Desde que tuve el atrevimiento, hace cinco años, de proponer ante nuestra Real Academia Española la resignificación para denotar un abominable fenómeno de patología social, la mencionada entidad de las letras me ha pedido, siempre y de muchas maneras, que densifique la justificación argumentativa de lo que sometí a su examinación y posible aprobación.
De entrada, expuse que hay una trampa léxico-semántica urdida en la construcción y en el significado del término femicidio (o feminicidio); con cualquiera de los dos que se emplee se ha pretendido atenuar y ocultar una terrible verdad, en preocupante incremento mundial: la muerte de las mujeres; sin que nos detengamos en los motivos que impulsaron la perpetración del hecho o los contextos donde ocurrieron.
En cualquier parte, matar a una mujer es ginecocidio.
En el escrito que consigné ante ese exigente Cuerpo Rector de nuestro idioma ―donde fue admitido y referido a su sala de observación― sostenemos que es un desacierto lingüístico expresar femicidio para hacer saber que se comete “homicidio” contra la mujer.
Esta escogencia terminológica (que además confunde) nos luce impropia.
Explico por qué. Porque, nos acostumbraron los medios (y ahora las redes) a generalizar ―en el mismo paquete― que un homicidio, indistintamente, se comete contra un hombre o una mujer. Eso no es verdad. Debemos saber especificar el caso concreto.
Así entonces, he hecho saber en mi moción que cuando se aniquila físicamente a una mujer —por las excusas o pretextos sean― no puede considerarse como homicidio, sino ginecocidio; del griego: Gyné, Gynaikos, Gineco que denota con exactitud: mujer; más el sufijo –cidio, cid, que se forma por apofonía de caedere: matar, cortar.
Como todos saben, la mencionada indagación lingüística, contentiva de mi sugerencia idiomática, la consigné en la instancia correspondiente de la RAE para que ―según ha ido aprobando los estudios que le han hecho― se reflexione, se cree y nazca en justicia una nueva palabra para llamar tal deleznable acaecimiento por su nombre. Sin falsos ocultamientos o disimulos.
Este trabajo de inmediato ―según nos han comunicado― entró en un proceso complejo y exhaustivo, para evaluarlo integralmente.
Debo manifestarles la inmensa alegría que sentí, en mi condición de proponente del citado neologismo, cuando a este nuevo término, como paso introductorio para su posible admisión, le abrieron un expediente (registro). Ha llevado una extraordinaria dinámica.
Procedieron nuestros honorables académicos, acto seguido, a nombrar una comisión de lexicógrafos, para que iniciaran el trabajo de disección morfo-sintáctica; igualmente procedieron a examinar si cumplía con los requerimientos de válida construcción léxico-semántica; así además, su articulación fonética, la posible función fonológica que se le atribuye; su semiótica (significado preciso); la aplicación pragmática (uso práctico en una circunstancia determinada) o de cualquier otra consideración que ellos crean conveniente para el análisis.
Exhaustiva e interesante labor a la que ha sido sometido el vocablo ginecocidio, por parte de nuestra máxima autoridad de la lengua española en el mundo; precisamente porque tal rigor comporta una de sus concretas funciones, según lo contempla el artículo primero de sus Estatutos:
“[…tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor…”
Hemos entregado a tiempo, a la RAE, todos los elementos justificadores de Ginecocidio, como palabra que irrumpe y reclama, más temprano que tarde, su justo espacio en el olimpo del léxico de nuestro idioma.
Debo dejar dicho también que, a veces, se producen decepciones y críticas al Alma Mater de las Letras por incorporar al Diccionario de la Lengua española (DLE) palabras que no se usan o que nadie conoce, dejando atrás otras cuya notoriedad y merecimientos son evidentes.
Estoy consciente de todos esos riesgos; sin embargo, tengo la inmensa satisfacción que asumo, como tarea, un modesto aporte lingüístico para develar, con la mayor exactitud, los crímenes atroces que contra las mujeres se cometen y que la mayoría de las veces, algunos medios de comunicación, además en la RED o en conversaciones cotidianas, se pretenden disimular el ginecocidio.
Entendamos, en solidaridad humana, que cuando liquidan físicamente a una mujer, no están matando al género femenino; están matando a la mujer, al ser humano; no despachar con el empleo de femicidio o feminicidio muerte por razones de género.
Tamaña abominación jamás puede ser calificada de otra manera. Hay que denunciarlo como lo que realmente se cometió: un ginecocidio.
A ese absurdo, de no querer decir las cosas por su nombre, nos oponemos.
Y como hay insistencias para presentar y maquillar públicamente la muerte de una mujer como un homicidio, sin más.
La RAE nos hace, a cada momento, la severa advertencia con respecto al vocablo propuesto.
No basta que el término ginecocidio se presente a consideración de los expertos y que el solicitante haga las suficientes justificaciones. Tan importante como lo anteriormente señalado, el neologismo debe tener plena acogida en todos los ámbitos comunicativos. Ellos denominan esta práctica, Frecuencia de Uso.
Así entonces, solicito la cooperación para que le demos Frecuencia de Uso en nuestros diarios y constantes actos de habla al vocablo que en estos momentos estudia la RAE.
Sólo hay dos fuerzas que pueden iluminar todos los rincones del globo: el sol en los cielos y la Associated Press aquí en la tierra.
Mark Twain (1835 – 1910)
Información y agencias de noticias
El mundo de la información está dominado por las agencias de noticias, las que representan un verdadero «oligopolio de la información».
En las últimas décadas hemos asistido del paso del periódico en papel, con una línea editorial propia, a una digitalización de los mismos medios y a una incorporación de los viejos diarios a grandes corporaciones de multimedios vinculados a otros intereses ajenos a un verdadero interés por la información objetiva o, al menos, coherente con una política editorial del periódico. En este sentido, el diario tradicional, el noticiero que informaba con cierta objetividad proporcionándole al lector, al oyente en el caso de la radio y al televidente una noticia que le permitía formar su propia opinión respecto a un determinado hecho o tema, han desaparecido. Hoy el lector, el oyente y el televidente recibe la información «masticada» por «opinólogos» y «periodistas» ―si se los puede llamar así porque en verdad tienen un comportamiento mercenario― empleados por estos multimedias con la intención de «orientar» al ciudadano de a pie en lo que debe pensar.
Ya desde principios de este siglo XXI aparecieron algunos libros que ponían la lupa sobre las agencias de información, sobre la concentración de los medios y cómo a través de ellos se manipulaba a la población.
Ignacio Muro Beneayas, con una interesante trayectoria en lo que hace a la información, escribió el libro Globalización de la información y agencias de noticias. Entre el negocio y el interés general[1], en cuya nota introductoria nos dice que «de las agencias de noticias se sabe muy poco». El autor nos dice que estas agencias son «un pilar fundamental de la información» pero que hasta veinte años antes de la aparición de su libro ―en 2006― era un sector que se mantenía oculto pero que, debido a la denominada «sociedad de la información», se han visto obligadas «a salir de sus espacios reservados para mostrarse y competir, dentro de una función más abierta, como proveedores de contenidos e incluso como medios»[2].
Como señala el autor, es el momento de la globalización en el que las «empresas han pasado de depender de un mercado nacional y protegido a lanzarse a la intemperie de un mercado internacional y desprotegido»[3].
La globalización también desdibujó las fronteras de la información y los ciudadanos «nacionales» comenzaron a convertirse en ciudadanos del mundo marcado por el «pensamiento único» que, a pesar de la resistencia de quienes desean mantener sus principios y valores, no deja de esparcirse urbi et orbi , al menos por el mundo occidental dominado por las usinas de pensamiento de la angloesfera y sus «filiales» ―fundaciones, ONGs, medios, ciertas personalidades, etc.― dispersas por todo el mundo.
El público en general no conoce cómo llega la información a los medios y tampoco que, de acuerdo con intereses particulares, estatales o globales, existe información que sale de las agencias pero que los medios no publican. Efectivamente, si uno tiene acceso a los cables, como en algún momento yo lo he tenido, sabrá que hay informaciones que no llegan al periódico, a la radio o a la televisión. No se publican porque no es conveniente para ciertos intereses o gobiernos.
Las noticias emanadas de las agencias de noticias serán usadas por editores o periodistas que muchas veces parafrasean lo que recibieron de la «mayorista de la información» ―la agencia―, le agregan o modifican algunos párrafos y sale una nueva nota con nombre del autor, más o menos así lo explica el propio Muro Benayas.
Muchas de las grandes agencias de noticias y medios son estatales lo cual también condiciona la información que emiten: Agencia Efe (España), RTVE (España) BBC (Reino Unido), Telam (Argentina), etc., y otros no son estatales pero reciben un fuerte financiamiento de un Estado y entonces es funcional a quien lo sostiene. Prefiero no mencionar a ninguno.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales nos saturan con información lo que nos lleva a una tarea difícil y a veces improbable que es la de corroborar la veracidad de la información.
Todd Gitlin, en su libro Enfermos de información. De cómo el torrente mediático está saturando nuestras vidas, también contemporáneo del libro mencionado anteriormente, hace referencia a cómo los medios de comunicación nos rodean[4]. Gitlin dice:
Los medios no sólo transmiten información. Una imagen o banda sonora no es sólo un conjunto de signos abstractos que describen, designan o representan realidades que se encuentran en otro lugar. No sólo designan, sino que son. Son presencias envolventes con las que convivimos durante gran parte de nuestra existencia. Mc Luhan se aproximó más a la verdad cuando asignó a uno de sus libros el jocoso título de El medio es el masaje.[5]
Los medios no sólo invaden nuestros hogares sino también todo lo que nos rodea. Entramos a un bar o a una confitería, a un local cualquiera, y por lo general hay algún televisor encendido, aunque quizás sin volumen pero la imagen nos interpela. Ahí estamos en esa transición de homo sapiens al homo videns de Giovanni Sartori. Sin que nos lo propongamos, la imagen «ingresa» en nosotros con su zócalo que detalla de qué se trata la noticia o lo que se está emitiendo.
A través de nuestro teléfono inteligente, smartphone, nos llegan mensajes de Whatsapp, Telegram, Signal, WeChat o de cualquier red social. No desdeñemos Facebook ni Instagram ni X (ex Twitter). La información, los mensajes, nos abruman y se hace difícil saber si lo que nos ha enviado algún contacto es real y, en general, las personas redistribuyen sus mensajes, videos, fotos y memes sin corroborar la veracidad de los mismos. De esa invasión también participan Netflix, Prime Video y otras plataformas de entretenimiento que contribuyen a fortalecer al homo videns y a limitar nuestra capacidad de análisis, en buena medida por la falta de lecturas largas, de libros y de la pérdida de nuestros momentos de silencio y de introspección. En este punto sugiero la lectura de mi artículo titulado El Arte de Pensar [6] que, al igual que los contenidos de éste, formaron parte del «Taller de Análisis de Inteligencia» que dicté en la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.
Retomando el tema, pareciera que precisamos de estar permanentemente «aturdidos». Y «aturdido» viene de «tordo», pero no se refiere a la simpática ave sino a otra acepción que nos da el diccionario de la Real Academia Española: tordo2, da. Del lat. torpĭdus. 1. adj. Torpe, tonto. Y «tórpido, da», término derivado de ese otro término en latín, es un adjetivo del ámbito de la medicina que significa «que reacciona con dificultad o torpeza».
Quizás sea apropiado aquí citar a Deepak Chopra: «Sin silencio no puede existir una apreciación real en la vida, la cual es tan delicada como un capullo de rosa cerrado». El silencio nos ayuda a incrementar nuestra percepción.
Claro, la desinformación tiene objetivos
Ante este bombardeo de información debemos estar atentos a la desinformación, la cual abunda más de lo que uno presupone. Las denominadas fake news, falsas noticias, no son más que desinformación. El «exceso» de información sobre un determinado tema a veces también procura desinformar o tapar algún otro tema que se evita que llegue a conocimiento del público.
Los conflictos y las campañas electorales suelen estar invadidas por la desinformación. Los diferentes actores, estados y políticos, acusan a sus contrapartes de utilizar la desinformación. Existen agencias de noticias y ONGs que dicen combatir la desinformación pero también lo hacen desde sus propios puntos de vista, sus sesgos y sus intereses … o responden a quienes financian su existencia. No se olviden de mirar en sus páginas webs, si tienen, quienes les proporcionan sus recursos.
En los conflictos de Ucrania y de Medio Oriente abunda la desinformación desde las diferentes partes enfrentadas.
Guy Durandin, en su libro La información, la desinformación y la realidad, precisa el sentido de la palabra «desinformación». Nos dice que este término viene de la traducción literal del término ruso dezinformatsia y que el periodista Pierre Lorrain, especialista en temas de Ucrania, de la URSS y de Rusia, autor de una biografía de Vladimir Putin, nos recuerda que ese término fue utilizado por los soviéticos desde principios de la década de 1920, es decir, poco después de la revolución bolchevique, para referirse a las campañas de «intoxicación» que, según los soviéticos, tenían su origen en los países capitalistas y tenían por objetivo la URSS[7].
Dezinformatsia fue incluida en el diccionario de la lengua rusa de S. Olegov en 1949, donde se la define como:
La acción de inducir a error mediante el uso de informaciones falsas.
De ahí en más, el término se replica en otros diccionarios y enciclopedias.
Sin embargo, la propaganda es utilizada por todos los gobiernos desde hace mucho tiempo. En 1917, el presidente Woodrow Wilson creó el Comité de Información Pública, un aparato de propaganda para convencer a sus ciudadanos de ir a la I Guerra Mundial, mediante el cual se divulgaban de noticias y publicidad que sería el origen de la moderna propaganda de Estado.
La desinformación tiene como principal objetivo «el control social». Para el homo videns la imagen es primordial y constituye uno de los principales elementos para manipular las emociones de los individuos o de las masas. Por supuesto que detrás de esta manipulación existen equipos de psicólogos, sociólogos, especialistas en marketing, asesores de imagen y otros profesionales capacitados para lograr los objetivos predeterminados. Con buenos recursos económicos se logra no sólo apelar a las emociones de los individuos sino también a «coachear» a un potencial candidato político, es decir, prepararlo para que toque las fibras íntimas de sus potenciales votantes. Y la política ha dado muestras de experimentos exitosos en este sentido.
Las «noticias falsas» sirven para desinforman, para «manchar» a un personaje, por ejemplo a un político, el cual a veces no logrará sacarse de encima la mácula aunque se haya demostrado la falsedad de la información o su inocencia respecto de un determinado hecho del que fue acusado. Del mismo modo sirven para desmotivar y/o cambiar tendencias entre ciertos sectores de la población. Obviamente que la tecnología también ayuda y así la inteligencia artificial hace su contribución en el proceso de manipulación social. Se trata de un procedimiento «eficiente» ―claro está que en función del objetivo propuesto― y en general imperceptible.
¿Cómo identificar noticias falsas?
Igual que el pensamiento vertical, el pensamiento lateral es un modo de usar la mente. Constituye un hábito y una actitud mental.
Edward De Bono (1933 – 2021)
Primero, es relevante comprender que poseer mucha información no implica un adecuado manejo de la misma. Como ha expresado Carl Sagan: «Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es sólo información, sino también juicio para manejarla». Por tanto, cantidad no es calidad pero el análisis de la información es esencial.
Segundo, es importante ir abandonando el «pensamiento lineal» para desarrollar el «pensamiento lateral». Sin este pensamiento se nos hará difícil comprender la realidad en estos tiempos vertiginosos y de incertidumbre.
Tercero, hay que empezar por dudar de todo. René Descartes lo tenía claro. He aquí algunas pistas:
No limitarse a leer los títulos de las noticias. Leer la noticia entera. Confirmar si el contenido es coherente con el título.
Confrontar la noticia con otras fuentes. Triangular la información.
Escribir el título de la noticia en un buscador.
Averiguar la fuente de la información: periodista, autor, medio, fundación, financiamiento del medio o de la ONG, la pauta publicitaria, etc.
Verificar los datos, cifras y demás información proporcionados por la noticia o el artículo.
Verificar la fecha de publicación. Muchas veces se distribuyen noticias que son viejas.
Verificar el contexto de la publicación.
Si se trata de una parte de la noticia, de un video o de un audio, corroborar que no haya sido sacada de contexto.
Si la recibimos de un contacto, preguntarle de quién la recibió y si verificó la información.
Desconfiar de los audios. Muchas veces están «armados» con la intención de confundir o desinformar. Este es un fenómeno que abunda en WhatsApp.
Si se trata de una imagen, es recomendable indagar en un buscador para verificar si es real o está sacada de otro contexto o si ha sido adulterada.
No hay que olvidarse lo que oportunamente nos recomendó Abraham Lincoln:
Siempre debe prevalecer la duda, aquella a la que se ha referido Descartes, pero el conocimiento y el ejercicio que un analista lleva a diario con la información también agudiza su intuición, lo que hace que ante una noticia, un mensaje de WhatsApp, un video u otro tipo de mensajes, se le enciendan las luces amarillas y comience a verificar la autenticidad o la veracidad de lo que tiene ante sí.
Esta capacidad desarrollada durante años es lo que a veces provoca en otros una sensación de que su interlocutor ―en este caso me refiero a un analista o a un experto en comunicación― presenta una actitud de desconfianza ante todo e, incluso, que quizás observa conspiraciones por todos lados. Sin embargo, la historia nos apabulla con las conspiraciones … y si no, si leemos a Suetonio, ¿por qué Julio César le habría dicho a Marco Junio Bruto «Καὶ σὺ τέκνον» («¿También tú, Bruto?»). Si lo dijo o no lo dijo sigue siendo un debate entre los historiadores pero lo que sí es seguro es que lo de los idus de marzo (el 15 de marzo del año 44 a.C.) ocurrió y que fue una conspiración.
* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019. Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB). Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.
Referencias
[1] Ignacio Muro Benayas. Globalización de la información y agencias de noticias. Entre el negocio y el interés general. Barcelona: Paidós Ibérica, 2006, 228 p.
[4] Todd Gitlin, en su libro Enfermos de información. De cómo el torrente mediático está saturando nuestras vidas. Barcelona: Paidós Ibérica, 2005, 310 p.
Escribo esto el día anterior a la final de la Copa Mundial de Fútbol. Así que, obviamente, no sé cuál será el resultado.
Cualquiera sea, no invalida las conclusiones que podemos obtener de esta maravillosa aventura colectiva que hemos vivido millones de personas estas últimas semanas.
Sobre geopolítica, soft power en Relaciones Exteriores, el destino manifiesto del Gran Pueblo Argentino (¡Salud!), y sobre nuestro futuro de grandeza, que está al alcance de la mano. Arrancamos.
La canción elegida como preferida por el público, creada por Fernando Romero e interpretada por La Mosca, tiene mucha tela para cortar. No voy a analizar sus méritos artísticos, porque me excede. Me referiré al contenido.
Es un compendio de los amores del pueblo, en feliz desorden.
Enumera los fracasos y el dolor que produjeron (“Las finales que perdimos/Cuantos años la lloré”). Inmediatamente postula que se empieza de nuevo y que permite renacer la esperanza (“Pero eso se terminó/Porque en el Maracaná/La final con los brazucas/La volvió a ganar papá). Sobreponerse a los fracasos es un signo de adultez.
Recuerda nuestra mayor gesta heroica reciente, Malvinas. Nunca agradeceremos lo suficiente a La Mosca por destruir de un plumazo 40 años de desmalvinización intentada de arriba hacia abajo. Con una simple canción demuestra una vieja tesis mía de que a los pueblos no se los doblega fácilmente. Podrán callar, pero no necesariamente cambiar de parecer (“De los pibes de Malvinas/Que jamás olvidaré”).
Rinde homenaje al héroe fallecido.
Ya no es el ídolo A en competencia con el ídolo B, sino la validación (ficcional) del consagrado quien entrega el testimonio al nuevo demiurgo, en una malabarismo conceptual excelso (“Don Diego y La Tota/Alentándolo a Lionel”). Reformula lo que creo es uno de los puntos más valiosos de nuestra Constitución, el contrato intergeneracional: “para nosotros, para nuestra posteridad”. Lionel releva a El Diego en este juego de postas sublime. Traspaso que se repetirá ad infinitum cuando cuadre. Así nace la inmortalidad de las naciones.
Valora los logros anteriores. Esto es fundamental para todo proyecto de nación. Tener orgullo de lo propio. Autoconvencerse que lo que uno se propone lo va a lograr por la simple razón que por más difícil que sea el objetivo, ya se hizo con antelación (“Quiero ganar la tercera”, ergo, ya gané dos, ya lo hice, sé que puedo hacerlo).
Como programa político o propaganda de programa político, la canción es perfecta. Saber que niños de 4 ó 5 años la cantan, es escupirle en la cara a todos los políticos desde 1983 a hoy que hicieron lo posible e imposible para esconder el orgullo de la Gesta de Malvinas. No puedo explicarles lo que disfruto.
Hagamos esta cuenta: El 65% de la población argentina tiene menos de 40 años. Esto quiere decir que 30 millones de personas nacieron luego de la Guerra del Atlántico Sur, incluidos todos los jugadores del plantel. Sin embargo, a pesar del dinero invertido por el Estado argentino, el desinterés manifiesto de Alfonsín, Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner, Cristina Fernández, Macri y Alberto Fernández, los oropeles dados a Bauer por su acción de propaganda y los té con celebrities de cabotaje en la embajada, la mayoría de la población grita a los cuatro vientos, frente a las cámaras de TV internacionales, que no se olvidó ni nunca se va a olvidar. Esto para mí es: Pueblo 1, Gobernantes 0.
Destino Manifiesto
En junio de 2019 escribí para La Prensa «Nuestra verdadera tragedia fue haber cancelado en 1982 el proyecto de Nación». Sostuve (y sostengo) que Argentina tiene un proyecto de Nación. Orgullosa, un poco canchera, con deseos de grandeza y ser potencia mundial, levemente fanfarrona y autosuficiente, convencida de sus virtudes y su destino manifiesto.
A partir de 1983 sufrimos gobiernos de intervención con mandatos claros como debilitar hasta la nulidad las FFAA, desindustrializarnos, desmoralizar al pueblo mediante un conjunto de operaciones:
esparcir tristeza (con la excepción de Menem todos los gobernantes que tuvimos fueron tristes, mala onda, depresivos o gruñones, perdedores con justificaciones permanentes de los errores que siempre ponían en cabeza de otras personas),
tratar de convencernos de que somos tristes, depresivos, malas personas y perdedores. Lo describió con maestría Gatin. Al servicio de este programa pusieron a trabajar a las agencias estatales (como TV Pública, Télam e INCAA) y subcontrataron a todos los privados,
ocultar los logros por más pequeños que sean (ej. ser campeones mundiales de toda disciplina [1] que no sea fútbol),
disminuir en lo posible la población del país,
disuadir la inversión privada,
acallar las tradiciones,
dejar caer en la inoperancia y obsolescencia la infraestructura de transporte del país,
buscar relegarnos a la insignificancia.
Quienes estamos en la vereda opuesta a los interventores, siempre denunciamos y abjuramos del proyecto oficial. En Restaurar numerosos columnistas han expuesto en ese sentido y recomendado las estrategias para a) preservar nuestra identidad y defender su existencia en tiempos hostiles, b) renacer de las cenizas y recuperar el proyecto nacional abandonado.
Eso no quiere decir que cada tanto no se flaquee. Las dudas abruman. Que el interventor es poderoso y maneja los resortes del poder, que le lavan la cabeza a los más jóvenes, que se pierde el sentido nacional, que nadie recuerda el proyecto, que no se puede ir a caballo a ver a la Virgen de Luján, que el Washington Post nos difama y otros lamentos.
Estas últimas semanas dieron por tierra todo esto. El pueblo ha demostrado que conserva sus capacidades intactas: i) alegría de vivir, ii) fe en sí mismo, iii) compañerismo y comunión en un presente y futuro común, iv) confianza en las propias virtudes, v) orgullo por ser argentino, vi) creatividad, vi) amor propio, vii) pasión, viii) memoria, ix) agradecimiento (es de buen nacido ser agradecido), x) hambre de gloria. Somos ganadores, no perdedores.
Repito: que niños chiquitos canten lo que no es otra cosa que la promesa de no olvidar Malvinas, me llena el corazón de alegría.
Soft Power y Relaciones Exteriores
Como dijo el presidente de China hace un par de meses atrás, Argentina es un país importante en el concierto mundial. No lo van a escuchar de ningún político, quienes lloran desgracias y autojustifican por qué nos hacen pasar hambre (mercados que se derrumban —Cristina Fernández—, “pasaron cosas” —Mauricio Macri—, la guerra de Ucrania y el Covid —Alberto Fernández—).
Este mundial en particular nos enfrentó a cómo nos ven en diversas partes del mundo.
No es casual la campaña internacional contra nosotros. A las potencias no les gustan los que se desmarcan. Odian los insumisos. En ese contexto debemos entender el libelo que publicó The Washington Post.
Sacarnos de encima la mirada de los arrastrados locales (la mayoría), que siempre ven grandiosidades en los países desarrollados de Occidente se ha vuelto un objetivo relevante. Occidente (con excepción de EEUU) no nos compra nada y nos vende poco. Nuestros socios comerciales son otros. Quienes nos apoyan disfrutan una decidida senda de crecimiento, como quienes integran los BRICS. Nada de lo que sucede es casual. Es el lugar que Argentina tuvo desde que mandamos al Almirante Bouchard con patente de corso a hacer lío por el mundo. Cuando Perón pensó y co-organizó los No Alineados, cuando lideramos la Conferencia de Bucarest en 1974, cuando nos enfrentamos a una potencia mundial en 1982. ¿Por qué no nos van a ver con admiración gente que sufrió duramente el yugo inglés? ¿Por qué no van a admirar a nuestros atletas que se destacan en numerosos deportes? Para ellos somos un ejemplo de coraje y éxito frente a la adversidad.
Estas semanas son un pasaporte para iniciar una era de excelentes negocios. El softpower está de nuestro lado. Tenemos que aprender a sacar provecho de ésta virtud.
Objetivo de mínima: poner el país de pie. De máxima: recomponer las Provincias Unidas del Río de la Plata, Guinea Ecuatorial (África) incluida.
Un rayito de esperanza
Cuando uno ve cómo se recuperó Rusia en sólo 20 años luego de estar al borde de la disolución con la glasnost, vemos que podemos dar vuelta la taba en poco tiempo y darle a nuestro pueblo una era de prosperidad, alegría y esperanza.
Sólo tenemos que echar a estos amargados, tristes, depresivos, chantas, inútiles y garcas que nos gobiernan.
El futuro es todo nuestro.
Otro sí digo:
Temas personales: Tengo 59 años. Vi a Argentina ganar en fútbol en 1978 y 1986 y dos medallas de oro JJOO. Me di otros lujos. Ver ganar la Copa Davis, que se había deslizado de los dedos de Vilas, Clerc, Jaite. Cecilia Rognoni y Luciana Aymar elegidas las mejores jugadoras del mundo (hockey sobre césped) numerosas veces, la selección femenina campeona mundial, la masculina oro olímpico. Basket, medalla oro JJOO y campeones mundiales. Numerosos premios en el Dákar, Pechito López campeón mundial. Oros JJOO en ciclismo, vela, artes marciales, en fin, seguro me olvido de varios. Vi jugar al rugby a Hugo Porta, Santiago Gómez Cora, Marcos Moneta (ahora mejor jugador del mundo). Cracks como Adolfo Cambiasso, de quien Maradona dijo “Me gustaría ser el Cambiasso del fútbol”. Antes de irme de este mundo quisiera ver a Argentina campeón mundial de rugby, en JJOO y en XV. Con eso, cartón lleno.
Como siempre dice @Lady_Astor, no elegí nacer acá, sólo tengo el privilegio.
Bajo la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia. Que hoy esté de nuestro lado.
Una abrazo a todos.
Horas después…
Nota
[1] Nadie sabe que los varones de hóckey sobre patines fueron campeones mundiales seis veces, al igual que la selección femenina. ¿Quién sabe que Marcos Moneta fue elegido el mejor jugador del mundo en rugby seven este año? ¿Cuántos atletas no son cubiertos por la prensa cuando van a defender la celeste y blanca, a veces con enormes dificultades?
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