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NO HAY DOS SIN TRES, NI NIGUNA PAZ ES DURADERA

F. Javier Blasco*

Acababa de empezar la segunda decena del mes de septiembre de 2001 cuando 19 terroristas yihadistas debidamente aleccionados, bien pagados y medianamente instruidos en los mismos EEUU como pilotos de vuelo comercial, esquivaron los entonces escasos controles de seguridad en los aeropuertos estadounidenses y, una vez en vuelo, tomaron el control de cuatro aviones de línea y los estrellaron deliberadamente contra objetivos que hicieron mucho daño en vidas (2.995 fallecidos y unos 25.000 heridos) e infraestructuras; pero sobre todo, en la moral y el orgullo personal y patrio de los norteamericanos por haber sido abatidos de tal manera por segunda vez en su corta historia, en su propia casa; y en esta ocasión, por unos cuantos miserables terroristas sin que saltara ninguna de sus alarmas ni se reaccionara a tiempo.

El resto de la historia, caos y heroicas reacciones, todos las conocemos y sabemos lo que pasó; así como también que, debido a la convulsión que trajo a la mente de los indefensos ciudadanos, fue muy sencillo para un timorato presidente norteamericano, George W. Bush, que aún no llevaba un año de mandato, lograr que le aprobaran, sin obstáculos ni fisuras, el levantar en armas a su pueblo e industria para llevarlos, de nuevo a una guerra como su padre (Guerra del Golfo); aunque esta vez el escenario era Afganistán, donde la inteligencia nacional avistaba, sin precisar donde estaba exactamente Osama Bin Laden, el cabecilla de una organización terrorista yihadista, Al Qaeda, famosa organización, que ha sido y sigue siendo objeto de muchos quebraderos de cabeza y miles de atentados además de ser la célula madre del autoproclamado Estado Islámico.

Bush invocó el Artículo 5 del tratado de la OTAN y la Organización respondió a su llamada, creándose, al no acceder los talibanes que gobernaban Afganistán a la entrega de Osama, dos misiones militares para imponer la paz en el país y la otra misión para capturar al cabecilla terrorista y actuar contra el terrorismo en el territorio. La primera de ellas, denominada Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad es conocida por ISAF (por sus siglas en inglés), que ha estado a cargo de la OTAN, y la segunda denominada Operación Libertad Duradera, Operation Enduring Freedom (OEF) a cargo de EEUU, Reino Unido y las fuerzas afganas bajo el control del gobierno, la que finalizó en 2014. En ambas misiones tanto EEUU como el Reino Unido participaban y aunque se ha pretendido unificarlas, nunca lo estuvieron real y completamente.

El mundo occidental se lanzó a una guerra sin cuartel y casi ningún tipo de restricciones en un territorio geográfica y climáticamente hostil, plagado de señores de la guerra, situado en un lugar estratégico por sus importantes y/o peligrosos vecinos como Pakistán, la India, Irán y hasta China, entre otros y donde previamente ya habían fracasado ejércitos importantes como el británico (por tres veces; entre 1839 y 1842 la primera, la segunda entre 1878-1880 y la tercera 1919) y el de la URSS entre 1978-1992 (también llamada guerra afgano-soviética o guerra ruso-afgana) aunque realmente fue una guerra civil entre las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán, apoyadas entre diciembre de 1979 y febrero de 1989 por el Ejército Soviético, contra los insurgentes muyahidines o grupos de guerrilleros afganos islámicos apoyados por numerosos países extranjeros, destacando EEUU, quien les proporcionó ingentes cantidades de armas y dinero.

Después de más de nueve años de duros combates y auténtica guerra, los soviéticos agotados por el desgaste militar, logístico y la imposibilidad de manejarse bien por tan inhóspito terreno, se retiraron oficialmente del conflicto en 1989 tras los Acuerdos de Ginebra entre Pakistán y la República Democrática de Afganistán.

No obstante, la guerra civil afgana continuó y los enfrentamientos entre insurgentes y las tropas leales al gobierno se alargaron hasta abril de 1992 cuando la disolución de la Unión Soviética provocó la finalización de todo tipo de apoyos oficiales o encubiertos y los fundamentalistas, vencedores finales del conflicto, pudieron establecer un Estado islámico.

Durante el reciente conflicto, los papeles jugados por unos y por otros se han cambiado completamente, así como los amigos y apoyos de unos a otros y viceversa. No creo descubrir nada nuevo si afirmo que esta larga y costosa guerra de desgaste de personal y material, además de costar muchas vidas occidentales (la mayoría norteamericanos, 2.500), ha sido un absoluto fracaso de estrategias, tácticas, técnicas, procedimientos y fundamentalmente de inteligencia e información.

A pesar de las recientes y no tanto experiencias en conflictos ajenos en los que los EEUU se han visto involucrados como Vietnam, Irak y la lucha contra el Estado Islámico, parece que los norteamericanos en particular y la OTAN en general, no se han leído las muchas e importante “Lecciones Aprendidas” que se desprenden de los errores realizados en dichos conflictos, porque han vuelto a caer en los mismos y en algunos casos, aun peor porque han influido en que las coaliciones y los aliados se dejaran arrastrar hacia el mismo pozo ciego y hayan invertido mucho esfuerzo personal, material y económico que podían haber empleado en mejores misiones y objetivos.

La inteligencia militar, a pesar de jugar con abundantes y mejores medios económicos, terrestres y aéreos y la tan cacareada inteligencia artificial, ha sido un auténtico desastre. Todos sus pronósticos han sido sobrepasados y ninguno se ha cumplido salvo que el desastroso resultado final ha sido más o menos el esperado, pero se les ha anticipado en algo más de unos seis meses en el calendario.

Una vez más se ha vuelto a caer en el costoso e inútil error de entender que la solución para abandonar un conflicto pasa por adiestrar y dotar de todo tipo de moderno material bélico a los nativos del lugar para que ellos tomen el relevo en la misión y proporcionen la necesaria seguridad a la población con plenas garantías al haber sido instruido por los mejores instructores que cada país pueda prestar; pero de nuevo, sin controlar de verdad el número de asistentes a las enseñanzas prácticas, la formación de sus oficiales y el resto de cuadro de mandos, el manejo de los medios de inteligencia y sobre todo como forjar la moral individual y colectiva de las tropas, su voluntad de vencer y la creencia en la misión y la acción de conjunto.

Cualquier entrenamiento sin control sobre su eficiencia y productividad, como ha vuelto a ser éste y los que siguen ocurriendo con muchos de los que se realizan en Irak y en determinados países africanos, es baldío y contraproducente. Se nos ha vendido la falaz papeleta de que aproximadamente unos 300.000 afganos han sido instruidos y dotados por países occidentales, cuando la realidad no llega a un tercio de tal cifra; la mayoría se apuntaba a dichas clases para recibir una paga y un arma, pero no asistían o solo lo hacían de tarde en tarde. Las tropas no estaban bien pagadas (actualmente se les adeudan varios meses de paga), sus oficiales de alto grado se repartían los cargos y destinos en función de las castas sociales o familiares y no por su preparación y capacidad[i].

Se calcula que los EEUU habrán invertido más de un billón de dólares americanos en dicha campaña y en sus diferentes grados y cursos de adiestramiento. Poniendo los pies en la tierra, fuentes de bastante solvencia estiman que en conjunto, se habrán invertido un total de no menos de 88.000 millones de dólares en instrucción y adiestramiento.

Los políticos, suelen correr mucho, sobre todo si ven un apetitoso bocado enfrente, a la hora de lanzarse a cualquier guerra, sin tener muy en consideración el análisis de los factores de la decisión que les proporcionan los militares, los verdaderamente preparados para analizar la solvencia y efectividad de las decisiones adoptadas, el grado de probabilidad de éxito y la situación final en la que queda el terreno y el conjunto del país en cuestión, tras la finalización del conflicto armado, propiamente dicho.

En este caso también, en su día y sin atender a lo dicho anteriormente, las ansias de protagonismo nacional y mundial precipitaron una acción sobre un terreno donde no es nada fácil sobrevivir, moverse y combatir y casi todo el mundo es un potencial enemigo. Solo cuando la masiva llegada de féretros y la necesidad de gastar en el conflicto altas sumas de dinero provenientes de los impuestos de los ciudadanos no presentan resultados, suelen recular, aún más deprisa y buscan rápidamente una salida al atolladero aún a costa de consecuencias mucho peores que el continuar en lo anterior.

Así en 2014, los analistas norteamericanos convencieron a sus gobernantes de que insistir en cambiar totalmente la ideología, el pensamiento y el comportamiento de un país, terreno y población que seguía viviendo en un ambiente e ideología “medieval” y con arraigadas creencias salafistas que ponen en peligro la libertad de gran parte de su población, fundamentalmente la de las mujeres, para tratar de convertirlo en un oasis democrático, no solo era una utopía sino algo imposible de lograr.

Por ello, se iniciaron una serie de contactos oficiosos y luego oficiales con los talibanes, con ciertos encumbrados apoyos por en medio, a cambio de una postura no tan hostil como antaño por su parte, y a explorar la posibilidad de una transferencia de responsabilidades, pactada, no cruel, progresiva y sin revanchismos a cambio de promesas que algún día sabremos.

Estos movimientos, sin duda, crearon una gran sensación de desconfianza en sus propias fuerzas militares. Se veían traicionados y abandonados. Cuando un ejército, aunque esté bien dotado y medianamente instruido, se siente en tal situación, su mínima moral se resquebraja o desaparece y entonces, ante la menor presión externa se derrumba como un castillo de naipes cuando se le quitan las cartas que le sostienen en la parte más baja.

Esto explica que unas fuerzas de guerrillas, no unificadas en mando e inteligencia, sin medios logísticos de transporte apropiados, mal armadas y con escasos medios de comunicación, hayan podido recorrer en motocicleta tan rápidamente largas distancias y tomado Kabul sin disparar ni un solo tiro.

Afganistán, además de ser uno de los principales productores mundiales de opio, es un país rico en litio, materia prima muy demandada hoy en día para las comunicaciones y los ordenadores y sobre la que China ejerce un importante control actual y a futuro; amen de ciertos ductos que van a pasar por su territorio y la nueva ruta de la seda China; por lo que su papel a jugar en la zona será muy importante y puede que sea la nueva gran potencia, que finalmente controle el país o también se dé de bruces contra los mencionados señores de la guerra.

Es muy difícil que la Rusia de Putin, aparte de frotarse las manos y brindar con champán por la derrota, fracaso y vergüenza internacional de los EEUU, se quede de brazos caídos y sin hacer nada; en breve veremos cuál ha sido su papel jugado en el conflicto y en poder influir contra los norteamericanos como hicieron estos a la inversa el siglo pasado y qué papel juega con los talibanes.

Afganistán es ahora un estado fallido, su presidente puso su culo a salvo antes de que llegaran los talibanes a la capital; el caos y el miedo atenaza las mentes y el comportamiento de sus ciudadanos; veinte años de “colaboracionismo” con los occidentales a cambio de dinero y favores, las muchas cuitas producidas, informaciones reales y mentiras lanzadas entre ciudadanos, vecinos y hasta familiares, hacen que hoy veamos las escenas de terror en el aeropuerto de Kabul, repleto de hombres —con grave ausencia de las mujeres— tratando de subirse como puedan a uno de los muchos aviones de todo  tipo que acuden allí para recoger a personal militar y el civil que estaba encuadrado en las embajadas o trabajaba en estas y los servicios de inteligencia o intérpretes. Los cielos surcados por helicópteros miliares de aquí para allá, recuerdan y mucho a la evacuación de la Embajada de la EEUU en Saigón.

En cualquier caso, los que llevan las peores papeletas en su bolsillo a partir de la presente, son las mujeres que verán cercenados sus escasos derechos adquiridos en estos años de sucesivos cambios. Volverá a negárseles el acceso a la educación, la conducción, salir libremente de casa y serán reprimidas, abusadas, vendidas y tratadas como ganado o asesinadas a pedradas a nada que se les acuse de cualquier tipo de adulterio.

El futuro de todos los potenciales colaboracionistas y sus familiares es francamente incierto y muy posiblemente, la mayoría desaparecerán de la faz de la tierra voluntaria o forzadamente, porque las represalias, sin ninguna duda, serán muchas. Las cárceles, hasta ayer repletas de afganos muy peligrosos, hoy están vacías con lo que dichos peligros aumentan exponencialmente. El problema más grave actualmente es que algunos países, entre ellos España, han reaccionado demasiado tarde, la confianza en las capacidades afganas era demasiada o falsa y ha constituido el último error de inteligencia; lo que explica que los medios aéreos a recoger al personal nacional hayan sido enviados hoy cuando aquello es un caos total.

La oposición norteamericana, a pesar de que el plan para abandonar Afganistán este año fue elaborado por la administración anterior, considera estos hechos como los más graves y vergonzosos para un país impotente de reaccionar, que llevó al mundo a la guerra y que ahora abandona a los afganos y aliados a su suerte; mientras el presidente Biden sigue de vacaciones sin ir al despacho oval para trabajar por el rescate de sus ciudadanos e informantes en Afganistán; por cierto, como sucede aquí en España con el presidente Sánchez y ya veremos el futuro de la arribada a Kabul y la carga final de los dos A-400M enviados hoy mismo desde Zaragoza.

Lo dicho, las “Lecciones Aprendidas” en las dos principales ocasiones anteriores, Saigón y Mosul, al parecer no han servido de nada, no se escribieron o nadie las leyó y esta es la tercera ocasión en la que vuelve a ocurrir la misma situación y desenlace; la inteligencia artificial ha presentado su primer gran fracaso a nivel mundial y no hay ninguna Paz Duradera, por mucho que pomposamente denominemos así a grandes misiones militares.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

©2021-saeeg®

 

Nota

[1] Aún recuerdo el nivel que me encontré en los concurrentes a una conferencia que tuve que dar en el CESEDEN a un grupo de unos 20 coroneles y generales de dos y tres estrellas afganos, en un programa de ayuda a la enseñanza en el que participamos. Y eso que aquellos, según nos informaron, era la élite de la élite.

EL CONFLICTO DE AFGANISTAN. LOS TALIBÁN.

Marcos Kowalski*

Imagen de ErikaWittlieb en Pixabay

Afganistán es un país marcado por la guerra y los conflictos internos, que hoy lucha por salir adelante y alcanzar la paz con los talibanes, pero estos están arrasando varios distritos en todo Afganistán y se han apoderado de puntos de control fronterizos en las últimas semanas, mientras Estados Unidos retira sus últimas tropas después de 20 años de presencia en el país.

La situación de seguridad en Afganistán es difícil y por lo tanto exige una solución negociada, es lo que afirmó el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg (27/07/2021). También dijo que la alianza militar “seguirá apoyando a Afganistán, incluso con fondos, presencia civil y entrenamiento en el extranjero”; a su vez el general Kenneth McKenzie señaló que el apoyo incluye ataques aéreos, apoyo logístico, financiamiento e inteligencia para frenar la ofensiva talibán que enfrentan las Fuerzas Armadas afganas.

Por el otro lado las naciones del Cáucaso y de Asia Central, Armenia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, así como también Bielorrusia y Rusia, que en 2009 formaron la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), se han puesto en guardia ante el avance de combatientes del movimiento Talibán en sus fronteras con Afganistán y al momento de escribir estas líneas aviones de ataque Su-25, fueron trasladados desde Kirguistán al aeródromo tayiko de Gissar para tomar parte en los ejercicios trilaterales con Tayikistán y Uzbekistán. Los Su-25 servirán como apoyo ante cualquier fuerza que amenace a estas naciones desde tierra.

En junio de 2021, los talibanes (catalogados como terroristas y prohibidos en Rusia) llegaron primero a la frontera de Turkmenistán y luego a Uzbekistán. Las pocas tropas gubernamentales y los guardias fronterizos afganos se vieron obligados a huir al territorio de estos estados vecinos que, a su vez, respondieron cerrando las fronteras.

Este panorama comenzó a principios de mayo de 2021, cuando la violencia recrudeció en varias provincias de Afganistán, con los talibanes lanzando una gran ofensiva pocos días después de que las fuerzas extranjeras lideradas por Estados Unidos iniciaran su retirada definitiva del país. En el momento de escribir esto, los talibanes llegaron a las afueras de Kandahar, cuna del movimiento islamista y la segunda ciudad más poblada de Afganistán después de Kabul.

El gobierno estadounidense de Biden y la OTAN iniciaron el primero de mayo el retiro de las tropas que invadieron Afganistán en 2001 y desde ese momento la milicia talibán se está apoderando de vastas regiones del país. El 13 de julio, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) advirtió sobre la crisis humanitaria que vive Afganistán, donde desde enero unos 270.000 afganos se han visto forzados a desplazarse, lo que ubica la cifra global de población desarraigada de ese país en 3,5 millones de personas.

En medio de este panorama, el cofundador de los talibanes, Mullah Abdul Ghani Baradar, se reunió el miércoles en Tianjin, en el norte de China, con el ministro de Exteriores de ese país, Wang Yi. Al finalizar el encuentro, Beijing aseguró que la milicia afgana “desempeñará un papel importante en el proceso de reconciliación pacífica y reconstrucción” de ese país.

En estas circunstancias, el presidente afgano Ashraf Ghani culpó a la decisión de Estados Unidos de retirar “abruptamente” sus tropas por el deterioro de la seguridad en su país. “La razón de nuestra actual situación es que esta decisión fue tomada abruptamente”, dijo Ghani al parlamento, agregando que había advertido a Washington de que una retirada tendría “consecuencias”.

Pero ¿qué es el movimiento Talibán? Para dar respuesta a esta cuestión tenemos que remontarnos a los años 80 del siglo pasado con la denominada guerra de Afganistán de 1978-1992, también llamada guerra afgano-soviética o guerra ruso-afgana, primera fase del extenso conflicto de la guerra civil afgana.

Transcurrió entre abril de 1978 y abril de 1992, tiempo en el que se enfrentaron las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán apoyadas entre diciembre de 1979 y febrero de 1989 por la URSS y su ejército, contra los insurgentes, varios grupos de guerrilleros afganos islámicos denominados muyahidines.

Ese conflicto comenzó en 1978, cuando tuvo lugar la Revolución de Saur, transformando a Afganistán en un Estado Socialista gobernado por el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA). Un año después, ante la insurgencia de los muyahidines y luego de varios enfrentamientos sangrientos que ocasionaron primero la muerte del presidente Nur Muhammad Taraki, el Consejo Revolucionario solicitó la intervención militar de la Unión Soviética.

La intervención soviética produjo un resurgimiento de los guerrilleros muyahidines, que aun estando divididos en varias facciones se embarcaron en una larga campaña contra las fuerzas soviético-afganas. Estos guerrilleros, en el marco de la “Guerra fría”, fueron respaldados por los suministros y el apoyo logístico y financiero de naciones como Estados Unidos, (Operación Ciclón) Pakistán, Irán, Arabia Saudita, China, Israel y el Reino Unido.

Los soviéticos tenían una gran superioridad militar sobre sus oponentes;, la asimetría era enorme. En los primeros enfrentamientos acabaron rápidamente con las fuerzas antigubernamentales de los muyahidines, sin embargo, pese a ganar las batallas estaban perdiendo la guerra; los insurgentes no tenían un mando central, una organización unificada que los representara en conjunto, esto hizo que no existiera forma de negociar una solución diplomática que incluyera a todos los grupos o clanes.

Además, no ofrecían batallas de guerra clásica, si no de guerra de guerrillas, luchando solo con ventaja táctica, eligiendo los terrenos más favorables a su accionar, atacando en forma sorpresiva y luego efectuando retiradas, generalmente a zonas montañosas, donde no podían ser perseguidos por blindados, lugares que no habían sido explorados por las tropas soviéticas.

Incluso los aviones fueron poco rentables en sus operaciones pues, si bien los muyahidines no disponían de radar, utilizaban los patrones de vuelo de las aves autóctonas como sistema de alerta temprana. Cada vez que un grupo de pájaros alzaba el vuelo, los guerrilleros sabían que algo se avecinaba y buscaban refugio de inmediato.

Los soldados soviéticos estaban luchando contra un enemigo invisible que le ofrecía escaramuzas en lugar de batallas, superándolos tácticamente. En la primera fase del conflicto el Ejército Soviético batía con su fuego solo el terreno, rocas y algunos pocos subversivos. El numeroso y moderno arsenal rojo en casi su totalidad fue inútil. El único que respondió con cierta eficacia en esta fase fue el helicóptero MI-24 HIND. Este helicóptero, debía su éxito a que tenía un blindaje que lo protegía de los proyectiles de bajo y mediano calibre que utilizaban los guerrilleros y podía dejar fuera de combate a los oponentes en tierra mediante sus propias armas, un verdadero tanque de guerra volador. Entre sus armas se destacaban el cañón doble GS 30 K de 30 mm, ametralladoras Yak B de 12.7 mm, además de 6 pilones en las alas con una capacidad de 1.500 kg (los pilones del interior soportan al menos 500 kg cada uno, los centrales 250 kg y los de punta alar sólo pueden portar misiles antitanques), para cargar una combinación de armas que van desde bombas lanzadores de cohetes o contenedores de armamentos varios.

En este punto y para contrarrestar los éxitos del Mi24 sobre los insurgentes, los estadounidenses deciden entregar a los muyahidines el misil tierra-aire pasivo, Stinger, un misil lanzado desde el hombro por un solo operador, poniendo fin a la supremacía del helicóptero ruso en los enfrentamientos.

Febrero de 1983. El entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, reunido con una delegación de los talibanes en un salón de la Casa Blanca. Foto: Michael Evans.

Con ese nuevo sistema de armas, que en la época costaba US$ 40.000, se derribaba a una aeronave que valía US$ 10 millones. Los afganos abatieron en promedio entre uno o dos helicópteros por día, haciendo que el alto mando soviético comprendiera que el esfuerzo bélico era insostenible. Era difícil luchar contra un oponente que disponía de esas armas, pero peor aún era identificarlo mimetizado entre el resto de la población afgana.

La mayoría de la tropa de los muyahidines, eran campesinos, agricultores o pastores de ganado que, cuando no estaban luchando contra los soviéticos, cultivaban la tierra o concertaban matrimonios o, simplemente, llevando a cabo su rutina diaria. El alto mando soviético, al percibir esto, cambió la estrategia de la guerra entrando en una nueva fase con una nueva doctrina radicalmente diferente.

Como los civiles afganos y guerrilleros eran indistinguibles, ambos debían ser tratados como hostiles y como combatientes enemigos. En los años siguientes, los soviéticos procedieron a bombardeos masivos sobre aldeas se cerraron plazas industriales, muchas tierras de cultivo fueron minadas y el ganado fue abatido a tiros desde aeronaves.

En apenas el primer año de la aplicación de esta doctrina, murieron aproximadamente un millón de afganos; el objetivo era forzar a la población a migrar desde las zonas rurales hacia zonas urbanas mucho más fáciles de controlar por los soviéticos; la población de Kabul casi se triplicó. Y más de 6 millones de afganos huyeron de su país sobre todo al vecino Pakistán.

Entre los refugiados, que no eran familias enteras, ni clanes completos, había mujeres, niños y ancianos. Los niños constituían una verdadera masa desproporcionada; los hombres no migraron se quedaron para luchar contra los soviéticos y todos los que tenían edad para combatir consiguieron un fusil para pelear contra el enemigo extranjero.

Recordemos que los afganos ya eran veteranos combatiendo, aun cuando el nivel de guerra total no lo habían vivido nunca hasta esta fase de exterminio y persecución. Esto para ellos ya no era una guerra contra una potencia extranjera sino una lucha por la supervivencia. A medida que avanzaba la contienda, con familias y organizaciones tribales desgarradas, Afganistán se iba convirtiendo en una tierra sin mujeres y niños.

Es esta cuestión un punto de inflexión significativo en la cultura afgana, por patriarcal que la consideraran los extranjeros, pues los lazos familiares y de grupo eran una verdadera contención para hombres y mujeres. En el seno de las familias se mostraban los afectos y generosidad de estos hombres rudos, pero sobre todo la protección a los suyos. Desconectados de sus familias durante años, los combatientes afganos sufrieron una gran perturbación emocional.

Encontrándose los muyahidines con la única compañía de otros hombres en las condiciones más duras que pueda esperarse, es natural que las guerras cambien a los hombres y, en esa campaña, en Afganistán el conflicto cambió a millones. Los diversos síndromes de combate y la alienación afectaron a muchos llevándolos a un estado de barbarie casi incontenible.

En Pakistán, en la ciudad de Peshawar, los pastunes étnicos organizaron eventos para recaudar fondos, recolectaron y restauraron armas, siendo históricamente excelentes armeros y herreros, incluso, se dijo, reprodujeron fusiles y pistolas, fabricándolos con las respectivas municiones, organizando, con voluntarios, el apoyo a sus parientes afganos.

Muy pronto surgieron mas de 80 facciones, todas afirmando luchar por la causa santa, contra el extranjero infiel. La religión islámica se había fundamentalizado en ellos, el conflicto se había convertido en una guerra santa. Cuando el gobierno de Pakistán se percató de la situación, a los servicios de inteligencia de Pakistán (ISI, Inter Services Intelligence) se les ordenó hacerse cargo.

Antes de esto el ISI no tenía una gran preponderancia dentro del esquema de poder paquistaní, pero en plena Guerra Fría y con recursos provenientes de Estados Unidos y Arabia Saudita comenzó a financiar el esfuerzo de guerra de los muyahidines. Es en esta época donde el ISI tomó importancia dentro del esquema de poder de Pakistán.

El ISI paquistaní, distribuyó dinero, armas y combatientes voluntarios a sus grupos favoritos en Pakistán, grupos que, posteriormente, se dirigieron al combate a través de la frontera afgana. Cada uno de estos grupos con base en Pakistán reclamó el liderazgo de la contienda y cada uno trató de demostrar su devoción a la causa santa, adoptando narrativas islámicas cada vez más radicalizadas.

A medida que avanzaba la guerra en Afganistán, estos grupos paquistaníes adoptaron actitudes cada vez más celosas de la observancia del islam, una más extrema que la otra, hasta que el extremismo fue la nueva normalidad para los muyahidines afganos, al punto que, en 1988, la máquina de guerra soviética no soporto más y se retiró abandonando a sus aliados comunistas.

Cabe recordar que fue Mijaíl Gorbachov el que puso en marcha un plan consistente en la retirada masiva de las tropas soviéticas de Afganistán.

A pesar de los intentos desesperados del gobierno de Kabul por negociar una salida mediante un acuerdo de paz, se había derramado demasiada sangre y sin el apoyo soviético el gobierno no tenía ninguna influencia como para negociar nada, si bien todavía disponía de equipo militar soviético, con el que resistió hasta 1992, año en el que, finalmente, los muyahidines cercaron Kabul y derrocaron al gobierno comunista.

Esto fue el comienzo de anárquicos enfrentamientos entre los diferentes grupos muyahidines, los que ocuparon diferentes partes de la ciudad y comenzaron a dispararse entre sí con todas las armas disponibles, incluidos misiles. Una nueva carnicería se llevó a cabo en Kabul; la mitad de la ciudad quedó reducida a escombros y lo mismo pasó con otras ciudades afganas. Cada grupo de muyahidines peleaba por asegurar sus posesiones.

Lo que los soviéticos le hicieron al campo, los mismos afganos se lo hicieron a sus ciudades, surgiendo un caos en todo el país con la aparición de mini dominios territoriales, donde cada grupo erigió puestos de control en lo quedaba de las carreteras.

Aquellos niños que, en gran número, se habían refugiado en Pakistán al promediar el conflicto y sobre todo en la etapa de terror impulsada por Gorbachov, la llamada estrategia de despoblación, habían pasado grandes penurias, perdiendo su infancia en campos de refugiados, sin figura paterna e inmersos en la pobreza.

Se cree que alrededor de tres cuartas partes de los niños en los campos paquistaníes de refugiados afganos era menor de 15 años. En estos campamentos creció toda una generación de niños afganos, con una única forma de escolarización, las “Madrazas”, que eran escuelas religiosas islámicas que ofrecían instrucción gratuita. En esas escuelas se les brindó instrucción, algo de normalidad, una rutina de trabajo escolar y esperanza en su futuro.

Estas “madrazas” estaban dirigidas por clérigos que respondían a los partidos islamistas de Pakistán e íntimamente relacionadas con la inteligencia paquistaní (ISI) y financiadas en su mayor parte por familias adineradas saudíes. Establecidas junto a la frontera afgana, se estima que llegaron a funcionar más de dos mil “madrazas” con una matrícula de más de dos cientos veinte mil niños.

Estos chicos, estaban virtualmente aislados de las noticias mundiales y adoctrinados en el wahabismo, que es una corriente político-religiosa musulmana de la rama mayoritaria, del sunismo. A los estudiantes se les aseguraba que estaban predestinados a rescatar el mundo del imperio del mal y el mal estaba constituido por todo aquello ajeno al islam.

En estas “madrazas” además de religión se los instruyó militarmente para el combate a los efectos de que pudieran cumplir con el designio de combatir al mal. Estos estudiantes se convirtieron en los talibanes. La palabra talibán es el plural para estudiante en árabe.

En Kandahar un clérigo talibán llamado Mullah Omar que había dirigido un grupo de jóvenes junto a otros muyahidines y que había tomado el control de varios distritos de la ciudad, fue, en principio, bienvenido por los lugareños, mientras algunos grupos de muyahidines habían recurrido a la extorsión, al acoso y a la persecución; la cuestión cambió con los jóvenes talibanes cuando comenzaron a aplicar la sharía o ley del islam.

El Mullah Omar, era el jefe de los talibanes de Afganistán

Los violadores fueron ahorcados, los ladrones perdieron las manos y el resto de los criminales fueron tratados en consecuencia. Para muchos pobladores los talibanes parecían portadores de estabilidad, sobre todo, en comparación con los muyahidines. Los sucesos de Kandahar llamaron la atención del aparato de seguridad paquistaní; a partir de allí el ISI suministro armas, financiación y capacidades adicionales al talibán.

En 1994 los talibanes eliminaron los puestos de control muyahidines en la frontera entre Afganistán y Pakistán, lo que permitió que mercaderías estacionadas en dicha frontera llegaran a los mercados afganos, pues al eliminar los peajes los precios se redujeron.

En esas circunstancias los talibanes se adueñaron por completo de Kandahar, consiguiendo además apoderarse de varias piezas de artillería, tanques, helicópteros, equipos de comunicaciones y cientos de camiones cargados de armas e incluso dinero.

En el otro lado de la frontera, Pakistán abrió los campos de refugiados afganos permitiendo que los estudiantes talibanes regresaran a Afganistán. Estos talibanes fueron en principio bienvenidos por la población afgana, porque vivían bajo la tiranía y el desorden de los muyahidines. Los afganos estaban desesperados por un salvador y los talibanes cumplieron en ese momento con ese papel. Expulsaron a los muyahidines de varias ciudades como Wardak y otras, en 1995 tomaron Herat y se dirigieron hacia Kabul y a fines septiembre de 1996 tomaron posesión de la misma.

Al principio, en Kabul, esos hombres jóvenes con turbantes negros parecían tan extranjeros como los rusos, dado que hablaban un dialecto diferente, habían sido educados en el extranjero y descendían de los refugiados de mediados de la década del 80. Cuando se instalaron en el poder, la realidad talibán se mostró: impusieron inmediatamente la Ssharía, los teatros fueron convertidos en mezquitas y a las mujeres se les prohibió totalmente la vida pública.

La música, las películas e incluso las fotos fueron prohibidas, las tiendas de video fueron incendiadas y los televisores destrozados, se prohibieron los juegos de azar, se prohibieron las mascotas y se criminalizó cualquier celebración no islámica, llegando a prohibir algunas costumbres y tradiciones afganas locales como la de remontar cometas.

Todos los hombres y mujeres debían usar ropas de acuerdo con los mandatos de la Sharía, con obligatoriedad de usar barba; además cualquiera que fuera sorprendido sin rezar al momento de la oración era castigado. Convirtieron a Afganistán en un estado ioslámico, gobernado mediante un totalitarismo religioso.

Así las cosas, este gobierno de los talibanes en Afganistán, tenía una estructura de mando muy particular y la organización de un régimen que parecía resistirse a instituir nada por temor a debilitar su pureza teocrática con fórmulas profanas.

Se conocían los nombres de varios líderes talibán como los mullah Mohammad Hassan Akhund, jefe del Estado Mayor militar, y Mohammad Hassan Rahmani, gobernador de Kandahar, pero la impresión desde fuera es que carecían de jerarquías y rangos.

En apariencia, funcionaba al estilo de la asamblea tradicional pashtún, la loya jirga, una toma de decisiones basada en el consenso y unos lazos personales de lealtad entre los miembros de las shuras principales, si bien esta presunta dirección colectiva topaba con el hecho incuestionable de que Omar tenía la última palabra en las decisiones importantes.

Se salvaguardó el núcleo duro de pashtunes kandaharis, y aunque ahora gobernaban territorios en los que los pashtunes no eran mayoría, Omar y sus compañeros se negaron a desarrollar un mecanismo que permitiera incluir en la toma de decisiones a representantes de las etnias minoritarias.

Fue ésta “versatilidad de la élite talibán” una característica que hizo inextricable el entramado del poder del régimen. Omar alimentaba este marco de incógnitas con su negativa a ser fotografiado y a recibir visitantes no musulmanes. En los cinco años que duró el régimen talibán, sólo un puñado de periodistas, diplomáticos o agentes de seguridad de Pakistán y Arabia Saudí recibieron audiencia por este hombre.

Unos meses antes de caer Kabul en manos talibán, llegó a Jalalabad el multimillonario saudí Osama bin Laden, consagrado a la jihad particular contra Estados Unidos a través de su red subversiva Al-Qaeda, creada a partir de ex muyahidínes extranjeros.

Esta organización fanatizada, con una visión religiosa muy virulenta y reduccionista conocida como salafismo-jihaidismo y de complicada reinserción en sus sociedades de origen, recibió el nombre genérico de árabes-afganos, a pesar de que ninguno de ellos era afgano y buena parte ni siquiera árabes.

Al parecer bin Laden conoció a algunos dirigentes talibán que combatieron en las provincias pashtunes en los años ochenta. El movimiento de Omar se le presentaba como un aliado natural por compartir la doctrina sunní y un odio indeclinable a toda importación cultural de Occidente.

Los talibanes brindaron al saudí un trato especial de huésped, conscientes de que la relación iba a reportar beneficios mutuos. Las fuentes señalan que en abril de 1997 bin Laden y sus acólitos, provistos de sofisticados y carísimos sistemas de comunicación, se mudaron a Kandahar, que es donde trabaron contacto directo con Omar.

Con el visto bueno del mullah, bin Laden levantó campos de entrenamiento para terroristas en el territorio que aquellos controlaban. A cambio de esta cobertura, construyó a Omar y demás líderes talibán residencias a prueba de ataques, búnkers subterráneos y otras edificaciones para uso militar.

Aun cuando no parece que los talibanes tomaran parte en la conspiración, la impunidad con que su invitado se valía de su libertad de movimientos para amenazar a un tercer Estado era reveladora del talante de Omar y sus asociados. En Afganistán bin Laden planificó sus golpes contra Estados Unidos.

El 23 de febrero de 1998 organizó un cónclave de grupos integristas en su base de Jost del que, bajo la etiqueta de “Frente Islámico Internacional para la Jihad contra judíos y Cruzados”, salió una “fatwa” para matar a todo norteamericano, militar o civil, en cualquier lugar del mundo.

Luego de la catástrofe terrorista del 11 de septiembre de 2001 se reveló que el vínculo entre Omar y bin Laden iba más allá de la mera amistad o la política: eran nada menos que consuegros. Según estas informaciones, la quinta esposa del saudí sería una hija de Omar y éste habría tomado en matrimonio a la hija mayor de aquel.

En suma, desde antes del 11 de septiembre bin Laden no sólo había sido un invitado privilegiado, sino que había ejercido un poderoso influjo en el régimen afgano, a pesar de las complicaciones internacionales que tal connivencia pudiera acarrear a este último. El pacto se supone que incluyó la transferencia a la organización de bin Laden de los campos de entrenamiento de voluntarios extranjeros existentes en Afganistán.

El espectacular ataque terrorista en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, con sus devastadores daños, puso inmediatamente en la mira a Osama bin Laden. Éste se desvinculó de los hechos para ganar tiempo, si bien se felicitó por lo que calificó de “reacción legítima de los oprimidos” y amenazó veladamente con nuevos ataques, con armas convencionales o de destrucción masiva, a cargo de su organización.

Sin solución de continuidad, las miradas acusadora de Estados Unidos y sus aliados, formales o reclutados apresuradamente para su anunciada coalición internacional contra el terrorismo, se posaron en Afganistán y contra el régimen talibán. El 14 y el 15 de septiembre, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunciaba la guerra general contra Al-Qaeda quedando implícito que ésta comenzaría en el país donde la organización terrorista tenía su cuartel general.

Omar hizo un llamamiento a la población afgana, para que afrontase con “valentía y dignidad” una eventual represalia de Estados Unidos, ya que sólo perecería si era “la voluntad de Dios”. En un tono desafiante, advirtió a los países vecinos sin citar nombres que se abstuvieran de colaborar en una intervención militar de no musulmanes.

Los hechos descriptos arriba fueron los que dieron comienzo a la guerra de Afganistán, la guerra más larga de la historia de los Estados Unidos. Probablemente lo narrado esté en el recuerdo de muchos de nosotros, lo que seguro pocos esperábamos era un final así. 19 años después se ha llegado a un triste epílogo para dos operaciones militares que recibieron nombres tan grandilocuentes como Libertad Duradera y Centinela de la Libertad.

El Acuerdo de Doha, firmado el pasado 29 de febrero de 2020 entre los talibanes y Estados Unidos, que fue presentado como un “acuerdo de paz” entre dos de las partes del conflicto, que invitaba a pensar, en un próximo alto el fuego en Afganistán, en realidad se centra exclusivamente en establecer los términos en los que Estados Unidos saldrá del país tras 20 años de intervención; algo confirmado por la Administración de Joe Biden.

Más allá de la renuncia de Estados Unidos a seguir en Afganistán, las conversaciones entre el gobierno afgano y los talibanes, aún en curso, determinarán si, efectivamente, hay esperanza para que prevalezca la paz en un país asolado por la violencia desde hace muchas décadas.

Mientras en estos momentos, agosto de 2021, los talibanes afirman controlar el 85% de Afganistán, culpando a Estados Unidos por el fracaso del acuerdo y desde que el presidente Joe Biden anunció en mayo un plan de salida de Afganistán, los talibanes han tomado más de 150 distritos del país.

Por otro lado, el presidente de Afganistán, Mohammad Ashraf Ghani, instó a los talibanes a aprender las lecciones de Siria, Irak y Yemen y a evitar la violencia para unirse a un proceso de paz. El presidente se dirigía a una reunión pública en la provincia oriental de Khost tras inaugurar el quinto aeropuerto internacional del país, construido con un coste estimado de US$ 20 millones.

“En lugar de sentarse eventualmente (para las conversaciones) mañana, ¿por qué no sentarse a hablar hoy? Hay que aprender las lecciones de Siria, Yemen, Irak, Argelia y Líbano”, señaló el mandatario. “Si ustedes (los talibanes) deciden luchar, entonces toda la responsabilidad recaerá sobre sus hombros”, añadió el presidente, tras culpar a los talibanes del recrudecimiento de la violencia en medio de la salida de las tropas extranjeras de Afganistán.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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EL CHOQUE EN EL VALLE DE GALWAN: IMPERATIVOS ESTRATÉGICOS DE INDIA CONTRA CHINA

Siddhant Hira*

A nivel estratégico, la rivalidad sino-india tiene unas pocas décadas de antigüedad. Históricamente —cada vez que la República Popular China (RPC/China) se enfrenta a presiones internas y externas— ha establecido su dominio en la región al mostrar agresión contra la India. Curiosamente, la India en 1962 y la República Popular China en 2020 se equivocaron a la hora de anticiparse a la otra parte: en 1962, la India no creyó que China libraría una guerra y tampoco China pensó que la India respondería en 2020.

Harsh V. Pant escribió que China ha estado persiguiendo activamente “políticas para prevenir la aparición de otros poderes regionales, o por lo menos para limitar su desarrollo relativo a ella”. Y esto es especialmente cierto desde que Xi Jinping se transformó en el presidente chino en 2012: su gobierno ha sido sinónimo de varias agresiones que incluyen la diplomacia lobo-guerrero, la expansión marítima y los conflictos territoriales. Estos temas se han manifestado en su dominio en el Mar del Sur de China, la Iniciativa de la Ruta del Cinturón (BRI) y la política de trampa de la deuda, la interferencia en Sri Lanka, Nepal, Bangladesh y las Maldivas. La China de hoy ha superado su embarazoso siglo, pero no lo ha olvidado. Y ahora, su interés nacional es un deseo de independencia nacional, igualdad y reconocimiento en la escena internacional.

Los cuatro objetivos clave de su política exterior son la seguridad territorial, la estabilidad política, el progreso económico y la identidad nacional. La seguridad territorial es el objetivo más importante para lograr la seguridad nacional, que garantiza un fuerte control sobre el Estado. La presencia de estabilidad política es crucial en la región para el desarrollo pacífico. Y su política económica es asegurar éxitos —dentro de ciertos límites definidos por el Estado— para las empresas o negocios. Al promover su identidad nacional, China pretende proyectar su influencia cultural al mundo como potencia titular de un estatus y un activo buscador de reconocimiento.

El año pasado, el 15 y 16 de junio de 2020, China atacó a las tropas indias en el punto de patrullaje 14 en el valle de Galwan, a lo largo de la Línea de Control Real (LAC). Creyó que esta vez también el ejército indio estaría en desorden como lo estuvo en 1962. Pero en realidad, el ejército indio era similar a 1967 y 1987. La agresión china en la LAC en realidad comprendió tres escaramuzas separadas involucrando 300 tropas en total.

Durante las conversaciones del 5 de junio de 2020 se acordó desmantelar un campamento del Chinese Observation Post (OP) pero fue repuesto unos días después. Para preguntar sobre la re-erección, el Coronel Santosh Babu —al mando de 16 Bihar— dirigió personalmente un equipo a pie para hablar con el CO chino. Todos se sorprendieron cuando no reconocieron a los chinos; después de haberse desplegado en la región el tiempo suficiente, estaban familiarizados con sus oponentes.

Hubo dos razones para el primer enfrentamiento: la beligerancia de la nueva fuerza china sobre el CO indio preguntando sobre el campamento reconstruido, y luego un soldado chino empujando inmediatamente al Coronel Babu mientras también gritaba obscenidades en mandarín. Fue entonces cuando el CO de 16 Bihar entendió que las acciones chinas no eran de naturaleza táctica sino estratégica, viniendo directamente de Pekín. Estas acciones llevaron a los indios a responder ferozmente con sus puños, saliendo victoriosos después de 30 minutos. 16 Bihar incluso aplastó y luego redujo a cenizas al OP chino.

El segundo altercado es el más conocido, lo que resultó en que India y China perdieran hombres en las gélidas aguas del río Galwan. El Coronel Babu murió en las aguas después de ser golpeado en la cabeza por una piedra grande y cayó al río. Las emociones y la conmoción obviamente eran intensas, pero los indios mantuvieron la calma.

El detonante del tercer y último cuerpo a cuerpo fue cuando 16 Bihar escuchó un dron que estaba monitoreando el área para proporcionar inteligencia de imágenes (IMINT) para un nuevo asalto. India reforzó sus fuerzas con pelotones Ghatak —unidades de infantería de élite que lideran ataques, actuando como “tropas de choque”— del 16 Bihar y el Regimiento 3 de Punjab. Esta fase, de nuevo por encima y a lo largo del río Galwan, implicó el número máximo de ambos lados. También se intercambiaron heridos y bajas. Pero todo el personal tardó tres días más en llegar a sus lados respectivos.

Un año después de la escaramuza del valle de Galwan, tanto la India como China han mejorado su presencia militar, desplegado armas, logística e infraestructura fronteriza. Recientemente, China ha reemplazado dos divisiones en la LAC, ambas incluyendo dos regimientos móviles y un regimiento blindado, de artillería y de defensa aérea cada uno. También están mejorando la construcción detrás de los puntos de fricción en Aksai Chin. Los chinos comenzaron a establecer refugios reforzados para sus tropas, lo que significó el despliegue de tropas durante el invierno. Solo entonces India hizo lo mismo.

La India está bien preparada para contrarrestar estos movimientos a lo largo de la frontera indo-china y —después de Galwan— ha completado proyectos en un año que normalmente habría tomado cinco años. La República Popular China tal vez se sorprendió más por la rápida velocidad de la India en el desarrollo de la infraestructura fronteriza, que es quizás la más frecuente “causa raíz de las tensiones” entre los países: la velocidad de respuesta de la India y la acumulación de tropas se ha visto estimulada por las acciones de China, pero China parece estar viéndolo como una provocación en sí misma. A partir del 10 de marzo de 2021, la India ha construido 57 carreteras, construido y renovado 32 helipuertos, desarrollado 47 puestos avanzados y 12 campamentos de preparación para la Policía fronteriza indo-tibetana. En el ejercicio 2020-2021, la construcción de la frontera india fue de 1.200 kms con más de 1.000 kms a lo largo de ALC.

La nueva política de la India en la frontera sino-india es “defensa ofensiva”: aviones de combate y helicópteros de primera línea se han desplegado como disuasión estratégica, el 1er Cuerpo mecanizado se ha reorientado desde la frontera con Pakistán para manejar el ALC y, si es necesario, golpes relámpagos en el Tíbet. En términos de mano de obra, una formación de 10.000 soldados se ha unido al 17 Cuerpo de Ataque de Montaña, la única fuerza ofensiva de la India contra China especializada en la guerra de montaña. Y 50.000 soldados más acaban de ser estacionados, lo que eleva el total a 200.000 la Fuerzas de Operaciones Especiales de los tres comandos —Paracaidistas del Ejército (Fuerzas Especiales), comúnmente conocido como PARA (SF); los Comandos de Infantería de Marina de la Armada (MARCOS) y los Comandos Garud de la Fuerza Aérea (Garuds)— todos han sido incorporados a posiciones de avance en el este de Ladakh. En noviembre de 2020 MARCOS también se desplegó en el lago Pangong y la adquisición por parte del Ejército de 17 botes de fondo plano para el despliegue rápido de tropas debido a contingencias da crédito a la teoría de que ahora tiene una presencia permanente allí.

Aparte de la posible razón clave explicada anteriormente, hay varios otros factores detrás del ataque de China a ALC. Estos incluyen el amplio poder nacional de China (CNP) y la orden de seguridad asiática, el desapego de la India del Quadrilateral Security Dialogue (QSD, también conocido como Quad), el deseo de participación india en la BRI, el control sobre las líneas marítimas de comunicación (SLOCs), la re-separación de la cuestión indo-paquistaní y el estatus de Ladakh como territorio de la Unión.

En términos del CNP de China y el orden de seguridad asiático, los expertos en relaciones internacionales han declarado este siglo como el “siglo asiático”, pero creo que la presunción del Estado en el valle de Galwan fue un intento de iniciar un “siglo chino”. Antes, el gran plan nacionalista de la RPC era recuperar su gloria perdida durante el “Siglo de la Humillación”, pero ahora ha evolucionado de uno de interés propio a la dominación global. El motivo oculto de China es ser el líder mundial en todos los campos, utilizando métodos cuestionables para una gran mayoría del orden internacional.

Pekín quiere que la India se desprenda del Quad por dos razones principales: la revitalización del Quad limita sus propios objetivos expansionistas y su conciencia de las crecientes ambiciones globales de la India, y cualquier noción que tuviera en sentido contrario fue refutada por la postura militar de Nueva Delhi después de Galwan. La República Popular China ve a la India como su competidor directo en Asia y, para mantenerla bajo control, el presidente Xi Jimping quiere mantener al país fuera de la órbita de los Estados Unidos. China quiere que la India permanezca restringida al sur de Asia, mientras que unos lazos más estrechos con Washington permitirán a Nueva Delhi proyectar poder más allá de su vecindad inmediata.

En cuanto a la cuestión indo-pakistaní, las dos potencias —junto con China— tienen políticas independientes al respecto que se aplican simultáneamente y, por lo tanto, siempre están enfrentadas. Pakistán siempre ha mantenido la cuestión indo-paquistaní dividida con su antigua política de “desangrar a la India a través de mil recortes”, mientras que la India ha hecho continuos intentos de separarla. Y como China considera a la India su rival asiático más poderoso, ha comenzado a volver a separar la cuestión indo-pakistaní. Shivshankar Menon escribe en su libro India and Asian Geopolitics: The Past, Present que “la presencia a largo plazo de China en POK como parte del CPEC es una apuesta china por el continuo control de Pakistán en territorio indio, y ha profundizado el interés chino en la longevidad de un Pakistán dominado por su ejército”. Se ha asegurado de que en la eventualidad de hostilidades más allá del nivel en el valle de Galwan, la India se distraerá y se verá obligada a dividir sus recursos a través de las fronteras pakistaníes y chinas en una guerra de dos frentes.

Incluso cuando Xi Jinping inauguró el BRI en mayo de 2017, el PRC ha estado presionando a la India para participar. Nueva Delhi no concederá a Pekín este deseo, ya que cree que el proyecto es puramente para beneficios estratégicos chinos en lugar de un equilibrio con el de la nación anfitriona, así como el paso de la BRI a través del territorio en disputa —Cachemira ocupada por Pakistán (PoK)— que la India considera firmemente propio.

Bajo el disfraz de su diplomacia de deuda-trampa y la estrategia mayor del “collar de perlas” a través de la BRI, la RPC ha estado desarrollando puertos con fines comerciales para monitorear y, en última instancia, controlar los SLOCs en el mar Arábigo y en el océano Índico. Estos proyectos de desarrollo están a tasas de interés tan altas que la única opción viable para la nación anfitriona es arrendarlos de nuevo a China: Hambantota en Sri Lanka en 2017 por 99 años y Gwadar en Pakistán en 2015 por 40 años son solo dos casos bien conocidos. Los precedentes anteriores han demostrado que las instalaciones de doble uso como base naval nunca pueden descartarse.

El 12 de octubre de 2020, justo un día después de la séptima ronda de conversaciones a nivel de comandantes, China reiteró por segunda vez que “no reconoce el territorio de la Ladakh Union establecido ilegalmente por la parte India”. Cree que una porción de Ladakh es su parte de su territorio y tiene la costumbre demostrada de hacer reclamos geopolíticos históricos unilaterales cuando se trata de la frontera con la India y el territorio en disputa, así como reclamos sobre el estado indio de Arunachal Pradesh. La mayoría de las veces, estas afirmaciones son falsas. Haciéndose eco de Vikram Sood en su book The Ultimate Goal, un adagio explica el quid de la cuestión: di una mentira una vez, es falsa –pero dila innumerables veces– y se convierte en la verdad del Evangelio. O, al menos, se ha difundido lo suficiente como para que tales falsedades solo puedan remediarse mediante una estrategia a largo plazo.

Teniendo en cuenta la agresión china a lo largo de ALC, la India tiene que tomar una decisión difícil: ¿seguir siendo un cuidador de cercas y equilibrar sus lealtades entre Estados Unidos y Rusia, o elegir un lado y mantenerse firme en su decisión? ¿Qué tanto se involucra con Quad? El crecimiento económico y el desarrollo sin duda ayudarán a tomar esta decisión, así como desempeñar un papel crucial en la lucha contra la RPC. Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta clara y definitiva, ya que China siempre ofusca su razonamiento estratégico, sus decisiones y sus acciones.

Dado que ni las conversaciones diplomáticas (Mecanismo de Trabajo para la Consulta y Coordinación) ni las conversaciones militares (nivel de Comandante de Cuerpo) con China están logrando ningún avance concreto todavía, creo que el único método para que la India aborde el Estado es una combinación de comprensión de la historia, el idioma y la cultura chinos, el establecimiento de una política estratégica práctica que no sea de naturaleza reaccionaria ni receptiva y una red de inteligencia desarrollada, la casi paridad económica y el desarrollo de habilidades que surgen de los juegos de guerra en varios escenarios en todos los campos. China siempre ha jugado a largo plazo, y ahora es el momento de que India derrote a la oposición..

 

* Graduado de Relaciones Internacionales y cursante de la Maestría en Estudios de Seguridad Nacional en el King’s College de Londres. Investiga acerca de la intersección de las Fuerzas de Operaciones Especiales, Inteligencia, Seguridad Internacional y Política Exterior —especialmente en el contexto indio— y en las relaciones sino-indias.

 

Artículo publicado originalmente el 05/07/2021 en OFCS.Report – Osservatorio – Focus per la Cultura della Sicurezza, Roma, Italia, https://www.ofcs.it/internazionale/galwan-valley-clash-strategic-imperatives-for-india-against-china/#gsc.tab=0

Traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor.