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KISSINGER EN DAVOS: BREVE TRATADO DE SENSATEZ GEOPOLÍTICA

Alberto Hutschenreuter*

En el Foro de Economía de Davos, Suiza, Henry A. Kissinger se ha referido a una serie de cuestiones con centro en la actual situación que tiene lugar en Ucrania, país ubicado en una de las tres placas geopolíticas del globo atravesadas por rivalidades y tensiones pasibles de provocar una contienda militar mayor.

Entre otras reflexiones, el influyente pensador estratégico (que acaba de cumplir 99 años) advirtió que si continúa la confrontación, es decir, la que tiene lugar en el territorio ucraniano, pero también la que la acompaña desde el nivel estratégico, concretamente la rivalidad Occidente-Rusia, se afectará peligrosamente la estabilidad internacional.

Kissinger sostuvo también que Ucrania deberá ceder territorio y que el conflicto cambiará la geopolítica.

La intervención del experto causó impacto y, como suele suceder cada vez que aborda temas centrales del mundo, sus apreciaciones rápidamente se difundieron a escala mundial.

Pero nada nuevo hay en los razonamientos de Kissinger. Como todo estudioso que nunca se aparta de un marco teórico desde el que casi apasionadamente se plantea preguntas en términos de estados, poder, capacidades, intereses, equilibrio e intenciones, un marco de pensamiento que desde las perspectivas global-aldeanas y soñadoras resulta cada vez más vetusto, Kissinger nada más siguió el libreto conservador en materia de relaciones entre estados. El mismo que, en otro contexto, aplicó en los años setenta en relación con la Unión Soviética y China: negociar con la primera, a pesar de tratarse de un poder ideológico que no aceptaba el statu quo (como muy bien lo describe en sus «Memorias», y por lo que fue criticado por Zbigniew Brzezinski, otro coloso del pensamiento y proceder estratégico), y sumar a la segunda en términos de equilibrio de poder (el experto George Friedman ha hecho interesantes observaciones a la política de Kissinger en los setenta y a sus consideraciones en Davos: «Why I Disagree With Henry Kissinger», Geopolitical Futures, May 27, 2022).

El término equilibrio es clave en el «mundo-Kissinger». Y en esta guerra (innecesaria) que ha perturbado el orden local, regional y global ha sido, precisamente, la ausencia de equilibrio el factor que precipitó los hechos.

En alguna medida, si en el pasado la Unión Soviética era el actor ideológico que no respetaba el statu quo en las relaciones internacionales, pues su propósito era que «desapareciera el ellos y todos fuesen nosotros», tras la Guerra Fría, Occidente mantuvo un curso de seguridad de carácter revolucionario en relación con evitar toda posibilidad de que Rusia pudiera convertirse en un nuevo poder euroasiático que retara una vez más a Occidente.

Solo así se entiende que la OTAN, una organización política-militar nacida para afrontar el poder de la URSS, se ampliara sin ningún límite, al punto de pisotear el principio de seguridad indivisible, cuestión clave para comprender la crisis y confrontación actual.

En otros términos, las decisiones estratégicas y geopolíticas que Occidente tomó tras la victoria en la Guerra Fría no respetaron la experiencia y la historia, cuestiones de primer orden en las reflexiones de Kissinger, como deja demostrado de manera brillante en su obra cumbre, «La diplomacia» (la que como muy bien sostuvo una vez el especialista Jorge Castro debería haberse titulado «La política de poder»), como así también en otra obra de excelencia, «Orden mundial. Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia».

Esa falta de deferencia estratégica y político territorial fue la que creó una situación que implicó, desde Rusia, diferentes políticas de reparación que incluyeron la más riesgosa, la guerra, antes en Georgia y ahora en Ucrania.

Ir más allá de lo conveniente tras una victoria puede poner en riesgo la propia victoria, es decir, provocar reacciones que alguien terminará padeciendo; en este caso, Ucrania. Por ello, Kissinger advierte que, con el fin de evitar lo que podemos denominar «divisibilidad geopolítica», este país tendrá que ceder territorio: la desmesura y la ignorancia geopolítica en las relaciones interestatales casi siempre llevan al fraccionamiento geopolítico de la parte más débil o de la que desafió el equilibrio territorial.

En algún momento, la OTAN debió considerar los límites, aquello que el canciller Bismarck, muy estudiado por Kissinger, denominaba «diagonal» en materia de competencia interestatal. Pero nunca lo hizo, a pesar de las advertencias hechas por «los que saben», entre ellos, el mismo Kissinger, Scowcroft, Kennan (el primero en desaconsejar ampliar la Alianza), Waltz Mearsheimer, por citar algunos de los más notables. Por ello, el accionar de la OTAN fue geopolíticamente revolucionario. Y la historia no ofrece demasiados casos exitosos de cursos geopolíticos irrestrictos o que desconsideren el equilibrio geopolítico entre los poderes preeminentes.

Por último, es posible que la geopolítica cambie tras la guerra en Ucrania. Pero la geopolítica siempre cambia; lo hizo en los noventa cuando parecía que la disciplina quedó sepultada con la Guerra Fría. Entonces, adoptó otra forma, sutil, mas no cambió su fondo: la pugna por captar o controlar territorios y recursos (hay que tener presente que la nueva ola industrial requiere nuevas materias primas, por ejemplo, litio). Tal vez nunca se dio cuenta, pero Clinton, al abrir mercados por todo el mundo y derribar marcos regulatorios de los Estados a través de su política de «ampliación», fue un geopolítico de nuevo cuño, si bien Kissinger no estuvo de acuerdo con su enfoque internacional.

De eso se trató la globalización (o «geobalización»), un régimen de poder blando que predispuso a los países a «hacer entusiasmadamente» lo que los poderosos querían que ellos hicieran.

La geopolítica cambia, pero nunca se va. Más todavía, como siempre, viene hacia nosotros. Y así será mientras las cuestiones hasta hoy inalterables de la política entre estados, esto es, la ambición, el temor, los intereses, entre otras, no sean erradicadas o modificadas. Si un día ello ocurre, entonces nos encontraremos en otra dimensión de la humanidad.

Además, la geopolítica cambia, pero en un sentido de «pluralización», es decir, se suman nuevos territorios, por caso, el digital, y también adquieren nueva relevancia los «viejos territorios», por caso, el aeroespacial. Pero ello no implica que la rivalidad y el conflicto disminuyan sino, por el contrario, se vuelven más sofisticados y difusos. En su ya citada obra «Orden mundial», Kissinger se ha referido a esos «nuevos temas».

En breve, en el encuentro mundial de Davos Kissinger ha hecho advertencias y ha recordado que solamente el equilibrio puede proporcionar un orden que, a su vez, proporcione estabilidad internacional, es decir, paz. Para otras visiones y prácticas, la historia ofrece no pocos casos de frustraciones y precipicios.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Miembro e investigador de la SAEEG. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

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PRESENTACIÓN DEL LIBRO «TESTIGO DE UNA REVOLUCIÓN TRAICIONADA»

Escrito por Portal Empresa

Un diplomático argentino que estuvo en Cuba publica un libro crítico de la revolución cubana

El conflicto de Rusia con Ucrania pone sobre el tapete realidades que, aunque distantes del teatro de operaciones, se encuentran vinculadas por afinidades políticas o estratégicas que no reconocen distancias geográficas. Es el caso de Cuba, que, como se podía esperar, no ha aceptado la denominación casi universalmente aceptada de guerra, sino que también prefirió llamarla operación militar especial en un claro alineamiento con Moscú. No olvidemos que Vladimir Putin, durante su visita a Cuba de julio de 2014, anunció la condonación del 90 % de la deuda de la isla con Moscú, que ascendía a US$ 35.000 millones. Entre 1961 y 1991 transcurrieron 30 años de una asistencia soviética multipropósito, que condujo a Cuba a una dependencia de la URSS mucho mayor que la que había tenido con Estados Unidos antes de 1959. La decisión de Putin fue un paso que no dio Boris Yeltsin, luego de la caída de la URSS en diciembre de 1991. Al contrario, esa deuda, que Fidel Castro expresó que no iba a pagar, distanció seriamente a la naciente Federación Rusa de Cuba. Con su gesto, Putin afirmó el pie que ya había puesto en la isla caribeña.

Entre 2006 y 2009 estuvo destinado en la embajada argentina en La Habana, como ministro y encargado de negocios, Pedro von Eyken, un diplomático de carrera que ya había tenido dos destinos sucesivos en Alemania, donde presenció la caída del Muro de Berlín y la reunificación del país. Durante su estadía, el diplomático recorrió la isla entera y habló con los cubanos de a pie. Como resultado, decidió doctorarse en Ciencias Políticas hace un año con una tesis de 440 páginas que critica severamente la economía cubana. Se titula La Revolución Cubana 50 años después. Impacto de los factores externos e internos en la grave crisis económica y social de Cuba en 2009 y se halla en el repositorio digital de la UCA. El autor sostiene que fueron las decisiones soberanas de Fidel Castro las que causaron la grave crisis económica cubana, hoy acentuada y no el bloqueo norteamericano que Von Eyken prefiere llamar embargo, o la implosión soviética. Fundamenta su investigación, que parte de una observación presencial, en las medidas dirigistas, inconsistentes y contradictorias del líder de la revolución desde 1961, sobre todo a partir de 1991, cuando Cuba pudo girar el timón y no lo hizo. El autor compara la isla con Vietnam, que, aun manteniendo el marxismo-leninismo, sí dio un giro de 180 grados en la economía con el Doi Moi (renovación) desde 1986. Ello, llevó al país asiático a un capitalismo regulado similar al chino. Un modelo que Fidel Castro y sus sucesores no han querido llevar a Cuba. Los resultados, en ambos países, están a la vista.

Consultado su autor sobre el título Testigo de una revolución traicionada, von Eyken respondió: “porque los cubanos fueron engañados con el movimiento que triunfó en 1959. La cubana fue la única revolución que no definió de entrada ese carácter, como sí lo hicieron Rusia, China, Vietnam y Corea del Norte”.

 

Sobre el autor Pedro von Eyken: Licenciado y Doctor en Ciencias Políticas (UCA). Diplomático argentino retirado, fue embajador en Haití y tuvo como destino Cuba y Finlandia, entre otros.

 

Artículo publicado el 30/04/2022 por Empresa, https://empresa.org.ar/2022/presentacion-del-libro-testigo-de-una-revolucion-traicionada/

EL CONFLICTO DE UCRANIA, PRIMERAS LECCIONES APRENDIDAS (Parte 2)

F. Javier Blasco Robledo*

Hace pocos días publiqué un trabajo sobre este tema, en el que, al igual que muchos analistas, me refería a lo sucedido en Ucrania como un conflicto. Hoy intento seguir por aquella senda; pero, dada la continuidad en el tiempo, la cada vez mayor implicación de más elementos y artistas endógenos y exógenos en los combates en todo tipo de teatros, así como, el endurecimiento de los enfrentamientos, considero, que el término “conflicto” ha sido superado de sobra y en Ucrania —mientras las negociaciones no fructifiquen del todo— se ha alcanzado la categoría de ‘Guerra’; incluso, algunos autores, ya lo elevan al concepto, recientemente desempolvado, de “Guerra Total”.

Para empezar a entender el porqué de las cosas en Ucrania, debemos retrotraernos unos años atrás cuando el teniente coronel, espía de la KGB, Putin volvía a casa de la Alemania del Este, con el rabo entre las piernas, derrotado en todos sus aspectos y se encontraba con una URSS sumida en el caos, que se deshacía, por momentos, como un azucarillo en un vaso de leche caliente.

Atrás quedaban los años de la propaganda y el ficticio esplendor del poderío militar ruso; fama a la que, voluntariamente, Occidente contribuyó a magnificar porque a los norteamericanos les interesaba mantener encendida la llama de la amenaza en Europa para así seguir dominando y viviendo en el continente, aplicando sus influencias de todo tipo y porque para contrarrestar el miedo que este fenómeno producía se debía gastar mucho en defensa, a base de material americano, fundamentalmente.  

El ejército que restaba en Rusia era viejo, obsoleto, desmoralizado, mal instruido, propenso a las corruptelas y, sobre todo, muy mal armado. Calificativos, todos ciertos, que se pusieron de manifiesto cuando intentaron combatir tanto en la guerra de Afganistán (1978-1992) que lo invadieron pensando que aquello sería un paseo militar y, más tarde, en la primera de Chechenia (1994-1996).

Dos conflictos y fracasos, de los que todos, pero fundamentalmente los rusos con Putin a la cabeza, extrajeron numerosas lecciones aprendidas; siendo la primera y más importante que, para que algún día Rusia, pudiera optar a recuperar todo o parte de su esplendor, sus ejércitos deberían ser los más eficaces y temidos en el campo aeroterrestre, para ello, habría que dotarles de un potente y capaz armamento; carros de combate de mucha potencia, gran radio de acción y resistencia en el terreno; una apabullante fuerza artillera a base de cañones de largo alcance y misiles certeros y una aviación, capaz de mantener el dominio del aire en cualquier condición a base, de buenos y seguros aviones y helicópteros.   

Los que vieron aquellas necesidades, también añadieron que una vez obtenido el esperado y deseado armamento debería ser testado en acciones reales de guerra para comprobar su eficacia y dureza y así poder analizar los efectos que éste provocaba sobre el terreno y contra las resistencias del enemigo.

Al mismo tiempo, habría que aprovechar dichos ejercicios reales, para que sirvieran de entrenamiento de los generales, los estrategas y los mandos intermedios de las unidades de élite en el manejo de los nuevos medios y en cómo sacarle su mayor provecho.

Vista la necesidad, Putin dio una ojeada al mundo que le rodeaba y encontró a un viejo conocido y aliado, Bashar Al-Ásad, el sátrapa presidente de Siria, que se encontraba en graves apuros, cogido por una grave pinza entre los propios sirios hartos y levantiscos contra él y el famoso Estado Islámico (EI), que había echado muchas raíces y fructificado demasiado en sus tierras.

Bajo la excusa de combatir al EI y atender a una invitación de un aliado suyo para que le ayudara a mantener su país, acudió raudo y veloz en su apoyo con las bendiciones y el beneplácito o, al menos, el ruin silencio, de una Comunidad Internacional (CI) cada vez más acomodaticia y apática a verse salpicada por conflictos ‘ajenos’, más o menos alejados de sus fronteras.

Siria fue, por tanto, el mayor y el mejor campo de maniobras para los ejércitos rusos y de su armamento de nueva generación y máxima potencia. Pero, pronto entendió que por aquel lugar de enseñanza y combate real, forzosamente, debería rotar el máximo número de sus generales y estados mayores para instruirse en hacer frente a un enemigo convencional o no, que siempre ofrecía la máxima resistencia, a pesar de los intensos combates y los espantosos bombardeos previos a ellos e, incluso, algunos también, en ambiente NBQ.

Una vez testado y a punto su armamento, así como sus cuadros de mando para dirigir los combates y ganar la guerra. Todo estaba a punto; así que comenzó con certeros golpes, cuasi incruentos, para irse comiendo Ucrania poco a poco, empezando por tres importantes zonas pro rusas que le salieron prácticamente gratis y sin apenas reacción internacional.

A la vista de tal situación se sintió seguro pero, cautelosamente, decidió esperar a que en función del desarrollo de diversos y enrevesados acontecimientos mundiales en marcha, se alcanzase el cenit de la debilidad de la CI y sus organismos.

Tras muchos, demasiados mareos de perdiz y algún titubeo, apreció el momento de lanzar una ‘guerra relámpago’ contra un enemigo muchas veces inferior, con un presidente al que consideraba débil porque había sido un cómico hasta que se alzó con el poder y una población que, en gran parte, le aclamaba a él, hablaba ruso e incluso usaba su bandera y le pedían públicamente que viniera en su rescate.

Su primer gran error militar consistió en que estudió francamente mal algunos de los factores que influyen directamente en la decisión. Fundamentalmente, en los aspectos de la dificultad del terreno con esta climatología, la escasez de vías de comunicación férreas y terrestres, la todavía insuficiencia de sus posibilidades logísticas, máxime si aquello se alargaba, la capacidad de resistencia y alta moral de la población civil y que sus movimientos y acciones de decepción previos, no iban a ser capaces de engañar a una inteligencia, la norteamericana, que a pesar de que recientemente acumulaba ciertos errores de bulto, en esta ocasión, podía, y de hecho acertó.

Los movimientos previos cercanos a las fronteras, se prolongaron demasiado en el tiempo y llevaron a unas tropas bisoñas y poco instruidas, a una excesiva actividad y cansancio en pésimas condiciones, mientras se producía una determinada y camuflada acumulación de ayuda militar en Ucrania, por parte de EEUU, con la que poder frenar, al menos, el primer impulso ruso.

La pérdida de la sorpresa y con ella la de la rapidez y la libertad de acción, el no haber usado masivamente su aviación —al parecer debido a falta de adiestramiento de sus pilotos dada la escasez de combustible previa, la desconfianza en su artillería antiaérea y temor a las defensas aéreas ucranias, muy mejoradas con los envíos de material específico desde el exterior— rompió la capacidad de resistencia física y sobre todo la moral del, demasiado joven, soldado ruso, que traía en los petates su uniforme de gala, para desfilar sobre Kiev en pocos días.   

La débil y cuestionable capacidad logística rusa para mantener el combate durante largos periodos de tiempo y a gran distancia y la inusitada reacción de la población ucrania para mantener el control y acecho en sus comunicaciones gracias al material defensivo que les llegó, rápidamente obligó a cambiar los planes iniciales y buscar apoyos externos —se habla de que están en ello con China—, punto que pronto se verificará.

En cualquier caso, a la vista de lo anterior, dichos cambios de planes han convertido la ya inalcanzable guerra relámpago —llevan 22 días de combates— en una larga guerra de mucho desgaste, tipo Alepo, donde el defensor adquiere una gran capacidad de combate por la dificultad y la psicosis para el atacante de no poder moverse libremente entre los escombros, trampas y peligrosos acechos en que se han convertido las grandes ciudades como lo  demuestra las altas bajas en el lado ruso.  

A pesar de ello, como Putin no quiere dar su brazo a torcer, parece ser que se dispone a luchar en la mayoría de aquellos bastiones con todo tipo de recursos artilleros y bombardeos aéreos para destrozar las ciudades y luego entrar en fuerza con unidades terrestres, fundamentalmente sobre la base de tropas especiales chechenas, sirias y de otros países de Oriente Medio, traídas ex profeso y bragadas en este tipo de combates durante muchos años.

Putin y sus estrategas saben que para la defensa a ultranza de las poblaciones, cuanto menor sea el número de civiles no combatiente entre los escombros, mejor para el defensor; de ahí que, contrariamente a su doctrina recientemente publicada, está intentando, por todos los medios, no dejar salir a los no combatientes de las ciudades, negando o atacando los posibles pasillos seguros, con lo que al quedarse aquellos enjaulados, sin duda, dificultarán las operaciones militares de la defensa.  

Constituyen una carga demasiado pesada porque hay que mantenerles seguros, alimentarlos y proporcionarles atención médica, máxime en momentos, en que todos los recursos son necesarios para los que empuñan las armas. Amén de que constituyen un punto de preocupación a nivel personal sobre el combatiente porque no tiene asegurada la protección y salvaguarda de sus familiares directos

Con respecto a la ayuda exterior de material militar a Ucrania, se ha dado excesiva publicidad y muchas pistas para ubicar los puntos de entrada de los variopintos apoyos externos. Hecho que ayudan a conocer su entidad y calidad de antemano y facilitan las acciones encaminadas a destruirlos, antes de su distribución entre los combatientes.  

La tibia y casi esquizofrénica postura militar de la OTAN y de la UE con respecto a Ucrania, se ha limitado al envío de cierto tipo de armamento, no siempre puntero o realmente necesario; porque al parecer sigue sin existir una ‘shopping list’ oficial al respecto, situación que propicia que el apoyo se haga de forma unilateral o bilateral y frecuentemente, en base al propio surplus de las reservas de cada país contribuyente, lo que realmente proporciona a los ucranios una ayuda real algo limitada.

Entrar en un conflicto de larga duración constituye un grave problema para Rusia, porque es un hecho bien cierto que ‘no es lo mismo conquistar, que ocupar y mantener’ un vasto terreno, con muchos millones de pobladores a los que hay que vigilar, alimentar, cuidar y dar trabajo.

Por otro lado, para controlar al ciento por ciento un territorio y población de tales características, con civiles armados hasta los dientes, se precisa un contingente de ocupación muy grande —mayor que el que tiene actualmente— y bien preparado contra actos de sabotaje.

El uso y el abuso de las noticias falsas en esta guerra, por ambos bandos, es grande y patético; la información tergiversada, además de usarse para justificar la actuación propia ante la opinión nacional e internacional, sirve para elevar la moral de las fuerzas.   

El amplio uso de la guerra cibernética y electrónica para anular los sistemas de radares, los vuelos de drones y muchas de las comunicaciones de mando y control, pueden llegar a paralizar los combates durante horas o hasta hacerlos fracasar completamente.  

El empleo de armas prohibidas por acuerdos o convenciones internacionales como las municiones de racimo, bombas termobáricas o de vacío y el posible empleo de armas de destrucción masiva (ADM), no es un buen precedente para Putin y sus generales. Ya hay iniciativas para declarar estas acciones como crímenes de guerra o de lesa humanidad.

Con respecto a las ADM se está abusando demasiado de anuncios sobre la posibilidad de su empleo por parte de los ucranios en acciones que se conocen de ‘falsa bandera’ y que mi gran amigo y compañero Raúl Suevos las define como ‘aquellas que consisten en llevar a cabo una acción, generalmente en el campo propio, con fuerzas o elementos que parecen pertenecer al enemigo’.

En dicho contexto, hasta se han llevado denuncias ante el CSNU por parte de Rusia acusando a Ucrania de la posibilidad de ser usadas todo tipo de ADM e incluso bombas sucias, denuncias que no tienen ningún fundamento, salvo el que los rusos tienen datos ciertos de las armas químicas y biológicas, sin destruir o desbaratar, que quedaron en Ucrania tras la caída de la URSS.

Muchos han catalogado de gran error de Putin el haber amenazado a la OTAN y a la UE con el uso de sus armas nucleares, llegando incluso a poner en pre alerta dichas unidades. Contrariamente a esa teoría, creo que esta sutil amenaza ha sido un gran acierto por su parte.

Los rusos y Occidente no deberían están dispuestos a llegar a lo que se conoce como la ‘Destrucción Mutua Asegurada’, situación irrevocable que se lograría si tras el primer lanzamiento y explosión de este tipo por cualquiera de los bandos, ambos se pusieran a responder indiscriminadamente hasta acabar con un empleo masivo de tales armas; razón de mucho peso para pensar que no serán empleadas jamás, salvo que Putin finalmente viera la posibilidad de perder la guerra y/o el raciocinio, cómo muchos sátrapas en la historia.

Pero Putin también sabe que las ADM y más en concreto las nucleares, no sólo son armas ofensivas o defensivas; tienen un papel muy importante en la ‘disuasión’ y, en este caso, se puede asegurar que ha bastado la amenaza de su empleo para hacer desistir completamente a la OTAN y a EEUU de entrar o intervenir en un combate directo con ellos.  

Pero no solo se ha parado en eso, sino que ha creado tal pánico internacional, que hasta la OTAN, en una maniobra posiblemente acertada, pero que demuestra mucho descaro y total falta de vergüenza o confianza en una Alianza que debería ser seria y fiable con los amigos en apuros, ha obligado a hacer declarar a Zelenski que Ucrania no entrará nunca en ella, otorgando a Putin el primero de sus objetivos en la lista de la compra que presentó como exigencias para no entrar en guerra y que, al parecer, aún continúa manteniendo.

En una guerra de resistencia a toda costa y desesperada, el defensor debe usar todos los medios a su alcance y aquí es donde juegan un papel muy importante las conocidas como medidas de engaño o decepción con las que se simulan posiciones y fortalezas que no lo son en verdad, para confundir al enemigo y también el empleo de argucias o artimañas aprovechando los efectos y capacidades que proporciona el propio terreno o tras una modificación natural o forzada por la mano del hombre.   

En este caso, y no es la primera vez en la historia del lugar o en otros confines europeos, se ha aprovechado o forzado el fenómeno conocido en el mundo como la ‘guerra hidráulica’ y allí como ‘Rasputitsa’ que consiste en aprovechar la facilidad que tiene aquel terreno para hacerse intransitable, incluso para las cadenas, cuando es debidamente mojado naturalmente por la lluvia, el deshielo, o inundado por la mano del hombre. Se convierte en un lodo pegajoso y persistente que paraliza todos los movimientos de las columnas de carros, camiones y logísticas.         

China puede apoyar a Rusia en armamento, comunicaciones y hasta en inteligencia, pero de hacerlo sufrirá graves consecuencia de tipo económico porque su comercio con el resto del mundo es muchas veces superior al bilateral con Rusia. Su papel, de momento expectante y ambivalente, está todavía por descifrar.

Del éxito o fracaso de esta operación y de la actuación o postura final de la CI, depende no solo la subsistencia de Ucrania como país libre y con tendencia a la democracia plena; puede convertirse en el acicate o, por el contrario, el freno para que no cundan otros ejemplos que aparecen en el horizonte y que de vez en cuando truenan con cierta intensidad (Taiwán, India-Pakistán, Irán-Iraq, el Ártico, el Mar de China y otros conflictos menores en Oriente Medio).

Con actores como Putin, cabe recordar el hecho de que los déspotas y tiranos suelen acabar en situaciones esquizofrénicas o rayanas con la locura, por lo que es casi imposible que atiendan a ninguna recomendación de nadie y ni siquiera de su círculo más próximo.  

Los primeros y malos presagios que anunciaba cuando empecé a escribir sobre esta guerra, parece que se empiezan a cumplir.  El pasado 16, Zelenski, anticipándose a lo que puede venir, se mostraba al mundo —a través de su videoconferencia con el Parlamento norteamericano, tras su último y certero intento y discurso, aunque totalmente inútil a tenor de la respuesta de Biden— claramente frustrado, engañado y abandonado por la CI en general y por EEUU en particular.

Realmente enfadado con, y defraudado de unos países y organismos, que le han venido animando e incluso mandando armas por debajo de la mesa y que tras tanta fingida ‘solidaridad’ internacional y el gran heroísmo nacional mostrado por su pueblo, en la balanza de resultados reales se ha conseguido, por lo que respecta al platillo positivo, haber entrado en la lista de los países con opción a ingresar, sine die, en la UE.

Pero en el platillo contrario se amontonan los problemas al quedarse solo y aislado salvo la pasada protocolaria visita de tres presidentes de Europa del este, miles de muertos y heridos a sus espaldas, más de tres millones de ucranios dispersos por el mundo y lejos de sus rotas familias, un pueblo en armas, miles de mercenarios sin bandera combatiendo en favor de uno y otro bando, un país casi destrozado, la economía quebrada y ya veremos como acaba todo al terminar las negociaciones, si lo hacen algún día, de las que asumo que Putin, tras tanto desgaste y problemas creados para él y los suyos, tratará de forzar la máquina represiva al máximo, ya que no se contentará con caramelos o chucherías y, por tanto, querrá mucho más de lo obtenido hasta la fecha, con lo que muy probablemente, llenará su cesta de pedidos o exigencias e, incluso, pedirá algo más.  

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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