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LA TIERRA QUEMADA

F. Javier Blasco*

Se conoce como la estrategia de “tierra quemada” al conjunto de acciones sobre el propio terreno y los diferentes tipos de recursos que se encuentran o se producen en el mismo, a fin de que estos no puedan ser empleados, al menos de forma inmediata, por el enemigo y para que además, sus efectos supongan un retraso para la recuperación por el mucho tiempo y el gran esfuerzo que se precisa en lograr que posteriormente vuelvan a ser producidos en el mismo lugar en cantidades semejantes.

Estrategia, popularmente famosa en las dos últimas invasiones sobre Rusia (Napoleón y Hitler) y que ha venido siendo empleada durante siglos por aquellos mandos militares o dirigentes políticos sobre su territorio frente al avance impulsivo y en masa de un enemigo, muy superior en medios y entidad, que se dispone a invadirles para conquistarlo.

Los efectos de esta teoría, aunque a la larga pueden ser perjudiciales para los propios intereses de los que la empelan, suelen ser francamente beneficiosos para frenar los impulsos iniciales de cualquier invasión; ya que, aunque la dependencia real de la llamada “explotación local” de los recursos necesarios para alimentar la batalla y a las tropas implicadas va disminuyendo por la mejora de las tecnologías y la mayor capacidad de los medios de transporte a gran distancia entre otras características, los recursos locales aún siguen siendo necesarios para evitar gran parte de las largas colas logísticas y exigencia de medios que supone la continuidad en la guerra.

Así, una vez llevada a cabo según lo planeado con el máximo detalle, todo resultará francamente difícil de ejecutar para el invasor en un territorio donde todo quedó arrasado, las comunicaciones y los medios a emplear no funcionarán o estarán severamente dañados, los recursos alimenticios serán difíciles o imposibles de encontrar y explotar, la población civil resultará altamente hostil por la hambruna y desesperación que les amenaza, parte de los recursos básicos, que aún se puedan encontrar, estarán muy deteriorados y hasta puede que estén envenenados.

Pues bien, esta estrategia y teoría, no solo se emplea en la guerra; como bien es sabido, la influencia de las estrategias militares en la vida social, empresarial y en el liderazgo es francamente importante y en algunos casos, sirve de ejemplo y guía en dichos sectores. Por lo tanto, esta maquiavélica actividad no ha pasado desapercibida a muchos políticos que piensan que tras su paso, goce y disfrute por las máximas representatividades de cualquier Estado y forma de gobierno, no les importa, y hasta, en ciertos casos, buscan que cuando ellos desaparezcan o les echen, llegue “el diluvio universal”.

Y uno se puede preguntar ¿Qué ganan los que lo aplican, si los ciudadanos ven que tras el paso de aquellos, el país queda hecho una ruina? La respuesta es bien sencilla, además de ganar tiempo para que los demás puedan encauzar o logren la incipiente recuperación y la vuelta a la normalidad, las penurias que se verán forzados a imponer sobre la población —para subsistir y mejorar poco a poco el clima social, económico y político— serán tantas que lograrán que la poco paciente población se desespere, no invierta el tiempo necesario para ver los frutos y empiece a añorar las prebendas que el previo tirano bien se había encargado de regar entre las facciones más pobres o aquellos que son más fáciles de comprar con un miserable plato de lentejas.

La versión política de la tierra quemada suele consistir en la degradación de casi todas las cosas, los principios y las personas tanto individual como colectivamente, empezando por la educación; por la supresión de los valores morales de tipo religioso, ético, social o familiar; en fomentar las diferencias sociales de forma aparente y patente aunque no sean verdad; saber presentar a los enemigos internos del país como grupos o personas necesarias para la convivencia, la relación y la mejora de la situación política en general; criticar y tratar de derogar todo lo hecho anteriormente por la oposición, aunque a claras luces aquello fuera muy necesario y beneficioso para la relación interna y la marcha nacional.

También es preciso exaltar como imprescindible y fundamental la loa y defensa a ultranza a grupos francamente minoritarios que representan tendencias, ideas o costumbres no muy comunes, partidistas, contrarias y hasta perniciosas en la sociedad en general; manosear las ayudas interesadas a los partidos o regiones que les apoyan a mantenerse en el poder, aun a costa de dejar en franca desventaja a las otros grupos o regiones, que por justicia equitativa o valor real, se merecen mucho más.

Sin olvidarse de gastar desmesuradamente el dinero que no se tiene sin tener en cuenta la deuda, el déficit y los problemas económicos que a la larga, dichas políticas nos pueden acarrear y para colmo, olvidarse de todo lo prometido, legislar a conveniencia y criticar a los demás para acabar gobernando despóticamente como un tirano vulgar, cargándose los principios democráticos, aunque eso sí envolviéndose, cuando se precise, en la bandera nacional prometiendo igualdad.

En lo referente a otros factores fundamentales, no suelen dejar ninguno sin tocar, manosear o prostituir. Para estos rufianes es absolutamente necesario que la separación de poderes desaparezca; hay que legislar al máximo por Decreto, a conveniencia e incluso con nocturnidad; no se deben olvidar apoyar a empresas de amigos, países de su cuerda o incluso a los que más tajada a las arcas propias puedan aportar, es prioritario aún a costa de los que más se lo merecen y deben proteger o salvar y, por último, es preciso modificar el Código Penal a conveniencia y condonar o indultar las penas y deudas; todo ello está en su ADN y debe ser aplicado sin límite, sobre todo, a aquellos que les facilitan su forma y manera de gobernar.

Su rastrera actividad también pasa por hundir el prestigio internacional como una forma de dejar de cumplir con las engorrosas obligaciones internacionales contraídas por los que les precedieron en el puesto; suelen vivir casi exclusivamente de la propaganda, la falacia y la falsedad al ser el medio en el que mejor se manejan para aunar esfuerzos y tratar de convencer a sus poco letrados adeptos y finalmente, como un recurso fundamental, deben buscar la ayuda o el apoyo comprado de la banca, las grandes empresas e incluso la Iglesia a cambio de “promesas” en el horizonte, cuando los recursos a entidades sociales o políticas que lo necesitan más, no dan de sí o nunca llegarán.

Todo esto y algunas negras y sucias cosas más, gota a gota, como si de una tortura china se tratase, van calando en la conciencia de muchos ciudadanos. Los unos cansados de protestar sin resultado alguno, hartos de verse humillados sin que nadie, aparentemente, salga en su defensa y ven que los aprovechados nunca son llevados ante la justicia; los que forman parte de las masas de adeptos por conveniencia como aplicación de alguna dadiva, regalía o sueldo, más aquellos plenamente convencidos por sí mismos; finalmente, todos ellos se van aunando para formar la pléyade de los silenciosos, los silenciados, los conversos o los que han decidido tirar la toalla, dejarse llevar, mirar para otro lado y vivir sin más; lo que les permite a los tiranos perpetuarse o, al menos, respirar en el poder un tiempo más.

Reconstruir tanto daño moral, ético, político, económico y social no es nada fácil; verse obligado a terminar con las prebendas establecidas de forma sistemática e injusta es aún más difícil; porque a la larga, siempre habrá personas que al aplicar las medidas correctoras resulten perjudicadas aunque sus méritos reales no lleguen para cubrir los mínimos requisitos que les hicieron valedores de tales apoyos en contra de lo que se valora en una sociedad que pretende ser justa y equitativa con los necesitados y vigilante o exigente con los que viven de la mamandurria, el favor y la injusticia social.

Son gobiernos que, por norma general, suelen acabar con la economía hundida tanto interna como externamente por su déficit descomunal, con una desproporcionada deuda basura que nadie querrá comprar, máxime en los momentos en los que las medidas de apoyo internacional, a precio de saldo, se acaben y vuelven las exigencias que requieren mucho sacrificio y estricta seriedad. Situación, que no es plato de gusto, porque cuanto mayor sea el desastre económico infligido, mayores medidas correctoras serán impuestas desde fuera; medidas que aunque no se quieran aceptar, todos se las tienen que tragar.

Ejemplos de esta forma de gobernar hemos tenido muchos a lo largo de la historia, se suceden en la actualidad y por desgracia, aunque nos resistamos a ello, también están por llegar. Han sido, son y serán gobiernos que desprecian el valor de la vida de sus gobernados, se ciscan en los valores y principios morales y éticos, no les importa abusar de sus prerrogativas ni en hacerlas agrandar y constituyen un pésimo ejemplo, una desvergüenza y una lacra para la sociedad.

España, como país de los más antiguos en la historia reciente y actual en el mundo, difícilmente se iba a escapar de esta lacra que corroe y reconcome todo el espectro político y social; hemos sido incluso exportadores de esta forma de gobernar, de este mal ejemplo y de cómo cargarse los valores enraizados, las riquezas propias y naturales, así como del verdadero valor de lo nuestro en los aspectos físico y moral.

Ciertamente, y para nuestra desgracia, hoy atravesamos una de las peores épocas de su historia en la que todo lo dicho anteriormente se cumple, elevado a la enésima potencia; nuestro gobierno está dejando el solar patrio, otrora rico y próspero, como una tierra yerma, quemada, vacía y arrasada en la que pocos, muy pocos valores y con mucho esfuerzo, se podrán salvar.

No es una terea de los últimos pocos años, que va; es el resultado de un plan trazado con alevosía y lleno de maldad por ciertos, muchos o demasiados personajes, que recubiertos de diversos pelajes, entendieron que tras casi cuarenta años de dictadura, la llegada de una incipiente, tímida y muy dubitativa democracia, daría paso a la posibilidad de ir medrando poco a poco, atacando sus pilares más pétreos que con el tiempo han sido barrenados y destruidos dejándolos derribados por tierra o sin efecto al no tener nada que sustentar.

Somos un país lleno de adocenados, de personas incapaces de reaccionar a nada que sea injusto, sectario o mendaz y solo mostramos cierto orgullo patrio ante determinados partidos “heroicos” de la selección nacional de futbol; selección, a la que por cierto, muchos desprecian e incluso prohíben que se la pueda ver públicamente en las calles y plazas de ciertas ciudades entre las más importantes de nuestra geografía nacional.

Nos hemos convertido en un país pionero y puntero en aceptar y promulgar inverosímiles leyes que no importan a casi nadie, que no se necesitan ni ilusionan grandemente por su sectarismo y parcialidad, salvo a aquellos que prohíben que se emplee el castellano para enseñar en nuestras aulas o utilizarlo a la hora de hablar o rotular; que reniegan del hecho que significa el que la justicia sea imparcial y a los que implantan el aborto, la execrable ley transexual o la eutanasia como derechos a cualquier edad y a los que nadie debe renunciar a pesar de afectar a unos pocos y ser poco o nada fundamentadas científicamente, muy revanchistas, sectarias y de un interés o eficacia bastante banal.

Como hechos destacables por vergonzosos y muy de actualidad, se puede comprobar que no les importa y bajan la cabeza cuando los indultados les ningunean, aíslan e incluso les ultrajan junto a Su Majestad el Rey (Jefe del Estado), el mismo día y en la misma ciudad que se agasaja a los que trataron de dar un golpe de Estado del que el gobierno pretende que todos nos debamos olvidar. Cuando los golpistas, a pesar de estar inhabilitados, ejercen sus cargos en sede oficial o al reunirse el presidente del gobierno con el de la generalidad para escuchar en su cara que ellos solo aspiran a la amnistía general y a la escisión de España mediante un referéndum que sea solo catalán. Ahora, tras tantos traspiés dados a ciegas, parece que el gobierno quiere, de nuevo, jugar el papel constitucionalista, pero estoy seguro de que no es verdad. Para este viaje no hacía falta tanta alforja y menos seguir hurgando en los tribunales de justicia, como ahora el de cuentas, para perdonarles también los millones de euros que han defraudado a tutti plen a costa de erario nacional.

Dice el acervo popular que cada uno tiene lo que se merece y creo que dicha afirmación es verdad; aunque aleguemos que se nos ha venido adoctrinado poco a poco, los españolitos de a pie y sus sucesivos gobiernos hemos sido testigos silentes e incluso promotores conscientes y culpables de dichos cambios dañinos y envenenados con los que hemos convertido España en una tierra quemada y muy difícil o imposible de recuperar.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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LA DEMOCRACIA ARGENTINA ESTÁ ENFERMA Y LA ALTERNATIVA ES “PEREGRINAR”

Marcelo Javier de los Reyes*

Imagen de Daniel Reche en Pixabay

Los medios internacionales del mundo —de Estados Unidos, Alemania, Rusia, Francia, España, etc.— se hicieron eco de lo que se ha dado en llamar “el vacunatorio VIP”, un escándalo más protagonizado por la casta política argentina. Los que se llenaron la boca y levantaron los estandartes de los “derechos humanos” (para algunos), los que hablaron de un “genocidio” que no existió —porque no se buscó aniquilar a ningún pueblo dentro de la República Argentina—, los que instauraron la mentira de la “juventud maravillosa” —terroristas responsables de la muerte de miembros de las Fuerzas de Seguridad, de las Fuerzas Armadas, de empresarios, de sindicalistas, de civiles, de mujeres y de niños durante los gobiernos constitucionales de Juan Domingo Perón y de María Estela Martínez —aunque ya actuaban en la década de 1960— y luego durante el gobierno militar, que asumió el poder con el respaldo de la inmensa mayoría de los argentinos, incluso con el del Partido Comunista Argentino—, nuevamente dieron muestras de su mezquindad, de su absoluta hipocresía, y de que ellos sí son capaces de cometer “delitos de lesa humanidad”. Para algunos esto puede parecer exagerado pero ¿por qué hablo de ese tipo de delitos? Porque esto ha sido el summum de las violaciones de los derechos humanos fundamentales en nuestra pseudo democracia. Entre estos derechos podemos mencionar los siguientes:

  1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
  2. Todas las personas somos iguales sea cual sea nuestro origen, etnia, color, sexo, idioma, religión, opinión política o cualquier otra condición.
  3. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a su seguridad personal.
  4. Todos somos iguales ante la ley y tenemos, sin distinción, derecho a igual protección de la ley.
  5. Todos tenemos igual derecho a protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación.
  6. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
  7. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación.
  8. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
  9. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.
  10. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión.

… y otros veinte derechos humanos fundamentales que no cito por una cuestión de extensión, aunque resalto el siguiente: Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado. Sin embargo, nuestra democracia desde 1983 ha pisoteado estos derechos, lo cual no significa, bajo ningún punto de vista, una defensa del gobierno militar que la precedió, el cual incurrió en varios y gruesos errores.

Haber dispuesto arbitrariamente de las vacunas contra el COVID 19 para sus amigos y familiares, dejando de lado a innumerables sectores de riesgo y al resto de la población, dejándola a su suerte, es una violación de los derechos humanos fundamentales. Y esto lo digo por todos aquellos ciudadanos que están esperando la oportunidad de acceder a la vacuna en un contexto en que los medios de comunicación social solo inyectan miedo en la sociedad. No es mi caso porque al presente no confío en ninguna y conozco los intereses de los laboratorios.

Esta batahola por el “vacunatorio VIP” pasará al archivo de la historia argentina como otros tantos, sin castigos más allá de la renuncia de un ministro que ha sabido gozar de los beneficios de pertenecer a un gobierno, pues ha cumplido numerosas funciones bien remuneradas sin ofrecer la contraparte correspondiente, es decir, el servicio a la comunidad que le abona sus honorarios y a la que juró servir.

Llevamos más de treinta y siete años de mentiras, desde aquella que nos decía que “con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”. La frase que usó el presidente Raúl Alfonsín es, teóricamente, absolutamente verdadera pero en la práctica ha ocurrido todo lo contrario y ya desde su propio gobierno. No es aquí el espacio para analizar si hubo un “golpe económico” que lo llevó a entregar la presidencia antes de que se cumpliera su período de gobierno. Claro que los años que siguieron a su alejamiento del gobierno fueron empeorando la calidad de la democracia argentina y en ello el presidente Alfonsín ha tenido su responsabilidad al igual que el resto de la casta política. En este caso vale recordar el Pacto de Olivos y la consiguiente reforma constitucional.

Cabe aquí aclarar el término de “casta”, que el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) —a la que siempre debemos recurrir para hablar con propiedad— define de la siguiente manera: “Cada uno de los grupos o estamentos sociales, impermeables entre sí, en que resulta dividida una población de modo tal que la pertenencia a una u otra casta es determinante del haz de derechos y deberes de cada individuo”.

En principio cabe señalar que la reconocida “movilidad social” que caracterizaba a la sociedad argentina ha sido herida de muerte durante la democracia. La clase media se ha reducido a una “clase cultural”, y en decadencia, que ya no reúne los requisitos por los que así era considerada. El deterioro económico, la reprimarización de la economía argentina han llevado a una “inmovilidad” más que a una movilidad social.

En segundo lugar, los políticos de todo pelaje actúan ante el pueblo como si estuvieran enfrentados pero, en verdad, todos demuestran un gran “espíritu de cuerpo”. Han logrado polarizar a la sociedad, generar odio entre sus miembros, pero ellos se cuidan de condenar a uno de sus pares aunque sea de otro “espacio político” —dado que no estamos en una democracia de partidos sino de espacios en los que se pueden cruzar a voluntad sin ningún tipo de reproches— y cuando asumen el gobierno implementan las mismas medidas que responden a la “agenda internacional”, se preocupan por sus intereses terrenales y personales en lugar de los intereses nacionales. Estos no son señalados por ellos y es absolutamente lógico, pues serían incapaces de mencionarlos.

Se comportan como casta porque no cualquiera llega a ese “estamento impermeabilizado” que goza de amplios beneficios mientras les impone sacrificios y penurias al resto de la sociedad, siempre dada la crítica situación que vive el país y que no tiene a otros responsables más que a ellos mismos.

Cuando asume un nuevo gobierno se limita a hablar de la “herencia recibida”… Se le ha atribuido a la canciller Angela Merkel una frase que parece que no ha sido acuñada por ella sino por un tuitero, la cual sentencia: “Los presidentes no heredan problemas. Se suponen que los conocen de antemano, por eso se hacen elegir para gobernar con el propósito de corregirlos. Culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre”. En realidad la frase sería de la autoría del usuario @andrefelgiraldo, quien publicó el mensaje originalmente el 27 de junio de 2019, el cual cierra con un agregado muy importante: “Si no pueden, no se postulen”. Esto no aparece en la supuesta cita de Merkel porque, obviamente, va en contra de los políticos. Entonces todos se postulan y se refieren a “la herencia recibida” pero dejan una herencia infinitamente peor. Claramente me refiero a los presidentes argentinos: Carlos Menem le echó la culpa a la “herencia recibida”, pero dejó un enorme artefacto explosivo que le estalló en las manos a Fernando De la Rúa, quien debió dejar el gobierno en diciembre de 2001. Durante una semana los sucesores en la línea presidencial no quisieron hacerse cargo del aquelarre hasta que llegó el “gran salvador” que hoy está tramitando la ciudadanía uruguaya “por ser nieto de uruguayos”, aquel al cual el entonces presidente de Uruguay, Jorge Batlle (2000-2005), debió pedir disculpas por haber expresado que “los argentinos son una manga de ladrones, del primero hasta el último”. Cual vasallo a su señor, Batlle se presentó en Buenos Aires días después de sus dichos para pedir disculpas públicamente al presidente argentino. Batlle no dijo nada que algún argentino de bien desconociera pero claro, fue un imprudente —lo afirmó sin saber que los micrófonos estaban abiertos— y nos metió a todos los argentinos en la misma bolsa, algo que en verdad era injusto. No obstante, sin generalizar, su razón tenía. Batlle, fallecido en 2016, hoy se sentiría resarcido al saber que quien le recibió su disculpa actualmente está queriendo ser uruguayo.

El candidato a ser uruguayo recibió también su “herencia” y además de su célebre frase de “que quien depositó dólares recibiría dólares”, nos dejó como delfín al jefe del clan de Santa Cruz, quien también habló de la “herencia recibida” y mucho más lo hizo su sucesora, quien para no perder la tradición presidencial, dejó una herencia peor. Finalmente llegaron los muchachos del Cardenal Newman con el apoyo de los radicales, de peronistas que no podían crecer dentro del Partido Justicialista, de los inmaculados de la Coalición Cívica y de otros advenedizos que suelen tener todas las camisetas en sus roperos, pues no saben cuándo llegará el momento de ponerse la adecuada.

El país transitaba sobre rieles con la nueva conducción hasta que un día, de esos inexplicables, debieron salir corriendo al Fondo Monetario Internacional (FMI) para pedir un crédito por una suma sideral. Claro, era otro gobierno de amigos y entre amigos no se puede andar retaceando honorarios, concesiones y otros tipos de prebendas. El pueblo comprendería la situación y sabría que debía hacer sacrificios para poder superar esa coyuntura. Si, el pueblo, ellos no. De ese modo, tras liberarnos del FMI durante la administración del jefe del clan del sur, volvimos a quedar nuevamente atados a un préstamo del que desconocemos cuál fue su destino. El clan del sur fue utilizado con fines electorales por los jóvenes cincuentones del Newman —aunque no todos provenían de ese colegio—, con lo cual se los mantuvo vigentes y mientras la hinchada decía “no vuelven más”, los muchachos se prepararon y gracias a los desaguisados, la propia corrupción y la inoperancia típica de los soberbios, volvieron y acá están, tan preocupados por lo terrenal y su propia salud que se reparten las vacunas entre ellos.

La declaración universal que contribuyó a la aceptación global de los valores y principios democráticos reza así: “La voluntad del pueblo será la base de la autoridad del gobierno”. Bonita frase que no es más que una entelequia. La realidad es que todos los gobiernos se pasan la voluntad del pueblo por el arco del triunfo.

La sociedad tiene sus responsabilidades en esto, porque cree que con solo votar cada dos años ya cumplió con sus obligaciones ciudadanas, algo que suele dar una gran comodidad y tiempo para seguir, en otra escala, con los “intereses terrenales”, distantes de aquellos que por los que se preocupa la casta política que, obviamente, ocupan un escalón superior.

Entonces mientras ellos hacen que nos gobiernan y que se preocupan por el bienestar del pueblo, los gobernados consideramos que nada podemos hacer y que solo debemos esperar a que lleguen las próximas elecciones para imponerles el castigo que se merecen y así votar a los que sacamos para remplazar a estos que ahora queremos sacar. El absurdo llevado a su máxima expresión.

La realidad es que no tenemos intención de salir de nuestra comodidad para dar batalla. Es más importante Netflix que participar en un partido político o crearlo. Pero hay explicaciones para esto. Por un lado, la masa nos permite pasar desapercibidos y no sea que seamos políticamente incorrectos, algo que se ha impuesto como una norma del ceremonial.

De este modo, el pueblo argentino ha sido sometido a una “reingeniería social”, a un “cambio cultural”, de la mano de quienes enaltecieron a la “juventud maravillosa”, quienes nos impusieron nuevos términos, como “genocidio”, “memoria”, “verdad”, “justicia”, “terrorismo de Estado”, omitiendo al terrorismo marxista; quienes indemnizaron a los terroristas a costas del Estado. También se les permitió borrar su pasado y asumir cargos públicos. Como si ello fuera poco, se levantó un monumento a las víctimas del terrorismo de Estado, al cual el gobierno del clan del sur, los jóvenes cincuentones del PRO, incluido el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, llevaron a los dignatarios extranjeros que visitaban el país para rendir homenaje a los terroristas. Entonces, ¿Cuál era la diferencia entre un gobierno y otro si procedían igual? Sin embargo, parece que buena parte de la sociedad percibe claras diferencias y se inclinan por unos u otros.

¿Cuál es la calidad de nuestra democracia con amplios sectores que se odian y brindan apoyos a unos y otros? Porque ambos son corruptos, perpetran los mismos delitos, quizás unos de manera más burda e ideologizada que los otros, pero que sumergen al pueblo argentino a las mismas desgracias y que han llevado a la República Argentina a un estado de indefensión y de entrega de la Soberanía Nacional.

Es cierto que la calidad democrática está decayendo en todo el mundo, más aun en este contexto de pandemia, pero esta pseudo democracia puede derivar en una nueva forma de gobierno de una calidad bastante inferior.

Antes me había referido a la comodidad de la sociedad pero ahora consideraré otra razón. Aquí cabe recordar aquel cuento que narra que la crisis llegó al infierno, por lo que el diablo no tuvo más opción que poner a la venta todas sus herramientas destinadas a arruinar la vida de los hombres. Así fue que las puso sobre una mesa larga y todas llamaban la atención: en la subasta podía encontrarse a la venta el odio, la malicia, los celos, la tristeza, la venganza, la violencia… Pero a un comprador le llamó la atención el excesivo precio de una herramienta y le preguntó: “¿Por qué diablo esta herramienta es tan cara?” Y el diablo contestó: “Ah, porque el ‘desaliento’ es la herramienta es la más importante”. Y uno puede preguntarse por qué. Porque el desaliento está en el alma de las demás, afecta al malo y al que trata de ser bueno, al que procura cambiar, y el desaliento afecta también al que trata de corregirse. El desaliento afecta lo más profundo del corazón, es la falta de aliento, de aire, es como ahogarse. Recordemos que en el Génesis, Dios hace al hombre con cosas de la tierra y que para darle vida sopló sobre el hombre (en hebreo el ruaj, el “Espíritu de Dios”). Desalentarse es perder esa vida. El desaliento se ha desparramado como la pandemia sobre la sociedad argentina y se ha enquistado de tal modo que la sociedad está prácticamente convencida de que esta realidad es irreversible, de que no se puede luchar contra ella.

La sociedad argentina debe detenerse a respirar, a recuperar el aliento para poder enfrentar esta situación angustiante pero reversible y darse cuenta que estar a un lado o al otro de la grieta es padecer el “síndrome de Estocolmo”. Hay que olvidarse de los “salvadores”, del “culto a la personalidad”, de los hombres que llevan décadas viviendo de los cargos públicos para saciar sus ambiciones de poder y de dinero. La democracia argentina está enferma y debe vacunarse contra la casta política.

Por tanto hay que buscar nuevos caminos, nuevas opciones, conformar nuevos grupos, participar en nuevos espacios que deben ser creados por quienes tienen conocimiento y capacidad para convertir este presente en un futuro que la Argentina, bien gobernada, es capaz de darnos, porque apelando al pensamiento estratégico podemos considerar los recursos actuales y los recursos potenciales de los que el país puede echar mano para recuperarse. Para ello debe fijarse una plataforma real de gobierno, deben considerarse las ideas fuerza y deben delinearse nuevamente los grandes Objetivos Nacionales.

La sociedad debe ponerse “en camino”, como en una peregrinación hacia la Tierra Prometida, que no es otra que la Patria misma. Peregrinar es alejarse —tomar distancia del punto en el que estamos—, es caminar, ponerse en marcha, en silencio —es decir, dejando de lado la confrontación sin sentido para pasar al intercambio de ideas— y de esa peregrinación participan hombres de diferentes estratos sociales, de diferentes culturas, de diferentes confesiones pero que tienen un objetivo en común: llegar a la Patria que tanto amamos.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

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