En todos los conflictos siempre se usaron códigos secretos para cifrar textos, de modo que el adversario no conozca el contenido y algunas guerras se perdieron por ese motivo. Enigma” en la IIGM era el nombre de una máquina que disponía de un mecanismo de cifrado rotatorio, que permitía usarla tanto para cifrar como para descifrar mensajes. En su interior disponía un eje con tres discos de bronce que giraban por medio de un contacto eléctrico ocasionando que las letras cambiaran de manera complicada. Luego el rotor volvía a girar produciendo un texto sin sentido imposible de descifrar.
Las fuerzas militares de Alemania las comenzaron a usar desde 1930. Su facilidad de manejo y supuesta inviolabilidad fueron las principales razones para su amplio uso. Los alemanes estaban convencidos de que los mensajes de “Enigma” no se podía descifrar, por lo que la empleaban para todo tipo de comunicaciones militares y en sus servicios secretos. Pero quienes hicieron un mayor empleo fue la marina alemana. El procedimiento era sencillo, cuando un submarino alemán detectaba un convoy aliado, enviaba la información por radio usando la máquina “Enigma” indicando las coordenadas y el rumbo al comando naval alemán, quién por el mismo sistema encriptado ordenaba a otros submarinos para que esperaran al convoy algunas millas adelante. Cuando los barcos se acercaban, ya habían sido rodeados y de manera sorpresiva eran torpedeados hasta su destrucción total. Era sin dudas una excelente máquina al que más tarde le agregaron un cuarto engranaje para dificultar más cualquier intento de ruptura del cifrado. Su sistema fue finalmente descubierto por un par de ingleses y polacos matemáticos y es considerado como la causa de haber concluido la Segunda Guerra Mundial al menos dos años antes. Por su parte los japoneses para esa época tenían un código que los EE.UU. llamaban “purple” (código púrpura). Desde antes del ataque a Pearl Harbor, un ejemplar había sido hallado entre las ropas del cadáver del patrón de un barco pesquero japonés hundido y estaba en poder de la marina norteamericana.
Un “regalo” inesperado
El 9 de mayo de 1941 un golpe de suerte favoreció a los ingleses. El submarino U-110 alemán, comandado por Fritz Julius Lemp, fue descubierto el destructor HMS Aubrietia y las bombas de profundidad que le arrojó, le produjo graves daños y tuvo que emerger. Antes de abandonar la nave se activaron cargas explosivas para que no cayera en manos del enemigo. Pero el destino hizo que no explotaran, el destructor recogió a los tripulantes alemanes y el submarino fue abordado.
Fue en ese momento que los británicos se hicieron con un gran tesoro al capturar libros de códigos, mensajes cifrados y la máquina “Enigma”. Un verdadero banquete informativo de trascendental importancia, que especialistas en inteligencia lograron al descifrar los códigos alemanes.
La información fue mantenida en estricto secreto y sirvió para adelantar el final de la guerra.
* Artículo publicado en la Revista Tiempo GNA 75, diciembre de 2022.
El poderoso efecto que logran las fotos, quedó una vez más demostrado cuando Margaret Thatcher vio la foto donde un grupo de soldados ingleses con las manos en alto, que caminaban bajo las indicaciones de un buzo táctico de la Armada Argentina. No dudó y furiosa decidió que debía recuperar las islas Malvinas para lavar esa afrenta.
Lo que viajan a los infiernos
Son muy pocos los fotógrafos capaces de trabajar en medio de un combate donde fluye la adrenalina y se huele a deflagración de pólvora. A veces camina por un lugar que parece tranquilo, de pronto escucha un silbido y no tiene ni tiempo de arrojarte al suelo porque el proyectil ya ha explotado; una nube de polvo se le metió en los ojos y le cae encima una lluvia de piedrecillas. Tuvo suerte, está sordo pero ileso, a pocos metros, hay cuerpos destrozados.
Ser fotógrafo de guerra es un estilo de vida, se debe tener coraje y mucha pasión. Existen hombres y también mujeres que realizan este trabajo peligroso, saben que deben estar psicológicamente preparados para enfrentarse a sus pasiones, sus miedos y documentar lo que nadie cuenta. El estrés es tan grande que hacen terapia previa y posterior a una guerra. Actualmente compiten con los miles de soldados que también llevan un teléfono celular y registran hechos de importancia. La única diferencia es que el militar debe ocupar sus manos llevando el fusil, combatir y pensar en sobrevivir; en cambio el fotógrafo de guerra es un profesional que sólo lleva una o dos cámaras. Sabe que debe acercarse a límites peligrosos para que la foto pueda valer muchos dólares (algunos murieron por eso) por lo que un teleobjetivo es muy necesario. A los fotógrafos de guerra les suelen disparar al tratar de tomar imágenes durante un combate, en especial por guerrilleros y en menor grado por soldados del otro bando. La Resolución 1738 del Consejo de Seguridad de la ONU exige a los Estados que garanticen la seguridad de los periodistas en situaciones de conflicto y reclama a los medios de comunicación su neutralidad. Por ello, los corresponsales de guerra jamás deben vestir el uniforme de ningún bando en conflicto. Si van a una zona de guerra debe conocer como desenvolverse con los militares y como proceder en un combate. Tendrá que hacerlo con un equipo básico de chaleco antibalas y casco, en el que se vea claramente que se trata de un fotógrafo civil. Exhibir todo el tiempo credenciales de periodista o fotógrafo puede significar que no lo maten ni lo secuestren. Durante la guerra los políticos afirman cosas mientras que los fotógrafos suelen mostrar una realidad totalmente diferente.
Los militares siempre tratarán de interferir con las informaciones que recogen los periodistas. Pero la censura nunca funcionó en ninguna de las guerras: tarde o temprano se sabe la verdad.
Hoy la tecnología miniaturizada ayuda a romper el aislamiento. En el conflicto Irak-Afganistán, los periodistas ocultaban los teléfonos satelitales en cualquier hueco para que no les sean confiscados. Hay una gran diferencia entre un fotógrafo “freelance” con otro que trabaja para una agencia periodística muy importante. Éstas equipan a sus fotógrafos con teléfonos con conexión a internet de alta velocidad, cuentan con dinero para el transporte, tienen contactos locales y traductores, incluso seguro médico y de vida.
Son pocos los fotógrafos independientes que pueden competir con ellos.
Mujeres fotógrafas de guerra
Las mujeres también se sumaron a esta profesión, como la francesa Catherine Leroy (21), quien cubrió gran parte de la guerra de Vietnam. Fue paracaidista y con la 173˚ División Aerotransportada tuvo saltos de combate obteniendo buenas fotos. Cuando fue capturada, los jefes militares de Vietnam del Norte se sorprendieron con esta joven rubia de 50 kilos, porque no coincidía con el perfil masculino de un corresponsal de guerra, la liberaron y le devolvieron sus cámaras.
Más adelante cubrió otros escenarios bélicos como Afganistán, Somalia, Irán, Líbano e Iraq y murió de muerte natural.
Dickey Chapelle fue una pionera mujer estadounidense fotógrafa de guerra. Su joven presencia en la IIGM causó sorpresa porque no era una profesión para mujeres, vestía uniforme militar y usaba grandes aretes con perlas para que no la confundan con un soldado.
Con gran temple documentó las sangrientas batallas de Iwo Jima y Okinawa. En 1965 desembarcó en Vietnam con una unidad de infantería de marina de los EE.UU. y murió cuando un proyectil le atravesó el cuello. Chapelle fue la primera periodista estadounidense que fue muerta mientras cubría una guerra.
Consejos para principiantes
Aquellos que han pasado muchos años de su vida registrando impactantes imágenes de conflictos armados en todo el mundo aconsejan que se debe tener temple de acero y algo de conocimientos militares.
Ud. debe saber que sólo la guerra en Siria se ha cobrado a la fecha, la vida de 25 periodistas. Si aún tiene decisión tomada, debe iniciar una carrera periodística enfocada a la fotografía. En todos los casos es preferible trabajar para un buen periódico o agencia que tenga el servicio de un satélite para enviar el material y tener muchos contactos útiles. Las cámaras deben poder tolerar el polvo, arena y humedad. Debe saber que una vez que se inicia un combate, no hay vuelta atrás y hasta puede ser peligroso alejarse. Nunca se debe intentar revisar las fotos obtenidas en medio de un tiroteo porque es muy peligroso. Se supone que un cronista debe enviar fotografías con una buena composición de alta calidad, pero en un combate donde los proyectiles silban cerca de la cabeza, no suele ser posible y una foto de acción algo tenue, tendrá igual o más valor que una artística. Las agencias solicitan que se les envíe cada 24 horas el contenido de la memoria de la cámara y es algo que se debe hacer, haya o no temas bélicos. Algunos fotógrafos con teleobjetivos superiores a los 400 mm los pintan de rosa para evitar que lo confundan con un lanza misiles. José Couso Permuy, era un periodista español que el 8 de abril del 2003 en Bagdad, estaba tomando fotos desde el piso elevado de un hotel, con un gran teleobjetivo. Presumiblemente su cámara fue confundida con un lanza misiles y desde un blindado norteamericano le dispararon, muriendo en el acto.
Debe conocer la cultura y el idioma de la zona. Nunca debe llevar armas, es necesario que tenga conocimientos de supervivencia y de primeros auxilios. Tendrá que saber conducir un vehículo y tener la habilidad de descubrir un campo minado le puede salvar la vida. No deberá correr riesgos innecesarios, un cronista muerto no le sirve a nadie. En los lugares de acción se camina mucho y tener buenas piernas es imperioso. Siempre debe vestir de civil, llevar credenciales y dinero. En un bolso-mochila deberá llevar un mini botiquín de primeros auxilios y nada comprometedor.
Si el reportero es veraz y ético, todos sus informes serán creíbles y estarán en los diarios; es la única forma para que los hechos no queden en el olvido. Si Ud. hace buen uso de su sentido común y tiene algo de suerte, los consejos leídos podrán hacerlo regresar salvo a casa.
La experiencia indica que éste es un trabajo donde la vida de la persona está en riesgo las 24 hs. y es muy traumatizante. Son testigos del horror, no es para personas sensibles y si uno tiene consideración por la vida humana, los recuerdos vividos lo perseguirán hasta el último de sus días.
Las fotos del incidente armado de Lago del Desierto, el 6 de noviembre de 1965 entre Chile y Argentina, fue documentado de manera muy profesional por un corresponsal de guerra de la revista argentina “Gente y la actualidad” que acompañó a los efectivos de la GNA. Fue una acertada decisión de la superioridad.
Más información sobre fotografía amateur en revista TIEMPO GNA Nº 06.
* Artículo publicado en la Revista Tiempo GNA nº 69, abril de 2022.
Aunque en todo conflicto bélico abundan los episodios de muerte y venganza, en la navidad de 1944 se produjo un hecho en el que, en medio de los combates, hizo aflorar el sentimiento de reconciliación propio de esas fechas. El suceso ocurrió en Nochebuena, durante la Batalla de las Ardenas (Bélgica). Dos jóvenes soldados norteamericanos deambulaban desorientados por el tupido bosque de Hurtgen en la frontera germano-belga, pues habían perdido contacto con su Unidad. Uno de ellos presentaba una herida, por lo que no podían continuar caminando por aquel terreno cubierto de nieve. Desesperados y pese a encontrarse en zona ocupada por alemanes, se arriesgaron a llegar hasta la puerta de una casa solitaria en busca de ayuda. La dueña de la casa era una señora mayor, al contemplar el soldado herido, no lo dudó un momento. Les hizo entrar y una vez que el joven fue atendido de su herida, les invitó a compartir con su familia la cena de navidad. Sorprendidos por esta hospitalidad, los norteamericanos aceptaron la cena y pasar la noche en la casa.
Cuando estaban todos sentados a la mesa, alguien llamó a la puerta. La dueña abrió y se encontró con cuatro soldados alemanes que, al parecer, habían seguido la pista de sangre dejada en la nieve por el soldado estadounidense.
La interrogaron sobre presencia de enemigos y al no obtener respuesta gritaron:
‑ ¿Quién está ahí dentro?
Los alemanes lanzaban miradas de odio hacia el interior de la casa. La señora no se dejó impresionar y respondió desafiante:
‑ Americanos”
Los alemanes empuñaron sus armas, dispuestos a irrumpir en la casa, cuando ella les dijo con calma pero con autoridad:
‑ Vosotros podríais ser mis hijos y los que están aquí dentro también. Uno de ellos está herido, están cansados y hambrientos, como vosotros, así que entrad, pero esta noche nadie tiene que pensar en matar.
Sin duda el espíritu navideño ayudó a que los soldados germanos accediesen a la petición de la mujer. Bajando sus armas entraron en el comedor y cruzando miradas de mutua desconfianza fueron sentándose junto a los norteamericanos. Poco a poco las prevenciones se fueron disipando y la cena acabó discurriendo por unos impensables cauces de compañerismo. Al final todos entonaron canciones navideñas reeditándose las muestras espontáneas de confraternización que se dieron entre soldados enemigos en la Navidad de 1914. Todos estaban muy agotados y en habitaciones distintas durmieron en el suelo. A la mañana siguiente seguía aquella confraternización surgida durante la cena y los soldados alemanes indicaron a los norteamericanos como llegar hasta sus propias líneas. Afortunadamente la Navidad había vencido a la guerra.
Es que a veces, el ser humano tiene salidas inesperadas a situaciones desesperadas. Pequeños resortes que aplican la chispa adecuada en el corazón y lo vuelven más amable, solidario, generoso y menos desalmado de lo que suele ser.
*Revista independiente para el personal de la GNA, Tiempo GNA, Nº 63, diciembre de 2021.