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LA INFORMACIÓN ES TERAPÉUTICA Y LA INFODEMIA ES TÓXICA EN LA PANDEMIA

Elio Prieto*

Imagen: Shutterstock

A medida que pasan los días la situación en el AMBA tiende a estabilizarse mientras que aumentan los casos en las provincias como Jujuy, Mendoza, Rio Negro y Santa Cruz. Cierta prensa repite a diario la palabra “récord” para referirse a los muertos en 24 horas.

Sin embargo, en muchas, demasiadas ocasiones no hay un análisis que pretendan explicar lo que está ocurriendo, que ayude a entender cómo se relaciona la conducta social con los resultados en la pandemia. Hay un mecanismo disociativo que no puede explicarse por la ignorancia de la población, formamos parte de una sociedad hiper comunicada, para bien o para mal, pero en cualquier caso no debería ocurrir lo que refería Frazer en “La rama dorada”, que había pueblos que en el siglo XIX no relacionaban la cópula con la fecundación.

Ahora todos saben que no cumplir con las medidas de protección en la pandemia tiene consecuencias, pero en el lado opuesto a la fecundación.

Se sabe pero, no siempre se acepta ni se cumple con las medidas más simples de cuidado y está reiteración en el error, debe motivarnos a reflexionar acerca de cuáles son las causas de esta negativa y las consecuencias que acarrea para unos u otros.

En medio de todo esto una esperanza. Durante la mañana y la tarde del Día de la Primavera, los jóvenes que se acercaban a los boques de Palermo, usaban barbijo y mostraban un interesante apego a las medidas de protección. Aunque, en ocasiones las carcajadas hacían salir los tapabocas de sus sitios, narices afuera las más de las veces, otras las bocas y también se acercaban, hasta tocarse, se tironeaban del brazo y juntaban las cabezas porque que es casi imposible extirpar en unos meses la comunicación física de la memoria biológica de la especie.

Sin embargo, a la hora que en otros años los bosques lucían colmados, ese día aparecían semivacíos. Los jóvenes también se llamaron a buen recaudo y demostraron más conciencia que la de los que durante la última decena han abarrotado los bares bajo la protección de una palabra mucho más pronunciada que cumplida: protocolo.

Este el mes en que en España, Francia e Inglaterra se perfila lo que pudiera ser una segunda ola de contagios, pero que en cualquier caso es un pico que aparece después de las reaperturas. Tal y como dijera Naomi Klein “Cada vez que la normalidad vuelve, gana el virus”. Es una situación que aquí alerta a quienes les preocupa el sostenido aumento en el acumulado de casos y de muertos y de la que también toman nota los que pretenden con esos mismos muertos demostrar que la cuarentena fue una opción fallida. La “bala de plata” utilizada al inicio y que ahora aparentemente inútil, brilla en el barro de la calle, no es un recurso valido para tratar de frenar las muertes que, como dijo un científico muy respetado, equivalen a la caída de un avión diario.

Parece que en otros países, las balas de plata pueden seguirse utilizando por lo que vuelven a la cuarentena estricta, como en Israel o aíslan barrios como en Madrid o segmentan los aislamientos severos como en Inglaterra. En algunos de esos países los movimientos anti cuarentena amenazan las decisiones de los gobiernos con el fantasma de la desobediencia y la posibilidad de la obligación de recurrir a medidas drásticas para enfrentarla.

Ahora puede decirse que hay más de 20.000 muertos y se repite aunque en paralelo, son pocos los que discuten la sensatez de mantener abiertos los bares y parece que no es posible relacionar esto con lo otro. Bares con muertes. Distanciamiento, cuarentena. Palabras que están dejando de tener un significado y que de acuerdo a quien las pronuncia expresan cosas distintas.

Es incomprensible el tratamiento comunicacional que se da al par dialéctico: conducta social / número de contagios y muertes diarias.

Aunque la conducta, no es la única causa de contagios, es la que está a nuestro alcance como ciudadanos contribuir a modificar, ya que somos nosotros los que por razones muy diversas somos los agentes transmisores del SARS-2-CoV-2.

Este simple hecho nos impone que debamos ser conscientes de nuestra responsabilidad como potenciales propagadores de una enfermedad que puede ser mortal y de hecho lo está siendo y a corto plazo.

El ritmo de duplicación se ha incrementado, el hecho de que diariamente mueran más de 200 personas y en algunos casos se sobrepasen las 300, debe hacernos reflexionar.

El conspiracionismo es un fenómeno mundial alentado por algoritmos de inteligencia artificial que acumulan adeptos que se retroalimentan con la infodemia. Es difícil razonar con ellos; porque los discursos irracionales al estar globalizados, alcanzan para algunos la condición de verdad indiscutible. La absoluta falta de asidero en evidencias científicas no es un obstáculo para que alcance la preeminencia, todo lo contrario, porque se asiste a la entronización de lo relativo. La multiplicidad de verdades inmunes a que los hechos no las respaldan, por lo que se les niega a los hechos la condición de tales.

Se hace tabla rasa del valor de la autoridad científica y se arrastra la realidad hacia el absurdo, donde nada obedece a la necesidad de verificación en la práctica y todos tienen la posibilidad de amplificar sus mensajes. Un logro enorme para la difusión pero, que en las manos equivocadas engendra monstruos: paranoia, conductas lesivas. Representa el predominio de los algoritmos de inteligencia artificial en la promoción de la desinteligencia cuando no de la estupidez. Es como si Discépolo hubiera previsto que un burro y un gran profesor tendrían acceso a las redes sociales con evidentes ventajas para el primero.

La aceptación de los datos de la burbuja informativa personal hace que sólo se mire lo que complace y si la idea es que los jóvenes al enfermarse traerán la inmunidad de rebaño, pues así es. La carga de muertes entre los susceptibles, se aparta porque no encaja en el modelo mental de esa burbuja y en último caso se toma cual si fuera un fenómeno natural, sin influencias de la conducta desaprensiva y egoísta de algunos de aquellos que tienen menos probabilidades de enfermar gravemente.

En medio de la pandemia se han agudizado los extremos y se plantea con toda claridad la urgencia de darle a la comunicación el papel terapéutico necesario para que la sociedad pueda solucionar éste y otros muchos retos en los que la conducta de millones es determinante. Sea el cambio climático con sus tormentas feroces o los fuegos sin control, sea la desertificación, la contaminación química, la pérdida de la biodiversidad en el curso de una extinción o la actual pandemia.

Es necesario mostrar mejor la realidad, el espacio real debe ocupar el centro del espacio virtual, lo que significa en este momento, conocer lo que viven pacientes y personal de salud en las UTI. Es que la prudencia aconseja y la ética impone mostrar la lucha de aquellos pocos a los que, parafraseando a Churchill, muchos debemos agradecer tanto. En tal sentido, es necesario enseñar. Es notorio que en las pocas oportunidades en que se muestran consecuencias de la enfermedad, se pasa como de soslayo, se evitan las imágenes que expliquen lo que ocurre en la realidad. La que se niega en las redes y por los que no “creen” mientras el personal de salud, está apostando todo por el prójimo.

Es por eso que hay que mejorar la información acerca de las consecuencias de esta enfermedad. Las que sufren los pacientes graves y las que desde hace meses experimenta el personal de salud, sometido a unas tensiones que no podemos imaginar. Es imprescindible generar empatía, es urgente que se vea lo que ocurre. Por cierto que respetando como un valor supremo, la autonomía, la inviolabilidad de lo privado y el decoro de los actores de este drama. La beneficencia hacia la sociedad impone evitar la despersonalización de los números. Es necesario que no nos adaptemos a las estadísticas. Detrás de cada número hay una tragedia.

Existen formas de mostrar la realidad, sin violar la intimidad, ni la dignidad de enfermos y familiares. Pero en los medios no hay suficientes imágenes y testimonios que traspasen la barrera negacionista de algunos, que son demasiados; por el contrario se puede percibir en ciertos énfasis noticiosos, un tono esperanzador y de paisaje después de la batalla, precisamente cuando los muertos son más.

Está claro que si a ese grupo que considera que “cuidarse es un derecho y no un deber” o que simplemente ya olvidó lo que pasa y tiene sus pensamientos puestos en las próximas vacaciones, no se les muestra hasta dónde pueden llegar con sus inconductas, van a seguir haciendo delivery del virus.

La vacuna, cuya gestión está siendo correcta, está lejos y relativamente mucho más con estas cifras de duplicación.

¿Qué hacer para preservar todo lo ganado durante estos meses?

Frente a los que no entienden, la respuesta no puede ser esperar a que la muerte tal y como uno de los 4 jinetes, les infunda pánico.

Hay muchos que sienten temor, es una reacción frente a la amenaza. Los muertos al ser cada vez más, son con mayor frecuencia, el ejemplo de una experiencia inmediata que un grupo cada vez más nutrido, puede narrar en primera persona. La compañera de trabajo que lleva varios días en terapia. El empresario conocido, el entrenador del hijo de un amigo. Es que en la medida que se producen más contagios, los enfermos y los muertos sufren una dramática transformación de noticias en pérdidas tangibles.

Tengo conocidos y amigos que uno y otro día van a trabajar en los centros de salud donde se atienden al decir de los conspiracionistas: los enfermos de una epidemia inventada, donde se suman muertos por COVID de forma capciosa, para alimentar el miedo en medio de una conspiración mundial.

Ocurre que opuestos como en un espejo, nuestros amigos y conocidos enfermeros, médicos, personal de limpieza y de ambulancias son lesionados y muertos por la ola de casos, cuya altura depende en buena medida de la negación de los delirantes, aunque también del cansancio de los muchos que relajan su conducta, se olvidan de la susceptibilidad de los otros, al tiempo que exageran su probable inmunidad.

No cuentan con el hecho de que también van cayendo temporal o definitivamente, los trabajadores sanitarios que tendrían una vez más que entrar a la sala para asistirlos, si en razón de tanto buscar el virus negado, terminan por encontrarlo. Por eso las conductas de protección siguen siendo abandonadas en lugar de aumentar ante los reportes diarios que muestran un mayor número de contagios diarios.

Es una necesidad sanitaria exponer, narrar diríase, los efectos de esta enfermedad sobre el cuerpo. Hace falta un “ver para creer socializado” antes de que la enormidad de los números sean el principal recurso para que la sociedad comprenda que no habrá normalidad si no la logramos reconociendo que ahora no puede haberla. Que nuestra generación está atravesando un tiempo en el que todo, absolutamente todo, está patas arriba. Debemos aprender a caminar afianzando nuestros pies en el techo. Hasta que el peso de nuestra sensatez nos ayude a volver a caminar sobre el piso.

 

* El autor es médico genetista. Investigador en Genética Toxicológica y profesor universitario. Centro de Altos Estudios en Ciencias Humanas y de la Salud (CAECIHS). Universidad Abierta Interamericana.

©2020-saeeg®

 

EL USO DEL UNIFORME Y LA SOCIEDAD HOY

Antonio Daniel Motos*

El uso del uniforme es inherente a la humanidad, no importa desde cuándo pero puede decirse que casi siempre el hombre trató de identificarse y de diferenciarse de alguna manera.

En nuestro país, la historia reciente ha hecho que los uniformes recuerden épocas nefastas y se asocie el uniforme con ideas que nada tienen que ver con lo que realmente representa hoy día.

El uniforme en los distintos sectores, es un símbolo de pertenencia, de actividad, de pulcritud, de resguardo, de protección, pero en todos los casos de identidad y de servicios al prójimo. Cuando hablamos de las instituciones de una sociedad no importa si se es militar, personal policial o bombero, medico, enfermero o maestro.

Cada una de estas profesiones, todas ellas vocacionales, son símbolo del servicio a la sociedad, son símbolo de valores y virtudes, con sus raras excepciones, nos dan un ejemplo de entrega y sacrificio cuando la sociedad lo necesita, arriesgando y dando sus vidas por el otro, sin exigir y sin pedir demasiado, solo lo necesario para cumplir con su deber, y cuando este se alcanzó la única recompensa es el descanso, la satisfacción del deber cumplido y la firme conciencia de que no se esperara reconocimiento alguno, y el firme compromiso de que el mañana los esperará nuevamente.

En la actualidad hemos conocido entregas y sacrificios incalculables, desde los jóvenes marinos que perdieron la vida en el submarino ARA San Juan, desde un joven Capitán perdiendo su vida cuando se eyectó de un vetusto avión de combate, miembros de las Fuerzas Armadas repartiendo comida en los barrios carenciados o colaborando en las catástrofes naturales, desde médicos y enfermeros que entregan, desde hace meses, cada minuto de sus vidas por combatir la pandemia, y quienes ya no están con nosotros por cumplir con su vocación, desde cada miembro de las Fuerzas de Seguridad y Policiales que son quienes día a día se exponen a lo peor de nuestra sociedad o a un loco desquiciado desatendido por el sistema o los incansables bomberos y voluntarios que tratan inútilmente combatir el infierno en el que se encuentran muchos lugares de nuestro país como también maestros obligados a trabajar desde sus casas tratando de atender las necesidades de los alumnos desde la distancia, y sigue la lista.

Todos ellos nos muestran grandes ejemplos de vida y entrega con vocación, entregas anónimas, sin cámaras ni reportajes, sin exigencias ni reproches pero con infinita necesidad de los medios adecuados en cantidad y calidad que el Estado debiera proveer para cumplir con su misión.

Un Estado que, según la Administración de turno, usa estas Instituciones como chivo expiatorio de la necedad política o discursiva según su conveniencia, atacando en el peor de los casos, abandonando o ignorando con suerte, a cada sector de los que estamos tratando.

Sistemas de Salud insuficientes y obsoletos, Fuerzas de Seguridad y Policiales desatendidas en todos sus aspectos, Sistema Educativo politizado y degradado sin atención a los verdaderos problemas de los maestros y alumnos, Fuerzas Armadas desmanteladas y desmoralizadas con capacidades debajo del mínimo, Sistema de Lucha Contra el Fuego inexistente para la extensión de nuestro país y las experiencias ya vividas y actuales.

Y una sociedad que hasta hoy nunca reconoció el verdadero valor de las Instituciones que están para servirle y sólo se dejó llevar por los discursos facilistas e irresponsables, prefiriendo mirar para el costado cuando inconscientemente sabía que el verdadero camino es ser respetado y respetar, que el uniforme es presencia, es valor, es integridad, seguridad, es orden, es sentido de pertenencia, es sacrificio, es ejemplo.

No es tarde para recuperar el verdadero sentido de lo que realmente nos representa, nos identifica nos une, nos mueve a ser mejores, nos muestra el lugar a donde nos gustaría llegar. Todos los días podríamos identificar a un Ciudadano Ejemplar cumpliendo con su vocación vestido de uniforme, es la oportunidad que nos está dando la historia para revertir lo que hasta ahora no funcionó, podemos aprender de nuestros errores y estamos a tiempo, no la dejemos pasar, el futuro puede ser tarde, el cambio está en cada uno de nosotros, no hace falta que nos digan que es lo correcto y que no lo es, solo hace falta mirar a alguien con uniforme cumpliendo su deber y si tenemos la oportunidad, imitarlo y darle las gracias.

 

* Escuela Superior de Guerra Aérea. Master en Planificación y Conducción de Sistemas Aeroespaciales. Master en Inteligencia Estratégica Nacional. Presidente en Administración Sur de Bienes Raíces SA