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LA ESTRATEGIA DEL CONSEJO NACIONAL DE MALVINAS. PARTE 1.

César Augusto Lerena*

El 6 de noviembre de 2020 el presidente Alberto Fernández, en oportunidad de conmemorarse el 200° aniversario del izamiento de la Bandera Argentina en Malvinas, participó de la primera reunión del Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los Espacios Marítimos e Insulares correspondientes. Foto: Cancillería Argentina.

 

Del pensamiento de sus integrantes podemos imaginarnos el futuro de Malvinas.

 

Para que podamos imaginarnos qué política puede diseñar el Consejo Nacional de Malvinas (el día que se ponga en funciones), trataré de analizar el perfil de sus integrantes. Iniciaré la saga con el experto en derecho internacional público Dr. Marcelo Kohen, y tendré en cuenta para ello, sus declaraciones a Infobae, del 22/03/2018, que adquieren hoy especial significación como miembro del Consejo Nacional de Malvinas.

Coincido con Kohen que es necesario tener un plan a la hora de llevar adelante un hipotético encuentro para negociar, no ya sobre la soberanía, que es innegociable por lo prescripto en la Constitución Nacional, sino, sobre la forma en que el Reino Unido cesaría su ocupación en Malvinas; aunque, no deja de llamarme la atención la ventilación que hace de los pormenores. La pregunta que uno debería hacerle —al ahora miembro del Consejo Nacional— es, si esta propuesta —que incluso explicitó ante los isleños— sigue estando vigente, porque en toda negociación, como en el juego de truco, uno no debe mostrar todas sus cartas y él ya ha dicho a los cuatro vientos, cuánto estaría dispuesto a ceder y, por cierto, en varias de sus concesiones estoy en total desacuerdo.

Por cierto, que una cosa es ser un libre pensador frente a una cátedra (como Kohen) y otra un negociador del gobierno. Los especialistas o expertos no necesariamente deben ser los que fijan las políticas, sino que son aquellos que dan sustento técnico a aquellas tácticas destinadas a cumplir con la estrategia ya explicitada en la Constitución. Vemos entonces que, contrariamente a lo que manifiesta Kohen, en la Argentina sí hay una “Política de Estado” y es la que se indica en la Disposición Transitoria Primera de nuestra Carta Magna: La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”. El problema, en todo caso, es que en varios de los gobiernos desde 1994 a la fecha, se han apartado de este objetivo.

A esta altura, la pregunta que se hace Kohen de ¿qué pasaría si mañana el Reino Unido accediera al pedido argentino de “negociar” que se repite desde hace 36 años? parece extemporánea, ya que, para formulársela, el gobierno argentino debiera transitar previamente varias cuestiones, de modo de no llegar a ese momento en la situación de extrema y creciente debilidad en la que se encuentra: no podemos olvidar que el Reino Unido violenta la Res. 2065 (XX) ONU del 16/12/1965, donde la Asamblea invitó “a los Gobiernos de Argentina y el Reino Unido (…) a proseguir sin demora las negociaciones…”; la Res. 1514 (XV) ONU del 14/12/1960, en especial los párrafos 1ro. y 6to. donde la Asamblea General declara que: “1. La sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la cooperación mundiales (…) 6. Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”; y también, la Res. 31/49 ONU del 01/12/ 1976 donde la Asamblea General declara que: “4. Insta a las dos partes a que se abstengan de adoptar decisiones que entrañen la introducción de modificaciones unilaterales en la situación mientras las Islas están atravesando por el proceso recomendado en las resoluciones arriba mencionadas”.

Es en la elaboración de las tácticas previas, donde el Consejo de Malvinas debiera trabajar. “La carencia argentina de una propuesta concreta hace que el vacío se llene con las ideas más recalcitrantes” dice Kohen, aunque, mostrar a los isleños británicos, en este estado de cosas, una posición absolutamente concedente, me permite imaginar que las eventuales contraofertas significarían una cesión aún mayor a la que ya se propicia, a mi juicio inaceptable.

Respecto a la propuesta de Kohen de escindir las Malvinas de la Provincia de Tierra del Fuego, fundado en lo dispuesto en el art. 2º de la Ley 23.775 (provincialización del 26/04/1990) parece incompatible con lo prescripto en el art. 13º de la Constitución Nacional y los art. 1º, 2º, 81º y 87º de la Constitución Provincial de Tierra del Fuego y su Disposición Transitoria Décimo Segunda donde “La Provincia reivindica la plenitud de sus derechos jurisdiccionales, económicos, políticos y sociales y denunciará los pactos, tratados, contratos y convenios firmados con anterioridad a la asunción de las primeras autoridades provinciales constitucionales, en tanto no se ajusten a los principios de esta Constitución o afecten sus intereses” y, el art. 14º de la propia Ley 23.775 que establece: “Las normas del territorio nacional de la Tierra del Fuego vigentes a la fecha de promulgación de la presente ley, mantendrán su validez en el nuevo estado, mientras no fueren derogadas o modificadas por la Constitución de la nueva provincia, la presente ley, o la Legislatura provincial, en cuanto sean compatibles con su autonomía”.

Además de ello, ¿no escuchar la voluntad de los fueguinos respecto a separar de la Provincia de Tierra del Fuego a Malvinas? y, también, habría que preguntarse, ¿en qué estado quedarían las Georgias del Sur, Sándwich del Sur y la Antártida? Por otra parte, juntar esta iniciativa de Kohen de escindir la Provincia con la que a la vez postula, de que transcurridos treinta años “organizar un referéndum para decidir si se mantiene la situación acordada o si los isleños pueden asumir una soberanía plena” es verdaderamente —con todo respeto— propia de un novato o una propuesta probritánica (aunque no haya sido su intención) porque dada a los isleños la autonomía territorial y económica; todos los beneficios relativos al modo de vida y reconociéndoles a los 30 años los derechos a su libre determinación y siendo las autoridades locales (su propuesta) quienes aceptarían la radicación o no de argentinos continentales en la isla, es obvio esperar que la mayoría de británicos radicados en Malvinas opten por su soberanía plena. La unión de estas dos iniciativas de Kohen, es lisa y llanamente la entrega de las islas a los británicos, quienes, por aplicación de la CONVEMAR, al día siguiente reivindicarán las 200 millas, la plataforma continental e insistirán con la proyección antártica. Un suicidio.

En la idea que propicia Kohen, de crear una nueva Provincia, debería aprobarse una Constitución; aprobar y/o ratificar las leyes existentes y designar o dar continuidad de los jueces naturales, por lo cual, prever “un mecanismo de solución de controversias en caso de conflictos sobre la interpretación del acuerdo, que prevea la participación de los países garantes y a la Corte Internacional de Justicia como tribunal de alzada”, carecería de sentido y debilitaría la posición soberana de Argentina. Ya me he manifestado, por ejemplo, sobre mi posición contraria a “ir a través de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Opinión Consultiva a la Corte Internacional de Justicia de la Haya para plantear nuestro caso, que, en este escenario, podría tener los mismos efectos nefastos que invadir Malvinas y ciertamente irreversibles”.

Ahora, la propuesta de escisión de Kohen no es novedosa ya que el 24 de agosto de 2017 por Resolución 250/17 la Legislatura de la Provincia de Tierra del Fuego había “procedido a rechazar (Art.1º) categóricamente el proyecto ‘Provincia de Malvinas, Provincia 24’ llevado a cabo por un grupo de periodistas egresados de la Universidad Nacional de la Plata, encabezados por el Licenciado en Comunicación Social, Marcelo Constanzo y el Prof. Santiago Albarracín, ganador del concurso nacional “Malvinas en la Universidad” organizado por el Ministerio de Educación de la Nación junto con la Secretaria de Asuntos Relativos a Malvinas del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación en el año 2015, en lo que respecta a promover que las Islas Malvinas se constituyan en una nueva Provincia resultando contrario al principio de integridad de nuestro Territorio provincial”.

Además de ello, el rechazo del citado audiovisual lo efectuaron todos los partidos políticos de Tierra de Fuego y entre ellos el FPV y PJ y, lo notable, que —como refiere la Resolución— este proyecto fue premiado en el Programa de Investigación “Malvinas en la Universidad” organizado junto al Ministerio de Educación por la Secretaria de Asuntos Relativos a Malvinas, entonces presidida por el actual secretario de Malvinas Daniel Filmus. Rara decisión (¿o no?), de Filmus de convocar al Prof. Kohen al “Consejo Nacional de Consejo Nacional de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos correspondientes”, a sabiendas, de las ideas que promueve y que tanto rechazo causaron en los fueguinos y —conocidos sus proyectos a nivel nacional— en muchos argentinos que trabajan para que la Argentina alcance el ejercicio pleno de la soberanía en Malvinas y, ello queda de manifiesto en el reciente artículo de Luciano Moreno Calderón “Una propuesta a medida del deseo kelper y los intereses británicos en el seno del Consejo Nacional de Malvinas”, donde en forma muy fundada deja de manifiesto su indignación sobre el proyecto del Dr. Marcelo Kohen.

Por otra parte, el eslogan “soberanía argentina, autonomía isleña” con el que presenta Kohen el Plan parece muy atractivo; pero, como he dicho, a poco de andar se distorsiona totalmente la cuestión soberana, cuando les da a los isleños la posibilidad de “a los treinta años, organizar un referéndum”. Ello se agrava, cuando al referirse al régimen migratorio precisa que “La autoridad de la provincia decidirá quién puede residir ahí y quién no”. Además de contrario a la Constitución Nacional (Preámbulo, artículos 14º, 20º, 22º, 25º), con este mecanismo, todo será irreversible en treinta años.

“Respetar” el modo de vida de sus habitantes no puede implicar —de ningún modo— impedir los derechos del resto de los argentinos a transitar, radicarse, invertir, etc. en Malvinas, de otro modo se trataría de una soberanía quimérica. Kohen, apoyando la idea de que las autoridades de la Provincia sean quienes autoricen o no a residir en las islas, manifiesta que “es una manera de preservar el modo de vida de sus habitantes”; pero, no se trata de “preservar” (conservar en su estado) sino de “respetar” las prácticas y costumbres habituales, es lógico suponer que con el correr de los años esos modos de vida se transfiguren, aunque conservando ciertos hábitos culturales, alimenticios, etc. como ha ocurrido con las distintas colectividades (galesas, irlandesas, inglesas, alemanas, italianas, españolas, etc.) radicadas en el continente argentino. Hay muchas formas de “respetar” el modo de vida; entre otras, manteniendo el idioma inglés (junto al castellano, ambos deberían ser obligatorios en la educación). Nadie duda que Suiza es un país que mantiene sus costumbres, aunque los idiomas oficiales sean el alemán; el francés; el italiano y, el retorrománico. También, otra forma de “respetar” el modo de vida, es mantener vigente toda la legislación respecto a la convivencia en los ámbitos urbanos y rurales, sin que ello implique no actualizarla conforme la evolución de la sociedad. Una forma de “no respetar” los hábitos fue cambiar en 1982 la circulación obligatoria de los vehículos por la derecha en lugar de por la izquierda como era la costumbre inglesa en Malvinas, lo que provocó gran confusión entre los isleños. Respecto a los nombres de los lugares, calles etc. es evidente que ello también pertenece al legado cultural; pero, todo tiene un límite, seguramente un monumento, calle o plaza con el nombre de Margaret Thatcher sería inaceptable. Por naturaleza las personas suelen adoptarse a las comunidades en las que se radican y ello puede observarse perfectamente en los pueblos del interior respecto a los grandes conglomerados urbanos.

Finalmente, estoy absolutamente en contra de promover las Organizaciones Regionales de Ordenamiento Pesquero (OROP) que propicia Kohen, ya que son un instrumento destinado a que los Estados de Bandera se apropien de la administración de los recursos de los Estados ribereños y por cierto de fortalecer la posición británica en Malvinas.

Por supuesto, que la idea de avanzar en las negociaciones desde el Estado con los isleños que promueve este experto va en contra de todo lo sostenido hasta hoy por Argentina y lo que me pareció una idea imprudente en 2018, hoy adquiere una especial significación ya que el referido Marcelo Kohen, como sabemos, es uno de los principales asesores del secretario de Malvinas Daniel Filmus en el Consejo Nacional de Malvinas.

 

* Experto en Atlántico Sur y Pesca. Ex Secretario de Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Provincia de Corrientes). Ex Profesor Universidad UNNE y FASTA. Asesor en el Senado de la Nación. Doctor en Ciencias. Consultor, Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y articulista de la especialidad.

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TENDENCIAS ELECTORALES Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA 2019-2021

Giancarlo Elia Valori*

En 2019 hubo ocho elecciones políticas en América Latina: El Salvador (3 de febrero), Cuba (referéndum constitucional, 24 de febrero), Panamá (5 de mayo), Guatemala (16 de junio), Bolivia (20 de octubre), Argentina (27 de octubre), Uruguay (27 de octubre), Dominica (6 de diciembre, no confundir con la República Dominicana).

En 2021 tendrán lugar en: Ecuador (7 de febrero), El Salvador (28 de febrero), Perú (11 de abril), Santa Lucía (junio), México (julio), Aruba (septiembre), Haití (19 de septiembre), Chile (21 de noviembre), Argentina (24 de octubre), Nicaragua (7 de noviembre) y Honduras (noviembre).

Vale la pena centrarse en la conducta general de estas consultas y en los significados para las sociedades latinoamericanas y las contradicciones inherentes a ellas.

El mundo está experimentando importantes cambios nunca antes vistos en el siglo XXI, y América Latina no es una excepción. La situación en América Latina en 2019 tiene dos características: una es el cambio y la otra es el caos.

Con cambios en la situación internacional e interna, los países de América Latina se enfrentan a una enorme presión. Muchos Estados han tratado de adoptar reformas financieras, fiscales, de pensiones y de otro tipo y ajustes políticos de diferentes grados y métodos para adaptarse a la situación y reducir el déficit financiero, a fin de promover el desarrollo de la economía y la mejora de las condiciones de vida de las personas.

Sin embargo, debido a la desigual distribución de la riqueza, la ampliación de la brecha entre ricos y pobres y el retraso en satisfacer las demandas de la población, las protestas a gran escala han estallado en muchos países de América Latina y la violencia se ha intensificado.

El crecimiento económico latinoamericano está luchando; relaciones diplomáticas tienden a ser diversas y fragmentadas. La administración estadounidense ha cambiado su política hacia América Latina y ha promovido una nueva doctrina Monroe en un intento de dividir y romper la unidad del subcontinente.

El clima político en América Latina sigue retrocediendo a la izquierda y avanzando hacia la derecha. Aunque infundada la afirmación de que el ciclo progresista de América Latina está terminando, a juzgar por los resultados de las ocho elecciones latinoamericanas de 2019, el péndulo de la política latinoamericana todavía oscila hacia la derecha.

La derecha o la centro-derecha continuaron gobernando en Guatemala y Panamá. La izquierda en El Salvador y Uruguay perdió en las elecciones generales. Aunque la izquierda de Bolivia al socialismo ganó elecciones generales tanto en 2019 como en 2020, el presidente Morales se vio obligado a dimitir por fraude electoral y exiliarse en México a partir del 11 de noviembre de 2019 y desde el 12 de diciembre se trasladó a Argentina.

Sin embargo, la izquierda latinoamericana sigue progresando. El 27 de octubre de 2019, en las elecciones argentinas, Alberto Fernández, candidato del centro-izquierda Frente para Todos con el Partido Justicialista (Peronista) derrotó al candidato de Juntos por el Cambio (derecha) Mauricio Macri.

Otra característica del clima político actual de América Latina es que tanto los gobiernos de izquierda como los de derecha tienen dificultades obvias. Las crisis políticas y económicas de los regímenes de izquierda en Venezuela y Nicaragua se han intensificado, el régimen de izquierda de Morales en Bolivia ha caído y la economía cubana ha sufrido graves dificultades.

El gobierno argentino de Macri perdió las elecciones generales debido a una crisis económica interna durante su mandato. Los conflictos dentro del gobierno del presidente brasileño Bolsonaro son cada vez más graves. El propio Bolsonaro se retiró del Partido Social Liberal y formó un nuevo partido, Aliança pelo Brasil. El crecimiento económico como hemos dicho anteriormente también ha sido lento en Ecuador y Chile. La ola de protestas en países como Bolivia, Colombia, Haití, etc. no ha disminuido, multiplicándose una tras otra.

Las razones del estallido de protestas y disturbios en muchos países de América Latina no son las mismas, pero hay algunas razones comunes: una es que la mayoría de los países persiguen políticas económicas neoliberales y su estructura económica es única, causando la recesión económica.

En segundo lugar, en muchos países latinoamericanos, las élites políticas y los partidos políticos tienen poca capacidad para gobernar el país y no pueden hacer frente a los desafíos a los que se enfrentan. La gente no confía en ellos.

La tercera es que en los últimos años la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado y la clase media-baja que fue sacada de la pobreza años antes ha vuelto a la pobreza misma.

En cuarto lugar, las personas tienen algunas demandas comunes, como oponerse al aumento del costo de la vida, la privatización de la educación, la atención médica, los servicios públicos y la seguridad social, por lo que piden aumentos de los salarios mínimos y las pensiones.

En quinto lugar, en los últimos años ha habido un aumento en el fenómeno de la intervención militar en la política como en Brasil, Bolivia, Uruguay, Venezuela y otros.

Sexto: interferencia directa o indirecta de la administración Trump de Estados Unidos.

La débil recuperación económica en América Latina se vio afectada negativamente por la situación económica externa y las limitaciones de la estructura económica interna En 2015 y 2016, la economía latinoamericana experimentó un crecimiento negativo durante dos años consecutivos. La economía repuntó de nuevo en 2017, con una tasa de crecimiento del 1,3% y del 1,1% en 2018.

Según un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe del 12 de noviembre de 2019, el crecimiento más lento del mundo durante cinco años consecutivos de los últimos 70. En 2019, la economía brasileña creció sólo 0.8%, México un 0.2%, Argentina -3%, Colombia un 3.2%, Perú un 2.5%, Chile un 1.8%, Cuba un 0.5% y Venezuela -23%.

En 2019, la tasa de pobreza es la más extrema de América Latina. La tercera reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible como ejemplo de coordinación y seguimiento de la Agenda 2030 en la región, que se celebró en Santiago de Chile los días 22 y 26 de abril de 2019, señaló que la población en pobreza en América Latina y el Caribe disminuyó en los primeros 15 años de este siglo, pero desde 2015 la pobreza extrema en América Latina ha aumentado.

El 29 de noviembre de 2019, CEPAL publicó su informe Latin American Social Overview 2019. Actualmente hay 191 millones de personas pobres en América Latina, es decir, el 30,8% de la población total: 72 millones de personas en pobreza extrema, o el 11,5%, y la población desnutrida es de 42,5 millones, es decir, el 6,6%.

En la actualidad, los principales problemas sociales a los que se enfrenta América Latina son, como ya hemos señalado, una mayor desigualdad social, el aumento del desempleo y la violencia.

Esto demuestra que las élites políticas y los partidos tienen poca capacidad para gobernar el país y no pueden hacer frente a los desafíos a los que se enfrentan. Sin embargo, se han realizado algunos progresos.

En México el 1º de diciembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA, izquierda), asumió el cargo de presidente. Después de más de un año en el poder, el presidente López se comprometió a continuar la Cuarta Transformación (1. Independencia 1810-21; 2. Leyes de Reforma: sobre la separación de la Iglesia y el Estado, buscado por Benito Juárez, 1858-61; 3. Revolución 1910-1917).

El 1º de diciembre de 2019, López destacó en su primer discurso de aniversario que había logrado resultados notables en la lucha contra la corrupción, aumentando el salario mínimo y las pensiones, mejorando el bienestar público, la austeridad del gobierno y manteniendo la inflación baja.

Reconoció que el crecimiento económico no ha alcanzado el nivel deseado, pero el gobierno ha publicado una serie de planes para acelerar el desarrollo económico y aumentar los esfuerzos para reprimir los delitos de drogas con el fin de resolver los problemas de seguridad y violencia que enfrenta.

Los países de América Latina generalmente también se ven afectados por importantes contradicciones sociales. Además de la política estadounidense de división y desintegración, los países latinoamericanos están claramente divididos en dos campos en temas como la crisis venezolana, tras las recientes elecciones del 6 de diciembre de 2020 que vieron al Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (69,34%, a la izquierda) ganar sobre el autoproclamado presidente pro estadounidense (23 de enero de 2019) Juan Guaidó de la Alianza Democrática (18,76%).

Hay más de diez países latinoamericanos que reconocen y apoyan al autoproclamado presidente filoestadounidense (Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana), mientras que Argentina, Bolivia, Cuba, Dominica, México, Nicaragua, San Cristóbal y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Trinidad y Tobago, Uruguay, reconocen al presidente legítimo Nicolás Maduro Moros, luego de la amplia victoria en las elecciones venezolanas hace dos meses.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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“COVID-19”, ESTADOS UNIDOS Y CHINA: EL PANTANO DE LA DIALÉCTICA ESTRATÉGICA EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES

 

Salam Al Rabadi*

No existe un método científico que permita predicciones precisas sobre el futuro del sistema global, ya que todas las propuestas que indican y predicen el declive o el ascenso de las potencias mundiales siguen estando sujetas al debate y a la incertidumbre. En consecuencia, la crisis de la pandemia “Covid-19” logra volver a plantear interrogantes sobre el equilibrio del poder global, pero aquí debe tenerse en cuenta (contrariamente a lo que es común entre muchas élites académicas) que los cambios a nivel de las relaciones internacionales, ya no están sujetos en gran medida a un juego de suma cero.

En otras palabras, un aumento de la influencia y el poder de un país no significan necesariamente que otros países pierdan su influencia. Además, el hecho de que un país sea el más poderoso del mundo, ya no significa que detente el monopolio del poder, ya que se ha vuelto fácil para individuos y grupos acumular y emplear un poder influyente. En este contexto, podemos abordar los intentos de las élites intelectuales y políticas de investigar la problemática de la realidad mundial emergente a la luz de las repercusiones del brote de Covid-19, relacionadas con la comparación dialéctica entre el poder en ascenso de China y la disminución de la posición de los Estados Unidos.

Aquí hay que llamar la atención sobre el hecho de que esta disminución se debe al cambio en la naturaleza del orden mundial, más que a la debilidad militar o política de los Estados Unidos (o ambos). A medida que este sistema se ha vuelto no polar, y esto inevitablemente, no sólo es el resultado del creciente poder de otros países y del fracaso de los Estados Unidos (que sigue siendo la mayor comunidad única de poder) para gestionar el sistema global, sino que también es una consecuencia inevitable de esta serie de cambios profundos que han afectado a la estructura de la sociedad global. Por lo tanto, todas las repercusiones de la pandemia “Covid-19” llegaron a confirmar la verdad y el realismo de estos cambios.

A la luz de lo anterior, las relaciones internacionales contemporáneas se basan en un patrón de poder distribuido en lugar de concentrado. Por lo tanto, muchas potencias dependen de este patrón para su bienestar económico y estabilidad política. Por lo tanto, estas fuerzas lógicamente no favorecen confrontar y perturbar un régimen que sirve a sus intereses, ya que hay una intersección y entrelazamiento de influencia. En consecuencia, este es un patrón en el que los Estados Unidos siguen desempeñando un papel central que trabaja para reducir los conflictos entre las principales potencias y que, definitivamente, producirá soluciones basadas en ecuaciones distintas de cero. Sin embargo, con todos estos hechos lógicos, no podemos ignorar los signos de interrogación:

¿Cómo se estabiliza la verdadera influencia del poder de los Estados Unidos, no estabilizada por más de 20 o 25 años?

Y a juzgar por la conclusión basada en la extrapolación de las causas de la caída de los imperios y la realidad de la política global actual, es evidente que la disminución relativa a largo plazo del poder de los Estados Unidos continuará independientemente de los intentos de restaurarla. En consecuencia, la cuestión lógica puede convertirse (al menos en el ámbito de la investigación científica y académica):

No si China se convertirá en la primera superpotencia del mundo, sino ¿cuándo?

En conclusión, aunque tratemos de no entrar en el enfoque empantanado de investigación de cuestiones estratégicas fundamentales relacionadas con la predicción del futuro de las potencias mundiales, parece que no hay escapatoria para nosotros de sumergirnos en medio de estos pantanos. Estos llevan en cada una de sus profundidades el placer adicional de extrapolar el futuro de las relaciones internacionales. En consecuencia, con respecto a China y en el caso de que trascendamos algunos de los conceptos académicos antes mencionados, el profundo e importante atolladero estratégico académico que debe ser buceado (que muchas élites políticas y académicas evitan de profundizar) es:

¿Realmente China quiere (o está pensando) en asumir la responsabilidad de liderar el mundo? y si tiene este deseo, ¿está listo para hacerlo? y ¿sirve eso a sus intereses estratégicos en el momento actual?

Este atolladero estratégico, según las repercusiones de la pandemia Covid-19 y los cambios que se están produciendo a nivel de las relaciones internacionales, plantea muchas dialécticas relacionadas con el intento de extrapolar el futuro de la política global y de los principales actores de la misma. En medio de esta realidad, es posible abordar la problemática de la clasificación del sistema global relacionada con los términos unipolar, bipolar o multipolar, etc., que se han vuelto sin sentido. Sobre la base del realismo de los enfoques intelectuales, parece algo difícil ver un sistema global controlado por un polo, o incluso varios polos. Esto se debe a muchos factores cualitativos, ya sean culturales, económicos o políticos, que se han convertido en uno de los determinantes más importantes de las relaciones internacionales:

  • No hay un solo Estado que disfrute de superioridad en todos los elementos de poder[1].
  • Las repercusiones de la era del conocimiento (cruzando fronteras políticas, culturales y de seguridad).
  • El surgimiento del fenómeno del terrorismo en todas sus manifestaciones.
  • Problemas de las cuestiones medioambientales, la demografía y los problemas migratorios.
  • El ritmo de los desarrollos científicos y tecnológicos a todos los niveles.
  • El entrelazamiento de la economía mundial y la multiplicidad de la influencia de muchas fuerzas dentro de ella[2].
  • Cambios en los criterios para medir la capacidad militar[3].

Por lo tanto, se puede decir que el mundo de las relaciones internacionales está sujeto hoy a un sistema sin polaridad, como resultado del inevitable patrón de cambios que han aumentado las complejidades asociadas con las cuestiones de terrorismo, medio ambiente, tecnología, medios de comunicación, virus (reales y electrónicos) y problemas culturales, etcétera. Este patrón soporta el sistema no polar, de acuerdo con varias direcciones, incluyendo:

  • Muchos flujos tienen lugar fuera del control de los Estados y, por lo tanto, limitan la influencia de las principales potencias.
  • Algunos acontecimientos sirven a los países regionalmente y aumentan el margen de su eficacia e independencia[4].
  • La existencia de una enorme riqueza sujeta a las garras de individuos y nuevas fuerzas activas.

A la luz de lo anterior, podemos decir que actualmente estamos en una era alejada de las clasificaciones clásicas asociadas con el término polaridad, sin mencionar la dificultad de entender plenamente estos enormes cambios radicales en las relaciones internacionales (ya sea en términos de la estructura de la economía global o la realidad de la política global). Donde, ha quedado claro que la dinámica del sistema global continúa moviéndose y complicándose.

Por lo tanto, debe tenerse en cuenta, incluso si el sistema de no polaridad es inevitable, que merece precaución, ya que puede generar más aleatoriedad y vacío a nivel político mundial. Por lo tanto, aquí es necesario examinar el dilema de cómo encontrar ese tipo de equilibrio en torno a la formación del mundo no polar. ¿Pone esto inevitablemente en tela de juicio el alcance de la posibilidad de un consenso mundial en torno a estos nuevos equilibrios?

Aquí, cuando hablamos de equilibrios en las relaciones internacionales, invocamos el hecho de que el patrón de regularidad no surgirá por sí solo. Incluso si se deja funcionar el sistema global (no polar) de acuerdo con su propio enfoque, eso inevitablemente lo hará más complejo y se dirigirá hacia más caos. Esto es lo menos que se puede concluir de la confusión sobre cómo hacer frente a la crisis de la pandemia de Covid-19 y las llamadas guerras de máscaras médicas.

En consecuencia, la consideración debe orientarse hacia los riesgos potenciales, ya que el orden mundial (no polar) complicará la diplomacia política y las alianzas perderán gran parte de su importancia, porque requieren una visión estratégica para hacer frente a amenazas y compromisos predecibles. Pero inevitablemente no se espera que todo esto esté disponible en un mundo no polar.

Sobre la base de eso, esos riesgos (a pesar de la existencia de muchos problemáticas dialécticas a nivel de las tendencias de la evolución del sistema global, que hacen que predecir escenarios futuros sea una tarea científica desalentadora), ¿requieren plantear interrogantes sobre la naturaleza de las fuerzas capaces de tomar la iniciativa y sumergirse en las profundidades de asumir la responsabilidad de liderar la política global?

 

* Doctor en Filosofía en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales. Actualmente preparando una segunda tesis doctoral: The Future of Europe and the Challenges of Demography and Migration, Universidad de Santiago de Compostela, España.

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG. Prohibida su reproducción.

 

Referencias

[1] El término superpotencia única ya no es apropiado a la luz de la realidad actual de múltiples centros de poder. Por ejemplo, China ha demostrado que Estados Unidos no puede abordar unilateralmente el expediente nuclear de Corea del Norte, y es el que tiene la influencia efectiva en esta cuestión. Además, la capacidad de Estados Unidos para presionar a Irán está en gran medida sujeta a su no conflicto con los intereses estratégicos directos de China y Rusia.

[2] Así lo demuestran las circunstancias de las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio y la dificultad para llegar a acuerdos en la Ronda de Doha desde 2001.

[3] Por ejemplo, los acontecimientos del 11 de septiembre demostraron cómo una pequeña inversión de individuos puede inclinar escalas globales a nivel militar, de seguridad, político e incluso económico. Del mismo modo, la victoria de Hezbolá en la guerra de julio de 2006 (que fue lanzada por el estado de ocupación israelí) demuestra que las armas modernas más avanzadas y caras no pueden ganar guerras, ya que un grupo entrenado de armas ligeras puede demostrar que son capaces de enfrentarse a los ejércitos más grandes y mejor armados.

[4] Por ejemplo, países como India y Pakistán (y recientemente Irán) pudieron imponer su entrada en el club nuclear, como un hecho consumado a la comunidad mundial.

 

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