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AUKUS. FRANCIA, EUROPA Y EL PACTO DEL PACÍFICO

Marcos Kowalski*

El 15 de septiembre, Estados Unidos, Reino Unido y Australia anunciaron un nuevo pacto en materia de defensa. La nueva asociación de seguridad trilateral reforzada entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos fue anunciada por Scott Morrison, primer ministro de Australia: “Y así, amigos míos, nace AUKUS”, describió durante su anuncio, acompañado, en forma virtual, por el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden.

Definió a AUKUS, como “Una nueva asociación de seguridad trilateral reforzada entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos”. Esta alianza es indudablemente un intento de contrarrestar la influencia de China en la región del Indo-Pacífico. Pero como consecuencia, la Unión Europea se siente traicionada y excluida, Rusia la percibe como una OTAN a la asiática y China como una amenaza a la paz y a la seguridad en la región.

Nueva Zelanda advierte que no piensa tolerar submarinos nucleares y armas atómicas en su entorno. Malasia está preocupada de que este movimiento provoque una carrera armamentística nuclear en la zona. Todos estos temores ocurren ante el anuncio que en la primera fase de AUKUS, entre otras cuestiones, se estipula la construcción de ocho submarinos de propulsión nuclear para la Armada australiana.

La repercusión mundial de este pacto se debe a que Los submarinos nucleares se habían limitado hasta ahora a ser un privilegio reservado a seis países, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, China e India.

Lo que implica esta asociación en el ámbito de defensa y seguridad es que en el club de submarinos nucleares ahora van a ser siete, en lugar de seis, lo que podría abrir la puerta a países como Brasil que tienen proyectos al respecto y que más países quieran tener derecho a poseer esta tecnología.

Los submarinos nucleares son un tema muy sensible en el ámbito de la no proliferación nuclear, porque funcionan con uranio de gran enriquecimiento y con ese elemento se pueden fabricar armas nucleares. Si la cosa sigue así, este club militar va a provocar un efecto dominó de consecuencias imprevisibles.

Al día siguiente del nacimiento de la asociación, Morrison anunció que Australia rompía un contrato de compra de submarinos convencionales por valor de entre 38.600 y 60.000 millones de dólares con la naviera francesa Naval Group. El motivo presentado para acabar con el contrato fue que los submarinos convencionales de la clase Attack “no se adaptan a las necesidades operativas de las próximas décadas”.

La reacción inmediata de Francia fue calificar el rompimiento del contrato de “puñalada por la espalda”. Por lo pronto el canciller francés Jean-Yves Le Drian tachó lo sucedido de “un gran abuso de confianza” y “desprecio” por parte del trío anglosajón. Poco antes Francia había cancelado una reunión que tenía acordada con el Reino Unido para tratar la colaboración en materia de misiles.

“Hemos llamado a nuestros embajadores (de Estados Unidos y Australia) para tratar de comprender y mostrar a nuestros antiguos países socios nuestro gran descontento, que realmente existe una grave crisis entre nosotros”. Tras la retirada de los estadounidenses de Afganistán, sin consultar a sus aliados, y la nueva crisis submarina, “si los europeos no sienten que para permanecer en la historia deben unirse y defender juntos sus propios intereses, entonces su destino será totalmente lamentable”, insistió Jean-Yves Le Drian.

Recordemos que en el contexto de la agudización de la crisis en Afganistán y las críticas a la retirada apresurada e inconsulta de los militares estadounidenses la UE comenzó a discutir nuevamente el tema de la “autonomía estratégica” incluida la creación de una fuerza europea de respuesta rápida.

Además, La Comisión Europea podría dejar de mantener negociaciones sobre un acuerdo de libre mercado con Australia luego de que Canberra rechazara un contrato francés para construir submarinos diésel-eléctricos y se inclinara por los buques de propulsión nuclear construidos por Estados Unidos y el Reino Unido, señaló el secretario de Estado de Francia para Asuntos Europeos, Clément Beaune.

Y nuevamente el Canciller francés dictaminó que la crisis pesará mucho en la definición del nuevo concepto. “Europa debe dotarse de su propia brújula estratégica y esto estará bajo la responsabilidad de Francia en el primer semestre de 2022”, añadió, refiriéndose a la presidencia francesa en la Unión Europea a partir del 1° de enero.

Otras voces opinan que Francia podría ayudar a la India a tener submarinos Attack, pero nucleares, para hacer frente a cualquier posible agresión china en el Indo-pacífico. El Palacio del Elíseo informó que el presidente francés y el primer ministro indio, Narendra Modi, prometieron “actuar juntos en un área del Indo pacífico abierta e inclusiva».

Mediante una llamada telefónica, Macron aseguró a Modi el continuo “compromiso de Francia con el fortalecimiento de la autonomía estratégica de India”, incluida su industria y base tecnológica, como parte de una “relación cercana basada en la confianza y el respeto mutuo”. De acuerdo con un comunicado de la oficina de Macron, el plan tiene como objetivo promover “la estabilidad regional y el estado de derecho al tiempo que descarta cualquier forma de hegemonía”.

Como se ve, la formación de la alianza AUKUS entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos, en el marco de la cual el país oceánico recibirá las tecnologías necesarias para dotarse de submarinos de propulsión nuclear, haciendo nulo un contrato multimillonario con Francia, derivó en una crisis sin precedentes en las relaciones diplomáticas entre París y los países miembros del nuevo pacto.

Si bien la crisis parece amenazar con un deterioro irreparable de las relaciones entre Francia y sus socios, distintos expertos consideran que no pueden esperarse por el momento medidas drásticas por parte de París. Se reveló asimismo que el presidente de Francia y su homólogo estadounidense, Joe Biden, han acordado mantener una conversación telefónica al respecto en los próximos días.

Es que hoy Francia no posee las capacidades militares ni económicas suficientes como para “cerrar de golpe la puerta” y salir de la OTAN. En este sentido, cabe estimar que la política externa de Francia se centrará en Europa, por lo que empezará a promover más activamente el desarrollo de una política común europea autosuficiente de seguridad y defensa.

Pero el pacto AUKUS se concretó para contrarrestar la presencia de los chinos en el Indo-Pacifico y es para China, una amenaza directa, quizás equivalente a la OTAN para Rusia. Precisamente así es como ha sido interpretado por la República Popular China. Para ellos, el proyecto socava la paz y la estabilidad regional, y afecta profundamente la coexistencia pacífica en la región. El telón de la inestabilidad ha acabado por abrirse completamente en el teatro de la geopolítica mundial y en el Indo-pacífico.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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A PERRO FLACO, TODO SON PULGAS

F. Javier Blasco*

Refrán o dicho popular con el que se pretende indicar un hecho —desgraciadamente bastante frecuente en todo tipo de ámbitos sociales, económicos y políticos— que consiste en que las desgracias tienden a suceder, aumentar o acumularse con mayor gravedad en aquellos grupos, personas, países o empresas que previamente están debilitados, son muy vulnerables o se encuentran abatidos.

Es el caso de la OTAN, una Alianza que, bajo la tutela y total mecenazgo de EEUU, surgió tras la Segunda Guerra Mundial para proteger y defender a Europa de las garras del comunismo; que tras la caída del telón de acero, ha tenido que ir adaptando su misión, estrategias y zonas de acción; que por circunstancias varias ha ido ampliando el número de sus componentes hasta llegar a ser demasiado numeroso y muy dispar y, por lo tanto, difícil y a veces imposible de manejar para poner a todos de acuerdo, ya que sus decisiones se toman por unanimidad.

La organización donde las rencillas, los celos, determinados afanes de protagonismo o, por el contrario, un deplorable pasotismo y la unilateral transferencia de responsabilidades hacia el resto de los aliados, ha venido sobreviviendo hasta nuestros días con mucha dosis de voluntad y no sin grandes quebraderos de cabeza por la obsesiva tenacidad de algunos de sus miembros como Turquía, los recelos derivados del Brexit, la diversidad de opiniones, las constantes amenazas de Francia, el grave y casi generalizado incumplimiento de los compromisos en gastos en defensa, sus complicadas transformaciones para la adaptación o reducción de las estructuras de mando y control, así como su complicado proceso para la toma de decisiones.

La Segunda guerra del Golfo (2003), cuando EEUU y Reino Unido decidieron invadir Irak con el señuelo de la existencia de Armas de Destrucción Masiva, sin el respaldo del resto de los miembros y la fuerte oposición de Alemania y sobre todo de Francia, marcó el punto de inflexión y primera gran grieta, nunca cerrada, en la cohesión de la OTAN de las últimas décadas, cohesión que se había mostrado férrea o pétrea cuando Bush hijo invocó el Articulo 5 del Tratado tras los atentados del 11-S (2001).

Francia, con su chovinismo y arrogancia peculiares que siempre preceden y acompañan sus actuaciones y decisiones, ya venía arrastrando grandes disconformidades y amenazas de abandonar la estructura militar de la Alianza, tal y como ya hizo efectivo en 1966 con de Gaulle como presidente, aunque siguió perteneciendo a la misma. Cuarenta y tres años más tarde, con Sarkozy en el mismo cargo, se volvió a reintegrar en dicha estructura aunque manteniendo ciertas reservas para no ceder elementos clave como su capacidad de disuasión nuclear.

Es posible que las razones de aquel “desencuentro” estén en dos hechos fundamentales: su interés desde los primeros momentos en que la OTAN ampliara su actuación hacia el Mediterráneo y Oriente Medio y en las más que esclarecedoras palabras de de Gaulle: “Modificar la forma de nuestra alianza sin alterar el fondo” con las que justificaba su decisión que provenía del malestar porque consideraba una “subordinación” de Francia a una “autoridad extranjera”.

Por otro lado, “Francia será más fuerte e influyente. ¿Por qué? Porque los ausentes siempre se equivocan, porque Francia debe codirigir, más que seguir. Porque tenemos que estar ahí donde se elaboran las decisiones y las normas, más que esperar a que nos las notifiquen”, fue la explícita frase con la que Sarkozy anunciaba la reincorporación.

Paralelamente a esta “forzada o forzosa” reincorporación a la Alianza, Sarkozy también quiso recuperar el permanente sueño francés de darle un mayor protagonismo a la UE en la defensa de Europa. Francia ansiaba que una renovada y pujante UE, encabezada por ellos, se implicara mucho más en diplomacia externa, seguridad y defensa; una forma de aumentar su protagonismo.

Esta idea, rápidamente, encontró una clara resistencia en la Alemania de Merkel, quien a pesar de su carácter pacifista al ser obligado por Ley en aquellos tiempos, no quería perder protagonismo ni implicarse en hazañas, que desde el principio consideraba muy costosas, bastante difíciles de ejecutar de forma eficiente y en las que, sin duda, Francia pretendería tomar el mando para someter a Europa a sus deseos de “ordeno y mando” y sobre todo, a meternos por la fuerza sus materiales de defensa en detrimento de las muchas industrias del ramo existentes en casi todos los países de la UE.

El insistente y obsesivo pensamiento sobre la “utilidad” de la OTAN a ojos de los mandatarios franceses es patético y notable; así entre otras cosas, en noviembre de 2019, Macron declaró públicamente a la Alianza en estado de “muerte cerebral” por las actuaciones y amenazas de Trump y animó a Europa a impulsar su unión estratégica.

Los problemas en la Alianza con protagonismo francés se han seguido sucediendo con varios miembros y así, en julio de 2020, París apeló a la OTAN tras un incidente naval, acusando a Ankara de haber atacado una de sus fragatas durante un control de buques sospechosos de violar el embargo de armas con destino a Libia, hecho que Turquía negó automáticamente.

Tras mostrar su descontento, Francia exigió “que los aliados reafirmaran solemnemente su adhesión y su compromiso al respeto del embargo de armas” en dicho país. También solicitó un mecanismo para solventar mucho más rápido los conflictos que el que estaba en vigor en aquel momento.

A pesar de las reticencias, pocos pros y muchas contras al sueño francés sobre Europa y su defensa, París usa cualquier motivo, situación de crisis o mínima tensión para poner de nuevo sobre el tapete la creación de una unidad militar europea —sin definir ni dimensionar— e independiente del actual y poco rentable Euro Cuerpo, asentado en Estrasburgo y que tras bastantes años de existencia ha demostrado ser una maquina muy pesada, difícil de mover por falta de medios para ello, con muchas restricciones de empleo y sin una unidad de doctrina que lo haga eficiente y rápido para todos sus miembros.

Sus recelos y temores se han incrementado más, si cabe, a raíz del Brexit. París siempre ha considerado a Londres como un aliado poco fiable a pesar de ser vecinos y enlazados por un importante cordón umbilical. Saben que los “primos” de EEUU siempre están dispuestos a girar sus miradas al otro lado del charco y seguirles en sus hazañas tal y como viene siendo norma durante muchas décadas. Se lanzaron juntos en Afganistán creando una misión aparte de la OTAN, invadieron también juntos Irak a pesar de las reticencias de los demás y ahora acaban de anunciar una alianza con Australia (AUKUS por las siglas en ingles de los tres).

Antes de la presente crisis a raíz de los submarinos a vender a Australia, aparecieron grandes fricciones y de nuevo, propuestas de la “Europa guerrera” como consecuencia del reciente, apresurado y vergonzoso fracaso de la misión y retirada de EEUU y de la OTAN de Afganistán, retirada realizada sin coordinar, al grito de “tonto el ultimo”, y la que de haberse hecho como debería —tiempo hubo tras veinte años de duros y sangrientos combates— no se habría abandonado a tantos civiles y sus familiares que ahora son perseguidos allí por haber colaborado con los países que intervinieron y, por supuesto, no es para ponerse ninguna medalla, tal y como algún insensato político ha hecho apresuradamente.

La súbita y sorpresiva aparición de AUKUS orientada a parar los pies a China en el Pacífico y en el Índico y su primera consecuencia, la anulación de un mega contrato francés para fabricar submarinos de propulsión a gasoil para Australia y sustituirlos por otros atómicos de fabricación norteamericana, ha sido el detonante para que Francia se sintiera cómo aquel joven al que le birlan la novia la noche de su despedida de solteros.

Sentirse y asegurar que han sido “atacados por la espalda” —tal y cómo varios ministros del gabinete de Macron definen la situación— por EEUU, no es más que la exagerada y absurda reacción de un país chovinista que quiere tomar las riendas de Europa tras la salida del Reino Unido y la inminente retirada de Merkel, que tiene una gran industria de armamento y que debe dar salida a sus muchos productos como sea.

El que ante tal situación haya llamado a consultas a sus embajadores en Camberra y Washington, quieran trasladar este problema a la OTAN poniendo en peligro su estabilidad y continuidad y aprovechar la circunstancia para volver a amagar con la necesidad de crear una fuerza europea, lo suficientemente potente para defender al continente al margen de la OTAN, no son más que salidas de pata de banco, rabietas de un niño mal acostumbrado y mimado o simplemente, una maniobra de distracción para tratar de alcanzar una posición de ventaja ante la posibilidad de renegociar el mencionado contrato o buscar un equilibrio a cambio de tamaña pérdida durante la inminente cumbre de la ONU, en la que, sin duda, el tema será tratado por los principales dirigentes occidentales.

Cómo bien es sabido, en EEUU a pesar de los cambios de orientación en las doctrinas de los presidentes que se suceden en el poder, la política internacional y la estrategia nacional no suelen sufrir grandes cambios, todo lo contrario a lo que ocurre en otros países en los que sus gobiernos viven de la revancha y el oportunismo.

Los presidentes norteamericanos, salvo honrosas excepciones, mantienen las líneas maestras definidas por sus antecesores en dichos temas, a sabiendas de que sus órganos de inteligencia y de mando y control de sus importantes fuerzas armadas, a pesar de los errores que de vez en cuando dejan patentes, no se suelen lanzar a la aventura de un cambio radical en geoestratégia.

Desde hace años algunos venimos insistiendo en que EEUU tiene otros intereses más importantes en cartera que la OTAN y Oriente Medio. Ya desde el mandato de Obama y hasta un poco antes, conocemos que últimamente les preocupan otros asuntos como el dominio del Ártico, las Fuerzas Aeroespaciales y evitar que China le releve en el liderazgo mundial y, sobre todo, le coma la tostada en el Pacífico y el Índico.

Para ellos la OTAN ha pasado a un segundo plano, de ahí su insistencia en que sea más autosuficiente y menos dependiente de las fuerzas y dineros norteamericanos. Oriente Medio y sus áreas vecinas como Afganistán es una zona demasiado grande, muy conflictiva, llena de gallos locos dispuestos a ir a la guerra o envolverse en la bandera del terrorismo y el yihadismo para obtener sus objetivos y propósitos.

Europa, sin el Reino Unido de su lado, con una OTAN capi disminuida y constantemente bombardeada por los inalcanzables delirios de grandeza franceses, se deberá resignar a ser un convidado de segunda en una OTAN que, necesariamente y con bastante urgencia, debería reorganizar sus objetivos, misión y áreas de interés e influencia.

Francia seguirá lanzando sus interesadas peroratas y propuestas con fines industriales y de “Grandeur” o protagonismo y la UE, mientras mantenga a su actual Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell —que entra al trapo en cualquier tema a nada que le enseñen un pañuelo verde en lugar de un capote rojo— seguirá hablando o semi secundando las propuestas francesas a sabiendas que no encontraran mucho respaldo en unos gobiernos que se estrenan, ni otros que deben capear grandes y profundas crisis o aquellos que tienen por norma mirar para otro lado y contentarse con cualquier cosa, siempre que le den réditos electorales.

La AUKUS seguirá su camino de formalización, asentamiento, engrandecimiento, desarrollo y compromiso, admitiendo la entrada a nuevos socios de la zona de interés, aunque es muy posible que la experiencia de la OTAN les sirva de lección y no sean tan permisivos a la hora de aceptar nuevos socios. Mientras China verá como contrarrestar esa “nueva amenaza” que le ha surgido sin esperarlo

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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SOBRE EL MINISTERIO DE DEFENSA Y OTROS MINISTERIOS… O LA PARTIDOCRACIA

Marcelo Javier de los Reyes*

Días atrás, la repentina salida del ministro de Defensa Agustín Rossi no se debió a cuestiones referidas a su gestión. Si hubiera sido el caso, no debería haber asumido ese cargo nuevamente. Creo que no sería necesario recordar los robos en los arsenales de las unidades militares e incluso de un misil, al que el desplazado ministro le restó importancia. La salida del ministerio se debió al chiquitaje de la política partidaria, provincial, a la que nos tiene acostumbrados el conjunto de la casta política nacional, que todo lo ensucia y lo destruye. Fue una decisión que, el 28 de julio, tomó el presidente Alberto Fernández ante lo que consideró un acto de rebeldía por parte del ministro, quien se negó a bajar su candidatura como senador nacional por Santa Fe.

A estas alturas, demás está decir que hay un vacío enorme de conocimientos en materia de Defensa. El sistema de Defensa debe estructurarse en función de las relaciones internacionales que tiene nuestro país, de la política exterior que se diseña desde el gobierno nacional y que, además, debe ser coherente con los Intereses Nacionales. Dicho esto, en nuestro caso estas cuestiones no están claras: ni cuáles son nuestros Intereses Nacionales ni nuestra política exterior. De tal modo, que si no tenemos en claro dónde debe estar inserta la Argentina en el contexto de la comunidad de naciones, difícilmente estaremos en condiciones de estructurar nuestro sistema de Defensa.

Esa desconexión de la realidad, hace que no sepamos para qué queremos tener un sistema de Defensa y eso se refleja nítidamente al observar el estado actual de nuestras Fuerzas Armadas y de nuestra industria de producción para la Defensa, una industria imprescindible que permitiría dejar de lado la muletilla del embargo británico, el cual traslapa la realidad, que es que la casta política quiere que las Fuerzas Armadas desaparezcan por inanición.

Si como país no tenemos en claro nuestras hipótesis de conflictos o, en el peor de los casos, los gobiernos de turno las niegan, ¿qué estructura de Defensa podemos delinear?

Durante estos días, hasta el de ayer, en el que se designó al nuevo ministro, circularon por los medios unos pocos nombres que siguen demostrando que al frente de los ministerios —como en otros cargos públicos de suma relevancia— pueden nombrarse los más ineptos, los amigos, los ideologizados o los que ven una oportunidad para hacer sus negocios. En este punto, el Ministerio de Defensa se ha vuelto un lugar apetecible ya que, gracias al FONDEF, tiene disponible una interesante suma de dinero, quizás escasa para actualizar el material de las Fuerzas Armadas pero importante para otros fines.

Ante esta situación, nos debemos un serio debate, pues tenemos en claro quién no sabe nada de defensa y esto ha sido evidente en las últimas gestiones, por las que han pasado por sus cargos principales personajes que van desde operadores inmobiliarios macristas hasta quienes tienen en su ropero su pasado de haberse alzado en armas contra la Nación… algo que también pasó durante el nefasto gobierno de Macri en el Ministerio de Seguridad, el cual fue conducido por quien le dio unas palmaditas en la espalda a los gendarmes —aunque también tiene sobre sus hombros su propio “ARA San Juan”, con los 42 gendarmes muertos en Jujuy— pero que no resolvió la cuestión de fondo: el problema de la Patagonia, que unos pocos advertimos con anticipación suficiente para tomar las debidas medidas. Esa ex funcionaria no solo tuvo definiciones más que controvertidas respecto a la cuestión de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas sino que en la actualidad lleva en su lista a una joven que explícitamente se ha manifestado en contra de los derechos soberanos de la Argentina.

Entonces, tenemos en claro quién no sabe acerca de las cuestiones vinculadas a la defensa pero desconocemos quién puede considerarse un especialista en esta área o, al menos, pueda sentarse al frente del ministerio con la voluntad de escuchar a los que saben, a los técnicos y a los que tengan la mejor de las intenciones para colaborar en una toma de decisiones destinada a salvaguardar los Intereses Nacionales.

La defensa es un área por demás compleja en este siglo XXI en el que ya no se contempla tanto la guerra convencional como las guerras híbridas y la ciberguerra.

Si uno observa a los “funcionarios multifacéticos” que nos proporciona esta casta política, termina por revalorizar lo que hace décadas escribió el analista político australiano Robert Moss en su libro El colapso de la democracia (Buenos Aires: Atlántida, 1977, 293 p.), quien nos dedicó un “Prólogo para argentinos”. En esas primeras páginas contradice la “famosa y optimista frase norteamericana” de que la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, algo que según Moss “probablemente jamás haya existido, sino en algunas pequeñas comunidades rurales”. Para Robert Moss democracia “significa gobierno del político y, en todas las democracias contemporáneas, eso equivale a gobierno del político de partido” (la cursiva es del propio autor). Aún más, expresa,

El pueblo puede decidir en elecciones celebradas periódicamente qué grupo de políticos de partido lo va a gobernar, pero sería ridículo suponer que el pueblo tiene alguna influencia decisiva sobre lo que se hace entre una y otra elección.

En este sentido, hace una excepción en el caso de Suiza, país que celebra periódicos referéndums que le otorgan un cierto poder de decisión al pueblo. Para el autor, la democracia es nada más y nada menos que “un mecanismo para designar y reemplazar gobiernos a través de la decisión de una mayoría”.

Entonces la “democracia se confunde con la partidocracia”, la que aparentemente “fomenta la mediocridad en lugar de promover el surgimiento de verdaderos conductores”. Esto es más que evidente en nuestra Argentina y es la cuestión que nos lleva a considerar cuál es la capacidad de numerosos políticos para ocupar cargos de ministros, de secretaros, subsecretarios o directores nacionales.

Cuando el libro de referencia fue publicado, Moss abrigaba para la Argentina una esperanza que, vista más de cuarenta años después, se ha convertido en una decepción:

Si la Argentina logra superar sus problemas actuales podría llegar a desempeñar un papel preponderante en la elaboración de un nuevo modelo de gobierno de transición, cuyo principal objetivo sería el respeto por “la libertad del individuo y de la familia, en el marco de una sociedad segura, ordenada y justa”.

Para finalizar, cito otro párrafo que si bien está dirigido a los argentinos, entiendo podría extenderse hacia el resto de los iberoamericanos, quienes deberíamos en forma conjunta trabajar para lograr un modelo de desarrollo propio que nos engrandezca como región, concretando el sueño de la “Patria Grande”, el cual se aprecia cada vez más lejano. Nos decía Moss a los argentinos:

Si la Argentina desea apartarse del ciclo de desgobiernos demagógicos, intervención militar y gobiernos partidistas incompetentes, que han obstaculizado su historia desde 1945 —y le han impedido materializar su tremendo potencial de gran nación— deberá hacerlo a través de un modelo de gobierno creado por argentinos para argentinos.

Luego de leer esto no puedo menos que recordar que varios años antes, nada menos que José Ortega y Gasset, en una visita que hizo a la Argentina en 1939 nos dijo: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas!”

Bien, hemos superado la alternancia de la intervención militar pero no hemos logrado superar la alternancia de “gobiernos partidistas incompetentes”, los que en este ciclo democrático han logrado poner de rodillas a nuestro país. Para “materializar” ese “tremendo potencial de gran nación” que tiene nuestra Argentina, hoy deberemos empezar desde varios escalones más abajo.

Al analizar el camino de la democracia argentina he logrado internalizar la frase del personaje de la serie Sense8 de Netflix, la “hacktivista” Nomi Marks, quien expresó: “La esperanza es la decepción aun no descubierta”.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

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