desde Kierkegaard, encuentra en sus textos un sentido de abandono a la suerte como la forma más alta en que el hombre puede relacionarse con Dios. Admite con insistencia que la filosofía no resuelve, no puede resolver, el problema del mal, peor aún, la filosofía, ha hecho de todo para oscurecerlo confiándolo al no ser.

Pero en lo que a justicia se refiere, el ser dispone de su libre albedrio, aun afectado como dice Fabro por el mal, la búsqueda del bien en el reparto de potencia e impotencias para dar a cada uno lo suyo se manifiesta en la libertad.

La libertad revela así al ser humano como trascendente, coincide con la personalidad y por consiguiente con la esencia misma del hombre. La libertad no es algo que se posea, una simple “propiedad” de la naturaleza humana, ni tampoco un principio al cual se llegue o reconozca por deducción. La libertad es aquel inicio absoluto y radical del cual emergen y convergen —como su primer núcleo y su fondo último— todas las actividades humanas. Sin la libertad los actos del hombre carecerían de figura, fisonomía, significado y valor.

Y es a partir de esa libertad, ejercida mediante el libre albedrio que la humanidad construye la justicia, a partir de lo justo por naturaleza, que es de donde surge la moral del hombre. Kierkegaard comprende que la justicia busca afianzar lo “suyo” en cuanto “suyo”, asumido bajo la forma de una exigencia. La justicia sirve para reclamar y defender lo “propio”. En la justicia hay algo de “egoísmo”, pero como se asienta en lo debido, en lo justo por naturaleza, lo “propio” resulta legítimo.

Pero ¿cómo se construye en la sociedad moderna la Justicia? Se buscan diseñar instituciones que puedan hacer realidad la emancipación del género humano que, según Fichte, es un imperativo para todo ser racional. La propuesta de Fichte es novedosa para su época porque fundamenta una concepción de la justicia en el sentido que adquirirá esta palabra en el siglo XIX. Es decir que Fichte entiende que el Estado debe redistribuir los bienes según el criterio de las necesidades vitales, pero teniendo en mente el derecho inalienable de los ciudadanos a llevar su vida privada según la concepción de la buena vida que quieran sostener en cada caso.

Como diría Jorge Biturro, el hombre busca llevar su cuerpo por un lugar seguro, con sus cosas y en miras a desarrollarse, a dimensionarse en una sociedad justa, busca diseñar instituciones que puedan hacer realidad la emancipación del género humano que, según Fichte, es un imperativo para todo ser racional y que sucede con el agotamiento de las energías utópicas y la eventual aparición de un contexto mucho más conservador en el plano político.

Estas instituciones, se reúnen en el Estado que es la forma de administrar las sociedades humanas, que organizadas, constituyen “el pueblo”. Conforme a esto se define al pueblo como un ente cuyo modo de ser es el Estado, entendiendo así que el pueblo también existe entre la retención del pasado y la expectación del futuro. La presencia del pueblo ha de concebirse como existiendo siempre desde el pasado hacia el futuro. La manera mediante la cual el pueblo retiene el pasado y espera el futuro es el Estado, que tiene, el deber de dar lugar a la tradición.

Por lo tanto, en la teoría fichteana el Estado debe garantizar que los ciudadanos no lleguen a padecer una situación tal de pobreza que los lleve a depender del arbitrio de los demás, para poder sobrevivir. De este modo, Fichte argumenta que quienes estén en una situación de vulnerabilidad estarán a merced de las interferencias arbitrarias de los demás. Fichte intenta también reducir la posibilidad de que algunos ciudadanos acumulen tal cantidad de poder o de riqueza que los habilite para reducir la libertad de los demás, estableciendo relaciones de dominación.

El ser humano como dice en su famosa encíclica Libertas el Papa León XIII, donde definía a la libertad del hombre como ese “don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales que confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío y de ser dueño de sus acciones”. Esto es lo principal de la libertad, el ser dueño de sus actos, cosa que sucede sólo con el hombre y no con el resto de los animales.

Es también solo el hombre el que se organiza socialmente con instituciones que regulan la interacción de esa libertad constituyendo los Estados, organizándose en Pueblos, superando el amontonamiento de las manadas o masas desorganizadas, estos Pueblos con sus Estados constituyen las Naciones, que aseguran que el pueblo comparta su historia, costumbres y tradiciones, en definitiva, que reciba “lo suyo” que no es otra cosa que la nacionalidad.

Hemos dicho en montones de oportunidades que el hombre tiene un sentido de trascendencia que, como dice Luigi Giussani, constituye su sentido religioso, pero también influenciado por su tierra, su territorio, por el amor al suelo del rincón geográfico en el que habita un sentido patriótico, un sentido Nacional, un sentido de pertenencia a la Patria.

Pero ¿qué es la Patria? El mismo León XIII, en la Encíclica Sapientiae Christianae, luego de afirmar que “el patriotismo pertenece a los deberes del orden natural”, enfatizaba que: “…la ley natural nos impone la obligación de amar especialmente y defender el país en que hemos nacido y en que hemos sido criados, hasta el punto de que todo buen ciudadano debe estar dispuesto a arrostrar incluso la misma muerte por su patria […]. Hemos de amar a la patria que nos ha dado la vida temporal”.

Este común denominador esencial de la Patria, está dado, pues, por una objetividad natural y por una objetividad ética, es decir, por el orden natural y la moral. Y ambas objetividades adquieren en el cristianismo la plenitud de su significado. Y lo adquieren hasta tal punto que el Papa San Pío X pudo decir que “si el catolicismo fuera enemigo de la Patria, no sería una religión divina”.

En su último discurso público antes de ser asesinado Jordán Bruno Genta decía: “cuál es la Nación que yo quiero. Es una Nación como aquella que ya existió”. Y la nación que ya existió, la que existe y la que existirá es la Patria, para los argentinos, negada por nosotros mismos, a veces rechazada por creer que es responsable del mal reparto de potencias e impotencias que realizan los gobernantes de turno, porque pensamos que no recibimos en nuestra Nación lo “nuestro” la sentimos, nos duele y hasta la rechazamos.

Hoy debemos reconquistar nuestra Patria, debemos volver a sentirnos reflejados en sus símbolos, debemos volver a enarbolar con orgullo la bandera argentina y debemos hacer primar la Justicia que proporciona la Libertad del Pueblo.

En efecto, la Nación como unidad social depende de un sinfín de factores algunos materiales como la geografía, la economía; otros formales como la religión, un ideal histórico común, y la lengua, que nos une a todos, la convivencia reclama una ligazón colectiva y ésta es fruto de una emoción común bajo el influjo de un ideal. La adhesión a una particular visión del mundo es el elemento espiritual que hace posible la fusión social o unión de los ánimos, Nos hace posible constituirnos en Nación y consolidarnos con nuestros ascendientes y descendientes, con nuestra Historia y con nuestro devenir en una Patria de argentinos.

Como decía Lucio Anneo Séneca,

Todo lo que por ley universal se debe sufrir, se ha de recibir con gallardía del ánimo; pues al asentarnos en esta milicia, fue para sufrir todo lo mortal, sin que nos turbe aquello que el evitarlo no pende de nuestra voluntad. En reino nacimos, y el obedecer a Dios es libertad.

Ese es el sentimiento que debe primar en todo patriota al propender una Patria justa, donde cada uno reciba lo suyo.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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DE PATRIOTISMO Y DE REFLEXIONES PARA RECONSTRUIR LA ARGENTINA

Marcelo Javier de los Reyes*

 Se levanta en la faz de la tierra

una nueva y gloriosa Nación

coronada su sien de laureles

y a sus plantas rendido un león.

Estrofa del Himno Nacional Argentino

La serie Outlander, una adaptación de las novelas de fantasía romántica de Diana Gabaldon, es una historia de pasión que se desarrolla entre dos siglos, el XX y el XVIII, en un contexto en de exaltación del sentimiento patriótico escocés. Durante el siglo XVIII la relación entre la inglesa Claire Beauchamp (Caitriona Balfe) y el escocés James Fraser (Sam Heughan) —una actriz irlandesa y actor escocés— se desenvuelve en el marco de los preparativos del que sería el último levantamiento jacobita, el que alcanzó su trágico desenlace en la batalla de Culloden, el 16 de abril de 1746, en la que los escoceses son derrotados. Culloden significó el fracaso por sentar en el trono británico al exiliado escocés y católico Jacobo II Estuardo y el fin de la cultura escocesa: mediante la Act of Proscription de 1746 fueron prohibidos el tartán, portar armas, las gaitas y la religión episcopaliana, pues la católica ya había sido prohibida con anterioridad.

Outlander fue estrenada en el otoño de 2014 pero no en el Reino Unido, adonde no llegó hasta marzo de 2015. Este retraso se atribuye al referéndum de independencia escocés que se celebró en septiembre de 2014. Wikileaks publicó información acerca de un correo electrónico (email-ID 111867) en que hacía referencia a una reunión entre el entonces primer ministro David Cameron con el director ejecutivo de Sony en junio de 2014 para discutir el referéndum y el estreno de Outlander. No era conveniente mostrar a los escoceses como héroes y a los británicos como malvados y sanguinarios en momentos en que Escocia decidiría acerca de su independencia del Reino Unido[1].

Mientras veía la serie recordaba que en nuestra niñez —en la que siempre se nos inculcó un fuerte sentimiento patriótico en la Escuela Pública— nos llevaban al cine a ver películas como La Guerra Gaucha[2] o El Santo de la Espada[3]. Luego reparé en los años de realización de esas películas —1942 y 1970 respectivamente— y me pregunté, ¿qué ha hecho la filmografía argentina de las últimas décadas en favor de mantener nuestro sentimiento patriótico? Un largo silencio fue la respuesta. Luego fui recordando: Revolución. El Cruce de los Andes[4] (2010), en la que Rodrigo de la Serna encarna al General San Martín;  Belgrano[5] (2010), con Pablo Rago. Luego hubo algunas sobre Malvinas, cuya mención prefiero evitar ya que tuvieron una fuerte carga ideológica cuyo propósito es generar todo lo contrario a un espíritu patriótico.

En resumen, aprecio que la filmografía siguió anclada a nuestros próceres del siglo XIX pero no tomó nada de nuestro siglo XX. Quizás hayamos tenido personajes en nuestra historia más cercana que pudimos haber reconocido y pienso en Cecilia Grierson —la primera médica argentina, graduada en 1889 en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires—, Luis Agote —médico e investigador, el primero en el mundo en realizar transfusiones de sangre indirectas sin que la sangre se coagulara—; en nuestros Premios Nobel Bernardo Alberto Houssay y Luis Federico Leloir; en el doctor René Favaloro; en el ingeniero Juan Ignacio San Martín, un gran promotor de nuestra industria aeronáutica; en los generales Enrique Mosconi y Manuel N. Savio, quienes pensaron una Argentina industrial y desarrollada. Además del desarrollo de la industria siderúrgica, al general Savio le debemos la creación de la Escuela Superior Técnica, hoy Facultad de Ingeniería del Ejército, y una frase que debería llamarnos a la reflexión:

Tengamos todos presente que los grandes hechos, así como la grandeza de los pueblos, no fueron nunca consecuencia de milagros; fueron siempre, obras de perseverancia, de moral, de seriedad, de estudio, de trabajo, también, de sacrificio.

Con referencia a la figura de Perón, fue exaltada en el cine por sus admiradores y demonizada por sus detractores, pero no hay un equilibrio.

Respecto de la gesta del Atlántico Sur, se podrá estar a favor o no del gobierno militar pero nuestros héroes merecen un profundo respeto. Numerosos soldados, marinos y pilotos de la Fuerza Aérea y de la Armada escribieron páginas de gloria con sus acciones frente a las tropas de una de las más importantes potencias militares que contó con el abierto respaldo de la OTAN.

Me vienen a la memoria algunos nombres. El del teniente Roberto Néstor Estévez quien, antes de partir a las islas, dejó dos cartas, una para su novia y otra para su padre, en la que le escribió: “Dios ha dispuesto que muera en Malvinas cumpliendo con mi misión”. En el combate en Pradera del Ganso, el 28 de mayo de 1982. Estévez recibió dos impactos; el primer proyectil le pegó en la pierna izquierda y el segundo le destrozó un brazo. En ese estado continuó dando órdenes a sus 40 hombres y al ver que uno de sus soldados estaba herido en una trinchera, se arrastró hasta él, tomó un fusil FAL y siguió disparando. El teniente Estévez frenó tres avances británicos, impidiéndoles tomar la colina. Murió en la batalla de Darwin-Pradera del Ganso.

También recuerdo al soldado Oscar Poltronieri, soldado que recibió recibió la máxima condecoración, la Cruz la Nación Argentina al Heroico Valor en Combate. A Poltronieri lo dieron por muerto tres veces, pero las tres reapareció tirando otra vez. El 11 de junio de 1982, solo, con una ametralladora MAG, le salvó la vida a más de 100 compañeros que se replegaban mientras él disparaba contra más de 600 soldados británicos desde el Monte Dos Hermanas. Durante unas diez horas él mantuvo la posición.

¿Y qué decir de nuestros pilotos? Llevaron a cabo acciones inimaginables. Fueron reconocidos por en varios países por su arrojo, incluso hasta por los propios británicos. En varias oportunidades, el as francés de la aviación, Pierre Clostermann, se refirió al heroísmo de nuestros pilotos, incluso mientras el Conflicto del Atlántico Sur estaba en desarrollo. En una de sus cartas, en octubre de 1984, escribió:

Creo que mi estadía en la Argentina, dentro de las escuadrillas de la Fuerza Aérea, permanecerá en mí como un recuerdo inolvidable. Después de haberme reunido con esos magníficos muchachos, de haber dialogado con ellos sobre las operaciones aéreas como un observador imparcial, no pondría en duda la cualidad excepcional de su coraje y los notables resultados obtenidos con una gran modestia de medios, contra las fuerzas infinitamente superiores, que han tenido éxito en hundir y poner fuera de combate a los navíos más modernos y especializados de la Royal Navy. Este hecho no sólo hizo honor a sus cualidades morales, a su formación técnica, y su patriotismo, sino también a la fuerza e impulso de sus jefes.[6]

Uno de los hombres más reconocidos fue el estratega al frente del Comando de la Fuerza Aérea Sur (FAS): el brigadier Ernesto Crespo. Sus pilotos hundieron los buques de la Royal Navy HMS Ardent, Antelope, Coventry, Sir Galahad, averiaron a otras 11 naves y dejaron fuera de servicio a otras 9. El brigadier Crespo fue un ferviente defensor del proyecto misilístico Cóndor.

Un comic editado en Francia por Paquet, con guión de Néstor Barron e ilustraciones de Walther Taborda —ambos argentinos—, homenajeó a los héroes que lucharon en el Atlántico Sur. Se titula Malouines. Le ciel appartient aux faucons (“Malvinas. El cielo pertenece a los halcones”) y basa su guión en el “Grupo V de Caza de la Fuerza Aérea Argentina” que enfrentó a la flota británica en defensa de la soberanía de las islas. Está inspirado en los relatos de pilotos argentinos que sobrevivieron a la guerra.

El comic Malouines. Le ciel appartient aux faucons. 

Hasta el ex integrante del 12 Regimiento de Defensa Aérea británico Edward Denmark manifestó su admiración por los soldados argentinos y le solicitó al presidente Mauricio Macri que reconociera a los soldados argentinos.

Sus historias en la guerra hubieran despertado un gran interés si hubieran sido estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial o en alguna otra guerra en la que Estados Unidos hubiera participado. Hollywood ya habría filmado unas cuantas películas que hubieran motivado a muchos jóvenes a sumarse, orgullosamente, al cuerpo de marines, a la armada o a la fuerza aérea estadounidenses.

Los argentinos seguimos con la campaña de desmalvinización, seguimos enfrentados entre nosotros mismos, seguimos con ese espíritu derrotista que nos destruye como sociedad y como Nación.

La sociedad argentina lleva décadas inmersa en una especie de guerra intestina que la carcome día a día y nos impide dialogar y debatir con un espíritu democrático en esto que llamamos democracia pero que no ejercemos cuando alguien expresa algo diferente.

“En Unión y Libertad” dice nuestra moneda, inscripción que se remonta a la Asamblea General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata de 1813. ¿Cuál “unión”? ¿Qué libertad? Ni una ni otra, ni unión ni libertad. Precisamente, unión es lo que nos falta, pues es evidente que nuestra realidad sería otra. Si pienso en “libertad” me viene a la cabeza “la espiral del silencio” de la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, una teoría que expone el modo en el que la opinión pública actúa como forma de control social, al plantear que las personas adaptan su manera de comportarse a las opiniones predominantes en su contexto social sobre cuáles conductas son o no aceptables. El individuo, entonces, ante el temor al aislamiento opta por no expresar lo que piensa. La opinión pública determina qué opiniones podemos expresar.

Una sociedad polarizada solo ofrece vulnerabilidades.

Por otro lado, parece que la sociedad argentina, quizás no toda pero si una buena parte, no quiere escuchar hablar de “Patria” o “patriotismo”. Parecería que expresar un sentimiento patriótico es cursi o demodé. Las tradiciones, el folklore, todo aquello que le da identidad a un pueblo parecería que debería ser sometido al olvido, un obvio resultado de un proceso globalizador que apunta a esmerilar la identidad nacional… al menos hasta ahora. En estos momentos, varios pueblos miran las raíces que les dieron origen y las ponen en valor. Quizás debamos trabajar también nosotros en ese sentido. Porque la Defensa y la Soberanía Nacional no se declaman, sino que se ponen en práctica. No son solo palabras, también es acción.

Nuestro Himno Nacional dice: “Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir”. Pero nuestra ineptitud nos lleva a no poder discernir sobre las dos opciones que nuestro Himno nos propone, porque no “vivimos coronados de gloria” y no tenemos la dignidad para “jurar morir con gloria”. De ese modo, nuestro paso por esta bendita tierra se torna intrascendente.

Hemos hecho un país inviable. Es mérito puramente nuestro. Será mérito nuestro reconstruirlo pero ello requiere valorar nuestro pasado, abordar con madurez los temas que nos dividen y principalmente trabajar sobre los que nos unen, forjar políticas de Estado y retomar el desarrollo, al que hemos abandonado hace décadas.

Muchos jóvenes desconocen el lugar que nuestro país ocupó en algún momento de la Historia. Creen que siempre ha sido como lo ven. Quizás sea hora de mostrarles esa parte de nuestra historia y así, nosotros mismos, podamos ir superando nuestro propio derrotismo y los motivemos a construir un país que nosotros no fuimos capaces de edificar. Será un buen ejercicio para revertir nuestra propia parálisis. Sin embargo, este ejercicio debe formar parte de una política integral que debe incluir la educación —como política de Estado, ya que en el pasado la Argentina también se distinguió por su alto nivel educativo—, el cine y el hogar. Esto último requiere nuestro esfuerzo por superar nuestra propia mirada pesimista … o realista.

El escritor español Ramiro de Maeztu (1875-1936) expresó:

La patria es espíritu. Ello dice que el ser de la patria se funda en un valor o en una acumulación de valores, con los que se enlaza a los hijos de un territorio en el suelo que habitan.

Recordemos a otro español, al filósofo José Ortega y Gasset, quien en una visita que hizo a la Argentina en 1939 nos dijo: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas!”

 

* Licenciado en Historia egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (1991). Doctor en Relaciones Internacionales, School of Social and Human Studies, Atlantic International University (AIU), Honolulu, Hawaii, Estados Unidos. Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz.

Referencias

[1] “Background/Briefing for PM Cameron Event”. Wikilaeks, <https://wikileaks.org/sony/emails/emailid/111867 >, [consulta: 20/05/2020].

[2] Dirigida por Lucas Demare, sobre el guión realizado por Homero Manzi y Ulyses Petit de Murat, basado en el libro del mismo nombre de Leopoldo Lugones. La película fue protagonizada por Enrique Muiño, Francisco Petrone, Ángel Magaña y Amelia Bence entre otros.

[3] Dirigida por Leopoldo Torre Nilsson y protagonizada por Alfredo Alcón, Evangelina Salazar, Lautaro Murúa y Héctor Alterio entre otros. El guion fue escrito por Beatriz Guido y Luis Pico Estrada y se basó en la novela homónima de Ricardo Rojas.

[4] Dirigida por Leandro Ipiña y protagonizada por Rodrigo de la Serna, Juan Ciancio y León Dogodny y el guión del propio Ipiña y Andrés Maino.

[5] Dirigida por Sebastián Pivotto y con la actuación de Pablo Rago, Valeria Bertuccelli y Pablo Echarri y producida por Juan José Campanella.

[6] Pablo S. Otero. “El reconocimiento de un héroe francés”. La Prensa, 02/05/2017, <http://www.laprensa.com.ar/453042-El-reconocimiento-de-un-heroe-frances.note.aspx>, [consulta: 14/05/2020].

 

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