¡OJO! LA RAPIDEZ NO ES TODO

Agustín Saavedra Weise*

“Vivir despacio”, Bruno Contigiani, Plataforma Editorial, 2012, 152 p.

El 17 de diciembre de 2004 publiqué una nota —¡Ojo! La rapidez ya no es todo—, donde criticaba la actual aceleración para hacer las cosas, esa antipática rapidez que quiere imponer sobre todos nosotros este mundo globalizado. Asimismo, mencioné la tendencia de un grupo cada vez más creciente de personas en el contexto internacional que se esfuerzan por intentar ‘desacelerar’ sus vidas, hacerlas más llevaderas y más tranquilas.

Concluía la nota expresando que “a mí me gusta hacer las cosas rápido, pero también me gusta tener tiempo para reflexionar y tomar energías. Me quedo con la opción ‘lenteja’ si eso significa una vida mejor. Si hay que ‘desacelerarse’, lo haré”. Pues bien, les cuento que hace muy poco Italia le rindió culto a la lentitud.

Este país europeo, quinta potencia industrial mundial, tuvo una jornada de norte a sur dedicada a ‘pisar el freno’ y que fue, justamente, llamada Jornada de la lentitud. El diario argentino La Nación (20 de febrero de 2007) nos informa de que la iniciativa vino desde Pavia mediante una asociación que se denomina El arte de vivir con lentitud.

Prosigue la noticia: “La jornada estuvo dedicada a quienes tienen la prepotente sensación de que el mundo gira demasiado rápido para poder mantener un equilibro; un equilibrio que se vuelve cada vez más precario para quien vive y trabaja en nuestras ciudades, con tiempos tiranos y esfuerzos inhumanos”, explicó Bruno Contigiani, presidente de la asociación que dio vida a la celebración.

Conclusión de gran parte de los italianos participantes: es urgente reducir un poco la velocidad. ¿Qué tal, amigos lectores? En Bolivia ya hay algunos que viven en el pico de las aceleraciones y casi siempre, por falta de organización y método o por hacerse los importantes.

Convengamos en que un poco de lentitud es recomendable para no dejarse arrollar por la ola aceleradora del mundo actual con su secuela de estrés, úlceras, crisis nerviosas, divorcios, etc. La pausa es importante, el descanso también; hacer las cosas despacio a veces termina siendo más productivo, más útil para uno mismo y para la sociedad en su conjunto.

Me alegró saber que en Italia el movimiento de los ‘lentejas’ progresa —valga la expresión— aceleradamente. Espero que en Bolivia suceda lo mismo y que no haya tantos acelerados como ya tenemos en la actualidad, muchos de ellos al ‘fósforo’, hechos los importantes, apurados sin ton ni son.

Vivamos un poco mejor, vivamos dosificando energías, corramos cuando de verdad sea necesario, marchemos lentos cuando conviene y cuando se puede, sobre todo para tomarse así una tregua en el quehacer cotidiano y acumular esas energías para cuando verdaderamente se las precise.

Nada se gana con la rapidez, salvo problemas e inconvenientes, tal como las estadísticas ya lo están demostrando. Asimismo, no debe confundirse lentitud con eficiencia. Son dos cosas distintas. Muchas veces —recordemos— la lentitud firme, constante y serena de la tortuga termina venciendo la velocidad inconstante y errática de la liebre, como metafóricamente nos enseñó la fábula inmortal de Esopo.

Además, se puede ser un rápido muy ineficaz que, por querer hacer las cosas pronto, las hace mal o las concluye mal y con resultados calamitosos. Vivamos en un mundo más controlado, menos fugaz; intentemos saborear el discreto y cautivante encanto de la lentitud creativa al comer, caminar, marchar hasta en el trabajo. Mejor nos irá en el balance final del día.

 

*Ex canciller de Bolivia, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com 

Publicado en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/opinion/ojo-la-rapidez-no-es-todo_238562

“África No Mundo Livre Das Imposturas Identitárias” DE JONUEL GONÇALVES

Las teorías de las identidades se han convertido en versiones actuales de los viejos discursos discriminatorios. Agudizan las diferencias y el separatismo a expensas de las afinidades humanas, sirviendo a proyectos dictatoriales. África sufre doblemente los efectos de estos disfraces ideológicos. Internamente, varios regímenes buscan legitimar políticas de atraso y represión con llamamientos “identitarios” que hacen inviable la integración africana necesaria para el desarrollo y la inserción justa en el mundo. Externamente, se atribuye a África un papel que también hace inviable este desarrollo e inserción, mientras que los africanos y sus descendientes en otros continentes sufren discriminación y negación de los derechos de ciudadanía.

Es por eso que el libro trata de contextos africanos de habla portuguesa en comparación con Portugal y Brasil.

Las políticas de identidad son enemigas de la ciudadanía y las sociedades africanas tienen que dejar los lamentos y empezar a luchar para crear una fuerza propia capaz de derribar las imposturas locales o globales.

 

Detalles de la publicación

ISBN: 9789897026607

Edición/Reimpresión: 07-2021

Editor: Guerra & Paz Editores

Idioma: Portugués

Tipo de Producto: eBook

Formato: ePUB

Clasificación Temática: eBooks em Português >História >História Antiga

VOLVER A LA HISTORIA

Nicolás Lewkowicz*

El “momento unipolar,” creado a partir de la disolución del bloque comunista a finales de la década de los 80’, le otorgó a la potencia dominante la posibilidad de crear un sistema de intercambio global basado en normas que sirvieran a promover sus intereses geoeconómicos y geopolíticos.

La justificación que se daba para establecer un sistema político internacional basado en normas comunes (rules-based international order) era que “la historia había terminado”. Según Francis Fukuyama, luego de la caída del comunismo no se podía concebir una mejor forma de organización que la democracia liberal y el sistema de intercambio capitalista.

La era de la globalización creó una división cada vez más estricta entre

1) las naciones que son sujeto pasivo de la historia (como los países de América Latina y Europa);

2) las naciones que imponen reglas de conducta comunes para el mundo globalizado y

3) los países revisionistas, que tratan de reducir la influencia de los países hegemónicos sobre su espacio interno.

Los países no-hegemónicos que se unen al mundo globalizado no pueden ser sujetos activos de la historia. A los sujetos pasivos de la historia les está vedado incidir en la manera en las cuales se configuran las reglas de conducta común. A estas naciones también les cuesta rechazar los valores culturales que son parte integral del proceso de expansión geopolítica de la potencia hegemónica. Acatar la norma impuesta por la potencia imperante implica renunciar a tener poder y autonomía en cuestiones de política exterior.

Tanto Europa como América Latina viven, cada cual a su manera, dentro del modelo economicista que les impone la idea del “fin de la historia” y la pertenencia al área geoestratégica comandada por los Estados Unidos.

Europa teme regresar a la historia por el recuerdo todavía fresco de las dos conflagraciones devastadoras del siglo veinte. Por otra parte, le es difícil a Europa salir de la jaula geopolítica impuesta por Estados Unidos, establecida luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. La potencia dominante necesita tener una presencia militar importante en Europa para no perder control de la “Isla-Mundo” y los puntos de navegación que son vitales para el comercio internacional, como el Estrecho de Gibraltar y el Estrecho de Suez. Los altos niveles de prosperidad de los cuales goza la población europea, hacen que la falta de poder de las naciones del Viejo Continente no sea sentida de manera tan pronunciada.

En el caso de América Latina, vemos un espacio post-histórico en el cual la mayoría de las naciones del continente no pelean entre sí y buscan unirse al sistema de intercambio promovido por los sujetos activos de la historia. A diferencia de Europa, la pobreza en la cual se encuentra sumida el continente hace que se note mucha más la falta de poder y los efectos negativos que implica la falta de autonomía en las decisiones políticas que afectan al espacio interno y a la relación con otros países.

En las próximas décadas, podríamos ver una creciente fragmentación de la capacidad de la potencia dominante de comandar su área de influencia estratégica en Europa y América Latina.

Existen varias razones para aducir que en las próximas décadas viviremos en un mundo con una globalización más fragmentada y un sistema internacional mucho más anárquico, pero con mucha más libertad de acción para los países que hoy no son sujetos activos de la historia.

Primero: existe una interferencia cada vez mayor de potencias revisionistas como China y Rusia en Europa y América Latina. Esta situación hace que se cuestione el alcance que deben tener las normas que emanan de la potencia hegemónica, sobre todo si estas no producen un efecto económico positivo.

Segundo: la capacidad de acción de la potencia dominante está condicionada a las necesidades de las corporaciones transnacionales, las cuales precisan de la musculatura geopolítica de los Estados Unidos, pero que operan de acuerdo a un principio de utilidad económica que redunda cada vez menos en beneficio de la población estadounidense. La posible falta de reconciliación de los intereses del sector público y privado podría erosionar la legitimidad de la acción geopolítica de los Estados Unidos de manera cada vez más pronunciada.

Tercero: a la potencia hegemónica le será cada vez mas difícil expandir valores que emanan de un espacio social en el cual cohabitan distintos conceptos de justicia.  El proceso de expansión geopolítica de los Estados Unidos convirtió al país cada vez más en imperio y cada menos en nación. No esta garantizado que las distintas versiones del concepto de justica puedan ser reconciliadas. La falta de cohesión en el espacio domestico tendrá una influencia importante en la manera en la cual la potencia hegemónica buscará ordenar el sistema internacional en el futuro próximo.

En las próximas décadas, el gradual declive geopolítico de los Estados Unidos obligará a la Argentina a regresar a la historia. Para ello, urge crear una pedagogía basada en la idea de que sin la capacidad de ejercer poder en forma autónoma no habrá crecimiento económico sostenido ni un Estado que pueda monopolizar el uso de la fuerza y proteger al país de amenazas internas y externas.

Los planteamientos economicistas, centrados en la inserción del país en un sistema político internacional basado en normas comunes, nos han dejado sin poder y sin economía. Por ello, es de esperar que un futuro no muy lejano comience la lenta pero inevitable vuelta del país a la historia.

 

* Realizó estudios de grado y posgrado en Birkbeck, University of London y The University of Nottingham (Reino Unido), donde obtuvo su doctorado en Historia en 2008. Autor de Auge y Ocaso de la Era Liberal—Una Pequeña Historia del Siglo XXI, publicado por Editorial Biblos en 2020.

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