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PETROLERAS BRITÁNICAS Y DE ISRAEL AVANZAN EN PROYECTO HIDROCARBURÍFERO DE MALVINAS NORTE

Fuente: Telam

La petrolera británica Rockhopper Exploration destacó que las alianzas avanzadas con otra empresa del Reino Unido y con una de Israel “fortalecen materialmente la posición de la compañía para un financiamiento exitoso” del proyecto vinculado a la concesión Sea Lion, al norte de las Islas Malvinas, “una vez que los mercados se recuperen”.

Al presentar en Londres los resultados empresarios correspondientes a 2020, Rockhopper resaltó los términos acordados con la firma israelí Navitas Petroleum LP para obtener una participación del 30% en el proyecto Sea Lion.

También destacó la extensión de las licencias petroleras de la cuenca de las Malvinas Norte, incluida el área Sea Lion, dispuesta por el gobierno kelper hasta el 1 de noviembre de 2022.

Por otra parte, Rockhopper puso de relieve el fortalecimiento del grupo a cargo de la operación del proyecto, y en ese sentido ponderó la fusión recientemente completada entre el operador original, Premier Oil plc, con Chrysaor Holdings Limited (ambas firmas británicas) para crear Harbour Energy plc.

Ese acuerdo “resulta en un operador materialmente más grande y financieramente más fuerte del proyecto Sea Lion”.

Keith Lough, presidente de Rockhopper, comentó: «La compañía continuará trabajando en estrecha colaboración con todas las partes interesadas para maximizar la posibilidad de asegurar la incorporación de Navitas”.

Esta última, por su parte, comunicó desde su sede en Tel Aviv que el ingreso al proyecto (que según Rockhopper se completará antes de mediados de año), «aumentará la probabilidad de un financiamiento exitoso del proyecto de deuda senior» para la fase uno del desarrollo de Sea Lion.

Concretamente, se requiere una inversión estimada en US$ 1.800 millones para desarrollar 23 pozos submarinos conectados a un buque flotante de producción, almacenamiento y descarga, puntualizó la empresa.

Lough remarcó “la oportunidad de invertir en un proyecto a escala mundial”, que “en este punto del ciclo presenta una oportunidad convincente”.

Tras completar la definición técnica del proyecto Sea Lion a principios de 2020, la prioridad era asegurar el financiamiento de deuda senior para el proyecto y presentar un plan de desarrollo de campo al Gobierno de las Islas Malvinas.

“Sin embargo, en respuesta a la caída sin precedentes del precio del petróleo experimentada en marzo de 2020, a principios de abril se tomó una decisión de reducir los costos, la plantilla y la actividad en el proyecto”, indicó el comunicado enviado al London Stock Exchange.

De todos modos, agregó, un equipo reducido continuó avanzando en trabajos regulatorios y comerciales, incluido el desarrollo del plan de cero emisiones de carbono netas de Sea Lion y la finalización de los términos de la sociedad con Navitas.

Con 530 millones de barriles de recursos hidrocarburíferos recuperables (250 millones en la fase 1) Sea Lion “es un campo petrolero de clase mundial con la escala y el potencial para crear un gran valor para Rockhopper, sus socios y las Islas Malvinas en su conjunto”, indicó la información. (Télam)

CHINA, POLÍTICA EXTERIOR Y CAMBIO CLIMÁTICO

Isabel Stanganelli*

Imagen de marcinjozwiak en Pixabay

La cuestión del cambio climático ha obrado como uno de los disparadores más sólidos a favor de la búsqueda de energías alternativas desde la década de 1980. Numerosas reuniones procuraron alcanzar un acuerdo global sobre el régimen climático posterior a 2012, año de vencimiento del Protocolo de Kyoto mediante el cual los países industrializados se comprometieron a reducir —para el período 2008-2012— sus emisiones colectivas de gases que causan el efecto de invernadero en un 5,2%, respecto a 1990.

El acuerdo fue suscrito en la ciudad japonesa de Kioto el 10 de diciembre de 1997 por 34 países industrializados. Para que el protocolo entrara en vigor, tenía que ser ratificado por los países industrializados causantes del 55% de las emisiones de estos gases pero cuatro de ellos no lo hicieron: Estados Unidos (responsable por el 36,1% de las emisiones entre los países industrializados en 1990), Australia (2,1%), Liechtenstein (0,001%) y Mónaco (0,001%).

Los Estados Unidos argumentaron que esa firma no solo dañaba su desarrollo económico al obligarlos a destinar presupuesto a innovaciones tecnológicas sino que aducía que existían países menos obligados por ser subdesarrollados que contaminaban más. Se refería a Brasil, China, India, México, entre otros. Obviamente Washington no participó del encuentro de la ONU en Japón.

Independientemente de la importancia del tema para la supervivencia de la vida en el planeta, esta cuestión presenta aristas personales. Fui seleccionada con seis meses de anticipación para asesorar a la delegación argentina en Kioto. Las carpetas coincidían con la posición común de nuestros vecinos de América del Sur. Entonces se apersonó la Sra. María Julia Alsogaray como portavoz del entonces presidente e indicó que Argentina firmaría en consonancia con los Estados Unidos. O sea: no firmó. Impotencia de la delegación y obviamente también mía.

Casi 20 años después, la crisis ucraniana de 2014 fue testigo de profundos cambios en los patrones energéticos mundiales. La politización de conflictos previos por el gas natural que importaba desde la Federación de Rusia y en gran parte transportaba hacia Europa occidental, significó arduas negociaciones y finalmente descartó el proyecto de gasoducto South Stream, el 1º de diciembre de ese año, destinado a abastecer a clientes europeos.

Ante esta situación se incrementaron los esfuerzos europeos de búsqueda de otros proveedores. Cabe acotar que estas fuentes solamente podrían sustituir parte de los hidrocarburos necesarios y que luego del accidente nuclear de Fukushima I, Japón, en marzo 2011, esa fuente resultaba controversial.

Por otra parte, rigen sanciones contra las exportaciones e inversiones en tecnologías de vanguardia aplicadas a la exploración y explotación de petróleo ruso que se suman a la violenta caída del precio del petróleo en los mercados internacionales. Esta situación guarda relación con el ingreso de Estados Unidos como país exportador, políticas de la OPEP y reducción de la demanda mundial —notoriamente de China—, entre otras causas.

Los acontecimientos originados en 2014 pusieron en marcha procesos cuya evolución está produciendo cambios en las actividades de producción de energía, en los hábitos de consumo y en las decisiones políticas en el mundo. Han sido muchos los esfuerzos internacionales para intentar revertir el calentamiento planetario. Una de las más importantes iniciativas guardó relación con la sustitución de los hidrocarburos y combustibles fósiles por otras fuentes alternativas de energía. Se han realizado inversiones notorias en fuentes solares, eólicas, mareomotrices, undimotrices y otras. Al mismo tiempo, se enunciaron objetivos para reducir la emisión de contaminantes, tanto en el mundo desarrollado como en el que no lo está. Todos estos objetivos encontraron obstáculos y desacuerdos. En la Cumbre Renovables 2005, realizada en Alemania, así como en las realizadas con posterioridad, tampoco se lograron acuerdos rotundos. En aquel caso se propuso que el 14% de la energía producida en el mundo proviniera de fuentes alternativas. Estados como Brasil y China, en su condición de países subdesarrollados, superaban entonces ese porcentaje en su matriz energética. Se puede destacar la posición de India, que destacó que cumpliría con todos los objetivos establecidos pero que no firmaría ningún acuerdo, pues no deseaba verse obligada por un documento internacional. Estos tres casos se destacan pues en su calidad de países subdesarrollados, los plazos para lograr los objetivos establecidos en Cumbres previas eran más largos y podían contar con ayuda internacional para alcanzarlos. Hemos visto que esta normativa fue cuestionada por Estados Unidos para no adherir a los acuerdos. Los argumentos de Estados Unidos para evitar compromisos fueron emulados por otros Estados.

El hecho es que a pesar de los años trascurridos, la reducción del precio internacional del barril de petróleo vuelve cada vez más costoso el desarrollo de fuentes convencionales y alternativas de producción energética en función de la ecuación costo-beneficios. Solo las mayores petroleras podrían sostenerse diversificándose contando con su capacidad de adaptarse a las nuevas normas del mercado, a la competencia resultante y al respaldo económico que les otorga más tiempo que a otras empresas de menor envergadura.

Mientras Rusia y China adoptaron desde 2014 medidas de cooperación energética, Estados Unidos se aseguró el primer lugar como país exportador de petróleo extra OPEP y varios países europeos están retornando al uso del carbón, si bien en condiciones ambientales menos contaminantes que las históricas.

En estas circunstancias, en 2020, China anunció planes para lograr cero emisiones para 2060. Junto con la exportación de su vacuna Covid-19 constituyen dos manifestaciones de soft power. Volviendo al cambio climático, el Presidente Xi Jinping en la cumbre del Día de la Tierra —22 de abril 2021— del presidente estadounidense Joe Biden, Xi señaló la estrategia esbozada en el 14º Plan Quinquenal de China para limitar el crecimiento del consumo de carbón y lograr la neutralidad del carbono para 2060.

El 20 de abril, Xi se había comunicado con el príncipe saudí Mohammad bin Salman apoyando las propuestas y medidas de Arabia Saudí a respecto. Una semana antes, Xi se reunió con la canciller Angela Merkel y el presidente Emmanuel Macron y acordaron trabajar más estrechamente en el cambio climático. No debería considerarse un gesto geopolítico… pero la diplomacia con Occidente es más que evidente.

Biden sostuvo una continuidad con su predecesor Trump en cuanto a una competencia estratégica con China aunque no descartó cooperar con Beijing en cuestiones transnacionales que requieren una respuesta colectiva —como el cambio climático—. Este tema puede ser una oportunidad para relaciones más benignas entre los mayores poderes y al mismo tiempo cambiar la mirada de Occidente sobre China, apaciguando tanto a la audiencia nacional como a la internacional.

Además, la exportación de fuentes de energía alternativa “made in China” es un objetivo más de inversión china.

 

* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas. 

©2021-saeeg®

GUAYANA ESEQUIBA: SI NO ES EN LA CORTE, ENTONCES DÓNDE Y CÓMO

Abraham Gómez R.*

Cifras considerables —producto de análisis y registros creíbles— del Fondo Monetario Internacional revelan que Guyana obtuvo, en 2020, un crecimiento de su PIB, por el orden del 86%; incluso, se especula que sobrepasó en un 14 por ciento a la misma China, en su incremento de riquezas.

Nos enteramos que, en el primer trimestre de este año, han aumentado las operaciones de “exploración y las exportaciones petroleras de Guyana” (¿…?). Aprovechamiento de lo que no les pertenece.

La temeraria aseveración anterior la colocamos entre comillas adrede y con interrogantes dudosas; porque el Bloque Stabroek (donde se han activado los pozos Payara, Liza y Uaru) se encuentra en la proyección atlántica tanto de la Zona en Reclamación, como en la prolongación marítima correspondiente al Delta del Orinoco (que no entra y jamás ha estado involucrada en el presente litigio).

El Bloque Stabroek tiene (26.800) kilómetros cuadrados; con recursos recuperables descubiertos actualmente; cuya estimación alcanza a más de 8 mil millones de barriles de petróleo.

No hay el menor recato para dar a conocer, por parte de La ministra de Recursos Naturales de Guyana Vickram Bharrat, que el descubrimiento citado se suma a la consideración en cifras que ellos manejan de recursos de aproximadamente 9.000 millones de barriles de petróleo de reservas probables que se calculan para la zona. Área —precisamente— que la hemos puesto siempre en contención. Proyección atlántica aún por definirse, en lo que atañe a la Zona en reclamación.

Las autoridades guyanesas se ufanan que sus estimaciones proporcionan una perspectiva entre 700.000 y un millón de barriles diarios; pero —diremos nosotros— dentro del ámbito geográfico, que reivindicaremos, porque siempre ha sido nuestro. Además, añaden sin remilgos, que la excolonia británica puede llegar a ser el país con el mayor caudal financiero líquido disponible y de ingreso per-cápita. Tal vez, la nación en el mundo, con el mayor número de barriles de petróleo por habitante.

La Zona Esequiba (y su proyección marítima) donde están operando las citadas empresas nunca ha sido ni británica ni guyanesa; lo que ha habido es una descarada ocupación abusiva de las transnacionales, a partir de concesiones fraudulentas e ilegales que recibieron de los gobiernos guyaneses. Entregas impregnadas de añagaza económica; por cuanto, contrarían el espíritu, propósito y razón del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966.

Pronunciemos —para que lo escuchen allá— una y muchas veces: los convenios suscritos, de buena fe, entre Estados son para ser cumplidos; tal como en efecto lo admite de suyo el principio Pacta Sunt Servanda.

Sin embargo, nos preguntamos: ¿hacia dónde apuntan las miradas de las autoridades de nuestra Cancillería?

Nos parece que ya es tiempo que quienes manejan la política exterior de Venezuela consignen las debidas denuncias —suficientemente documentadas— ante las instancias internacionales correspondientes, por la vileza cómo viene operando ese enjambre de empresas transnacionales, con la anuencia de los gobiernos guyaneses.

Cuando tuvimos la ocasión de recorrer el país —en casi todas sus universidades— dictando la conferencia, “Guayana Esequiba: litigio histórico y reivindicación en justicia”, nos agradó el inmenso interés que la mencionada controversia ha despertado y concitado en bastantes sectores de la población venezolana. Como nunca, debo decirlo con honestidad, la gente desea explicaciones sobre lo acaecido el 03 de octubre de 1899, y suscrito en la írrita y nula sentencia arbitral, denominada Laudo Arbitral de París.

Con objetividad y detenimiento, hacemos en cada exposición discursiva un análisis crítico del vil despojo del cual fuimos víctima, hace más de un siglo, mediante la citada tratativa perversa de talante político-diplomática.

Motivado a la pandemia, ahora los intercambios los llevamos a cabo vía zoom, en las redes sociales, por radio o televisión. Importante y lo que interesa es no quedarnos callados, ni dejar “adormecer” este asunto de inmensa repercusión nacional.

Reconocemos que han aflorado en todas las regiones aportes significativos para alcanzar pronto un arreglo “práctico y satisfactorio”, en este pleito. Esa alternativa pudo haber sido una solución, algunos años atrás. A mi modo de ver, ya está superada; porque el asunto controversial escaló a nivel de la Corte Internacional de Justicia; y en ese Tribunal no hacen “arreglo” de tal tipo; sino que aplican el derecho; y solo, excepcionalmente, por mutuo acuerdo de las partes, podría dar una solución ex aequo et bono.

Por las redes, nos hemos encontrado con todas las opiniones habidas y por haber. Conjeturas inimaginables, posiciones contradictorias; críticas bien fundamentadas hacia las autoridades de la cancillería, por la opacidad informativa en la aparente defensa de los intereses del Estado venezolano. Señalan los silencios cómplices, las declaraciones destempladas o extemporáneas, las elogiosas frases a la contraparte, en escenarios internacionales.

Estudiosos del litigio, que piden la palabra en las video-conferencias, para preguntar: ¿por qué tantas permisividades, de parte de Venezuela para con las empresas transnacionales, que están esquilmando nuestros recursos (de todo tipo) incalculables?

Afloran varias propuestas un poco desentonadas o desencajadas; pero, respetadas también por la forma, el fondo y la intención como son expuestas. Todas son oídas y analizadas.

Tenemos una reclamación centenaria que ahora se dirime en la Corte Internacional de Justicia.

Juicio que se lleva adelante; el cual no se paralizará por ausencia de alguna de las partes. Y que incluso, de acuerdo con el artículo 53 del Estatuto de la CIJ puede llegar a haber resolución sentencial, así alguna representación concernida no se haga presente.

Este Alto tribunal de la Haya —como ya se sabe— el 18 de diciembre del año pasado, admitió su jurisdicción y competencia para proceder a conocer forma y fondo en este pleito, conforme al recurso interpuesto por Guyana, cuya pretensión procesal (contenida en su petitorio) nos resultará fácilmente desmontable; por cuanto, no poseen el menor asidero histórico-jurídico de lo que en el escrito solicitan a la Sala juzgadora de la Organización de las Naciones Unidas.

Nuestra delegación fue citada, el 26 de febrero del 2021, para la primera audiencia oral (denominada vistas procesales); con la finalidad de exponer nuestros alegatos de los hechos, sustentados en el pleno derecho que poseemos sobre esas tierras; así también argumentar, a nuestro favor, con los elementos de probanza que tenemos —y que son bastantes—. Nuestros escritos no admiten prueba en contrario

¿Qué pasó en esa fecha? No asistimos al citado evento. Para entonces, hubo una decisión del Ejecutivo Nacional de no comparecer. Se prefirió provocar una “reunión de cortesía internacional” que, aunque válida en estos casos de controversias entre Estados, no surte mayores efectos jurisdiccionales.

Hay quienes se inclinan —como estrategia de recuperación— un enfrentamiento bélico. Sin embargo, mayor sensatez percibimos en quienes piensan que el desarrollo conjunto sería una opción valedera.

Mucha gente en Venezuela, cree que debemos denunciar (desaplicar contenido) el Acuerdo de Ginebra para buscar soluciones, con mayor libertad, no obligantemente según el artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas.

Escuchamos exposiciones que mencionan la venta de la Zona en Reclamación, y proceder a repartir el producto entre Venezuela y Guyana. Otros que prefieren que de darse una sentencia en la Corte Internacional de Justicia sea favorable a las 9 etnias que allí habitan. Hay quienes aportan como solución la conformación, en esa área, de una nueva nación, con población de Venezuela y Guyana.

Mi posición sigue invariable, y la he justificado en los siguientes términos: si poseemos suficientes elementos probatorios para exponer y alegar que la Guayana Esequiba siempre ha sido nuestra jurídica, cartográfica, demográfica e históricamente, no debemos rehuir el “combate” al que estamos convocados para el 08 de marzo del 2023. Debemos solicitar que se transmita para el mundo entero, el momento cuando hagamos la consignación por escrito de nuestro memorial de contestación de la demanda; la cual estará munida de argumentos irrebatibles.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV).

 

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/