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JOE BIDEN Y SUS PRIMEROS MOVIMIENTOS CONTRADICTORIOS DE POLÍTICA EXTERIOR

Giancarlo Elia Valori*

Joe Biden, presidente de los Estados Unidos. Foto: The White House.

Aquellos que pensaban que el anciano presidente estadounidense, ex vicepresidente de Barack Obama, entraría en el centro de atención internacional como el sabio y moderado estadista que había sido durante la campaña electoral han tenido que revisar su juicio.

Apenas unas semanas después de asumir el cargo, Joe Biden llevó abruptamente a Estados Unidos de vuelta a los escenarios de Medio Oriente con una doble maniobra político-militar que ha despertado una considerable perplejidad y protestas en los Estados Unidos y en el extranjero.

Como señaló el portavoz del Pentágono, John Kirby, la primera medida sorpresa decidida directamente por el presidente fue ordenar un bombardeo aéreo contra dos bases de milicianos que se cree están cerca de Hezbolá e Irán, ubicadas en Siria cerca de la frontera con Irak.

Se informa que entre 22 y 27 personas, ya sean milicianos o civiles, murieron en el ataque, que tuvo lugar durante la noche del 25 de febrero.

La orden de atacar a las milicias pro-iraníes estuvo motivada por la necesidad de Biden de reaccionar a un ataque en Erbil, en el Kurdistán iraquí, a principios de febrero contra una base logística del ejército estadounidense, que resultó en la muerte de un empleado filipino de la base.

Al comentar sobre el incidente, el portavoz del Pentágono Kirby dijo: “Los ataques aéreos han destruido almacenes y edificios utilizados en la frontera por las milicias pro-iraníes Kathaib Hezbollah y Kataib Sayyid al Shuhaba y han transmitido el mensaje inequívoco de que el presidente Biden siempre actuará para proteger al personal estadounidense. Al mismo tiempo, la acción tiene por objeto perseguir deliberadamente el objetivo de desescalar la tensión tanto en el este de Siria como en Irak”.

Aparte del hecho de que suena ambiguo justificar un ataque sorpresa en el territorio de un Estado soberano (todavía) como Siria con la necesidad de “reducir la tensión” en la región, la iniciativa del presidente Biden no ha despertado pocas perplejidades también en Estados Unidos, además de las protestas obvias del gobierno en Damasco.

Mientras que muchos senadores republicanos y congresistas han aprobado las acciones de Biden porque, como ha argumentado el senador republicano Pat Toomey, “Biden tiene derecho a responder con armas a los recientes ataques apoyados por Irán contra intereses estadounidenses”, los miembros de su propio partido no han ocultado sus críticas y perplejidad porque supuestamente el presidente no respetó las prerrogativas exclusivas del Congreso en términos de «acciones de guerra».

El senador demócrata Tim Kane fue muy duro y explícito: “una acción militar ofensiva sin la aprobación del Congreso es inconstitucional”.

Su colega del mismo partido, Chris Murphy, dijo a CNN que “los ataques militares requieren la autorización del Congreso. Debemos exigir que esta Administración se adhiera a las mismas normas de comportamiento que hemos exigido a las administraciones anteriores…

Exigimos que siempre haya justificación legal para todas las iniciativas militares estadounidenses, especialmente en un teatro como Siria, donde el Congreso no ha autorizado ninguna iniciativa militar”.

Con el fin de subrayar la inconsistencia de la justificación de la Casa Blanca de que los ataques iban a “reducir la tensión” en la región, el congresista demócrata Ro Khana intensificó públicamente las críticas diciendo: “Tenemos que salir de Medio Oriente. Me pronuncié en contra de la interminable guerra de Trump y no me callaré ahora que tenemos un presidente demócrata”.

Como podemos ver, las críticas al presidente Biden han sido duras y muy explícitas, marcando así el final prematuro de la “luna de miel” entre la Presidencia y el Congreso que, según la tradición estadounidense, marca los primeros cien días de cada nueva Administración.

La demostración militar de fuerza del presidente Biden parece estar marcada no sólo por las dudas sobre la constitucionalidad planteadas por los principales miembros de su propio partido, sino también por la naturaleza contradictoria de las motivaciones y justificaciones.

Según la Casa Blanca, en vista de la reducción de la tensión en Siria, es necesario enviar bombarderos, sin perjuicio de la necesidad de «transmitir una señal amenazante» a Irán, en el mismo momento en que el propio presidente está declarando que quiere reabrir el «acuerdo nuclear» con Irán, es decir el diálogo sobre la cuestión nuclear abruptamente interrumpido por su predecesor.

En resumen, los movimientos iniciales del nuevo Presidente en la región de Medio Oriente no parecen diferir demasiado de los de sus predecesores que, como él, pensaban que la acción militar —incluso sangrienta y brutal— siempre podría considerarse una opción útil como sustituto de la diplomacia.

Esta acción militar, sin embargo, apenas parece justificable en sus motivaciones si es cierto que el presidente Biden tiene la intención de reducir la tensión en las relaciones con Irán, que se han vuelto cada vez más tensas debido a iniciativas como las de su predecesor, Donald Trump, quien a principios del año pasado ordenó el asesinato del miembro de más alto rango de la jerarquía militar iraní, Qassem Suleimani, que fue tiroteado por un dron cerca de Bagdad.

La otra medida del presidente Biden en un teatro delicado y sensible como el Cercano Oriente, parece al menos inoportuna: fue autorizar a la CIA a desclasificar el informe sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, asesinado en 2018 en las instalaciones del consulado saudí en Turquía.

El informe de la CIA acusa sin rodeos al príncipe heredero Mohammed Bin Salman de ordenar el asesinato del periodista disidente. Su publicación, autorizada por el presidente Biden, ha desatado una tormenta de controversia dentro y fuera de Estados Unidos, poniendo así en duda la relación estratégica entre Estados Unidos y Arabia Saudí, que a lo largo de los años se ha construido minuciosamente con el doble objetivo de contrarrestar la presencia e influencia de Irán en el Líbano, Siria e Irak, así como controlar los impulsos extremistas de socios regionales ricos y peligrosos como Qatar.

El príncipe Bin Salman, ahora firmemente establecido como único heredero al trono saudí, es una contraparte obligatoria de los Estados Unidos.

En vano (e imprudentemente), el presidente Biden ha declarado públicamente su preferencia por un diálogo directo con el rey Salman. 

El Rey, de 85 años, sin embargo, no sólo se encuentra en malas condiciones de salud, sino que también ha dicho claramente a los estadounidenses que tiene la máxima confianza en “su único y legítimo heredero” a quien ya ha delegado realmente la gestión de los asuntos del Reino.

La Administración del presidente Biden, y su nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, nunca han ocultado que prefieren a otro príncipe heredero como posible homólogo, a saber, Mohammed Bin Nayef, que es muy cercano a la CIA gracias a los buenos oficios del ex jefe de los servicios de inteligencia saudíes, Saad Al Jabry. Sin embargo, en el complicado mundo de la Corte Saudí, las cosas no siempre avanzan de la manera simple y directa preferida por los estadounidenses.

Mohammed Bin Najef está actualmente en prisión por cargos de corrupción y por lo tanto está definitivamente fuera de la carrera por el trono, mientras que su enlace con la CIA, Al Jabry, se ha autoexiliado en Canadá para escapar de la “persecución” que cree que ha sido orquestada por los cortesanos saudíes.

Si los Estados Unidos quieren seguir desempeñando un papel en Medio Oriente y posiblemente ejerciendo una función estabilizadora en una región que fue muy desestabilizada por la desafortunada aventura iraquí de George W. Bush, que efectivamente entregó a Irak a los chiítas cercanos a sus “hermanos” iraníes y le dio a Irán las claves para controlar el golfo Pérsico, el Presidente y su Secretario de Estado tendrán que confiar en una buena dosis de realismo político, dejando fuera del diálogo con Arabia Saudí las consideraciones éticas que, aunque justificadas, no parecen apropiadas, también porque Estados Unidos nunca ha parecido haber tenido muchos escrúpulos a la hora de eliminar físicamente a sus “adversarios” con métodos muy apresurados, ya sea un general iraní, dos docenas de milicianos sirios no identificados o sus familiares.

En resumen, las primeras etapas de la Presidencia de Biden no parecen muy prometedoras. Tanto los aliados como los adversarios están esperando que Estados Unidos vuelva al terreno en las zonas más sensibles con pragmatismo y realismo, dos factores que parecen bastante escasos en las medidas preliminares de política exterior de Joe Biden.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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2020 ANNUS HORRIBILIS

F. Javier Blasco*

Suelo realizar un pequeño análisis recordatorio político-social a nivel global cuando el año termina. En este caso, tengo que decir, sin lugar a dudas, que ha sido el peor y más largo año de mi vida, y creo no ser una excepción en esta percepción. Mala percepción que me lleva al convencimiento de que al igual que ya pasó con el cambio de milenio, no cambiará nada al sonar las últimas doce campanadas, extrañamente huecas, en una Puerta del Sol vacía y desolada. Pensar que con arrancar con ilusión la última hoja de un calendario demasiado manoseado, millones de veces consultado y muy usado con muchas anotaciones, deseos y encuentros forzosamente cancelados, todo va a cambiar, es como creer en que los burros vuelan o que mañana nos va a tocar la lotería.

Generalmente, las tragedias se suelen crear y encauzar desde un cierto tiempo atrás y una vez logrado el periodo de madurez, suelen explotarnos en la cara; seguidamente, crecen hasta que alcanzan su cenit o momento de máximo esplendor, desde donde inician la rama descendente de una curva que, no tiene por qué ser obligatoriamente simétrica a la anterior.

De hecho, creo que nadie pone en duda que 2020 será recordado como el año de las mascarillas obligatorias y de la pandemia del Covid; pandemia, que no en vano se conoce como Covid-19 por haberse empezado a detectar en dicho año. También será recordado por la obtención de una serie de vacunas tras una gran inversión, un esfuerzo titánico y mucha presión sobre la industria farmacéutica y los órganos de control de la salud y los medicamentos, que dicho sea de paso, se han “cubierto de gloria” como la Organización Mundial de la Salud que en toda la gestión, ha sido un auténtico fracaso; esfuerzos, prisas y presiones, que ya veremos si no nos saldrán aún más caros por no haberse respetado los plazos y algunos procedimientos. Vacunas que también, forzando la máquina, en las postrimerías del año, asistimos a su espectacular y publicitada inoculación; cosa, que pretendiendo ser masiva y de manos de la UE para toda Europa, se ha convertido más bien en otro apoyo a la sui generis y permanente campaña de propaganda de cada gobierno a poco que haya intervenido en su gestión, producción y acceso; que exalta la tremenda ilusión de las gentes por salir del pozo, a la vez que invade de dudas las mentes de muchas personas sobre su efectividad e inocuidad. Es una oportunidad para que los políticos puedan colgarse medallas ajenas como una vía para resarcir u ocultar previos y graves errores. Yo personalmente, tengo mis dudas sobre el alcance real de esta campaña masiva ya que, en realidad, somos tantos los millones de habitantes en el mundo, que a simple vista, manteniendo el ritmo, resulta casi imposible llegar a alcanzar cifras alegremente especuladas en tan corto espacio de tiempo; algunos especialistas lo estiman en tres años para cumplirlo.

2020 también será recordado porque, como consecuencia de la mencionada pandemia y en parte porque ya se venía anunciando, hemos entrado en la peor crisis económica mundial jamás vista hasta la fecha ni tras momentos pretéritos de gran desasosiego y dificultad para la humanidad; crisis que precisará fuertes inversiones durante más de tres años para ser superada. Casualmente en uno y otro caso, España —con el gobierno social comunista que nos mal gobierna— es el segundo país europeo con mayor número de decesos por millón de habitantes tras Italia y el penúltimo país en el ranking mundial de las riquezas y deudas públicas en relación con su PIB, siendo sólo superados negativamente por Argentina.

Es el año en el que contra todo pronóstico avanzado y reiterado por multitud de encuestas y medios, Trump ha perdido la posibilidad de ser reelegido para su segundo mandato consecutivo y que, por mucho que insista él mismo, su menguante cohorte de convencidos o paniaguados y una caterva de gentes que, aunque puedan estar bien formados, han caído en la trampa saducea del burlón gánster norteamericano por la que promulga que han hecho trampas y le han robado muchos de sus votos, aunque la justicia, incluida la Corte Suprema —amoldada a su imagen y conveniencia— parece no darlo por cierto ni probado. No sé si esta teoría será fruto de su invención o algo de veraz tendrá, aunque todo apunta a que de ser así, pocos votos serán. Su caída en desgracia es una realidad, que algunos anunciábamos allá por marzo o abril cuando las cosas se empezaron a poner serias y se veía claramente que algunos dirigentes políticos no se tomaban la pandemia con la suficiente y necesaria atención. En EEUU, al contrario de lo que parece, su electorado es muy exigente y bastante formado, que cambia de criterio según los aciertos o errores de quienes les gobiernan; por lo que, a pesar de determinados aciertos en el área económica y laboral, que nadie se los puede quitar, no perdonan hechos como la xenofobia o el racismo interno y el tomarse la vida o su seguridad y protección a la ligera, riéndose palpable y estúpidamente de las medidas que al respecto, toman los demás.

Dicen que Trump es un hombre de éxito y ha sido un buen mandatario porque en sus cuatro años de gobierno ha cerrado varios conflictos, no ha llevado a su país a alguno nuevo y que, como suele ser tradición de la Casa Blanca, se ha esforzado en ampliar las relaciones amistosas entre Israel y los países árabes. Puntos estos de los que discrepo directamente porque, si bien a simple vista son ciertos, todos aquellos conflictos, que son varios, que él ha dado por cerrados lo han sido en falso y dando lugar a otro tipo de abusos derivados de abandonar a su suerte a aquellos que durante años y con muchos sacrificios fueron sus aliados y que han dado todo mientras permanecieron en coalición o bajo su paraguas y amparo. Conviene recordar que el país que lidera el mundo, no es que tenga que entrar en guerra con todo aquel que se le suba a la espalda o se ría en sus barbas, pero si cumplir con sus amenazas una vez lanzadas oficialmente y ejercer plenamente el papel que se espera de él; sobre todo, si las amenazas a la paz mundial son directas, públicas y notorias como ha ocurrido con Irán y Corea del Norte en más de una ocasión. Países que a pesar de todas las fanfarronadas, amenazas y movimientos de distracción o acercamiento de Trump, han seguido con sus respectivos programas de armamento, nucleares o de mejora de sus misiles; siendo mucho más prósperos y eficaces ahora que hace cuatro años. Y por último, en lo referente al fomento de las relaciones entre Israel y los países árabes, a nadie se le escapa que este fenómeno suele traer efectos nocivos; es un arma de doble filo, porque mejorarlas siempre tiene un precio, supone un peligro para otros que están al margen y puede ser el germen de posteriores alianzas contrarias o de conflictos de mayor envergadura.

En este año, tras algo más de dos años de conversaciones, finalmente se ha consumado el Brexit; una pésima estrategia y peor maniobra táctica de unos malos políticos que por exceso de confianza de unos o un celo mal interpretado aderezado de un chovinismo exacerbado de otros, han tirado por la borda el sueño europeo del que fueron arte y parte importante y fundacional allá en los tiempos en los que la miseria y la necesidad recorrían como la muerte con su guadaña las tierras de Europa, asoladas tras dos incomprensibles e inhumanas guerras mundiales. Sólo la habilidad y la constancia de una mujer alemana (otra vez una alemana al rescate de Europa), la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von del Leyen, su saber hacer y un buen equipo liderado por ella misma, han conseguido, aunque in extremis, que dicha ruptura no fuera tan brutal y dura, como se vaticinaba. Sin llegar a ser así, ya estamos viendo el caos internacional creado con los transportes en Dover, lo que demuestra que los británicos son incapaces de manejar por si solos estas situaciones y augura que las consecuencias para ambas partes, aunque se cumpla lo acordado, serán muy graves y difíciles de enmendar, por lo auguro que todos los implicados en esta lucha tendremos más que perder que ganar.

La inmigración natural o por persecuciones y la falta de agua como consecuencia del cambio climático, son factores que no son nuevos, pero sí que han sido incrementados por la ausencia de entendimiento y voluntad para paliarlos entre los principales países contaminantes (EEUU, China, India y Rusia) y porque la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP26), que iba a tener lugar en Glasgow el pasado noviembre, tuvo que ser pospuesta debido a la pandemia del Covid-19. Baste recordar, que la última, celebrada a finales de 2019 en Madrid y que debía ser auspiciada por Chile, debido al boicot de los mencionados países, acabó francamente mal y hasta obligó a maratonianas reuniones para elaborar un papel “vacío de contenido” para salir del paso.

Como consecuencia de lo anterior, y debido a otro tipo de presiones de índole político o religioso, los que no tienen nada que perder y mucho que ganar y los que se sienten verdaderamente oprimidos continúan sus movimientos masivos hacía el Norte tanto en África como en América en busca de un trabajo, su familia desplazada anteriormente o la seguridad frente a las persecuciones que algunos sufren; movimientos que aprovechan las mafias e incluso determinados países para obtener pingües beneficios con dinero manchado de sangre y sudor de unos pobres desgraciados que se ven forzados a inhumanas emigraciones o también y como no, para someter a irresistibles presiones a sus países vecinos con los que mantienen acuerdos o relaciones de “vecindad”, que suelen ser francamente lucrativos para una parte en los aspectos económicos, mejoran su prestigio zonal o ayudan en la búsqueda de mejores posiciones en el dominio territorial.

En este sentido, cobra un especial protagonismo Turquía, un país que lleva años reteniendo a millones de emigrantes procedentes de Asia, Oriente Medio y África a cambio de apoyos multimillonarios y determinadas tibias esperanzas de una potencial integración aunque muy lejana y prácticamente imposible por parte de la UE. Situación, a la que hay que añadir un exacerbado afán de expansionismo de la mano del omnipotente Erdogan, un nuevo sultán dictador y sátrapa —en su segunda afección aprobada por la RAE (Persona que gobierna despótica y arbitrariamente y que hace ostentación de su poder)— que desde hace años maneja a su antojo un país al que progresivamente ha ido cambiando en todos sus aspectos políticos, religiosos y sociales y que no ha dudado en protagonizar un autogolpe de Estado para poder detener y juzgar impunemente a todo aquel político, militar o religioso que se oponía a los grandes cambios que ya había hecho o a introducir en su país y sociedad. Trata de recuperar el esplendor y el poder del antaño Imperio otomano y para ello, no duda en aliarse o litigar por sus cuatro costados, crear conflictos donde no los hay y buscar o renacer todo tipo de enemigos o aspiraciones territoriales o como últimamente sobre recursos energéticos en el Mar Mediterráneo. Es capaz de realizar alianzas comerciales y de otro tipo con potenciales enemigos como Irán o Rusia aún a costa de poner en peligro su importante papel en la OTAN y su relación bilateral con EEUU y otros países musulmanes.

En el campo del expansionismo y las satrapías no debemos olvidarnos de papel jugado por Putin y Xi Jinping; dos caudillos que se encuentran cada vez más implicados en la lucha por el liderazgo mundial en los aspectos políticos, económicos y militares mientras en EEUU se produce el relevo presidencial y se decide claramente el papel a realizar por Biden; cosa que no tiene nada fácil si se dedica a enderezar o desatar todos los entuertos y nudos dejados atrás por su antecesor.

Todo apunta a que en este aspecto de mantenerse preparados para asaltar el podio mundial al menor descuido norteamericano, es el chino el que más papeletas tiene de ganar. Una vez pasados los apuros económicos provocados por Trump y casi superados los agobios derivados del origen de la pandemia, nacida en aquellas tierras de forma natural o provocada, mantiene su política de expansión por el Mar del Norte de China, la reconstrucción de sus viejas y nuevas rutas de la seda, una serie de acuerdos bilaterales económicos de extrema importancia y presiones específicas sobre territorios que le son adversos a sus intereses, como Hong Kong. Azuza con determinadas alianzas los rescoldos del siempre encendido brasero entre la India y Pakistán, países nucleares, en permanente liza y que no paran de mejorar e incrementar sus capacidades militares, sobre todo, la India.

Latinoamérica se mantiene en su constante ebullición como durante hace ya demasiado tiempo; un continente que ofrece tierras ricas en recursos naturales, gentes amables y trabajadoras; pero al mismo tiempo y en demasiados casos, se ha convertido en un nido y maternidad de los peores sátrapas, dictadores y corruptos políticos de la actualidad, que en muchos casos, subyugan o someten a sus pueblos de forma física y en otros, los más, les expolian sus riquezas de forma habitual; así como usan todo tipo de corruptelas y amañan resultados electorales sin pudor ni dignidad; países a los que sus corruptelas, sin el mínimo reparo, les llevan a asociar entre ellos. Cómo guinda que adorna el pastel, solo les faltaba que algún iluminado exdirigente político o aprendiz de brujo de determinado país europeo, como España, aparezca por aquellas tierras más de vez, que de en cuando, para con extrañas y posiblemente suculentas o rentables agendas, remover, aún más si cabe, la porquería almacenada en los rincones de los países sumergidos en profundas crisis políticas.

El continente africano siempre sumido en un caos perfecto en su ribera mediterránea donde diversos países foráneos quieren meter su cuchara; en busca de liderazgos zonales entre Argelia y Marruecos; con un Sahara a punto de estallar una guerra internacional con implicaciones directas o indirectas para varios países, entre ellos España; donde las filiales del Estado Islámico como Boko Haram, siembran el pánico y la muerte entre los cristianos de diversos países de franja central, Nigeria, Chad y Camerún entre ellos y con una abundante y muy joven población que sin cesar, busca su acomodo en Europa para lo que se lanza a las pateras o a asaltar las vallas de Ceuta y Melilla sin pensar en los peligros que les puedan acarrear. Un continente rico y floreciente, mal dirigido y peor explotado desde la época colonial, que no ha pasado desapercibido ni a Rusia ni a China para asentar sobre él sus bases comerciales, totalmente rentables y ya veremos cuáles serán las consecuencias de estas hazañas.

Sobre España, asegurar que anteriormente quedó bien claro el nivel de prestigio mundial en los aspectos de gestión económica y sanitaria; solo falta añadir que su gobierno social-comunista, aliado o apoyado por los peores enemigos de la nación, se ha empeñado en cambiar las reglas del juego y ponerlo todo patas para arriba aunque afirma lo contrario; tomaron al asalto los medios de comunicación, controlan lo que se publica en las redes sociales, invaden y acosan permanentemente a la justicia y tienen anulado al poder legislativo de tal forma y manera, que es totalmente imposible introducir ni una sola modificación o enmienda a la ingente cantidad de Leyes o Reales Decretos emanados al amparo de una situación de emergencia derivada del Estado de Alarma más largo y escandaloso de la historia mundial. Con escaso o nulo prestigio internacional; acosada por su vecino del Sur; con no pocos problemas con Gibraltar a resolver a marchas forzadas; pendiente de la llegada de las limosnas europeas para poder respirar y a la espera de que, cuando el gobierno acabe sus destructivos mandatos, alguien vendrá para arreglar las cosas a base de restricciones y recortes y poder paliar el desproporcionado y caprichoso gasto y las costosas alegrías que nos dejaron tan mal. Un año, en el que el engolado presidente ha cerrado, hoy mismo, su programa político para el periodo anual efectuado su enésima plática a la nación con su habitual aspecto chulesco, excesivo maquillaje, mintiendo a manos llenas y amparándose en ciertos informes de aduladores rebuscados adrede para la ocasión, que ya no se conforman con adularle solo en privado.

Las previsiones meteorológicas para estos últimos días del año y los primeros del próximo, anuncian que la mayor parte del territorio europeo y español en particular se mantendrá nevando y espero que en esta ocasión se haga realidad aquello de “año de nieves, año de bienes”; aunque tal y como está el mundo y para nosotros con las ocurrencias y actuaciones del gobierno, nunca se sabe que puede pasar.

 

* Coronel de Ejército de Tierra (Retirado) de España.  Diplomado de Estado Mayor, con experiencia de más de 40 años en las FAS. Ha participado en Operaciones de Paz en Bosnia Herzegovina y Kosovo y en Estados Mayores de la OTAN (AFSOUTH-J9). Agregado de Defensa en la República Checa y en Eslovaquia. Piloto de helicópteros, Vuelo Instrumental y piloto de pruebas. Miembro de la SAEEG.                       

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Artículo publicado en https://sites.google.com/site/articulosfjavierblasco/2020-annus-horribilis

LA RELACIÓN ENTRE CHINA Y AMÉRICA LATINA DEBE SER DE MUTUO BENEFICIO

Marcelo Javier de los Reyes*

El artículo de la profesora de la Universidad Complutense de Madrid Gisela Brito, acerca de las relaciones de la República Popular China con los países de América Latina y del Caribe[1], recurre a un extenso e interesante abordaje teórico de la geopolítica basándose en otros autores, aportando tres ámbitos de la disciplina que podrían sintetizarse en geopolítica formal, geopolítica práctica y geopolítica popular. Inmediatamente agrega que el ámbito de su trabajo es el de la geopolítica práctica para luego recurrir a varios documentos oficiales con el propósito de realizar “una revisión de los principales ejes que configuran la política exterior China en las últimas décadas, sobre todo en el período abierto a partir de la finalización de la Guerra Fría”. También apela sintéticamente a la historia de China para llegar al período de su interés que se centra en la post Guerra Fría.

El triunfo de las fuerzas de Mao Zedong permitió la proclamación de la República Popular el 1º de octubre de 1949, en la Puerta de Tiananmén. Con ese acto se puso fin a dos décadas de lucha entre los comunistas y los nacionalistas chinos, quienes una vez derrotados huyeron a la isla de Taiwán donde crearon la República de China, que fue la que tuvo su asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Por su parte, Mao consolidó su visión particular del comunismo que pasó a denominarse “maoísmo”, el cual logró una fuerte acogida en otros líderes políticos de Asia, África y América Latina, habida cuenta que China era percibida como un país del Tercer Mundo. Su base proletaria residía en el campesinado, mientras que en la Unión Soviética la clase obrera industrial sería el engranaje que movería la revolución. En teoría debía ser así, pero el motor siempre está en la intelectualidad más que en el proletariado.

Para evitar la restauración del capitalismo, Mao Zedong implementó la “Revolución Cultural” que, en verdad, sirvió para neutralizar a los originales comunistas que cuestionaban su visión. En este sentido, en 1956 puso en marcha la “Campaña de las cien Flores”, con la intención de fomentar el debate público pero que luego sirvió para atacar a los intelectuales que lo ponían en práctica[2].

Dos años más tarde, en 1958, mediante el “Gran Salto Adelante” tomó distancia del comunismo de la Unión Soviética. Se trató de un plan de desarrollo que fracasó y produjo una gran hambruna que causó la muerte de entre 20 y 45 millones de chinos, una cifra que nunca pudo ser precisada. Otro fracaso de la gestión de Mao fue “la guerra contra los gorriones”, a los que acusaba de diezmar las cosechas. Ciudadanos de los pueblos salieron a hacer ruido para mantener asustados y en vuelo a las aves, las que caían al suelo exhaustas. En los casos en que fuera necesario también las mataban en vuelo. Lo que no tuvieron en cuenta es que los gorriones se comían a los insectos, por lo que la matanza de estas aves dio origen a la aparición de plagas de langostas que no encontraron un equilibrio natural. Para subsanar este error, el régimen chino debió importar en forma secreta gorriones desde la Unión Soviética.

Una segunda revolución cultural tuvo lugar entre 1966 y 1969, con el objetivo de profundizar el socialismo, pero en verdad fue para bloquear la acción de los dirigentes de su partido que criticaban la hambruna, como Lui Shaoqi y Deng Xiaoping, quien lo reemplazaría luego de su muerte en 1976.

Fue así como el sistema económico centralizado en el Estado fracasó y recién con Deng Xiaoping —quien impulsó la apertura al exterior a través de la instalación de Zonas Económicas Especiales— fue que China comenzó a transitar el camino que la convirtió en una de las principales economías del mundo emergente. En su libro dedicado a China, Henry Kissinger expresa:

Únicamente quienes vivieron en la China de Mao Zedong pueden valorar en toda su extensión las transformaciones llevadas a cabo por Deng Xiaoping. […] Mao destruyó la China tradicional y utilizó los escombros como elemento básico para la modernización definitiva. Deng tuvo el valor de basar la modernización en la iniciativa y la resistencia de los chinos. Abolió las comunas y fomentó la autonomía provincial para iniciar lo que él denominó ‘el socialismo con características chinas’. La China de hoy en día —la segunda economía del mundo en cuanto a volumen, la que posee mayores reservas de divisas, con numerosas ciudades que presumen de rascacielos más altos que el Empire State— constituye un tributo a la visión, la tenacidad y el sentido común de Deng.[3]

Es justamente a Henry Kissinger a quien debe reconocérsele la transformación que habría de llevar a China a su posición actual y esto se debió a la necesidad de aprovechar el quiebre ideológico existente entre Beijing y Moscú. Kissinger visitó China como secretario de Estado en 1971. Ese fue el punto de partida del viraje de la política exterior estadounidense, sacrificando a su tradicional aliado, Taiwán, en favor de la República Popular China. El viaje de Kissinger fue preparatorio de la visita del presidente Richard Nixon en 1972, con la cual se puso la piedra fundamental de una nueva relación entre China y Occidente. Pero esta estrategia no sólo se debió al cisma ideológico que los chinos presentaron ante los soviéticos sino que también se derivó de un momento de debilidad para ambos actores: China estaba estancada con su Revolución Cultural o con su propia “revolución comunista” mientras que Estados Unidos estaba fracasando en su guerra de Vietnam, la que también perdía en su frente interno con las manifestaciones que se llevaban a cabo en contra de la guerra. De tal manera que ese viraje fue una estrategia de gran importancia para ambos países y el punto de partida que le permitió a Deng Xiaoping llevar adelante la modernización de China.

Es bastante probable que sin este viraje en la política exterior estadounidense, China no se hubiera encontrado en una ventajosa situación durante la post Guerra Fría. Cierto es, como dice la profesora Brito, que la gran apertura de estos últimos años es obra de Xi Xinping, quien la implementó desde el inicio de su presidencia en 2013.

En marzo de 2013 el Parlamento de China nombró como nuevo presidente a Xi Jinping, quien había asumido como líder del Partido Comunista Chino en noviembre de 2012. Inmediatamente, el 22 de marzo de 2013, el nuevo presidente de China se trasladó a Rusia en su primer viaje al extranjero desde que asumió. La agenda con el presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, contemplaba temas referentes a los recursos de petróleo y gas, así como a proyecto de ductos para vincular los extensos campos de gas de Rusia con China[4]. Una nueva alianza estratégica comenzaba entre China y Rusia.

Tal como lo expresa la profesora Brito, es con la estrategia implementada por el tándem Kissinger-Nixon que China puede acercarse a América Latina pero más aún a partir de la asunción de Xi Jinping, quien procura instalar a su país como gran potencia mundial, para lo cual propuso la Iniciativa Franja y Ruta que, obviamente, también incluye a nuestra región.

Si se comparan los aportes que puede brindar el modelo de desarrollo que propone China frente al que tradicionalmente ha propuesto Estados Unidos, quizás puedan apreciarse algunos beneficios pero, de ninguna manera puede considerarse tan positiva la visión que expone la profesora Brito.

América Latina y el Caribe, tras su proceso independentista, han sufrido el accionar del imperialismo británico y del imperialismo estadounidense y no ha logrado con éxito encontrar su propio modelo de desarrollo. En los comienzos del siglo XXI la expansión de China obedece a las mismas necesidades que tuvieron sus predecesores: explotación de recursos naturales, adquisición de empresas, instalación de empresas de servicios y escaso o nulo desarrollo industrial.

Cabe recordar que la geopolítica llegó a su máxima expresión con Karl Haushofer (1869-1946) quien no aceptó la “mutilación” que había sufrido Alemania con su derrota en 1918 y desarrolló la teoría del Lebensraum o del “espacio vital” para albergar y alimentar a la —entonces— creciente población alemana. Se trataba de una concepción imperialista que ponía fin a la idea de las fronteras como líneas rígidas para concebirlas como “organismos vivos que se extienden y se contraen, del mismo modo que la piel y otros órganos protectores del cuerpo humano”[5]. Asociada al nazismo la geopolítica como ciencia cayó en desgracia y fue considerada un tema tabú. Sin embargo, siguió siendo utilizada por las mismas potencias que la proscribieron.

Lo que ha hecho Estados Unidos con sus guerras inventadas ha sido la implementación del Lebensraum para apropiarse de los recursos que precisaba para sostener su propio desarrollo. A diferencia de Estados Unidos, China implementa una política de desarrollo que se muestra como socia de los demás países, como lo hace en África y América Latina, pero en el fondo es la ejecución de la teoría del Lebensraum en forma pacífica. La compra de empresas por parte de compañías chinas, como lo demuestra el Mutún en Bolivia o Sierra Grande en Argentina, por citar unos pocos ejemplos, no implicó un desarrollo de las compañías adquiridas sino, todo lo contrario, su paralización. Del mismo modo habrá que recordar que también vinieron obreros chinos para construir la base del Espacio Lejano de China en Neuquén. La depredación de las riquezas ictícolas en Asia y en el Atlántico Sur por parte de las enormes flotas pesqueras chinas, es otro ejemplo.

La relación entre nuestra región y China debe darse en el marco de un beneficio mutuo, que no se limiten a la venta de empresas que luego quedarán paralizadas y/o a la exportación de productos primarios a cambio de la importación de productos manufacturados. Este tipo de intercambios ya lo conocemos y con el tiempo los resultados para las respectivas poblaciones serán los mismos que hemos venido experimentando en la región desde hace largas décadas: desindustrialización, desempleo y pobreza.

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] Gisela Brito. “La política exterior China y su proyección hacia América Latina y el Caribe en el siglo XXI. Imaginarios y representaciones geopolíticas”. Geopolítica(s). Revista de estudios sobre espacio y poder, Universidad Complutense de Madrid, vol. 9, 2018, p. 63-85.

[2] Henry Kissinger. China. Buenos Aires: Debate, 2012, p. 126.

[3] Ibíd., p. 336.

[4] Marcelo Javier de los Reyes. “La cooperación Sino-Rusa en el Lejano Oriente Ruso”. Anuario del CEID 2018, https://saeeg.org/wp-content/uploads/2019/04/CEID-ANUARIO-2018.pdf  

[5] Ratzel, Kjellen, Mackinder, Haushofer, Hillon, Weigert, Spykman. Antología geopolítica. Buenos Aires: Pleamar, 1975, p. 92.

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