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LA OTAN Y SUS NUEVOS FANTASMAS

F. Javier Blasco Robledo*

Es bien sabido que OTAN son las siglas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Organización que consiste en una Alianza político-militar creada durante la Guerra Fría en 1949 y que se fundamenta en el mutuo apoyo militar entre los países miembros en caso de agresión por parte de terceros. Es básicamente una Alianza entre Europa y Norteamérica nacida con el exclusivo fin de garantizar la libertad y la seguridad de los países miembros a través de medios políticos y militares y hacer frente a las amenazas que provenían desde la extinta Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS).

De entre los anteriores medios, los políticos se basan en la exaltación y el exhaustivo empleo de los valores democráticos mediante la habilitación a sus miembros para que libremente puedan consultarse y cooperar de igual a igual y por consenso en asuntos relacionados con la defensa y la seguridad con especial dedicación a la resolución de los conflictos, la construcción de la confianza entre sus miembros, extender valores democráticos individuales o colectivos y en analizar y prevenir las implicaciones en los potenciales futuros conflictos tanto dentro, como fuera de su área de interés o influencia.

La mayoría de las alianzas, por no decir todas ellas, suelen tener un periodo variable de vigencia y existencia a lo largo del cual atraviesan diferentes fases que podríamos definir como: creación, expansión, afianzamiento, máximo esplendor, adaptación a nuevos objetivos y misiones, progresivo decaimiento y la definitiva disolución o desaparición voluntaria o forzada por acontecimientos de diversa índole y motivo u origen.

Pues bien, la OTAN, como cualquier alianza político-militar y máxime desde que su principal acicate o enemigo desapareció de la faz de la tierra, la URSS, para mantener su supervivencia e interés, ha ido pasando por casi todos los estadíos y ha tenido que irse adaptando a nuevas amenazas, misiones y procedimientos; lo que ha supuesto una serie de cambios francamente importantes en su orientación, empleo, estructuras y misión.

Por otro lado, las nuevas exigencias, el natural desgaste en las relaciones entre los aliados por los inevitables choques políticos, económicos o sociales; las rehencillas que aparecen por motivos comerciales o de liderazgo e inevitables roces entre países vecinos; así como, el tener que paliar diferentes puntos de vista sobre la cambiante misión y situación de la alianza e incluso, las propias consecuencias de determinadas evoluciones internas en la forma de entender la orientación actual o futura de la propia Organización o de cada uno de los países; así como, los inevitables nuevos enfoques en las relaciones exteriores individuales y colectivas de los mismos, hacen que cualquier fundamento político, por muy granítico que fuese en su día, empiece a tambalearse, resquebrajarse e incluso se pueda llegar a destruir.

A la vista de lo expuesto anteriormente y de los profundos cambios, tensiones y exigencias aparecidas o creadas en las últimas cumbres de la Alianza, así como, las discrepancias entre aliados europeos derivadas de un Brexit, que no augura un feliz final, y otras actuaciones individuales de algunos de los dirigentes de sus miembros más importantes, sería posible que la OTAN pudiera estar atravesando la penúltima o incluso la última de las mencionadas fases.

Las constantes, insistentes y estridentes exigencias de Trump sobre el grado de participación, compromiso y aportación económica real de los aliados en gastos de defensa, sobre todo, de aquellos como España, que se encuentran francamente alejados de cumplir los acuerdos de inversión para la defensa colectiva, adoptados por todos ellos hace ya demasiado tiempo en la Cumbre de Gales (2014); ciertas diferencias sobre la necesidad, eficacia y rendimiento de los despliegues de fuerzas norteamericanas en Europa y su posible redespliegue o repatriación; las discrepancias sobre la idea de la defensa común del solar europeo tras un duro Brexit; el recientemente buscado, aunque nada fácil, protagonismo a jugar por la UE —impulsado principalmente por Francia y secundado por Alemania— en dicha tarea y los diferentes y muy peligrosos escarceos y amagos de Putin con algunos de los viejos países miembros o satélites de la URSS que de forma directa o indirecta, siguen ligados a Rusia aunque la mayoría de sus habitantes preferirían mirar hacia el bando completamente contrario, son grandes piedras en un camino cada vez más difícil de recorrer a la vieja usanza, al unísono y sin discrepancias.

A la difícil situación anterior, como capítulo específico y francamente importante, habría que añadir los problemas derivados de la Turquía de Erdogan por sus encontronazos y acciones individuales o en relación con más de un aliado por diversos motivos como las grandes diferencias de criterio en la compra de materiales antiaéreos entre EEUU y Turquía por culpa de la adquisición turca de los misiles S-400 a Rusia y el veto norteamericano a la compra de los pretendidos F-35 como consecuencia de lo anterior o los constantes, cada vez más frecuentes y crecientes encontronazos entre Turquía y Grecia por la explotación de recursos energéticos bajo las aguas griegas o chipriotas en el Mediterráneo son problemas que han superado en mucho las tradicionales y enquistadas disputas entre ambos países. Los cambios en la orientación política interna y externa, cada vez menos democrática en Turquía que se manifiestan en el insaciable afán de expansionismo e intervención de Erdogan —en una cada vez más aparente y patente búsqueda de la reconstrucción del viejo Imperio Otomano— en la mayor parte de los conflictos cercanos a sus fronteras o más allá de las mismas en Siria y Libia principalmente y, últimamente, en Nagorno Karabaj ponen en peligro el inestable equilibrio con Rusia, sin olvidar su elevado grado de fijación con el exterminio de los kurdos y los arriesgados y peligrosos acercamientos a Irán lo que pone muy nerviosos a EEUU, Israel y Arabia Saudí.

Como importante y peligrosa patata caliente para los europeos hay que referirse a la existencia de más de dos millones de refugiados en territorio turco esperando saltar a Europa y que son contenidos allí gracias a importantes y millonarias subvenciones de la UE para evitar que esto suceda. Avalancha humana que Erdogan periódicamente amenaza con su suelta y darle vía libre si se le molesta en sus sucias actuaciones y felonías nacionales e internacionales.

Todos los asuntos referidos son ingredientes más que suficientes y demasiado fuertes cada uno, para que la picante ensalada de la Alianza resulte poco atractiva y prácticamente incomible, y hasta puedan llegar a ser el origen o la causa para que se puedan romper por más de un punto o motivo sus viejas y ya muy remendadas costuras.

Ciertamente, Turquía viene desarrollando de forma progresiva, y mucho más patente e intensa desde su autogolpe de Estado de 2016, una política absolutista y claramente antidemocrática y dictatorial. Erdogan viene sometiendo a su pueblo a una fuerte tiranía aunque aparentemente mantiene en el país un régimen “democrático”; ha cambiado la estructura de gobierno y el alcance del poder presidencial concentrando, poco a poco, el control de todos los poderes del Estado en su persona e incluso, ha anulado el signo laico del Estado con una conversión de culto del islam, llegando a derogar el “inamovible” legado de Atatürk (el padre de la patria turca) y en reconvertir en mezquita la antigua basílica ortodoxa de Santa Sofía, a pesar de ser monumento Patrimonio de la Humanidad.

Es el segundo país de la OTAN en aportación de fuerzas a la misma; ocupa su flanco oriental y cierra, por su privilegiada posición estratégica, el libre paso de Rusia hacia el Mediterráneo; cuenta con numerosas y potentes fuerzas armadas y sirve de base a importantes unidades norteamericanas de aviones de combate, cazabombarderos y armas nucleares. Es quizá por ello, por lo que su pérdida traería consecuencias incalculables para la seguridad, efectividad, equilibrio y el despliegue de las fuerzas restantes ya que quedarían con su más importante y peligroso flanco al descubierto.

Erdogan conoce bien la importancia de su terreno y la necesidad de la Alianza de su capacidad militar y quizá, sea por ello, por lo que juega con la paciencia de sus aliados a sabiendas de que haga lo que haga, no se le corrige aunque desde hace mucho tiempo, es merecedor de ello. La situación de deterioro en sus relaciones individuales y colectivas va en aumento; sus demostraciones y retos antidemocráticos han roto todos los cánones permitidos y se ha convertido en un aliado muy voluble y cada vez menos fiable, lo que unido a los otros temas enunciados podría dar origen a una ruptura o a la transformación profunda de la Alianza en otro tipo de organización, más reducida o con pretensiones menos ambiciosas. 

Por si fueran pocos los problemas enunciados, en el flanco opuesto nos encontramos con España, otro país que últimamente y sobre todo, desde que cuenta con un gobierno social-comunista —siendo los comunistas de corte e inspiración bolivariana (Venezuela) y muy amigos de Irán— tampoco está poniendo fáciles las relaciones con la Comunidad Internacional. El presidente Sánchez, a pesar de gozar de una gran capacidad de disimulo y de aparentar que no se entera de los problemas u objeciones que los demás le plantean, ha sido objeto de varias reprimendas públicas y notorias por parte de Trump en las últimas Cumbres por todo lo anterior y al ser de entre los medianos, el que menos y con gran diferencia, invierte en defensa.

España es un país que en el aspecto de la acumulación de poder presidencial, incluso en detrimento de la figura del Jefe del Estado y en el control o dominio sobre los poderes del Estado, viene practicando una especie de turquización (aunque algo más light) que recientemente vuelve a encender las luces rojas en el seno de la UE, por lo que indudablemente, también inquietará en la OTAN.

Está sumida en la peor y más profunda situación en ambas crisis sanitaria y económica del mundo y con tales credenciales y movimientos telúricos en lo político y lo social, probablemente será incapaz durante más de un lustro de salir del hoyo en el que el gobierno la ha sumergido por su mala gestión y falta de previsión. Es muy posible que aumenten las agitaciones sociales cuando se compruebe la mucha necesidad y la poca eficacia de los apoyos económicos que puedan llegar de la UE, que llegarán —si llegan— tarde, con cuenta gotas y a lo largo de un periodo de tres largos años; sobre todo, si no se encuentra un pronto remedio a la pandemia y la sociedad civil consiga encarrilar la economía aún a costa de soportar las grandes cargas impositivas que soterradamente y contra todo consejo, se vienen anunciando en estas fechas. Tiene sin solventar el grano de Gibraltar tras el Brexit sin acuerdo y mantiene una muy dudosa y voluble política con respecto al futuro político en Venezuela, lo que molesta a muchos aliados en Europa y en la OTAN.

A todo lo anterior, hay que añadir que Marruecos, el eterno enemigo a la espalda, ha percibido el olor de la sangre y a carne putrefacta y, como tradicionalmente suele hacer, ha comenzado a lanzar sus aspiraciones territoriales sobre aguas y espacios, que en este caso incluyen las islas Canarias y, al mismo tiempo, se encuentra en un franco y efectivo proceso de importantes programas de reame de sus fuerzas armadas con adquisiciones de material moderno a proveedores de un variopinto abanico que va desde Francia y EEUU hasta Rusia. Situación altamente preocupante y nada nimia tanto para la OTAN en general, por ser Marruecos un especial aliado de varios de sus integrantes, como para España, a no ser que dejemos de pertenecer a Alianza y se rompieran los lazos con ella.

No debemos olvidar que las constantemente decrecientes fuerzas armadas españolas, poco o mal pagadas, cada vez peor instruidas y adiestradas por falta de suficientes presupuestos para ello, bastante envejecidas y escasamente dotadas con materiales modernos o de última generación, se encuentran además mayormente dedicadas a todo tipo de menesteres o misiones de tipo protección civil por la necesidad de contar con mano de obra barata o gratis en la lucha contra la pandemia del COVID y, por lo tanto, se están volviendo incapaces de ser un elemento de peso en el potencial de la OTAN. Además, a la vista de las pocas expectativas de salir de la macro crisis económica, es más que previsible que la aportación española real en gastos en defensa no llegará en lustros a las mencionadas cotas otrora establecidas, lo que las relega a convertirse un aliado sin importancia, sino una rémora o un lastre, lo que podría cuestionar a los demás el mantener su pertenencia a la Alianza.

En resumen, aunque no se quiere decir claramente, nos encontramos ante una OTAN semi paralizada porque aparte de sufrir problemas de identidad en su núcleo duro, aún tiene que encajar los inconvenientes derivados de un más que posible Brexit duro y sin acuerdo y el papel a jugar por la UE en la defensa europea, si es que alguna vez es realmente capaz de pasar de las palabras a los hechos; además, se encuentra con sus dos flancos con problemas de conveniencia e incluso de permanencia, en manos de regímenes bastante conflictivos por sus tendencias, procedencias o por los intereses o agendas, ya no tan ocultas, de los que integran o dirigen sus respectivos gobiernos.

Veremos si alguien está dispuesto o es capaz, de lidiar tanto toro Victorino o de poner los necesarios cascabeles a los incansables gatos; que sucederá cuando se sepa el nombre del nuevo inquilino de la Casa Blanca y cuál será su postura con respecto al futuro y el papel de la Alianza; hasta donde llegará la UE en lo referente a sus “ambiciosas aspiraciones” en la defensa europea de forma semi independiente; como quedan las relaciones entre el continente y la islas británicas tras un Brexit duro y seguramente muy conflictivo y cuál será la orientación de la Unión cuando Merkel —ya que Macron está perdiendo fuelle y fuerza— deje de llevar las riendas de la misma y sobre todo, si se complican los particulares peligros que podrían venir desde cualquiera de sus  flancos en el Mediterráneo.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Reserva) de España.  Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.                      

 

Artículo publicado en https://sites.google.com/site/articulosfjavierblasco/la-otan-y-sus-nuevos-fantasmas

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EL SISTEMA NUCLEAR Y DE MISILES DE RUSIA

Giancarlo Elia Valori*

Silo de un misil balístico intercontinental antes de una prueba. Sergué Kazak/TASS

La nueva política de amenaza/disuasión nuclear rusa se define en la Orden Ejecutiva Nº 355, denominada “Principios básicos de la política estatal de la Federación de Rusia sobre disuasión nuclear”, que entró en vigor el 2 de junio de 2020.

En primer lugar, las armas nucleares rusas se definen “sólo como medios de disuasión”, mientras que su uso es siempre y de todos modos una medida “extrema y obligatoria”.

Además, las represalias son “inevitables”, especialmente en el caso de que haya un ataque nuclear directo contra la Federación de Rusia, mientras que Rusia también quiere mantener para sí la posibilidad de infligir “un daño garantizado e inaceptable” a cualquier tipo de oponente, es decir, su cuasi destrucción como sociedad y como sistema productivo.

Los peligros militares en los que podría incurrir la Federación de Rusia en el futuro podrían ser la creación de una amplia fuerza convencional por parte de un oponente ruso —que, sin embargo, también tiene un arsenal nuclear, especialmente en las fronteras de la Federación de Rusia— o el despliegue de sistemas de defensa antimisiles, pero también de armas no nucleares, hipersónicas, UAV y de energía directa, por parte de Estados que consideran a Rusia un enemigo potencial.

O también el desarrollo de un sistema de defensa y ataque de misiles —incluso uno no nuclear— en el espacio por un oponente potencial.

También está la mera posesión —por otros Estados, vistos como “opositores” o como partes de alianzas enemigas— de sistemas de armas nucleares y/u otros tipos de armas de destrucción masiva (WMD) que, sin embargo, también pueden utilizarse hipotéticamente contra la Federación de Rusia. Sin embargo, en la mente de los responsables rusos de la toma de decisiones, también está la proliferación incontrolada de armas nucleares por parte de los opositores, de su lanzamiento o uso de instrumentos, así como la evolución de su tecnología.

Por último, el sistema militar ruso supervisa cuidadosamente el desarrollo de las armas nucleares y su presencia en países que nunca antes habían tenido armas nucleares en su territorio. Lo considera una amenaza grave. ¿Cómo se desencadena la reacción nuclear o militar convencional rusa a un uso adverso de armas nucleares contra su propio territorio y recursos, según los mecanismos oficiales previstos?

En primer lugar, con la recopilación inicial de datos fiables sobre un lanzamiento de misiles balísticos dirigidos contra el territorio y los recursos de la Federación de Rusia.

En segundo lugar, con el uso obvio de armas de destrucción masiva u otras armas avanzadas contra Rusia y sus aliados. En este cálculo estratégico, los aliados no incluyen a China, sino sólo a Bielorrusia y, probablemente, Kazajstán. La activación de una reacción nuclear rusa también puede ser causada por un ataque lanzado por un oponente o una alianza enemiga en los puntos críticos de la organización gubernamental, militar, económica y, en este caso, de petróleo y gas de Rusia.

En este caso, si los dirigentes rusos o sus principales recursos económicos fueran objeto de un ataque nuclear, la respuesta sería un contraataque de la Federación de Rusia contra los centros de toma de decisiones del oponente. Además, debería calcularse una posible respuesta nuclear de Rusia si los opositores lanzaron un ataque convencional capaz de poner en peligro las redes de tamaño, fuerza y control de la Federación de Rusia.

La decisión suprema para el uso del arma nuclear está en manos del Presidente de la Federación de Rusia, quien puede informar a los responsables de la toma de decisiones de los demás Estados o a las organizaciones internacionales —si ve la necesidad de hacerlo— de la voluntad rusa de lanzar un ataque nuclear contra un invasor o atacante, en ese momento y en ese lugar.

Además, también en este último documento, Rusia establece la línea del “lanzamiento del arma nuclear junto con la advertencia estratégica”.

Esto también dificulta la selección de amenazas, considerando el tiempo reducido para evaluarlas. Piensen aquí en las armas hipersónicas, que tienen tiempos de advertencia infinitesimales, o en las redes estadounidenses que actualmente están equipadas con misiles balísticos con ojivas convencionales para el ataque inmediato, lo que hace cada vez más difícil diferenciar inmediatamente entre un ataque nuclear y un ataque convencional.

Aquí es donde la vieja teoría rusa de la amenaza nuclear de la era soviética también se aplica a una fuerza convencional de la OTAN que tiene, sin embargo, tamaño y armas capaces de “poner en peligro” la propia naturaleza y estabilidad del Estado ruso. Si Vladimir Putin considerara también la amenaza de la OTAN a las importantes minorías rusas en el Báltico, en Europa del Este y en Europa sudoriental, el cálculo estratégico sería extremadamente difícil.

Para la Federación de Rusia —como con el zar Pedro I— una base en el Mediterráneo es también de importancia fundamental.

Con este fin, la guerra en Siria se ha materializado, la última fase de una cadena de “guerras de colores” o “primavera árabe” que, en el caso de Siria, ciertamente no tuvieron éxito para Occidente.

Mientras tanto, como ya ha sucedido en la región del Magreb, en América Latina y en otras regiones del mundo, Rusia quiere mantener algunos activos estratégicos esenciales: su control sobre las antiguas áreas “pro-soviéticas”, desde Medio Oriente hasta Venezuela y Cuba; la clara reafirmación de su propio papel como gran potencia y finalmente la creación por parte de Rusia de su propio papel como mediador e intermediario confiable, un Estado estable y creíble, así como una potencia influyente.

Además, todo esto sucede en una fase en la que la modernización de las armas y doctrinas rusas de la guerra nuclear y de lo que podríamos llamar guerra post-convencional (armas hipersónicas, de alta energía, etc.) aún no ha terminado.

En 2019, Vladimir Putin dijo que las herramientas actualizadas y modernas eran más del 82% de la Tríada Nuclear de la Federación de Rusia (tierra, mar y cielo). También dijo: “nuestro armamento debe ser el mejor de los mejores para poder ganar en un choque de este tipo”.

Además de la aceptación de nuevos y posibles acuerdos para reducir las armas estratégicas, Putin también dijo: “Estamos construyendo nuevos sistemas fiables de misiles y armas nucleares” para la disuasión.

Hoy, a mediados de 2020, se supone que la Federación de Rusia tiene 4.310 ojivas nucleares de diversa naturaleza y tamaño, que pueden ser utilizadas por lanzadores de largo y corto alcance, sólo por las Fuerzas Estratégicas de Misiles. 1.570 de estas 4.310 ojivas ya están posicionadas: 810 se colocan en misiles estratégicos terrestres; 560 forman parte del armamento submarino y 200 se colocan en aviones y en sus bases.

Unas 870 ojivas nucleares se almacenan finalmente en un “almacén”, junto con 1.870 ojivas no nucleares.

Además de estos datos, se puede decir que al menos 2.060 ojivas, que ahora están siendo desmanteladas, están a la espera de ser “desguazadas”.

De ahí que el número total real asciende a 6.370 ojivas, teniendo en cuenta las ojivas de misiles, convencionales y nucleares.

En la fecha del 5 de febrero de 2019 —fijada por el Tratado START—, la Federación de Rusia redujo el número de ojivas estratégicas en acción a 1.444 de conformidad con las disposiciones del Tratado.

Más tarde Rusia declaró 1.420 ojivas adicionales en 517 lanzadores y, en marzo de 2019, declaró la existencia de 524 lanzadores para 1.461 ojivas, pero hoy los datos varían muy rápidamente.

En octubre de 2018 Vladimir Putin había declarado: “Nuestra doctrina estratégica de las armas nucleares no permite un ataque preventivo, sino un contraataque mutuo”, es decir, “somos capaces de reaccionar rápidamente a un ataque nuclear o existencial de todos modos, sólo cuando sabemos con certeza que un posible agresor está atacando a Rusia”.

La línea política es la de la doctrina de diciembre de 2014, que decía: “Rusia se reservará el derecho de utilizar armas nucleares en respuesta al uso —contra Rusia o sus aliados— de armas nucleares o de cualquier tipo de destrucción masiva, o incluso en el caso del uso —contra Rusia— de armas convencionales si la propia existencia del Estado está en peligro”. Además, algunos responsables de la toma de decisiones rusos han declarado que las armas nucleares rusas pueden utilizarse si hay amenazas creíbles contra los sitios de misiles balísticos rusos, pero también en escenarios regionales que no implican una amenaza existencial para el Estado ruso o que de todos modos no utilizan armas de destrucción masiva.

También existe el problema de las armas definidas como “anómalas”, como el Poseidón – Kanyon, según la jerga estadounidense o el Status-6 (nombre en clave de la OTAN), que es un torpedo nuclear capaz de crear una vasta área de contaminación marina capaz de bloquear cualquier operación militar o económica durante mucho tiempo.

Se supone que la Federación de Rusia tiene actualmente 302 Misiles Balísticos Intercontinentales (ICBM) en su lugar y operativos, con una posible carga de 1.136 ojivas nucleares o no nucleares.

Rusia, sin embargo, declaró en varias etapas de las negociaciones START que tenía casi 400 ICBM en la “línea de fuego” o que los ICBM ya eran 513 a finales de septiembre de 2019.

Los ICBM rusos están organizados en la Fuerza Estratégica de Misiles para tres sectores diferentes, con un total de 11 divisiones cada uno con unos 39 regimientos de misiles.

Sin embargo, el 40º Regimiento de la 12a División, estacionado en Yurya, no tiene armas nucleares.

Hoy, sin embargo, Rusia todavía tiene misiles SS-18, SS-19 y SS-25 entre sus ICBM.

El SS-18 (RS-20V, o R36M2 Voivoda) es un misil colocado en silos, pero puede llevar un máximo de 10 ojivas. Todavía hay 46 misiles SS-18 con 460 ojivas, mantenidos como casi operativos, en la 13a División de Misiles estacionada en Dombarovsky y en la 62ª División de Misiles en Uzhur.

Los misiles SS-18 deberían ser retirados a finales de 2020, reemplazados por Sarmat, el RS-28.

El SS-19 (RS-18, o UR100NUTTH) pronto será reemplazado por el SS-27, otro misil silo, pero aún hoy dos regimientos de la Fuerza Estratégica de Misiles siguen siendo muy operativos con los misiles SS-19.

Rusia sigue retirando sus SS-25, los misiles autopropulsados Topol, a un ritmo de uno-dos regimientos por año, que serán reemplazados por el SS- 27 Mod. 2.

El misil SS-27, es un misil llamado en Rusia RS-24, o Yars, que puede acomodar hasta cuatro Vehículos de Reentrada Multi-Independientes (MIRVs). Se supone, sin embargo, que actualmente Rusia ya tiene 140 Yars operativos, móviles o en silos, con distribución de estos nuevos misiles a la División de Guardias de Misiles en Teykovo, pero también a la 39ª Guardia de Misiles en Novosibirsk, a la 42ª en Niznhny Tagil, a la 29ª en Irkutsk, y finalmente a la 14ª División de Misiles en Yoshkar-Ola.

Rusia también está desarrollando una nueva versión del misil SS-29, el Sarmat RS-28 que, como ya se ha señalado, se supone que ya ha reemplazado en gran medida al SS-18.

Con referencia específica a los misiles lanzados por submarinos, Rusia cuenta actualmente con 10 submarinos nucleares de tres clases: seis Delta IV, un Delta I y tres Borei. Cada submarino puede transportar 16 Misiles Balísticos Lanzados Submarinos (SLBM) y cada SLBM puede transportar varios MIRV, para un total de más de 720 ojivas.

Hasta 2020, el eje de la guerra de submarinos y misiles será el Delta IV, cada uno equipado con 16 SLBM.

Todos los submarinos Delta IV forman parte de la Flota del Norte, con base en Gazhyevo, en la península de Kola.

Los misiles Delta serán reemplazados por completo por el Borei, cada uno con 16 misiles SS-N-32 con seis ojivas cada uno.

Con referencia específica a las ojivas nucleares aéreas, Rusia utiliza dos tipos de bombarderos: el Tu-160 Blackjack y el Tu-95 M5 Bear. El número total de estos aviones es de 70 y ambos pueden transportar el A-15 Kent y los misiles AS-23B.

Cada TU-160 puede transportar 40.000 kilos de armamento, incluidos los 12 misiles AS-15B, con un total de 700 bombas nucleares transportadas que pueden ser lanzadas desde el avión.

Por lo tanto, Rusia prevé —y los responsables de la toma de decisiones rusas siempre conceden gran importancia también a las armas no nucleares— una fuerza nuclear que pueda ocasionar rápidamente el mayor daño posible a cualquier atacante, incluso a las superpotencias actuales, con una combinación de fuerzas terrestres, marítimas y aéreas.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Nota: traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. 

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AZERBAIYÁN Y ARMENIA INTENSIFICAN EL CHOQUE ARMADO EN TORNO AL ENCLAVE EN DISPUTA DEL ALTO KARABAJ

 

 

 

El Deber*

Ambos países se acusan mutuamente de ataques a la población civil mientras Moscú, la UE y la OTAN piden un alto al fuego inmediato

 

Las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán y de Armenia intensificaron este domingo los combates en la frontera entre ambos países, enfrentados desde el derrumbe de la URSS por el montañoso enclave del Alto Karabaj. Los enfrentamientos se producen tras duras acusaciones cruzadas de ataques contra la población civil en ambos países en las que se habría producido muertos, aunque no hay ninguna confirmación oficial.

El Ministerio de Defensa de Azerbaiyán lanzó una “contraofensiva” en respuesta a los ataques que, asegura, Armenia efectuó a primera hora de la mañana contra posiciones azeríes. Armenia, por su parte, acusa a Azerbaiyán de haber iniciado las hostilidades y declaró la ley marcial y la movilización militar en su territorio. Moscú, aliado de Armenia, donde tiene una base militar, la UE y la OTAN pidieron un alto el fuego inmediato que permita “comenzar las negociaciones” para calmar la situación. Mientras tanto Turquía ofreció todo su apoyo a Azerbaiyán.

Según Bakú, Armenia violó el débil alto el fuego en la región al lanzar la primera hora de este domingo “provocaciones a gran escala” con bombardeos intensivos contra las posiciones del Ejército azerí a lo largo de todo el frente y contra asentamientos en primera línea de la zona de conflicto. El Ministerio de Defensa aseguró haber causado al país rival severas pérdidas tanto en material bélico como en soldados. Además, Zakir Hasanov, ministro de Defensa azerí, informó de que tomaron el control de seis aldeas y de varios puntos estratégicos. Los armenios lo negaron y sostienen, sin embargo, que consiguieron esquivar “exitosamente” los ataques, según el primer ministro, Nikol Pashinián.

Las fuerzas azeríes, apoyadas por tanques, misiles y artillería, aviación y drones, destruyeron 12 sistemas de misiles antiaéreos de Armenia, según Bakú. Azerbaiyán admitió el derribo de un helicóptero de combate por parte de Armenia, pero afirmó que el piloto logró aterrizar y que no hubo pérdidas humanas. Al mismo tiempo, negó que perdieron varios tanques, como los armenios informaron horas antes.

 

En un mensaje de su cuenta de Twitter, Pashinián denunció la ofensiva de Azerbaiyán con ataques aéreos y misiles contra Artsaj (nombre armenio del Alto Karabaj), y aseguró que el Ejército haría todo para proteger a su “patria de la invasión azerí”. “Prepárense para defender nuestra patria sagrada”, digo Pashinián a la población en un comunicado citado por la cadena británica BBC.

Ante este aumento de las hostilidades, la OTAN llamó a ambos países a una solución pacífica. “Las partes deben cesar de inmediato las hostilidades que causaron ya víctimas civiles. No hay solución militar a este conflicto. Las partes deben reanudar las negociaciones para lograr una resolución pacífica, indicó la Alianza Atlántica en una declaración oficial atribuida al representante especial para el Cáucaso y Asia Central, James Appathurai.

Turquía, actor clave en este conflicto, respondió ofreciendo su “total apoyo” a Azerbaiyán y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguró que la “solidaridad” con Bakú “continuará y se incrementará”. Turquía mantiene como política estatal un apoyo sin fisuras a Azerbaiyán.

Ante esta situación, el mandatario armenio Pashinyan, pidió a la comunidad internacional que se asegure de que Turquía no se involucra en el conflicto de su país con Azerbaiyán por la región del Alto Karabaj, informa Reuters. Pashinyan advirtió de que el comportamiento de Turquía podría tener consecuencias destructivas para el sur del Cáucaso y las regiones vecinas.

Una escalada del conflicto preocupa a los países de la región, porque temen que una nueva guerra pueda arrastrar también a Rusia —aliado de Armenia—, y a Turquía —que el domingo reiteró su apoyo a Bakú—, defendiendo a Azerbaiyán. Moscú, de inmediato, abogó por la calma y el restablecimiento del alto el fuego, mientras que Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, llamó a ambos países a detener las hostilidades y volver a las negociaciones “sin precondiciones”.

El enclave montañoso del Alto Karabaj (o Nagorno Karabaj), controlado por Armenia en suelo de Azerbaiyán, es escenario de uno de los conflictos territoriales que quedó enquistado tras el derrumbe de la Unión Soviética. Da la impresión que, desde la breve guerra de cuatro días que enfrentó a Armenia y Azerbaiyán en 2016, ambos Estados se han ido preparando para nuevos conflictos armados y, de hecho, los combates se repitieron de forma cada vez más frecuente y con mayor intensidad.

Además, no solo circunscritos al enclave del Alto Karabaj, sino a lo largo de la frontera entre ambos países, como ocurrió en julio en la región de Tavush. Aquel fue un choque que dejó una quincena de muertos y que Bakú achaca a un ataque armenio en una zona estratégica de Azerbaiyán, ya que junto a ella discurren varias tuberías clave para el suministro de petróleo y gas del Caspio hacia Europa.

En 1994, Bakú y Ereván alcanzaron un alto el fuego y encauzaron una resolución al conflicto en el marco de diálogo del llamado grupo de Minsk (codirigido por Rusia, EEUU y Francia y bajo el amparo de la OSCE), pero desde entonces se han seguido produciendo incidentes.

Aumento en gasto militar

El gasto en Defensa de ambos países se disparó en la última década y se lleva un parte importante de su presupuesto: en torno al 4 % del PIB, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri). Gracias a la bonanza petrolera que vivió Azerbaiyán desde 2000, Bakú modernizó sus Fuerzas Armadas y cuadriplicó su gasto militar hasta superar los 1.500 millones de dólares anuales, incorporando armamento puntero de origen ruso, israelí y turco.

Armenia trató de hacer lo mismo, pero debido a que su economía es más pequeña, su presupuesto militar es un tercio del de su vecino y rival. Sin embargo, el Gobierno azerí se queja de que, en el último año, Ereván recibió 500 toneladas de material militar ruso y, según algunas informaciones, se trata de armamento de alta tecnología.

“Detectamos envíos por avión y por tierra a través de Kazajistán, Turkmenistán e Irán. Preguntamos a nuestros colegas rusos qué enviaron y por qué, pero no recibimos ninguna respuesta”, lamentó el jefe del Departamento de Asuntos Exteriores de la Presidencia de Azerbaiyán, Hikmet Hajiyev, en un reciente encuentro con periodistas en Estambul.

“Sabemos que no es material de uso civil, sino militar, pero no sabemos en concreto de qué armas se trata. Además, hemos detectado en los últimos meses una concentración inusual de tropas armenias en la frontera”. Pero, Azerbaiyán también reforzó sus posiciones con la llegada de militares turcos y, según denuncian diversos medios, rebeldes sirios como los que Turquía también empleó en la guerra de Libia.

 

Nota original publicada por El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/mundo/azerbaiyan-y-armenia-intensifican-el-choque-armado-en-torno-al-enclave-en-disputa-del-alto-karabaj_202197