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ALIANZA TURCO CATARÍ Y LA DIMENSION IMPERIAL

Marcos Kowalski*

La región que conocemos como “Medio-Oriente”, constituye un puente entre Europa y Asia, con países ricos en hidrocarburos y minerales, y donde la mayoría de su población practica una de las religiones más difundidas de la tierra, el islam. Cuna de una infinidad de civilizaciones precursoras de nuestra cultura, fue, es y posiblemente seguirá siendo, una zona de conflictos, confrontaciones y disputas por la hegemonía, el poder y las riquezas.

Hoy la disputa por ese poder se centra en tres grandes ejes, el árabe, el eje iraní y el turco-catarí. Este último eje, el de más reciente formación en la puja de influencias en la región está compuesto por Turquía y Catar donde aparentemente es Ankara la que desarrolla una política agresiva en toda la zona e, incluso, avanza hacia el Mediterráneo y África del Norte. Si se despliega un mapa de Medio Oriente, Norte de África, Mediterráneo Oriental y Asia Central, es posible apreciar que Turquía está presente en varios de los conflictos de la región.

Hace pocos años Ankara decía tener “cero conflictos con sus vecinos”. Hoy está presente de forma controvertida en Siria, Libia y Nagorno-Karabaj. Tiene serios problemas con los kurdos en su territorio y en Siria, una peligrosa confrontación con Atenas por Chipre y con otros países por recursos energéticos en el mar Mediterráneo. Igualmente, crecen las tensiones con Rusia, Estados Unidos, Israel, la Unión Europea y la OTAN.

Para entender el anhelo expansionista de los turcos debemos recordar que, durante 600 años, con especial auge en los siglos XVI y XVII, el Imperio otomano dominó desde el sureste de Europa hasta los territorios que actualmente son Austria y Hungría, los Balcanes, Grecia, parte de Ucrania, Irak, Siria, Israel, los territorios palestinos y Egipto. Su poderío alcanzaba Argelia en el norte de África y gran parte de la península arábiga.

La relación de Turquía con Catar se remonta a hechos históricos en la península arábiga. Esta península, debido a su tamaño y condiciones climáticas rigurosas estaba habitada casi por la totalidad de la población en sus costas y dividida en tribus gobernadas, durante el siglo XIX, por una suerte de reyes, los sheikhs, los jeques. Fue por aquel entonces que el Imperio otomano trató de conquistar el este de la península.

En 1871 los otomanos enviaron un emisario a Catar, gobernada por la dinastía de Al Thani, quienes aceptaron las condiciones otomanas pasando a convertirse en parte del imperio. Alojó tropas turcas permitiendo que se utilizara el territorio catarí como base de operaciones otomanas en la península. La familia Al Thani ha gobernado el país desde su fundación en 1850 con una serie de sucesiones de poder que no siempre han estado exentas de contratiempos.

También en el mismo siglo XIX, llegó el wahabismo, una forma estricta y conservadora del islamismo, hoy en día la religión oficial de Arabia Saudí, propiciada desde el comienzo por la casa de Saúd, donde se les dio a los wahabitas el control total de la vida social y cultural del reino, lo que significaba que tendrían el control de la educación y del sistema judicial.

Algunos afirman que el wahabismo es «el padre ideológico» del “Estado Islámico”. La dinastía Al Thani de Catar aceptó esta corriente religiosa expansionista y con ambición de dominio de toda la península árabe, tratando de dominar incluso Omán y los actuales Emiratos Árabes donde esta corriente fue rechazada.

Los otomanos abandonaron la península de Catar en 1915. Desde entonces y hasta los años 70 del siglo XX, los cataríes siguieron una trayectoria comercial y política parecida a las otras monarquías de la península arábiga. También, por entonces, se retiraron los británicos de la península, debiendo los jeques tomar el control sobre sus territorios.

Los jeques de Abu Dabi, Dubái, Ajman, Fuyaira decidieron confederarse y dar lugar a los Emiratos Árabes Unidos mientras que los reyes de Bahréin, un emirato de la costa oriental de la península arábiga y Catar se constituyeron en estados independientes.

En Turquía, tras la desintegración del Imperio otomano en 1918, apareció la figura de Mustafa Kemal Atatürk, quien pese a opiniones encontradas, existe consenso en que fue una de las figuras más importantes del siglo XX. Fue el primer presidente de la República de Turquía y se mantuvo en el cargo durante 15 años con una alta popularidad.

En la actualidad gobierna Turquía Recip Tayyip Erdogan, del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), que gobierna desde 2002, adoptando una política exterior cada vez más ambiciosa, con el trasfondo mítico del Imperio otomano. Debemos recordar que durante la Guerra Fría, Turquía era un fuerte aliado de Occidente como miembro de la OTAN y del Consejo de Europa.

Debido a su posición geográfica y sus características culturales, en la que conviven el islam con una fuerte tradición secular, se le consideraba un puente con Oriente a la vez que un muro de contención frente a la influencia de la ex-URSS y, en particular desde septiembre de 2001, del islam político radical. Este esquema, sin embargo, no estuvo exento de problemas. Ankara está enfrentada a Grecia, otro miembro de la OTAN, por la soberanía de Chipre desde que Turquía invadió el norte de esta ex colonia británica en 1974.

A partir de ese año, 1974, con el aparente propósito de encontrar entre los musulmanes apoyo para sus pretensiones sobre Chipre, Turquía se involucra en la “Conferencia Islámica”, una importante organización islámica transnacional aportando financiación.

El gobierno del Estado de Qatar lo ejerce el Emir, quien es el monarca y jefe de Estado del país, así como el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y garante de la Constitución. En 1995 se produjo un golpe de estado en Qatar, donde Hamad Al Thani desplazó a su padre del poder y lo asumió, decidiendo hacer una política muy separada de los otros países árabes de la península.

A raíz de esta posición de Qatar, hoy está sumido en una disputa diplomática con sus vecinos, incluidos Arabia Saudí, Bahréin y Egipto. Esa fue la razón que, para impulsar la posición política catarí, se creó la cadena informativa Al Jazeera. En 2010, comenzó la conocida como “primavera árabe”, una serie de revueltas a lo largo de todo el mundo árabe dese Marruecos hasta Yemen, atribuidas a la popularización de los teléfonos celulares y de las redes sociales y sobre todo al islam.

Es en 2010 también donde Estados Unidos hizo uno de sus tantos giros en su política exterior, priorizando los asuntos de Asia, concentrando sus recursos en la confrontación con China y dejando de lado a Medio Oriente y asignando a Europa un papel mucho menor en la política de Washington que el que venía teniendo hasta entonces, dejando un mayor campo de maniobra para las potencias regionales de esa zona.

Esta situación propició una política mucho más activa por parte de Turquía para poder garantizar sus intereses, en contraposición de los intereses de Arabia Saudí e Irán, prevaleciendo sobre todo su interés en la seguridad, tratando de negar a las demás naciones el acceso a una preeminencia en la región: los turcos aprovechan esta coyuntura para ganar más peso en la zona y Catar va acercándose a Ankara para resguardarse de sus poderosos vecinos.

Hasta ese momento el país predominante en el área era Arabia Saudí. Bahréin, Emiratos y el mismo Catar, se agrupaban en torno al Consejo de Cooperación del Golfo principal foro político regional, que actuaba bajo La influencia de Riad. Con la llegada de las revueltas de la “primavera árabe”, que se supone impulsaban “los Hermanos Musulmanes”, las posturas de los integrantes de este foro comenzaron a diferenciarse.

Arabia Saudí y Bahréin se oponen decididamente a estas “revoluciones”, sin embargo, los cataríes, acompañando a Turquía, decidieron apoyar las revueltas islamistas en Siria, Palestina o Egipto. Desde el 30 de junio de 2013, cuando tuvieron lugar las manifestaciones multitudinarias contra el gobierno egipcio de Mohammed Morsi, que acabaron con el golpe de estado de Abdul Fatah Al-Sisi, Turquía se convirtió en el lugar de refugio para los “Hermanos Musulmanes”.

Muchas de las reuniones que la Hermandad ha celebrado han tenido como central de operaciones Estambul y, como aliado, al gobierno de Recep Tayyip Erdogan, presidente turco. Esta alianza ha sido utilizada ahora por Ankara, que ha solicitado la ayuda de “los Hermanos Musulmanes” tanto en Catar como en la capital turca, para su campaña contra la demarcación egipcia y griega de sus respectivas fronteras marítimas.

Pero ¿quiénes son los “Hermanos Musulmanes”? La organización llamada Sociedad de los Hermanos Musulmanes, también conocida como Hermandad Musulmana o Hermanos Musulmanes, nació en 1928 en Egipto. Con una red de simpatizantes y miembros de entre medio y un millón de personas en un país de una población total de 80 millones y con una gran influencia internacional, es una de las organizaciones islamistas con mayor presencia exterior. El ideario de esta cofradía nace apoyado en la vuelta al islam primigenio, basado en El Corán y la Sunnah, y en la implementación de la Sharía como única forma de gobierno.

Este grupo toma caminos divergentes; por un lado, están los que abogan por un movimiento pacífico, cuya actividad se basaría en distintas iniciativas y servicios de carácter social, mientras que la otra rama es más proclive de intensificar la actividad del brazo violento, convirtiéndose en el germen de algunos de los grupos yihadistas de la actualidad

Para Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y muchos países dentro de Medio Oriente, los Hermanos Musulmanes suponen una gran amenaza, “Los Hermanos Musulmanes” mediante una posición de medios aparentemente pacíficos e incluso altruistas, construyendo escuelas e instituciones de ayuda comunitaria, propician acciones que terminan siendo violentas en su intención de la creación de un súper estado islámico.

Cuando Arabia Saudí y sus aliados, entre otros, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos comenzaron en 2017 un boicot contra Catar, que ya terminó, Turquía apoyó al emirato, también a través del envío de alimentos. Lo que une a Turquía y Catar es, principalmente, su buena relación con los Hermanos Musulmanes y la interpretación social revolucionaria del islam.

En Arabia Saudí el Consejo Religioso Saudí, afiliado a la cúpula estatal en Riad, calificó a los Hermanos Musulmanes de “organización terrorista”; además, el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, en octubre de 2018 en el consulado saudí en Estambul, sigue siendo un lastre para las relaciones entre ambos países.

A pesar de que hay cierto intento por parte de los turcos de acercarse y mejorar sus relaciones con los países árabes, sobre todo, con Arabia Saudí y Egipto —que algunas fuentes árabes califican como parte de la estrategia híbrida para toda la región de Ankara, con miras a posicionarse mejor—, sebe destacarse que Turquía está atravesando por una situación interna complicada en lo económico y político.

Las relaciones con Egipto también suelen ser cuando menos complicadas. En 2013, el gobierno turco había criticado duramente el golpe de estado contra el expresidente egipcio Mohammed Mursi, que provenía de las filas de los Hermanos Musulmanes. Mursi fue derrocado por el ejército egipcio y desde 2014 Abdelfatah Al Sisi es presidente.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, también señaló el viernes 7 de mayo de 2021 que su país quería fortalecer la “histórica” amistad con Egipto. El anuncio siguió a conversaciones directas entre altos representantes diplomáticos de ambas naciones; aun cuando el dialogo existe, la situación entre ambos países es complicada.

Turquía ha venido construyendo en las últimas décadas un aparato militar y una industria para la defensa capaz de desarrollar y construir los elementos necesarios para la intervención en distintos escenarios y Catar ha participado financiando no pocos de estos proyectos. En la estrategia expansionista de Turquía, el aparato militar es una parte muy importante.

En el teatro de operaciones de Siria, los turcos, quizás analizando las acciones híbridas de los rusos y su doctrina Gerasimov, ha aprendido a desarrollar un accionar que roza la violación del Derecho Internacional Público, pero que les han están dando resultados, tanto en Siria, como en Libia o Nagorno-Karabaj.

Mientras en el ámbito internacional la relación de Turquía puede ser analizada con cada uno de los Estados. Según algunos analistas la que mantienen los turcos con Rusia ha girado desde el siglo XXI alrededor del control de los Balcanes, el mar Negro, el Cáucaso y la influencia en Medio Oriente.

Aunque tienen posiciones diferentes en varios conflictos, comparten una visión estratégica. Tanto Erdogan como Putin consideran que el mundo es multipolar y que sus países merecen, junto con China y otros emergentes, una cuota de poder mayor frente a Estados Unidos y a Europa.

Francia y Turquía se han enfrentado debido al papel ambiguo de París en Libia. El gobierno de Emmanuel Macron tiene también disputas con Ankara por el acceso a fuentes de energía en el Mediterráneo oriental y el apoyo con venta y suministros de armamento francés a Grecia.

En Libia, a cambio de su apoyo en la constitución de la Tripolitana (hoy Libia está dividida en Cirenaica, de influencia egipcia, Tripolitania, de influencia turca y Fezzan), Turquía ha obtenido del gobierno libio de Trípoli, la creación de una zona marítima exclusiva en el Mediterráneo, con el fin de competir con los proyectos de Grecia y Chipre.

Las relaciones con Estados Unidos son también contradictorias. Estados Unidos y la OTAN tienen en Turquía la importante base militar de Incirlik, desde la cual ha realizado operaciones, entre otras, en Irak y Afganistán. Erdogan ha amenazado con cerrarla.

Así también, en 2019, el gobierno turco se inclinó por adquirir de Rusia el sistema de defensa antimisiles S-400 Triumph, alegando que Washington no le había querido vender misiles Patriot en 2017. Como represalia por esa compra, el Departamento de Defensa estadounidense tomó la decisión definitiva de eliminar a Truquía del programa de aviones de combate F-35.

Con la Unión Europea es improbable que en un plazo medio se negocie la integración de Turquía. Ankara tiene una carta fuerte ante la UE, la presencia de millones de refugiados de Siria y otros países que esperan en su territorio la oportunidad de marchar hacia Europa.

Ankara hizo un pacto con la UE en 2016 para contener a los refugiados a cambio de 6.000 millones de euros. La renovación del acuerdo sobre la contención de los refugiados sirios en territorio turco se ha complicado por el intento de Ankara de relocalizarlos en parte de Siria y las relaciones económicas entre las dos partes están alteradas por la crisis financiera turca.

Es que como expresan muchos observadores europeos, desde la perspectiva de la UE, Turquía tiene una triple identidad: es un socio estratégico de Europa, especialmente en la economía y el comercio, es un adversario en el Mediterráneo oriental y Oriente Medio y un jugador negativo en la OTAN.

Sus acciones militares, complementarias de las políticas (y acciones híbridas), psicológicas, de propaganda o tecnológicas, de campañas expansionistas, están apoyadas en tres pilares, las compañías militares privadas (más o menos integradas por mercenarios), la extraordinaria industria para la defensa y las fuerzas militares propiamente dicha.

Turquía intenta recuperar la influencia del Imperio otomano con imprevisibles consecuencias para el equilibrio internacional. Sectores civiles y militares turcos consideran que su país es una potencia regional emergente con fuertes capacidades demográficas, económicas y comerciales. Tiene fronteras con ocho Estados y el 74% de la población total (84.339.067 personas) profesa el islam sunita.

Entre los turcos, diferentes escuelas de pensamiento, han promovido desde el final de la “Guerra Fría” que Turquía tenga una visión expansiva de sus intereses (la estrategia “Patria Azul”) y compita con las monarquías sunitas del golfo Pérsico por la hegemonía regional.

Entonces, frente al bloque occidental, y con el propósito de reeditar un imperio, se ha erigido una alianza, tradicional, pero fortalecida, formada por Catar y Turquía. Durante el Comité Estratégico Superior Catarí-Turco, celebrado en Doha, en su quinta edición, un ministro catarí, Mohamed bin Abdulrahman Al Thani, ha reafirmado: “Deseo y determinación sinceros de conseguir pasar de las relaciones bilaterales a una asociación estratégica integral”, que permita abrir “nuevas áreas de cooperación”. Por su parte, su homólogo turco, Mevlut Cavusoglu, ha destacado el papel desempeñado por el Comité, que sirve como “un paraguas importante para todos los aspectos de la cooperación bilateral entre los dos países”.

Analizando las relaciones entre ambos Estados, podemos ver, en el ámbito económico que en las cuatro ediciones previas del Comité (la primera tuvo lugar en el año 2015), Catar y Turquía han firmado 45 acuerdos y memorandos de entendimiento. Esto ha venido acompañado por un incremento de las inversiones, tanto de Turquía en Catar como viceversa.

Los datos disponibles arrojan unos 11.600 millones de dólares en fondos turcos destinados a proyectos ubicados en Catar, entre los que sobresale la Copa Mundial de la FIFA 2022. Mientras que las inversiones cataríes en el país euroasiático superaron, ya en 2017, los 20.000 millones de dólares, lo que le permitió al emirato configurarse como el segundo mayor socio inversor de Turquía.

En 2018, Catar volvió a anunciar un nuevo paquete de inversiones, valorado en 19.000 millones de dólares, de los cuales, 650 millones estaban destinados al sector primario (agricultura y ganadería). Por su parte, cabe destacar, también, que el volumen del comercio logró, en el año 2018, la significativa cifra de 2.400 millones de dólares, lo que implicó una duplicación con respecto al año anterior.

En lo que hace a la cooperación militar, en diciembre de 2017, se creó el Comando de la Fuerza Conjunta Combinada Catar-Turquía en la base denominada Tariq bin Ziyad, con capacidad para 3.000 soldados. Desde entonces, ambos países han ido reforzando los programas combinados de dicha cooperación. Ejemplo de ello fue la apertura de un centro turco de simulación de helicópteros en territorio catarí, que permite el entrenamiento de pilotos. La inversión total desembolsada alcanzó los 39 millones de dólares.

Es importante concluir que, además de reforzar los vínculos con el emirato, Turquía persigue una ambición más profunda, como hemos dicho, en el intento de recuperar su influencia, reeditando las viejas glorias del Imperio otomano. En ese sentido viene expandiendo su red de cooperación militar, ha abierto varias instalaciones militares en el extranjero alrededor del mar Rojo, del mar Mediterráneo y del golfo Pérsico, que amplían la proyección de poder regional del país.

Erdogan ha ido ganando control sobre las fuerzas armadas (tradicionalmente seculares) y adoptó una posición radicalizada, pro islam, a partir del intento de golpe en su contra en julio de 2016 con actitudes intervencionistas con motivo de la “primavera árabe”, cuando apoyó a los Hermanos Musulmanes en Egipto y a milicias islamistas contra Bashar Al Asad en Siria.

Pero la crisis económica y financiera y la fuerte presencia de refugiados sirios (3,7 millones) ha deteriorado al partido de Erdogan y le ha dado más peso al Partido de Acción Nacional, nacionalista y de ultraderecha. En la actualidad, se habrían fusionado las escuelas islamistas del PJD con la nacionalista, antioccidental y pro-asiática, en la que coinciden civiles y militares, que propugna la proyección de fuerzas y el establecimiento de bases militares, la reivindicación de derechos marítimos y ganar espacios geográficos, incluyendo varias islas bajo soberanía griega.

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos. 

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OTRO FRACASO ENCUBIERTO EN AFGANISTÁN

Isabel Stanganelli*

“Afganistán es el modelo de lo que

se puede alcanzar en Iraq”.

George W. Bush

 

Drogas y terrorismo comparten geografía, dinero y violencia. Si fuera un negocio lícito, las drogas serían el tercer producto mundial de comercio, detrás del petróleo y de las armas. Sin embargo, el narcotráfico no solo es ilegal sino que suele ser sostener otras actividades ilegales —por ejemplo el tráfico de armas— y mantiene vinculaciones con muchas otras que forman parte del gran espectro del crimen organizado.

El opio, producto de la adormidera, es la base para producir morfina, goma de opio y heroína. Así como el Triángulo de Oro —Myanmar, Laos, Tailandia— fue fruto de la Guerra Fría, la Media Luna de Oro con origen en Afganistán lo es de la post Guerra Fría. Hoy es un gran abanico de rutas que se irradian en todas las direcciones posibles con centro en ese país.

En 2003, una hectárea de trigo rendía US$ 350. La misma superficie sembrada con adormidera requería US$ 320 en semillas y rendía US$ 6.150, casi 18 veces más. Tiene menos requerimientos, amplio mercado y puede ser conservado indefinidamente. Muy afectados por décadas de guerras, pobreza endémica y sequías frecuentes y prolongadas, esta actividad permite a los afganos comprar armas, alimentos, protección…

Por otra parte el rendimiento del cultivo hizo elevar el salario de la mano de obra por lo cual se detuvieron las tareas de reconstrucción de puentes y rutas, basadas en menores salarios. Los techos y las escuelas quedaron esperando ante la falta de mano de obra disponible. Mientras el comercio de drogas se expande, los esfuerzos legales para combatirlo quedan rezagados. 

Evolución de los cultivos

Si bien los cultivos en Afganistán son ancestrales, el uso comercial de la adormidera se inició durante la ocupación soviética del país, entre 1979-89, con los muyahidines —sostenidos por la CIA (y Rambo)—. Enviaban la morfina base a Pakistán con conocimiento de la CIA —que sostenía la resistencia— o a Turquía, donde mediante refinación se transformaba en heroína.

La resistencia a la URSS y la posterior guerra civil destruyeron las infraestructuras agrícolas, los principales canales de irrigación y rutas al mercado. Tras el retiro soviético, el país perdió los subsidios de Moscú y no recibió más ayuda de Washington ni —salvo de Pakistán— del resto del mundo. Fue la etapa de la guerra civil entre los grupos que habían repelido la invasión soviética pero que no lograron ponerse de acuerdo para el gobierno de la liberada república. Los señores regionales, líderes de tribus y clanes lucharon entre sí, provistos de importantes fuerzas a las que pagaban, alimentaban, vestían y armaban —y cuya fidelidad compraban— con el dinero que aportaban los crecientes cultivos de adormidera.

En la década de los ‘90 Afganistán ya producía más de 2.000 toneladas/año de opio, superando a Myanmar —1.000 toneladas— y Laos y Colombia con 100 toneladas/año cada una.

Hacia 1996 el triunfante gobierno talibán redujo su producción y solicitó ayuda internacional para subsidiar a los campesinos. Se enviaron en total 3,2 millones de dólares en cinco años —unos 630.000 cada año—[1]. Como consecuencia, los cultivos en Afganistán se incrementaron. El mercado ya abarcaba Europa Occidental, Rusia, Asia Central, Pakistán e Irán. Hacia 1999 Afganistán producía 4.565 toneladas (70% del total mundial), más que todo el resto del mundo incluyendo el Triángulo de Oro.

En 2000, en plena época de cosecha —julio— el Mullah Omar prohibió los cultivos e hizo incendiar los laboratorios de heroína y encarcelar a los campesinos que no destruyeran sus cultivos, si bien no prohibió el comercio de los stocks existentes[2]. Esto se debió a que EEUU afirmaba que el gobierno se sostenía con los ingresos provenientes del comercio de la droga y la medida estaba destinada a probar que no era verdad.

En 2001 se produjeron 185 toneladas. Es decir 96% de reducción en escasos meses. Las provincias bajo gobierno talibán casi no tenían cultivos. Las toneladas de ese año correspondieron a áreas bajo el control de la Alianza del Norte e incluso se incrementaron en áreas no tradicionales, beneficiadas por los mayores precios generados por la menor oferta.

La llamativa reducción en 2001 (es muy difícil en un instante bajar el 96% de cualquier tendencia) fue objeto de numerosas especulaciones: ¿se buscaba reducir la oferta para aumentar su precio? (personalmente no creo pues esto beneficiaria a la Alianza septentrional); ¿reconocimiento del gobierno por la ONU?; ¿levantamiento de sanciones y ayuda internacional? Al menos la solicitaron. En ese momento diplomáticos occidentales advirtieron que si se perdía este gesto los cultivos volverían. Pero el presidente Bush Jr. impidió toda rehabilitación diplomática de los talibán al reclamar la entrega de Osama bin Laden.

En 2002, ya sin los talibán, las Naciones Unidas admitieron —con las tropas occidentales— el colapso total de la ley y el orden en Afganistán. El poco dinero destinado a compensar el cambio de cultivos y la falta de industrias para procesar otros no resultó y la adormidera comenzó a recuperar áreas y por consiguiente la producción (3.200 toneladas). Mazar-i-Sharif y Khanabad incorporaron además cultivos de cannabis —marihuana—. Entre ambas y con el país ocupado, generaron ingresos de US$ 1.300 millones, más que lo recibido en concepto de ayuda exterior por el país ese año.

La alianza ocupante entregó en 2003 semillas de trigo para sustituir cultivos, pero curiosamente en esos lugares fue donde más se cultivó amapola: 6% más que en 2002, 75% del opio del mundo. Los funcionarios a cargo de la reducción de cultivos temían ataques de los campesinos pues los alternativos de trigo resultaron desastrosos.

Este comercio aportó ese año US$ 2.300 millones. Los locales por pocos dólares negaban haber visto siquiera laboratorios y destruían cultivos solo a orillas del camino. Solamente en la provincia de Wardak, próxima a Kabul, la normativa del gobierno fue exitosa. Sus 400 familias, que en 2003 cultivaron 5.400 Ha, destruyeron los cultivos de opio en junio de 2004. La sensación imperante es: ¡ahora no tenemos nada! Cerca se han instalado minas antipersonales para evitar el re-cultivo.

En el resto de Afganistán la tendencia continuó. La Oficina de Drogas y Crimen de la ONU —UNODC— indicó que muchos campesinos incrementaban sus hectáreas cultivadas, otros comenzaban sus cultivos y que ya habían incorporado maquinaria, algo nunca antes destinado a cultivos.

Hace más de una década que los observadores de la ONU señalaban que el país podía colapsar ante las permanentes amenazas de las milicias armadas, la pobreza, la corrupción y la narco-economía.

Mientras la ISAF se ocupaba de Kabul[3], EEUU y el Reino Unido actuaban militarmente en el sur. Pero sus intereses no coincidían. EEUU exportaba valores: libertad, democracia, derechos de las mujeres y en suma, lucha contra el terrorismo. Acusaban a la OTAN y a la ISAF de dejarles la carga más pesada.

El Reino Unido debía responder a acusaciones domésticas: los británicos consumían entre el 50 y el 65% de la heroína introducida en toda la UE y el 90% provenía de Afganistán.

En 2001 Tony Blair indicó que el Reino Unido iba a Afganistán a parar el flujo de drogas y que la remoción de los talibán lo lograría. Pero resultó que las armas que éstos compraban eran pagadas con la vida de los adictos en las calles británicas.

En julio 2000 el opio en Afganistán valía 44 U$S/Kg, después de S-11: 95 U$S. Actualmente supera los 150 U$S el Kg. Debemos tener presente cómo se va encareciendo el producto hasta su destino final.

Actualmente Afganistán cuenta con una superficie destinada para el cultivo de adormidera en constante crecimiento: según cifras de la ONU pasó de 70.000 hectáreas en 1994 a alrededor 250.000 hectáreas en los últimos cuatro años.

En 2021, luego de 20 años, los EEUU se han retirado del país sin alcanzar ninguno de sus objetivos.

Gracias al opio este país ahora cuenta con recursos económicos más que suficientes para reconstruirse económicamente. Pero el trauma de siglos de atropellos sufridos —debido a la avidez de unos pocos o a lo estratégico de su posición— determina un futuro extremadamente incierto.

* Profesora y Doctora en Geografía (UNLP). Magíster en Relaciones Internacionales (UNLP). Secretaria Académica del CEID y de la SAEEG. Es experta en cuestiones de Geopolítica, Política Internacional y en Fuentes de energía, cambio climático y su impacto en poblaciones carenciadas.

 

Referencias

[1] Solamente en 1997 Laos recibió 4,2 millones de ayuda internacional y en 1998 Colombia 399 millones.

[2] La amapola se siembra entre septiembre y enero -dependiendo de las regiones-. En julio lo no cosechado debía ser destruido.

[3] De hecho jamás se dieron condiciones de seguridad como para que se alejaran demasiado de Kabul.

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A PERRO FLACO, TODO SON PULGAS

F. Javier Blasco*

Refrán o dicho popular con el que se pretende indicar un hecho —desgraciadamente bastante frecuente en todo tipo de ámbitos sociales, económicos y políticos— que consiste en que las desgracias tienden a suceder, aumentar o acumularse con mayor gravedad en aquellos grupos, personas, países o empresas que previamente están debilitados, son muy vulnerables o se encuentran abatidos.

Es el caso de la OTAN, una Alianza que, bajo la tutela y total mecenazgo de EEUU, surgió tras la Segunda Guerra Mundial para proteger y defender a Europa de las garras del comunismo; que tras la caída del telón de acero, ha tenido que ir adaptando su misión, estrategias y zonas de acción; que por circunstancias varias ha ido ampliando el número de sus componentes hasta llegar a ser demasiado numeroso y muy dispar y, por lo tanto, difícil y a veces imposible de manejar para poner a todos de acuerdo, ya que sus decisiones se toman por unanimidad.

La organización donde las rencillas, los celos, determinados afanes de protagonismo o, por el contrario, un deplorable pasotismo y la unilateral transferencia de responsabilidades hacia el resto de los aliados, ha venido sobreviviendo hasta nuestros días con mucha dosis de voluntad y no sin grandes quebraderos de cabeza por la obsesiva tenacidad de algunos de sus miembros como Turquía, los recelos derivados del Brexit, la diversidad de opiniones, las constantes amenazas de Francia, el grave y casi generalizado incumplimiento de los compromisos en gastos en defensa, sus complicadas transformaciones para la adaptación o reducción de las estructuras de mando y control, así como su complicado proceso para la toma de decisiones.

La Segunda guerra del Golfo (2003), cuando EEUU y Reino Unido decidieron invadir Irak con el señuelo de la existencia de Armas de Destrucción Masiva, sin el respaldo del resto de los miembros y la fuerte oposición de Alemania y sobre todo de Francia, marcó el punto de inflexión y primera gran grieta, nunca cerrada, en la cohesión de la OTAN de las últimas décadas, cohesión que se había mostrado férrea o pétrea cuando Bush hijo invocó el Articulo 5 del Tratado tras los atentados del 11-S (2001).

Francia, con su chovinismo y arrogancia peculiares que siempre preceden y acompañan sus actuaciones y decisiones, ya venía arrastrando grandes disconformidades y amenazas de abandonar la estructura militar de la Alianza, tal y como ya hizo efectivo en 1966 con de Gaulle como presidente, aunque siguió perteneciendo a la misma. Cuarenta y tres años más tarde, con Sarkozy en el mismo cargo, se volvió a reintegrar en dicha estructura aunque manteniendo ciertas reservas para no ceder elementos clave como su capacidad de disuasión nuclear.

Es posible que las razones de aquel “desencuentro” estén en dos hechos fundamentales: su interés desde los primeros momentos en que la OTAN ampliara su actuación hacia el Mediterráneo y Oriente Medio y en las más que esclarecedoras palabras de de Gaulle: “Modificar la forma de nuestra alianza sin alterar el fondo” con las que justificaba su decisión que provenía del malestar porque consideraba una “subordinación” de Francia a una “autoridad extranjera”.

Por otro lado, “Francia será más fuerte e influyente. ¿Por qué? Porque los ausentes siempre se equivocan, porque Francia debe codirigir, más que seguir. Porque tenemos que estar ahí donde se elaboran las decisiones y las normas, más que esperar a que nos las notifiquen”, fue la explícita frase con la que Sarkozy anunciaba la reincorporación.

Paralelamente a esta “forzada o forzosa” reincorporación a la Alianza, Sarkozy también quiso recuperar el permanente sueño francés de darle un mayor protagonismo a la UE en la defensa de Europa. Francia ansiaba que una renovada y pujante UE, encabezada por ellos, se implicara mucho más en diplomacia externa, seguridad y defensa; una forma de aumentar su protagonismo.

Esta idea, rápidamente, encontró una clara resistencia en la Alemania de Merkel, quien a pesar de su carácter pacifista al ser obligado por Ley en aquellos tiempos, no quería perder protagonismo ni implicarse en hazañas, que desde el principio consideraba muy costosas, bastante difíciles de ejecutar de forma eficiente y en las que, sin duda, Francia pretendería tomar el mando para someter a Europa a sus deseos de “ordeno y mando” y sobre todo, a meternos por la fuerza sus materiales de defensa en detrimento de las muchas industrias del ramo existentes en casi todos los países de la UE.

El insistente y obsesivo pensamiento sobre la “utilidad” de la OTAN a ojos de los mandatarios franceses es patético y notable; así entre otras cosas, en noviembre de 2019, Macron declaró públicamente a la Alianza en estado de “muerte cerebral” por las actuaciones y amenazas de Trump y animó a Europa a impulsar su unión estratégica.

Los problemas en la Alianza con protagonismo francés se han seguido sucediendo con varios miembros y así, en julio de 2020, París apeló a la OTAN tras un incidente naval, acusando a Ankara de haber atacado una de sus fragatas durante un control de buques sospechosos de violar el embargo de armas con destino a Libia, hecho que Turquía negó automáticamente.

Tras mostrar su descontento, Francia exigió “que los aliados reafirmaran solemnemente su adhesión y su compromiso al respeto del embargo de armas” en dicho país. También solicitó un mecanismo para solventar mucho más rápido los conflictos que el que estaba en vigor en aquel momento.

A pesar de las reticencias, pocos pros y muchas contras al sueño francés sobre Europa y su defensa, París usa cualquier motivo, situación de crisis o mínima tensión para poner de nuevo sobre el tapete la creación de una unidad militar europea —sin definir ni dimensionar— e independiente del actual y poco rentable Euro Cuerpo, asentado en Estrasburgo y que tras bastantes años de existencia ha demostrado ser una maquina muy pesada, difícil de mover por falta de medios para ello, con muchas restricciones de empleo y sin una unidad de doctrina que lo haga eficiente y rápido para todos sus miembros.

Sus recelos y temores se han incrementado más, si cabe, a raíz del Brexit. París siempre ha considerado a Londres como un aliado poco fiable a pesar de ser vecinos y enlazados por un importante cordón umbilical. Saben que los “primos” de EEUU siempre están dispuestos a girar sus miradas al otro lado del charco y seguirles en sus hazañas tal y como viene siendo norma durante muchas décadas. Se lanzaron juntos en Afganistán creando una misión aparte de la OTAN, invadieron también juntos Irak a pesar de las reticencias de los demás y ahora acaban de anunciar una alianza con Australia (AUKUS por las siglas en ingles de los tres).

Antes de la presente crisis a raíz de los submarinos a vender a Australia, aparecieron grandes fricciones y de nuevo, propuestas de la “Europa guerrera” como consecuencia del reciente, apresurado y vergonzoso fracaso de la misión y retirada de EEUU y de la OTAN de Afganistán, retirada realizada sin coordinar, al grito de “tonto el ultimo”, y la que de haberse hecho como debería —tiempo hubo tras veinte años de duros y sangrientos combates— no se habría abandonado a tantos civiles y sus familiares que ahora son perseguidos allí por haber colaborado con los países que intervinieron y, por supuesto, no es para ponerse ninguna medalla, tal y como algún insensato político ha hecho apresuradamente.

La súbita y sorpresiva aparición de AUKUS orientada a parar los pies a China en el Pacífico y en el Índico y su primera consecuencia, la anulación de un mega contrato francés para fabricar submarinos de propulsión a gasoil para Australia y sustituirlos por otros atómicos de fabricación norteamericana, ha sido el detonante para que Francia se sintiera cómo aquel joven al que le birlan la novia la noche de su despedida de solteros.

Sentirse y asegurar que han sido “atacados por la espalda” —tal y cómo varios ministros del gabinete de Macron definen la situación— por EEUU, no es más que la exagerada y absurda reacción de un país chovinista que quiere tomar las riendas de Europa tras la salida del Reino Unido y la inminente retirada de Merkel, que tiene una gran industria de armamento y que debe dar salida a sus muchos productos como sea.

El que ante tal situación haya llamado a consultas a sus embajadores en Camberra y Washington, quieran trasladar este problema a la OTAN poniendo en peligro su estabilidad y continuidad y aprovechar la circunstancia para volver a amagar con la necesidad de crear una fuerza europea, lo suficientemente potente para defender al continente al margen de la OTAN, no son más que salidas de pata de banco, rabietas de un niño mal acostumbrado y mimado o simplemente, una maniobra de distracción para tratar de alcanzar una posición de ventaja ante la posibilidad de renegociar el mencionado contrato o buscar un equilibrio a cambio de tamaña pérdida durante la inminente cumbre de la ONU, en la que, sin duda, el tema será tratado por los principales dirigentes occidentales.

Cómo bien es sabido, en EEUU a pesar de los cambios de orientación en las doctrinas de los presidentes que se suceden en el poder, la política internacional y la estrategia nacional no suelen sufrir grandes cambios, todo lo contrario a lo que ocurre en otros países en los que sus gobiernos viven de la revancha y el oportunismo.

Los presidentes norteamericanos, salvo honrosas excepciones, mantienen las líneas maestras definidas por sus antecesores en dichos temas, a sabiendas de que sus órganos de inteligencia y de mando y control de sus importantes fuerzas armadas, a pesar de los errores que de vez en cuando dejan patentes, no se suelen lanzar a la aventura de un cambio radical en geoestratégia.

Desde hace años algunos venimos insistiendo en que EEUU tiene otros intereses más importantes en cartera que la OTAN y Oriente Medio. Ya desde el mandato de Obama y hasta un poco antes, conocemos que últimamente les preocupan otros asuntos como el dominio del Ártico, las Fuerzas Aeroespaciales y evitar que China le releve en el liderazgo mundial y, sobre todo, le coma la tostada en el Pacífico y el Índico.

Para ellos la OTAN ha pasado a un segundo plano, de ahí su insistencia en que sea más autosuficiente y menos dependiente de las fuerzas y dineros norteamericanos. Oriente Medio y sus áreas vecinas como Afganistán es una zona demasiado grande, muy conflictiva, llena de gallos locos dispuestos a ir a la guerra o envolverse en la bandera del terrorismo y el yihadismo para obtener sus objetivos y propósitos.

Europa, sin el Reino Unido de su lado, con una OTAN capi disminuida y constantemente bombardeada por los inalcanzables delirios de grandeza franceses, se deberá resignar a ser un convidado de segunda en una OTAN que, necesariamente y con bastante urgencia, debería reorganizar sus objetivos, misión y áreas de interés e influencia.

Francia seguirá lanzando sus interesadas peroratas y propuestas con fines industriales y de “Grandeur” o protagonismo y la UE, mientras mantenga a su actual Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell —que entra al trapo en cualquier tema a nada que le enseñen un pañuelo verde en lugar de un capote rojo— seguirá hablando o semi secundando las propuestas francesas a sabiendas que no encontraran mucho respaldo en unos gobiernos que se estrenan, ni otros que deben capear grandes y profundas crisis o aquellos que tienen por norma mirar para otro lado y contentarse con cualquier cosa, siempre que le den réditos electorales.

La AUKUS seguirá su camino de formalización, asentamiento, engrandecimiento, desarrollo y compromiso, admitiendo la entrada a nuevos socios de la zona de interés, aunque es muy posible que la experiencia de la OTAN les sirva de lección y no sean tan permisivos a la hora de aceptar nuevos socios. Mientras China verá como contrarrestar esa “nueva amenaza” que le ha surgido sin esperarlo

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España. Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.

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