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¿EL OSO REGRESA AL DESIERTO? RUSIA ANTE EL NUEVO CONTEXTO GEOPOLÍTICO EN ORIENTE PRÓXIMO

Roberto Mansilla Blanco*

Foto: SANA

 

Los últimos movimientos entre Rusia y los países miembros de Oriente Próximo advierten la posibilidad de que el Kremlin esté reconfigurando sus prioridades geopolíticas en la región en un momento de difíciles equilibrios regionales para sus intereses geopolíticos. Entre estos equilibrios destacan el súbito retorno de EEUU como actor clave en la región y las dificultades existentes ante la expectativa rusa de concretar un foro con el mundo árabe que le permita recuperar iniciativas y capacidad de interlocución.

En septiembre pasado, la localidad rusa de Sochi acogió una cumbre entre el ministro ruso de Exteriores Serguéi Lavrov y miembros de la Organización de Cooperación del Golfo (OCG) adoptando un enfoque multilateral. Un mes después, el presidente Vladimir Putin recibió en Moscú al nuevo mandatario sirio Ahmed al Shara’a, abriendo así una nueva era en las relaciones ruso-sirias particularmente significativa tras la caída del régimen de Bashar al Asad en diciembre pasado. Exiliado desde entonces en la capital rusa, Bashar al Asad se erigía junto a Irán en el principal aliado ruso en Oriente Próximo.

La cumbre de Sochi y la visita de al Shara’a a Moscú podrían interpretar las aspiraciones del Kremlin por reacomodar sus intereses en la región ante los nuevos equilibrios geopolíticos y militares tras la incierta (y varias veces alterada) tregua en Gaza acordada en la cumbre de Egipto bajo la iniciativa del presidente estadounidense Donald Trump a mediados de octubre. De acuerdo con fuentes del Ministerio ruso de Exteriores, Moscú recibió de Egipto la invitación a esta cumbre con plazos muy ajustados, lo cual imposibilitó que finalmente Rusia pudiera estar presente.

 

El laberinto sirio

Siendo Gaza el catalizador de nuevas iniciativas de seguridad regional, el contexto sirio tras las elecciones parlamentarias de comienzos de octubre también define un nuevo modus operandi entre Rusia y los países árabes.

La caída del régimen de Bashar al Asad supuso un notorio revés geopolítico para Moscú, tomando en cuenta que está en juego el futuro de sus dos bases militares en Siria (Tartus y Jmeimim). Por tanto, la visita a Moscú de al Shara’a resultaba determinante para Putin a la hora de asegurar el control de estas bases militares, esenciales para monitorear los intereses rusos en el Mediterráneo, Oriente Próximo e incluso el Sahel, donde Rusia tiene fuertes lazos de cooperación económica, política e incluso de seguridad con países como Burkina Faso, Níger y Malí.

Por otro lado, la visita de al Shara’a también supone para el Kremlin asegurar equilibrios geopolíticos toda vez que el controvertido presidente sirio (no debemos olvidar su pasado yihadista vinculado a Al Qaeda) está siendo cortejado por Occidente y la comunidad internacional, tal y como se observó en mayo pasado durante su reunión en Riad con Trump y posteriormente en septiembre con su intervención ante la Asamblea General de la ONU. Así, Putin busca resetear la relación con Damasco manejar todo tipo de equilibrios políticos ante lo que pueda suceder en la nueva Siria post-Asad, tomando en cuenta que el exilio moscovita de Bashar al Asad le podría propiciar un rol relevante en una Siria donde miembros del antiguo régimen siguen teniendo peso político.

El contexto post-Asad en Siria implica otra variable estratégica para Moscú: Irán. El acuerdo estratégico por 20 años alcanzado entre Rusia e Irán en diciembre pasado aborda un nuevo equilibrio de fuerzas en un momento en que la administración Trump ha decidido recuperar el papel clave de Washington en la reconfiguración geopolítica de Oriente Próximo.

Teherán es un suministrador clave de drones y misiles para las fuerzas rusas en Ucrania mientras Rusia, junto con China y Corea del Norte, han sido importantes baluartes a la hora de cooperar con el programa nuclear iraní así como para crear mecanismos financieros y económicos que le permitan a la República Islámica sortear las sanciones occidentales. Si bien es cierto que Moscú mantuvo una posición notoriamente distante ante la breve guerra de doce días escenificada en junio pasado entre Israel e Irán, los lazos militares y geopolíticos siguen estando presentes, más aún ante el fortalecimiento del eje EEUU-Israel con Trump en la Casa Blanca.

Un ejemplo podríamos identificarlo en la utilización por parte iraní de misiles hipersónicos durante los bombardeos a Tel Aviv y otras ciudades israelíes en esa breve confrontación directa. Estos misiles iraníes son muy similares al misil Oreshnik ensayado oficialmente hace casi un año en el frente ucraniano durante un ataque ruso a una fábrica de armamentos en la ciudad de Dnipró.

Rusia debe igualmente nivelar sus expectativas ante la influencia creciente de otro actor con intereses en Siria como es la vecina Turquía. Ankara acrecienta su influencia ante las nuevas autoridades en Damasco incluso en el plano militar.

Miembro de la OTAN, Turquía también mantiene una agenda propia para convertirse en un actor de peso regional. Debe manejar igualmente toda seria de equilibrios y rivalidades regionales con interlocutores como Israel, Irán, Arabia Saudita y Qatar y actores exógenos como Rusia, China, EEUU y Europa. Moscú es consciente de que un acercamiento a al Shara’a implicará igualmente equilibrar sus relaciones con Ankara, con frecuencia intermitentes en cuanto a períodos de sintonía y roces.

 

El Kremlin, entre sus intereses y la «pax americana» de Trump

La reunión en Sochi con miembros de la OCG podría interpretar otro interés para el Kremlin: aprovisionarse de nuevos socios militares para la industria militar rusa, muy condicionada por la dinámica del esfuerzo bélico en el frente ucraniano, así como a la hora de afianzar estrategias de cooperación económica ante la viabilidad de proyectos energéticos relevantes que le permitan a Moscú sortear las sanciones occidentales.

Con respecto al Golfo Pérsico, Rusia ha preferido apostar por una visión integral global con Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, tomando en cuenta su peso energético, diplomático y cada vez más militar. A pesar del histrionismo de Trump con respecto al plan de paz en Gaza, fueron más bien Arabia Saudita y Qatar los actores decisivos en las negociaciones con Hamás para alcanzar la tregua. Putin entiende a la perfección el papel estratégico que ocupan Riad y Doha en los nuevos equilibrios regionales.

Ampliando horizontes más allá del Golfo Pérsico, Rusia mantiene fluidas relaciones con Sudán que han permitido la apertura de una base militar y logística en Port Sudán. Con ello, Moscú ejerce un radio de influencia en el Golfo de Adén, Cuerno de África, el Mar Rojo y el Canal de Suez, estratégico para el comercio mundial por el paso de mercancías desde Asia pero también delicado en cuanto a la seguridad internacional por los conflictos armados (Sudán del Sur, Yemen, Somalia), crisis humanitaria y la presencia de una importante actividad de piratería marítima contra las embarcaciones rusas y occidentales. Desde 2022 Rusia mantiene ejercicios navales con China e Irán para repeler la actividad de la piratería.

Ya ubicados en África Oriental y en el océano Índico, la reciente crisis política en Madagascar tras el golpe militar contra el presidente Andry Rajoelina el pasado 12 de octubre, implicó una inmediata reacción desde Moscú llamando a la moderación hacia las nuevas autoridades militares advirtiendo a sus ciudadanos a no viajar a este país. El interés ruso en Madagascar está enfocado por los contactos existentes para abrir una base militar y logística similar a la de Port Sudán y al Centro Logístico abierto en la vecina Eritrea. El contexto post-golpe podría dejar en el aire esta posibilidad.

Por otro lado, y volviendo a Oriente Próximo, Moscú ha apostado por aplicar un enfoque menos integral y homogéneo en sus relaciones con varios países de Oriente Próximo, adoptando más bien una posición pragmática con tendencia a focalizar en aspectos concretos de carácter bilateral con cada uno de los actores de la región.

Un ejemplo de ello es la cuestión palestina. Si bien oficialmente ha defendido la tesis de los «dos Estados» reconociendo la legitimidad del Estado de Palestina, Putin ha hecho juego de un notable pragmatismo ante los delicados equilibrios regionales. Tres semanas después de los ataques de Hamás contra Israel del 7 de octubre de 2023, el Kremlin recibió a una delegación del movimiento islamista palestino, lo cual provocó la previsible protesta israelí, cuya posición ha sido de neutralidad en el conflicto ucraniano y ante las sanciones occidentales. En agosto pasado mantuvo conversaciones telefónicas con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu.

Esta recepción a Hamás en Moscú puede igualmente interpretarse como una toma de contacto por parte del Kremlin con el objetivo de convertirse en un interlocutor eficaz ante las tensiones crecientes en Gaza así como para intentar repeler cualquier reactivación de células yihadistas dentro de Rusia adoptando un enfoque más proactivo vía movimientos islamistas.

Si bien es cierto que, más allá de la situación en Palestina, la conversación telefónica entre Putin y Netanyahu muy probablemente se concentró en propiciar una toma de contacto con la intención de reducir las tensiones entre Israel e Irán, aliado ruso, el Kremlin no deja pasar el hecho de que en Israel existe una numerosa comunidad judía de origen ruso.

Se estima que en Israel, 1,3 millones de personas hablan ruso, constituyendo aproximadamente el 15% de la población total israelí. Incluso en la década de 1990, estos judíos rusos crearon en Israel un partido político sionista y nacionalista de derechas, B’Aliya. Pero también existen importantes comunidades de judíos ucranianos en Israel, estimada en unas 170.000 personas, un 3% de la población israelí.

Más alejado geográficamente, el Magreb constituye para Moscú un escenario de creciente interés por su proximidad mediterránea, clave para los intereses de seguridad rusos.

Un caso relevante ha sido el tema saharaui. La abstención rusa en la reciente votación en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre el nuevo plan para el Sáhara Occidental impulsado por Marruecos, el cual otorga una autodeterminación bajo soberanía de Rabat, provocó un vuelco histórico en el tema saharaui que favorece los intereses marroquíes y de aliados como EEUU y Francia.

Se esperaba que Rusia utilizara su poder de veto en el Consejo de Seguridad para bloquear esta votación, toda vez que Argelia, histórico aliado saharaui pero también socio militar y energético ruso, decidió no votar a pesar de ser miembro rotativo del Consejo de Seguridad, con voto pero sin veto. Con todo, Rusia ha expresado sus fuertes reservas sobre el proyecto de resolución redactado por EEUU y aprobado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para prorrogar el mandato de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO), calificando el texto de la resolución de “desequilibrado” y constitutivo de una desviación de las prácticas establecidas.

A pesar de estas críticas, la abstención rusa en el tema saharaui puede igualmente interpretarse ante los reacomodos de equilibrios geopolíticos desde el Magreb hasta Oriente Próximo probablemente tendentes a reducir las tensiones con Occidente (y particularmente con EEUU) tomando distancia de un conflicto, el saharaui, que no resulta excesivamente prioritario para Moscú.

Por otro lado, los estratégicos acuerdos de defensa y seguridad adoptados por Trump con el príncipe heredero saudita Mohammed bin Salmán en mayo pasado implican un nuevo equilibrio de fuerzas que Rusia debe observar con atención no sólo dentro del contexto regional en Oriente Próximo sino igualmente hacia el Cáucaso y Asia Central, tradicionales esferas de influencia rusas que ahora observa un nuevo equilibrio de alianzas desde Oriente Próximo hasta el Cáucaso y Asia Central ante la pax americana de Trump.

El reciente acuerdo de paz suscrito en Washington entre Armenia y Azerbaiyán para solucionar el conflicto en el enclave de Nagorno Karabaj fue obviamente vendido por Trump como un triunfo diplomático cuyas repercusiones alcanzan al Kremlin, hasta ahora el histórico árbitro de resolución de controversias en la región.

De este modo, Washington estaría buscando desplazar a Rusia de su tradicional esfera de influencia caucásica muy probablemente vía Azerbaiyán, el visible ganador del conflicto en Nagorno Karabaj. En los últimos tiempos se han observado roces entre el presidente azerí Ilham Aliyev y Putin, toda vez que Bakú, un importante productor de petróleo y gas natural con importantes conexiones de oleoductos y gasoductos en la región, es también un aliado estratégico para Arabia Saudita.

En cuanto a Armenia, su presidente Nikol Pashinyan ha mantenido una posición pro-occidental tendiente a alejarse de la órbita de influencia rusa, abriendo negociaciones con Bruselas para una eventual admisión en la UE sin menoscabar sus acuerdos de cooperación con la OTAN. En marzo de 2025, el Parlamento armenio autorizó el inicio de negociaciones de admisión con la UE.

En junio de 2024 Armenia anunció su decisión de retirarse de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTCS), comúnmente señalada como la «OTAN rusa» en el espacio euroasiático ex soviético. No obstante, Armenia sigue siendo miembro de la Unión Económica Euroasiática (UEE), otro organismo dirigido desde Moscú.

Para desnivelar estos giros geopolíticos que afectan sus intereses, Moscú ha reforzado aún más sus relaciones con un gobierno en Georgia más afecto a sus prioridades geopolíticas, ayudando incluso a abortar cualquier repetición de las «rebeliones de colores» que desde hace dos décadas han estado presentes en varios países ex soviéticos.

A pesar de la alianza histórica con Israel, Trump ha optado por balancear este eje unilateral colocando a Arabia Saudita como un interlocutor estratégico ante el «nuevo juego» en Oriente Próximo que le permita establecer una especie de «cordón sanitario» contra Irán. En un cálculo estratégico similar, Putin también ha apostado por la misma ecuación de equilibrios, que pasan no sólo por reforzar las relaciones con Riad sino también con Qatar, buscando con ello desviar las inquietudes regionales en el mundo árabe por su alianza con Irán, el principal rival regional de Israel.

Este retorno ruso a Oriente Próximo acontece en un momento de máxima tensión entre Rusia y Occidente, particularmente en torno a la dinámica del conflicto en Ucrania con las escaramuzas de vuelos aéreos y de drones entre Rusia y la OTAN en los países bálticos, Polonia y Rumanía, la súbita suspensión de la cumbre de Budapest que debía reunir a Trump y Putin así como otros escenarios más alejados de este radio geopolítico como la presión militar estadounidense en el mar Caribe, que afecta a un aliado ruso como Venezuela, y la breve confrontación militar entre Pakistán y Afganistán, países donde Rusia y China poseen intereses.

En este contexto de tensiones y de conflictos abiertos muy próximos a sus esferas de influencia, en Kremlin ha apostado por el pragmatismo, a veces disuasivo, en sus relaciones con los países de Oriente Próximo. El objetivo ruso es evitar verse arrastrada a una especie de «segundo frente bélico» con Occidente más allá de Ucrania, en este caso Oriente Próximo y el Cáucaso, el histórico «extranjero contiguo» de la geopolítica rusa. El delicado rompecabezas regional implica serios problemas de seguridad para Rusia, muy condicionada por su esfuerzo bélico y diplomático en Ucrania y las tensiones con la OTAN.

Con todo, la incierta pax trumpiana en Oriente Próximo ha abierto para el Kremlin nuevas expectativas de implicación geopolítica, aunque su capacidad de iniciativa se haya visto condicionada, incluso de manera reactiva, por las expectativas de Washington de regresar como actor decisivo en la región.

 

* Analista de Geopolítica y Relaciones Internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EEUU e América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

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«EL PROYECTO DEL “GREATER ISRAEL»: EXPANSIÓN TERRITORIAL EN MEDIO ORIENTE Y SUS IMPLICANCIAS GEOPOLÍTICAS»

Don Juan de Eslavonia

Basado en las ideas principales del libro «Oded Yinon», del autor Mr. Frederick Michael Taikowski. 2016. Yinon: A Greater Israel. ISBN-10 ‏1539346498

 

Introducción

En los últimos meses, se ha renovado el debate en torno al denominado proyecto del «Greater Israel» —la idea de que el Estado de Israel persigue una expansión territorial que trasciende los límites reconocidos actualmente— y sus implicancias sobre la seguridad, la paz y la estabilidad en Medio Oriente. Algunos analistas argumentan que esta visión influyente, aunque polémica, ya está moldeando decisiones políticas, militares y demográficas que podrían redefinir las fronteras de la región.

Orígenes e ideas fundamentales

El término «Greater Israel» remite a varias corrientes ideológicas y geopolíticas:

  • Su génesis se vincula al sionismo temprano, con figuras como Theodor Herzl y otros que imaginaron un Estado judío que se extendiera más allá de las fronteras del Mandato Británico (1).
  • En la década de 1980 apareció el ensayo atribuido a Oded Yinon («A Strategy for Israel in the 1980s»), que propone la fragmentación de los Estados árabes próximos a Israel como una forma de garantizar su seguridad y dominación regional (2).
  • El análisis reciente sugiere que esta visión está tomando forma a través de asentamientos, políticas demográficas, control estratégico de recursos y consolidación territorial.

Las ideas principales que emergen de esa corriente pueden resumirse en:

  1. Expansión territorial: incorporar o controlar territorios más allá del «Israel de 1948» o de los «límites de 1967».
  2. Control estratégico de recursos naturales y rutas geográficas: agua, gas, petróleo, rutas marítimas, altitudes geográficas clave (3).
  3. Colonización, demografía y asentamientos: asegurar poblaciones judías, desplazar o marginar poblaciones no-judías, afirmar soberanía de facto (4).
  4. Fractura de los Estados árabes o debilitamiento de sus estructuras estatales: la lógica de «balcanización» del entorno árabe para aumentar la ventaja estratégica de Israel.
Planificación estratégica y estado actual

A través del prisma de la «planificación estratégica» se pueden observar varios componentes que aparecen repetidamente:

  • Actores involucrados: gobierno israelí, fuerzas armadas israelíes (Israel Defence Forces – IDF), colonos israelíes, élites políticas y económicas israelíes, y en algunos análisis aliados como EE.UU. o actores regionales tácitos.
  • Espacio geográfico y etapas de expansión: territorios palestinos (Cisjordania, Gaza), los Altos del Golán (Siria), zonas fronterizas con Líbano, y más allá según algunas interpretaciones (5).
  • Mecanismos estratégicos:
  • Infraestructura de asentamientos y colonos.
  • Políticas demográficas (incentivos para judíos, restricciones para palestinos).
  • Acciones militares y presencia en zonas ocupadas o en disputa.
  • Control de recursos naturales (agua, gas, petróleo).
  • Diplomacia, propaganda, alianzas estratégicas (por ejemplo, con países árabes que normalizaron relaciones) (6).
  • Fines declarados o inferidos: asegurar una posición de seguridad reforzada, expandir la soberanía territorial, transformar el entorno estratégico de Israel para reducir amenazas fronterizas, aprovechar recursos naturales.
  • Estado actual de implementación:
  • En diciembre de 2024, el gobierno de Israel anunció un plan para duplicar la población israelí en los Altos del Golán, territorio ocupado desde 1967 y anexado en 1981 (no reconocido internacionalmente) (7).
  • En Julio de 2025, se filtró un debate de políticos israelíes de ultraderecha sobre convertir la Franja de Gaza en un mega-resort para israelíes, desplazando a la población palestina (plan «Gaza Riviera») (8).
  • Situaciones de demolición de viviendas, ampliación de asentamientos, declaraciones de líderes israelíes en apoyo de la visión de «Greater Israel» (9).
Implicancias geopolíticas, sociales y éticas
  • Soberanía y derecho internacional: la ocupación y anexión de territorios (Golán, Cisjordania, Gaza) plantean retos en cuanto a la legislación internacional (Convención de Ginebra, resoluciones de la ONU) (10).
  • Desplazamiento y derechos humanos: los planes de asentamiento, demografía y desarrollo apuntan a cambios profundos en la composición poblacional, lo que genera acusaciones de limpieza étnica o desplazamiento forzado (11).
  • Inestabilidad regional: una estrategia de expansión tan ambiciosa incrementa el riesgo de guerras prolongadas, conflictos múltiples y reacción de alianzas árabes, iraníes o de otros actores externos.
  • Dimensión económica y de recursos: el control de agua, gas, petróleo, rutas comerciales y asentamientos costeros tiene un impacto directo en la economía regional, en la dependencia de Israel y en la geopolítica de recursos (12).
  • Implicaciones internas para Israel: si bien sectores israelíes promueven esta visión, también enfrenta desafíos de legitimidad internacional, costos militares y tensiones demográficas internas (por ejemplo, entre judíos y ciudadanos árabes israelíes) (13).
¿Hacia dónde va el proyecto?

El proyecto «Greater Israel», si bien no ha sido declarado oficialmente en todos sus detalles por el Estado israelí como un plan único y formal, aparece con fuerza en declaraciones, políticas de asentamientos, demografía y diplomacia. Por ello, cabe plantear dos escenarios:

  1. Escenario de consolidación: Israel consolida territorios ya ocupados, expande asentamientos, incrementa control de recursos y estabiliza sus fronteras, sin necesariamente una expansión masiva hacia Siria, Egipto o Irak.
  2. Escenario de ambición ampliada: llevando la visión más allá de 1967, hacia Siria oriental, el valle del Jordán, zonas de Líbano o incluso Irak como algunos análisis sugieren. Este escenario incrementaría la tensión regional dramáticamente y requeriría recursos, alianzas y riesgos aún mayores.
 Conclusión

El llamado proyecto del «Greater Israel» representa más que una idea geográfica: es una matriz estratégica que combina demografía, control territorial, recursos naturales, infraestructuras y poder militar-diplomático. Aunque su ejecución total esté lejos de alcanzarse —y esté sujeta a interpretación, oposición internacional y realidades políticas—, los síntomas de su implementación ya son visibles: asentamientos, política de población, incursiones militares, proyectos de desarrollo en territorios disputados.

Para la comunidad internacional, los medios y los investigadores, resulta clave vigilar los indicadores de expansión: nuevas anexiones, incentivos demográficos, control de recursos estratégicos, cambios en fronteras de facto y el efecto en la población local. A medida que la normalización diplomática entre Israel y los países árabes avanza, también se abren oportunidades para que esta visión se traduzca en políticas de Estado o en dinámicas regionales que transformen el mapa del Medio Oriente.

El análisis exige no solo ver los hechos militares o diplomáticos, sino comprender esta arquitectura estratégica global que vincula lo territorial, lo demográfico, lo económico y lo ideológico. Y preguntarse: ¿qué resistencias se movilizan?, ¿cómo responderá la comunidad internacional?, ¿qué impactos tendrán estas dinámicas en las poblaciones locales y en la estabilidad regional?

 

Fuentes principales

(1) BBC Mundo. 5 noviembre 2017. Los otros lugares contemplados para un Estado judío antes de la creación de Israel en territorio palestino. https://www.bbc.com/mundo/noticias-41857911

(2) Fossati, D. J. (2020). El Plan Yinon como estrategia de conformación del «Gran Estado de Israel» en la búsqueda de su espacio vital. http://cefadigital.edu.ar/handle/1847939/2492

(3) geopol21.com. Mapa de los recursos estratégicos de Israel y Palestina, 07/06/2024, https://geopol21.com/mapa-de-los-recursos-estrategicos-de-israel-y-palestina/

(4) www-hrw-org. Un umbral cruzado. Las autoridades israelíes y los crímenes de apartheid y persecución, 27/04/2021, https://www-hrw-org.translate.goog/report/2021/04/27/threshold-crossed/israeli-authorities-and-crimes-apartheid-and-persecution?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=tc.

(5)- www.bbc.com. Conflicto israelí-palestino: 6 mapas que muestran cómo ha cambiado el territorio palestino en las últimas décadas, 16/09/2020, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54162476

(6) www.valladoliddigital24horas.com. ¿Por qué han callado históricamente los países árabes sobre Gaza y siguen sin darle apoyo? 20/09/2025 https://www.valladoliddigital24horas.com/por-que-han-callado-historicamente-los-paises-arabes-sobre-gaza-y-siguen-sin-darle-apoyo/

(7) cnnespanol.cnn.com. Eugenia Yosef y Nadeen Ebrahim Gobierno de Israel aprueba plan de Netanyahu para expandir asentamientos en los Altos del Golán ocupados https://cnnespanol.cnn.com/2024/12/15/mundo/israel-netanyahu-asentamientos-altos-golan-trax

(8) www.theguardian.com. El plan filtrado de la «Riviera de Gaza» es rechazado por considerarlo un intento «insensato» de encubrir una limpieza étnica. 15/12/2024, https://www.theguardian.com/world/2025/sep/01/leaked-gaza-riviera-plan-dismissed-as-insane-attempt-to-cover-ethnic-cleansing

(9) www.ohchr.org/es. Israel debe poner fin a los asesinatos y las demoliciones de viviendas en la Ribera Occidental ocupada. 15/07/2025. https://www.ohchr.org/es/press-briefing-notes/2025/07/israel-must-stop-killings-and-home-demolitions-occupied-west-bank

(10) ONU A/RES/ES-10/24 Asamblea General 18 de septiembre de 2024 https://docs.un.org/es/A/RES/ES-10/24

(11) www.aa.com.tr. La ONU recuerda que el desplazamiento forzado es una «limpieza étnica». 05/02/2025. https://www.aa.com.tr/es/pol%C3%ADtica/la-onu-recuerda-que-el-desplazamiento-forzado-es-una-limpieza-%C3%A9tnica-/3473182

(12) www.realinstitutoelcano.org. Enrique Feás. Los efectos económicos y geopolíticos de la guerra de Gaza. 09/10/2023. https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/los-efectos-economicos-y-geopoliticos-de-la-guerra-de-gaza/

(13)- www.cidob.org. Moussa Bourekba, investigador principal, CIDOB y Francis Ghilès, investigador sénior asociado, CIDOB. Las Tres Consecuencias Inevitables del Conflicto Entre Israel y Gaza, 11/2023, https://www.cidob.org/publicaciones/las-tres-consecuencias-inevitables-del-conflicto-entre-israel-y-gaza

«Oded Yinon», del autor Mr. Frederick Michael Taikowski. 2016. Yinon: A Greater Israel. ISBN-10 ‏1539346498.

 

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LA DERROTA DE ISRAEL

Roberto Mansilla Blanco*

¿Qué lecciones nos deja el segundo aniversario del comienzo de la tragedia de Gaza iniciada el 7 de octubre (7-O) de 2023? Varias, a juzgar por lo acontecido en estos dos años. La mayor parte de ellas, inquietantes. Asistimos a un genocidio en vivo y directo ante las pantallas de la televisión y las redes sociales contra una población (Palestina) cometido por un Estado (Israel) cuyos ancestros precisamente sufrieron lo que se ha denominado como «holocausto». Aquí observamos una clave relevante: la desmemoria de la sociedad israelí, indiferente ante el sufrimiento de sus vecinos.

Esta tragedia de Gaza ocurre igualmente ante la indiferencia, la inoperancia y el cinismo de los gobiernos, organismos y de la opinión pública mundial. A diferencia de los genocidios anteriores (armenio, judío, camboyano, ruandés, etc.) nadie puede decir ahora que «no lo sabía». El de Gaza es un genocidio público y notorio. Pero mirar para otro lado, como han venido realizando muchos gobiernos y personas, demuestra el manto de complicidad con los verdugos.

Dos años después del 7-O son ya 67.000 los muertos en Gaza, entre ellos más de 20.000 niños y niñas. La destrucción del territorio gazatí en aras del proyecto supremacista del Gran Israel hace recordar tiempos que pensábamos superados. La retórica criminal por parte de las más altas autoridades israelíes justificando este genocidio contra los palestinos retrata la naturaleza de una sociedad enferma, indolente y retaliativa que no parece querer aprender de la historia.

Pero Gaza 2025 también demuestra otra realidad que tardará en ser asumida: el mito de Israel como democracia, como sociedad moderna y civilizada, como potencia militar. Un mito que en los 77 años desde su creación llegó a asentarse cómo irrefutable pero que hoy demuestra, cuando menos, su inmoralidad. Hoy observamos que Israel no es una víctima sino un verdugo y un agresor. En 2025, Israel atacó hasta seis países de Oriente Medio (Palestina, Siria, Líbano, Irán, Qatar y Yemen) sin lograr ninguna victoria significativa.

En medio de las ruinas y de la destrucción de Gaza, Israel no ha alcanzado ninguno de los objetivos que justificaron esta criminal invasión del 7-O. No solo Hamás sigue en pie y con secuestrados israelíes en su poder, sino que ahora incluso un gobierno tan proisraelí como el de Donald Trump en EEUU se ve incómodo ante la deriva genocida de Netanyahu.

Hamás no está derrotado militar y políticamente. Trump de alguna forma los ha reconocido como un interlocutor al enviarles su propuesta de paz y esperar una respuesta, hasta ahora condicionada por el movimiento islamista. Esto ha obligado a Israel negociar con emisarios de Hamás en Egipto para intentar alcanzar un alto al fuego que una hipócrita comunidad internacional ahora clama a los cuatro vientos como necesaria cuando hasta hace poco seguía sosteniendo el «legítimo derecho de Israel su defensa», mirando para otro lado mientras miles de gazatíes pagaban con su vida este descaro. Ver niños morir de hambre o masacrados por los soldados israelíes es un espectáculo dantesco que «hay que parar», como indicaba un comunicado de la Unión Europea, en una clara actitud expiatoria que no oculta su complicidad con los hechos.

A esto hay que añadirle otro factor que explica por qué Israel está moralmente derrotado: el desprecio y oprobio de los ciudadanos de a pie a nivel mundial. Son cada vez menos los que creen en la retórica de Netanyahu y de sus cómplices sobre el antisemitismo, el holocausto, la culpa de Hamás del 7-O, los terroristas, la mano de Irán, etc. En decenas de ciudades y capitales a nivel mundial, cientos de miles de personas salen a manifestar por Palestina. Inesperadamente, Gaza resucitó aquella semilla del «No a la Guerra» del 2003 en Irak. Hoy Palestina está en todos lados como un clamor de humanidad ante la barbarie israelí.

Esta renovación de la movilización ciudadana a nivel mundial clama por sanciones contra un Israel que se oculta en el manto de impunidad que le brinda EEUU. Incluso una flotilla humanitaria y solidaria rumbo a Gaza fue reprimida por soldados israelíes bajo torturas y amenazas. Ya ni siquiera los israelíes pueden ir tranquilamente a otros países de vacaciones, de negocios, etc. El legítimo bullying contra su presencia está garantizado. La Vuelta Ciclista a España fue el primer gran evento de boicot a nivel internacional contra Israel. Como se hizo con Rusia en 2022 a causa de la invasión a Ucrania, ya se habla de expulsar a Israel de las competiciones deportivas y artísticas (Eurovisión)

Lejos de sepultar Palestina argumentando ante una ONU vacía que «no habrá Estado palestino», Netanyahu y sus cómplices ejercieron un efecto contraproducente: multiplicaron las simpatías por Palestina y las antipatías por Israel. Unos 157 de los 193 países miembros de la ONU reconocen oficialmente al Estado de Palestina, entre ellos cuatro miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (Francia, Gran Bretaña, Rusia y China). Pero Palestina sigue sin tener el reconocimiento oficial de la ONU porque el eje EEUU-Israel se encarga de dinamitar ese reconocimiento. El gobierno israelí manipula pagando US$ 42 millones a Facebook para «cambiar la narrativa a su favor».

El boicot a Israel comienza a ser una realidad tangible. Dentro de Israel vuelven las manifestaciones contra esta masacre, responsabilizando a sus líderes de esta atrocidad que atenta contra la dañada imagen de un país cada vez más aislado. Queda por ver si habrá algún mea culpa que no solo atañe a sus dirigentes.

A pesar de que el plan de Trump supone reforzar los intereses israelíes mientras busca hacer una paz para Palestina sin palestinos, dos años después Israel se encuentra ante su peor crisis existencial. La mayor parte de la sociedad no parece enterarse de la gravedad del momento. Pero Netanyahu y sus cómplices de este genocidio ya comienzan a observar que no son tan invencibles. Su megalómana y obsesiva visión supremacista del «Gran Israel» está dando paso a su mayor derrota ante el mundo.

Más allá de los intereses geopolíticos, de los negocios, etc., que seguirán existiendo, Israel comienza a ser observado como un paria, visto con incomodidad, con oprobio. Mientras la visión supremacista del «Gran Israel» sigue calando en una sociedad israelí cada vez más obnubilada, podríamos quizás especular con la posibilidad de que estemos asistiendo al prefacio de un inesperado «Estado fracasado» en el corazón del inflamado y volátil Oriente Medio, dependiente del apoyo de su principal interlocutor (EEUU) y de lobbies poderosos instalados en los principales centros de poder.

 

* Analista de Geopolítica y Relaciones Internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EEUU e América Latina. Analista Senior de la SAEEG.

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