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POLONIA. A 40 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL MOVIMIENTO SOLIDARIDAD.

Marcelo Javier de los Reyes*

Lech Wałęsa y el Movimiento Solidaridad

Introducción

Se suele considerar que el fin de la Guerra Fría se produjo cuando los alemanes derrumbaron el Muro de Berlín en 1989 o con la implosión de la Unión Soviética entre 1991 y 1992. Varios hechos previos fueron llevando hacia ese proceso, entre ellos la fundación del movimiento sindical Solidaridad en Polonia, responsable en buena medida de la crisis del sistema en el bloque socialista, crisis que ya acumulaba serias dificultades económicas. Por ese entonces, la suerte de Polonia estaba atada al destino de la Unión Soviética.

Las reformas iniciadas por Yuri Andropov

Moshe Lewin dice que cuando Yuri Andropov —quien fuera jefe de la KGB entre 1967 y 1982— asumió, en noviembre de 1982, tenía la convicción de que “la brecha entre las necesidades crecientes y medios en constante disminución (incluidos los recursos intelectuales de los dirigentes) no hacía más que agrandarse” tanto en términos económicos como políticos[1]. Según Lewin, Yuri Andropov y Alexis Kosyguin sabían que el sistema estaba enfermo pero se precisaba que los dirigentes se convencieran de ello. Habían heredado una Unión Soviética sometida a un serio estancamiento y superada en casi todos los sectores por los Estados Unidos. También imperaba la corrupción que involucraba a altos dirigentes del Partido Comunista.

Andropov consideraba la necesidad de implementar reformas radicales para reconstruir el sistema y dotarlo de vitalidad. Su intención era restaurar la disciplina en el ámbito laboral y reeducar a las elites. Para ello se formaron comisiones, se realizaron purgas en el aparato del partido, procuró mejorar la situación de las ciencias sociales, acelerar el progreso científico y técnico y que las fábricas trabajasen “sobre la base de un completo autofinanciamiento”.

Entre sus objetivos estaba cambiar la “designación” por una verdadera “elección” dentro de las estructuras partidarias y esto conmocionó a los dirigentes. Andropov, que estaba muy enfermo, no tuvo tiempo para las reformas porque murió en 1984 y su sucesor, Constantin Chernenko, comprometido con el viejo esquema no continuó con ellas. Chernenko gobernó durante trece meses y a su muerte fue elegido Mikahil Gorbachov. Pero la situación en Polonia comenzó a tomar otro rumbo el mismo año en que falleció Alexis Kosyguin, quien debió retirarse de su cargo de Presidente del Consejo de Ministros por cuestiones de salud dos meses antes de su fallecimiento, el 18 de diciembre de 1980.

El movimiento Solidaridad emergió en el contexto de la crisis soviética

Cuando Kruschev abandonó el poder en 1964 lo sucedió el ingeniero Leonid Breznev quien estuvo en su cargo hasta su muerte en 1982. Con respecto a la política exterior favoreció la distensión con Occidente y el desarme nuclear. Paralelamente se desarrolló una expansión del imperio soviético, lo que precisó de un incremento del presupuesto de defensa a partir de 1965, permitiéndole a la URSS alcanzar el rango de potencia global, es decir, de poder desplazar su marina de guerra a cualquier parte del planeta. Ya hacia mediados de la década de 1960 el bloque socialista comenzaba a mostrar algunos obstáculos económicos y debía enfrentar dos grandes problemas a vencer: aumentar el número de productos y mejorar su calidad Eso motivó que se pusieran en práctica algunas reformas[2].

Hacia el final de la era Breznev los gastos militares se incrementaron con motivo de la ocupación de Afganistán, lo que implicó un mayor deterioro en una economía estancada, generando hacia 1982 que, por primera vez desde la guerra, los ingresos reales de la población dejaran de aumentar y se paralizara el desarrollo. Esta situación también influyó sobre la moral de la población.

Lo que está claro es que en la Unión Soviética hubo informes de la crisis por la que atravesaba el país, los cuales no trascendieron fuera de sus fronteras y por eso es que la implosión en 1991/92 sorprendió al mundo.

A principios de la década del 70, Polonia (siendo primer secretario del Partido Obrero Unificado Polaco – POUP, Edward Gierek, crítico con la fracción más cercana a Moscú del partido en el gobierno) vivía un período de “prosperidad” gracias a que los créditos extranjeros —más precisamente de Occidente— permitieron que las tiendas estuvieran llenas de mercaderías, se crearan nuevas industrias y que el nivel de vida de los polacos subiera, pero el 25 de junio de 1976 se produjo la primera crisis con los motines en Radom y Ursus, una ola de huelgas y manifestaciones callejeras en las que alrededor de 70.000 u 80.000 personas protestaron en, al menos, 90 lugares de trabajo en 24 provincias polacas. En la víspera el primer ministro Piotr Jaroszewicz había anunciado un aumento drástico en los precios de muchos productos alimenticios —incluyendo carne y pescado en un 69%, un 64% en los lácteos, un 150% el arroz y un 90% el azúcar. El primer ministro introdujo el aumento como un proyecto pero la gente sabía que esto no era así y que la consulta pública anunciada era una ficción[3]. De tal modo que la época próspera llegaba a su fin, la deuda externa crecía, se produjo una caída de los ingresos reales de la población, la que además estaba siendo afectada por un desabastecimiento.

Como producto de esta crisis se incrementaron las huelgas y las protestas de los trabajadores y se creó el Comité de Defensa de los Obreros, (KOR) y otras organizaciones opositoras ilegales y la Iglesia comenzaron a tomar cierto protagonismo canalizando las necesidades sociales más acuciantes. Las protestas se multiplicaron hasta llegar a la huelga general cerrando de esta manera el período de Edward Gierek, quien intentó realizar un cambio potenciando el consumo con el lema de “Construyamos la Segunda Polonia”.

En 1980 se produjo una nueva subida de precios que provocó una fuerte reacción de los trabajadores. Fue el momento en que en Gdansk los obreros crearon un Comité de Huelga Interempresarial pero que no fue respondido por la fuerza desde el gobierno como en los casos anteriores. De esta coyuntura emergió una organización sindical independiente: NSZZ Solidarność (“Solidaridad”), encabezada por Lech Wałęsa. Edward Gierek fue obligado a dimitir y reemplazado primero por Stanislaw Kania y luego, a partir del octubre de 1981, por el general Wojciech Jaruzelski. Cabe recordar que en 1978 el Cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla, había sido elegido Papa y que en 1979 realizó su viaje-peregrinación a Polonia como Juan Pablo II, lo que insufló un nuevo aliento a los movimientos de oposición, en especial para “Solidaridad”. La visita de Juan Pablo II fue relevante en dos sentidos: en la renovación religiosa y en el reforzamiento de la conciencia ciudadana de los polacos.

“Solidaridad” se transformó rápidamente en un movimiento social que aglutinó a más de nueve millones de miembros, incluyendo un considerable número de afiliados al mismo partido comunista. Este movimiento sindical no tenía un objetivo político revolucionario, gozaba de un amplio apoyo de fuerzas políticas y sindicales de Occidente así como también de la Iglesia polaca y del Vaticano. Como movimiento social transformó la realidad política de Polonia y también provocó que se reflejaran en él otros movimientos de oposición del bloque comunista. En este contexto no habría sido casual que en 1980 le otorgaran el Premio Nobel de literatura a Czeslaw Milosz, un poeta polaco exiliado.

Por su parte la Unión Soviética presionaba para restablecer el orden en Polonia y como resultado de ello asumió el general Wojciech Jaruzelski quien declaró el estado de guerra (13 de diciembre de 1981) e impuso la ley marcial, que estuvo vigente hasta julio de 1983. El ejército utilizó la fuerza para poner fin a las huelgas, lo que provocó la muerte de varios mineros como consecuencia de la represión, mientras que otros activistas fueron encarcelados o tuvieron que emigrar. Sin embargo la crisis económica continuó y la resistencia social fue incrementándose. Juan Pablo II retornó a Polonia en 1983, en 1987 y en 1991 (en dos oportunidades). Durante su pontificado, Juan Pablo II realizó nueve visitas a Polonia, siendo la última en 2002. Cabe destacar que Lech Wałęsa, líder de “Solidaridad”, recibió el Premio Nobel de la Paz.

Pese a las presiones del gobierno, “Solidaridad” continuó con su lucha publicando boletines y hojas informativas con el respaldo de la Iglesia, logrando en 1988 iniciar las conversaciones con el gobierno y con los representantes del POUP. En el invierno de 1989, como resultado de las negociaciones denominadas de la “Mesa Redonda” se firmó un acuerdo que estableció las elecciones a la Cámara de los Diputados y al Senado.

Las elecciones del 4 de junio de 1989 dieron la victoria a “Solidaridad”. Aunque la Dieta eligió al general Jaruzelski como presidente, el 24 de agosto de 1989 asumió como primer ministro Tadeusz Mazowiecki, quien fue jefe del grupo de consejeros del Comité de Huelga en Gdansk en 1980. El 29 de diciembre de 1989 la Dieta cambió la Constitución y el nombre oficial del Estado. La “República Popular de Polonia” comenzó a denominarse “República de Polonia” conocida como la “III República”.

Año 2000. La bandera de la OTAN junto a la de Polonia en la sede del gobierno en Varsovia. Foto: Marcelo Javier de los Reyes.

Algunas reflexiones finales

Los hechos de Polonia son muy significativos porque fueron el inicio del proceso de desintegración del bloque comunista y el fin del orden impuesto en la conferencia de Yalta. Del mismo modo debe tenerse en cuenta que la transición hacia la democracia pudo realizarse en forma pacífica gracias a que en la Unión Soviética se había producido un cambio generacional en la dirigencia, la cual comenzó a trabajar en un programa de reformas que incluían una apertura política y económica hacia el resto del mundo.

Finalmente, debe destacarse que Solidaridad significó verdaderamente una revolución obrera, pues nació de un sindicato, a diferencia de la Revolución Bolchevique que se vistió con el ropaje de los trabajadores.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] Citado por Marcelo Javier de los Reyes. “De Gorbachov al espacio postsoviético”. Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo (CEID), 15/03/2010, <http://www.ceid.edu.ar/biblioteca/2010/de_los_reyes_marcelo_javier_de_gorbachov_al_espacio_postsovietico.pdf>. Moshe Lewin. Le siècle soviétique. Paris: Fayard, 2003, 526 p.

[2] Fikriat Tabeev et al. Planificación del socialismo. Barcelona: Oikos-Tau S.A. Ediciones, 1968, 216 p.

[3] Andrzej Wroński. “Czerwiec 1976 – Radom, Płock, Ursus”. Niezalezna (Polonia), 25/06/2016, <http://niezalezna.pl/82390-czerwiec-1976-radom-plock-ursus>, [consulta: 27/12/2017].

 

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17 DE AGOSTO

“San Martín en Boulogne-Sur-Mer” por Antonio Alice (1886-1943)

La anécdota de don José de San Martín reprendiendo a su yerno por no dejar a su hija jugar con las medallas de sus condecoraciones indica claramente qué valor concedía él a los honores, casi con un eco de Camoëns y su

mejor es merecerlos sin tenerlos

que poseerlos sin merecerlos.

Y hoy que tanta vocinglera alharaca se organiza en defensa presunta de la dignidad de la mujer, recordar el epitafio que elige para despedir a Remeditos:

mi amiga.

Tanta nobleza, liberalidad y generosidad, como la manifiesta en su correspondencia con el pretencioso Bolívar (cuyo retrato pidió a su nieta, la que jugaba con las medallas, que le copiara de una miniatura que le había pedido en Guayaquil), previo a su exilio para no mezclarse con las luchas mezquinas que desgarraban el continente que había contribuido singular y paladinamente a liberar, su elección de Francia para ese retiro —y no la pérfida Albión que sí recibirá encantada a Rozas cuando llegue el momento—, su intento de obtener la aquiescencia de un español de estirpe real para gobernarnos, convicción monárquica compartida con otro inmarcesible, don Manuel Belgrano, sólo que éste, adelantándose como en tantos otros aspectos a su tiempo, propone revivir la dinastía inca. Todo para que fuera lo mejor para todos:

no es para mal de ninguno

sino para bien de todos.

concluirá su epopeya años después don José Hernández.

Y estudia en París guitarra con Fernando Sor, y recibe a un don Juan Bautista Alberdi en casa de Guerrico que antes de serle presentado describe su voz desde el vestíbulo como la resonancia de un clarín de libertad.

Parafraseando a don Jorge Luis Borges:

Lo que se cifra en un hombre.

Recordémoslo y honremos su memoria siendo dignos de ella.

 

Juan José Santander* 

* Diplomático retirado. Fue Encargado de Negocios de la Embajada de la República Argentina en Marruecos (1998 a 2006). Ex funcionario diplomático en diversos países árabes. Condecorado con el Wissam Alauita de la Orden del Comendador, por el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, M. Benaissa en noviembre de 2006). Miembro del CEID. 

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28 DE JULIO, INDEPENDENCIA DEL PERÚ.

Marcelo Javier de los Reyes*

Somos libres, seámoslo siempre

y antes niegue sus luces el Sol,

que faltemos al voto solemne

que la Patria al Eterno elevó.

Himno Nacional del Perú (Coro)

 

Se conmemoran hoy 199 años de la Independencia de la hermana República del Perú, la que tuvo lugar por determinados hechos fortuitos pero principalmente por la convicción de numerosos ciudadanos que, en aquellos tiempos, no se hallaban separados por fronteras sino que se que consideraban sencillamente americanos.

La guerra en el sur de América tuvo su primer escalón en el triunfo en el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813), en la que el general José de San Martín derrotó a una fuerza realista que duplicaba su cantidad de hombres.

Tras las derrotas sufridas en Vilcapugio (1º de octubre de 1813) y en Ayohuma (13 de noviembre de 1813) el general Manuel Belgrano renunció a la comandancia del Ejército del Norte. San Martín asumió como jefe y reorganizó los restos de esas fuerzas pero con la certeza de que sería improbable alcanzar el éxito intentando atravesar el Alto Perú. Ante esto consideró necesario formar un ejército al pie de los Andes para marchar sobre Chile para enfrentar a los españoles del otro lado de la cordillera y desde allí dirigirse al Perú, ya que estaba convencido de que hasta que las fuerzas americanas no entraran en Lima, la guerra no se acabaría.

El 10 de enero de 1814, San Martín fue nombrado gobernador-intendente de la provincia de Cuyo, donde organizó silenciosamente el Ejército de los Andes con escasez de recursos pero con una gran labor y con la donación de las joyas de las mujeres de Mendoza.

Mientras San Martín preparaba sus tropas, en el este el escenario de la guerra se complicaba por la presión de las fuerzas españolas pero gracias a la intervención del general José Rondeau y del almirante Guillermo Brown, la ciudad y el puerto de Montevideo quedaron liberados de la dominación española. Pero Rondeau fue despojado de esa victoria por los manejos políticos del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Gervasio de Posadas, quien nombró en reemplazo de Rondeau a su sobrino Carlos María de Alvear, cuando la suerte ya estaba echada en favor del substituido.

Los tiempos se acortaban por lo que San Martín llamó a poner fin, definitivamente, con el vínculo colonial, por lo que se dirigió a los diputados reunidos en el Congreso de Tucumán para que declararan la independencia de las Provincias, la cual se proclamó el 9 de julio de 1816.

Luego de la derrota en la batalla de Rancagua (1-2 de octubre de 1814), los líderes emancipadores, al mando de Bernardo O’Higgins, cruzaron los Andes y se establecieron en Mendoza, sumándose al Ejército de los Andes para dar comienzo a la reconquista del territorio.

Proclamada la independencia de las Provincias Unidas, San Martín se sintió en libertad de emprender el cruce de los Andes al frente de su ejército, al que se sumaron los hombres de Bernardo O’Higgins.

El Ejército de los Andes partió el 5 de enero de 1817 desde el campamento de El Plumerillo dividido en dos cuerpos, uno que atravesó los Andes a través del Paso de los Patos —formado por tres columnas al mando respectivo de Miguel Estanislao Soler (vanguardia), San Martín y O’Higgins, ambos con la reserva a una jornada de distancia— y otro a través de Uspallata —al mando de Juan Gregorio de Las Heras, seguido a dos días de distancia por Luis Beltrán con el parque y la artillería—.

Las fuerzas principales se reagruparon al otro lado de los Andes entre el 6 y el 8 de febrero. El 12 de febrero San Martín obtuvo su primer triunfo en la batalla de Chacabuco, pero la suerte no lo acompañó en Cancha Rayada (18 de marzo de 1818), hasta que la victoria en Maipú o Maipo —particularmente sangrienta—, el 5 de abril de 1818, selló la independencia de Chile, que era uno de los eslabones del Plan Continental ideado por San Martín. A esas alturas, los realistas del Perú se persuadieron de que era infructuoso seguir enviando tropas para reconquistar Chile.

Liberado Chile durante la campaña de 1817 y 1818, el objetivo era llegar a Lima.

Con la ayuda de Lord Thomas Cochrane, contratado por el gobierno de Chile la empresa podía llevarse a cabo por mar hasta Perú. Entre 1819 y 1820 incursionó por las costas del Perú y de Quito, las cuales habían sido ya exploradas por el almirante Guillermo Brown como corsario en los años 1815 y 1816.

En febrero de 1820, Cochrane tomó Valdivia, que era un puerto y fortaleza realista en el extremo sur de Chile, pero fracasó en la toma de Chiloé. No obstante, esta campaña le permitió sumar nuevas unidades capturadas al enemigo.

El 5 de febrero se celebró un acuerdo argentino-chileno con el objetivo de llevar la liberación a Perú, en el marco de un escenario complejo en Buenos Aires. San Martín se rehusó a involucrarse en una guerra civil y continuó con sus planes.

Cochrane embarcó a las tropas en Chile y las transportó hasta la costa del Perú, lo que llevó al virrey español, José de la Serna, a abandonar Lima y encontrar refugio en las montañas.

La decisión del general San Martín de reconsiderar la ruta hacia el Perú y de optar por una expedición anfibia para darle el golpe de gracia al núcleo del poder mostró el acierto de su estrategia.

El 28 de julio de 1821, el libertador José de San Martín proclamó la Independencia del Perú, primero, ante una multitud reunida en la Plaza Mayor de Lima, luego en la plazuela de La Merced y después en la plaza Santa Ana, frente al Convento de los Descalzos. Finalmente lo hizo en la plaza de la Inquisición (hoy plaza Bolívar). Según testigos de la época, presenciaron la ceremonia más o menos 16.000 personas. El libertador con una recién creada bandera peruana en la mano, exclamó:

Desde este momento el Perú es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria!, ¡Viva la libertad!, ¡Viva la independencia! 

 

Bibliografía

Beyhaut, Gustavo y Hélène. América Latina III. De la independencia a la segunda guerra mundial. Madrid: Siglo Veintiuno de España Editores, 1999.

Halperin Donghi. Tulio. De la revolución de independencia a la confederación rosista. Buenos Aires: Paidós, 1980.

Municipalidad de Miraflores, Perú, <https://www.miraflores.gob.pe/>.

Rivaneira Carlés, Raúl. Nuestros próceres I. Buenos Aires: Liding S.A., 1979.

 

* Licenciado en Historia  (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales, (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires, Editorial Almaluz, 2019.

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