EL GATOPARDISMO DE LA CANCELACIÓN DEL PACTO DE FORADORI-DUNCAN

César Augusto Lerena*

El anunció de la Cancillería, respecto a cancelar el Pacto de Foradori-Duncan es un verdadero “gatopardismo”, es decir, que parezca que se cambia todo para que no se cambie nada. Nos hace acordar al cuento de “Caperucita Roja”, que relata cómo Caperucita que caminaba alegremente hacia donde vivía su abuela, es engañada por el Lobo Feroz, por lo que éste llega primero a la casa de la anciana y se la come; luego, se viste como si fuera la abuela y, previo a un conocido diálogo con caperucita de “qué grandes orejas tienes abuelita” también se devora a la niña. Si bien se adjudican a distintas motivaciones los hechos, el final es generalmente éste y hay quién le agrega que un leñador las rescata y el cuento tiene un final feliz. No seremos muy originales si decimos que, en la vida real, el Lobo Feroz, suele estar vinculado al mal y todos nosotros somos Caperucita que, inocentemente, nos dejamos engañar.

Ayer la Cancillería Argentina difundió el Informe 096/23, indicando que «en la República de la India, el ministro Santiago Cafiero se reunió con su par del Reino Unido, el secretario de Estado para Asuntos Exteriores, Mancomunidad y Desarrollo, James Cleverly, a quien informó que el gobierno argentino da por finalizado el Comunicado Conjunto del 13 de septiembre de 2016», conocido vulgarmente como el Pacto de Foradori-Duncan. Debería alegrarnos esta noticia, ya que desde 2016 y, en reunión con la entonces Canciller Susana Malcorra en el Senado de la Nación, le manifestamos nuestro más enérgico rechazo a tal comunicado (lo hicieron casi todos los asistentes de una sala colmada) y, hasta nuestros días, venimos reclamando la cancelación de este “Pacto”; pero, de una lectura total de este informe nos damos cuenta que se eliminó el título, pero no su contenido que, en lo referido a Malvinas y particularmente el apartado del “Atlántico Sur”, indicaba: «En un espíritu positivo, ambas Partes acordaron establecer un diálogo para mejorar la cooperación en todos los asuntos del Atlántico Sur de interés recíproco. Ambos Gobiernos acordaron que la fórmula de soberanía del párrafo 2 de la Declaración Conjunta del 19 de octubre de 1989 (la “fórmula del paraguas”), se aplica a este Comunicado Conjunto y a todas sus consecuencias. En este contexto se acordó “adoptar las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos”. Ambas Partes enfatizaron los beneficios de la cooperación y de un compromiso positivo de todos los involucrados. De conformidad con los principios establecidos en la Declaración Conjunta del 14 de julio de 1999 (el vuelo de LATAM) y el Acuerdo por Canje de Notas, ambas Partes acordaron que serían establecidas conexiones aéreas adicionales entre las Islas Malvinas y terceros países. En este contexto acordaron el establecimiento de dos escalas adicionales mensuales en territorio continental argentino, una en cada dirección. Los detalles específicos serán definidos».

El Canciller argentino al referirse a la cancelación del citado comunicado le propuso al referido Cleverly «reiniciar negociaciones por la soberanía en la Cuestión Malvinas e invitó a concretar una reunión para concertar la agenda de negociaciones en la sede de Naciones Unidas en Nueva York» (sic), entregándole una nota que señalaba que «nuestro país ha buscado colaborar en asuntos concretos como vuelos, actividad científica en la Antártida o conservación y preservación de recursos pesqueros (NdA: a confesión de partes relevo de pruebas), sin que la disposición demostrada por la Argentina haya sido respondida de manera recíproca por su gobierno. Por el contrario, el Reino Unido ha realizado continuadamente actos unilaterales, que han sido oportuna y debidamente protestados por la República Argentina. Asimismo, a lo largo de este tiempo, el Gobierno británico se ha negado sistemáticamente a reanudar las negociaciones de soberanía a que reiteradamente instan las Naciones Unidas y que exige el artículo 2 (3) de la Carta. En consecuencia, tampoco se ha permitido dar cumplimiento al mandato impuesto por la Resolución 2065 (XX) de la Asamblea General de las Naciones Unidas» (sic), resaltando que «esas acciones son incompatibles con la Resolución 31/49 de las Naciones Unidas» por todo esto indica que «el Comunicado Conjunto del 13 de septiembre de 2016, conocido como Foradori-Duncan, y sus efectos, se dan por terminados» (sic) y esto último no parece que vaya a ocurrir si el Reino Unido aceptase alguna de las propuestas de mínima que le presenta Cafiero: «se aborden los temas de interés mutuo, que contengan como mínimo (“Se acordó trabajar en conjunto para identificar áreas nuevas de colaboración”, decía el Pacto cancelado): a) La reanudación de negociaciones sobre la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, en los términos de la Resolución 2065 (XX) de la Asamblea General de las Naciones Unidas y demás resoluciones pertinentes. Cuestión para lo cual debería empezar por desechar los Acuerdos de Madrid, en especial la cláusula 2 del Acuerdo de Madrid I del 19/10/89; razón por la cual este punto, es solo una expresión de deseos que, aun cancelando el Pacto de Foradori-Duncan sigue vigente; b) La conectividad aérea y marítima de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes con el territorio continental argentino. Cuestión que en el marco del Pacto ya viene ocurriendo, ya que no se precisa aquí que estos vuelos deberían hacerse con Aerolíneas Argentinas y con la mayor frecuencia de todos los vuelos actuales al continente; c) Medidas prácticas tendientes a garantizar los intereses y el modo de vida de los habitantes de las Islas de forma tal que favorezcan el desarrollo de vínculos culturales, económicos, sanitarios, educativos y otros entre las Islas Malvinas y el territorio continental argentino. Todas cuestiones incluidas en el “caído” Pacto; que, por ejemplo, no refieren a cambiar el sistema de inmigración; la radicación; inversión, etc. de los argentinos en las islas; d) Medidas que permitan ajustar el aprovechamiento, la conservación y preservación de los recursos naturales en el área bajo disputa de soberanía. Este punto conserva todo lo previsto en materia de pesca del Pacto, resultando inadmisible que la Cancillería refiera a “medidas que permitan ajustar el aprovechamiento, la conservación y preservación de los recursos naturales”; recursos que son argentinos y que, desde 1989, coincidente con los Acuerdos de Madrid y según las estadísticas británicas, buques extranjeros con licencia ilegal británica e isleños asociados con españoles pescan en el área de Malvinas unas 250 mil toneladas anuales, sin que los sucesivos gobiernos argentinos desde 1998 a la fecha hayan sancionado a un solo buque, pese a la vigencia de las leyes 24.922, 26.386 y 27.564; e) La desmilitarización de las áreas bajo disputa de soberanía. Sin referirse a los 1.639.900 Km2 que la Argentina tiene ocupada por el Reino Unido o a los 1.430.367 km2 de la Plataforma Continental Argentina que Inglaterra nos disputan, al igual que el sector de la Antártida Argentina de 965.597 km2 que el Reino Unido denomina “Territorios de la Reina Isabel”. La desmilitarización del área de Malvinas es una iniciativa reiteradamente reclamada por la Argentina, aunque los gobiernos no han activado en todos estos años la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS) de todos los Estados de América oriental y África occidental aprobada por la Asamblea General de la ONU 41/11 del 27/10/86, con el objeto de limitar el armamento del Reino Unido en la región.

La Nota del ministro Cafiero insólitamente se autolimita cuando destaca «la voluntad de dar continuidad a la relación bilateral en todas las áreas en las que se han registrado avances y en las que se hayan planteado cursos de acción en los que no hayan surgido divergencias», es decir, que deja de lado, las principales cuestiones de ocupación territorial y explotación de los recursos pesqueros e hidrocarburíferos por parte del Reino Unido en el Atlántico Sur, entre otras, que hay divergencias, vaciando de contenido la “finalización” del Pacto, que sigue teniendo vigencia en sus efectos en favor del Reino Unido, de: adoptar las medidas apropiadas para remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca, navegación e hidrocarburos.  
Saldrá ahora -ya lo ha hecho en estas horas- a rechazar el Reino Unido la cancelación y presionará la embajadora británica Kirsty Hayes sobre la identificación de los caídos; pero, “no nos comamos el amague”, no se han caído ninguno de los efectos de este ruin Pacto. Sinceramente, si el anunció de cancelación de la “Declaración Conjunta” (el Pacto), en estas condiciones, lo hiciese el Reino Unido sería más creíble. Los ingleses tienen la habilidad suficiente para promover “la cancelación de la denominación irritante sin modificar los hechos fácticos” y el rol pasivo que llevan los gobiernos de Argentina, al menos desde los Acuerdos de Madrid de 1989/90 a la fecha; acuerdos que Julio C. González los calificó de “la entrega del país a Gran Bretaña”. Derogar el Pacto, sin rever los Acuerdos de Madrid, es como renegociar los textos de un Decreto reglamentario sin modificar la ley. Ambos, Acuerdos y Pacto y sus efectos violan la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional, aunque algunos todavía encuentren argumentos para no desechar los primeros.

El Pacto de Foradori-Duncan y los Acuerdos de Madrid I y II deben cancelarse y con ello todos sus efectos, para que la Argentina retome de una vez por todas la iniciativa de promover un nuevo acuerdo que garantice la soberanía nacional de los archipiélagos y del mar argentino y sus recursos. Los ejes de la cancelación son las Resoluciones de la ONU 2065 (XX); especialmente la 31/49, que el Reino Unido ha violado sistemática y en forma creciente, ocupando territorio marítimo, explotando los recursos, instalando bases y construcciones militares y portuarias, etc. Pero también una Resolución de la ONU que en la referida “cancelación” la Cancillería ha ignorado que es la 1514 (XV) del 14/12/1960 que Declara que: “…1. La sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la cooperación mundiales…4. A fin de que los pueblos dependientes puedan ejercer pacífica y libremente su derecho a la independencia completa, deberá cesar toda acción armada o toda medida represiva de cualquier índole dirigida contra ellos, y deberá respetarse la integridad de su territorio nacional…6. Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas; 7. Todos los Estados deberán observar fiel y estrictamente las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de Derechos Humanos y de la presente Declaración sobre la base de la igualdad, de la no intervención en los asuntos internos de los demás Estados y del respeto de los derechos soberanos de todos los pueblos y de su integridad territorial.

Por el Artículo 27º de la Constitución Nacional “El Gobierno federal está obligado a afianzar sus relaciones de paz y comercio con las potencias extranjeras por medio de tratados que estén en conformidad con los principios de derecho público establecidos en esta Constitución”, teniendo particularmente en cuenta, su Artículo 6º y ya saben quienes nos gobiernan lo que Evita pensaba de “Los tibios, los indiferentes, las reservas mentales, los peronistas a medias…”.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado. Presidente de la Fundación Agustina Lerena (Fundada el 21/10/2002), Presidente Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana, CESPEL (Fundada el 02/04/1989).

Autor de “Malvinas 1982-2022. Una gesta heroica y 40 años de entrega” (2021) y de “Pesca Ilegal y Recursos Pesqueros Migratorios Originarios de los Estados Ribereños de Latinoamérica y El Caribe” (2022).

 

 

PACIENCIA ESTRATÉGICA IRANÍ: GUERRA BLANDA E ISRAEL

Salam Al Rabadi*

Desafortunadamente, siguiendo el patrón de las estrategias de muchos países basadas en un interés exagerado en temas de derechos humanos, mujeres y democracia en Irán (como el caso de la muerte de la joven iraní Mahsa Amini), ya no es posible ignorar el alcance de la explotación política, seguridad y cultural que se está produciendo. Este patrón fue adoptado previamente en Siria, lo que llevó a su entrada en el atolladero de la guerra desde 2011. Por lo tanto, con base en la presencia de Irán en la misma dirección política, se siguió el mismo patrón, en el que la problemática se relaciona principalmente con la confrontación del creciente poder iraní.

En principio, hay una estrategia que ha quedado clara y conocida y que se basa en trasfondos culturales cuyo principal objetivo es fragmentar las sociedades desde dentro (guerras blandas). Hay muchos países (Israel en particular) no pueden aceptar en absoluto la realidad de la presencia de Irán como una gran potencia regional. A pesar de todas las políticas de sanciones seguidas para aislar y marginar a Irán durante los últimos 45 años, pudo desarrollar su propia fuerza y ​​consolidar su influencia regional.

En consecuencia, aquellos países que son hostiles a Irán no tienen más remedio que avanzar hacia la explotación de algunos temas controvertidos dentro de la sociedad iraní relacionados con los derechos humanos, las mujeres y la democracia, con el fin de desestabilizarla y debilitarla. Por lo tanto, estos países avanzaron hacia la opción de la guerra blanda a través de:

    1. Penetración cultural dentro de la sociedad iraní para desgarrar su estructura política.
    2. Apoyar movimientos terroristas, incluido el intento de reproducir un nuevo ISIS.

En este contexto, hay mucha evidencia que confirma estas intervenciones externas destinadas a sumergir a Irán en conflictos y guerras internas, que incluyen, entre otros:

    • Incautación de cargamentos de armas procedentes del extranjero, coincidiendo con el inicio de disturbios internos.
    • Desmantelar células terroristas que planeaban asesinar a figuras de origen árabe y realizar operaciones terroristas en lugares religiosos para desencadenar una guerra civil.
    • Detención de grupos terroristas vinculados a inteligencia extranjera que trabajen en el contrabando de armas.

Sobre la base de estos hechos, parece que el objetivo principal es destruir la estructura social, exagerar la polarización política y socavar la estabilidad de la seguridad, para que Irán se vuelva más frágil y sujeto a división. Prácticamente, la República de Irán se enfrenta a una guerra híbrida, cuyo objetivo político se basa en enfrentar la influencia iraní que se basa en:

    1. Insistir en continuar con el programa nuclear.
    2. Apoyar los movimientos de resistencia frente a la ocupación israelí de Palestina.
    3. Estar presente en Siria y ayudar al ejército sirio en su guerra contra los movimientos terroristas.
    4. Apoyar a los hutíes en Yemen de forma permanente.
    5. Consolidar la influencia en Irak a todos los niveles.
    6. Acercamiento estratégico tanto con Rusia como con China.

Aquí hay que reconocer que las tensiones internas iraníes son una carta ganadora que Estados Unidos e Israel han tratado de explotar para incitar al pueblo iraní contra el régimen y chocar con él. Esta nueva situación o desafío requirió que el gobierno iraní adoptara una visión diferente sobre cómo lidiar con tales desarrollos. De hecho, el gobierno iraní y sus instituciones de seguridad siguieron una política de moderación y no dieron ningún paso provocativo que pudiera conducir a un enfrentamiento. Por el contrario, se ha trabajado en:

    • Absorber la ira de la gente y permitir manifestaciones.
    • Supervisar de cerca la situación de seguridad y controlar las células terroristas.
    • Revelar a la sociedad iraní las sucias políticas de movilización e incitación mediática.
    • Evidencia de que muchos movimientos de oposición están vinculados a la agenda de países extranjeros.
    • Vincular los hechos internos con el patrón basado en la implementación del modelo sirio en Irán.

En este contexto, e independientemente de la capacidad del gobierno iraní para enfrentar estas guerras blandas, existen desafíos políticos, culturales y de seguridad interna muy serios que ya no se pueden ignorar y requieren una reconsideración de muchas políticas que se pensaban se han vuelto axiomáticos, incluyendo:

    • Ya no es posible seguir una política que se basa en responsabilizar a los gobiernos iraníes y neutralizar al Líder Supremo de la Revolución (o la institución de la Guardianía del Faqih) de cualquier responsabilidad.
    • La existencia de cambios radicales vinculados a las amenazas a la seguridad, que ya no se limitan a la amenaza israelí, sino que se extienden a los movimientos terroristas.
    • Aumentando las complejidades asociadas a los planes extranjeros que buscan socavar los cimientos del estado iraní.
    • Las crisis internas parecen ser las más peligrosas, y pueden llevar a hacer concesiones estratégicas a nivel del expediente nuclear, la causa palestina, la relación con Siria y los movimientos de resistencia.

En resumen, el interés exagerado en los temas de derechos humanos se da en el contexto de las presiones a las que Irán ha estado expuesto durante décadas para lograr objetivos geopolíticos. Sin embargo, de acuerdo con cómo Irán enfrentó los desafíos anteriores, parece que es capaz de superar las dificultades actuales, ya que los pilares del Estado siguen siendo sólidos en todos los niveles.

Además, no debe subestimarse la capacidad de Irán para reevaluar sus relaciones exteriores, basándose en la ecuación de que la seguridad de Irán está vinculada a la seguridad de la región. Irán tiene muchas opciones que mejoran esta ecuación. Hay complejidades multidimensionales vinculadas a la realidad iraní, ya sea en términos de programa nuclear o de aumento de la intensidad de la colisión con Israel o de seguridad energética. Por ejemplo, ya no es posible confiar siempre en la continua moderación de Irán en Yemen y las repercusiones estratégicas regionales y globales resultantes, al menos en el nivel de los equilibrios de seguridad energética global.

Sin mencionar que si la paciencia estratégica de Irán se agota, no es nada improbable que Irán apunte directamente a los intereses israelíes. Quizás en algún momento la confrontación sea directa dentro de la propia Palestina ocupada. Como Irán es plenamente consciente de que todos los intentos de desestabilizarlo no pueden desligarse en absoluto de las reacciones de Israel, que se enfrenta a un peligro existencial tras perder todas sus guerras con el eje de resistencia que es apoyado total e ilimitadamente por la República de Irán.

 

* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España. 

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¿QUÉ NOS DICEN LOS CULTIVOS DE ADORMIDERA EN AFGANISTÁN?

Isabel Stanganelli*

Imagen de Gordon Johnson en Pixabay

«Afganistán es el modelo de lo que se puede alcanzar en Iraq».

George W. Bush, discurso ante la Asamblea de la ONU.

 Septiembre 2002

 

Hubo batallas, sucesivos presidentes, cambios de Constitución, rotación de «responsables» de garantizar la paz y la «democratización»  vigente en Occidente. Estamos refiriéndonos a 20 años, el doble de la estancia soviética en el país.

Y me referiré solamente a un aspecto de las actividades y objetivos en Afganistán durante esas dos décadas: los cultivos de amapola.

Resulta de utilidad mencionar que luego del petróleo y las armas, las drogas son el tercer producto mundial de comercio. El Triángulo de Oro —Myanmar, Laos, Tailandia— había sido la mayor zona productora de opio[1] del planeta durante la Guerra Fría, pero la Media Luna de Oro —con Afganistán como punto de partida— pronto sustituyó con creces a la anterior como parte de la post Guerra Fría[2]. Y fue justamente una buena fuente de ingresos durante la resistencia a la ocupación soviética 1979-1989.

La cuestión es que en 2003, una hectárea, cultivada con trigo rendía US$ 350, una con adormidera —en un 75% amapola blanca— rendía US$  6.150. Si tenemos en cuenta que este cultivo es menos exigente, es fácilmente colocable en el mercado, su valor es ínfimo en relación con el valor de venta final por lo que los compradores pueden incrementarlo sin mayores pérdidas —siempre tendrán consumidores en el ancho mundo—, puede ser guardado o acopiado indefinidamente y permite comprar todo lo imaginable: armas, alimentos, protección… Resulta el producto perfecto para sostener una guerra y también para reconstruir un país. 

Evolución de los cultivos

Este cultivo existe en Afganistán desde hace siglos, pero hemos visto que su uso comercial se inició durante la ocupación soviética del país. Los muyahidines —sostenidos por la CIA— tenían cultivos. Enviaban la morfina base a Pakistán o a Turquía donde era transformada en heroína. Tanto la resistencia a la ocupación soviética como la posterior guerra civil entre los grupos que habían expulsado a los soviéticos, pero que no lograron acuerdo para gobernar el país, fueron destruyendo las infraestructuras agrícolas, los principales canales de irrigación y las rutas al mercado de todas las restantes fuentes de ingreso nacionales, además de producir la emigración de la población. Con respecto a la población más capacitada, comenzó a destacarse en foros científicos y académicos en países vecinos y ya no regresaron.

Después del retiro soviético, y ya sin Rocky ayudando, el país perdió los subsidios de Moscú, no recibió más ayuda de Washington ni del resto del mundo —salvo la ocasional de Pakistán—. Los señores regionales de la guerra, líderes de tribus y clanes, lucharon entre sí, provistos de importantes fuerzas a las que pagaban, alimentaban, vestían y armaban —y cuya fidelidad compraban— con el dinero que aportaban los crecientes cultivos de opio.

Era la última década del siglo XX y en su transcurso Afganistán no solo sustituyó al Triángulo de Oro en la producción de opio sino que recibió la actividad de Pakistán, donde estaba comenzando a ser considerada ilegal.

Hacia 1996 el grupo mayoritario pashtún de ideología talibán logró imponerse a la Alianza del Norte (uzbekos, tadjikos, hazaras) y tomó Kabul. Entre sus medidas impuso la reducción de esta producción y solicitó ayuda internacional para subsidiar a los campesinos que sustituyeran este cultivo. Recibieron unos 630.000/año durante cinco años… Colombia recibió en el mismo lapso 399 millones anuales…

Como consecuencia, los cultivos en Afganistán no se redujeron: pasaron de 58.400 hectáreas en 1997 a 91.000 en 1998. Y siguieron incrementándose. Los campesinos necesitaban alimentarse y recuperarse de los daños producidos por los conflictos. Lamentablemente éstos continuaron.

Fue exactamente en 1999 cuando la producción de 4.565 toneladas superó a la de todo el resto del mundo incluyendo al Triángulo de Oro, llegando a alcanzar el 70% del total mundial.

Sin embargo en el año 2000 se redujo a 3.300 toneladas en plena época de cosecha —julio—; el entonces gobernante Mullah Omar prohibió los cultivos, hizo incendiar los laboratorios de heroína y encarcelar a los campesinos que no destruyeran sus cultivos. Esta decisión se debió a que Washington afirmaba que el gobierno talibán se sostenía con armas adquiridas con los ingresos provenientes del opio. En 2001 se siguieron reduciendo las hectáreas cultivadas, 1.625 hectáreas, 96% de reducción. Posiblemente el 4% restante proviniera de áreas aún no controladas por los talibán, las de la aún beligerante Alianza del Norte.

La llamativa reducción en 2001 fue y sigue siendo objeto de numerosas especulaciones: ¿se buscaba reducir la oferta para aumentar su precio? (personalmente no creo pues esto beneficiaba a la alianza rival septentrional), ¿se procuraba lograr el reconocimiento del gobierno por la ONU?, ¿el levantamiento de sanciones y la ayuda internacional? Al menos la solicitaron. Y lograr reducir en un año el 96% de un cultivo no deja de ser un logro asombroso.

Numerosos diplomáticos occidentales advirtieron que si se perdía este gesto los cultivos volverían. Pero el entonces presidente Bush Jr. bloqueó cualquier gesto a favor de la rehabilitación diplomática de los talibán al reclamar la entrega de Osama bin Laden como consecuencia de 11-S.

Afganistán «protegida» por Occidente

En 2002, ya sin los talibán, la ONU señaló el colapso total de la ley y el orden en Afganistán. Según Estados Unidos se plantaron 30.700 hectáreas, 74.000 según la ONU y hubo provincias que hasta incorporaron cultivos de cannabis —marihuana—. En 2003 la ocupación entregó semillas de trigo para sustituir el cultivo de adormidera, pero curiosamente donde se entregaron esas semillas fue donde más se cultivó amapola y ese año se produjo 6% más opio que el año anterior, 75% del opio del mundo con 61.000 hectáreas bajo cultivo —según Estados Unidos—, 80.000 para la ONU, el doble de superficie que en 2002.

Gran cantidad de sindicatos, organizaciones y hasta campesinos y funcionarios preferían compartir las ganancias antes que combatir: «vuelva en una semana y no encontrará los cultivos». Por pocos dólares negaban haber visto siquiera laboratorios. «Los americanos están enojados…. destruyamos algunos cultivos a orillas del camino»… El gobierno carecía de capacidad para investigar la corrupción oficial por drogas.

En 2004 el área cultivada se incrementó en 40%, incorporándose áreas nuevas y se esperaba que para 2005 el incremento de cultivos fuera del 43%. La ONU señaló un gran deterioro en la situación general y la existencia de campos que incorporaron maquinaria nueva, algo no hallado en otros cultivos.

Las familias próximas a Kabul que destruyeron los cultivos de opio quedaron en la miseria: se instalaron minas en sus campos para evitar nuevos cultivos.

Este era el gráfico de la evolución de la producción desde el retiro soviético hasta los primerísimos años de la ocupación occidental.
La misión de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán

En 2020 se cultivaban 224.000 hectáreas. Ya en 2018 la Oficina de Drogas y Crimen de la ONU aseguró que los opiáceos colaboraban entre el 6 y el 11% del PBI y superaban el valor de los servicios y bienes exportados. Afganistán ya estaba superando en producción el 90% mundial[1].

Curiosamente se responsabilizó y se sigue culpando a los talibán de dicha evolución y cae en el olvido la reducción del 96% de los cultivos decretada por el Mullah Omar antes de su destitución y la ocupación del país por Occidente. La elevada distribución de los cultivos es un hecho documentado y creciente a partir de 2002, coincidente con la ocupación extra continental.

Luego de 20 años en Afganistán, de haber implementado estrategias de toda índole y de haberse retirado cediendo nuevamente el gobierno al entonces derrocado régimen que había eliminado el cultivo en forma drástica, hoy se acusa a los talibán de enriquecerse con el mismo. Contradicción…

Reconocer la imposibilidad de controlar los cultivos por parte del gobierno de Estados Unidos y la OTAN debido a que no controlaban la totalidad del territorio ni aun habiendo permanecido 20 años es un argumento que se contradice con las noticias que recorrieron el planeta durante ese período.

De todos modos ya había algunos indicios de que algo no estaba saliendo bien… En 2017 el Washington Post informó que soldados estadounidenses pagaban a los granjeros para que dejaran de cultivar la amapola, intentaron esterilizar los suelos con productos químicos, bombardearon laboratorios[2] —operación «Tempestad de hierro»— y hasta llegaron a ocuparse de arrancar flores con las manos. Fue el año en que la superficie cultivada superó holgadamente las 300.000 hectáreas. Y es fácil deducir que si hubieran estado cerca de lograr erradicar los cultivos habrían sumido en la pobreza al pueblo al que querían «liberar». Nueva contradicción… El pueblo se habría lanzado contra los «liberadores».

Conclusiones

La Alianza occidental no había aprendido nada del pasado. Para los afganos, vencedores ante Alejandro, el imperio británico y el soviético, esta última incursión no fue más que otra invasión bárbara y la resistieron como a las anteriores con los recursos y alianzas que se les presentaron. Continúa siendo un bastión en el centro de Asia.

Por otra parte, llama la atención la desigualdad absoluta entre los dos contendientes. ¿Con qué estrategia ingresaron Washington y sus aliados en Kabul? ¿Asignar el control de Kabul a ciertos socios internacionales —hasta que se hizo cargo la OTAN— mientras las tropas estadounidenses presentaban dudosas batallas en el sur sin saber si los señores de la guerra que los protegían en realidad eran «leales»?

¿Obligando a intervenir a Pakistán para restar «profundidad estratégica» a los talibán? Esto también resultó una mala decisión como comprobamos con los bombardeos y la destrucción por drones de este país vecino que «no estaba ayudando lo suficiente».

Hemos visto que la batalla contra la adormidera resultó perdida y patética.

Además… en 20 años ¿no pudieron contar con al menos un estratega capaz de lograr algún triunfo, algo que aunque fuera por un instante iluminara esta estéril agonía de dos décadas que terminó con la entrega del poder a los mismos que habían sido derrocados y el abandono a su suerte de aquellos afganos que decidieron apostar por la superpotencia?

No hubo planeamiento estratégico y si entre los integrantes de la coalición hubo alguien capaz de advertir el peligro, no fue escuchado.

Lamentablemente Sherman Kent no se equivocó al advertir que por acertada que fuera la evaluación de los analistas y estrategas, nada obliga a quienes comandan a escucharlos.

 

* Profesora y Doctora en Geografía/Geopolítica, Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales, UNLP. Secretaria Académica de la SAEEG.

 

Referencias

[1] El opio es base para producir morfina, goma de opio y heroína.

[2] Si bien la Media Luna de Oro originalmente se refería a Afganistán, Irán y Turquía, la situación internacional la transformó en el principal centro de producción y origen de rutas, principalmente hacia el norte, oeste y sur de esta república.

[3] “El lucrativo negocio del opio. La guerra de las amapolas: el fracaso de EEUU en Afganistán que aupó a los talibanes”. El Confidencial, 21/08/2021, https://www.elconfidencial.com/mundo/2021-08-21/guerra-taliban-eeuu-afganistan-amapolas-heroina_3238702/ [consulta: 20/02/2023].

[4] Hubo más de 200 bombardeos que debieron ser suspendidos debido a su alto costo y a la vez a su ineficacia.

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