LA COOPERACIÓN ENTRE LA FEDERACIÓN DE RUSIA Y LA REPÚBLICA POPULAR DE CHINA.

Isabel Stanganelli*

Las relaciones entre Rusia y China, muy próximas hasta mediados de la década del 50, quedaron suspendidas durante más de treinta años a partir de la gestión de Nikita Khruschev. De acuerdo con la doctrina de política exterior oficial de 1993 las prioridades de Rusia colocaban en sexto lugar a la región Asia-Pacífico. Ya en marzo de 1996 el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Evgeny Primakov, elevó a la región Asia-Pacífico al tercer lugar en las prioridades de Moscú. Pero este acercamiento no fue fruto de una estrategia deliberada sino consecuencia de muchos intentos fallidos de intensificar la cooperación con vecinos asiáticos.

En realidad la posición inicial de la flamante Rusia promovía el acercamiento a organismos internacionales como la ONU, ASEAN, APEC, Grupo de Australia, etc., como base de una nueva cooperación con los EE.UU. y la Unión Europea para lograr las reformas de transformación a la economía de mercado. Respecto del resto de Asia, los institucionalistas liberales rechazaban abiertamente el multilateralismo chino y regímenes como el de India y Corea del Norte. Con el paso del tiempo, y para evitar el aislamiento político e intelectual, los partidarios de este modelo atenuaron su posición. La escuela de política exterior eurasianista estaba en su apogeo y consideraba a Rusia un Estado eurasiático.

De esta manera la Federación se instituía como puente entre las diferentes culturas que la circundaban y neutralizaba su frustración ante las expansiones de la OTAN y de la Unión Europea, las deficiencias de la OSCE —que no le permitió a Rusia afirmarse como organismo de seguridad europeo—, así como las relaciones menos fluidas de Moscú con algunos Estados de Europa Central. Rusia comenzó a evaluar a Oriente como alternativa para sus intereses —económicos, de seguridad, políticos, etc.— y para neutralizar la creciente influencia de Japón y de EE.UU. en el Pacífico. En la Declaración de Almaty de julio de 1998, los Ministros de China, Rusia, Kazakhstán, Kirguizstán y Tadjikistán —Grupo de Shanghai, creado en 1996— sostuvieron que la paz y el desarrollo de todas las naciones en el siglo XXI exigían la instauración de un nuevo orden justo y racional en lo económico y político y lograr relaciones de buena vecindad, de amistad y de cooperación entre los cinco Estados. Esta nueva concepción de política exterior permitió a Rusia ingresar al Grupo de los 7, al Club de París, intervenir en Kosovo, etc.

El acercamiento a Oriente también permitiría a Rusia reducir gastos militares, reactivar económicamente la región del Lejano Este, una mayor participación en el comercio regional así como brindar asistencia técnico-militar a China, incentivar el desarrollo industrial y de las comunicaciones y en particular el de las fuentes de energía —incluyendo hidrocarburos y su transporte—.

De todos modos era muy improbable una alianza político-militar entre China y Rusia aunque se declararon dispuestas a mantener consultas sobre problemas internacionales y cuestiones relacionadas con la situación en Asia.

Aunque la relación económica de Rusia con China no era lo suficientemente importante como para cultivar el mercado chino sobre la base de “relaciones especiales”, se destacaba cierta cooperación en el campo energético y militar. El abandono a principios de los 60s de emprendimientos energéticos y militares rusos en China, hizo más fácil la reintroducción de las tecnologías rusas en los 90s: un ítem de vital importancia económica y estratégica para ambas potencias estaba relacionado con la venta de armas.

Es conveniente recordar el “gran juego geopolítico” que se estaba librando por la producción, venta y transporte de petróleo y gas natural desde la cuenca del Caspio del que participaban varios Estados y grandes compañías —muchas estadounidenses con soporte de su gobierno—. Además se continuaba negociando el transporte de combustibles desde Siberia oriental y la isla Sajalín.

Es decir que a fines del siglo XX, Rusia se sentía abandonada a sus propios recursos por Occidente y, en la búsqueda de oportunidades, parecía haber encontrado a un buen socio en China. La reunión de ambos vecinos surge en un momento en que se encontraban aisladas, sin graves conflictos mutuos, con industrias para modernizar e interés por solucionar los problemas energéticos de China con los abundantes recursos —tanto de materia prima como tecnológicos— por parte de Rusia. De esta manera la Federación, además de lograr una posición que le permitía mayor capacidad de negociación en la arena internacional, recuperaba parte del prestigio perdido en el comando de las restantes repúblicas de la CEI.

Pero con el nuevo milenio, a Boris Yeltsin lo sucede en el gobierno Vladimir Putin. Ya en la primera década, a terribles atentados terroristas en Occidente y Oriente, se sumó la presencia de efectivos militares occidentales en Afganistán e Irak… Ocurrieron las revoluciones de colores —que afectaron a repúblicas de la CEI— y no menos graves conflictos entre Rusia y Georgia. Con posterioridad se produjeron los levantamientos denominados “primaveras árabes”. Siguieron conflictivas situaciones con Georgia, Ucrania, Arabia Saudí, Siria, la OTAN y hasta con la misma UE, cuyas sanciones desde 2014 continuaron escalando y terminaron perjudicando a todos los actores: el rublo cayó a mínimos récord y desaparecieron las inversiones occidentales. Para 2014 el precio del petróleo de 100 había caído a 40 dólares el barril, en una economía donde el sector energético constituye el 70% de las exportaciones anuales y más de la mitad del presupuesto federal. Los bancos rusos fueron excluidos para acceder a préstamos a largo plazo en la Unión Europea (UE), y se implementó la prohibición de exportaciones de equipo militar de doble uso, de acuerdos de armas entre la UE y Rusia y de transferencia de tecnología occidental para la industria de la energía.

Entonces aparece China como la mejor opción de Rusia. En octubre de 2014 ambas firmaron más de 30 convenios como el de 400.000 millones de dólares para la entrega de 38.000 millones de m3 de gas durante los siguientes 30 años, Rusia accedió a la entrega de sistemas de misiles antiaéreos S-400 y cazas Su-35 en el primer trimestre de 2015 y hasta podría suministrar a China nuevos submarinos y componentes para satélites. Hasta entonces Rusia se había negado a ceder sus mejores armas.

Para octubre de 2019 Rusia ya estaba ayudando a China a crear un sistema de alerta para ataques de misiles, rudimento de alianza militar defensiva. La campaña y politización anti china (el “virus de Wuhan”) de Trump y la presión militar de la OTAN y el GUAM —Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldavia, creada en 1997— contra Rusia, y el Quad —(grupo formado por las potencias Australia, India, Japón y EE.UU.— contra la amenaza China, condujeron a una intensificación de las relaciones en política exterior de ambos Estados. Mientras, los estrategas estadounidenses minimizan la posibilidad de una alianza entre Rusia y China y permanecen ligados a la línea de pensamiento de Kissinger que afirmaba que siempre se podría enfrentar a uno contra otro.

Pero la alianza existe, prudente pero existe. A pesar de que China es muy poderosa, Rusia nunca será dependiente pues la identidad euroasiática de Rusia se encuentra muy arraigada.

Una alianza militar solo sería una última opción para la peor de las situaciones, una que ninguno de ambos imperios desea. Pero romper su actual alianza necesitaría gestos de parte de los EE.UU. y de su impotente apéndice, la Unión Europea. De momento a la gestión Biden no le resultan prioritarios tales gestos, mientras continúa incrementándose la cooperación entre Moscú y Beijing.

 

* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas. 

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GUAYANA ESEQUIBA: ENTRE LA CIJ Y LAS FAUCES DE LA COMMONWEALTH

Abraham Gómez R.*

La mancomunidad de las (54) naciones, que en alguna etapa histórica habían sido colonias del Imperio Inglés, se reúne cada dos años.

Tal congregación, conforme a la reglamentación que han establecido al respecto, se lleva a cabo en un Estado miembro, con carácter rotatorio, y asume la presidencia de ese cónclave el primer ministro o presidente de la nación anfitriona, quien se convierte en la máxima autoridad en ejercicio de la Commonwealth hasta la próxima asamblea.

Ha resultado que la cofradía, originalmente programada para 2019, se había pospuesto para el año pasado; pero debido a la pandemia del coronavirus, no se pudo efectuar.

Nos acabamos de enterar que han pautado el próximo encuentro para el 21 de junio del 2021, en el centro de Convenciones de Kigali, Ruanda. Consecuencialmente, al frente estará Paul Kagame, jefe de Estado de ese país africano.

Por cierto, nos llama la atención que será la primera Cumbre de la Commonwealth que se celebrará en un país que no había sido colonia británica o dominio del Reino Unido.

El eje temático vertebrador, el cual fue discutido y aceptado por las comisiones delegadas que preparan la asamblea con anticipación, es el siguiente: “Hacer realidad un futuro común: conectar, innovar, transformar”.

Hasta ahora, todo parece que discurriera bajo completa normalidad.

Lo sorprendente viene de seguidas con la agenda, contentiva de los aspectos que serán debatidos, analizados y aprobados.

Veamos: gobernanza y estado de derecho, TIC e innovación, juventud, medio ambiente y comercio, litigio guyanés en la Corte Internacional de Justicia, multilateralismo, valores democráticos, desarrollo sostenible, empoderamiento de las mujeres y los jóvenes.

En el pueblo guyanés, según publican sus diarios, se mantiene la creencia que producto de las esperadas deliberaciones en ese encuentro internacional de países identificados por sus raíces sociohistóricas, ellos puedan obtener apoyos y disposiciones mucho más concretas, resoluciones escritas que trasciendan lo puramente retórico.

Por ejemplo, las dos grandes organizaciones políticas dentro del Parlamento Nacional, tanto del oficialismo (Partido del Progreso Popular), como de la oposición (Congreso Nacional Popular), han entregado, desde ya, a la delegación que viajará para tal ocasión, un voto de confianza para que se traigan un acuerdo suscrito por los jefes de Estados.

Tanto que, el presidente de Guyana Irfaan Ali ha condicionado su presencia en Ruanda siempre y cuando le permitan hacerse acompañar por parte de los coagentes que representan a ese país, en la Corte, Shridath Ramphal y Payam Akhavan; con la finalidad de que les sea concedido un derecho de palabra en la plenaria, para explicar cómo se ha llevado el proceso litigioso frente a Venezuela, en el mencionado Alto Tribunal de La Haya.

Asimismo, han adelantado una aproximación del documento de absoluta solidaridad que ellos aspiran sea rubricado al concluir este evento.

De verdad que los asuntos de la Commonwealth y todo cuanto significa y comporta esta entidad internacional no es de nuestra incumbencia.

Con seguridad, lo que sí nos interesa —y mucho— apunta hacia las determinaciones que deben tomarse en nuestro país en relación al proceso jurídico que se adelanta en la Corte Internacional de Justicia; instancia jurisdiccional que en sentencia del pasado 18 de diciembre se asumió con competencia para conocer el fondo de la controversia que sostenemos con la excolonia británica.

Con los elementos de probanzas que las Partes consignarán, la CIJ resolverá la validez o invalidez del Laudo Arbitral de París, del 03 de octubre de 1899. Nuestro equipo tiene que abocarse a demostrar —en su debida ocasión y lugar— porqué calificamos ese Laudo de írrito y nulo; además sin eficacia jurídica.

Ahí, justamente, es donde debemos mantener nuestra expectativa y foco de atención.

Lo que nos corresponde hacer, sin perder tiempo ni perspectiva, es ir afinando nuestras estrategias para desplegarlas en el momento exacto cuando nos presentemos: 08 de marzo del 2022; fecha para que se efectúe —por cuenta nuestra— el acto de consignación del memorial de contestación de la demanda; y directamente hacernos parte del juicio, con nuestra manifestación de consentimiento e inequívoca de obligarnos.

No hay nada de qué temer; porque poseemos los más contundentes elementos jurídicos, históricos, cartográficos; para apertrechar nuestras alegaciones de hechos y de derecho.

La contraparte está consciente del inmenso caudal de recursos probatorios oponibles que poseemos.

Ellos, cuando les toque la ratificación del recurso interpuesto, nunca presentarán títulos traslaticios (como los tenemos nosotros); por cuanto carecen del más mínimo documento que los respalde, en estricto derecho.

Precisamente la contraparte lo que desea —en su artera maniobra— es que Venezuela siga invocando la No Comparecencia, para que surta efecto el artículo 53 del Estatuto de la Corte: “1. Cuando una de las partes no comparezca ante la Corte, o se abstenga de defender su caso, la otra parte podrá pedir a la Corte que decida a su favor. 2. Antes de dictar su decisión, la Corte deberá asegurarse no sólo de que tiene competencia conforme a las disposiciones de los Artículos 36 y 37, sino también de que la demanda está bien fundada en cuanto a los hechos y al derecho”.

Ya la Corte nos ha dicho —sin remilgos— que el contenido del mencionado artículo constituye una norma legítimamente aplicable en estos casos.

¿Acaso la Corte no nos asomó —con la decisión del año o pasado— que está dispuesta a emitir su fallo, inclusive sin la representación de Venezuela?

Tengamos claro y pendiente que el juicio no se paralizará por nuestra ausencia.

Particularmente, he sido respetuoso de las alternativas de solución a la contención que algunos sectores y personas han presentado. Unas más extravagantes que otras. Cada quien expone y opina cómo adelantar acciones para reivindicar la Guayana Esequiba —séptima parte de nuestra geografía venezolana— que con vileza y tratativa tramposa nos la arrebataron.

 

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Miembro de la Fundación Venezuela Esequiba. Miembro del Instituto de Estudios de la Frontera Venezolana (IDEFV).

Publicado originalmente en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/

AQUÍ NO HAY QUIEN VIVA

F. Javier Blasco Robledo*

Frase con la que se tituló una de las series más vistas en la televisión española de todos los tiempos; serie, que empezó su andadura en septiembre de 2003 y finalizó en julio de 2006 tras cinco temporadas y 91 capítulos. Encuadraba un elenco de personajes que vivían en un mismo edificio y representaban los estereotipos más característicos de la real, picaresca, esquizofrénica —por los avatares de sus propias vidas e intereses— y tremendamente vividora sociedad española.

Los personajes se mostraban dominados o movidos —sin que se enteraran— por seres aparentemente inofensivos de su entorno que, sin embargo, ejercían una fuerte y nefasta influencia y un gran control sobre ellos o sus acciones y decisiones mediante la creación de embrolladas e incomprensibles situaciones que, realmente, suelen darse a lo largo de la vida por absurdas que parezcan; aunque la mayoría de los mortales las tomemos y tratemos de otra forma, tal y como pretendía la propia serie.

Una serie y conjunto de situaciones que pronto se convirtieron en la segunda casa de todos los españoles porque una inmensa mayoría se sentía identificado en la misma de una forma u otra, bien en los propios personajes o en las situaciones creadas o vividas por los guionistas y los actores, que algo añadían de su cosecha, y por el generalmente rocambolesco desenlace final de cada capítulo, que creaba una especie de interés a la espera de nuevas y absurdas vivencias por llegar.

Al igual que la novela picaresca española, fue tomada a broma por una inmensa mayoría de los televidentes, cuando en realidad era un auténtico drama que representaba, con alto grado de fiabilidad, la calaña y el bajo calado intelectual de nuestra sociedad, sus intereses, desviaciones varias, tendencias al engaño o la pauta para buscar cómo vivir de la mejor forma posible, a costa de los demás o con el menor esfuerzo propio.

Hace ya años que en España, y sobre todo, desde que Sánchez e Iglesias llegaron a copar los puestos de alta responsabilidad y representación en la escena política, la situación y evolución de los hechos y acontecimientos, recuerdan muy mucho a los líos y embustes de la serie.

Así, hoy en día, parece que en España todo se puede tomar a chunga, nada es serio; nadie respeta la Ley ni las decisiones de los tribunales sin incurrir en graves consecuencias; se ataca sin disimulo a la Constitución, a la Jefatura del Estado o al poder Judicial; se producen más de 100.000 muertes por una desastrosa y pesimamente llevada pandemia y nadie toma o acepta responsabilidades.

Sin olvidar que la mayoría de las decisiones judiciales se cuestionan, no se aceptan y, aunque estas se reiteren, no se aplican. El gobierno miente constantemente, no cumple sus promesas, cambia de rumbo sin solución de continuidad y es tan grande el lío montado que tenemos a Europa muy mosca con nuestro futuro y por ver que es lo que realmente nos traemos entre manos.

Los otrora grandes y graves enemigos de España por su pertinaz y rancio espíritu separatista o su enfermiza y deleznable tendencia a basar sus reivindicaciones en el traicionero uso de la amenaza, los actos de terrorismo y la autoría de unos 1.000 asesinatos en España —mediante el tiro en la nuca, la emboscada, la traicionera bomba y el rapto con posterior muerte por asesinato—, son ahora los que tienen nuestro futuro en sus manos, al haberse convertido en los imprescindibles socios de un gobierno que, por culpa de los favores, apoyos y los caprichos de estos, está totalmente endeudado.

Nuestra imperfecta y tantas veces manoseada democracia, permite sin reparos ni vergüenza o mínimo rubor, que la continuidad en el mando y la dirección del país por nuestros próceres de hoy dependa de los votos de dichas lacras sociales y políticas que se cobran con creces su favores ante la pasividad total de las clases políticas, la dirección de las fuerzas armadas, los altos tribunales y el imperdonable aborregamiento de una sociedad vendida, comprada o acomodada que no quiere saber nada, que prefiere mirar para otro lado, antes que verse implicada en manifestaciones y actos para decir fuerte y claro, “¡Señores, hasta aquí hemos llegado!”.

La jefatura del Estado, representada en SM el Rey, es vilipendiada, menospreciada, atacada y humillada casi a diario desde todos los estamentos, ciertas autonomías e incluso total o parcialmente por el propio gobierno por acción u omisión de sus componentes, quienes tienen hipotecado el futuro de sus carreras a costa de evitar ofender o molestar a tanto malvado que les apoya e incluso hasta forma parte del mismo gobierno, a pesar de que previamente en plena campaña electoral, haber jurado que tal situación no se iba a cumplir de ningún modo por ser insufrible y con consecuencias para España de mucho calado.

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y hasta las mismas Fuerzas Armadas, en muchos casos, se encuentran bajo el mando de personas “acomodaticias o agradables” a los políticos en el gobierno, poco molestas y tremendamente agradecidas de haber sido designadas para ocupar dichos cargos, aunque su propia conciencia y formación profesional —mamadas durante muchos años— les indique que esos puestos, no son para ellos y que a otros, con más méritos y derechos, se los han birlado.

Vemos al presidente del gobierno, a gran parte del ejecutivo y al que hasta hace pocos días era vicepresidente segundo, empecinarse en atacar a la zona más fructífera y saneada política, social y económicamente de toda España, Madrid.

Y todo ello, a pesar de que la Comunidad de Madrid es la región donde nadie es extraño, todos tienen cabida y aporta más que ninguna otra ingresos solidarios, de los que viven los que la atacan, ofenden y le cierran sus puertas de acceso por cochina envidia, sectarismo y poca vergüenza ante la realidad del éxito de las políticas puestas en juego desde hace ya bastantes años.

Una región que en pocos días pondrá a prueba si se rompe o no la tendencia nacional y con ello se pueda corregir la hecatombe social, sanitaria, política y económica a la que los socialistas y los comunistas avocan a una triste España y hacia dónde, aún peor, nos quieren llevar.

Vivimos una situación de espera, incertidumbre y hasta de duda que acongoja a los que observamos con desesperanza e inquietud la evolución de los acontecimientos de una Patria a la que muchos españoles le venimos dando todos nuestros esfuerzos y desvelos posibles con amor y absoluta generosidad, sin pedir a cambio, nada en especial.

Hemos sido testigos del nacimiento, auge y caída de ciertos partidos políticos que, tras muy poco tiempo en las tablas, confundieron sus preceptos y principios para enzarzarse en lo más bajo de la política y tratar de encontrar un buen acomodo para sus mandos y demasiados allegados.

También podemos decir alto, fuerte y claro que han surgido o refundado otros partidos que prometiendo “velar por el pobre desgraciado”, sólo buscan su mayor rédito o enriquecimiento personal y no reparan en acogerse a toda dádiva, dieta o compensación a la que tengan derecho por “ejercer” su cargo, mientras el pueblo, trabajador y llano sufre las penurias de los ERTEs, los EREs, la segregación social y el duro, ciego y prolongado paro.

Una España sumida en las colas del hambre, en la desesperación por falta de un fututo claro, en la mentira y el engaño; que vive sometida a una constante propaganda tan mal enmascarada como el maquillaje con el que nuestro ínclito presidente, cada vez que habla en público, trata de esconder sus vergüenzas y las presiones que recibe desde Europa para poder hacer o proponer algo, aunque sabe que en cuestión de horas o días deba suspenderlo, anularlo o modificarlo porque está mal hecho o resulta fuera de tono, inútil o precipitado.

Mantenemos los peores datos del mundo civilizado en lo que al manejo y contención de la pandemia mundial se refiere; fuimos incapaces de verla venir, a pesar de los muchos avisos externos y los ocultados informes internos, por un afán de propaganda malintencionada de parte de un gobierno vendido a las exigencias de su parte comunista y más feminista.

La pandemia en sí, se gestionó y aun gestiona de auténtica pena, se invirtió en compras fantasma y se han malversado, o al menos desaparecido. sin dejar rastro, cientos de millones de euros en compras inexistentes, realizadas precipitadamente sin un contrato serio, asignadas a dedo a amigos o a comerciantes surgidos de la noche a la mañana, sin curriculum ni experiencia en el ramo sanitario y, por cierto muchos de ellos, bastante amigos de otros amigos del personal en el gobierno.

Las muertes de ancianos en la residencias, en soledad y con escasos cuidados paliativos, es una vergüenza nacional de la que nadie se quiere responsabilizar; incluso, se da el caso paradójico, de que el entonces vicepresidente segundo del gobierno, Iglesias; principal responsable por Ley y por haberse arrogado públicamente él mismo la máxima autoridad para el sostenimiento, las buenas praxis y la atención en las mismas, ahora usa las victimas en aquellas residencias como un  arma arrojadiza contra la principal oponente en Madrid a la que, de forma desesperada —ya que se ha visto precisado a abandonar el gobierno del que tanto le costó encontrar asiento a la lumbre, para intentar salvar a su partido de la desaparición definitiva— se enfrenta para las próximas elecciones regionales en los primeros días de mayo.

Somos el segundo país europeo más pedigüeño y plenamente necesitado de ayuda económica externa en Europa para poder salir del bache en el que este gobierno nos ha metido por su mala cabeza, falta de previsión y por haber tirado por la borda millones de euros a base de todo tipo de dádivas, inútiles planes, sueldecitos y otras ayudas dedicadas a la compra de voluntades y a asegurarse favores.

Nos encontramos, intentando engañar a una Europa de nuevo —que ya está harta de nosotros— con amagos de reformas nada claras, cambios estructurales que nunca llegan y una larga lista de impuestazos que como veremos, tras las elecciones del 4 de mayo, harán temblar a grandes y pequeños. Impuestos, que serán, sin duda, la puntilla para muchos de las pequeñas empresas, negocios y autónomos, que están tiritando tras más de un año de pandemia y que ya no se fían de lo que les dice el gobierno porque, según Sánchez, hace tiempo que le habíamos ganado la partida a la pandemia y salíamos reforzados. Pero, sin embargo, aquí estamos, con los negocios cerrados, mano sobre mano y sin ver un euro positivo en las famélicas cuentas de resultados.

Nos hemos convertido en un país ninguneado por todos los países lejanos y los más cercanos, que no cuenta para nadie y que aún sigue esperando a que le llame el Tío Sam y eso que Biden es de izquierdas y en Moncloa, a pesar de los desplantes de Sánchez y Zapatero, se pensaban que con este personaje, todo anterior desaguisado se iba a arreglar en un abrir y cerrar de ojos.

Nadie pensaba en la real trascendencia de las elecciones madrileñas, salvo los que ven en Moncloa que sus butacas pueden estar en peligro; por ello, hicieron todo lo posible para que no se hubieran celebrado. Unas elecciones en las que la mayoría de los partidos se han enfangado en una campaña sucia y barriobajera donde los insultos, amenazas, desplantes, abandonos de atriles, viejos y rancios eslóganes y absurdas mentiras se agrandan y ensalzan hasta niveles increíbles como el tratar de impedir un pequeño mitin en un rincón de la capital a base de lanzarles pedradas o en enviar amenazas con munición de guerra en varias cartas y sacarlo a la prensa como su gran baza para ganar.

No quisiera terminar el repaso a lo que está ocurriendo en nuestro solar patrio sin mencionar y resaltar un execrable hecho por el que atónitamente, el pasado viernes, fuimos testigos los españoles; ni más ni menos, que emplear el Boletín Oficial del Estado para promulgar una modificación, por cierto muy cuestionable —porque implica el sometimiento de todos a la voluntad de unos pocos en lo referente al derecho al trabajo y de huelga y la actitud de los activistas de los denominados “piquetes informativos”— mediante una Ley Orgánica (5/2021) por la que se deroga el apartado 3 del artículo 315 de Código Penal. Ley Orgánica, en cuyo preámbulo se trata de forma rastrera y torticera al partido que lo incluyó, y lo que es más execrable y aún sin comprender por nadie, se usó la firma de Su Majestad el Rey como es preceptivo, sin que al parecer, nadie advirtiera, se resistiera o posteriormente rectificara, tan vulgar y rastrera hazaña, propia más bien de países dictatoriales y poco o nada democráticos.

De la lectura de este trabajo, me atrevo a pensar que de él se desprende fácilmente que en España estamos viviendo situaciones peculiares, estrambóticas o de auténtica pesadilla, tal y como aquellos vecinos de la serie a la que me refería al principio, quienes apenas salían de una situación rocambolesca volvían a verse inmersos en otra u otras de mayor calado y profundidad, cada vez más absurdas e irracionales de manos de unos peculiares elementos que, a su modo, dominaban al resto de convecinos. El certero título de la serie era lo mejor de ella; y en este caso, yo cambiaría el de este trabajo por “En España, con este gobierno, no hay quien viva”.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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