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EL CONFLICTO DE AFGANISTAN. LOS TALIBÁN.

Marcos Kowalski*

Imagen de ErikaWittlieb en Pixabay

Afganistán es un país marcado por la guerra y los conflictos internos, que hoy lucha por salir adelante y alcanzar la paz con los talibanes, pero estos están arrasando varios distritos en todo Afganistán y se han apoderado de puntos de control fronterizos en las últimas semanas, mientras Estados Unidos retira sus últimas tropas después de 20 años de presencia en el país.

La situación de seguridad en Afganistán es difícil y por lo tanto exige una solución negociada, es lo que afirmó el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Jens Stoltenberg (27/07/2021). También dijo que la alianza militar “seguirá apoyando a Afganistán, incluso con fondos, presencia civil y entrenamiento en el extranjero”; a su vez el general Kenneth McKenzie señaló que el apoyo incluye ataques aéreos, apoyo logístico, financiamiento e inteligencia para frenar la ofensiva talibán que enfrentan las Fuerzas Armadas afganas.

Por el otro lado las naciones del Cáucaso y de Asia Central, Armenia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, así como también Bielorrusia y Rusia, que en 2009 formaron la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), se han puesto en guardia ante el avance de combatientes del movimiento Talibán en sus fronteras con Afganistán y al momento de escribir estas líneas aviones de ataque Su-25, fueron trasladados desde Kirguistán al aeródromo tayiko de Gissar para tomar parte en los ejercicios trilaterales con Tayikistán y Uzbekistán. Los Su-25 servirán como apoyo ante cualquier fuerza que amenace a estas naciones desde tierra.

En junio de 2021, los talibanes (catalogados como terroristas y prohibidos en Rusia) llegaron primero a la frontera de Turkmenistán y luego a Uzbekistán. Las pocas tropas gubernamentales y los guardias fronterizos afganos se vieron obligados a huir al territorio de estos estados vecinos que, a su vez, respondieron cerrando las fronteras.

Este panorama comenzó a principios de mayo de 2021, cuando la violencia recrudeció en varias provincias de Afganistán, con los talibanes lanzando una gran ofensiva pocos días después de que las fuerzas extranjeras lideradas por Estados Unidos iniciaran su retirada definitiva del país. En el momento de escribir esto, los talibanes llegaron a las afueras de Kandahar, cuna del movimiento islamista y la segunda ciudad más poblada de Afganistán después de Kabul.

El gobierno estadounidense de Biden y la OTAN iniciaron el primero de mayo el retiro de las tropas que invadieron Afganistán en 2001 y desde ese momento la milicia talibán se está apoderando de vastas regiones del país. El 13 de julio, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) advirtió sobre la crisis humanitaria que vive Afganistán, donde desde enero unos 270.000 afganos se han visto forzados a desplazarse, lo que ubica la cifra global de población desarraigada de ese país en 3,5 millones de personas.

En medio de este panorama, el cofundador de los talibanes, Mullah Abdul Ghani Baradar, se reunió el miércoles en Tianjin, en el norte de China, con el ministro de Exteriores de ese país, Wang Yi. Al finalizar el encuentro, Beijing aseguró que la milicia afgana “desempeñará un papel importante en el proceso de reconciliación pacífica y reconstrucción” de ese país.

En estas circunstancias, el presidente afgano Ashraf Ghani culpó a la decisión de Estados Unidos de retirar “abruptamente” sus tropas por el deterioro de la seguridad en su país. “La razón de nuestra actual situación es que esta decisión fue tomada abruptamente”, dijo Ghani al parlamento, agregando que había advertido a Washington de que una retirada tendría “consecuencias”.

Pero ¿qué es el movimiento Talibán? Para dar respuesta a esta cuestión tenemos que remontarnos a los años 80 del siglo pasado con la denominada guerra de Afganistán de 1978-1992, también llamada guerra afgano-soviética o guerra ruso-afgana, primera fase del extenso conflicto de la guerra civil afgana.

Transcurrió entre abril de 1978 y abril de 1992, tiempo en el que se enfrentaron las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán apoyadas entre diciembre de 1979 y febrero de 1989 por la URSS y su ejército, contra los insurgentes, varios grupos de guerrilleros afganos islámicos denominados muyahidines.

Ese conflicto comenzó en 1978, cuando tuvo lugar la Revolución de Saur, transformando a Afganistán en un Estado Socialista gobernado por el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA). Un año después, ante la insurgencia de los muyahidines y luego de varios enfrentamientos sangrientos que ocasionaron primero la muerte del presidente Nur Muhammad Taraki, el Consejo Revolucionario solicitó la intervención militar de la Unión Soviética.

La intervención soviética produjo un resurgimiento de los guerrilleros muyahidines, que aun estando divididos en varias facciones se embarcaron en una larga campaña contra las fuerzas soviético-afganas. Estos guerrilleros, en el marco de la “Guerra fría”, fueron respaldados por los suministros y el apoyo logístico y financiero de naciones como Estados Unidos, (Operación Ciclón) Pakistán, Irán, Arabia Saudita, China, Israel y el Reino Unido.

Los soviéticos tenían una gran superioridad militar sobre sus oponentes;, la asimetría era enorme. En los primeros enfrentamientos acabaron rápidamente con las fuerzas antigubernamentales de los muyahidines, sin embargo, pese a ganar las batallas estaban perdiendo la guerra; los insurgentes no tenían un mando central, una organización unificada que los representara en conjunto, esto hizo que no existiera forma de negociar una solución diplomática que incluyera a todos los grupos o clanes.

Además, no ofrecían batallas de guerra clásica, si no de guerra de guerrillas, luchando solo con ventaja táctica, eligiendo los terrenos más favorables a su accionar, atacando en forma sorpresiva y luego efectuando retiradas, generalmente a zonas montañosas, donde no podían ser perseguidos por blindados, lugares que no habían sido explorados por las tropas soviéticas.

Incluso los aviones fueron poco rentables en sus operaciones pues, si bien los muyahidines no disponían de radar, utilizaban los patrones de vuelo de las aves autóctonas como sistema de alerta temprana. Cada vez que un grupo de pájaros alzaba el vuelo, los guerrilleros sabían que algo se avecinaba y buscaban refugio de inmediato.

Los soldados soviéticos estaban luchando contra un enemigo invisible que le ofrecía escaramuzas en lugar de batallas, superándolos tácticamente. En la primera fase del conflicto el Ejército Soviético batía con su fuego solo el terreno, rocas y algunos pocos subversivos. El numeroso y moderno arsenal rojo en casi su totalidad fue inútil. El único que respondió con cierta eficacia en esta fase fue el helicóptero MI-24 HIND. Este helicóptero, debía su éxito a que tenía un blindaje que lo protegía de los proyectiles de bajo y mediano calibre que utilizaban los guerrilleros y podía dejar fuera de combate a los oponentes en tierra mediante sus propias armas, un verdadero tanque de guerra volador. Entre sus armas se destacaban el cañón doble GS 30 K de 30 mm, ametralladoras Yak B de 12.7 mm, además de 6 pilones en las alas con una capacidad de 1.500 kg (los pilones del interior soportan al menos 500 kg cada uno, los centrales 250 kg y los de punta alar sólo pueden portar misiles antitanques), para cargar una combinación de armas que van desde bombas lanzadores de cohetes o contenedores de armamentos varios.

En este punto y para contrarrestar los éxitos del Mi24 sobre los insurgentes, los estadounidenses deciden entregar a los muyahidines el misil tierra-aire pasivo, Stinger, un misil lanzado desde el hombro por un solo operador, poniendo fin a la supremacía del helicóptero ruso en los enfrentamientos.

Febrero de 1983. El entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, reunido con una delegación de los talibanes en un salón de la Casa Blanca. Foto: Michael Evans.

Con ese nuevo sistema de armas, que en la época costaba US$ 40.000, se derribaba a una aeronave que valía US$ 10 millones. Los afganos abatieron en promedio entre uno o dos helicópteros por día, haciendo que el alto mando soviético comprendiera que el esfuerzo bélico era insostenible. Era difícil luchar contra un oponente que disponía de esas armas, pero peor aún era identificarlo mimetizado entre el resto de la población afgana.

La mayoría de la tropa de los muyahidines, eran campesinos, agricultores o pastores de ganado que, cuando no estaban luchando contra los soviéticos, cultivaban la tierra o concertaban matrimonios o, simplemente, llevando a cabo su rutina diaria. El alto mando soviético, al percibir esto, cambió la estrategia de la guerra entrando en una nueva fase con una nueva doctrina radicalmente diferente.

Como los civiles afganos y guerrilleros eran indistinguibles, ambos debían ser tratados como hostiles y como combatientes enemigos. En los años siguientes, los soviéticos procedieron a bombardeos masivos sobre aldeas se cerraron plazas industriales, muchas tierras de cultivo fueron minadas y el ganado fue abatido a tiros desde aeronaves.

En apenas el primer año de la aplicación de esta doctrina, murieron aproximadamente un millón de afganos; el objetivo era forzar a la población a migrar desde las zonas rurales hacia zonas urbanas mucho más fáciles de controlar por los soviéticos; la población de Kabul casi se triplicó. Y más de 6 millones de afganos huyeron de su país sobre todo al vecino Pakistán.

Entre los refugiados, que no eran familias enteras, ni clanes completos, había mujeres, niños y ancianos. Los niños constituían una verdadera masa desproporcionada; los hombres no migraron se quedaron para luchar contra los soviéticos y todos los que tenían edad para combatir consiguieron un fusil para pelear contra el enemigo extranjero.

Recordemos que los afganos ya eran veteranos combatiendo, aun cuando el nivel de guerra total no lo habían vivido nunca hasta esta fase de exterminio y persecución. Esto para ellos ya no era una guerra contra una potencia extranjera sino una lucha por la supervivencia. A medida que avanzaba la contienda, con familias y organizaciones tribales desgarradas, Afganistán se iba convirtiendo en una tierra sin mujeres y niños.

Es esta cuestión un punto de inflexión significativo en la cultura afgana, por patriarcal que la consideraran los extranjeros, pues los lazos familiares y de grupo eran una verdadera contención para hombres y mujeres. En el seno de las familias se mostraban los afectos y generosidad de estos hombres rudos, pero sobre todo la protección a los suyos. Desconectados de sus familias durante años, los combatientes afganos sufrieron una gran perturbación emocional.

Encontrándose los muyahidines con la única compañía de otros hombres en las condiciones más duras que pueda esperarse, es natural que las guerras cambien a los hombres y, en esa campaña, en Afganistán el conflicto cambió a millones. Los diversos síndromes de combate y la alienación afectaron a muchos llevándolos a un estado de barbarie casi incontenible.

En Pakistán, en la ciudad de Peshawar, los pastunes étnicos organizaron eventos para recaudar fondos, recolectaron y restauraron armas, siendo históricamente excelentes armeros y herreros, incluso, se dijo, reprodujeron fusiles y pistolas, fabricándolos con las respectivas municiones, organizando, con voluntarios, el apoyo a sus parientes afganos.

Muy pronto surgieron mas de 80 facciones, todas afirmando luchar por la causa santa, contra el extranjero infiel. La religión islámica se había fundamentalizado en ellos, el conflicto se había convertido en una guerra santa. Cuando el gobierno de Pakistán se percató de la situación, a los servicios de inteligencia de Pakistán (ISI, Inter Services Intelligence) se les ordenó hacerse cargo.

Antes de esto el ISI no tenía una gran preponderancia dentro del esquema de poder paquistaní, pero en plena Guerra Fría y con recursos provenientes de Estados Unidos y Arabia Saudita comenzó a financiar el esfuerzo de guerra de los muyahidines. Es en esta época donde el ISI tomó importancia dentro del esquema de poder de Pakistán.

El ISI paquistaní, distribuyó dinero, armas y combatientes voluntarios a sus grupos favoritos en Pakistán, grupos que, posteriormente, se dirigieron al combate a través de la frontera afgana. Cada uno de estos grupos con base en Pakistán reclamó el liderazgo de la contienda y cada uno trató de demostrar su devoción a la causa santa, adoptando narrativas islámicas cada vez más radicalizadas.

A medida que avanzaba la guerra en Afganistán, estos grupos paquistaníes adoptaron actitudes cada vez más celosas de la observancia del islam, una más extrema que la otra, hasta que el extremismo fue la nueva normalidad para los muyahidines afganos, al punto que, en 1988, la máquina de guerra soviética no soporto más y se retiró abandonando a sus aliados comunistas.

Cabe recordar que fue Mijaíl Gorbachov el que puso en marcha un plan consistente en la retirada masiva de las tropas soviéticas de Afganistán.

A pesar de los intentos desesperados del gobierno de Kabul por negociar una salida mediante un acuerdo de paz, se había derramado demasiada sangre y sin el apoyo soviético el gobierno no tenía ninguna influencia como para negociar nada, si bien todavía disponía de equipo militar soviético, con el que resistió hasta 1992, año en el que, finalmente, los muyahidines cercaron Kabul y derrocaron al gobierno comunista.

Esto fue el comienzo de anárquicos enfrentamientos entre los diferentes grupos muyahidines, los que ocuparon diferentes partes de la ciudad y comenzaron a dispararse entre sí con todas las armas disponibles, incluidos misiles. Una nueva carnicería se llevó a cabo en Kabul; la mitad de la ciudad quedó reducida a escombros y lo mismo pasó con otras ciudades afganas. Cada grupo de muyahidines peleaba por asegurar sus posesiones.

Lo que los soviéticos le hicieron al campo, los mismos afganos se lo hicieron a sus ciudades, surgiendo un caos en todo el país con la aparición de mini dominios territoriales, donde cada grupo erigió puestos de control en lo quedaba de las carreteras.

Aquellos niños que, en gran número, se habían refugiado en Pakistán al promediar el conflicto y sobre todo en la etapa de terror impulsada por Gorbachov, la llamada estrategia de despoblación, habían pasado grandes penurias, perdiendo su infancia en campos de refugiados, sin figura paterna e inmersos en la pobreza.

Se cree que alrededor de tres cuartas partes de los niños en los campos paquistaníes de refugiados afganos era menor de 15 años. En estos campamentos creció toda una generación de niños afganos, con una única forma de escolarización, las “Madrazas”, que eran escuelas religiosas islámicas que ofrecían instrucción gratuita. En esas escuelas se les brindó instrucción, algo de normalidad, una rutina de trabajo escolar y esperanza en su futuro.

Estas “madrazas” estaban dirigidas por clérigos que respondían a los partidos islamistas de Pakistán e íntimamente relacionadas con la inteligencia paquistaní (ISI) y financiadas en su mayor parte por familias adineradas saudíes. Establecidas junto a la frontera afgana, se estima que llegaron a funcionar más de dos mil “madrazas” con una matrícula de más de dos cientos veinte mil niños.

Estos chicos, estaban virtualmente aislados de las noticias mundiales y adoctrinados en el wahabismo, que es una corriente político-religiosa musulmana de la rama mayoritaria, del sunismo. A los estudiantes se les aseguraba que estaban predestinados a rescatar el mundo del imperio del mal y el mal estaba constituido por todo aquello ajeno al islam.

En estas “madrazas” además de religión se los instruyó militarmente para el combate a los efectos de que pudieran cumplir con el designio de combatir al mal. Estos estudiantes se convirtieron en los talibanes. La palabra talibán es el plural para estudiante en árabe.

En Kandahar un clérigo talibán llamado Mullah Omar que había dirigido un grupo de jóvenes junto a otros muyahidines y que había tomado el control de varios distritos de la ciudad, fue, en principio, bienvenido por los lugareños, mientras algunos grupos de muyahidines habían recurrido a la extorsión, al acoso y a la persecución; la cuestión cambió con los jóvenes talibanes cuando comenzaron a aplicar la sharía o ley del islam.

El Mullah Omar, era el jefe de los talibanes de Afganistán

Los violadores fueron ahorcados, los ladrones perdieron las manos y el resto de los criminales fueron tratados en consecuencia. Para muchos pobladores los talibanes parecían portadores de estabilidad, sobre todo, en comparación con los muyahidines. Los sucesos de Kandahar llamaron la atención del aparato de seguridad paquistaní; a partir de allí el ISI suministro armas, financiación y capacidades adicionales al talibán.

En 1994 los talibanes eliminaron los puestos de control muyahidines en la frontera entre Afganistán y Pakistán, lo que permitió que mercaderías estacionadas en dicha frontera llegaran a los mercados afganos, pues al eliminar los peajes los precios se redujeron.

En esas circunstancias los talibanes se adueñaron por completo de Kandahar, consiguiendo además apoderarse de varias piezas de artillería, tanques, helicópteros, equipos de comunicaciones y cientos de camiones cargados de armas e incluso dinero.

En el otro lado de la frontera, Pakistán abrió los campos de refugiados afganos permitiendo que los estudiantes talibanes regresaran a Afganistán. Estos talibanes fueron en principio bienvenidos por la población afgana, porque vivían bajo la tiranía y el desorden de los muyahidines. Los afganos estaban desesperados por un salvador y los talibanes cumplieron en ese momento con ese papel. Expulsaron a los muyahidines de varias ciudades como Wardak y otras, en 1995 tomaron Herat y se dirigieron hacia Kabul y a fines septiembre de 1996 tomaron posesión de la misma.

Al principio, en Kabul, esos hombres jóvenes con turbantes negros parecían tan extranjeros como los rusos, dado que hablaban un dialecto diferente, habían sido educados en el extranjero y descendían de los refugiados de mediados de la década del 80. Cuando se instalaron en el poder, la realidad talibán se mostró: impusieron inmediatamente la Ssharía, los teatros fueron convertidos en mezquitas y a las mujeres se les prohibió totalmente la vida pública.

La música, las películas e incluso las fotos fueron prohibidas, las tiendas de video fueron incendiadas y los televisores destrozados, se prohibieron los juegos de azar, se prohibieron las mascotas y se criminalizó cualquier celebración no islámica, llegando a prohibir algunas costumbres y tradiciones afganas locales como la de remontar cometas.

Todos los hombres y mujeres debían usar ropas de acuerdo con los mandatos de la Sharía, con obligatoriedad de usar barba; además cualquiera que fuera sorprendido sin rezar al momento de la oración era castigado. Convirtieron a Afganistán en un estado ioslámico, gobernado mediante un totalitarismo religioso.

Así las cosas, este gobierno de los talibanes en Afganistán, tenía una estructura de mando muy particular y la organización de un régimen que parecía resistirse a instituir nada por temor a debilitar su pureza teocrática con fórmulas profanas.

Se conocían los nombres de varios líderes talibán como los mullah Mohammad Hassan Akhund, jefe del Estado Mayor militar, y Mohammad Hassan Rahmani, gobernador de Kandahar, pero la impresión desde fuera es que carecían de jerarquías y rangos.

En apariencia, funcionaba al estilo de la asamblea tradicional pashtún, la loya jirga, una toma de decisiones basada en el consenso y unos lazos personales de lealtad entre los miembros de las shuras principales, si bien esta presunta dirección colectiva topaba con el hecho incuestionable de que Omar tenía la última palabra en las decisiones importantes.

Se salvaguardó el núcleo duro de pashtunes kandaharis, y aunque ahora gobernaban territorios en los que los pashtunes no eran mayoría, Omar y sus compañeros se negaron a desarrollar un mecanismo que permitiera incluir en la toma de decisiones a representantes de las etnias minoritarias.

Fue ésta “versatilidad de la élite talibán” una característica que hizo inextricable el entramado del poder del régimen. Omar alimentaba este marco de incógnitas con su negativa a ser fotografiado y a recibir visitantes no musulmanes. En los cinco años que duró el régimen talibán, sólo un puñado de periodistas, diplomáticos o agentes de seguridad de Pakistán y Arabia Saudí recibieron audiencia por este hombre.

Unos meses antes de caer Kabul en manos talibán, llegó a Jalalabad el multimillonario saudí Osama bin Laden, consagrado a la jihad particular contra Estados Unidos a través de su red subversiva Al-Qaeda, creada a partir de ex muyahidínes extranjeros.

Esta organización fanatizada, con una visión religiosa muy virulenta y reduccionista conocida como salafismo-jihaidismo y de complicada reinserción en sus sociedades de origen, recibió el nombre genérico de árabes-afganos, a pesar de que ninguno de ellos era afgano y buena parte ni siquiera árabes.

Al parecer bin Laden conoció a algunos dirigentes talibán que combatieron en las provincias pashtunes en los años ochenta. El movimiento de Omar se le presentaba como un aliado natural por compartir la doctrina sunní y un odio indeclinable a toda importación cultural de Occidente.

Los talibanes brindaron al saudí un trato especial de huésped, conscientes de que la relación iba a reportar beneficios mutuos. Las fuentes señalan que en abril de 1997 bin Laden y sus acólitos, provistos de sofisticados y carísimos sistemas de comunicación, se mudaron a Kandahar, que es donde trabaron contacto directo con Omar.

Con el visto bueno del mullah, bin Laden levantó campos de entrenamiento para terroristas en el territorio que aquellos controlaban. A cambio de esta cobertura, construyó a Omar y demás líderes talibán residencias a prueba de ataques, búnkers subterráneos y otras edificaciones para uso militar.

Aun cuando no parece que los talibanes tomaran parte en la conspiración, la impunidad con que su invitado se valía de su libertad de movimientos para amenazar a un tercer Estado era reveladora del talante de Omar y sus asociados. En Afganistán bin Laden planificó sus golpes contra Estados Unidos.

El 23 de febrero de 1998 organizó un cónclave de grupos integristas en su base de Jost del que, bajo la etiqueta de “Frente Islámico Internacional para la Jihad contra judíos y Cruzados”, salió una “fatwa” para matar a todo norteamericano, militar o civil, en cualquier lugar del mundo.

Luego de la catástrofe terrorista del 11 de septiembre de 2001 se reveló que el vínculo entre Omar y bin Laden iba más allá de la mera amistad o la política: eran nada menos que consuegros. Según estas informaciones, la quinta esposa del saudí sería una hija de Omar y éste habría tomado en matrimonio a la hija mayor de aquel.

En suma, desde antes del 11 de septiembre bin Laden no sólo había sido un invitado privilegiado, sino que había ejercido un poderoso influjo en el régimen afgano, a pesar de las complicaciones internacionales que tal connivencia pudiera acarrear a este último. El pacto se supone que incluyó la transferencia a la organización de bin Laden de los campos de entrenamiento de voluntarios extranjeros existentes en Afganistán.

El espectacular ataque terrorista en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, con sus devastadores daños, puso inmediatamente en la mira a Osama bin Laden. Éste se desvinculó de los hechos para ganar tiempo, si bien se felicitó por lo que calificó de “reacción legítima de los oprimidos” y amenazó veladamente con nuevos ataques, con armas convencionales o de destrucción masiva, a cargo de su organización.

Sin solución de continuidad, las miradas acusadora de Estados Unidos y sus aliados, formales o reclutados apresuradamente para su anunciada coalición internacional contra el terrorismo, se posaron en Afganistán y contra el régimen talibán. El 14 y el 15 de septiembre, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anunciaba la guerra general contra Al-Qaeda quedando implícito que ésta comenzaría en el país donde la organización terrorista tenía su cuartel general.

Omar hizo un llamamiento a la población afgana, para que afrontase con “valentía y dignidad” una eventual represalia de Estados Unidos, ya que sólo perecería si era “la voluntad de Dios”. En un tono desafiante, advirtió a los países vecinos sin citar nombres que se abstuvieran de colaborar en una intervención militar de no musulmanes.

Los hechos descriptos arriba fueron los que dieron comienzo a la guerra de Afganistán, la guerra más larga de la historia de los Estados Unidos. Probablemente lo narrado esté en el recuerdo de muchos de nosotros, lo que seguro pocos esperábamos era un final así. 19 años después se ha llegado a un triste epílogo para dos operaciones militares que recibieron nombres tan grandilocuentes como Libertad Duradera y Centinela de la Libertad.

El Acuerdo de Doha, firmado el pasado 29 de febrero de 2020 entre los talibanes y Estados Unidos, que fue presentado como un “acuerdo de paz” entre dos de las partes del conflicto, que invitaba a pensar, en un próximo alto el fuego en Afganistán, en realidad se centra exclusivamente en establecer los términos en los que Estados Unidos saldrá del país tras 20 años de intervención; algo confirmado por la Administración de Joe Biden.

Más allá de la renuncia de Estados Unidos a seguir en Afganistán, las conversaciones entre el gobierno afgano y los talibanes, aún en curso, determinarán si, efectivamente, hay esperanza para que prevalezca la paz en un país asolado por la violencia desde hace muchas décadas.

Mientras en estos momentos, agosto de 2021, los talibanes afirman controlar el 85% de Afganistán, culpando a Estados Unidos por el fracaso del acuerdo y desde que el presidente Joe Biden anunció en mayo un plan de salida de Afganistán, los talibanes han tomado más de 150 distritos del país.

Por otro lado, el presidente de Afganistán, Mohammad Ashraf Ghani, instó a los talibanes a aprender las lecciones de Siria, Irak y Yemen y a evitar la violencia para unirse a un proceso de paz. El presidente se dirigía a una reunión pública en la provincia oriental de Khost tras inaugurar el quinto aeropuerto internacional del país, construido con un coste estimado de US$ 20 millones.

“En lugar de sentarse eventualmente (para las conversaciones) mañana, ¿por qué no sentarse a hablar hoy? Hay que aprender las lecciones de Siria, Yemen, Irak, Argelia y Líbano”, señaló el mandatario. “Si ustedes (los talibanes) deciden luchar, entonces toda la responsabilidad recaerá sobre sus hombros”, añadió el presidente, tras culpar a los talibanes del recrudecimiento de la violencia en medio de la salida de las tropas extranjeras de Afganistán.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario.

Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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LOS DIEZ TRASTORNOS DE CUBA

Alberto Hutschenreuter*

Mucho se ha dicho desde que las protestas sociales se extendieron por toda Cuba. Casi de súbito (porque muchas realidades eran conocidas), una pluralidad de dificultades mayores que tenían lugar en la isla fueron quedando en evidencia. En gran medida, pandemia, economía y redes fueron el epítome para comprender un fenómeno de escala que prolonga el desenlace o capítulo final de una historia que se inició en plena Guerra Fría.

Con el fin de ampliar y, si es posible, enriquecer el enfoque, existe, sin duda, una pluralidad de realidades pertinentes en relación con la situación. Consideremos a continuación diez situaciones clave.

1. La revolución no condujo a ningún paraíso

A fines de los años cincuenta, el líder soviético Nikita Krushev advirtió que para 1980 sería alcanzado el horizonte del comunismo, es decir, una sociedad sin clases y, por tanto, sin Estado, según rezaba la proyección de la ideología marxista-leninista. No solo sabemos que ello jamás sucedió, sino que el mismo país de los trabajadores y del enorme Partido-Estado acabó derrumbándose. Se trató, como sostuvo Zbigniew Brzezinzki, del “gran fracaso del siglo XX”.

No ocurrió lo mismo en China, donde la dirigencia de cuño ideológico maoísta instrumentó, a fines de los años setenta, una estrategia que mixturó leninismo y mercado, decisión que llevó al país asiático a un notable crecimiento económico en las cuatro décadas siguientes. Vietnam siguió también una vía propia, convirtiéndose en un triunfante actor en el siglo XXI.

En América, Cuba se mantuvo graníticamente dentro de la línea ideológica. Si bien es cierto que los niveles de alfabetización y, más relativamente, la salud son logros, en modo alguno ello alcanza para considerar que la isla alcanzó el sueño revolucionario. Como en la ex Unión Soviética, ningún “hombre nuevo” produjo la revolución. Si así hubiera sido, en la Rusia de los noventa no habrían tenido lugar las desmesuradas ambiciones materialistas que, casi como en su momento las hordas mongolas, asolaron el país. Asimismo, si en Cuba la revolución hubiera creado una “nueva situación social”, jamás habría pasado lo que sucedió en 1994 y en 2020-2021. En buena medida, en Cuba se reprodujo la situación que tenía lugar en la URSS: una dictadura eterna del proletariado, un Partido-Estado predominante dirigido por “una nueva clase” (término utilizado hace más de 60 años) y una sociedad postergada y sumida en crecientes necesidades de insumos básicos.

2. Se murió el liderazgo

Aquí también existe una situación de “retardo de los hechos”. La desaparición física de los grandes líderes del siglo XX determinó el propio fin de una centuria más corta todavía de lo que habitualmente se considera.

Por razones de generación, claro, el “liderazgo genuino” en Cuba; es decir, los Castro, o más precisamente Fidel Castro, fueron un factótum en Cuba. El crédito y la personalidad de Fidel Castro era (casi) como la presencia de Napoleón en las batallas: era sentido y percibido como la mitad de las fuerzas. Cuba era Fidel y Fidel era Cuba; sin él, Cuba ya no fue, como la URSS ya no fue la URSS tras la desaparición de Stalin. Existió al frente de la potencia mayor un liderazgo colegiado con un cabecilla, Brezhnev, que “invernó” régimen y sociedad durante años, hasta que la crisis acumulada produjo en la década del ochenta lo que recordamos: Gorbachov, un reformador que salvaría el sistema, y el desplome del sistema y del mismo país. Pero Raúl Castro no fue como Brezhnev. Fue un líder más apagado y tímido al que finalmente le tocó definir la sucesión.

3. El totalitarismo no pudo sostenerse

Podríamos decir que, así como el totalitarismo soviético se fue con Stalin, el totalitarismo en Cuba se fue con Castro, incluso antes de su muerte. Dejó de haber totalitarismo, es decir, identificación ideológica total (y si fuera necesaria violenta) entre Estado y sociedad. Como en aquel país, continuó existiendo en Cuba, utilizando categorías del alemán Karl Lowenstein, una “autocracia autoritaria”. Pero socialmente comenzaron a abrirse espacios para respirar (ello explica el surgimiento de movimientos como San Isidro y el N27, que son los que desde 2020 crearon en Cuba una “nueva realidad”.

Esa transición política suele herir de muerte a los regímenes centralizados, pues desaparece o se debilita significativamente un instrumento de control clave del régimen: la “segmentación” de la sociedad, esto es, la estrategia basada en mantener separada a las personas para evitar la (peligrosa) comunicación entre ellas, puesto que la  conectividad entre la gente va dejando al descubierto, por un lado, las “perversidades” del sistema de control, y por otro, lo que sucede y cómo se vive fuera del país, sobre todo en el territorio del capitalismo.

4. No hay valedor externo

En gran medida Cuba está sola, pues aventurar que Rusia se va a involucrar en caso de que la situación se oriente hacia una situación relativamente parecida a la que sucedió a fines de los años ochenta en los países de Europa central pertenecientes a la esfera de influencia soviética, es una equivocación mayor. Sin duda, Moscú elevará el tono de sus reservas ante un escenario complejo y, llegado el momento, hará pesar su condición en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero Cuba no es parte del “área geopolítica roja” de la potencia, que es la de las ex repúblicas soviéticas de Europa del este, Georgia y las repúblicas centroasiáticas.

En segundo lugar, no es la ideología la que lleva a que Rusia defienda al régimen de La Habana sino la necesidad de reparación estratégica que lleva adelante Moscú frente a lo que considera el mayor reto por parte de occidente: la proximidad de la OTAN a sus líneas rojas. Lo mismo podemos decir en relación con el lazo Moscú-Caracas. Tanto Cuba como Venezuela se encuentran en el primer y segundo anillo en relación con los intereses geopolíticos de Estados Unidos en el continente; por tanto, el apoyo de Rusia a estos regímenes implica, ante todo, la réplica rusa a la rentabilización que ha llevado adelante Estados Unidos tras su victoria en la Guerra Fría.

Por último, la difícil situación socioeconómica de Rusia la lleva a que priorice su frente interno durante los próximos años. Sin duda, si están en liza intereses vitales en sus zonas sensibles, Rusia aplicará su concepción de “defensa ofensiva”, como lo hizo en Georgia y en Ucrania; pero compromisos militares de escala más allá no harán más que complicar el frente interno. Rusia no es una potencia ideológica como lo era la URSS, pero sí puede sucumbir como la ex superpotencia si antepone más allá de lo necesario la geopolítica a la economía.

5. Fracasó la modernización

La modernización en los países con regímenes iliberales implica una mejora o transformación de su estructura económica con el propósito de vigorizar la economía y evitar así desarreglos que pudieran poner en riesgo la “igualdad social”. China no logró evitar que se formara una numerosa clase media, pero el trascendental crecimiento económico (que por años llegó a ser de dos dígitos) moderó descontentos.

En Cuba, la modernización implicó, centralmente, cambios económicos; una especie de NEP (Nueva Economía Política) que, si bien no siempre se destaca, produjo cambios notables en la estructura de exportación de la isla. Como bien destaca Emily Morris, mientras que las exportaciones de azúcar proporcionaron más del 70 por ciento de los ingresos de divisas en 1990 (tiempos de severa crisis), en los últimos años ha representado menos del 3 por ciento. Asimismo, reorientó inversiones hacia el turismo y la minería del níquel. Con las exportaciones de servicios (el principal sector económico de la Cuba actual), petróleo refinado y medicinas, como así con las remesas, aumentó las divisas.

Con estos cambios, Cuba se alejó de la primera parte de los años noventa, cuando la economía se contrajo más de un 34 por ciento. Pero, evidentemente, las medidas fueron exiguas, no se pudo evitar el crecimiento del mercado negro y el retiro del Estado fue insuficiente. Las consecuencias fueron un sistema con dos monedas, que provocó que calificados profesionales del sector público se marcharan al sector privado, se elevarán los precios y cayeran las exportaciones.

Por otro lado, si en La Habana se consideraron modelos a seguir, por caso, los cambios en el socialismo de Vietnam, hubo insuficiencia en reparar, entre otras, que en el país asiático los servicios no comprendían una porción elevada del PBI como en Cuba; en Vietnam, el sector productivo representa casi el 70 por ciento del PBI, dato que explica categóricamente el éxito de este país y el fracaso de aquel.

6. No se construyó poder nacional

Si Cuba hubiera logrado resultados en las reformas, entonces habría logrado un margen de legitimidad que hubiera sido decisivo en relación con lo que ha desaparecido en la isla: el ascendente del liderazgo de Fidel Castro. En China, la muerte de Mao fue seguida, prontamente, por un proceso de reformas que alejó al país del desastre que causó la Revolución Cultural y la puja de poder, y colocó a China en un indetenible crecimiento económico: se construyó lo que en China denominan “poder agregado”, indispensable para la conversión en un gran poder. Salvando proporciones, también Vietnam logró lo mismo. No obstante, la gran potencia aún es deficitaria en matera de “poder blando”.

Sin construcción de poder nacional, difícilmente un país dispondrá de proyección internacional. En el caso de Cuba la situación fue acaso peor, pues el “poder nacional” quedó reducido a la ideología, pero una ideología que se ha devaluado. No obstante, el régimen ha insistido en ella, hecho que hasta le ha significado problemas en materia de concretar acuerdos con Rusia, su propio “socio estratégico”.

Alfabetización y salud son activos importantes, sin duda; pero no son suficientes si no van acompañados de otros componentes del poder nacional.

7. El sector duro fue (y es) predominante en el PCC

En buena medida, algunos de las realidades explicadas aquí tienen como base que en el PCC nunca se impuso el sector reformista. Siempre acabó predominando el sector duro, y cuando pareció que este sector sería pragmático, nunca había referencias a cambios estructurales: todo cambio se realizaría dentro de una lógica coyuntural. Y ello ha continuado siendo así con Miguel Diaz-Canel al frente de Cuba, es decir, durante los últimos años.

Dicho sector sabe que todo cambio económico de escala tendrá, tarde o temprano, correlato político. Pero frente a los recientes acontecimientos, prácticamente no queda otra opción. La pregunta es, como bien sostiene la analista de “Geopolitical Futures”, Allison Fedirka, ¿cuánto más se puede hacer sin revisar el sistema?

8. La geografía es inalterable

La ubicación de Cuba en el mundo no admite discusiones: se encuentra dentro del área de intereses selectivos de los Estados Unidos. Dicha área se extiende a Colombia y Venezuela, para disminuir a medida que se desciende al sur.

En tiempos de Guerra Fría, cuando ambos contendientes pugnaban por proyectar poder e influencia, Cuba y la adopción de la ideología revolucionaria resultó funcional para la URSS: supuso ganancias que Estados Unidos no pudo revertir, a menos que arriesgara una confrontación con su par nuclear. Pero ese ciclo internacional terminó. No existe una nueva Guerra Fría: existe una nueva competencia; de manera que ha declinado sensiblemente aquello relativo con que Cuba era una espina en el bajo vientre de Estados Unidos.

Casi no se habla más de esferas de influencia, pero continúan existiendo en todas las zonas adyacentes de los poderes preeminentes. Se trata prácticamente de una de las “leyes de la geopolítica”.

Además, es muy posible que la ascendencia de La Habana en países de América Latina (un activo “duro” y “blando” del régimen castrista por décadas) pierda fuerza, algo que representa una ganancia de poder para Estados Unidos en relación con considerar alguna nueva doctrina para la región.

En estos términos, el problema para Cuba no es tanto el bloqueo estadounidense sino su ubicación geográfica.

9 La pandemia

La expansión de los contagios por coronavirus en la isla (más de 250.000 contagiados y casi 2.000 muertos a mediados de julio de 2021, según cifras oficiales) ha dejado en evidencia que el “factor salud” en Cuba no es el bien público inmaculado. Algo de ello se dijo cuando el entonces presidente venezolano Hugo Chávez, desoyendo consejos, eligió someterse a la medicina cubana para superar su enfermedad.

La respuesta a la pandemia expuso las dudas sobre las vacunas cubanas, pues las producidas allí (que son tres: Soberana 01, Soberana 02 y Abdala) no siempre han demostrado eficacia y seguridad, pues, como ha ocurrido también en otros países donde se han utilizado otras vacunas, en Cuba se ha contagiado gente que se había aplicado las vacunas (que aún no están aprobadas; aparte, Cuba no forma parte de COVAX, el Fondo de Acceso global para Vacunas Covid 19). De manera que si Cuba tenía la posibilidad de hacer valer su activo blando de poder que es la salud, hasta el momento ello no pudo ser o bien ha sido relativamente.

Pero la pandemia trajo otro problema (también letal) para la economía de Cuba: la fuerte caída del turismo, el segmento que provee a Cuba de importantes ingresos.

10. La conectividad es indetenible

La extensión del parque de la telefonía móvil en la isla es, sin duda, el hecho clave para entender la movilización de la sociedad. En 1994, cuando ocurrieron protestas, las mismas tuvieron lugar en la capital. Hoy, las protestas tuvieron lugar a lo largo y ancho de toda la isla; y ello fue posible por la conectividad. De hecho, las protestas se iniciaron en San Antonio de los Baños, desde donde la información se expandió a toda la isla; casi inmediatamente, los hechos pasaron a reportarse a todo el mundo. En buena medida, lo que sucedió en Cuba en materia de conectividad ciudadana nos retrotrae a los sucesos que se vivieron en El Cairo en 2011, cuando las redes fungieron como el instrumento de convocatoria a las calles.

El régimen respondió de la manera esperada: bloqueó el servicio de internet. Pero el fenómeno de la conectividad es prácticamente indetenible. De hecho, el bloqueo del segmento digital en Cuba reactivó en Estados Unidos las fuerzas que pugnan por convertir en ley proyectos que permitirían que las personas, a pesar de bloqueos, continúen comunicadas entre sí y con el exterior.

En otros términos, la conectividad torna prácticamente imposible preservar el totalitarismo, incluso en China, cuyo régimen ha aprovechado la pandemia para mejorar el sistema de vigilancia digital pues sabe que la conectividad, ante una situación de descontento social, podría tornar incontrolable los levantamientos. Pero China, a diferencia de Cuba, cuenta con otros activos que le permiten mantener la “legitimidad”.

El régimen cubano podría seguir el “modelo venezolano” en matera de conectividad, es decir, bloqueo, vigilancia y represión permanente. Pero el precio sería muy alto: una de las insuficiencias que sufre, la energía, si se llegaran a cortar los aportes del exterior, empeoraría tanto que el colapso en la isla sería total.

En suma, la pandemia complicó severamente el escenario político, social y económico de la isla. Pero, en rigor, Cuba afronta una pluralidad de trastornos que dejan al régimen conservador en una situación casi terminal, aunque por ahora haya “controlado” las protestas.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG. 

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EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO GEOPOLÍTICO: ALGUNOS LINEAMIENTOS A LO LARGO DE LA HISTORIA

Isabel Stanganelli*

La Geopolítica ha mutado sucesivamente sus limitaciones teórico-conceptuales de acuerdo con las etapas, medios y sociedades en que primaron sus respectivos paradigmas. En este recorrido por el que ha sido su origen y desarrollo intentaré incluir los aportes pertinentes al conocimiento y a la comprensión de los fenómenos políticos en un mundo, hoy por hoy, globalizado. Debemos adelantar que existen teorías y conceptos geopolíticos superpuestos y contradictorios en el mismo.

La palabra “Geopolitica” debió sobrevivir a una gran carga negativa desde la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, gran parte de sus contenidos fueron absorbidos por “Relaciones Internacionales”. He podido observar el fenómeno en mi calidad de Geógrafa (Geopolítica) y de Magíster en Relaciones Internacionales. Como éstas últimas estarían incluyendo a la primera, podemos recuperar a la Geopolítica sin dejarlas desprovistas de contenido.

Luego de esta observación es importante destacar el debilitamiento de los Estados —agravado por la pandemia de Covid-19— y la emergencia de elementos y actores perturbadores. El repentino desmoronamiento de la Unión Soviética y el consecuente final de la Guerra Fría implicaron cambios mundiales; no fueron los únicos cambios y ninguno de los paradigmas dominantes de las Relaciones Internacionales demostró ser capaz de predecir esos eventos y nuevas realidades, complicadas con la proliferación de conflictos étnicos, culturales, el creciente rol de las asociaciones regionales, el impacto de la globalización y la revolución de las comunicaciones.

Todo ello obligó a restituir la discusión de las rivalidades relativas al poder al seno de las ciencias geográficas. Las sociedades avanzan sobre la base de contradicciones y observamos un retorno a los nacionalismos, fundamentalismos y particularismos regionales como una reacción —entre otras— de la racionalidad y determinismos occidentales y sus contrapartidas orientales.

Para analizar la competencia por áreas de influencia es necesario identificar a los Estados de mayor magnitud estratégica mundial. Sherman Kent, establece que la magnitud estratégica de un Estado implica además de su situación geográfica y de sus vulnerabilidades, los medios con que cuenta, su voluntad y eficacia en usarlos ante una situación de gravedad —real o imaginaria—, las decisiones de sus pueblos, sus modos de resolución histórica, la característica de sus líderes, sus aliados probables, sus instrumentos no militares de política y estrategia y el potencial bélico del Estado en cuestión[1].

Por alguna razón “…algunos Estados con suficiente capacidad y voluntad nacional de ejercer poder o influencia más allá de sus fronteras, intentan alcanzar una posición de dominio regional o de importancia global”[2]. Para ello se valen de alianzas con otros Estados capaces de producir cambios ventajosos en la situación geoestratégica mundial.

Desde su introducción, el término Geopolítica ha enfrentado numerosas dificultades referidas a su definición. El “Gran Juego Geopolítico” librado entre el Reino Unido y Rusia a fines del siglo XIX nos ilustra cómo diversas teorías geopolíticas acompañaron sus respectivos tiempos históricos.

El concepto no solo resultó contaminado por su uso tendencioso por la Geopolitik alemana de la Segunda Guerra Mundial sino debido a los numerosos significados y connotaciones en su uso actual. Muchas veces es contradictorio, el concepto suele permanecer implícito y referirse a Estados, a sus relaciones y su contexto, otras veces a actores no estatales. Los medios suelen utilizar el término sin definirlo.

En cuanto a las lecturas académicas encontramos tantas definiciones que en última instancia solo reflejan un debate intelectual que no parece tener fin.

También es frecuente la aparición de términos tales como Geopolítica energética, Geopolítica del hambre, Geopolítica del agua, Geopolítica empresarial, etc. que dan testimonio de la validez y vigencia —explícita o encubierta— de la Geopolítica. También es visible a través de conceptos derivados como “aéreas de influencia”, “balance de poder”, “Estados tapón”, “intereses vitales”, “intereses estratégicos” o “near-abroad” (exterior cercano). 

En búsqueda de una definición

A los fines de adoptar una definición apropiada, es conveniente repasar las tendencias más representativas del pasado.

Como una primera aproximación, se debe destacar que los dos conceptos primarios de la Geopolítica de los siglos XIX y gran parte del XX fueron tierra y agua —o continentes y mares—, bases de la representación cualitativa del espacio mundial.

Las talasocracias implican la existencia de una metrópoli y colonias si bien las civilizaciones del mar Negro o del Mediterráneo son muy diferentes a poderes insulares como el Imperio británico y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ejemplos de la vigencia del poder de las flotas marítimas. La expansión colonial de los Estados europeos y luego EEUU ha sido básicamente talasocrática. Su vigencia a cargo de portugueses, españoles, holandeses y finalmente británicos perduró por más de 400 años. La escuela del estadounidense Mahan refuerza esta categoría.

La evaluación de las telurocracias es más reciente: cuentan con un centro y provincias en una “tierra común”. Pueden ser civilizaciones forestales, de las estepas, de las montañas, etc. Son ejemplos pertinentes el Imperio de Genghis Kahn, el de Tamerlán, el califato árabe y hasta el Imperio incaico. Dentro de éstas se destaca la escuela geopolítica del Eurasianismo de Primakov.

 Teorías geopolíticas

Friedrich Ratzel (1844-1904)

Geógrafo y periodista alemán, escribió en 1897 su Geografía Política donde supeditaba las actividades humanas al medio físico: el rigor de los inviernos explicaría el mayor desarrollo de la Europa del Norte ante las afirmaciones acerca de la indolencia del hombre tropical comparado con el industrioso septentrional, que se han utilizado como explicación de las diferencias entre las colonias de Brasil y EEUU. Sostenía que los Estados compartían muchas de las características con los organismos vivientes e introdujo la idea de que un Estado tenía que crecer y extenderse o morir dentro de “fronteras vivientes”. Hoy condenado por su determinismo y por su doctrina tomada como base de una de las páginas más negras de la Historia del siglo XX. Pero fue fiel a las corrientes predominantes de su tiempo y no podía predecir el impacto de sus teorías, consideradas precursoras de las geopolíticas.

Rudolph Kjellen (1864-1922)

Versado en Ciencias Políticas e Historia, en 1899 escribió un artículo sobre la frontera de Suecia —su país—, denominado “La ciencia del Estado en tanto organismo geográfico que se manifiesta a través del espacio en el que fue utilizado por primera vez el término “Geopolítica”. Kjellen la definía como «la teoría del Estado como organismo geográfico o fenómeno en el espacio”. No hay indicación de que conociera la obra de Mackinder y Mahan aunque fue mencionado como asesor de la política exterior del presidente estadounidense Theodore Roosevelt. Entre su abundante producción se encuentra “El Estado como forma viviente” donde establece —bajo fuerte influencia de Ratzel— que los Estados (como organismos sujetos a la ley del crecimiento) nacen, se desarrollan y mueren. Aunque Suecia permaneció neutral, Kjellen promovía formar un frente aliado con Alemania contra Rusia y criticaba a la vieja Ciencia Política por considerar que se limitaba a observar a los Estados y sistemas judiciales e incorporó una nueva teoría con base antropogeográfica —para él, Geopolítica— en la que incluye conceptos como Estado, nación, sociedad y sistema judicial. Para Kjellen, la Historia no era un caos de eventos coincidentes sino que estaba bajo la influencia de reglas geopolíticas.

Su teoría abarcaba una verdadera Geopolítica considerada como el territorio natural, con límites, características físicas, producción y capacidad de mantenerse unificado y poderoso (a través de cultivos, comunicaciones y fortificaciones). Como Mackinder, creía que el transporte internacional terrestre se estaba desarrollando a tal velocidad que el poder marítimo quedaría en el pasado. La reedición actual de la Ruta de la Seda en Asia central incluye autopistas y ductos de exportación de hidrocarburos desde Medio Oriente hasta China, momentáneamente más segura que las rutas marítimas para los buques mercantes, superpetroleros y buques metaneros[3].

Kjellen consideraba a la Geopolítica como una amplia ciencia en el límite de la Historia, Geografía y Ciencia Política y al mismo tiempo una ciencia auxiliar de éstas, era un analista y metodólogo, un constructor de sistemas. No encontramos mapas en sus libros.

Alfred Mahan (1840-1914)

El contraalmirante, historiador, estratega y geopolítico estadounidense Alfred Mahan, postuló la importancia estratégica del dominio naval como clave para la dominación mundial. Para ello no solo contaba con el ejemplo del imperio colonial británico de ultramar sino de las experiencias navales de la propia EEUU, que a principios del siglo XIX —1803-1805— “libraba batallas contra los bereberes en el mar Mediterráneo”[4], además de las libradas para mantener la independencia contra el Reino Unido, en 1812. Mahan sostuvo en La influencia del poder naval en la Historia que “Quien domine el mar domina el comercio mundial; quien domine el comercio mundial domina el mundo”[5]. Asignaba tanta importancia al imperio colonial de ultramar como a las rutas marítimas, principalmente las comerciales. Fue un “ardiente propagandista acerca de la expansión de los EEUU hacia territorios y áreas de ultramar”[6]. Consideraba a EEUU como un Estado insular y propuso políticas como la anexión del archipiélago hawaiano, control del mar Caribe y construcción de un canal en Panamá. Roosevelt puso en marcha estas propuestas.

Halford Mackinder (1861-1947)

En Occidente desde fines del siglo XIX las teorías más conocidas fueron las del británico Mackinder. En su The Geographical Pivot of History —publicado en 1904 por la Royal Geographical Society— sostuvo la existencia de un bloque central, pivote o Heartland clave y que quien lo unificara y dominara, dominaría los tres continentes de la “Isla Mundial” —Europa, Asia y África—. La localización del heartland fue siempre ambigua: lo situaba en algún lugar de “Eurasia”, también ambiguamente definida, para justificar el interés en Rusia[7]. Luego de la Primera Guerra Mundial, Mackinder favoreció la creación de Estados-tapón como Polonia o Yugoslavia, para aislar a Rusia y reducir la superficie de Alemania.

The Geographical Pivot of History atrajo la atención tanto de admiradores como de detractores de Mackinder, que lo acusaron de geo-determinista e imperialista. Al respecto Milton Santos señaló que “La educación impregnada de un fuerte patriotismo demandaba de profesores de Geografía que promuevan el colonialismo. (…) Entre los geógrafos colonialistas Mackinder sería el más eficiente”[8].

En 1919 en su Democratic Ideals and Reality[9], Mackinder trasladó el Heartland a Eurasia, basándose en la menor capacidad de penetración de las potencias marítimas y en su temor de que Alemania alcanzara el corazón continental. Esta idea de existencia de una “fortaleza” asiática impenetrable sigue siendo la base de numerosos modelos y la “primera premisa del pensamiento militar occidental”[10]. Desde la desintegración de la URSS, el poderío militar actual —tierra, mar, aire y espacio exterior— parecen sostener la idea de “la fortaleza” delineada con poco rigor académico por Mackinder.

Andrei Evgenievich Snesarev (1865-1937)

Menos conocido que Mackinder, el influyente general y estratega ruso Snesarev, zarista que en 1918 se integró al Ejército Rojo en el distrito militar Turkestán. Autor del libro Afganistán, fue escrito como curso de lectura militar a la espera de órdenes de invadir India vía Afganistán en 1919. La invasión finalmente no ocurrió, pero Snesarev colaboraba con los pashtún contra el Imperio británico en Merv, actual Turkmenistán con posterioridad a la Primera Guerra Mundial. Snesarev —emulando a Mackinder— sostenía que “Quien gobierne Herat, gobernará Kabul y que quien gobierne Kabul, gobernará India”[11]. Consideraba a Afganistán como la puerta de entrada a India y como secuencia para luego arribar al océano Índico. Además afirmaba que existían dos tipos de fronteras: estatales y estratégicas, considerando en este último rango a Afganistán. Andrei Snesarev fue apresado por Stalin en 1930 —bajo cargos de traición—, ejecutado en 1937 y recientemente su figura fue rehabilitada. Considerado precursor de Zbigniew Brzezinski, Snesarev señalaba a esta región como “muy volátil (…) colocada en la periferia de grandes imperios, incluyendo los establecidos por Alejandro Magno y los mongoles”.

Karl Haushofer (1869-1946)

Hemos visto que la Geopolítica tuvo gran interés en Alemania desde principios del siglo XX —con Kjellen— y alcanzó mayor difusión cuando el general alemán Karl Haushofer (1869-1946) adaptó en su libro Der Lebensraum (El espacio vital) algunas teorías de Ratzel y las del Heartland de Mackinder para justificar pseudocientíficamente la expansión territorial alemana durante el Tercer Reich. Este uso de la Geopolítica “llevó a sacrificar la metodología científica en pro de un proyecto grandioso de un poderoso Reich alemán”[12]. Haushofer incorporó los procesos políticos a la definición de la Geopolítica: Haushofer consideraba a la Geografía Política como una parte esencial de la Geopolítica.

Curiosamente la Historia da cuenta de decisiones del régimen nazi que contradicen tanto las teorías de Ratzel como las de Haushofer: la cesión del Tirol del Sur, zona poblada por mayoría germana, a los italianos. Haushofer se suicidó en 1946.

Nicholas Spykman (1892-1943)

En su libro America’s Strategy and World Politics[13] sostuvo que Mackinder había exagerado el potencial del Heartland y que el verdadero poder radicaba en el inner crescent, al que Spykman denominaba “rimland” o perímetro de seguridad, teoría aplicada primeramente a la defensa de EEUU, funcionando como una alerta temprana ante posibles intromisiones. Este rimland al que alude Spykman debía abarcar todo el continente asiático y europeo y grandes extensiones de los mares y océanos adyacentes. Al mencionar la extensión de los Estados no se refería al poder per se de los mismos, sino a su potencial para evitar separatismos.

Desde el punto de vista de la defensa militar, para Spykman la extensión era crítica respecto de la localización de los centros vitales. Mencionaba la defensa de Rusia ante el avance napoleónico, pero podemos agregar la estrategia rusa de traslado de centros industriales al este de los Urales ante el avance de Hitler durante la II Guerra Mundial y la descentralización estratégica militar debida a la Guerra Fría, que dejó importantes instalaciones en otras repúblicas de la URSS, como Kazajstán, Tayikistán, Uzbekistán.

“Nicholas Spykman: el preludio de la contención”. Retaguardia.org. (economía, modelos emergentes), http://www.retaguardia.org/2008/09/12/nicholas-spykman-el-preludio-de-la-contencion

En la comunidad académica se suele minimizar el aporte de Spykman, reduciéndolo a un agregado —inner crescent— al heartland de Mackinder. Pero sus aportes siguen siendo válidos ante las nuevas tecnologías aplicadas a portaaviones, a su alcance ofensivo, sus sitios de emplazamiento y a la división del mundo en comandos estadounidenses.

Estudios posteriores destacan la influencia de ambos geopolitólogos —Mackinder y Spykman— en la estrategia de contención estratégica de EEUU durante la Guerra Fría. En su obra póstuma, The Geography of the Peace[14] sostenía que el control de la cuenca del océano Atlántico Norte era ideal, pero adelantaba el “inevitable crecimiento en importancia del océano Pacífico como ruta clave para el comercio internacional”[15], una de las premisas en la Estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU desde 2013. Spykman no es simplemente el autor de la “teoría del rimland”.

Alexander de Seversky (1894-1974)

Era un noble nacido en Rusia —hoy Georgia—. En 1918 arribó a los EEUU destinado a la Embajada de Rusia. Ingresó al Departamento de Guerra estadounidense como ingeniero aeronáutico y experto en bombarderos. En 1942 comenzó a escribir el best seller Victory Through Air Power alertando a la nación sobre la necesidad de defender mejor su espacio aéreo. Afirmaba que se avecinaba una revolución y en consecuencia que EEUU necesitaba respuestas revolucionarias. Pero el gobierno no estaba preparado para comprender que estaba en desventaja respecto de otros beligerantes. Luego de la Segunda Guerra Mundial recibió la Medalla al Mérito de manos del Presidente Truman y en 1952 formó Seversky Electroatom Corporation, empresa dedicada a la protección de EEUU contra ataques nucleares y en extraer partículas radioactivas del aire.

Alexander de Seversky consideraba que, al inicio de la Guerra Fría, estaban equilibrados tanto el poder terrestre como el marítimo y que era la superioridad aérea la que podía romper los cercos establecidos por los poderes continentales y marítimos enemigos y los Estados tapón. Consideraba además la creación de una zona aérea estadounidense que se extendiera a Europa y otra soviética. Independientemente de tener un perfil bien diferente de los académicos analizados previamente en esta investigación, de Seversky logró: a) mantener la primacía de EEUU al incorporar la capacidad de ataques aéreos incorporando una nueva dimensión espacial a la Geopolítica y b) colocarse pragmáticamente en el punto de avance entre el poderío aéreo y el nuclear.

Jaume Vicens Vives (1910-1960)

Para Vicens Vives el nacimiento de la Geopolítica coincidía con la etapa de los imperialismos y reparto del mundo por las grandes potencias del momento y que el ingreso tardío de Alemania a tal reparto produjo la guerra de 1914. En su libro España, Geopolítica del Estado y del imperio define a la Geopolítica como “una interpretación del pasado histórico y del espacio geográfico que sirva para justificar el presente[16].

Al final de España se refiere a las tensiones internacionales y a las fronteras como focos de tensión. Ya vislumbraba que las fronteras rígidas del siglo XIX y principios del XX estaban siendo superadas por el vertiginoso desarrollo de los medios de comunicación. Insiste en la artificialidad de las fronteras: siempre son humanas.

Otro ámbito de su investigación son las causas que han llevado a la expansión económica y el avasallamiento político: la búsqueda de recursos minerales —incluyendo energéticos—. En su momento, mediados del siglo XX, estudiaba la situación de Katanga —República Democrática del Congo— y el uranio y los intentos de secesión de aquella región como parte de un proceso teledirigido por Occidente en una clara actitud neocolonial.

Con una actualidad sorprendente define a mediados del siglo XX la posibilidad de conflictos por el control de las zonas polares y el dominio de las rutas marítimas —incluyendo el bastión Malvinas—.

Yves Lacoste (1929-…)

Yves Lacoste, geógrafo marroquí, contribuyó al renacimiento de la Geopolítica en Francia a partir de la década de 1970, si bien su producción se inició con Los países subdesarrollados (1959) y Geografía del subdesarrollo (1965), con las que entraría en el ámbito de la geografía económica y social.

Lacoste, Ives. Geografía del subdesarrollo. Barcelona: Ariel Geografía, 5ª edición, 1984, p. 74.

Destacada figura de la geografía radical, Yves Lacoste rechazó desde una óptica marxista la geografía tradicional, que definió como una mistificadora, al servicio del sistema e incapaz de dar respuesta a los nuevos problemas del mundo contemporáneo.

Con la revista Hérodote y, más tarde, su obra La Geografía: un arma para la guerra (1976), comenzó un intento de reintroducir el estudio de la ciencia geopolítica en Francia, desembarazándola de su injusta imagen de ciencia nazi.

En su libro Geopolítica: la larga historia de la actualidad (2006) afirma que: “El término Geopolítica, que nos muestra múltiples usos, define de hecho todo lo que concierne con las rivalidades de poder o influencia sobre territorios y sus habitantes: las rivalidades entre grupos políticos de todo tipo – y no sólo entre los Estados, sino también entre los movimientos políticos o los grupos armados más o menos clandestinos – rivalidades por el control o dominación de territorios grandes o pequeños”[17].

Lacoste, Ives. Geografía del subdesarrollo. Barcelona: Ariel Geografía, 5ª edición, 1984, p. 78 y 79.

En la figura precedente los signos de interrogación designan los Estados o grupos de Estados que —según Lacoste— presentaban problemas por formar parte del conjunto geopolítico denominado Tercer Mundo. Estados de la península ibérica o de Europa oriental, aunque no eran parte del Tercer Mundo, se consideraban a menudo como “subdesarrollados”. Por el contrario, Argentina y Uruguay entraban dentro del Tercer Mundo, a la inversa de África del Sur, considerada por muchos autores como un país “desarrollado” (o semidesarrollado). Finalmente, el último interrogante es el de si los Estados socialistas forman parte de lo que se denomina Tercer Mundo.

Peter Taylor (1944-…)

Geógrafo británico, el más influyente en la renovación de la Geopolítica. Disconforme con el enfoque neopositivista imperante, reorientó la disciplina hacia el análisis del sistema mundial. Considera las dinámicas de la economía global, descartando la localización del territorio o su ambiente como factores que condicionan las políticas de los Estados —sostenida por los geógrafos clásicos—. Para Taylor se trata de centros, periferias y semiperiferias imbricadas y dinámicas de acuerdo con las variaciones de la economía capitalista. Establece tres escalas de análisis: sistema-mundo (la realidad), localidad (la experiencia) y el Estado-nación (instancia mistificadora) y establece a la primera como decisiva. Para Taylor, “esta apreciación ingenua de que el espacio es un escenario inalterable, pone de manifiesto una gran ignorancia en torno de la Geografía”[18].

Taylor declaró además que los análisis geopolíticos siempre tuvieron un sesgo nacional: “En el caso de la Geopolítica, siempre ha sido muy fácil de identificar la nacionalidad del autor a partir del contenido de sus escritos”. Taylor relaciona Geopolítica y Relaciones Internacionales: “La Geopolítica ha sido generalmente parte de la tradición realista de las Relaciones Internacionales[19].

Saúl Bernard Cohen (1925-2021)

Este geógrafo estadounidense estableció en 1990 diferentes jerarquías de los espacios mundiales. En primer lugar consideró las mayores rutas comerciales marítimas del mundo, en segundo las terrestres de Europa y en tercer lugar los países de lenguas y etnias comunes (latino, germánico, anglo-americano, chino, eslavo): los independientes (Japón, Tailandia, Indonesia, Filipinas…); los espacios de conflicto (como Medio Oriente y en América latina Colombia, Venezuela, Bolivia) así como espacios de transición (entonces Europa central). Aunque reconoce la existencia de Estados-Potencias, les asigna magnitud en base a la comparación entre sus PBI, el acceso a tecnologías innovadoras, el nivel educativo, sus reservas de energía y cantidad de profesionales. En su libro Geopolitics of the World System[20] define Geopolítica como: “… el análisis de la interacción entre escenarios geográficos y sus perspectivas con procesos políticos. (…) Ambos son dinámicos y se retroalimentan. La Geopolítica da cuenta de las consecuencias de esta interacción”. La definición se focaliza en la interacción dinámica entre poder y espacio. 

Evgeny Primakov (1929-2015)

La crisis que puso fin a la URSS se mantuvo durante la década de los “reformistas ultraliberales”, representados por Boris Yeltsin. En 1997 Evgueni Primakov, ex jefe de la KGB, asesor y luego Primer Ministro, puso en marcha la que se terminó denominando “Doctrina Primakov” donde proponía la formación de un triángulo estratégico China-India-Rusia, eurasianista. Su propuesta fue retomada como parte de la gestión de Vladimir Putin. El objetivo era lograr que Rusia fuera una superpotencia. Consideraba que Occidente intentaba marginar el papel de Rusia en el sistema e infiltrarse en su espacio tradicional de influencia. En los libros de su autoría El mundo después del 11 de septiembre y La guerra en Irak arremete contra Washington, si bien destaca que Occidente tiene otra cultura y que es posible una cooperación limitada y con ventajas mutuas. Su propuesta incluyó modificar la orientación de la política exterior rusa de Occidente a Oriente, hacia un escenario considerado el sitio natural de Rusia. Sostuvo que el alejamiento del escenario asiático en la “década atlancista”, había propiciado que otros actores se aventuraran a penetrar la región, complicando considerablemente toda su problemática.

Primakov señalaba que “Rusia no tiene alternativas, si no mantiene su influencia en Asia Central entonces otros lo harán y será siempre en detrimento de ella…”[21]. La “doctrina Primakov” rectificó la orientación geoestratégica rusa que, en 2007, inició la consolidación del curso geopolítico nacional con la “Doctrina Ivanov” y posteriormente la “Doctrina Putin”. En julio de 2006, en ocasión de la Cumbre del G8 el mensaje de Putin fue claro: “…Occidente tendrá finalmente que aceptar el hecho de que Moscú ha vuelto al escenario mundial…” y proclamó lo que Rusia consideraba como sus tres fortalezas y que serían desde entonces los pilares de su emergencia: administración firme, confianza en sí misma y renovado vigor. En 2008 anunció el estreno de su doctrina de orientación multipolar, donde exhortaba a la construcción de un orden internacional justo, equitativo y respetuoso de las diferencias, al tiempo que hacía votos por la defensa de los valores democráticos. Era también eurasianista.

Tradición geopolítica china

En China por su parte, una larga tradición de más de 700 años de pensamiento estratégico —sin mencionar a los estrategas clásicos—, encuentra en el geopolítico Wei Yuan (1794-1856) y en los trabajos que hoy despliegan varias universidades y centros de estudios superiores, reflexiones geopolíticas elaboradas desde la perspectiva de la potencia marítima y continental china en Asia y en el Pacífico que —después de la transición entre la administración de Jiang Zemin hacia la de Hu Jintao—, se encamina a devenir una potencia de alcance global en la escena geopolítica. Aunque mencionaremos a dos de sus mentores, ellos son parte de equipos que incluyen numerosos académicos de valía. Es importante a tener en cuenta que, a diferencia de Occidente, los analistas aportan sus ideas y sugerencias al gobierno, que evalúa y decide la aplicación de sus teorías. En Occidente es más usual que los especialistas publiquen sus obras sin necesariamente ser parte de las decisiones adoptadas por los gobiernos. De esta manera, los conceptos que veremos a continuación hallan su correlato en las doctrinas oficiales chinas de Seguridad Nacional, Defensa y Militar entre otras.

Jiang Ling Fei

Profesor de la Universidad de Defensa Nacional, su enfoque geopolítico coincide en gran medida con el de Yves Lacoste. Analiza la situación geopolítica a través de las actividades del terrorismo transnacional al que considera reflejo extremista de:

    • las agudas diferencias en la distribución mundial de la riqueza y
    • las diferencias culturales entre el oeste y el este.

Pang Shongying

Académico de las Universidades Qinghua y Renmin, divulga sus investigaciones en The National Interest (Washington DC) y es parte del comité editorial internacional de la revista Globalizations, publicada por Routledge (Londres). Pang considera que un aspecto del ascenso de China como poder mundial radica en el incremento de su soft power (poder suave) en cuestiones regionales y globales, derivado de su cultura, modelos de desarrollo, ideales y política exterior. Estima que existe la posibilidad de transformar el soft power en poder; el rol del desarrollo chino en ejemplo a trasladar a otros países y analiza las implicaciones del soft power chino en su cooperación y competencia con EEUU[22]. Señala que si la Unión Europea no logra detener su declinación, su influencia y posición pueden resultar severamente debilitadas, perdiendo su status de jugador clave. Sostiene que EEUU intentará por todos los medios mantener su liderazgo y hegemonía. En cuanto a China, la crisis de Occidente decidirá su rol. Pang sostiene los principios que China mantiene desde la Guerra Fría: “nunca ser el líder”, “no alineamiento” y “no interferencia”, pero considera que deberían ser más flexibles. Finalmente afirma que existe una brecha entre el mundo dominado por Occidente y el resto y que un mundo gobernado por leyes globales que incluya la participación de China ayudará a superarla. Para ello se requerirá la formación de un nuevo orden internacional.

Conclusiones

La concepción según la cual el poder de un Estado se encontraba estrechamente relacionado con los recursos físicos, económicos, ambientales y geográficos con los que contase, se presenta hoy urgida de revisiones: La evolución conceptual dejó de considerar al Estado como único actor, para incluir y apreciar el poder de otras entidades y actores.

Las actuales estructuras geopolíticas se encuentran cada vez más marcadas por cuatro conductores fundamentales: el “heartland”, el “reino” geoestratégicamente liderado por Rusia debido a razones históricas y geográficas. El segundo, originado por los objetivos estratégicos de EEUU y los temores nacionales a la hegemonía rusa que los conecta con el “reino” marítimo euroatlántico, liderado por EEUU. Esta oposición hace que la influencia política y el poderío militar en la gran región sean el premio geopolítico de la competencia entre Rusia y EEUU. La tercera es que para China el imperativo radica en su ancestral relación comercial y de transporte por Asia Central.

La afirmación de que el futuro de la humanidad se juega en Asia es cada vez más frecuente. También lo es que el eje geopolítico de la cubeta del Atlántico norte se está trasladando al Pacífico norte. De los resultados dependerá no solo el futuro de la Federación de Rusia, de China o EEUU sino —debido a la magnitud estratégica de los actores mencionados— el del mundo globalizado.

 

* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas.

 

Referencias

[1] Sherman Kent. Inteligencia estratégica. Buenos Aires: Pleamar, 1967, p. 59.

[2] Brzezinski, Zbigniew. El gran tablero mundial. Barcelona: Paidós, 1998, p. 49.

[3] La reciente obstrucción del canal de Suez merece ser considerada.

[4] Los piratas bereberes cobraban tributo a los buques que comerciaban a través del mar Mediterráneo. Cuando en 1803 —con Europa bajo las guerras napoleónicas— los tripolitanos tomaron el buque Filadelfia. EEUU envió su flota, bloqueó y bombardeó Trípoli mientras el Cap. William Eaton bombardeaba Derna, a 800 kms de Trípoli. Cuando en 1805 firmaron un tratado por el cual EEUU no pagaría más tributos, iniciativa que no habían tomado las potencias europeas, EEUU retiró su flota. Para más detalles sobre esta primera aventura ultramarina de EEUU puede consultarse: Asimov, Isaac. El nacimiento de los EEUU. 1763-1816. [2ª edición, tomo XII], España: Alianza, 1984, p. 218.

[5] McColl, R.W. Encyclopedia of World Geography. (Vol. 1) New York: Checkmark Books/Facts On File, 2005, p. 408.

[6] Terzago Cuadros, Jorge. Alfred Thayer Mahan (1840-1914) Contraalmirante U.S. Navy, su contribución como historiador, Estratega y Geopolítico, p. 25, Viña del Mar, Chile, 05/10/2005, Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), http://www.cialc.unam.mx/pdf/mahan.pdf

[7] Mackinder formuló esta teoría en 1904, la revisó en 1919 y nuevamente en 1943. No fue posible encontrar en Internet un documento gráfico que diera cuenta fiel del Heartland de Mackinder 1904, cuando lo localiza entre el río Danubio y los montes Urales. En todos los casos se le adjudica un Heartland que se extiende ampliamente en la ex URSS. La persistencia de esta divulgación “popular” errónea induce a magnificar la hipótesis de Mackinder y sentar perniciosos precedentes geopolíticos.

[8] Milton Santos. Por una Geografía Nueva. Madrid: Espasa Calpe, 1990, p. 31-33.

[9] Mackinder, Halford. Democratic Ideals and Reality. Londres: Greenwood Press, 1919, p. 278.

[10] Taylor, Peter. J. Political Geography. Harlow (Essex, Inglaterra): Longman, 3ª ed., 1993, p. 48.

[11] Hauner, Metan. “What is Asia to Us?” En: Russia´s Asian Heartland Yesterday and Today. London-NY: Routledge, 2013.

[12] Pereira da Silva Gama, Carlos F. “Fontes do Pensamento Geopolítico Alemão (Geopolitik)”. Usina de Letras, 31/08/2003, http://www.usinadeletras.com.br/exibelotexto.php?cod=1554&cat=Teses_Monologos

[13] Spykman, Nicholas. America’s Strategy in World Politics: The United States and the Balance of Power. Original 1942. Transaction Publishers; Edición: New edition (15 de marzo de 2007).

[14] Helen R. (editor) Spykman, Nicholas John; Nicholl (autor). The Geography of the Peace. New York: Harcourt, Brace and Co., 1944, (Serie: Yale Institute of International Studies).

[15] Spykman, Nicholas. Geography and Foreign Policy, I. Yale University, Connecticut, 1938, p. 42.

[16] El primero de los tres grandes bloques en que está estructurado su libro se denomina justamente Geografía política, geopolítica y geohistoria.

[17] Lacoste, Yves. Géopolitique: la longue histoire d’aujourd’hui. París: Larousse, 2006.

[18] Taylor, Peter J. Political Geography and the world economy”. En: Burnett A. y Taylor, P. (eds.), Political Studies from special perspectives. Chichester: John Willey & Sons, 1981, p. 46.

[19] Ibid., p. 84.

[20] Cohen, Saul Bernard. Geopolitics of the World System, Rowman and Littlefield, Maryland, 2003.

[21] Primakov, Evgeny, “La recuperación de Rusia entra en su segunda fase”. En RIANovosti, 28/05/2007 http://www.sp.rian.ru

[22] Pang Shongying. “Global Order Poised between Promise and Chaos. The Role of China”. En Global Research, Junio 19, 2012. https://www.globalresearch.ca/global-order-poised-between-promise-and-chaos/31493

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