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JUGAR AL LÍMITE

Iris Speroni (gab: https://gab.com/Iris_Speroni)

Cada argentino abonó de IVA $ 43.368 en el 2020; $ 173.472 toda familia de cuatro miembros.

Según el ordenamiento de nuestra Constitución los gobernantes deben brindar una serie de servicios a los habitantes de la Nación.

CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ARGENTINA – PREÁMBULO

Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.

A saber:

    • constituir la unión nacional
    • afianzar la justicia
    • consolidar la paz interior
    • proveer a la defensa común
    • asegurar los beneficios de la libertad

Esta obligación es común a todos los estados modernos. Qué sí y qué no en nuestro caso lo instruye el Preámbulo. En otros países, los usos y costumbres.

La relación entre un Estado abstracto y los ciudadanos, con obligaciones por ambas partes se exacerba desde la Revolución Francesa, cuando varias naciones adoptan la república como forma de gobierno (Francia, EEUU, nosotros).

Sin embargo, pensar que actualmente el Estado tiene más obligaciones para con los ciudadanos que un monarca, aún uno absoluto, para con sus súbditos puede llevar a engaño.

La obligación del gobernante cambia con el tiempo, ya sea una monarquía, una república o un estado soviético. Pero en todos los casos hay cosas que sí deben hacer, caso contrario el régimen cae. Y los ejemplos de caídas abundan.

Las supuestas obligaciones de los gobernantes argentinos las lista la CN. Sin embargo la casta política vive fuera de la constitución. Al punto que hemos perdido la cuenta de sus transgresiones.

Las obligaciones del Estado se financian con impuestos. La constitución permite el endeudamiento, que no es otra cosa que impuestos futuros. Así que tenemos sólo impuestos, ahora o más tarde.

El Estado argentino en todos sus niveles cuesta, según el año, entre el 46% y el 50% de la economía (más el costo cuasifiscal que provoca el BCRA). Es uno de los más caros del planeta, con excepción de las economías comunistas donde todo es del estado (Cuba, Corea del Norte).

El estado político, esto es la casta política argentina, es levemente menos caro que en Francia, el más costoso de todos ellos; muy por encima de Gran Bretaña, EEUU, Alemania, Holanda e incluso Italia. Más caro que cualquier país de Sudamérica.

En las últimas décadas cada tres meses o ponen un impuesto nuevo o incrementan las alícuotas o la base imponible de alguno existente. Sin solución de continuidad. A lo que sumamos un impuesto inflacionario, no votado por el Congreso de la Nación.

Asimilé el estado a la casta política (“El estado político, esto es la casta política argentina”), porque ellos se consideran así. Utilizan al tesoro como caja propia. Dinero que ingresa al erario, los políticos lo gastan a su capricho.

El aumento sostenido y consistente de impuestos ocurre porque se lo permitimos.

Francia es un Estado caro. Millones de franceses mes tras mes, luego de una larga jornada laboral, comprueban que sólo cambian el dinero, meros soldados de El Club de la Pelea. Cuando Macron agregó un impuesto más, en este caso a la nafta, sufrió semanas y semanas de protestas sociales.

Acá nos aumentan los impuestos y nadie mueve un pelo. La inflación golpea a todos. El impuesto a las ganancias cuarta categoría alcanza a millones de personas.

Los representantes de los trabajadores formales, jamás se pusieron firmes sobre ambos abusos; no con convicción al menos.

En cuanto al aumento a los derechos de exportación implementado por Macri, como era “bueno” con el campo, los representantes del sector lo dejaron pasar. Como dejan pasar la diferencia de tipo de cambio.

Con la nueva ley de alquileres, encarecieron la vida de millones de familias, al agregar un impuesto del 1,5% sobre el contrato.

Recaudación de la AFIP, aquí. (https://www.afip.gob.ar/institucional/estudios/). 

Al pie de página están los ingresos del 2020 tal como aparecen en la página de la AFIP. A continuación están los ingresos tributarios y aduaneros sin la recaudación de la seguridad social. Agregué una columna a la derecha que calcula qué porcentaje del total representan. Verán que algunos gravámenes constituyen el 0,05% del total. Aun así, los diputados no los quitan. En el total no representan nada; sin embargo son un quiosco de unos cuantos y ahí queda.

Ingresos tributarios y aduaneros (sin recaudación de la seguridad social).
Los derechos de exportación constituyeron el 7,45% del total. Mientras que las familias pagaron por IVA el 37,63% del total.

Ésta es sólo una parte. El Estado Nacional recauda vía el BCRA el impuesto inflacionario y la diferencia de tipo de cambio (pagan $ 95 lo que vale $ 179).

Por un lado aumentan los impuestos en un aluvión incesante que nos ahoga. ¿El último? Esta semana, uno nuevo sobre la prima de seguro automotor.

Por el otro, dejan de prestar los servicios indelegables. Hace décadas que el régimen actual al cual la Nomenklatura denomina “democracia”, da de baja obligaciones una a una. Resolvió destruir las FFAA. La educación la despedazó, en un trabajo que lleva décadas. Hay provincias que no tienen clases, como Santa Cruz o Chubut; situación precovideana. La seguridad en algunos barrios es una risa, incluida la capital federal.

En uno y otro caso la respuesta de los damnificados, el Pueblo de la Nación Argentina, es adaptarse y no confrontar.

¿Aumentan los impuestos? Se ve la forma de eludir, evadir o, en su defecto, bajar el nivel de actividad para no pagar impuestos. ¿Nuevo impuesto a los alquileres? No se alquila, aunque eso conlleve una pérdida de ingresos. Sub/sobrefacturaciones, contrabando, trabajo en negro, todos subterfugios para huir de un estado tiránico sin agarrar un cuchillo.

Contorsiones necesarias para evitar impuestos.

Lo mismo sucede con la ausencia del Estado en el cumplimiento de sus obligaciones. ¿No hay servicio de salud o es de baja calidad? Contrato medicina prepaga o hago cuatro horas de espera en el hospital.

Esta falta de resistencia, tanto al aumento de impuestos como a la carencia de servicios, es lo que les avala a los políticos, con un alto grado de razonabilidad, a continuar como vienen.

Lo lógico sería que el poder judicial pusiera algún límite. O una palmadita en el reverso de la mano, como por ejemplo, obligarles a que en el ticket del almacén figure cuánto dinero de IVA e Ingresos Brutos se abone. Pequeñas cosas.

En otros países, en este caso EEUU, el ticket muestra al contribuyente cuánto corresponde a los productos y cuánto a los impuestos (tax).

No. 

El Pueblo Argentino pagó $ 1.951.560.793.000 de IVA sólo durante el 2020. Es un impuesto que pagan sólo las familias. Las empresas son agentes de retención (financieros). Cada argentino abonó de IVA $ 43.368 el año pasado. $ 173.472 por familia de cuatro miembros.

Pareciera una provocación. Exploran cuál será nuestro punto de ebullición. Por ahora pueden descansar tranquilos. Ni siquiera acudimos a nuestra pobre excusa de jueces para proteger nuestros ingresos de esta manga de langostas.

Se nos ríen en la cara. Todos los impuestos son votados por oficialismo y oposición. Merecen terminar con sus cabezas en lo alto de picas, no por los impuestos que nos aplican o los servicios que nos mezquinan, sino por cómo nos gozan descaradamente.

Diputadas nacionales a días del hundimiento del ARA San Juan.

Ingresos AFIP 2020 tributarios, aduaneros y de la seguridad social.

* Licenciada de Economía (UBA), Master en Finanzas (UCEMA), Posgrado Agronegocios, Agronomía (UBA).

Publicado originalmente por Restaurar.org http://restaurarg.blogspot.com/2021/07/jugar-al-limite.html

LOS DIEZ TRASTORNOS DE CUBA

Alberto Hutschenreuter*

Mucho se ha dicho desde que las protestas sociales se extendieron por toda Cuba. Casi de súbito (porque muchas realidades eran conocidas), una pluralidad de dificultades mayores que tenían lugar en la isla fueron quedando en evidencia. En gran medida, pandemia, economía y redes fueron el epítome para comprender un fenómeno de escala que prolonga el desenlace o capítulo final de una historia que se inició en plena Guerra Fría.

Con el fin de ampliar y, si es posible, enriquecer el enfoque, existe, sin duda, una pluralidad de realidades pertinentes en relación con la situación. Consideremos a continuación diez situaciones clave.

1. La revolución no condujo a ningún paraíso

A fines de los años cincuenta, el líder soviético Nikita Krushev advirtió que para 1980 sería alcanzado el horizonte del comunismo, es decir, una sociedad sin clases y, por tanto, sin Estado, según rezaba la proyección de la ideología marxista-leninista. No solo sabemos que ello jamás sucedió, sino que el mismo país de los trabajadores y del enorme Partido-Estado acabó derrumbándose. Se trató, como sostuvo Zbigniew Brzezinzki, del “gran fracaso del siglo XX”.

No ocurrió lo mismo en China, donde la dirigencia de cuño ideológico maoísta instrumentó, a fines de los años setenta, una estrategia que mixturó leninismo y mercado, decisión que llevó al país asiático a un notable crecimiento económico en las cuatro décadas siguientes. Vietnam siguió también una vía propia, convirtiéndose en un triunfante actor en el siglo XXI.

En América, Cuba se mantuvo graníticamente dentro de la línea ideológica. Si bien es cierto que los niveles de alfabetización y, más relativamente, la salud son logros, en modo alguno ello alcanza para considerar que la isla alcanzó el sueño revolucionario. Como en la ex Unión Soviética, ningún “hombre nuevo” produjo la revolución. Si así hubiera sido, en la Rusia de los noventa no habrían tenido lugar las desmesuradas ambiciones materialistas que, casi como en su momento las hordas mongolas, asolaron el país. Asimismo, si en Cuba la revolución hubiera creado una “nueva situación social”, jamás habría pasado lo que sucedió en 1994 y en 2020-2021. En buena medida, en Cuba se reprodujo la situación que tenía lugar en la URSS: una dictadura eterna del proletariado, un Partido-Estado predominante dirigido por “una nueva clase” (término utilizado hace más de 60 años) y una sociedad postergada y sumida en crecientes necesidades de insumos básicos.

2. Se murió el liderazgo

Aquí también existe una situación de “retardo de los hechos”. La desaparición física de los grandes líderes del siglo XX determinó el propio fin de una centuria más corta todavía de lo que habitualmente se considera.

Por razones de generación, claro, el “liderazgo genuino” en Cuba; es decir, los Castro, o más precisamente Fidel Castro, fueron un factótum en Cuba. El crédito y la personalidad de Fidel Castro era (casi) como la presencia de Napoleón en las batallas: era sentido y percibido como la mitad de las fuerzas. Cuba era Fidel y Fidel era Cuba; sin él, Cuba ya no fue, como la URSS ya no fue la URSS tras la desaparición de Stalin. Existió al frente de la potencia mayor un liderazgo colegiado con un cabecilla, Brezhnev, que “invernó” régimen y sociedad durante años, hasta que la crisis acumulada produjo en la década del ochenta lo que recordamos: Gorbachov, un reformador que salvaría el sistema, y el desplome del sistema y del mismo país. Pero Raúl Castro no fue como Brezhnev. Fue un líder más apagado y tímido al que finalmente le tocó definir la sucesión.

3. El totalitarismo no pudo sostenerse

Podríamos decir que, así como el totalitarismo soviético se fue con Stalin, el totalitarismo en Cuba se fue con Castro, incluso antes de su muerte. Dejó de haber totalitarismo, es decir, identificación ideológica total (y si fuera necesaria violenta) entre Estado y sociedad. Como en aquel país, continuó existiendo en Cuba, utilizando categorías del alemán Karl Lowenstein, una “autocracia autoritaria”. Pero socialmente comenzaron a abrirse espacios para respirar (ello explica el surgimiento de movimientos como San Isidro y el N27, que son los que desde 2020 crearon en Cuba una “nueva realidad”.

Esa transición política suele herir de muerte a los regímenes centralizados, pues desaparece o se debilita significativamente un instrumento de control clave del régimen: la “segmentación” de la sociedad, esto es, la estrategia basada en mantener separada a las personas para evitar la (peligrosa) comunicación entre ellas, puesto que la  conectividad entre la gente va dejando al descubierto, por un lado, las “perversidades” del sistema de control, y por otro, lo que sucede y cómo se vive fuera del país, sobre todo en el territorio del capitalismo.

4. No hay valedor externo

En gran medida Cuba está sola, pues aventurar que Rusia se va a involucrar en caso de que la situación se oriente hacia una situación relativamente parecida a la que sucedió a fines de los años ochenta en los países de Europa central pertenecientes a la esfera de influencia soviética, es una equivocación mayor. Sin duda, Moscú elevará el tono de sus reservas ante un escenario complejo y, llegado el momento, hará pesar su condición en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero Cuba no es parte del “área geopolítica roja” de la potencia, que es la de las ex repúblicas soviéticas de Europa del este, Georgia y las repúblicas centroasiáticas.

En segundo lugar, no es la ideología la que lleva a que Rusia defienda al régimen de La Habana sino la necesidad de reparación estratégica que lleva adelante Moscú frente a lo que considera el mayor reto por parte de occidente: la proximidad de la OTAN a sus líneas rojas. Lo mismo podemos decir en relación con el lazo Moscú-Caracas. Tanto Cuba como Venezuela se encuentran en el primer y segundo anillo en relación con los intereses geopolíticos de Estados Unidos en el continente; por tanto, el apoyo de Rusia a estos regímenes implica, ante todo, la réplica rusa a la rentabilización que ha llevado adelante Estados Unidos tras su victoria en la Guerra Fría.

Por último, la difícil situación socioeconómica de Rusia la lleva a que priorice su frente interno durante los próximos años. Sin duda, si están en liza intereses vitales en sus zonas sensibles, Rusia aplicará su concepción de “defensa ofensiva”, como lo hizo en Georgia y en Ucrania; pero compromisos militares de escala más allá no harán más que complicar el frente interno. Rusia no es una potencia ideológica como lo era la URSS, pero sí puede sucumbir como la ex superpotencia si antepone más allá de lo necesario la geopolítica a la economía.

5. Fracasó la modernización

La modernización en los países con regímenes iliberales implica una mejora o transformación de su estructura económica con el propósito de vigorizar la economía y evitar así desarreglos que pudieran poner en riesgo la “igualdad social”. China no logró evitar que se formara una numerosa clase media, pero el trascendental crecimiento económico (que por años llegó a ser de dos dígitos) moderó descontentos.

En Cuba, la modernización implicó, centralmente, cambios económicos; una especie de NEP (Nueva Economía Política) que, si bien no siempre se destaca, produjo cambios notables en la estructura de exportación de la isla. Como bien destaca Emily Morris, mientras que las exportaciones de azúcar proporcionaron más del 70 por ciento de los ingresos de divisas en 1990 (tiempos de severa crisis), en los últimos años ha representado menos del 3 por ciento. Asimismo, reorientó inversiones hacia el turismo y la minería del níquel. Con las exportaciones de servicios (el principal sector económico de la Cuba actual), petróleo refinado y medicinas, como así con las remesas, aumentó las divisas.

Con estos cambios, Cuba se alejó de la primera parte de los años noventa, cuando la economía se contrajo más de un 34 por ciento. Pero, evidentemente, las medidas fueron exiguas, no se pudo evitar el crecimiento del mercado negro y el retiro del Estado fue insuficiente. Las consecuencias fueron un sistema con dos monedas, que provocó que calificados profesionales del sector público se marcharan al sector privado, se elevarán los precios y cayeran las exportaciones.

Por otro lado, si en La Habana se consideraron modelos a seguir, por caso, los cambios en el socialismo de Vietnam, hubo insuficiencia en reparar, entre otras, que en el país asiático los servicios no comprendían una porción elevada del PBI como en Cuba; en Vietnam, el sector productivo representa casi el 70 por ciento del PBI, dato que explica categóricamente el éxito de este país y el fracaso de aquel.

6. No se construyó poder nacional

Si Cuba hubiera logrado resultados en las reformas, entonces habría logrado un margen de legitimidad que hubiera sido decisivo en relación con lo que ha desaparecido en la isla: el ascendente del liderazgo de Fidel Castro. En China, la muerte de Mao fue seguida, prontamente, por un proceso de reformas que alejó al país del desastre que causó la Revolución Cultural y la puja de poder, y colocó a China en un indetenible crecimiento económico: se construyó lo que en China denominan “poder agregado”, indispensable para la conversión en un gran poder. Salvando proporciones, también Vietnam logró lo mismo. No obstante, la gran potencia aún es deficitaria en matera de “poder blando”.

Sin construcción de poder nacional, difícilmente un país dispondrá de proyección internacional. En el caso de Cuba la situación fue acaso peor, pues el “poder nacional” quedó reducido a la ideología, pero una ideología que se ha devaluado. No obstante, el régimen ha insistido en ella, hecho que hasta le ha significado problemas en materia de concretar acuerdos con Rusia, su propio “socio estratégico”.

Alfabetización y salud son activos importantes, sin duda; pero no son suficientes si no van acompañados de otros componentes del poder nacional.

7. El sector duro fue (y es) predominante en el PCC

En buena medida, algunos de las realidades explicadas aquí tienen como base que en el PCC nunca se impuso el sector reformista. Siempre acabó predominando el sector duro, y cuando pareció que este sector sería pragmático, nunca había referencias a cambios estructurales: todo cambio se realizaría dentro de una lógica coyuntural. Y ello ha continuado siendo así con Miguel Diaz-Canel al frente de Cuba, es decir, durante los últimos años.

Dicho sector sabe que todo cambio económico de escala tendrá, tarde o temprano, correlato político. Pero frente a los recientes acontecimientos, prácticamente no queda otra opción. La pregunta es, como bien sostiene la analista de “Geopolitical Futures”, Allison Fedirka, ¿cuánto más se puede hacer sin revisar el sistema?

8. La geografía es inalterable

La ubicación de Cuba en el mundo no admite discusiones: se encuentra dentro del área de intereses selectivos de los Estados Unidos. Dicha área se extiende a Colombia y Venezuela, para disminuir a medida que se desciende al sur.

En tiempos de Guerra Fría, cuando ambos contendientes pugnaban por proyectar poder e influencia, Cuba y la adopción de la ideología revolucionaria resultó funcional para la URSS: supuso ganancias que Estados Unidos no pudo revertir, a menos que arriesgara una confrontación con su par nuclear. Pero ese ciclo internacional terminó. No existe una nueva Guerra Fría: existe una nueva competencia; de manera que ha declinado sensiblemente aquello relativo con que Cuba era una espina en el bajo vientre de Estados Unidos.

Casi no se habla más de esferas de influencia, pero continúan existiendo en todas las zonas adyacentes de los poderes preeminentes. Se trata prácticamente de una de las “leyes de la geopolítica”.

Además, es muy posible que la ascendencia de La Habana en países de América Latina (un activo “duro” y “blando” del régimen castrista por décadas) pierda fuerza, algo que representa una ganancia de poder para Estados Unidos en relación con considerar alguna nueva doctrina para la región.

En estos términos, el problema para Cuba no es tanto el bloqueo estadounidense sino su ubicación geográfica.

9 La pandemia

La expansión de los contagios por coronavirus en la isla (más de 250.000 contagiados y casi 2.000 muertos a mediados de julio de 2021, según cifras oficiales) ha dejado en evidencia que el “factor salud” en Cuba no es el bien público inmaculado. Algo de ello se dijo cuando el entonces presidente venezolano Hugo Chávez, desoyendo consejos, eligió someterse a la medicina cubana para superar su enfermedad.

La respuesta a la pandemia expuso las dudas sobre las vacunas cubanas, pues las producidas allí (que son tres: Soberana 01, Soberana 02 y Abdala) no siempre han demostrado eficacia y seguridad, pues, como ha ocurrido también en otros países donde se han utilizado otras vacunas, en Cuba se ha contagiado gente que se había aplicado las vacunas (que aún no están aprobadas; aparte, Cuba no forma parte de COVAX, el Fondo de Acceso global para Vacunas Covid 19). De manera que si Cuba tenía la posibilidad de hacer valer su activo blando de poder que es la salud, hasta el momento ello no pudo ser o bien ha sido relativamente.

Pero la pandemia trajo otro problema (también letal) para la economía de Cuba: la fuerte caída del turismo, el segmento que provee a Cuba de importantes ingresos.

10. La conectividad es indetenible

La extensión del parque de la telefonía móvil en la isla es, sin duda, el hecho clave para entender la movilización de la sociedad. En 1994, cuando ocurrieron protestas, las mismas tuvieron lugar en la capital. Hoy, las protestas tuvieron lugar a lo largo y ancho de toda la isla; y ello fue posible por la conectividad. De hecho, las protestas se iniciaron en San Antonio de los Baños, desde donde la información se expandió a toda la isla; casi inmediatamente, los hechos pasaron a reportarse a todo el mundo. En buena medida, lo que sucedió en Cuba en materia de conectividad ciudadana nos retrotrae a los sucesos que se vivieron en El Cairo en 2011, cuando las redes fungieron como el instrumento de convocatoria a las calles.

El régimen respondió de la manera esperada: bloqueó el servicio de internet. Pero el fenómeno de la conectividad es prácticamente indetenible. De hecho, el bloqueo del segmento digital en Cuba reactivó en Estados Unidos las fuerzas que pugnan por convertir en ley proyectos que permitirían que las personas, a pesar de bloqueos, continúen comunicadas entre sí y con el exterior.

En otros términos, la conectividad torna prácticamente imposible preservar el totalitarismo, incluso en China, cuyo régimen ha aprovechado la pandemia para mejorar el sistema de vigilancia digital pues sabe que la conectividad, ante una situación de descontento social, podría tornar incontrolable los levantamientos. Pero China, a diferencia de Cuba, cuenta con otros activos que le permiten mantener la “legitimidad”.

El régimen cubano podría seguir el “modelo venezolano” en matera de conectividad, es decir, bloqueo, vigilancia y represión permanente. Pero el precio sería muy alto: una de las insuficiencias que sufre, la energía, si se llegaran a cortar los aportes del exterior, empeoraría tanto que el colapso en la isla sería total.

En suma, la pandemia complicó severamente el escenario político, social y económico de la isla. Pero, en rigor, Cuba afronta una pluralidad de trastornos que dejan al régimen conservador en una situación casi terminal, aunque por ahora haya “controlado” las protestas.

 

* Doctor en Relaciones Internacionales (USAL) y profesor en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN) y en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es autor de numerosos libros sobre geopolítica y sobre Rusia, entre los que se destacan “El roble y la estepa. Alemania y Rusia desde el siglo XIX hasta hoy”, “La gran perturbación. Política entre Estados en el siglo XXI” y “Ni guerra ni paz. Una ambigüedad inquietante”. Miembro de la SAEEG. 

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¡OJO! LA RAPIDEZ NO ES TODO

Agustín Saavedra Weise*

“Vivir despacio”, Bruno Contigiani, Plataforma Editorial, 2012, 152 p.

El 17 de diciembre de 2004 publiqué una nota —¡Ojo! La rapidez ya no es todo—, donde criticaba la actual aceleración para hacer las cosas, esa antipática rapidez que quiere imponer sobre todos nosotros este mundo globalizado. Asimismo, mencioné la tendencia de un grupo cada vez más creciente de personas en el contexto internacional que se esfuerzan por intentar ‘desacelerar’ sus vidas, hacerlas más llevaderas y más tranquilas.

Concluía la nota expresando que “a mí me gusta hacer las cosas rápido, pero también me gusta tener tiempo para reflexionar y tomar energías. Me quedo con la opción ‘lenteja’ si eso significa una vida mejor. Si hay que ‘desacelerarse’, lo haré”. Pues bien, les cuento que hace muy poco Italia le rindió culto a la lentitud.

Este país europeo, quinta potencia industrial mundial, tuvo una jornada de norte a sur dedicada a ‘pisar el freno’ y que fue, justamente, llamada Jornada de la lentitud. El diario argentino La Nación (20 de febrero de 2007) nos informa de que la iniciativa vino desde Pavia mediante una asociación que se denomina El arte de vivir con lentitud.

Prosigue la noticia: “La jornada estuvo dedicada a quienes tienen la prepotente sensación de que el mundo gira demasiado rápido para poder mantener un equilibro; un equilibrio que se vuelve cada vez más precario para quien vive y trabaja en nuestras ciudades, con tiempos tiranos y esfuerzos inhumanos”, explicó Bruno Contigiani, presidente de la asociación que dio vida a la celebración.

Conclusión de gran parte de los italianos participantes: es urgente reducir un poco la velocidad. ¿Qué tal, amigos lectores? En Bolivia ya hay algunos que viven en el pico de las aceleraciones y casi siempre, por falta de organización y método o por hacerse los importantes.

Convengamos en que un poco de lentitud es recomendable para no dejarse arrollar por la ola aceleradora del mundo actual con su secuela de estrés, úlceras, crisis nerviosas, divorcios, etc. La pausa es importante, el descanso también; hacer las cosas despacio a veces termina siendo más productivo, más útil para uno mismo y para la sociedad en su conjunto.

Me alegró saber que en Italia el movimiento de los ‘lentejas’ progresa —valga la expresión— aceleradamente. Espero que en Bolivia suceda lo mismo y que no haya tantos acelerados como ya tenemos en la actualidad, muchos de ellos al ‘fósforo’, hechos los importantes, apurados sin ton ni son.

Vivamos un poco mejor, vivamos dosificando energías, corramos cuando de verdad sea necesario, marchemos lentos cuando conviene y cuando se puede, sobre todo para tomarse así una tregua en el quehacer cotidiano y acumular esas energías para cuando verdaderamente se las precise.

Nada se gana con la rapidez, salvo problemas e inconvenientes, tal como las estadísticas ya lo están demostrando. Asimismo, no debe confundirse lentitud con eficiencia. Son dos cosas distintas. Muchas veces —recordemos— la lentitud firme, constante y serena de la tortuga termina venciendo la velocidad inconstante y errática de la liebre, como metafóricamente nos enseñó la fábula inmortal de Esopo.

Además, se puede ser un rápido muy ineficaz que, por querer hacer las cosas pronto, las hace mal o las concluye mal y con resultados calamitosos. Vivamos en un mundo más controlado, menos fugaz; intentemos saborear el discreto y cautivante encanto de la lentitud creativa al comer, caminar, marchar hasta en el trabajo. Mejor nos irá en el balance final del día.

 

*Ex canciller de Bolivia, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com 

Publicado en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, https://eldeber.com.bo/opinion/ojo-la-rapidez-no-es-todo_238562