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LOS BRICS Y EURASIA DEJAN SU HUELLA

Roberto Mansilla Blanco*

Los últimos acontecimientos en la polarizada Europa y el convulsionado Oriente Próximo están descifrando algunas de las claves geopolíticas que observaremos con mayor intensidad en los próximos años. Entre ellas destaca el cambio estructural de poder que se va definiendo cada vez más a favor de Asia y el corredor euroasiático.

Bajo un contexto simultáneo de tensiones militares con la ofensiva ucraniana en Kursk y de los avances rusos en el Donbás, India y China impulsaron sendas iniciativas de negociación tendientes a buscar una salida al estancado conflicto ucraniano. Con la mirada igualmente puesta en las elecciones presidenciales estadounidenses, en agosto pasado el presidente indio Narendra Modi visitó Kiev toda vez el primer ministro chino Li Qiang estuvo en Moscú.

Resulta significativo que sean dos miembros de los BRICS como India y China (al mismo tiempo dos potencias nucleares que mantienen rivalidades geopolíticas y militares con reclamaciones fronterizas incluidas) los únicos con capacidad para impulsar iniciativas de negociación en la guerra ruso-ucraniana. Una expectativa de negociación que no se observa ni en Washington ni por parte de sus aliados «atlantistas» en la OTAN y en la UE, mucho más enfocados en «solucionar» el conflicto por la vía militar, pasando éste por asestar una derrota «humillante» para Rusia que, a todas luces, se ve claramente incierta a estas alturas.

Incluso este «atlantismo-europeísta» observa reveses electorales derivados de su intransigente política pro-ucraniana, tal y como se verificó con el histórico avance de la extrema derecha de Alternativa por Alemania (AfD) en los recientes comicios regionales en Turingia y Sajonia. Por cierto, el presidente Joseph Biden y el canciller alemán Olaf Schölz habrían acordado para 2025 el despliegue de armamento nuclear en territorio alemán, una medida claramente disuasiva contra Rusia que rompe por completo el equilibrio nuclear desde el final de la II Guerra Mundial.

Toda vez que EEUU está casi absolutamente concentrado en sus elecciones presidenciales de noviembre próximo, es patente la falta de iniciativa de Washington para intentar reconducir los conflictos globales. El pulso electoral Trump-Harris gana en decibelios toda vez la escalada de tensiones militares entre Israel e Irán en Oriente Próximo alcanza ahora al Líbano, con los ataques israelíes contra posiciones del grupo islamista Hizbulá.

Como coletazo de última hora determinado por las expectativas electorales de apuntalar el camino de Harris hacia la Casa Blanca, la administración Biden anunció un ultimátum a Israel y Hamás para alcanzar un alto al fuego que, en ningún momento, implica sanción alguna contra la masacre en directo que lleva a cabo en Gaza un Netanyahu que vuelve a observar protestas internas pidiendo un alto al fuego con Hamás. A comienzos de agosto, en clara maniobra disuasiva contra Teherán, Biden anunció el envío al Golfo Pérsico de buques de guerra y portaaviones. Paralelamente, la OTAN abrió la veda para el envío a Ucrania de los F-16 con la expectativa (por cierto poco realista) de quebrar la superioridad militar aérea rusa.

Volviendo a los BRICS, este organismo multilateral que cobró un inesperado impulso con la guerra de Ucrania avanza en el diseño de una nueva arquitectura financiera que implique el final del predominio del dólar. Rusia, uno de los principales productores en materias primas como petróleo, gas natural y minerales, busca fortalecer sus lazos vía BRICS con la perspectiva de mantener una especie de salvavidas financiero ante cualquier eventualidad dentro de las tensiones permanentes con Occidente.

Los BRICS, que comenzó 2024 con una audaz ampliación de miembros como Arabia Saudí, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía, recibe ahora una nueva solicitud de admisión por parte de otra potencia euroasiática, Turquía, estratégico miembro de la OTAN pero que debe navegar toda serie de equilibrios mientras adopta una política autónoma que se aleja de los imperativos geopolíticos occidentales.

Con estas cartas en la mesa, India y China trazan iniciativas paralelas para posicionarse como los actores geopolíticos que marcan la línea de este siglo. Pero esto no es sólo en perceptible Ucrania y Oriente Próximo. Otro de los miembros principales de los BRICS, Brasil, impulsa junto a México y Colombia una mediación para solucionar una crisis postelectoral en Venezuela que amenaza con aumentar las tensiones internas y regionales y cuyas expectativas de éxito son escasamente previsibles tomando en cuenta el reforzamiento del autoritarismo y la represión por parte del presidente Nicolás Maduro. En 2023, otro miembro de los BRICS, Sudáfrica, casi en conjunto con su socio brasileño, impulsó una iniciativa de negociación en Ucrania que, pese al beneplácito de Beijing y Moscú, fue claramente neutralizada por Washington y el eje atlantista.

La revitalización del eje euroasiático y de los BRICS implica para un Occidente cada vez menos hegemónico la necesidad de quebrar internamente su cohesión, atizando las rivalidades sino-indias que comienzan también a verificarse ante las recientes tensiones militares en el espacio aéreo entre China y Japón, todo esto sin desestimar la creciente cooperación militar entre India y Japón que obviamente implica a Beijing y abre un nuevo equilibrio de poder en Asia. Con anterioridad, Occidente propició esas expectativas de quiebra interna dentro de los BRICS alentando al presidente argentino Javier Milei a no ingresar en ese organismo, asegurando así el regreso argentino al eje atlantista-occidental ampliado con las simpatías del propio Milei con Israel.

Paralelamente, Beijing remodela su iniciativa geopolítica de las Rutas de la Seda que, como señala el analista Emir Sader en un reciente artículo, reivindica ese peso histórico que Eurasia tuvo antes de la aparición de un hegemón occidental que hoy apuesta claramente por el militarismo a ultranza por encima de la negociación y el diálogo.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE UU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Este artículo fue publicado en versión original en idioma gallego en https://www.novasdoeixoatlantico.com/os-brics-e-eurasia-marcan-a-sua-pegada-roberto-mansilla-blanco/

UN ACERCAMIENTO A LA POLÍTICA INTERNA Y EXTERNA DE BANGLADESH

Julio F. Sotés Morales*

Foto: Ahadul Karim Khan / Dhaka Tribune.

Introducción

Con el desplazamiento del centro de la economía y geopolítica mundiales de la zona del Atlántico hacia el área del Indo-Pacífico, tanto los países asiáticos como los pequeños Estados insulares del océano Pacífico han adquirido una relevancia que antes no poseían. En este sentido, la cuenca del océano Índico adquiere una importancia estratégica para las potencias mundiales y regionales que intervienen en el proceso de mantenimiento y reconfiguración de alianzas a la luz de la rivalidad estratégica fundamental que define la transición intersistémica actual: la confrontación entre China y Estados Unidos. Los países del Sur y sudeste de Asia por el dinamismo económico que han experimentado en los últimos años están llamados a desempeñar un rol destacado tanto en la configuración de actores de un sistema multipolar emergen como en el surgimiento de nuevos mecanismos económicos, políticos y de integración.

Cuando más del 90% del comercio mundial se realiza empleando las rutas marítimas, el océano Índico se ha convertido en el núcleo de dicha actividad. Esta zona constituye el centro de las principales rutas comerciales y de transporte energético, así como de los principales corredores de vías de comunicación neurálgicas para el desarrollo de potencias como China (RPCh), India, Japón, los países europeos, Estados Unidos (EE.UU.) y los propios países del sudeste asiático que dependen de tal volumen de tráfico. En este sentido, Bangladesh ha escalado progresivamente como un país al que varias potencias regionales y globales han prestado atención debido a su privilegiada posición geográfica y potencialidades en el aspecto geopolítico.

A la luz de las recientes protestas internas de estudiantes bangladesíes debido al sistema de cuotas gubernamentales de ubicación laboral, Bangladesh ha vuelto a ubicarse dentro de los principales titulares a escala mundial. Con ello, también se ha suscitado un mayor interés en comprender como un Estado pequeño y fronterizo con India y China, es capaz de rebasar las trabas económicas para convertirse para 2035 en una nación de ingresos medios y en una de las 25 mayores economías del mundo. A la situación interna actual de Bangladesh y a la comprensión del porqué este `país constituye actualmente uno de los focos de interés de Occidente, India y China, es que se dedica el presente análisis.

Breve panorama interno de Bangladesh

El surgimiento de Bangladesh como Estado independiente está estrechamente ligado con el proceso de partición, creación y conflictividad entre India y Pakistán. La división del Virreinato de la India perteneciente al antiguo Imperio británico en dos Estados bajo el concepto étnico-religioso conllevó a que Pakistán, de mayoría musulmana también quedara dividido en dos territorios: Pakistán Occidental con su capital en Islamabad, y Pakistán Oriental con el centro en Dhaka (Daca). La unión de estas dos regiones bajo el dominio de un solo gobierno radicado en la zona occidental y hacia la cual se derivaban todos los beneficios económicos, políticos y sociales, determinó que para 1971 la situación a lo interno del área oriental se hiciera insostenible y se radicalizara en torno a un proceso nacionalista que desembocó en una guerra civil con la posterior independización de dicho territorio y la creación del Estado de Bangladesh.

El rechazo a las exigencias de autonomía para Pakistán Oriental, la imposición del urdu como lengua oficial en detrimento del bengalí como idioma predominante en la región y las diferencias en cuanto a desarrollo y atención de los recursos por parte del gobierno central conllevaron al inicio de la Guerra de Liberación de Bangladesh. La agresión armada pakistaní, la cercanía con el territorio indio y la crisis migratoria que este conflicto provocó, incitó la intervención armada de la India en la guerra de independencia bangladesí, en lo que comúnmente se denomina como la tercera guerra indo-pakistaní de 1971. Con la instauración de un gobierno parlamentario en el que el primer ministro ostentaba el poder real dentro del país, Bangladesh inició su independencia que se vio truncada hasta los comienzos de la década de 1990 por golpes de Estados, contragolpes de Estados, inestabilidad política, violencia y pobreza social y dictaduras militares.

La progresiva transformación del sistema político del país hacia una alternancia cíclica entre las dos principales fuerzas dominantes del país: la Liga Awami (LA) y el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP) ha conducido al país hacia un proceso de polarización política profunda. Con la consolidación en el poder de la primera ministra Sheikh Hasina, líder de LA, consolidó la transición del país hacia un sistema político de partido dominante al sumar 5 años a los 15 que ya ostentaba a cargo del gobierno nacional. Las últimas elecciones parlamentarias celebradas en enero de 2024 se caracterizaron por una victoria de LA frente a sus contrincantes, controlando el 74% de los escaños parlamentarios y garantizando su cuarta victoria consecutiva. Las alegaciones de fraudes electorales, el empleo de métodos autoritarios y persecuciones políticas a los militantes del BNP, un férreo control gubernamental de los mecanismos electorales y propagandísticos y una asistencia a las urnas de alrededor de un 40% del total de votantes, ha sido el panorama predominante en Bangladesh desde que en el año 2009 Hasina asumió el poder político.

«Si bien el largo reinado de la Liga Awami de Bangladesh bajo la dirección de la primera ministra Sheikh Hasina puede simbolizar estabilidad para algunos, también refleja la fragilidad de la gobernanza democrática y el espectro del autoritarismo de partido único que se cierne sobre la nación[1]. Desde la instauración de la democracia en 1991, y como rezago de los regímenes militares que dominaron el país entre 1977 y 1990, Bangladesh continúa presentando un problema de identidad nacional con respecto a la religión. La oscilación entre el secularismo instaurado en 1971 y el islam como religión mayoritaria y oficial desde 1988, ha provocado una polarización no solo a nivel social, sino que se ha reflejado a nivel de partidos políticos.

La lucha constante entre estas dos fuerzas es evidente en la política y las políticas de Bangladesh. La Liga Awami, que gobierna el país, ha sido históricamente partidaria y defensora del secularismo basado en la etnia, la lengua y la herencia cultural; el principal partido de la oposición, el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP), dirigido por Begum Khaleda Zia (viuda del ex gobernante militar Ziaur Rahman), se ha situado entre el islamismo y el secularismo.[2]

A pesar de la presión internacional proveniente tanto del Reino Unido, Estados Unidos y sus socios para una mayor democratización del país, y de las excelentes relaciones que Daca ha cultivado con China e India en el marco tanto de la Franja y la Ruta como de la estrategia del Indo-Pacífico, el país ha logrado presentar indicadores económicos y sociales relevantes. «Según el Banco Asiático de Desarrollo (BAsD), se proyecta que la economía de Bangladesh crecerá un 6,1 por ciento en el año fiscal 2023-24 gracias a las exportaciones»[3]. Sin embargo, las predicciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) ubican al crecimiento bangladesí en un 5,7% para el año fiscal actual debido a una alta inflación persistente, la disminución del flujo de remesas, el desempleo y una reducción de la meta de inversión industrial.

En 53 años de independencia,

la tasa de crecimiento del PIB ha alcanzado un nivel récord impresionante en la última década. El ingreso per cápita ha aumentado de manera constante. Su desempeño en la reducción de la pobreza está entre los mejores del mundo. El país ha logrado casi la autosuficiencia en la producción de alimentos para sus 170 millones de habitantes. El país ahora incluso soporta la carga de la población de refugiados más grande del mundo: más de un millón de rohingyas que huyen de la persecución en el vecino Myanmar. Se ha convertido en una potencia exportadora ejemplar.[4]

Sin embargo, estos indicadores económicos halagüeños no han generado una estabilidad social duradera. El mantenimiento en el poder de Hasina por más de 15 años y los fuertes rejuegos políticos entre los partidos dominantes que la obligan a adoptar medidas cada vez más autoritarias y agresivas, han determinado que en las últimas semanas de julio de 2024 estallaran protestas estudiantiles generalizadas en la capital del país. La instauración de un sistema de cuotas gubernamental constituyó el detonante de dichas protestas que derivaron en acciones violentas tanto de los propios manifestantes como de las instituciones de seguridad interna.

Poco después de la independencia de Bangladesh en 1971, el gobierno estableció un sistema de cuotas para los empleos públicos que obligaba a que el 30 por ciento de los puestos se destinaran a combatientes de la guerra de liberación. A lo largo de las décadas, el beneficio se modificó para incluir a los hijos y nietos de combatientes por la libertad, personas con discapacidades, minorías étnicas y otros, lo que supuso un total del 56 por ciento de los empleos públicos[5]. Las protestas estudiantiles en 2018 obligaron al gobierno a eliminar el sistema de cuotas pero en junio de 2024 el Tribunal Supremo del país estableció como inconstitucional la supresión de dicho sistema y volvió a instaurarlo. Ante este hecho, los estudiantes protagonizaron durante varias semanas del mes de julio de 2024 una serie de protestas que se tornaron violentas por la participación del ejército, las fuerzas policiales y las referencias despectivas de la primera ministra hacia los manifestantes.

Ante la escalada de las protestas que suscitaron más de 10 mil detenciones y más de 200 muertes entre estudiantes y fuerzas del orden público y que provocaron una paralización parcial del país y un apagón en sus sistemas de comunicación a internet, el gobierno comenzó un diálogo con los manifestantes y adelantó una audiencia para apelar la decisión del tribunal sobre la cuestión de las cuotas gubernamentales. El 21 de julio el tribunal dictaminó que las cuotas que favorecen a los descendientes de los veteranos de la guerra de liberación no pueden superar el 5 por ciento, lo que en gran medida responde a las preocupaciones originales de los estudiantes. Sin embargo, las protestas continúan en menor medida, ahora dedicadas a demandar la liberación de los manifestantes encarcelados, juicios para los agentes policiales que asesinaron estudiantes y la renuncia de ministros del gobierno.

Si bien el argumento principal de las protestas consistió en que el sistema de cuotas es discriminatorio y permitía la contratación en puestos gubernamentales de personas que ya son partidarias del partido gobernante, tal situación actúa como una vía para la expresión de un descontento más amplio. El autoritarismo, la profunda corrupción dentro de las instituciones gubernamentales, la creciente inflación, un mercado laboral deficiente para los graduados universitarios y el empleo de esta situación como un arma política por las fuerzas de la oposición, constituyen los principales elementos que subyacen detrás de los sucesos por la eliminación del sistema de cuotas bangladesí. En resumen, a pesar de que no hubo una reacción generalizada y violenta ante los resultados electorales en enero, la posición estudiantil ante un sistema que consideraban injusto activó los resortes internos de una oposición marginada. «Una población que antes se mostraba tranquila ahora se ha movilizado y la oposición, que había luchado por movilizar a sus partidarios después de las elecciones, ha revivido. Tal vez lo más importante es que los estudiantes universitarios de Bangladesh, que han estado a la vanguardia de casi todos los movimientos políticos exitosos, se han activado»[6].

En el momento de redacción de este análisis, los medios de prensa locales e internacionales reportaron la renuncia y huida del país de la primera ministra Sheikh Hasina, anunciada oficialmente en un discurso televisado por el jefe del ejército[7]. El domingo 4 de agosto las manifestaciones en la capital, mantenidas desde el mes de julio, provocaron alrededor de 91 muertes entre los propios manifestantes y las fuerzas del orden público. Tanto reportes de los medios como The Washington Post, The New York Times, CNN, AP y el diario local Daily Star, ante la imposición de un toque de queda por el gobierno, el bloqueo de internet y la alusión por parte de Hasina que los manifestantes no eran estudiantes sino terroristas, la naturaleza del conflicto social ascendió a un nuevo nivel de radicalización. El desconocimiento de los reclamos estudiantiles sobre el sistema de cuotas ya eliminado, el pedido de justicia para las víctimas de las protestas de julio y la renuncia de miembros del gabinete ministerial condujo a una situación interna favorable que desembocó en la renuncia y huida de la dirigente que ostentaba el poder por más de 15 años. A ello debe sumársele la utilización de los reclamos estudiantiles por los partidos opositores y perseguidos por la Liga Awami para generar un panorama aún más desfavorable para la gestión política interna.

La renuncia de Hasina y la instauración de un gobierno provisional a cargo de lo militares significa el comienzo de un período de inestabilidad política en Bangladesh en un contexto en que, si bien la inflación era elevada y los pronósticos de crecimiento el PIB eran inferiores a años anteriores, el país se dirigía a transformarse en una nación de ingresos medios. La situación interna en Bangladesh hace pensar inevitablemente y salvando las diferencias, en los acontecimientos ocurridos en Sri Lanka en el año 2022. El cómo se manejará el país a partir de ahora y qué rumbo adoptará en un futuro inmediato, constituyen las primeras y más obvias interrogantes.

La geopolítica del Bangladesh actual

Con la emergencia del término Indo-Pacífico en las concepciones de política exterior y de seguridad de las principales potencias del área, la Bahía de Bengala y el océano Índico han adquirido una relevancia sin precedentes. La competencia por el control de las rutas marítimas y comerciales en esta zona en la que confluyen intereses chinos, indios, de los países del sudeste asiático y del propio Estados Unidos, convierten a esta región en un pilar estratégico para la geopolítica y la geoeconomía mundiales en la que la confrontación sino-estadunidense está en el centro de dicha competencia[8].

La ubicación estratégica de Bangladesh en el vértice de la Bahía de Bengala conlleva importantes responsabilidades como facilitador y conector entre regiones y potencias en competencia. El papel de Bangladesh en la reactivación de la conectividad regional tiene importancia global en la narrativa del Indo-Pacífico, lo que lo convierte en un actor clave en la configuración del futuro de la región.[9]

Bangladesh como vértice de la Bahía de Bengala se encuentra en la confluencia de las rutas comerciales y energéticas entre los hemisferios occidental y oriental y entre las regiones oceánicas del Índico y el Pacífico. De igual forma, la competencia por los yacimientos de petróleo y gas ubicados en la zona y por el acceso a regiones con una ubicación geográfica estratégica que domine los flujos marítimos, también constituyen aspectos muy relevantes que determinan las proyecciones tanto de India, China y Estados Unidos en la cuenca del Índico. Es por ello que Bangladesh ha sido cortejado principalmente por estas tres potencias, por lo que se ha visto en la necesidad de balancear inteligentemente sus relaciones internacionales a nivel regional y a nivel global. «El factor clave en el juego geopolítico de Bangladesh es su geografía. El país comparte fronteras terrestres con Myanmar y la India. Hacia el mar, Bangladesh mantiene tres de los 12 puertos de la bahía de Bengala (Chattogram, Mongla y Payra)»[10].

La posición bangladesí de un balance estratégico en sus relaciones exteriores con la premisa: «amistad con todos y malicia hacia nadie», expone la intención del país de trabajar con sus socios más importantes, principalmente para la consolidación de dos temas importantes: el desarrollo interno del país y la equidistancia en las confrontaciones regionales entre las grandes potencias fronterizas. En abril de 2023 Bangladesh publicó una Perspectiva del Indo-Pacífico centrada en la paz y el desarrollo y que promueve los principios del respeto a la soberanía nacional, la igualdad entre los países, la independencia política y la no interferencia en los asuntos internos. «Fortalecer la confianza mutua y forjar la cooperación al tiempo que se promueve el diálogo y el entendimiento con el objetivo de garantizar la paz, la prosperidad y la estabilidad es uno de los objetivos de la Perspectiva Indo-Pacífica de Bangladesh»[11].

La perspectiva inclusiva que ha defendido Bangladesh en su proyección hacia el Indo-Pacífico y el balance con sus socios fronterizos, ha conducido a un afianzamiento de las relaciones tanto con India como con China, dos potencias que disputan su supremacía regional y que a su vez mantienen niveles de confrontaciones en los planos geopolíticos, comercial y territorial. Los lazos históricos que posee con la India y su triple frontera, centran a Bangladesh como un aliado político y un punto clave dentro de la comunicación entre el noreste de la India y la India central, así como con las naciones del sudeste asiático. Es por ello que India siempre ha estado dispuesta a observar el panorama político y económico interno bangladeshí, ya que ello repercute en sus dinámicas internas y en la estabilidad y sensibilidades hacia su vecindario más inmediato y el que considera como su zona natural de influencia.

Desde que la Liga Awami llegó al poder en 2009, las relaciones bilaterales han alcanzado su punto máximo entre los dos países. Sin embargo, algunos problemas entre los dos países aún están por resolver, como las disputas por el agua, los asesinatos fronterizos, la tensión religiosa y las disputas fronterizas marítimas. Las matanzas en la frontera y la migración ilegal a veces generan tensión en las relaciones entre Bangladesh y la India.[12]

La rivalidad y competencia entre China y la India, más allá de lo acontecido por la denominada diplomacia de vacunas durante la pandemia de la COVID-19 en la que India aplazó el suministro de vacunas a Bangladesh en la segunda ola del virus, vacío que ocupó China mediante elevadas entregas de dosis de vacunas por concepto de obsequios y compromisos comerciales, también se refleja en lo que se denomina la competencia de puertos. Tras la visita de Hasina a India entre el 21 y 22 de junio de 2024, la India obtuvo los derechos operativos de una terminal en el puerto de Mongla, el segundo puerto marítimo más grande de Bangladesh después de Chittagong[13], en medio de la creciente influencia china en el Índico[14].

El reciente encuentro entre Hasina y Modi en Delhi actualizó las relaciones bilaterales en un contexto de recelos ante una posible inclinación de Bangladesh hacia China, que supuestamente socava los intereses indios en la región. Se acordó el empleo de la red ferroviaria bangladesí para el transporte de mercancías indias hacia su región noreste, además de ampliar las facilidades de tránsito a Nepal y Bután para las mercancías bangladesíes a través de sus redes ferroviarias y de una colaboración en materia de energía y electricidad mediante el comercio intrarregional para reducir los impactos del conflicto ruso-ucraniano en los precios de los combustibles fósiles[15]. «El acuerdo de conectividad energética con India permitirá a Bangladesh importar electricidad más barata y limpia producida a partir de fuentes renovables en Nepal y Bután, reduciendo así su dependencia de los combustibles fósiles importados para la producción de energía»[16].

En cuanto al aspecto económico y comercial, India ofrece acceso libre de impuestos a los productos textiles y prendas de vestir procedentes de Bangladesh, así como el trato preferencial y el status de nación más favorecida. En tal sentido, cabe resaltar que Bangladesh se ha convertido en el mayor socio comercial de India en el sur de Asia a su vez que India es el segundo mayor socio comercial del país, en el que sus transacciones bilaterales se realizan en monedas nacionales, específicamente en rupias indias[17]. En el aspecto de la defensa y seguridad, ambos Estados comparten una frontera terrestre que abarca los estados indios de Assam, Bengala Occidental, Mizoram, Meghalaya y Tripura, y realizan ejercicios militares conjuntos: el Ejército con el Ejercicio Sampriti, y la Marina con el Ejercicio Bongo Sagar. A su vez, la cuestión migratoria, especialmente el caso de los refugiados rohingyas procedentes de Myanmar y que afecta a los territorios indios fronterizos, es una cuestión álgida en las relaciones mutuas al igual que el contrabando de drogas y el tráfico de personas. La negociación de los tratados sobre los 54 ríos que comparten también constituye un tema de fricción entre las dos partes a pesar de que ya se han logrado acuerdos sobre las aguas del Ganges y del Río Kushiyara[18].

En el caso de China, las relaciones bilaterales están al nivel de asociación estratégica integral, elevada en la última visita de la ex primera ministra Hasina a China a inicios de julio de 2024. La adhesión de Bangladesh a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, al principio de una sola China y a la soberanía sobre Taiwán, constituyen las principales líneas de política exterior que aplica el gobierno bangladesí hacia su vecino asiático. En tal sentido, en el último encuentro de alto nivel se firmaron «los instrumentos de cooperación en el sector económico y bancario, el comercio y la inversión, la economía digital, el desarrollo de infraestructura, la asistencia en la gestión de desastres, la construcción del sexto y noveno puente de amistad entre Bangladesh y China, la exportación de productos agrícolas de Bangladesh y la conectividad entre personas»[19]. El comercio bilateral de enero a mayo de 2024 ascendió a 74.910 millones de yuanes con un crecimiento de 0,2% interanual, lo que convierte a China en el mayor socio comercial de Daca. Igualmente, la RPCh se posiciona como una de las mayores fuentes de inversión en el país surasiático con casi 700 empresas financiadas en territorio bangladesí y un stock inversionista de alrededor de 1.400 millones de dólares[20].

Por su parte, con Estados Unidos, los vínculos necesariamente se ubican bajo el espectro de la seguridad en la región, de la estrategia del Indo-Pacífico y de su competencia con China. «Estados Unidos y Bangladesh ya están cooperando en áreas como el cambio climático, la lucha contra el terrorismo, la seguridad marítima, el entrenamiento militar y el mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas»[21]. El vacío que dejó la administración Trump en su proyección en Asia del Sur permitió que el país se volcara con mayor dinamismo en sus relaciones multisectoriales con la RPCh. La renovada atención que el gobierno de Biden ha adoptado hacia esta zona, más allá de las referencias de que se dicha proyección es a través de la perspectiva de India, no se desmarca de la estrategia de contención a China, principalmente en una zona que esta ha ido ganando terreno. Sin embargo, en el plano político existen divergencias debido a las críticas que el gobierno estadounidense ha generado en relación con la legitimidad de las elecciones bangladesíes en 2014, 2018 y en enero de 2024.

En 2021, Estados Unidos impuso sanciones a la fuerza paramilitar de élite de Bangladesh, acusándola de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y violaciones de los derechos humanos. Ese mismo año, el presidente estadounidense Joe Biden no incluyó a Bangladesh en su Cumbre por la Democracia, en la que participaron 110 países.[22]

A pesar de estos eventos, el gobierno norteamericano ha intentado en reiteradas ocasiones sumar a Bangladesh a su estrategia indopacífica que incluye la membresía en el QUAD y en su iniciativa económica para el Indo-Pacífico (IPEF).

«En los últimos dos años, ambos países han aumentado su compromiso diplomático. Hasta ahora, se han realizado 19 visitas bilaterales de nivel medio y alto: Bangladesh envió siete delegaciones a los EE. UU., mientras que los EE.UU. enviaron 12»[23]. Ello responde a un cambio de enfoque en la estrategia estadounidense: alejarse de su enfoque tradicional en la India y adoptar una perspectiva bilateral. Estados Unidos es el mayor emisor de remesas a Bangladesh y el mayor importador de prendas de vestir, el que más ha contribuido a la crisis de los refugiados rohingyas en el país y un donante destacado de vacunas anti COVID-19 durante la pandemia.

En resumen, la política exterior de Bangladesh está derivada de su estratégica posición geográfica en la Bahía de Bengala, por un lado, y entre dos potencias regionales en su parte continental. La independencia y equilibrio en su proyección externa hacia India y China resulta un reto sensible si se tienen en cuenta las relaciones históricas, culturales y lingüísticas con India y los profundos vínculos económicos con China. El equilibrio en dichos vínculos constituye la clave del desarrollo interno del país y de su tránsito actual hacia una economía de ingresos medios. Sin embargo, el desafío que supone las relaciones con China y su sinergia con Estados Unidos, es otro escenario complejo a tener en cuenta por la política exterior bangladesí. 

A modo de conclusión

La independencia de Bangladesh en el año 1971, al calor del conflicto histórico entre India y Pakistán y de las desigualdades internas entre los territorios de Pakistán oriental y occidental, determinaron que el país al igual que sus vecinos de área, surgiera con indicadores económicos y sociales deprimidos y con una estabilidad interna que alternaba entre dictaduras militares y gobiernos ineficientes y de poca duración. El proceso democratizador en 1991 determinó la alternancia en el poder política de la Liga Awami bajo la jefatura de Sheikh Hasina y del Partido Nacionalista de Bangladesh.

La presidencia de la Liga Awami desde el 2009 y por 15 años consecutivos le otorgó al país una estabilidad política y un crecimiento económico sin precedentes. Bangladesh se convirtió de un país con indicadores de pobreza, en uno de ingresos medios y con perspectivas de ser un país industrializado a mediano plazo. Sin embargo, la permanencia en el poder de Hasina por tan largo período de tiempo ha supuesto la práctica de medidas autoritarias, represiones a los manifestantes, supresión de los derechos civiles en algunos casos, represalias ante los cuestionamientos a las acciones gubernamentales, persecución política a las organizaciones opositoras y respuestas violentas ante manifestaciones. Las elecciones parlamentarias de 2014, 2018 y 2024 han suscitado un rechazo interno y externo debido a la poca participación popular y a las medidas adoptadas por el gobierno de Hasina para sofocar a su oposición.

La instauración de un sistema de cuotas laborales que aseguraban el 30% de los puestos gubernamentales a los estudiantes graduados que fueran familiares de los luchadores por la independencia en 1971 derivó en un movimiento estudiantil que, si bien en un inicio comenzó de manera pacífica, se fue radicalizando por la negativa del gobierno a revocar la medida y las reacciones violentas de las fuerzas del orden público. El empleo de este panorama violento por parte de las fuerzas políticas opositoras al gobierno de la Liga Awami para generar un contexto social de caos y de protesta permanente no solo en contra del sistema de cuotas, sino que también en contra de la gestión gubernamental, produjo una situación interna inestable. La reciente renuncia y huida de Hasina del país y la conformación de un gobierno provisional bajo la tutela del mando militar, consolida un ambiente de inestabilidad y pone en riesgo la economía nacional y los logros del gobierno de la Liga Awami.

La lucha por la derogación del sistema de cuotas se convirtió en el detonante para la reivindicación de problemas sociales e insatisfacciones políticas suprimidas por el gobierno desde hace más de una década. El temor de una radicalización de las fuerzas que asumirán el poder, presumiblemente fuerzas de la oposición política tradicional (el Partido Nacionalista de Bangladesh, con posturas más reaccionarias, a favor de un giro más islámico del país y más inclinado a sus relaciones con China), indican el regreso hacia una ambiente inestable e imprevisible que influye de manera directa en la estabilidad de la región del sur de Asia y en sus relaciones con sus vecinos y socios tradicionales.

En este sentido, cabe resaltar que al mismo tiempo que Bangladesh geográficamente se única en el centro estratégico de la Bahía de Bengala, también se ha convertido en el vértice de las relaciones de India con el Sudeste Asiático y de China y su Iniciativa de la Franja y la Ruta para desembocar en el océano Índico. A su vez, para Estados Unidos, a pesar de sus divergencias en materia de democracia y transparencia política, los intereses de seguridad son palpables. El gobierno de Biden y su estrategia más proactiva hacia el Indo-Pacífico y la contención de China en la zona, han apostado por un cortejo a Bangladesh para que se adhiera a los mecanismos creados para detener el avance de la RPCh. No obstante, la estrategia de equilibrio estratégico aplicada por Bangladesh desde su independencia y reforzada con esta relevancia geopolítica y estratégica, posibilita el desarrollo interno del país.

Bangladesh se balancea entre grandes potencias regionales y mundiales. Su posición geográfica y su política exterior autónoma y equidistante la convierte en una potencia media regional. La inestabilidad política generada en julio de 2024 y que desembocó en un derrocamiento del gobierno a inicios de agosto de 2024 plantean numerosas interrogantes. La postura del nuevo gobierno provisional y del que posteriormente sea elegido, suscitará a la atención de los grandes poderes del área: India, China y Estados Unidos. El futuro de Bangladesh como potencia media en la zona de la Bahía de Bengala y el mantenimiento de los indicadores económicos y sociales alcanzados, dependerá en gran medida de un regreso a la estabilidad y de un gobierno alejado de manifestaciones radicales.

 

* Investigador del Centro de Investigaciones de Política Internacional, Especialista en Asia Meridional, Licenciado en Relaciones Internacionales por el Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” de La Habana, Cuba; Máster en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales por la Universidad de La Habana. Correo electrónico: sotesjulio@gmail.com

ORCID: 0000-0002-8066-9104

 

Referencias

[1] Mostofa, Shafi Md. «Bangladesh: Turmoil and Transition in a Fragile Democracy». LSE South Asia Centre, 26/02/2024, https://blogs.lse.ac.uk/southasia/2024/02/26/bangladesh-turmoil-and-transition-in-a-fragile-democracy/.

[2] Ídem.

[3] Dhaka Tribune. «ADB forecasts Bangladesh’s GDP growth at 6.1% in FY 2023-24, anticipates rise to 6.6%». Dhaka Tribune, 11/04/2024, https://www.dhakatribune.com/business/economy/343862/adb-forecasts-bangladesh-s-gdp-growth-at-6.1%25-in.

[4] CRI. «What milestones have Bangladesh crossed in 50 years?» The Center for Research and Information (CRI), 2021, https://cri.org.bd/2021/03/26/what-milestones-have-bangladesh-crossed-in-50-years/.

[5] Macdonald, Geoffrey. «What’s Behind Bangladesh’s Student Protests?» The United States Institute of Peace, 22/07/2024, https://www.usip.org/publications/2024/07/whats-behind-bangladeshs-student-protests.

[6] Ídem.

[7] Hasina llegó a la base aérea de Hindon en el estado indio de Uttar Pradesh a bordo de un avión de transporte C-130 y se reunió allí con el asesor de Seguridad Nacional indio Ajit Doval. (Ver: Gupta, Shishir. «PM Modi chairs high-level meet on Bangladesh unrest». Hindustan Times, 05/08/2024, https://www.hindustantimes.com/india-news/pm-modi-chairs-high-level-meet-on-bangladesh-unrest-101722870940008.html.

[8] Más del 80 por ciento del comercio marítimo de petróleo pasa por el océano Índico. El comercio de China con Oriente Medio, África y Europa transita por el océano Índico, mientras que el comercio marítimo de la India supera el 70 por ciento en volumen. El océano Índico también contiene recursos valiosos, como la pesca y los minerales.

[9] Karim, Tariq. «The Bay of Bengal and Bangladesh in the Indo-Pacific region». The Daily Star, 11/05/2023, https://www.thedailystar.net/opinion/news/the-bay-bengal-and-bangladesh-the-indo-pacific-region-3316926.

[10] Rahman, Zillur. «Bangladesh’s geopolitical position provides for unique opportunities». The Daily Star, 04/11/2021, https://www.thedailystar.net/views/opinion/news/bangladeshs-geopolitical-position-provides-unique-opportunities-2221461.

[11] Islam, Md Shariful. «The growing importance of Bangladesh in the Indo-Pacific». The Daily Star, 21/11/2023, https://www.thedailystar.net/opinion/views/news/the-growing-importance-bangladesh-the-indo-pacific-3474976.

[12] Alam, Alaul. «Geopolitical importance of Bangladesh». The Daily Observer, 04/09/2023, https://www.observerbd.com/news.php?id=435675.

[13] Aunque los detalles del acuerdo no son del todo públicos, la adquisición india en Mongla es el tercer intento exitoso de la India de operar puertos de ultramar en los últimos años, después de Chabbar en Irán y Sittwe en Myanmar. La gestión de la terminal portuaria de Mongla aumentará la influencia de la India sobre lugares marítimos clave en los lados occidental y oriental del océano Índico y reforzará su papel en la seguridad regional. Esto será fundamental para mejorar el comercio bilateral con Bangladesh. En segundo lugar, permitirá que la zona noreste de la India, que no tiene salida al mar, tenga oportunidades de comercio marítimo mediante un acceso alternativo al puerto de Calcuta, evitando el estrecho y congestionado corredor de Siliguri, y las inversiones en el puerto de Mongla darían a la India otro punto de apoyo en la Bahía de Bengala y en la región más amplia del océano Índico, que se está convirtiendo cada vez más en un escenario de competencia geopolítica (Ver: Kathju, Junaid. «Port wars: India’s Bangladesh deal seen as bid to curb China’s maritime ambition». South China Morning Post, 23/07/2024, https://www.scmp.com/week-asia/politics/article/3271542/port-wars-indias-bangladesh-deal-seen-bid-curb-chinas-maritime-ambition.

[14] En la actualidad, las empresas chinas participan en 17 puertos del océano Índico, de los cuales han construido 13 y tienen participaciones en ocho proyectos. La región del océano Índico es fundamental para la iniciativa de la Ruta Marítima de la Seda de China. Beijing está realizando inversiones sustanciales en puertos que van desde los 78 millones de dólares en Yibuti hasta los 1.600 millones de dólares en Gwadar, Pakistán. (Ver: Kathju, Junaid. Op. cit).

[15] El Banco Mundial identificó los productos petrolíferos como uno de los motores del aumento de las importaciones de Bangladesh en abril de 2023. Los altos costes del combustible y las importaciones también están impulsando los costes de generación de electricidad en Bangladesh, que pasaron de 7 céntimos/kWh en 2020 a unos 11 céntimos/kWh en 2023. Más de la mitad de toda la electricidad producida en el año fiscal 2022-23 en Bangladesh provino de centrales eléctricas de gas. Sin embargo, Bangladesh pasó a importar GNL, ya que las reservas de gas natural se están agotando debido a la creciente demanda.

[16] Qi, Wang. «China, Bangladesh elevate ties, broaden cooperation». Global Times, 10/07/2024, https://www.globaltimes.cn/page/202407/1315808.shtml.

[17] La India es el segundo mayor socio exportador, representando el 12% de las exportaciones totales a Bangladesh. El volumen total de comercio en el año fiscal 23 alcanzó los 14.220 millones de dólares (Ver IBEF. «India Bangladesh Trade». India Brand Equity Foundation, IBEF, 2024, https://www.ibef.org/indian-exports/india-bangladesh-trade).

[18] Drishti The Vision. «The relationship between India and Bangladesh». Drishti The Vision, 27/09/2022, https://www.drishtiias.com/mains-practice-question/question-1382.

[19] Hossain, Shahadat. «Bangladesh’s geopolitical balancing act». The Strategist, The Australian Strategic Policy Institute Blog, 07/08/2023, https://www.aspistrategist.org.au/bangladeshs-geopolitical-balancing-act/.

[20] Ha completado siete proyectos ferroviarios, 12 autopistas y construido 21 puentes y 31 centrales eléctricas en Bangladesh. En particular, desde que la Iniciativa de la Franja y la Ruta se expandió hacia la Bahía de Bengala, la parte china ha completado una serie de proyectos de ingeniería emblemáticos y de gran escala en Bangladesh, como el Puente Multiusos de Padma, el Túnel Bangabandhu Sheikh Mujibur Rahman y la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Dasherkandi (Ver: Wen, Yao. «China, Bangladesh always cooperate toward a better future». China Daily, 08/07/2024, https://www.chinadaily.com.cn/a/202407/08/WS668b696aa31095c51c50cf84.html). En total Durante la última década, China ha liberado 4.450 millones de dólares para 35 proyectos bajo la BRI en Bangladesh. Las empresas chinas han implementado importantes proyectos de infraestructura en sectores como el transporte, la energía, la electricidad y las comunicaciones en Bangladesh (Ver: Menon, Saranya. «Economic ties between China and Bangladesh. Dynamics and Implications». Organisation for Research on China and Asia, 05/02/2024, https://orcasia.org/article/589/economic-ties-between-china-and-bangladesh).

[21] Shatil, Aaqib Md. «PM Hasina’s Delhi Visit Energizes Bangladesh-India Relations». The Diplomat, 27/06/2024, https://thediplomat.com/2024/06/pm-hasinas-delhi-visit-energizes-bangladesh-india-relations/.

[22] Hossain, Shahadat. «Bangladesh’s geopolitical balancing act». The Strategist, The Australian Strategic Policy Institute Blog, 07/08/2023, https://www.aspistrategist.org.au/bangladeshs-geopolitical-balancing-act/.

[23] Rahman, Zillur. «Can the US Eagle Fly to Bangladesh?» The Daily Star, 18/02/2023, https://www.thedailystar.net/opinion/views/news/can-the-us-eagle-fly-bangladesh-3250961.

 

Referencias bibliográficas

Alam, Alaul. «Geopolitical importance of Bangladesh». The Daily Observer, 04/09/2023, https://www.observerbd.com/news.php?id=435675.

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Towhid, Ayesha Binte. «An Indo-Pacific Outlook for Bangladesh». The Daily Star, 28/01/2023, https://www.thedailystar.net/opinion/news/indo-pacific-outlook-bangladesh-3232621.

Wen, Yao. «China, Bangladesh always cooperate toward a better future». China Daily, 08/07/2024, https://www.chinadaily.com.cn/a/202407/08/WS668b696aa31095c51c50cf84.html.

 

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LA «GLAMUROSA» DECADENCIA DE OCCIDENTE

Roberto Mansilla Blanco*

Imagen: Xinhua/Li Xueren.

 

Son muchos los ensayos que en los últimos meses observamos en la producción editorial para analizar el declive de Occidente. Desde Emmanuel Todd hasta Amin Malouf, las estanterías de las librerías muestran una oferta prolífica de estudios que intentan descifrar porqué ese Occidente democrático, capitalista, liberal y plural que hasta ahora conocíamos como aparentemente insuperable está experimentando una cada vez más evidente e inocultable decadencia de poder. Un reflejo que también se ve en la industria del entretenimiento: una serie estadounidense, «Civil War» en la plataforma de pago Netflix adelanta un escenario distópico de ficción sobre la decadencia de EEUU.

Esta perspectiva de declive se aprecia en los esfuerzos que cada quien hace para «arreglar» los conflictos actuales. Mientras el presidente estadounidense Joseph Biden anunciaba una ayuda militar «histórica» para Ucrania previo a la Cumbre de la OTAN de Washington (11-12 de julio) que entronizará al holandés Mark Rutte como el nuevo secretario general de esta organización, el mandatario húngaro Viktor Orbán, en calidad de presidente rotativo de la UE, regresaba de una gira por Kiev, Moscú y Beijing con la finalidad de intentar acercar posturas para concretar un posible cese al fuego y una salida negociada de una guerra, la ucraniana, tan estancada como preocupante debido al riesgo de pulso nuclear. Una guerra que Occidente sabe que Ucrania no tiene posibilidad de ganar, a pesar de los millares de dólares y armamento invertidos para apuntalar en el poder a un Zelensky cada vez más contestado e impopular en su país.

Por otro lado está la imagen de los «grandes» líderes occidentales. Encontramos a un Biden senil, incapaz de articular con garantías un debate presidencial con su rival Donald Trump. Dentro del Partido Demócrata crecen las cábalas de un posible reemplazo electoral aún incierto mientras el entorno de Biden asegura que irá «hasta el final».

Una imagen más contrastada la dan los líderes euroasiáticos, rivales del Occidente «atlantista». Previo a la cumbre de la OTAN en Washington, el presidente chino Xi Jinping y su homólogo ruso Vladímir Putin volvieron a escenificar su sintonía estratégica en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) celebrado la semana pasada en Kazajistán.

Tras el fracaso de la Cumbre de la Paz para Ucrania celebrada en Suiza, Washington y sus aliados europeos apuestan por la continuidad de la guerra «hasta el último ucraniano» (Biden dixit). Por su parte, Beijing, con el beneplácito de su aliado ruso, impulsa iniciativas de negociación que, cuando menos, resultan más coherentes y efectivas, fortaleciendo al mismo tiempo las expectativas chinas de reconducir un sistema internacional cada vez más anárquico.

Visto en perspectiva, Occidente está perdiendo su capacidad de soft power para propiciar la resolución de conflictos mientras China tiene capacidad para alcanzar acuerdos, reforzando así su posición de poder emergente.

Más allá del poder político, el tratamiento de los mass media occidentales a la gira de Orbán raya en lo patético. Critican al controvertido líder húngaro, fortalecido tras las recientes elecciones parlamentarias europeas, como una especie de «títere» de Putin y Xi. Un tratamiento menos benévolo que la posición light que Biden tiene con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, cuya injustificada masacre en Gaza comienza a observar una situación similar a la ucraniana: un frente militar atascado y sin avances mientras la sociedad israelí comienza a registrar malestar y protestas contra la guerra, pero no exactamente a favor de una causa palestina que, cuando menos, también comienza a registrar solidaridad en Occidente.

Pero no es únicamente Biden el protagonista de esta «decadencia» occidental. El presidente francés Emmanuel Macron debió confeccionar a última hora una especie de Frente Popular circunstancial para salvar un envite electoral desastroso por el avance de la ultraderecha de Marine Le Pen en las recientes legislativas francesas. Macron apuesta por una cohabitación donde la izquierda de Jean-Luc Mélenchon puede ganar peso; pero al mismo tiempo abre un compás de incertidumbres sobre el futuro de la política francesa de cara a las presidenciales de 2027, tomando en cuenta que el ascenso de Le Pen no es perceptible únicamente en París sino también en Bruselas.

En la UE tampoco están para experimentos. La cohabitación vía cordón sanitario contra una ultraderecha políticamente dividida también se impone por obra y gracia de la todopoderosa recién reelecta presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. El establishment europeísta conservador-socialdemócrata precisa frenar también dentro de las instituciones europeas al multiforme «frentismo» de la ultraderecha en la que Orbán, Le Pen y la primera ministra italiana Giorgia Meloni no terminan de coincidir.

Porque VOX ya decidió integrarse en la plataforma «ultra» de Orbán (Patriotas por Europa) en el nuevo Parlamento Europeo que legislará hasta 2029, junto con otros partidos austríacos y checos. La movida de fichas de VOX vía Orbán puede acercarlo indirectamente a Moscú, toda vez Meloni (pro-OTAN y pro-Ucrania) deberá reacomodarse en este nuevo escenario donde Orbán y Le Pen parecen acordar estrategias comunes. Y todos ellos mirando también para Washington pero no a Biden sino a la posibilidad de un retorno de Trump a la Casa Blanca.

En Londres, las elecciones generales de 4 de julio pusieron fin a 14 años de gobiernos conservadores con un contundente retorno de los laboristas al poder, ahora en manos de Keir Starmer. Esto no parece, a priori, influir en algún tipo de cambio sustancial de la política británica con respecto a la OTAN y la ayuda a Ucrania pero sí que puede anunciar un «reseteo» del Brexit, para complacencia de von der Leyen y de las élites de Bruselas.

No olvidamos tampoco Irán, que eligió nuevo presidente en la figura Masoud Pezechkian (69 años) considerado un reformista pero con escasa capacidad de maniobra en un régimen teocrático profundamente conservador. De origen kurdo-azerí, la elección de Pezechkian puede revelar un estratégico cambio político para evitar malestar entre el poder central en Teherán y estas comunidades étnicas. Tras ganar las elecciones, Pezechkian habló inmediatamente con Putin para reforzar una alianza geopolítica que tiene puntos de concreción, desde Ucrania hasta el propio programa nuclear iraní. El giro euroasiático iraní mira más hacia Beijing y Moscú que a Washington y Bruselas.

En definitiva, los bloques «atlantista-europeísta» y el euroasiático sino-ruso conforman hoy la nueva «guerra fría» del siglo XXI. Tras visitar Corea del Norte y Vietnam y poco después de la cumbre de la OCS y de recibir a Orbán en Moscú, Putin visitó también la India afianzando acuerdos militares que refuerzan al complejo militar-industrial ruso. El eje Moscú-Nueva Delhi consolida las bases de este eje euroasiático en ascenso, sin desestimar las rivalidades geopolíticas entre India y China, ambos miembros de los BRICS junto con Rusia y Brasil, y que EEUU intenta fomentar para crear desestabilización en ese eje geopolítico.

A diferencia de la sintonía euroasiática, igualmente determinada por las circunstancias de los complejos equilibrios de poder del actual sistema internacional, las inquietudes y la incertidumbre políticas inundan las plazas de poder occidentales. Todo ello sin percatarse que ese declive está en marcha, con una percepción de final de «belle époque» que retrata un «glamour» cada vez más insostenible. Un siglo después, la predicción de Oswald Spengler sobre la «decadencia de Occidente» comienza a verificarse con mayor nitidez.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Colaborador en think tanks y medios digitales en España, EEUU y América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

 

Artículo originalmente publicado en idioma gallego en Novas do Eixo Atlántico: https://www.novasdoeixoatlantico.com/a-glamurosa-decadencia-de-occidente-roberto-mansilla-blanco/.