Según lo reiteradamente expresado por diversos especialistas, el tiempo es un elemento esencial en cualquier tipo de elaboración estratégica. Y ese tiempo es variable debido al acelerador tecnológico en materia de comunicaciones, transportes, medios de investigación, etc.
Piensen ustedes qué puede ocurrir con un dirigente estratificado en la situación anterior, en el ritmo pretérito, frente al actual dinámico ambiente nacional e internacional. A ello agreguemos la relatividad del tiempo, lo eterno que puede ser un momento de dolor y lo instantáneo que puede ser un momento de felicidad, aunque ambos duren exactamente lo mismo.
El “llegar a tiempo”, “hacer las cosas a tiempo”, “en el tiempo justo”, es otro valor fundamental de la victoria y de la sorpresa estratégica capaz de que confundir e intimidar al enemigo.
Esas variaciones conceptuales se combinan. ¿Cuál es el otro elemento esencial de toda estrategia? El espacio. Antiguamente las mejores visiones del terreno circundante se obtenían desde el lugar más alto de una aldea: la torre de la Iglesia. Ese observatorio de otrora está actualmente en el satélite. Pero además, nosotros desde el campanario nos podíamos ayudar con un anteojo de campaña, ahora el satélite puede darnos en detalle visiones asombrosas de toda laya.
Cualitativamente, el espacio ha variado en sus dimensiones, aparecen otros “espacios” que antes no eran considerados. Hoy todo comandante militar, todo líder político, todo líder empresarial, tiene que saber que cualquier operación está siendo observada espacialmente y en tiempo real mientras se desarrolla, tanto por el oponente como por el propio frente interno.
Además, el espacio físico que ocupamos es fundamental para todo nuestro plan, pues puede favorecernos o perjudicarnos. De ahí la importancia de la localización pero al final, todo dependerá de las circunstancias y del hábil uso que hagamos de la maniobra en el marco del espacio disponible para nosotros frente al de los contendores, sea cual sea la naturaleza de estos.
Una tercera dimensión —imprescindible para lograr una maniobra política exitosa— el poder, también ha cambiado. Cabe aquí agregar al conocimiento como fuente de poder, de dominio de unos sobre otros. Una sociedad que no posee una masa crítica de su demografía en el exigible nivel de conocimientos contemporáneos, carece de posibilidades de innovación e inserción en economías globalizadas. Perderá poder y su rango relativo irá en rápido retroceso. Cuando esa masa crítica sea mayor, mayor será el poder. Allí está el valor decantado de la educación y de la instrucción. Las naciones jamás deben perder esta visión realista de largo alcance del poder, ya sea en su versión dura —la fuerza— o en su versión blanda: diplomacia e influencias. Ambas son válidas para todo el conjunto de actividades en materia de política exterior y política interna.
Finalmente, desde mi modesto punto de vista, hay que agregar una última dimensión a estos pensamientos básicos. Se trata de la iniciativa, la capacidad de adelantar nuestros pasos frente al rival al mismo tiempo que auscultamos los pasos posibles que nuestro enemigo (militar, político, empresarial o comercial) tiene a su disposición o intentará realizar. Sin estos razonamientos elementales, jamás se podrá generar un criterio global capaz de llevarnos exitosamente y mediante decisiones adecuadas al punto deseado, al objetivo procurado, al triunfo en definitiva. Tiempo, espacio, poder e iniciativa, son partes indivisibles de cualquier concepción estratégica.
Actualmente, en la época de la globalización, del debilitamiento de las fronteras entre estados, del desarrollo de los medios de comunicación, el cambio de las formas de resolver las contradicciones entre estados ha pasado a ser un factor de la máxima importancia. En los conflictos contemporáneos es cada vez más frecuente que se dé prioridad a un uso conjunto de medidas de carácter no militar, políticas, económicas, informativas y de otro tipo, que se ponen en práctica con el sostén de la fuerza militar. Son los llamados métodos híbridos
Jefe del Estado Mayor General ruso, Valeri Gerasimov
En el mundo contemporáneo la línea que separa a la guerra de la paz es cada vez más difusa, dentro del campo de análisis de la defensa y de la seguridad de las naciones; ocupa un lugar de importancia la “hibridación” de los conflictos armados y las amenazas transnacionales, esto demanda, sin duda una particular atención
La referencia al conflicto hibrido, apunta a la heterodoxa forma de guerra que plantea un eventual oponente que abandona los cánones tradicionales e integra diversas formas de combate y también, por otra parte, la amenaza puede ser híbrida en sí misma, en función de sus características intrínsecas, con independencia de su circunstancial protagonista. A priori, puede decirse que una amenaza híbrida combina, en cierto grado, características propias de al menos dos amenazas en su formato “puro”, o de una amenaza en estado puro y otro fenómeno o situación, de ribetes claramente diferenciados.
Las amenazas híbridas como explicaba el Coronel español Calvo Albero en 2009, en la “Guerra Híbrida” … al menos uno de los adversarios recurre a una combinación de operaciones convencionales y guerra irregular, mezclada esta última con acciones terroristas y conexiones con el crimen organizado
Desde hace bastante tiempo especialistas occidentales, estimaban que cualquier actor, que quisiera enfrentar en el plano armado a una superpotencia, debería echar mano a una variedad de combinaciones tecnológicas y tácticas para compensar la superioridad de su enemigo.
Los conflictos híbridos expresan una “metamorfosis de la violencia” que para muchos analistas irrumpe en el escenario internacional en el año 2006, momento en que sus rasgos son suficientemente nítidos para permitir su identificación y la consecuente elaboración de una tipología. La ocasión para esa novedad fue, para la mayoría de los estudiosos del tema, la llamada Segunda Guerra de El Líbano, denominación que se aplica usualmente a la “Operación Recompensa Justa”, ejecutada por Israel contra la organización chiita Hezbollah en suelo libanés.
Los estudios que realizó en 2007 el teniente coronel Frank G. Hoffman sobre el caso libanés definieron como guerra híbrida a “una combinación de la letalidad de la guerra estatal con el fanatismo de la guerra irregular”. En otras palabras, a la conjunción de modos de combate clásicos e irregulares, por parte de actores no estatales, en su enfrentamiento con instrumentos militares más poderosos, con el objetivo de lograr efectos favorables, no solo físicos, sino también psicológicos.
Es decir que la guerra híbrida se asemejaría más a lo que se concibe como un conflicto multimodal, en el que al menos uno de los contendientes utiliza en forma simultánea y complementaria formatos asimétricos para conseguir una mayor letalidad en sus acciones.
Así definido este tipo de guerra, observamos que tanto China como Rusia, con doctrinas propias, incursionan con estrategias estatales de hibridación de conflictos, echando mano a recursos heterogéneos. Esas estrategias involucran acciones en el límite de lo permitido por el Derecho Internacional, incluyendo formatos que obligan a replantear el concepto de paz vigente.
La versión china de guerra híbrida difiere tanto de la concepción rusa como de la de Occidente; su rasgo más notorio consiste en excluir la violencia directa y en Estados Unidos se le dio el nombre de guerra irrestricta, traducción no literal del libro que en 1999 redactaron los coroneles Qiao Ling y Wang Xiangsui. Transformada recientemente en doctrina oficial china al ser adoptada por el Ejército Popular de Liberación.
Estos autores sostienen que, simultáneamente a la reducción relativa de la violencia militar en el tablero internacional, se incrementa la violencia en los ámbitos políticos, económicos y tecnológicos, violencia que se ejerce a través de la desinformación o información errónea para controlar sectores sensibles de la sociedad.
La rusa, también conocida como doctrina Gerasimov en referencia a su creador y actual Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Rusas Valeri Gerasimov, que introdujo esta doctrina en su discurso “El valor de la ciencia radica en la anticipación” publicado por Voienno-Promyshlenny Kurier en 2013 donde formula una novedosa versión de la guerra no lineal.
En un ulterior discurso en 2016, incluye por primera vez en el léxico militar ruso el término “hibrido”. Para Gerasimov, la guerra actual se desarrolla simultáneamente en los planos legal, económico, comunicacional, cibernético y mediático, creando una confusión y logrando la fragilidad de los adversarios mediante campañas psicológicas utilizando herramientas tecnológicas de avanzada.
En este discurso Gerasimov analiza que en los conflictos contemporáneos ya no existe una distinción entre zonas aliadas y enemigas y que en la actualidad tienden a diluirse los límites claros entre paz y guerra, por eso le otorga una altísima importancia a las capacidades no militares del contendiente que persigue un objetivo político o estratégico subrayando que en un conflicto de este tipo se aplican cuatro veces más medidas no militares que militares.
La doctrina describe la nueva forma de guerra con utilización de represalias económicas, propaganda, subversión política y operaciones psicológicas, por lo tanto, para lograr el triunfo se tiene que conseguir supremacía en el manejo de la información y comunicación estratégica.
Se postula que la ventaja de las acciones de carácter “hibrido” es que dificulta la identificación por parte del oponente en razón de los limites difusos de la paz y la guerra, pudiendo los Estados amenazarse y agredirse sin echar mano al instrumento militar que se deja para una incorporación en una segunda etapa del conflicto y para explotar lo logrado con las políticas antes descriptas.
Las reflexiones de 2013 estaban basadas en una serie de experiencias ajenas, mientras que los últimos años han ofrecido a las Fuerzas Armadas rusas numerosas ocasiones prácticas para poner a prueba conceptos, procedimientos y materiales. El caso icónico, fue la crisis desatada en Ucrania en el año 2014, que culminó con la anexión de Crimea donde la doctrina Gerasimov se puso en práctica, explotando Rusia intensamente los planos psicológicos y mediáticos, incluyendo las denominadas redes sociales, alcanzando con eficacia casi todas sus metas.
Las acciones que se realizaron consistieron en desacreditar a su oponente y erosionar su imagen internacional, explotar las diferencias étnicas de la población ucraniana para fragmentar el cuerpo social, promocionar los éxitos de los rebeldes pro rusos, y envolver en un halo de misterio las acciones de unidades de combate propias, las acciones bélicas estuvieron ejecutadas por unidades especiales y milicias locales.
En los términos de la estrategia militar rusa, los hechos fueron efectuados dentro del concepto de “maskirovka” (mimetización, enmascaramiento) con operaciones de engaño y distracción para favorecer las acciones de la propia tropa, capitalizando el efecto sorpresa y confundiendo al enemigo.
En la utilización de esta doctrina se utilizan un abanico de opciones que incluyen la generación de inestabilidad interna del país oponente, la presión externa al régimen para impedir que utilice la fuerza en el restablecimiento del orden interno, La asistencia militar y económica a las insurgencias y grupos opositores y recién, de no ser suficiente, el uso de la fuerzas militares propias.
En el discurso de Gerasimov, la discusión sobre los procedimientos híbridos ocupa un lugar central. Podemos añadir que, en la práctica, Gerasimov llega casi a identificar “métodos híbridos” con “subversión”. De hecho, entiende que las “revoluciones de colores” son magníficos ejemplos de acciones híbridas.
Aunque el concepto “revolución de color” empezó a utilizarse para nombrar revoluciones incruentas (o casi) en el espacio postsoviético, Gerasimov lo amplía para incluir en él fenómenos similares ocurridos en otros países. En particular, caracteriza como “revoluciones de colores” los movimientos ocurridos en diversos países del Norte de África y Oriente Medio durante la llamada “primavera árabe”.
Entre las características de los “métodos híbridos”, el ruso destaca la dificultad para prever las consecuencias de su uso. Algo que contrastaría con la predictibilidad de los efectos de los métodos militares tradicionales, pero el factor que subraya, el Jefe del Estado Mayor General ruso, es la importancia que en la “guerra híbrida” tiene la “guerra informativa”. Sus efectos, son comparables a los del uso masivo de tropas.
También destaca esta doctrina un gran interés por la Defensa Territorial siempre en el contexto de hacer frente a posibles amenazas híbridas, que se materializarían probablemente como “revoluciones de colores” como en la práctica, el interés ruso por la Defensa Territorial parece ser aún muy limitado y, en cualquier caso, inferior al que puede advertirse en otros países postsoviéticos, como Bielorrusia o Ucrania.
Al menos en publicaciones abiertas rusas, las referencias a la defensa territorial son excepcionales y no parecían existir en 2014 estudios sobre ejemplos clásicos de sistemas de defensa territorial, como la Defensa Popular Total y Autoprotección Social yugoslava o la Guerra de Todo el Pueblo cubana. Por eso, Gerasimov pide a los pensadores militares agrupados en la Academia de Ciencias Militares que dediquen una atención mayor a este tema.
Recordemos que hace dos décadas, se desarrolló en Estados Unidos un interesante debate sobre la utilidad de las inversiones en medios militares de alta tecnología cuando la probabilidad de un enfrentamiento con ejércitos bien equipados era muy baja y el uso normal de las Fuerzas Armadas sería en operaciones contra la insurgencia, como las de Iraq o Afganistán.
Precisamente, el concepto de “guerra híbrida” surge, al menos en parte, como consecuencia de este debate. No se podían abandonar las costosas inversiones en material militar de alta tecnología porque guerra regular y guerra irregular no constituían necesariamente dos opciones alternativas, sino que podían ser las dos caras de una misma moneda. Gerasimov llega a una conclusión similar.
Tras analizar los rasgos definidores del entorno de los conflictos del siglo XXI, Gerasimov concluye que es necesario para Rusia un enfoque integral de la Defensa y Seguridad como habilitador para las acciones hibridas en las guerras futuras, recomendando un esfuerzo gubernamental para que se integre el aparato militar con las actividades de otros organismos y departamentos del Estado ruso, considerando esta cooperación cívica- militar como la base de las medidas en la resolución de los conflictos.
En la IX Conferencia de Seguridad Internacional en Moscú, entre el 23 y el 24 de junio de 2021, organizada por el Ministerio de Defensa de Rusia, en la que se discuten temas como las amenazas y los retos modernos para la seguridad en Europa, Asia, África y América del Sur. Donde los participantes del coloquio internacional abordaron cuestiones como el control de armamentos, la cooperación militar, la transparencia de la actividad militar, así como la ciberseguridad, la desinformación y la prevención de la propagación del covid-19.
Valery Gerasimov, consultado en su condición de Jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Rusia, expresó su preocupación por el desarrollo de armas de destrucción masiva, las nucleares, biológicas y químicas, e hizo hincapié en la necesidad de tratados internacionales para mantenerlas bajo control, pero califico al arsenal nuclear de Rusia como “puramente defensivo”.
Sin embargo, consideró que si bien la política de Rusia no es ser agresiva con ese tipo de armas, señaló que el país “se reserva el derecho de implementar el uso de armamento de destrucción masiva, como el nuclear, como respuesta a una situación provocada por otro país si se utilizaran armas de destrucción masiva, nucleares o de otro tipo, o incluso en casos de agresión con armas convencionales contra Rusia o sus aliados si se pone en peligro la existencia del Estado.
El 3 de julio de 2021, el actual presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, aprobó la estrategia de la seguridad nacional de Rusia y el documento entró en vigor a partir de la fecha de su firma. Es un documento básico de planificación estratégica que define los intereses nacionales y las prioridades estratégicas del país, así como los objetivos y medidas en el campo de la política interna y externa en aras de fortalecer la seguridad nacional y garantizar el desarrollo sostenible de Rusia a largo plazo.
En este nuevo instrumento se ve reflejada claramente que la estrategia de Defensa de los rusos se basa en la doctrina Gerasimov toda vez que prioriza en el mismo la colaboración cívico-militar, sobre todo en materia de información, ciberguerra, comunicaciones, incluyendo acciones en casi la totalidad de los organismos rusos, incluida la salud pública.
* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.
La planificación a largo plazo no es pensar en decisiones futuras,
sino en el futuro de las decisiones presentes.
Peter Drucker (1909-2005)
El concepto de estrategia, si bien es propio del lenguaje militar, puede ser aplicado a diferentes ámbitos y nos permite evaluar entre un determinado número de alternativas cuál es la solución más conveniente y aplicable para los intereses nacionales. De forma más clara podría expresarse que la estrategia nos sugiere cómo llevar adelante determinados objetivos.
El vocablo estrategia proviene del griego y se origina en strategós —στρατηγός— que traducimos por “general”. El diccionario la define como el arte de dirigir operaciones militares.
Es un término que en la actualidad ha sido muy aceptado por diferentes disciplinas y ha ocupado incluso espacio en la vida cotidiana: se habla así de estrategias de mercado, de estrategias publicitarias, de estrategia de vida, etc. Por ende la estrategia es una disciplina a la que tanto los militares, los políticos, los economistas, los profesionales de las ciencias sociales y de la ciencia política recurren para llevar a cabo sus respectivos objetivos y toman de ella la terminología necesaria para adaptarla a las diferentes ciencias o disciplinas.
La Estrategia Nacional no es una tarea restringida a los militares. Por el contrario, deben —o deberían— participar de ella los legisladores, los políticos y los hombres mejor preparados de una sociedad para delinear una planificación estratégica.
Ya Sun Zi ponderaba la importancia de la planificación:
Quienes son capaces de planear la victoria desde el templo, antes de empezar los combates, lo deben a sus completos y esmerados preparativos. Si presagian la derrota es porque aún no tienen planes ni preparativos adecuados y las condiciones para la victoria son insuficientes. Quienes planeen, se preparen por completo y cuenten con las condiciones adecuadas, podrán triunfar. Quienes no dispongan de planes y preparativos, o los tengan deficientes y en condiciones insuficientes, sufrirán pérdidas. Aquí ya no es necesario hablar de aquellos que no hayan hecho planes, ni preparativos y no posean condición favorable alguna.
Cuando observo las cosas, basándome en estos cálculos, sé de quién será la derrota y quién el triunfador.[1]
Como bien expresa Edward Mead Earle en su famoso libro Creadores de la estrategia moderna,
La estrategia, por lo tanto, no es simplemente un concepto para tiempos de guerra, sino un elemento del arte de gobernar empleable en todo tiempo.[2]
La “gran estrategia” traza los objetivos nacionales en función de los recursos reales y potenciales de la Nación. Se sostiene sobre varios pilares: la diplomacia, el poder económico, la política y el poder militar, todos como instrumentos afinados para ejecutar una sinfonía: la estrategia.
Para ponerla en práctica la estrategia debe identificar actores, intereses —tanto propios como ajenos—, los obstáculos actuales o potenciales para el desarrollo de los objetivos. La estrategia constituye una habilidad o herramienta sumamente necesaria en materia de política exterior para que un Estado pueda imponer sus intereses en función de sus objetivos nacionales o saber cómo accionar ante estímulos externos.
Se le atribuye a Napoleón haber dicho: “Jamás he tenido un plan de operaciones”. Pero, ¿quién podría haberle creído? Una cuestión diferente es que el plan de operaciones pueda fallar en la práctica.
Como lo demuestra Edward Mead Earle, la estrategia se nutre también de la experiencia que la historia nos proporciona acerca de este arte. De ello se dio cuenta claramente Helmuth von Moltke (1800 – 1891) —apodado el viejo—, quien consideró que la historia podía favorecer de forma considerable a la estrategia, “siempre y cuando ésta fuera estudiada con el debido sentido de la perspectiva”[3]. En este sentido, fue un estudioso de la estrategia de Napoleón y de las ventajas que el francés había tenido en su empleo, pero también percibió que no lo habían protegido contra su derrota final. La batalla de Leipzig —16 al 19 de octubre de 1813—, precisamente, fue un serio revés para Napoleón.
Helmuth von Moltke, entonces, destacó que la historia no se identificaba con la estrategia:
La estrategia es un sistema de recursos ad hoc; es algo más que los conocimientos, es la aplicación de los conocimientos a la vida práctica, el desarrollo de una idea originaria adaptada a circunstancias continuamente cambiantes. Es el arte de la acción a ejecutarse bajo la presión de las condiciones más difíciles.[4]
La preparación de la estrategia insume mucho tiempo y esfuerzo pero como bien lo percibió von Moltke “nuestra voluntad no tardará en enfrentarse con la voluntad independiente del enemigo”[5]. De este modo, negó que la estrategia fuera una ciencia, lo que determinaba que los planes de operaciones eran relativos. De esta manera, von Moltke determinó que
Ningún plan de operaciones puede ser visto con alguna seguridad, más allá del primer encuentro con las fuerzas principales del enemigo.
En síntesis, concluyó que ningún plan sobrevive al primer contacto con el enemigo, lo que de ninguna manera implica que no debamos tener un plan o una estrategia. Lo que significa es que debemos estar preparados porque la realidad nos demostrará que la planificación puede —y seguramente será así— no resultar como la esperábamos. En este sentido, debemos tener en claro que el plan precisará ser monitoreado y ajustado en función de los contratiempos / inconvenientes / dificultades / problemas que puedan presentarse.
Entonces, el resultado táctico de ese primer enfrentamiento constituirá la base para nuevas decisiones estratégicas.
De este modo, puede afirmarse que “la estrategia de Moltke se caracterizó por su amplitud mental y por los cambios elásticos que llevaban de una disposición a otras”[6]. Helmuth von Moltke no instruía a sus subordinados con un plan minucioso sino que brindaba los lineamientos generales del plan y les daba libertad a sus comandantes, que eran quienes estaban en el terreno y quienes sabían cómo reaccionar en el escenario de batalla. Aquí también puede rescatarse otra enseñanza que es la de saber delegar responsabilidades en los líderes de nuestro equipo.
El pensamiento de von Moltke implica que no hay que apegarse estrictamente al plan, que por supuesto es importante, pero lo más relevante es alcanzar los objetivos, por lo que la planificación deberá ser ajustada en función de lograr los mismos. Por esa razón no debemos alarmarnos cuando la situación no responde exactamente a lo planificado y lo que debemos hacer, como todo buen navegante, es ajustar las velas y reconsiderar el rumbo para llegar a los objetivos.
Aferrarse a la planificación original puede llevarnos al fracaso de nuestros propósitos, tanto en el ámbito del Estado como en la actividad privada.
El escritor, autor de éxito de ventas, conferencista y consultor Veit Etzold, en su libro Strategie: Planen – erklären – umsetzen, afirma que el método Kaizen de Toyota tiene el espíritu de von Moltke y está en el slogan de la empresa, “Siempre Mejor”, porque esa es la mentalidad de la marca japonesa cuyo método se puede traducir por “mejora continua”, un método de gestión y optimización de procesos cuyo origen se remonta a los primeros años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial[7]. En verdad Kaizen —término compuesto por las palabras japonesas “Kai” y “Zen”, que hacen referencia a la acción del cambio y la mejora continua— premia económicamente a los trabajadores de cualquier sector y, en la mayor parte de los casos, todo nace del conocimiento y la experiencia de los empleados. Ese conocimiento puesto en común se convierte en un generador de ideas. Kaizen puede definirse como un concepto filosófico que promueve la introducción contínua de mejoras que ahorren tiempo, material, etc., en la línea de producción. Este concepto fue implementado por varias empresas japonesas y básicamente apunta a escuchar a sus trabajadores y a animarlos a introducir novedades. Esa “mejora contínua” implica que la empresa sea mejor que ayer, pero peor que mañana.
Veit Etzold, del mismo modo, recuerda que el ex CEO de General Electric, Jack Welch (1935 – 2020) —considerado el CEO que convirtió a esa empresa en la más valiosa del mercado—, recordó el pensamiento de von Moltke en referencia a la puesta en ejecución del plan y destacó que con él el Estado Mayor de Prusia estableció solo los objetivos más amplios y puso énfasis en aprovechar las oportunidades imprevistas a medida que surgían. De ese modo, la estrategia no se constituía en un plan de acción largo, sino que “fue la evolución de una idea central a través de circunstancias continuamente cambiantes”[8].
Para tener en claro hacia dónde se quiere ir, debemos comenzar —en el marco de un equipo, tanto sea éste un equipo empresarial o de gobierno— por tener en claro “saber preguntar” e intercambiar preguntas y respuestas para optimizar los objetivos hacia los que queremos apuntar. Pero esto también requiere “saber escuchar” y respetar lo expresado por el otro. Esto está muy bien expresado por el Licenciado en Economía y Doctor en Ciencias Económicas Alexis Codina[9]. Por tal motivo, la comunicación es esencial en el desarrollo y en la implementación de la estrategia, que no tendrá otro propósito fundamental que alcanzar los objetivos. Si no se establecen con suma claridad los objetivos, la estrategia de nada sirve. Lamentablemente, esto se advierte en el fracaso de muchas empresas y de muchos gobiernos.
Objetivos, comunicación, planificación estratégica, monitorización y corrección de la planificación —siguiendo a von Moltke— serán las claves del éxito en este mundo en el que impera la incertidumbre.
* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG).Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.
Referencias
[1] Sun Zi. El arte de la guerra. Beijing: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1996, p. 18.
[2] Edward Mead Earle. Creadores de la estrategia moderna (tomo I). Buenos Aires: Círculo Militar, 1968, p. 14.
[7] Christian Benjumea. “Kaizen, el método que explica el «Siempre Mejor» de Toyota”. Conches.com (Madrid, España), 16/04/2018, <https://noticias.coches.com/noticias-motor/kaizen-toyota/289878>, [consulta: 29/07/2020].
[8] Veit Etzold. Strategie: Planen – erklären – umsetzen. Offenbach am Main: GABAL Verlag GmbH, 2018, p. 220.