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ME VUELVO A ILUSIONAR

Iris Speroni*

Pueblo 1, Gobernantes 0.

 Quiero ganar la tercera

Quiero ser campeón mundial

Fernando Romero

 

Escribo esto el día anterior a la final de la Copa Mundial de Fútbol. Así que, obviamente, no sé cuál será el resultado.

Cualquiera sea, no invalida las conclusiones que podemos obtener de esta maravillosa aventura colectiva que hemos vivido millones de personas estas últimas semanas.

Sobre geopolítica, soft power en Relaciones Exteriores, el destino manifiesto del Gran Pueblo Argentino (¡Salud!), y sobre nuestro futuro de grandeza, que está al alcance de la mano. Arrancamos.

La canción elegida como preferida por el público, creada por Fernando Romero e interpretada por La Mosca, tiene mucha tela para cortar. No voy a analizar sus méritos artísticos, porque me excede. Me referiré al contenido.

Es un compendio de los amores del pueblo, en feliz desorden.

    • Enumera los fracasos y el dolor que produjeron (“Las finales que perdimos/Cuantos años la lloré”). Inmediatamente postula que se empieza de nuevo y que permite renacer la esperanza (“Pero eso se terminó/Porque en el Maracaná/La final con los brazucas/La volvió a ganar papá). Sobreponerse a los fracasos es un signo de adultez.
    • Recuerda nuestra mayor gesta heroica reciente, Malvinas. Nunca agradeceremos lo suficiente a La Mosca por destruir de un plumazo 40 años de desmalvinización intentada de arriba hacia abajo. Con una simple canción demuestra una vieja tesis mía de que a los pueblos no se los doblega fácilmente. Podrán callar, pero no necesariamente cambiar de parecer (“De los pibes de Malvinas/Que jamás olvidaré”).
    • Rinde homenaje al héroe fallecido.
    • Ya no es el ídolo A en competencia con el ídolo B, sino la validación (ficcional) del consagrado quien entrega el testimonio al nuevo demiurgo, en una malabarismo conceptual excelso (“Don Diego y La Tota/Alentándolo a Lionel”). Reformula lo que creo es uno de los puntos más valiosos de nuestra Constitución, el contrato intergeneracional: “para nosotros, para nuestra posteridad”. Lionel releva a El Diego en este juego de postas sublime. Traspaso que se repetirá ad infinitum cuando cuadre. Así nace la inmortalidad de las naciones.
    • Valora los logros anteriores. Esto es fundamental para todo proyecto de nación. Tener orgullo de lo propio. Autoconvencerse que lo que uno se propone lo va a lograr por la simple razón que por más difícil que sea el objetivo, ya se hizo con antelación (“Quiero ganar la tercera”, ergo, ya gané dos, ya lo hice, sé que puedo hacerlo).

Como programa político o propaganda de programa político, la canción es perfecta. Saber que niños de 4 ó 5 años la cantan, es escupirle en la cara a todos los políticos desde 1983 a hoy que hicieron lo posible e imposible para esconder el orgullo de la Gesta de Malvinas. No puedo explicarles lo que disfruto.

Hagamos esta cuenta: El 65% de la población argentina tiene menos de 40 años. Esto quiere decir que 30 millones de personas nacieron luego de la Guerra del Atlántico Sur, incluidos todos los jugadores del plantel. Sin embargo, a pesar del dinero invertido por el Estado argentino, el desinterés manifiesto de Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Cristina Fernández, Macri y Alberto Fernández, los oropeles dados a Bauer por su acción de propaganda y los té con celebrities de cabotaje en la embajada, la mayoría de la población grita a los cuatro vientos, frente a las cámaras de TV internacionales, que no se olvidó ni nunca se va a olvidar. Esto para mí es: Pueblo 1, Gobernantes 0.

Destino Manifiesto

En junio de 2019 escribí para La Prensa «Nuestra verdadera tragedia fue haber cancelado en 1982 el proyecto de Nación». Sostuve (y sostengo) que Argentina tiene un proyecto de Nación. Orgullosa, un poco canchera, con deseos de grandeza y ser potencia mundial, levemente fanfarrona y autosuficiente, convencida de sus virtudes y su destino manifiesto.

A partir de 1983 sufrimos gobiernos de intervención con mandatos claros como debilitar hasta la nulidad las FFAA, desindustrializarnos, desmoralizar al pueblo mediante un conjunto de operaciones:

    • esparcir tristeza (con la excepción de Menem todos los gobernantes que tuvimos fueron tristes, mala onda, depresivos o gruñones, perdedores con justificaciones permanentes de los errores que siempre ponían en cabeza de otras personas),
    • tratar de convencernos de que somos tristes, depresivos, malas personas y perdedores. Lo describió con maestría Gatin. Al servicio de este programa pusieron a trabajar a las agencias estatales (como TV Pública, Télam e INCAA) y subcontrataron a todos los privados,
    • ocultar los logros por más pequeños que sean (ej. ser campeones mundiales de toda disciplina [1] que no sea fútbol),
    • disminuir en lo posible la población del país,
    • disuadir la inversión privada,
    • acallar las tradiciones,
    • dejar caer en la inoperancia y obsolescencia la infraestructura de transporte del país,
    • buscar relegarnos a la insignificancia.

Quienes estamos en la vereda opuesta a los interventores, siempre denunciamos y abjuramos del proyecto oficial. En Restaurar numerosos columnistas han expuesto en ese sentido y recomendado las estrategias para a) preservar nuestra identidad y defender su existencia en tiempos hostiles, b) renacer de las cenizas y recuperar el proyecto nacional abandonado.

Eso no quiere decir que cada tanto no se flaquee. Las dudas abruman. Que el interventor es poderoso y maneja los resortes del poder, que le lavan la cabeza a los más jóvenes, que se pierde el sentido nacional, que nadie recuerda el proyecto, que no se puede ir a caballo a ver a la Virgen de Luján, que el Washington Post nos difama y otros lamentos.

Estas últimas semanas dieron por tierra todo esto. El pueblo ha demostrado que conserva sus capacidades intactas: i) alegría de vivir, ii) fe en sí mismo, iii) compañerismo y comunión en un presente y futuro común, iv) confianza en las propias virtudes, v) orgullo por ser argentino, vi) creatividad, vi) amor propio, vii) pasión, viii) memoria, ix) agradecimiento (es de buen nacido ser agradecido), x) hambre de gloria. Somos ganadores, no perdedores.

Repito: que niños chiquitos canten lo que no es otra cosa que la promesa de no olvidar Malvinas, me llena el corazón de alegría.

Soft Power y Relaciones Exteriores

Como dijo el presidente de China hace un par de meses atrás, Argentina es un país importante en el concierto mundial. No lo van a escuchar de ningún político, quienes lloran desgracias y autojustifican por qué nos hacen pasar hambre (mercados que se derrumban —Cristina Fernández—, “pasaron cosas” —Mauricio Macri—, la guerra de Ucrania y el Covid —Alberto Fernández—).

Este mundial en particular nos enfrentó a cómo nos ven en diversas partes del mundo.

No es casual la campaña internacional contra nosotros. A las potencias no les gustan los que se desmarcan. Odian los insumisos. En ese contexto debemos entender el libelo que publicó The Washington Post.

Sacarnos de encima la mirada de los arrastrados locales (la mayoría), que siempre ven grandiosidades en los países desarrollados de Occidente se ha vuelto un objetivo relevante. Occidente (con excepción de EEUU) no nos compra nada y nos vende poco. Nuestros socios comerciales son otros. Quienes nos apoyan disfrutan una decidida senda de crecimiento, como quienes integran los BRICS. Nada de lo que sucede es casual. Es el lugar que Argentina tuvo desde que mandamos al Almirante Bouchard con patente de corso a hacer lío por el mundo. Cuando Perón pensó y co-organizó los No Alineados, cuando lideramos la Conferencia de Bucarest en 1974, cuando nos enfrentamos a una potencia mundial en 1982. ¿Por qué no nos van a ver con admiración gente que sufrió duramente el yugo inglés? ¿Por qué no van a admirar a nuestros atletas que se destacan en numerosos deportes? Para ellos somos un ejemplo de coraje y éxito frente a la adversidad.

Estas semanas son un pasaporte para iniciar una era de excelentes negocios. El softpower está de nuestro lado. Tenemos que aprender a sacar provecho de ésta virtud.

Objetivo de mínima: poner el país de pie. De máxima: recomponer las Provincias Unidas del Río de la Plata, Guinea Ecuatorial (África) incluida.

Un rayito de esperanza

Cuando uno ve cómo se recuperó Rusia en sólo 20 años luego de estar al borde de la disolución con la glasnost, vemos que podemos dar vuelta la taba en poco tiempo y darle a nuestro pueblo una era de prosperidad, alegría y esperanza.

Sólo tenemos que echar a estos amargados, tristes, depresivos, chantas, inútiles y garcas que nos gobiernan.

El futuro es todo nuestro.

 

Otro sí digo:

Temas personales: Tengo 59 años. Vi a Argentina ganar en fútbol en 1978 y 1986 y dos medallas de oro JJOO. Me di otros lujos. Ver ganar la Copa Davis, que se había deslizado de los dedos de Vilas, Clerc, Jaite. Cecilia Rognoni y Luciana Aymar elegidas las mejores jugadoras del mundo (hockey sobre césped) numerosas veces, la selección femenina campeona mundial, la masculina oro olímpico. Basket, medalla oro JJOO y campeones mundiales. Numerosos premios en el Dákar, Pechito López campeón mundial. Oros JJOO en ciclismo, vela, artes marciales, en fin, seguro me olvido de varios. Vi jugar al rugby a Hugo Porta, Santiago Gómez Cora, Marcos Moneta (ahora mejor jugador del mundo). Cracks como Adolfo Cambiasso, de quien Maradona dijo “Me gustaría ser el Cambiasso del fútbol”. Antes de irme de este mundo quisiera ver a Argentina campeón mundial de rugby, en JJOO y en XV. Con eso, cartón lleno.

Como siempre dice @Lady_Astor, no elegí nacer acá, sólo tengo el privilegio.

Bajo la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia. Que hoy esté de nuestro lado.

Una abrazo a todos.

 

Horas después…

Nota

[1] Nadie sabe que los varones de hóckey sobre patines fueron campeones mundiales seis veces, al igual que la selección femenina. ¿Quién sabe que Marcos Moneta fue elegido el mejor jugador del mundo en rugby seven este año? ¿Cuántos atletas no son cubiertos por la prensa cuando van a defender la celeste y blanca, a veces con enormes dificultades?

 

Notas relacionadas

«Nuestra verdadera tragedia fue haber cancelado en 1982 el proyecto de Nación»

http://iris-speroni.blogspot.com/2019/06/nuestra-tragedia-cancelar-en-1982.html

El mito fundacional

http://restaurarg.blogspot.com/2018/08/el-mito-fundacional.html

Preppers II

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Una agenda propia para el desierto argentino

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Sobran argentinos, falta la argentinidad

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Convicciones

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Alineados por lo mediocre

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Ayer y hoy

http://restaurarg.blogspot.com/2022/04/ayer-y-hoy.html

 

Artículo publicado el 18/12/2022 en Restaurar, http://restaurarg.blogspot.com/2022/12/me-vuelvo-ilusionar.html.

LA GEOPOLÍTICA-CERO DE ARGENTINA EN SU MOMENTO MÁS ALARMANTE

Alberto Hutschenreuter*

Que un país con gran extensión terrestre, aérea y marítima no desarrolle, ni en ideas ni en actos, ninguno de los tres poderes para salvaguardar esos territorios, es una anomalía. Pero que, en paralelo a esta condición, cree, estimule o facilite sus hipótesis de conflicto, lo convierte en un caso único.

En buena medida es lo que sucede con Argentina, un actor que reúne condiciones de país-continente, posee múltiples recursos estratégicos, está ubicado a distancia de placas de tensión geopolítica, no atraviesa discordias intervecinales mayores, pero, por causas hasta hoy inexplicables, se ha ido convirtiendo en un país de geopolítica-cero, algo así como un actor que no solo ignora la importancia del factor político-territorial como oportunidad para construir poder nacional, pero también como peligro para los intereses nacionales, sino que despliega prácticas anti-geopolíticas, es decir, trata o encara hechos geopolíticos desde un lugar en el que acaba siendo «su propio enemigo».

Consideremos, entre otras, tres situaciones actuales: una interna, otra externa y, finalmente, una (más sujeta a eventualidades) que combina lo interno y externo.

En relación con la situación interna, desde hace tiempo la agrupación (autodenominada) Resistencia Ancestral Mapuche ha venido aumentando, tanto en reclamos como en actos de violencia, su proyección territorial en el sur del país, en la Patagonia; es decir, se trata de un pernicioso actor que despliega una ofensiva geopolítica (porque su propósito es étnico-político-territorial) en la que no trepida en avasallar la misma soberanía nacional con la que ni siquiera se identifica pues, más allá de su deliberadamente difusa identificación étnica, los mapuches son, como bien sostiene Carlos Manfroni, araucanos, es decir, de Araucanía, Chile, país donde también cometen violentos atropellos.

Esto último resulta pertinente para remarcar lo que en un reciente artículo advierte y aclara el experto Marcelo Javier de los Reyes, Director Ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales: (…) «“Resistencia Ancestral Mapuche”, organización que reivindica la existencia de un estado racial araucano en una parte de la Patagonia, región geográfica a la que muchas veces, erróneamente, se agrega el adjetivo “argentina”. Hay una sola Patagonia y es la ubicada en la Argentina. La zona lindera ubicada en Chile, debe ser llamada “Araucanía”».

En pocos términos, se trata de una agrupación que utiliza el terror para alcanzar sus propósitos. No obstante esta situación, el gobierno argentino no sólo no los combate como se debe combatir a todo agrupamiento terrorista, sino que despliega un enfoque complaciente y hasta connivente ante (o más apropiadamente con) el mismo, llegando incluso a desproteger a la misma población nacional frente a un peligro que tiene lugar dentro del propio territorio nacional, el que podría llegar a sufrir una fractura por parte del accionar de los sediciosos.

En otros términos, se trata de una amenaza o hipótesis de conflicto que no es considerada como tal por el Estado argentino. Peor todavía, el enfoque y la inacción del gobierno llevan a la más peligrosa situación en la que se puede encontrar un país: la de un gobierno convertido en principal hipótesis de conflicto.

En relación con la situación externa, recientemente la diputada nacional Mariana Zuvic se refirió, en términos de advertencia, a un proyecto de ley que impulsa el gobierno argentino, el que podría terminar beneficiando y afirmando intereses británicos en el Atlántico Sur. Básicamente, se trata de la creación de una zona marítima ictícola protegida situada en un área en disputa con el Reino Unido. Dicho proyecto cuenta con el «respaldo» de una organización no gubernamental, la Wildlife Conservation Society (con sede en Nueva York).

El riesgo radica en que se trata de una iniciativa que proporciona a Londres un justificativo para llevar adelante similares proyectos que, más allá del loable propósito, coadyuvarán a fortalecer su presencia en el Atlántico Sur, un océano aparentemente «quieto», pero en el que suceden numerosas y crecientes dinámicas relativas con la concentración de presencias, ambiciones y proyecciones de estados.

Hay que decir que no se trata de nada nuevo. Los actores preeminentes suelen promover iniciativas justas en relación con la salvaguarda del medio ambiente. Muchas veces lo hacen acompañados por entidades no gubernamentales, hecho que le proporciona más compromiso genuino a dicha acción. Y el Reino Unido ha sido y es uno de los más activos en esta forma sutil de proyección y afirmación de poder a escala global. Nada es más seductor que llevar adelante causas cuyo fin apuntan a crear conciencia en relación con la salvaguarda de «bienes pertenecientes a la humanidad».

Londres lo viene haciendo desde hace muchos años bajo la pátina de lo que denomina «diplomacia de la defensa», un atractivo enfoque y práctica que parece consagrar esfuerzos y capacidades nacionales en pos de un «mundo mejor». Pero dicha diplomacia no es más que una manifestación de poder blando o sutil cuyo fin no es otro que promover y proteger lo regular e inalterable para los actores preeminentes: sus intereses y su proyección de influencia y poder.

Todo ello se ve «facilitado» por una de las principales características de los países de geopolítica cero o de visión territorial estrecha: su creencia en valores que trascienden a los intereses nacionales, siendo el medio ambiente uno de los temas más sensibles en relación con dicha creencia.

Por último, la tercera situación (más eventual) combina cuestiones internas y externas.

Básicamente, implica a países altamente viables, pero que por diferentes causas tienen problemas estructurales para lograr un nivel aceptable de gobernabilidad, llegando a comprometer seriamente la estabilidad local. Pero desde el enfoque de actores poderosos, estados y organizaciones, el problema no se circunscribe solamente a «lo local» sino que va más allá, comprometiendo lo regional y lo mundial. Y ello implica un escenario que debe ser impedido; por tanto, tales países díscolos son considerados como sujetos que requieren asistencia para evitar la disrupción interna y, consecuentemente, problemas externos.

Tampoco aquí estamos frente a un nuevo tema, pues ya hubo situaciones de «soberanías condicionadas» en diferentes segmentos, particularmente en cuestiones que guardan relación con la protección del medio ambiente. Acaso lo novedoso y amenazador radica en el estado de desorden internacional, el muy bajo nivel del multilateralismo, las rivalidades en ascenso y la creciente primacía de los intereses nacionales. Es decir, un contexto adverso para aquellos estados con menguado o frágil poder nacional. Lo otro relativamente novedoso es la pluralización de las cuestiones pasibles de llegar a condicionar soberanías.

Se trata de una situación que es una encrucijada, pues no nos estamos refiriendo a hechos relativos como consecuencias de la globalización, o realidades como las que acontecen en la Unión Europea donde nadie es completamente soberano, o en el territorio digital, que cada vez más supone compartir soberanías. No nos referimos tampoco a lo que se conoce como «delegación de gobernanza». Nos referimos a situaciones en las que algunos países, como consecuencia de carecer de propósitos y estrategias que aseguren la gobernabilidad, no dispondrán de opciones para manejar su propia situación. En pocos términos, podríamos estar ad portas de una situación sin ambages entre «amos» y «vasallos», siendo estos últimos actores altamente viables y hasta (potencialmente desarrollados), no actores laterales y pequeños que prácticamente no pueden mantenerse per se.

A ello se suma la incertidumbre sobre el curso geoeconómico mundial en los años venideros y, frente a las demandas del nuevo industrialismo, la posibilidad de un posible nuevo ciclo de imperialismo de recursos.

Existen otras realidades en las que la condición de «reluctancia geopolítica» acaba por frustrar emprendimientos asociados a la construcción de poder internacional. Dicha condición implica la primacía de la ideología sobre el pragmatismo, una situación que se puede apreciar en el Mercosur, bloque que, precisamente por ello, ha quedado al mismo borde de la desintegración o, en el «menos peor» de los casos, de la existencia formal.

Es decir, el anti-enfoque geopolítico termina por licuar un emprendimiento geoeconómico necesario para lograr «masa crítica» regional, algo que vamos a necesitar no solo para lograr una inserción internacional, sino para comenzar a levantar la región de la irrelevancia estratégica en la que ha caído tras el vendaval de la COVID 19.

El siglo XXI hace tiempo que no da señales o perspectivas favorables en relación con la construcción de un orden internacional. Pero en cualquier caso, en desorden o en orden, la condición y relación jerárquica entre estados será cada vez más marcada. Para países de alta viabilidad y desarrollo, pero con serios problemas para lograr gobernabilidad, como es el caso de Argentina, la situación podría colocarlo en un lugar muy comprometido, quizá el más comprometido en su historia.

Asimismo, ante determinadas situaciones internas y externas, si el país no modifica su enfoque geopolítico también podría encontrarse en situaciones altamente comprometedoras.

Tarde o temprano, la historia castiga la frivolidad estratégica, advierte Henry Kissinger. Sin duda, pero mucho más y más pronto la historia se encarga de castigar la estulticia geopolítica.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL). Ha sido profesor en la UBA, en la Escuela Superior de Guerra Aérea y en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Miembro e investigador de la SAEEG. Su último libro, publicado por Almaluz en 2021, se titula “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”.

 

©2022-saeeg®

EL OBJETIVO FINAL

F. Javier Blasco*

Todo aquel que estudia, define, trabaja o aplica cualquier tipo de estrategia, sabe que en todas ellas siempre deben aparecer, claramente marcados y definidos, una serie de objetivos, esfuerzos, el punto decisivo también conocido como el centro de gravedad porque su dominio declina la balanza a su favor, derrumba las previsiones del adversario y da pie para, desde el mismo, se puedan lanzar los esfuerzos hacia el conocido como objetivo final con el que una vez tomado, con toda probabilidad, se pueda lograr la situación final deseada; objetivo este, que sin duda alguna marca, lo que se pretende lograr. Objetivo al que generalmente se llega ocupando y asegurando otros intermedios de menor trascendencia. Es de tal importancia que, aunque para el estratega esté bien claro desde el principio, puede presentarse a los demás bajo la apariencia de ser demasiado simple o contrariamente, demasiado complejo o recóndito. Inicialmente, muchas veces, no está bien definido como parte de una estratagema o porque, dado su interés, se trata de ocultar al adversario a base de añagazas, puras mentiras o disfrazando a otros objetivos, secundarios o menos importantes, como si fueran el perseguido, y así distraer y dispersar los esfuerzos del adversario por mantener su statu quo inicial o posición de ventaja.

La experiencia nos muestra muchas veces, que los buenos y mayormente, los intrépidos estrategas, consiguen tales objetivos mediante el devaneo y el ardid, negando clara y públicamente sus verdaderas intenciones para distraer o engañar al contrario y, al mismo tiempo, calmar las tensiones internas entre los integrantes de sus propias fuerzas que ven la maniobra como muy arriesgada o inalcanzable por ser muy costosa en esfuerzos o por estar fuera de lugar o de cualquier tipo de lógica.

Si echamos la vista atrás no hace muchos años, pudimos ver a un candidato Sánchez que negaba repetidas veces que nunca pactaría con Bildu, una persona que aseguraba no poder dormir por las noches si se aliaba con el líder de Podemos para formar gobierno, que prometía traer a España a los golpistas fugados y un endurecimiento de las penas por sedición para evitar todo tipo de golpismo en España.

Dichas cosas, francamente importantes y muy trascendentales como buen cebo, eran necesarias para ocultar sus verdaderas intenciones; sabía que no se podía presentar a la reelección enarbolando otro tipo de banderas, ninguna de ellas por mucho que tratara de justificar a priori; sería su perdición porque ya la simple sospecha de ello, previamente, le costó que se le expulsara de su partido político, cuando al PSOE, aún le quedaba un mínimo de dignidad y unas pocas cabezas allí encuadradas, que pensaban solo en España.

Mientras mentía a propios y extraños, ya estaba urdiendo sus rastreros y deleznables tejemanejes con todos aquellos personajillos para, juntos en un día no muy lejano, cuando calmara a sus huestes, engañara plenamente a la oposición y sus generales de campo cayeran en su trampa, poder llevar a efecto su asalto al objetivo final, que no era otro más que lograr el tremendo debilitamiento o la propia destrucción del Estado.

Sabía y conocía de sobra la perversidad de los pensamientos, ideas e intenciones de cada uno de dichos “socios”. No albergaba ni una sola duda de lo que serían capaces y de que sus grandes exigencias se las irían presentando poco a poco, a medida que fuera necesitando sus fétidos y podridos apoyos para seguir “gobernando” un barco al que él quiere llevar a la deriva en una mar enrabietada o a encallar en un macizo de rocas del que nunca se le pueda rescatar.

Solo había que urdir la forma para poder adormecer a una sociedad, la española, cada vez más alejada de sus sentimientos, de su propia forma de ser y de entender lo que ha sido, es y debe seguir siendo España, enarbolando una democracia incipiente basada en una decente Constitución a la que hay que defender a toda costa y salvarla de todo tipo de embates adversos que pretendan debilitarla, mancillarla y llevarla a la irrelevancia de un país bananero, sin principios, con las libertades básicas recortadas y donde ni siquiera la libertad de opinión y de prensa sea reconocidas y defendidas con energía y decisión cómo valores o principios fundamentales de nuestra convivencia.

Había que enturbiar la mente de un pueblo ávido de “soluciones simples y limpias” para lo que nada mejor que enfurecerle con el certero y no totalmente cierto engaño de la corrupción llevada a cabo recientemente por despóticos políticos que se habían enriquecido a costa de la confianza depositada en ellos por los escaldados españoles cuando estaban hartos de ver tanta corruptela, desvaríos y desgobierno en etapas previas.

La mejor manera para ello, era presentarse como el adalid de la limpieza o la pureza política y aquel que llevará a cabo todo tipo de medidas para atacar y desterrar lo sucio para siempre. Para ello, era preciso contar con manos libres y ofrecer al mismo tiempo plenas garantías de que todo aquello negro y despreciable que ya empezaba a barruntar sobre el horizonte, era pura mentira, elucubraciones y que nunca iba a suceder.

Los pasos iniciales deberían ser cautos y casi secretos para no alertar a nadie, mientras las podridas alianzas iban avanzando a paso firme, había que enfurecer y degradar a la oposición para presentarla como el ejemplo negacionista que nunca facilitaría la labor de limpieza que necesitaba España y por lo tanto, debido a la debilidad numérica en escaños del partido del gobierno, no tenía más remedio que tomar la “obligada” senda de una especie de pactos que se iniciaron con un ignominioso abrazo y que, a estas fechas, todos sabemos hasta donde han llegado, aunque mucho me temo, que no es el final de esta triste historia, sino, que estamos en un paso intermedio, ya que pronto conoceremos que habrá más.

La sed de aberrantes peticiones rocambolescas —a modo de objetivos intermedios— por parte de los partidos claramente declarados enemigos de España, para que Sánchez se mantenga en su desprestigiada poltrona, es inagotable. Los escándalos que su concesión provocan, son rápidamente aplacados por otros escándalos más grandes si cabe. Es muy difícil mantener un guion de protesta y denuncia porque son tantos los embrollos y aparecen tan rápidamente, que ni el ciudadano ni el político que se sienta en la bancada opuesta es capaz de asimilar, estudiar y desmenuzar adecuadamente.

Es tanta la rapidez en legislar de forma exprés e “inusual en condiciones normales”, que los errores de bulto que se están ocasionando ya empiezan a ser grandes, notorios y muy difíciles o imposibles de arreglar; pero la aparente debilidad de los oponentes, la separación de ideario e intereses entre ellos y el claro afán por sobrevivir de todos a solas, sin ser catalogados cómo lacayos o mamporreros del principal partido de la oposición, hace que los esfuerzos por denunciarlos a la opinión pública sean fútiles o banales y no lleguen a todo aquel español de buena cepa a los que deberían llegar. Los españoles están confundidos y despistados, no hay otra forma de explicar la situación que vivimos.

Entre otros muchos e importantes objetivos intermedios logrados se encuentran: el dominio de los principales medios de comunicación estatales o no; el favoritismo de la prensa con dadivas o subvenciones a base de contratos propagandísticos y otro tipo de apoyos o subvenciones; provocar la división entre los partidos de la oposición; el ataque y toma de los escalones o actores principales del Poder Judicial (Fiscalía General, Abogacía del Estado, Consejo de Estado, una ya larga serie de tribunales nacionales o regionales y el ostracismo al que se tiene sometido durante años tanto al Consejo del Poder General y al propio Tribunal Constitucional); expulsar a la Guardia Civil de Navarra sin pestañear y, por último, llenar —sin escatimar en nada— al pueblo español de todo tipo de regalías de pequeña monta, que no sirven de mucho, pero que les convence y alegra cómo si fueran niños a los que se les regalan caramelos a las puertas del colegio.

Con todo ello en pleno vigor y efervescencia, el éxito está más que asegurado; sobre todo, si la oposición ha estado jugando como “niñatos” tanto entre ellos, como también internamente con protagonismos fuera de lugar y sin una clara línea de acción.

Estamos, como ya dije antes, ante una situación insostenible, pero el papel, la propaganda intencionada y la mentira bien explicada o justificada con argumentos falaces lo aguantan todo. Cualquier cosa se presenta como un hecho consumado y que, además, es totalmente necesario por el bien general de España, mientras la oposición va a su bola, sin entrar a matar de forma eficaz en aquellos puntos o decisiones fundamentales para la seguridad del Estado.

Dada la escasa reacción del pueblo llano y de los partidos políticos —que de verdad deben pensar en España— a tanto desmán legislativo reciente o a punto de llegar como la Ley del “Si es si”, la abolición del delito de Sedición o que la Malversación sea una cosa a la carta dependiendo de quien la ponga en práctica y todo ello con una clara razón por mantener el trasero del presidente sentado en su sillón.

Ante esta apabullante y creciente situación de desvergüenza, me arriesgo a decir que los siguientes pasos a dar serán la desaparición del delito de Rebelión y que, de una forma u otra, se suprima o modifique el contenido y aplicación del Artículo 155 de nuestra Constitución, últimos bastiones en los que todavía se basa la defensa del Estado.

Cuando esto ocurra, si es que ocurre y no lo remediamos ANTES con nuestro voto unido y potente, se habrá alcanzado el enunciado objetivo final, tan buscado por Sánchez como por todos sus secuaces, asesores y colaboradores.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.