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MADURO, EDMUNDO Y EL «MÉTODO OBIANG»

Roberto Mansilla Blanco*

El exilio de la oposición política bajo un clima de intimidación, represión y mediación internacional es un método tradicional en los regímenes dictatoriales como mecanismo táctico para sobrevivir en aguas turbulentas. Visto con cierto paralelismo histórico, lo que está ocurriendo hoy en Venezuela muestra algunas semejanzas con lo sucedido en las últimas cuatro décadas en Guinea Ecuatorial, un escenario que conviene recordar porque en ambos casos existe un actor implicado, en este caso España, como maestro de ceremonia.

La decisión del gobierno español de Pedro Sánchez de aceptar este 8 de septiembre el asilo político para el líder opositor venezolano Edmundo González Urrutia, a quien muchos países reconocen como el legítimo ganador de las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio (28J), supone un factor inesperado dentro del delicado equilibrio de poder en Venezuela.

Los medios de comunicación han reflejado la mano del ex presidente español José Luís Rodríguez Zapatero como supuesto artífice del asilo político de González Urrutia, en connivencia con la recién nombrada ministra de Petróleo y vicepresidente venezolana Delcy Rodríguez, cuyo peso es cada vez más ascendente dentro de la estructura de poder del «madurismo». Un dato a tener en cuenta: las exportaciones de petróleo venezolano comienzan a recuperar su ritmo, siendo España uno de los beneficiados.

El «modelo guineano»

¿Qué tiene que ver Guinea Ecuatorial en todo esto? Directamente nada pero como referencia puede servir para intentar arrojar algunas claves que permitan definir hacia dónde se dirige la política venezolana, particularmente una oposición que comienza a experimentar las dificultades del exilio. Madrid, como Miami, se ha convertido en el centro del exilio político venezolano, destacando la presencia de líderes como Antonio Ledezma y Leopoldo López, además de decenas de activistas políticos. Una lista a la que se suma ahora González Urrutia.

Colonia española hasta 1969, Guinea Ecuatorial transitó hacia un régimen cada vez más autocrático cuando en 1979 el militar Theodore Obiang tomó el poder vía golpe de Estado contra el entonces presidente Francisco Macías. Desde entonces, Obiang instauró un régimen personalista y autoritario que lleva 45 años de duración y en la que el fraude electoral parece ser una herramienta eficaz para preservar su poder. País petrolero con importantes recursos minerales en su subsuelo, factor que le da cierto peso estratégico a nivel geopolítico, el régimen de Obiang se ha mantenido en el poder a fuerza de represión, intimidación, violaciones de derechos humanos así como un hábil pragmatismo que le permitió mantener una política de neutralidad dentro de la confrontación global de la «guerra fría» entre EEUU y la URSS.

El histórico líder de la oposición a Obiang, Severo Moto fue acogido por España en 1983 fundando en Madrid el Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial. Desde allí organizó una especie de gobierno paralelo intentando influir infructuosamente en la situación política de su país de origen. Mientras Obiang fue reforzando su autoritario poder y ampliando sus alianzas exteriores, destacando además de Rusia y China el ex presidente venezolano Hugo Chávez, siendo el principal aliado geopolítico de Obiang en América Latina fortaleciendo acuerdos económicos y energéticos conjuntos, continuados y ampliados desde 2013 con Maduro en la presidencia, Moto fue cayendo cada vez más en la intrascendencia política para la clase política española. Con todo, sectores opositores intentaron infructuosamente un golpe contra Obiang en 2017.

La sintonía entre Obiang y Maduro es tal que el presidente guineoecuatoriano fue uno de los pocos líderes mundiales que felicitó al mandatario venezolano por su controvertida reelección el pasado 28J cuando el prisma del fraude electoral denunciado por la oposición venezolana recorría el mundo. En 2013 el mandatario guineano anunció la salida de su país de la Corte Penal Internacional (CPI), entidad que está investigando a Maduro desde 2021 por crímenes de lesa humanidad. No obstante, en los últimos meses, Obiang también está observando crisis internas por violaciones de derechos humanos. Previo a la salida de Edmundo de Venezuela, desde Buenos Aires se instó a la CPI a ordenar la detención de Maduro por violaciones de derechos humanos.

En 2006 Obiang visitó España entonces bajo el gobierno de Zapatero. Anteriormente también fue recibido por el ex presidente español José María Aznar. Otros altos representantes de la política española de colores políticos diferentes como José Bono, Mariano Rajoy, Miguel Ángel Moratinos o Josep Borrel, alto comisario de la UE para la Política Exterior y de Seguridad, también han hecho lo mismo. Más allá de las violaciones de derechos humanos en Guinea Ecuatorial y de la activa presencia de la oposición guineana en España, Madrid hizo valer sus intereses vía realpolitik ante un actor incómodo pero necesario como Obiang al mismo tiempo que fue desestimando las expectativas opositoras de llevar a cabo una transición en el país africano, muy probablemente también por la debilidad y las fisuras internas dentro de la oposición ecuatoguineana.

¿Punto de quiebre o enfriamiento de la crisis venezolana?

La oposición venezolana debería así mirar con mayor atención el espejo guineano como una referencia a evitar. Los ojos están puestos en cómo asumirá María Corina Machado este nuevo contexto, si sale reforzada o, por el contrario, se verá más debilitada y a merced de cualquier arbitraria detención por parte del régimen de Maduro. Diversas fuentes observan que las protestas en Venezuela han perdido fuerza toda vez que Maduro juega al desaliento y la desmoralización entre las filas opositoras.

Pero el exilio de Edmundo abre un nuevo capítulo que, como cualquier parteaguas, implica nuevas expectativas. Desde el exilio se estima que González Urrutia iniciará una activa campaña internacional en la que mostrará pruebas sobre el fraude electoral del 28J. Opacado por la incansable figura de María Corina Machado, está por ver cuál será la capacidad real de persuasión de González Urrutia para convencer a la comunidad internacional hacia la transición política en Venezuela.

Maduro se atrinchera obstinadamente y corre el riesgo de un mayor  aislamiento regional abriendo una crisis diplomática con Brasil por el asedio a la embajada argentina en Caracas donde están refugiados otros líderes opositores. No obstante, la aceptación de Maduro del asilo político español para Edmundo supone una táctica dilatoria para ganar tiempo e intentar lavar su imagen internacional; un método muy similar al utilizado durante años por el régimen cubano con algunos de sus prisioneros políticos.

Por otro lado, con Edmundo fuera de Venezuela, debe observarse igualmente con atención cómo transitará a partir de ahora la mediación de Brasil, Colombia y México para buscar una salida a la interminable crisis venezolana, o si la misma tiene ya algún tipo de incidencia. Todo ello sin desestimar las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre próximo, particularmente en el caso del voto venezolano en EEUU, más proclive a apoyar al republicano Donald Trump.

Mientras Edmundo buscará revitalizar desde el exilio la causa democrática venezolana a nivel internacional, Maduro apuesta por alejar a la principal dirigencia opositora del centro neurálgico del poder en Caracas. Con ello busca, como en el caso de Obiang con Severo Moto, presionar políticamente para asegurar la intrascendencia del exilio venezolano.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

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EL VIACRUCIS VENEZOLANO

Roberto Mansilla Blanco*

Venezuela vuelve a generar atención internacional. Los comicios presidenciales del pasado 28 de julio (28J) implicaron un nuevo episodio de la interminable crisis política venezolana. El Consejo Nacional Electoral (CNE) declaró ganador al presidente Nicolás Maduro. Inmediatamente, la oposición, liderada en la tarjeta electoral por Edmundo González Urrutia pero políticamente por María Corina Machado, denunció un masivo fraude, instando a la autoridad electoral a mostrar los actas definitivas del escrutinio, hasta ahora infructuosamente.

A consecuencia, el país caribeño y sudamericano ha registrado diversas protestas en las calles que dejaron decenas de muertes ante la represión por parte de las autoridades policiales. Este 17 de agosto, la oposición convocó masivas protestas contra Maduro en más de 300 ciudades a escala mundial. La comunidad internacional viene movilizándose para intentar alcanzar un acuerdo entre las partes que implique una solución postelectoral.

Brasil, Colombia y México impulsan una mediación toda vez piden a Maduro la entrega de los actas para garantizar la transparencia electoral. Varios países a nivel hemisférico pero también en Europa (España entre ellos) exigen igualmente la presentación de las actas; algunos de ellos reconociendo la victoria opositora, otros evitando pronunciarse expresamente. El reconocimiento presidencial de Maduro viene de sus tradicionales aliados, especialmente Rusia, China, Cuba, Corea del Norte, Nicaragua e Irán.

Existen algunos indicios que pueden apreciar la posibilidad de que, esta vez, los factores de poder que influyen en la crisis venezolana estén dispuestos a aceptar una transición pactada. El más importante de estos indicios puede identificarse en el hecho de que gobiernos de izquierdas que tradicionalmente han establecido una mayor predisposición a mantener relaciones con Maduro (Lula en Brasil y Gustavo Petro en Colombia) sean precisamente ahora los que estén impulsando una mediación toda vez desconocen los resultados hasta no se presenten los actas.

Estos gobiernos presionan a Maduro para entregar las actas como condición prácticamente inalterable para encontrar una salida y verificar la transparencia electoral. En el caso de Lula, incluso llegó a reprender al mandatario venezolano («debe aprender también a perder») tras las controvertidas declaraciones previas de Maduro de que en Venezuela se daría «un baño de sangre y una guerra civil» en caso de derrota electoral el 28J. Críticas similares las realizó también el presidente chileno Gabriel Boric.

No obstante, Lula, probablemente el interlocutor más eficaz a la hora de garantizar la posibilidad de éxito de la mediación, también recela de las pretensiones de la oposición venezolana y de las pruebas de actas electorales que aparentemente tienen en sus manos. El mandatario brasileño debe manejar difíciles equilibrios para la obtención de consensos.

Cabe destacar que estos países (Brasil, Colombia, México y Chile) son los que han recibido la mayor afluencia de emigrantes y refugiados venezolanos en los últimos años. La posibilidad de registrarse una nueva oleada de refugiados en caso de que Maduro y sus aliados si atrincheren obstinadamente en el poder supondría ampliar una crisis hemisférica que viene causando preocupación precisamente desde que Maduro llegó al poder en 2013. Por tanto, la mediación implica también una medida preventiva orientada a evitar esta eventual salida de venezolanos que huyen de la crisis económica y de la represión.

Dependiendo de la óptica política e ideológica hay quien quiere ver en Caracas una reproducción del levantamiento popular estilo Maidán similar a los acontecidos en Ucrania en los inviernos de 2003/04 y 2013/14. Esos contextos determinaron la caída de líderes políticos que, como en el caso de Maduro, estaban dentro de las esferas de influencia rusa. Otros fijan la mirada en una reproducción de la surrealista presidencia interina de Juan Guaidó (2019-2021), que en su momento contó con importantes apoyos internacionales (EEUU, Europa) pero que evidenció su esterilidad de poder interna. En ambos casos el foco está establecido en torno a los intereses de Washington en Venezuela y cuál será su capacidad efectiva para propiciar una transición, en caso de ser posible.

Precisamente los recientes acontecimientos dentro del contexto de la guerra ucraniana pueden complicar esos intereses rusos en Venezuela. La reciente ofensiva militar ucraniana en territorio ruso, en este caso en torno a la localidad de Kursk, y los combates en el frente militar en Donbás determinan para Moscú imperativos estratégicos de mayor urgencia (un posible enfrentamiento directo con la OTAN) que pueden eventualmente limitar la tradicional asistencia del Kremlin a Maduro, sin que esto signifique degradar su apoyo en los foros internacionales. Misma perspectiva puede observarse con respecto a China, que vuelve a tener una implicación económica dentro de Venezuela tras algunos de cierto distanciamiento. De este modo, mantener obstinadamente a Maduro en el poder ante una masiva protesta y presión internacional sin atender otras iniciativas que impliquen abordar consensos puede terminar resultando demasiado costoso y contraproducente para los intereses de Moscú y Beijing.

Mirando en perspectiva geopolítica global, la implicación estadounidense en torno a la crisis venezolana (con miras también a los comicios presidenciales de noviembre próximo en EEUU, particularmente en torno al voto hispano) y los avatares del conflicto ucraniano, en el que antes de la reciente ofensiva de las tropas ucranianas en territorio ruso se estaban estableciendo algunas iniciativas de negociación impulsadas por Hungría y China, son aspectos que pueden ejercer algún tipo de influencia, más indirecta, en lo relativo a la mediación hemisférica en Venezuela y las intenciones de Washington (con apoyo de aliados como Ucrania e Israel) en sus expectativas de neutralizar a aliados de Maduro como Rusia e Irán (en este último caso tras el reciente asesinato en Teherán del líder de Hamás Ismail Haniye), obligándolos a mantener la atención estrictamente en sus esferas de influencia geográficamente más inmediatas.

La administración de Joseph Biden intenta así retomar la iniciativa apoyando tácitamente la ofensiva ucraniana en Rusia, tal y como reconoció expresamente el general ucraniano Oleksander Syrskyi, quien llegó a declarar que «consulta directamente» con Washington en torno a la ofensiva militar en territorio ruso.

En todo caso, en una atmósfera tan incierta como la venezolana, cualquier nivel de análisis no deja de entrar en el terreno de la especulación. Otros actores de poder también entran en juego. Destacan aquí el establishment militar y las nuevas oligarquías económicas establecidas en Venezuela durante estos años de «chavismo-madurismo» y que ejercen un importante nivel de influencia en las decisiones tanto de Maduro cómo de la oposición.

No obstante, la justicia internacional (Corte Penal Internacional) así como las sanciones de EEUU y de la UE también ocupan su protagonismo por sus investigaciones contra altos cargos del gobierno de Maduro y de las Fuerzas Armadas por presuntos delitos de crímenes de lesa humanidad cometidos durante las protestas de 2017.

Desenredar este difícil rompecabezas supone una clave de poder a tener en cuenta en este terreno sinuoso e impredecible de la mediación y negociación y ante las posibilidades, aún embrionarias, de una transición pactada o de una «huida hacia adelante» por parte de Maduro en su intención de atrincherarse a toda costa en el poder.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico (https://www.novasdoeixoatlantico.com/o-viacrucis-venezolano-roberto-mansilla-blanco/)

SAN MARTÍN NUEVAMENTE NO DESEMBARCARÍA

Marcelo Javier de los Reyes*

El mejor gobierno, no es el más liberal en sus principios sino aquel que hace la felicidad de los que obedecen empleando los medios adecuados a este fin.

José de San Martín

Las denominadas Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 introdujeron al Río de la Plata en el conflicto mundial de ese momento, el que enfrentaba al Reino Unido con la Francia imperial y sus aliados. Hasta ese momento el Virreinato del Río de la Plata llevaba una vida normal dentro del Imperio español y no había ningún movimiento independentista ni nada que pudiera ocasionar sobresaltos en su población. Sin embargo, las invasiones de los británicos llevaron a la formación de las unidades militares para defender el virreinato y también despertó en los criollos la necesidad de abogar por el libre comercio, aunque la introducción de los productos británicos ponían en riesgo las industrias regionales.

Buenos Aires era una aldea de unos pocos miles de habitantes, llegando a unos 45.000 en 1810, pero también era el puerto más importante vinculado al Atlántico Sur.

Mientras esto ocurría en el sur de América, en Europa la guerra se propagaba por el continente, los reyes españoles Carlos IV y Fernando VII eran prisioneros de Napoleón, las tropas españolas libraban enconados combates contra el francés y se aliaban a su tradicional enemigo: el Reino Unido.

Por esos años también el oficial José de San Martín, nacido en Yapeyú ―en el Virreinato del Río de la Plata, actual Provincia de Corrientes― el 25 de febrero de 1778, desarrollaba su carrera militar en España. Su familia se estableció en Cádiz en 1784, cuando él contaba con seis años de edad. Bajo el pabellón del Imperio español combatió en el norte de África, luego contra las fuerzas de Napoleón, destacándose en las batallas de Bailén y La Albuera. En esta última, que tuvo lugar en 1812, las fuerzas españolas ―paradójicamente― estaban bajo el comando del brigadier general William Carr Beresford, el mismo que en 1806 se rindió ante Santiago de Liniers tras el fracaso de la primera Invasión Inglesa.

San Martín es una figura polifacética que de ninguna manera puede ser reducida a la escena militar. Además de un gran estratega era un hombre de una considerable cultura, un buen administrador como lo ha demostrado en su paso por la gobernación de Cuyo y no puede soslayarse que fue un gran pilar en lo que se refiere a la educación, como lo demuestra su primer testamento de 1818, en el que incluyó la donación de sus libros para la biblioteca de Mendoza, la creación de la biblioteca de Santiago de Chile y la fundación de la Biblioteca Nacional del Perú, la que creó mediante el Decreto firmado el 28 de agosto de 1821. San Martín llegó a expresar: «Las bibliotecas, destinadas a la educación universal son más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia». Quizás ésta sea una frase que nuestros dirigentes actuales debieran leer y releer.

Su cruce de la Cordillera al comando del Ejército de los Andes, la independencia de Chile junto a Bernardo O’Higgins, la proclamación de la Independencia del Perú y su encuentro con Simón Bolívar en Guayaquil, ya se encuentran bien registrados en sus diversas biografías y libros de historia.

Del mismo modo son conocidos otros hechos pero siempre es bueno recurrir a la historia, maestra de la vida, para reflexionar sobre ella desde la actualidad.

San Martín se negó dos veces a involucrar sus tropas en la guerra civil, cuando así se lo requirieron Juan Martín de Pueyrredón y luego José Rondeau, quien no es recordado como se merecería por sus leales servicios a la Patria. Desobedeció las órdenes y continuó con su objetivo, que no era el de empuñar las armas en contra de la propia sangre americana. En ese sentido debemos recordar que en una carta expresó: «Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón».

En el mismo sentido cabe mencionar otra célebre frase de San Martín: «Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas». Y fue coherente en palabras y en obras como lo demostró al negarse a desembarcar en Buenos Aires luego de haberse anoticiado en Río de Janeiro de la revolución llevada a cabo por Juan Lavalle, del derrocamiento de Dorrego y luego de su fusilamiento y del caos en el que se encontraba su patria.

Otra muestra de esa coherencia fue el rechazar la presidencia del naciente Estado Oriental cuando se encontraba en Montevideo en 1829. En esa oportunidad, algunos militares orientales como Juan Antonio Lavalleja y Fructuoso Rivera le ofrecieron la presidencia de la nueva república pues deseaban un presidente neutral en un contexto de convulsión política, pero San Martín rechazó el ofrecimiento dado que no deseaba involucrarse en los conflictos políticos que afectaban a las nuevas naciones.

De ese modo, retornó a Europa para ya no volver. Falleció en Francia el 17 de agosto de 1850.

En su testamento, San Martín dispuso que su sable corvo ―de origen árabe y adquirido en Londres en 1811― le fuera «entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla…».

Así Rosas recibió el sable que el Libertador se negó a desenvainar por opiniones políticas.

La imaginación me lleva a pensar que si San Martín llegara en barco nuevamente a Buenos Aires se negaría, una vez más, a desembarcar. Los argentinos parece que tenemos en nuestra genética esa anarquía que se remonta a los primeros momentos del nacimiento de nuestra Patria, la cual parece haberse transmitido de generación en generación, la que nos impide hoy alcanzar la unidad que el general desearía para esta población. En sus objetivos siempre estuvo el «bien y la felicidad», algo que no hemos alcanzado. Lo expresó claramente y en más de una oportunidad:

Mi objeto desde la revolución no ha sido otro que el bien y felicidad de nuestra patria y al mismo tiempo el decoro de su administración.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019 (2da edición, 2024). Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB). Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.

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