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UNA NACIÓN POSIBLE

Santiago González*

Facundo Manes propone un plan de amplio consenso para no desperdiciar nuevamente una coyuntura internacional favorable.

En el curso de una entrevista que concedió la semana pasada, el aspirante presidencial por el radicalismo Facundo Manes dijo varias cosas interesantes, por lo menos más interesantes que las que suelen ofrecer otros personajes con sus mismas pretensiones. Dijo en primer lugar que a la Argentina le espera una década excepcionalmente favorable en términos de contexto económico internacional; que la Argentina ya atravesó en el pasado por esas coyunturas —a fines del siglo XIX, en la posguerra, y a comienzos del siglo XXI— y por distintas razones las desaprovechó todas; y que si esta vez se prepara de manera inteligente para sacarle partido, la oportunidad que se anuncia podría lanzarla definitivamente por el camino de crecimiento y desarrollo que su condiciones naturales y humanas le auguran desde hace mucho.

Manes dijo en segundo lugar que la confección y conducción de un plan capaz de aprovechar esa coyuntura mundial favorable es tarea que excede a cualquier parcialidad política, y dio a entender que excede incluso a la política en su conjunto para extenderse también a otros ámbitos económica, social y culturalmente relevantes. Advirtió por último que ninguna facción política triunfante que haya centrado su campaña en su capacidad potencial para cerrarle el acceso al poder a la otra estará en condiciones de promover entendimientos de esa envergadura porque de inmediato e inevitablemente tendría a medio país en contra.

Pensemos un poco sobre lo que dice Manes. Su percepción de la coyuntura internacional que se nos presenta es en general compartida por otros observadores, y su propuesta tiene la virtud de mirar hacia adelante, de hablar del futuro en unas vísperas electorales en las que sólo se escuchan las letanías del “ah, pero Macri / ah, pero Cristina”, versión contemporánea del clásico “ah, pero el peronismo / ah, pero la oligarquía”, que nos acompaña monocorde desde mediados del siglo pasado mientras todo se desmorona a nuestro alrededor.

Cada una de las dos facciones mayoritarias que nos dividen trata de convencer a la ciudadanía de que con sólo hacer lo opuesto de lo que hace o propone la otra, o, mejor aún, eliminando a la otra, los problemas de la Argentina se disiparían como por encanto. Exactamente lo contrario de lo que sugiere Manes sobre la necesidad de aunar voluntades más allá de los límites partidarios, e incluso, diría yo, más allá de los límites de la política. Preferentemente fuera de los límites de la política, agregaría, aunque nuestro ordenamiento jurídico nos obliga a pasar por las horcas caudinas de la política para dirimir la cuestión del poder.

Respecto de la intermediación de la política no parece haber alternativa. Un plan como el que imagina Manes sólo se puede poner en marcha desde el poder. Dado que no hay en el país ningún poder lo suficientemente poderoso como para imponerse y lograr acatamiento, aun a disgusto, ese poder debe surgir desde la política: encontrar en el diálogo su instrumento, plasmar en un plan sus acuerdos, y, para obtener un máximo de compromiso respecto de sus requisitos y obligaciones, someter ese programa a un referendo popular. Esto lo digo yo, no lo dice Manes. O a este país lo damos vuelta entre todos, y nos comprometemos a hacerlo, o no lo hace nadie, y entonces mejor apagar la luz, cerrar la puerta e irse.

Desde el restablecimiento del sistema democrático, las facciones mayoritarias, las que han dado al país sus gobiernos, se ha limitado a aprovechar su circunstancial acceso al poder para el enriquecimiento personal de sus miembros a todo nivel (desde el legislador o el intendente que no puede explicar su evolución patrimonial hasta el muchacho que pega carteles y consigue ubicación en algún rincón del Estado) y a emplear su manejo del poder coercitivo del Estado en favor de quienes financiaron sus campañas o de amigos en condiciones de retribuir esas atenciones con discreta generosidad (desde la licitación amañada hasta la reglamentación que invoca el bien común para inclinar la balanza en favor de Pedro y en perjuicio de Juan). Un ejercicio del patrimonialismo tal como lo describió en La Prensa este fin de semana el profesor Carlos Hoevel.

En ningún caso la política se ha ocupado hasta ahora de diseñar un proyecto estratégico para el desarrollo y el crecimiento material y humano del país, y de someterlo al escrutinio de propios y ajenos. A lo sumo acomodó el destino nacional a programas diseñados por otros, deseosos de configurar el mundo en función de sus propios intereses. Fue lo que hizo Raúl Alfonsín respecto de la socialdemocracia europea; fue lo que hizo Carlos Menem respecto del llamado consenso de Washington. Fernando de la Rúa trató de armonizar los desastres recibidos de sus predecesores, y sólo logró multiplicarlos. Desde la crisis del 2001, ningún gobierno hizo más que agudizar el ingenio para seguir succionando a un país exhausto, y plegarse dócilmente a la agenda globalista, enemiga de cualquier proyecto nacional.

La oferta electoral disponible no indica que eso vaya a cambiar. Los principales candidatos de Cambiemos apenas representan caminos diferentes en la dirección de la Agenda 2030, el nombre y la fecha que los globalistas dieron a su programa dirigido a borrar las soberanías nacionales y las libertades personales. El kirchnerismo siempre impulsó esa agenda como propia y nada dice que esté dispuesto a resignar esas convicciones. El disruptivo candidato libertario, por su parte, promete sujetar la Argentina a un corset ideológico contrario a la idea de nación, ejercicio que si fuera practicable dejaría al país a punto de caramelo para ser devorado por los globalistas. En suma, la oferta electoral no ofrece escapatoria para la consigna globalista “no tendrás nada y serás feliz”, de la cual sólo la primera parte es segura.

Si quienes aspiran a dirigir la nación no la sienten como propia, ni conectan en modo alguno con sus votantes, no sorprende que ninguno haya dado hasta ahora mayores precisiones sobre dos cuestiones clave e íntimamente relacionadas: primero, cómo ven el mundo que se avecina y cómo piensan insertar a la Argentina en ese mundo, y segundo, cómo piensan sacar al país de sus aprietos económicos. Sobre ambas cosas no se han escuchado más que vaguedades y simplezas, como si ésas no fueran cosas para ventilar en público. En consecuencia, tampoco sorprende que la oferta electoral no haya enamorado, no haya suscitado adhesiones, ni siquiera con el recurso elemental de azuzar el encono contra “los otros”. El pueblo de la nación no reconoce a los candidatos como propios. El desaliento y la desesperanza que registran invariablemente los encuestadores reflejan esa frustración, y alienta las peores suspicacias. El electorado tiene aún viva la herida de la burla menemista: “si les decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie.”

En este contexto, como dije al comienzo, lo que Manes sugiere constituye toda una novedad. Su punto de partida es puramente pragmático, libre de ideologías y apuntado hacia el futuro: se nos presenta una coyuntura internacional desusadamente favorable, y sólo necesitamos ponernos de acuerdo sobre cómo aprovecharla no para despilfarrarla de inmediato, según nuestra tradición, sino para solventar un programa de largo plazo. Para Manes, aprovechar la coyuntura es aplicar el previsible excedente de ingresos para modernizar integralmente la estructura productiva argentina y hacerla menos dependiente de la exportación de materias primas. Si empeñamos nuestro esfuerzo tras ese acuerdo, cree Manes, podríamos revertir el largo proceso de decadencia que arrastramos desde hace décadas.

La discusión de esos entendimientos, creo yo, debería ser amplia y pública, de manera que los involucrados en cada caso puedan saber cómo se verán afectados sus intereses, y los que no lo están puedan comprender claramente qué es lo que se propones y a qué se comprometen los diversos actores. Como todos tendrán que resignar algo a cambio de un rédito futuro, como todos tendrán que ceder algo para no perjudicar a otro, los compromisos deberían ser lo bastante diáfanos como para que cada uno sepa a ciencia cierta que no se está sacrificando en vano ni se lo somete a engaño.

La idea de un plan de crecimiento y desarrollo con amplio consenso político y social resulta atractiva también por su efecto de cascada sobre las responsabilidades del Estado: se convierte de inmediato y sin demasiado esfuerzo en ordenador de la educación, la salud, la defensa, las políticas demográficas, la seguridad interna, la planificación y ejecución de la infraestructura, la justicia y el resto. Todo podría acomodarse en función de un propósito común, en términos prácticos, objetivos y mensurables, y quedar a resguardo al menos por un tiempo tanto de los aventureros ideológicos como de los corruptos codiciosos que vienen atrofiando, saqueando y vaciando el Estado desde el último cuarto del siglo pasado.

No sé cómo Manes piensa llevar adelante lo que sugiere, ni qué grado de receptividad puede haber para su propuesta, no sólo en Cambiemos sino en la clase política y la dirigencia social, y entre la ciudadanía rasa. No es raro que, a diferencia de sus colegas, Manes haya hablado de nación. Un proyecto semejante necesita del affectio societatis del que hablaban los romanos, de la amistad social a la que se refería Jean Lacroix citando a Malebranche, de la conciencia nacional en la que siempre insistieron nuestros mejores pensadores.

Si no comprendemos que antes que radicales, peronistas, liberales, empresarios, gremialistas, docentes, zapateros, pianistas, cuyanos, patagónicos, ranqueles o jubilados somos argentinos, si no nos reconocemos como tales, y estamos dispuestos a echarnos una mano, de buena fe, con el simple y sencillo propósito de vivir mejor, ser felices y desarrollar nuestras capacidades, un plan como el que imagina Manes no es viable, una nación como la que soñaron nuestros patricios no es posible.

 

* Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y se inició en la actividad periodística en el diario La Prensa de la capital argentina. Fue redactor de la agencia noticiosa italiana ANSA y de la agencia internacional Reuters, para la que sirvió como corresponsal-editor en México y América central, y posteriormente como director de todos sus servicios en castellano. También dirigió la agencia de noticias argentina DyN, y la sección de información internacional del diario Perfil en su primera época. Contribuyó a la creación y fue secretario de redacción en Atlanta del sitio de noticias CNNenEspañol.com, editorialmente independiente de la señal de televisión del mismo nombre.

 

Artículo publicado el 12/04/2023 en Gaucho Malo, El sitio de Santiago González, https://gauchomalo.com.ar/

 

 

LA MENTIRA

F. Javier Blasco*

Palabra femenina que proviene del latín y se emplea para denunciar la realidad de cualquier afirmación que hace una persona, cuando es consciente de que lo dice o asegura, no es verdad. Tiene muchos sinónimos, que traigo a colación porque con ellos se define mucho mejor el concepto: trápala, embustería, bola, falsedad, embrollo, engaño, farsa, embeleco y trola.

Por desgracia, esta actitud o desviación humana es muy frecuente y se emplea cada vez mucho más en todos los ámbitos de la vida social, política y económica; debido a su repercusión, generalmente suele ser repudiada y castigada en ambientes y personas serias y formales y hasta está considerada como pecado en muchas de las religiones en vigor.

Es importante en el ámbito judicial, donde mentir ante un tribunal, cuando se es citado en categoría de testigo, es un delito en la mayor parte de los países del mundo e incluso, constituye un hecho muy deleznable y repudiable hacerlo en lo que se conoce como sede parlamentaria; lo que en algunos países puede llevar al traste la carrera política hasta de grandes y asentados próceres.

En España —país dado tradicionalmente a la picaresca el ventajismo, la maniobra corta y el engaño— a pesar de que, aparentemente, sucede lo mismo que en la mayoría de países de nuestro entorno, la mentira, es observada y aplicada por muchos y cuando se descubre y denuncia, suele ser juzgada con mayor o menor saña y empeño, según sea quien caiga en el yerro o a la vehemencia y el espurio interés que ponga el denunciante. Tanto es así, que en muchos casos, mentir y hasta hacerlo reiteradamente y a lo grande a muchos peculiares personajes les sale gratis, son impunes o capaces de convertirlas en verdades como puños y, en muchos casos, no suele repercutir negativamente en su futuro o carrera.

De hecho, hoy contamos con un presidente de gobierno que está doctorado cum laude —en este caso de verdad y con todos los derechos y honores— en el arte, uso y abuso del engaño. Una persona en la que en él, su legado y entorno casi todo es mentira, una exageración o un producto del marketing dirigido a engañar al sufrido, desorientado o previamente convencido y bien amamantado espectador desde que aquel individuo inició sus pasos.

En su juventud no destacó en casi nada por sí mismo; fue un estudiante y un deportista mediocre que obtuvo su máxima titulación en economía debido a una tesis copiada y además corregida o evaluada por un grupo de amiguetes que le encumbraron a la máxima categoría sin merecerlo en absoluto, con lo que a pesar de aquel escarnio, a duras penas pudo obtener un mediano puesto de trabajo en la universidad dónde nadie recuerda sus escasas lecciones y consejos, porque poco o nada pudieron aprender de él.

Aprovechando su popularidad estudiantil, cierto porte chulesco y alguna dote personal, encandiló a la hija de un empresario dedicado al nunca claro negocio de las saunas de variopinto tipo, con la que se casó y gracias a dicho matrimonio, pudo costear un piso donde establecerse para los años venideros, así como un utilitario de poca monta.

Durante varios años, y como la mayoría de ineptos que se dedican a la política, se movió en ese mundillo, como casi todos ellos; o sea, de mamporrero, abraza farolas, lleva o paga Fantas y siempre actuando como un auténtico energúmeno de la cla (lugar que, según el Diccionario Akal de Teatro, es “el conjunto de personas que son contratadas para aplaudir y ovacionar desaforadamente determinadas representaciones, a las que por dicho ‘trabajo’, entran de balde”).

Tras su breve e inútil o poco fructífero paso por la política local y regional madrileña, consiguió, de rebote, un asiento en la Cámara de los diputados y allí se afanaba por seguir a pies juntillas todo lo que le mandaban votar; por cierto, algunas de aquellas cosas aprobadas con su voto, hoy están derogadas por él mismo u olvidadas para siempre, como si nunca hubieran existido.

Como buen medrador y para aumentar sus ingresos, previamente consiguió que, dentro del cupo socialista, se le encajara a frote duro en el consejo de administración de la expoliada Caja Madrid donde —a pesar de su formación como ‘economista’— apoyó, sin dudar lo más mínimo, todo lo que le ponían delante. Decisiones que, en gran parte, llevaron a la ruina a dicha caja y como resultado, la deuda de España para rescatar la mayor parte de las Cajas, que no a los Bancos, fue bastante mayor.

No es preciso que me extienda en el proceso de revolución, expulsión y recuperación, tras una fuerte lucha y posterior purga intestina, por su puesto en el PSOE para hacerse con la Secretaría General de un partido al que ha dado la vuelta como un calcetín, ya nadie reconoce e incluso, hoy no hay reparos en denominarlo el ‘partido Sanchista’. Propio modus operandi de un poco moderado ególatra y dictador, que ha llegado a subyugar —a base de auténticas mentiras y promesas todas ellas incumplidas— a su electorado y a los adocenados medios palmeros que le siguen, apoyan y adoran. Promesas, que por supuesto, cuando las lanzaba ya sabía, que nunca las iba a cumplir.

Llegado a este punto, conviene recordar como logró ganar una moción de censura contra un demasiado confiado, cansado y poco hábil Mariano Rajoy; moción que Sánchez tenía perdida de antemano pero que gracias a basarla en grandes y obscenas mentiras propias y de una persona que jamás debió ser juez, por su prevaricadora forma de usar su puesto para inmiscuirse en la aplicación de la justicia y sobre todo, a base de vender su alma y la de España, a los mayores enemigos de ésta y a aquellos otros partidos que solo viven de las miserias de los gobiernos en activo o de las promesas de aquellos otros que tienen visos o posibilidad de lograr el gobierno y, que indudablemente dada su debilidad o precariedad, van a precisar de sus votos, tanto para alcanzar el puesto, como para mantenerse en el poder.

Comenzó prometiendo a diestro y siniestro, no hacer lo que en horas si hizo, lo negó por activa y pasiva como Pedro a Jesús y no se despeinó un pelo, cuando cambió el guión sin ningún tipo de justificación, sólo recurrió a engaños, placebos y dulcificaciones o idealizaciones de execrables hechos para hacer comulgar a sus ya mencionados votantes y seguidores, aunque fuera con enormes y aparentemente intragables, ruedas de molino.

Su capacidad de mentir, engañar, pisotear y deshacerse de los demás, aunque sean sus más íntimos, no tiene límite. No se amedranta ante cualquier medida que deba tomar para salvarse él de la quema, salir airoso de situaciones difíciles o en culpar a los demás de los errores propios o colectivos, aunque sea bajo su mandato o dirección tal y como lo refleja en su famoso libro titulado, “manual de resistencia”; libro, que como es su costumbre, tampoco escribió él, sino una ‘negra’ a la que ha premiado con sucesivos y sustanciosos cargos políticos mientras le hizo falta, a pesar de su transfuguismo y poca valía.

Ha conseguido vencer el dicho de que es imposible engañar a muchos durante mucho tiempo, lo sigue haciendo a propios y extraños tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Su egocentrismo es patente y patético y como buen dictador teme la crítica, aunque sea constructiva. Se esconde en el oscurantismo y el empleo del decretazo con urgencia y nocturnidad para evitar ser puesto en ridículo o dejar patentes sus vulnerabilidades; de hecho, es el presidente que más ha empleado este procedimiento.

Ha dedicado ingentes esfuerzos en controlar todas las instituciones que apoyan o constituyen una parte importante del Estado y, por supuesto, aquellas que por su importancia y trascendencia deberían permanecer fuera de alcance y el procaz manoseo del gobierno. En su afán por lograr patentes y rentables objetivos, en un increíble breve espacio de tiempo, ha conseguido controlar, con demostrados seguidores a su persona, veinticinco entidades públicas, desde el Tribunal Constitucional (TC) o el Consejo de Estado y el CIS; hasta empresas como Correos, Indra o Aena.

Cada uno de estos esfuerzos tiene asignado un papel importante en su labor de engaño y convencimiento de la masa aborregada de españoles que viven pensando en las dadivas, las subvenciones, los favores y las desproporcionadas subidas de salarios y pensiones. Entre ellas destacar que el propio TC, máximo organismo para la defensa de la Constitución y los valores democráticos en España, su presidente y principal mozo de espadas de Sánchez, Conde-Pumpido ha cumplido con el plan de este para controlar el Tribunal, y en tan solo tres meses ya van seis leyes ideológicas aprobadas para darle marchamo de verdad sin paliativos. Tribunal que desde su creación se ha caracterizado por su lentitud y reposo para tomar decisiones dado el calado e importancia de las mismas.

Como resumen final y a modo de recordatorio, me gustaría recalcar que Sánchez ha mentido a todos sin dejarse nada ni nadie en el tintero: las víctimas del terrorismo; las familias en sus creencias, usos y costumbres; ha destrozado la enseñanza; engaña constantemente a los trabajadores y las empresas con las sucesivas subidas de impuestos. Ha mantenido a España bajo arresto domiciliario durante los meses de la Pandemia, sin poder hacerlo como lo hizo, olvidándose además de decenas de miles de fallecidos durante la misma.

Ha cambiado la política internacional y el papel de España en el mundo que nos rodea o en nuestra área de influencia con mentiras y añagazas rompiendo lazos, usos y costumbres y hasta poniendo en peligro nuestra economía.

Ha vendido humo constantemente en España y Europa; miente con ese afán de protagonismo a codazos, por llegar el primero, aunque sea con las manos vacías, a conflictos, países o personalidades de relevancia como Ucrania, China o EEUU; miente constantemente a la UE y a la OTAN con sus planes de inversión, dejando la patata caliente para quien le suceda; se arroga éxitos de los demás y un protagonismo que no le corresponde en la mayoría de los ámbitos nacionales e internacionales que pueden ser o no de su incumbencia.

Abusa de los medios del Estado para su uso personal o de partido con burdos engaños u ocultando los costos y realidades; está llevando la deuda, el déficit y el IPC de España a cotas nunca vistas y jamás es culpa suya que esto ocurra.

Engaña al mundo homo y transexual, así como a las víctimas de abuso sexual; libera a los presos de ETA o les hace su vida más fácil porque así consigue apoyos por los herederos de aquellos; ha anulado el delito de sedición y dulcificado la malversación para salvar a amiguetes y sobre todo, por contentar a los independentistas catalanes en busca de sus apoyos mientras al resto, nos aburre con fabulas y cuentos de normalización; no persigue los ataques y ultrajes a las FCSE, al Rey, la lengua española y a la unidad de España o su bandera por mucho que sus ‘compañeros de viaje’ se afanen en escupir sobre ellos.

Tiene al Ejército abandonado en su futuro, capacidades y situación económica y laboral, aunque los usa en todos los fuegos reales o no que él debe apagar; promete ayudas en catástrofes que nunca llegan a convertirse en algo material; inaugura tramos de alta velocidad en la España semi vaciada, cuando son mentira o muy lejos de la realidad y, no contento con todo ello y otras muchas cosas más, nos torpedea con videos que pretenden ser caseros, pero que son grabados para su uso y disfrute personal basados en escenarios y hechos falsos que no tiene nada de verdad.

Un hombre que se pavonea por el mundo, vestido con trajes de colores o prendas de abrigo no siempre muy apropiados o algo inusuales, creyéndose alguien importante; cuando realmente tiene que deambular, como alma en pena para tragar potentes sapos, desdecirse de lo dicho por el mismo e ir apagando fricciones creadas por su imprudencia, como acaba de suceder con su reciente visita a Italia.

Estoy convencido, que su figura, actitud y legado serán estudiados con verdadero interés por su ineptitud y negativa trascendencia en las facultades de medicina y psicología, amén que en las de ciencias políticas, economía y otras varias especialidades. No tiene desperdicio.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

 

NO HAY PEOR CIEGO QUE, QUIEN NO QUIERE VER

F. Javier Blasco*

Cuando era pequeño y hasta que dejé de ser un jovencito, pensaba que la madurez y la seriedad eran cosa de la edad; me fijaba en mis padres, tíos y demás familiares, e incluso, en los padres de mis amigos y vecinos, y les veía formados, serios y capaces de discernir entre la seriedad cuando la ocasión lo exigía o necesitaba y la fruslería, las falacias y las mentiras cuando el tema era intranscendente o banal.

Los sueños irrealizables, las ilusiones y los castillos en la arena eran cosa de la chiquillería o de esos jovenzuelos que, con pocos pelos en la barba, en unos casos, o sin haber alcanzado la madurez propia de su sexo en otros, vivían en una Arcadia feliz o en un mundo lleno de falsas ilusiones donde cualquier idea, actitud o propuesta —por descabellada que pareciera— tenía cabida, no solo en sus pensamientos, sino en su proyección de futuro y del más allá.

Cuando más tarde ingresé en la Academia General Militar como cadete, pensé que ya había cruzado el umbral hacia la cordura, la seriedad y las cosas importantes. Pero, pronto descubrí personalmente que estaba bastante o muy equivocado; no todos mis compañeros, e incluso algunos profesores, destilaban seriedad, justicia y mesura por sus poros. Cierto nepotismo, bastante favoritismo y mucho falaz o inventado prestigio arrastrado de antemano, era más que frecuente, aparente y demasiado frustrante ver en cualquier caso o lugar.

Era una triste realidad a la que debía acomodarme y resignarme a vivir con ella a no ser que, tras tanto esfuerzo personal y familiar, renunciara a mi carrera; porque, además, pronto llegué al convencimiento, de que aquel mal, al parecer endémico y bastante difundido, no era exclusivo y propio solo de los que se disponían a servir a España abrazados a la carrera de las armas, algo casi sagrado y difícil de superar.

El transcurso de los años y el imparable crecimiento, personal, moral me llevó, como a la mayoría de los de mi generación, a fijarnos en el devenir de la vida política. Se nos presentaba una nueva y flamante fase o forma de vivir, que llamamos democracia. Algo de lo que muchos teníamos poca o ninguna idea porque habíamos mamado y vivido otro estilo de vida real o política tanto en casa como en la sociedad.

La solemnidad de los actos y las declaraciones políticas llenas de generosidad, seriedad y reconciliación, que quedaban plasmados en la adopción de una nueva y, al parecer definitiva Constitución, nos alegraba a todos porque entendíamos, que aquel hito o hitos iban a marcar un nuevo estilo de vida en España y por el que la mayor parte de los abusos y vicios encontrados y sufridos hasta el momento, pronto iban a ser desterrados, porque la democracia y sus herramientas o resortes de protección y defensa eran lo suficientemente fuertes para desenmascarar para siempre y de forma definitiva, a aquellos malandrines que, aprovechándose de las circunstancias del momento tratarían de llenar nuestras cabezas de falacias, ilusiones vanas o lo que es aún mucho peor, hacían su agosto particular a costa de su cargo mal ejercido y del erario público que pasaba por sus manos para ser ‘bien administrado’, mientras hacían su sayo personal.

Después, el tiempo nos ha venido a quitar la venda de los ojos, ni lo uno ni lo otro, los pillos han seguido pululando y hasta paulatinamente creciendo mucho, aprovechándose de ejercer o disfrutar de altos cargos, pensando que eran lo suficientemente listos e inmunes a la aplicación de la justicia sobre ellos. Pronto los programas electorales pasaron a ser un mero papel mojado y por parte de la izquierda, fundamentalmente, se ha ido degenerando tanto la búsqueda de coaliciones y apoyos para mantenerse en el poder, que ya no se mira ni desprecia el hecho de que para conseguir aquellos, haga falta vender el alma al diablo y aliarse o alinearse con los que desprecian, ningunean o atacan directamente a España, su bandera, idioma o integridad territorial.

La mal llamada derecha no deja de tener sus grandes lagunas, charcos provocados sin más y dimes o diretes propios de personas inmaduras, fugaces espejismos populares o afanes desmedidos de grandeza, cuando muchos de aquellos personajes saben que jamás serán agraciados con la gobernanza del país y como mucho tendrán que jugar un papel de segundón, aunque algunos, ni siquiera saben que en que consiste realmente ese papel, como jugarlo y de qué modo pueden satisfacer a un gran espectro de votantes ‘moderados’ que solo quieren ver en sus dirigentes políticos seriedad, buen hacer y que no se pasen el día echándose los trapos sucios el uno al otro en un afán desmesurado de buscar protagonismos que no les corresponden ni por capacidad ni por comportamiento serio y cabal.

Hemos presenciado estos días una bufa y estéril moción de censura, que no ha servido más que para fortalecer y dar más cancha, si cabe, al que ‘oficialmente’ se pretendía desbancar. Moción que ha marcado la línea de partida de una larga campaña electoral que, en dos fases diferentes, durará hasta finales del presente año y en la estoy plenamente seguro, veremos artimañas, promesas huecas y hasta fuegos de artificio que solo pretenden engañar al público votante, al que está presente o se acerca para mirar.

Un público, ciego y apartado de la realidad, borracho de prebendas, favoritismos, subvenciones y hasta masivas y forzadas legalizaciones que sólo pretenden aumentar el caldo de cultivo de una masa electoral que dentro de su inconsciencia no ve ni sabe distinguir ese precepto tan sencillo y a la vez muy famoso, que reza ’el pan para hoy, supone el hambre del mañana’.

España, a pesar de los años de nociva y poco ortodoxa permisividad económica europea y del riego constante de dinero emitido hasta en horas extraordinarias por el BCE, está endeudada como nunca, su PIB por suelos, el número de PYMES y autónomos en alarmante sentido decreciente y los bolsillos de los ciudadanos y, lo que es peor, de los empresarios —que son los que realmente crean puestos de trabajo— esquilmados y atacados sin cesar a base de subidas de impuestos, impagables crecimientos salariales y todo tipo de persecuciones económicas que están dejando a la vaca sin leche para poderla ordeñar y con una deuda tan grande que ni siquiera nuestros bisnietos serán capaces de acabar.

Mientras tanto, el gasto de nuestros políticos crece sin cesar, el número de asesores sucia y generosamente pagados por su escasa o nula formación y el poco o mal servicio que prestan a la sociedad, alcanza cotas increíbles, mientras la Administración del Estado, la Sanidad y la mayor parte de los justos servicios que una sociedad —ya muy envejecida— puede y debe esperar, están sin cubrir o bloqueados sine die, lo que es lo mismo que decir ‘a perpetuidad’.

Más nos vale no entra en el detalle sobre el estado y el funcionamiento de la Justica, bloqueada por sus funcionarios, por nombramientos caducados o debido a que ciertos importantes tribunales están copados o tomados al asalto por auténticos y vergonzosos perros falderos que, indignamente a su carrera y exigible vocación de neutralidad, siguen el juego a un gobierno sin escrúpulos que hace lo que quiere, no se arrepiente y jamás pide perdón ni mira para atrás.

Hoy en día, ya nada funciona, las listas de espera en lo privado y en lo oficial, son un escándalo a pesar de la tan cacareada puesta en marcha a base de avances tecnológicos, Internet y otras redes sociales, que no hacen más que enredar y dar la sensación de que esto debería funcionar como la seda, cuando la realidad, es que está bloqueada a nada que necesites mover o crear algún documento o trámite oficial de máxima o mínima necesidad.

A pesar de todo ello, parece que la gente está contenta, vive en su mundo feliz, mira para otro lado y que en breve y, de nuevo, un poco más adelante en el calendario electoral, acudirá a las urnas distanciada o alejada de la realidad económica y, separada entre camaradas de la misma o similar bancada y feliz de ceder su voto de ciudadano perdido o recién incorporado al ámbito nacional, que mareado por tanta perversidad o embotado de subvencionas o promesas, cerrará los ojos, se pondrá una pinza en la nariz y acudirá a los colegios electorales en busca de una papeleta con los símbolos o el anagrama de ese que consideran su partido, a pesar de que haga lo que haga y que ya sepamos que no tiene ningún valor cualquier promesa electoral.

Ciegos físicamente hay muchos ciegos, pero ciegos políticamente y embobados o convencidos por las falacias de los dirigentes, hay, por desgracia muchos más.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.