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MELELLA RECLAMÓ A LA ONU POR LA MILITARIZACIÓN EN EL ATLÁNTICO SUR

El Gobernador elevó un reclamo formal dirigido al Secretario General de la Asamblea General de la ONU, donde sostuvo que la militarización por parte de Reino Unido “preocupa no sólo a la Argentina sino también a los países del área y fuera de ella, por tratarse de una acción violatoria de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur”.

El gobernador Gustavo Melella elevó una carta formal al Secretario General de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la que destaca la función del mismo como garante de sus buenos oficios para la reanudación de las negociaciones bilaterales en pos de alcanzar una solución pacífica y definitiva a la Cuestión Malvinas. Melella planteó la preocupación de la provincia de Tierra del Fuego ante la creciente militarización británica en la zona de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, los cuales son parte del Territorio Nacional Argentino y parte integral de la Provincia.

Melella explicó que el motivo de la misiva enviada a la persona del Secretario General, Antonio Guterres, es la realización de una nueva serie de ejercicios militares en las Islas Malvinas por parte del Gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Dijo que dicha acción “preocupa no sólo a la Argentina sino también a los países del área y fuera de ella, por tratarse de una acción violatoria de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur, instituida por la resolución 41/11 de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 27 de octubre de 1986, que exhorta a todos los Estados de todas las demás regiones, en especial a los Estados militarmente importantes, a que respeten escrupulosamente la región del Atlántico Sur como zona de paz y cooperación, en particular mediante la reducción y eventual eliminación de su presencia militar en dicha región”, detalla Melella en el escrito.

El titular del Ejecutivo fueguino remarcó además que “la Argentina, reiteradamente, ha destacado que la creciente militarización británica es contraria a la búsqueda de una solución pacífica a la disputa de soberanía, constituyendo una afrenta para la región toda y creando una tensión innecesaria en el Atlántico Sur”, aclarando que “el único sentido de esta nota es el de velar por el derecho de nuestros ciudadanos a vivir en una región de paz, libre de armas de destrucción masiva y en un ambiente protegido”.

La carta hace alusión también a la postura fijada por el presidente de la Nación, Alberto Fernández, quien en su discurso de asunción frente a la Asamblea Legislativa afirmó que “no hay más lugar para colonialismos en el siglo XXI”, planteando además que, “para la democracia argentina, no existe otro camino que el de la diplomacia y la paz para hacer valer nuestro reclamo”.

“Destacamos, celebramos y acompañamos el accionar de nuestro Gobierno nacional, el cual está abocado al diseño y la implementación de políticas de Estado para la consecución de ese objetivo permanente e irrenunciable del Pueblo Argentino, consolidando el apoyo de la comunidad internacional en la Cuestión de las Islas Malvinas y defendiendo de manera inclaudicable nuestros derechos soberanos en el Atlántico Sur”, afirmó con claridad Gustavo Melella.

Al cerrar la extensa carta enviada a la ONU, el Gobernador reclamó que “la conducta del Reino Unido en relación a la disputa de soberanía resulta incompatible con sus obligaciones, en virtud de las disposiciones de la Carta, relativas al arreglo pacífico de las controversias internacionales”. Consideró que “ello resulta particularmente grave en su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad, órgano encargado de velar por la paz y seguridad internacionales”.

En tal sentido, el mandatario provincial resaltó la importancia fundamental del mandato de la misión de buenos oficios encomendada a la figura del Secretario General, cuyo objetivo es lograr que la Argentina y el Reino Unido reanuden las negociaciones de soberanía respecto de la Cuestión Malvinas.

Finalmente, Melella dejó claramente sentada la postura del Gobierno fueguino, al sostener que “seguiremos manteniendo el rechazo a la presencia militar británica en el Atlántico Sur, bregando por el apoyo internacional en ese sentido, que ya se ha manifestado en numerosos esquemas regionales, bajo la premisa de que esa presencia es contraria a la política de la región, siempre apegada a la búsqueda de una solución pacífica para la disputa de soberanía”.

 

Nota original publicada el 29/07/2020 en El Diario del Fin del Mundo, Ushuaia, Tierra del Fuego, https://www.eldiariodelfindelmundo.com/noticias/2020/07/29/87714-melella-reclamo-a-la-onu-por-la-militarizacion-en-el-atlantico-sur

DERECHO INTERNACIONAL. EL ESPACIO Y LAS NACIONES.

Marcos Kowalski*

Imagen de Free-Photos en Pixabay

A partir de la “pandemia” denominada “COVID-19” surge un replanteo de la relación de fuerzas en el mundo que cuestionan seriamente el proyecto globalizador pretendido hasta ahora, la aparición de los proyectos autocráticos y el surgimiento de grandes potencias como China y Rusia, hacen que hoy las propuestas con planificaciones antiliberales compitan, en el mismo Estados Unidos, con el sistema internacional de globalización que quiso imponerse en las últimas décadas como idea única.

A partir de la “nueva” normalidad que surgirá con la superación de la enfermedad, aparecerán sin dudas cambios en las costumbres sociales, pero también otro concepto de relación entre países.

Ya se perciben cuestionamientos a organismos como OMS y la misma ONU sobre todo en lo que hace a las políticas y composición del Consejo de Seguridad del organismo. Estos cambios se vislumbran también en lo referente al uso del espacio y al derecho internacional de las comunicaciones a través de satélites.

El espacio ultraterrestre siempre ha tenido una fascinación para los seres humanos. La humanidad, desde su principio, parece haber querido llegar hasta las estrellas. Uno de los primeros “viajes cósmicos” es el mito de Ícaro, hijo de Zeus, quien quiso volar en el espacio. Su padre le fabricó unas alas, advirtiéndole de no acercarse demasiado al sol, para que no se derritiera la cera con que iban pegadas las alas. Ícaro, sin embargo, no le hizo caso, y como resultado, también tenemos un relato del primer accidente espacial: la caída al mar de Ícaro.

Hasta la fecha, el uso más exitoso, desde el punto de vista económico, del espacio ultraterrestre como la órbita geoestacionaria, las órbitas bajas y el Espectro de Radiofrecuencias (ERF) es la prestación de servicios de telecomunicaciones por medio de satélites.

Hoy en día hay miles de satélites en el espacio, sin contar la Estación Espacial Internacional, los satélites tienen diferentes conformaciones y distintos propósitos: están los de telecomunicaciones, otros para las investigaciones científicas, los de percepción remota, los de observación de la tierra, de meteorología, así como los satélites espías o “diplomáticos”. Aunque las funciones de estos satélites sean distintas, todos comparten dos características fundamentales: todos utilizan parte del espectro de radiofrecuencias, y todos están en alguna órbita o trayectoria.

Indudablemente ante la proliferación de estos artefactos espaciales y para evitar accidentes entre estos objetos, además de hacer un uso más eficiente de ellos, tal como evitar interferencia en las transmisiones satelitales, se necesita alguna reglamentación de las actividades espaciales. En distintos congresos internacionales se establecieron organizaciones para la regulación tanto del EFR, como para la asignación de orbitas en el espacio ultraterrestre.

Estos organismos son la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), para los aspectos técnicos de la utilización del espectro de radiofrecuencias, y la Comisión sobre el Uso Pacífico del Espacio Ultraterrestre (COPUOS) de las Naciones Unidas, que trata los aspectos legales de las posiciones orbitales de la utilización del espacio ultraterrestre.

En cuanto a los aspectos económicos de la prestación de servicios a nivel mundial, desde 1997, corresponde a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Todos estos organismos juegan distintos papeles en la reglamentación y utilización del espectro de radiofrecuencias (ERF), y/o las orbitas satelitales o sobre la prestación de servicios.

Los servicios satelitales están categorizados en Servicios Fijos por Satélite (FSS), los Servicios Móviles por Satélite (MSS), y los Servicios de Difusión por Satélite (BSS o DBS). Además, están definidos otros servicios: los de radio determinación, los aeronáuticos, los de los radio-aficionados y otros.

Pero ¿qué es el Espectro de Radiofrecuencias (ERF)? El término espectro de radiofrecuencia, se aplica a la porción del espectro electromagnético en el que se pueden generar ondas electromagnéticas aplicando corriente alterna a una antena.

El espectro electromagnético se refiere a cómo se distribuye la energía de las ondas electromagnéticas. Este espectro queda determinado por las radiaciones que se emiten. Las ondas, por su parte, suponen la propagación de esta radiación, acarreando energía.

Esto quiere decir que el espectro electromagnético abarca desde las radiaciones con longitud de onda más pequeña (los rayos gamma) hasta las radiaciones con longitud de onda más amplia (las ondas de radio). Dentro de la radiofrecuencia también es posible establecer diferentes divisiones de acuerdo a las particularidades de las frecuencias en función del ciclo de las ondas, como las extremadamente bajas, audiofrecuencias por ejemplo o de las radiofrecuencias y estas en bajas frecuencias, altas, muy altas, ultra altas etc.

En cuanto a las órbitas satelitales son las trayectorias en las que se coloca un satélite para cumplir su misión. Estas trayectorias están definidas por leyes matemáticas precisas que dependen de las fuerzas que actúan sobre el satélite, entre las que predomina la gravedad de la tierra, dentro de las órbitas terrestres hay de muchos tipos en función de la misión a la que está destinado el satélite. Argentina cuenta con dos órbitas geoestacionarias (72° y 81° longitud Oeste) para colocar satélites de telecomunicaciones.

Adicionalmente las imperfecciones de las órbitas y de la Tierra, el roce y los efectos gravitatorios del Sol, la Luna y la misma Tierra deforman progresivamente las órbitas de los satélites, por lo tanto, su vida útil está limitada por la cantidad de combustible que pueden llevar para corregir su órbita y mantenerla “suficientemente”.

Lo satélites que orbitan, alrededor de nuestro planeta suelen distinguirse en los satélites LEO (low earth orbit) que están o estarán ubicados en distintas órbitas bajas, entre los 450 km, hasta los 11.000 kms sobre el nivel del mar. En la orbitas medias funcionan constelaciones de satélites destinados a fines específicos, como el sistema GPS que hoy tiene 31 satélites ubicados a una altura de 20.000 km o el sistema de posicionamiento de Rusia, GLONASS con 31 satélites (24 en activo, 3 satélites de repuesto, 2 en mantenimiento, uno en servicio y otro en pruebas) a principios de 2019.

En lo referente a las comunicaciones y envío de datos, existe casi con exclusividad una órbita; la geoestacionaria, es una órbita en la que el satélite tiene un periodo igual al periodo de rotación de la Tierra (23h, 56m, 4s). Desde la estación terrena la posición del satélite oscila, estos objetos los satélites geoestacionarios son satélites de órbita geo sincrónica en su mayoría.

La conveniencia de una órbita geo sincrónica es que el satélite se mantiene siempre en una misma posición relativa a la Tierra, entonces para comunicarse desde tierra basta una antena fija, no se necesita una antena que haga seguimiento de la posición del satélite, lo cual suele elevar su costo. El ejemplo más conocido son las antenas que se usan para recibir televisión satelital digital.

La unión internacional de comunicaciones (UIT) convocó la primera Conferencia Administrativa Mundial de Radiocomunicaciones Espaciales (CAMR), unos meses después de la primera transmisión de televisión por satélite (entre el Presidente Kennedy en los Estados Unidos con el Primer Ministro del Reino Unido), y poco después de que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptara la Resolución 1721, sobre las comunicaciones espaciales. El propósito de la CAMR de 1963 era el de tener en cuenta el desarrollo de las comunicaciones satelitales y el uso de los recursos espaciales, los cuales eran utilizados y explotados por las dos potencias espaciales de esa época, los EEUU y la Unión Soviética.

Sólo en 1973 lograron incluir un artículo (Art. 33) en el Convenio de la UIT, en el cual se declaró que “…las radiofrecuencias y la órbita geoestacionaria son recursos naturales limitados, que deben ser utilizados de una manera racional y eficiente y económica, para que los distintos países tengan acceso equitativo a estos recursos, en conformidad con las provisiones de la Reglamentación de Radiocomunicaciones (UIT-RR), y de acuerdo con las facilidades técnicas a su disposición”. La inclusión del concepto de “acceso equitativo” a los recursos espaciales en el Convenio de la UIT de 1973 fue el primer paso hacia la pre-asignación de estos recursos a las Administraciones, reemplazando el concepto de “primer venido, primer servido”, pero solamente para algunos servicios satelitales.

Existen varias diferencias entre los satélites geoestacionarios y los que se encuentran en otras órbitas más bajas. Hasta hace poco casi todos los satélites de telecomunicaciones estaban en órbita geoestacionaria, a 35.000 kms sobre la línea ecuatorial, y en una posición orbital específica (medida por grados al Este de la línea meridional de Greenwich). En los últimos años ha cambiado el panorama satelital, con el desarrollo y puesta en servicio de varios sistemas o constelaciones en distintas órbitas no-geoestacionarias. Estos sistemas se conocen por la sigla “GMPCS” (Global Mobile Personal Communication Systems).

A finales de los años 80, cuando terminó la Guerra Fría, empezaron a desarrollarse varios proyectos que utilizarían satélites no geoestacionarios, para la prestación de servicios de comunicaciones personales móviles. Varias empresas multi-nacionales, entre ellas la Motorola, la SS/Loral, y la TRW, formaron consorcios para la implantación de sus sistemas de comunicaciones móviles, por medio de constelaciones de satélites en órbitas bajas o no geoestacionarias. Estos sistemas se conocen como los “LEOs” y también por la sigla genérica “GMPCS”.

Los satélites LEO son más pequeños y llevan menos combustible a bordo que los satélites geoestacionarios. Por consiguiente, su “vida útil” sería apenas de unos 5 años y no de unos 12 años o más. Por otra parte, los satélites en órbitas bajas utilizarían las bandas de frecuencia entre los 800 MHz y los 2.4 GHz, atribuidas durante la CAMR-MOV en 1992 a las comunicaciones móviles por satélite (MSS). A su vez, estas bandas fueron divididas en los EEUU por la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), las de debajo de 1 GHz para servicios de transmisión de datos y almacenamiento de mensajes que prestarían los “pequeños LEOS”, mientras que los “grandes LEOS” prestarían servicios de voz y de transmisión de datos utilizando las bandas encima de 1 GHz.

Aparece de esta forma uno de los mayores problemas, el de la utilización de las pocas frecuencias que fueron adjudicadas por la UIT a los sistemas LEOs. En muchos países, estas frecuencias ya son utilizadas para la prestación de otros servicios, lo cual complica la coordinación técnica entre los distintos sistemas, para evitar interferencias. Por otra parte, la asignación de las mismas frecuencias a nivel mundial es necesaria, para la prestación de servicios globales. Sin poder usar las mismas frecuencias, no se pueden prestar los servicios mundialmente, lo cual es el objetivo de las constelaciones satelitales “LEO”.

Como consecuencia, la reglamentación de estos sistemas se pasó a hacer por medio de acuerdos o contratos entre entidades privadas, basados en algunos conceptos elaborados en el curso del primer foro de la UIT sobre la política de las telecomunicaciones, celebrado en Ginebra en 1996. La consolidación de estos conceptos se logró por medio de la adopción de un Memorándum de Entendimiento sobre los sistemas globales móviles de comunicaciones personales por satélite, el “GMPCS MOU”.

El GMPCS MOU es un documento elaborado con la participación de las Administraciones Nacionales y representantes del sector privado. Los “Arreglos” que forman parte del GMPCS MOU son meras recomendaciones, las cuales, para cobrar algún valor jurídico, deberán ser traspasadas a la legislación nacional y estar en conformidad con la regulación nacional. Hasta la fecha más de 120 entidades se han suscrito al GMPCS MOU, entre ellas entidades oficiales, operadores de redes satelitales, fabricantes de equipos, y prestatarios de servicios.

Una vez que las Administraciones Nacionales y los representantes del sector privado hayan firmado los Arreglos incluidos en el GMPCS MOU, se facilitará la introducción y el desarrollo de las comunicaciones personales por satélite, a nivel mundial, regional, y nacional. Actualmente se incluyó en los acuerdos lo relativo a los sistemas de posicionamiento global GPS o GLONASS según el ámbito geográfico.

Los Estados Miembros que están adheridos a UIT tendrán en cuenta que las radiofrecuencias y toda órbita asociada, incluso la órbita geoestacionaria, son recursos naturales limitados, que deberán ser utilizados de una manera racional, eficiente y económica, en conformidad con las provisiones de la Radio Reglamentación, para que los países o grupos de países puedan tener acceso equitativo a esas órbitas y frecuencias, teniendo en cuenta las necesidades especiales de los países en vía de desarrollo y la situación geográfica de algunos países.

El futuro papel que jugarán la UIT y la OMC, así como las relaciones entre ellas, tendrán que tenerse en consideración, puesto que tendrá que lograrse un equilibrio entre los intereses económicos, los políticos y los comerciales del sector privado y, por otro lado, los intereses técnicos y las políticas de los países miembros de ambas organizaciones.

La mayoría de los países en América del Sur han firmado estos Acuerdos, que incluyen sus Ofertas y Compromisos, así como exenciones o reservas. Básicamente, los Acuerdos deberían facilitar la implantación de nuevos sistemas de telecomunicaciones, en particular las satelitales GMPCS. Por consiguiente, sería conveniente tener en cuenta los Arreglos incluidos en el Memorándum de Entendimiento sobre GMPCS y los Acuerdos logrados en la OMC, al hablar del futuro de las telecomunicaciones satelitales. Los países que los han firmado, sin embargo, no tendrán la obligación jurídica o legal de cumplir con ellos hasta que no sean adoptados e incorporados en la legislación nacional.

El papel de las entidades regulatorias nacionales está evolucionando, pero deben seguir teniendo en cuenta los intereses particulares de cada Nación y las circunstancias por las que atraviesa. Quizás sea éste el momento propicio para revisar el papel que pueden jugar las distintas agencias de las Naciones Unidas, tal como la COPUOS, la UIT, y la OMC, y otorgarles las herramientas necesarias sin avasallar los intereses de todos los sujetos del Derecho Internacional Publico que son los Estados Nacionales miembros.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

 

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LIDERAZGO EN LAS MISIONES DE MANTENIMIENTO DE PAZ EN LA ACTUALIDAD

Omar Tejada Pérez*

Foto: Omar Tejada

En el año 2010 tuve la oportunidad de visitar Bogotá como parte del viaje de instrucción del Curso de Comando y EEMM Conjunto de las Fuerzas Armadas del Perú. El viaje fue muy enriquecedor y, aparte de todas las visitas e interacciones con nuestros hermanos en armas colombianos hubo algo que siempre se quedó en mi mente; la recomendación de un Señor Almirante el cual, al final de su disertación sobre guerra no convencional realizada en las instalaciones de la Universidad Militar de Nueva Granada, nos invitaba a leer el libro “La utilidad de la Fuerza” del General Rupert Smith. Así que apenas regresé a Perú, me dediqué a buscarlo y felizmente pude conseguirlo.

No había terminado de leer el libro y ya sentía que un entendimiento nuevo del conflicto había calado fuerte en mi mente. Sin embargo, no era algo totalmente nuevo para mí ya que en la práctica yo había estado lidiando con este tipo de situaciones durante mis años como Infante de Marina. Y es que el autor del libro escribía sobre conceptos tales como paz, guerra y gestión del conflicto en épocas actuales, todo esto basado en su propia experiencia en los múltiples puestos en los que él había servido en el Ejército Británico, en la OTAN y también como Comandante de la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas en Bosnia.

Para resumir, el General Smith hablaba en su libro de una nueva forma de ver el conflicto en nuestros tiempos, algo que él llamaba “la guerra entre las gentes”, y advertía que para lograr entender este nuevo concepto era necesario romper viejos paradigmas, que había que transformar nuestro pensamiento convencional (un sello basado en las teorías del conflicto inter-estatal que llevamos la mayoría de militares del planeta y que nos hace entender el conflicto de una manera para la cual nos forman nuestras escuelas militares) en uno no-convencional (mucho más flexible y amplio), y había que hacer un giro de 180 grados en el entendimiento de la evolución del conflicto y el tratamiento y gestión de este.

Hoy podemos ver que, si bien es cierto que las guerras irregulares son mucho más antiguas de lo que algunos promulgan, la firma de los tratados de Westfalia en 1648 nos impuso un paradigma que luego de la caída del muro de Berlín fue desmoronándose como si de un castillo de naipes se tratara, haciéndonos recordar que lo irregular no es más una excepción, sino que se ha convertido en una norma, situación con la que muchas fuerzas armadas del mundo se han visto abrumadas en su intento por adaptarse a los cambios tan bruscos que se han venido dando en poco más de 30 años de cambios geopolíticos, tecnológicos y doctrinarios en los que el enemigo normalmente ya no usa un uniforme o una bandera y en el que un avión de pasajeros puede convertirse en el misil más letal de su arsenal, con efectos devastadores a nivel global.

A esto es a lo que nuestros cascos azules se enfrentan todos los días en el terreno. Esto es en lo que se ha convertido el mundo de hoy, donde los conflictos entre los estados han pasado a ceder espacios a los conflictos que se originan dentro de estos por muchas razones étnicas, sociales, culturales o de índole mucho más diversa e incluso banal.

En este sentido, es importante señalar que en su “Atlas mundial de los flujos ilícitos” publicado el 2018, el Centro Noruego de Análisis Global nos muestra un estudio detallado de cómo el conflicto de hoy en muchas partes del mundo, incluido en lugares donde se han establecido algunas de las misiones de paz más peligrosas de la actualidad como MINUSMA (Mali), MONUSCO (República Democrática del Congo) y MINUSCA (República Centroafricana), está íntimamente relacionado a la dinámica de la evolución del crimen organizado, al control de las rutas de abastecimiento de productos ilegales y de tráfico de personas, a las zonas de producción de recursos naturales de origen ilegal, al terrorismo transnacional y a los aparatos de corrupción que son capaces de controlar incluso estructuras estatales de países enteros.

Atrás quedaron los días en que los cascos azules solo verificaban la separación de fuerzas militares convencionales como en las misiones tradicionales establecidas antes del final de la Guerra Fría y en las que llevar un casco azul y el distintivo de la ONU daba cierta protección y salvaguarda ante las acciones de las partes beligerantes.

Hoy la realidad es otra y se ha transformado tanto, que nuestros hombres y mujeres soldados de la paz de la ONU tienen que lidiar con situaciones mucho más complejas para poder ayudar a las comunidades en las zonas de conflicto y en donde llevar puesto un casco azul los ha convertido muchas veces en blanco de las partes beligerantes que atentan contra la presencia de las tropas de paz por mil y un razones e intereses mundanos.

Los oficiales Omar Tejada (Marina de Guerra del Perú) y Fabricio Tejada Yúdica (Fuerza Aérea Argentina) luego de ser condecorados por la ONU por los servicios prestados a la paz Mundial. Nueva York, 2017 Foto: Omar Tejada

Ante esta situación, es necesario que los líderes militares de hoy sepan entender las causas de los conflictos de manera profunda y detallada. Un líder militar en una misión de paz no solo debe de formarse en tácticas, armamento y estrategia, sino que debe de complementar su bagaje profesional teniendo un conocimiento básico en materias tales como sociología, antropología, psicología, lenguas, historia, todas ellas enfocadas al área de operaciones donde él o ella van a ser desplegados y donde van a tener que ganarse el corazón y las mentes de la población. Hoy en día, el famoso “cultural awareness” o “entendimiento cultural” no es más un pequeño curso de inducción antes de empezar una misión, sino que se ha convertido en un pilar fundamental si queremos tener éxito en el cumplimiento de la misión al final de nuestro despliegue. Igualmente, el líder militar de hoy, tiene que ser experto teórico y práctico en Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario (DIH), Protección de Civiles, Igualdad de Género, entre otros conceptos que busquen promover y defender la igualdad, la justicia y la reducción de vulnerabilidades de las poblaciones expuestas al conflicto.

En resumen, el liderazgo de hoy, no solo se basa en conocer a nuestras tropas y explotar lo mejor de ellas, sino que este debe tener un conocimiento cabal de la situación mucho más allá del ambiente operacional donde se va a actuar. Y es que, al igual que el conocimiento necesario desborda las fronteras operacionales, el accionar de un líder debe de traspasar los muros del cuartel. El líder militar de hoy tiene que serlo tanto para sus tropas como para la población a la cual protege.

Si hace un momento hablábamos de que a muchas de las fuerzas armadas del mundo les costaba adaptarse a las formas no convencionales de conflicto en la actualidad y a seguir el paso de los cambios desatados en muchos aspectos luego del fin de la Guerra Fría, podemos imaginarnos también que, a entidades como la Organización de las Naciones Unidas, les debería de costar igual o más esa adaptación. Y es que estos cambios han traído consigo retos operacionales y logísticos nada fáciles de enfrentar.

Tomemos en cuenta que, por ejemplo, hasta antes de la caída del muro de Berlín, la ONU había desplegado solo 18 misiones en 42 años desde que se implementó la primera misión en Jerusalén en 1948; el famoso “Organismo de las Naciones Unidas para la Vigilancia de la Tregua” (UNTSO). Sin embargo, desde 1990 a la fecha, la ONU estableció 53 misiones de paz en solo 30 años, casi el triple de las misiones que se establecieron durante el periodo de la Guerra Fría. Esto, indudablemente, es un indicador de la inestabilidad generada en países con estructuras políticas débiles y que enfrentan a su vez la convergencia de otros factores desestabilizadores como los mencionados anteriormente.

Este escenario pinta perfectamente la pintura del mundo de hoy, y nos pone frente a retos que afectan el liderazgo de las misiones de paz. En ese sentido, el General brasilero Carlos Alberto Dos Santos Cruz, quien fuera Comandante de las Fuerzas de las Naciones Unidas en MINUSTAH y luego en MONUSCO, publicó a fines del 2017, y a pedido de la ONU, un informe en el que indica que, si no hay un cambio de actitud en el liderazgo de las misiones de paz a todo nivel, el número de cascos azules fallecidos seguirá en aumento. Dicha apreciación va ligada a una invocación a dejar atrás lo que él llama el “síndrome del capítulo VI”, el cual bajo su entendimiento obliga a mantener una postura operacional pasiva y netamente defensiva y, en cambio, hace un llamado a los líderes a demostrar iniciativa, compromiso y determinación para adaptarse a los cambios que los nuevos conflictos nos plantean.

Si sumamos a estos cambios en el ambiente operacional de nuestras misiones la dificultad que implica trabajar en una organización multinacional, donde no solo el idioma,  las diferencias culturales, doctrinarias, sino también nuestras limitaciones en entrenamiento, equipamiento e incluso algunas restricciones de índole político impuestas por nuestros propios países para efectuar ciertas operaciones en territorio de la misión, entonces nos vemos frente a un gran reto para poder alinear todos estos factores y poder operar de manera eficiente y coordinada con toda la organización. Para ello, es preciso echar mano de nuestros veteranos cascos azules a fin de buscar un asesoramiento adecuado dirigido a los elementos decisores en nuestros respectivos países y así minimizar esas fricciones que no hacen más que afectar el accionar de nuestros soldados en el terreno.

No podemos olvidar que nuestros cascos azules no solo representan a la ONU dondequiera que estos estén desplegados, sino, sobre todo, a nuestros países y sus Fuerzas Armadas, y en la medida en que les aliviemos desde casa algunas restricciones operativas innecesarias y otras tantas falencias logísticas estos realizarán mejor su trabajo e incluso les estaremos cuidando la vida en algunos casos. A fin de apoyar un liderazgo adecuado, las restricciones que tiene algún país en realizar ciertas operaciones deben ser expresadas claramente antes del despliegue y de manera formal al Departamento de Operaciones de Paz de la ONU y estas no deberían de salir a la luz en medio de las operaciones, convirtiéndose en un obstáculo para el cumplimiento de la misión. En cuanto a las falencias logísticas, estas deben ser corregidas a la brevedad posible a fin de evitar repercusiones que afecten el correcto desenvolvimiento de las tropas en el terreno.

Por otro lado, los países contribuyentes de tropas deben de asegurar que sus unidades cuenten con el mejor equipamiento posible y que estos cumplan con los estándares establecidos por la ONU. Lamentablemente, se ha visto que esto no es necesariamente lo que ocurre con todos los contingentes, lo cual definitivamente no solo afecta al liderazgo de la unidad, sino que puede poner en riesgo la integridad de sus miembros. Cosa muy parecida pasa con la instrucción y el entrenamiento del personal en algunos casos. Recordemos que las habilidades básicas militares no son más un requisito suficiente para poder desplegarnos a una misión de paz. El concepto de lo que yo llamo soldado-diplomático debe prevalecer a la hora de diseñar los planes de instrucción del personal próximo a desplegarse en una misión de paz. Este concepto envuelve la necesidad de instruir al soldado en temas que van más allá de la profesión militar clásica para imbuirlo de un entendimiento social del área de operaciones. No debemos de olvidar que hoy más que nunca, el error de un Soldado Raso tanto como el de un General que no entiendan la dinámica del conflicto donde estos operan, puede tener consecuencias estratégicas graves e irreversibles para la misión. Estas falencias, las de equipamiento e instrucción del personal, no se pueden seguir permitiendo, ya que la situación actual obliga a desplegar lo mejor de lo mejor de nuestras fuerzas armadas cuando se adquiere el compromiso de participar en una misión de paz, no solo por cuestiones de orgullo y reputación nacional sino sobre todo por la seguridad de nuestros soldados y de la población a la cual protegen. Es lo menos que podemos hacer si queremos rendir homenaje a los casi 4.000 cascos azules que han ofrendado su vida hasta la fecha, la gran mayoría de ellos luego de la caída del muro de Berlín, y también si no queremos seguir aumentando estos trágicos números.

* Oficial de la Marina de Guerra del Perú en situación de retiro. Es graduado con mérito de la Maestría de Seguridad Internacional en la Universidad de Leicester en el Reino Unido. Ha trabajado en la Organización de las Naciones Unidas como observador militar en Sudán, Comandante del Contingente peruano en Haiti y como Oficial de Asuntos de Operaciones de Paz en la sede principal de la ONU en Nueva York. Escritor de artículos profesionales y conferencista en temas de seguridad y defensa a nivel nacional e internacional.

 

** Disertación de cierre del curso de Oficial de Estado Mayor de las Naciones Unidas y Operaciones de Mantenimiento de Paz (UNS&PKO) del Instituto de Cooperación para la Seguridad del Hemisferio Occidental (WHINSEC) del año 2020.