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ISRAEL Y SUS CIUDADANOS ÁRABES

Giancarlo Elia Valori*

Un tema que rara vez se trata públicamente es la situación entre los ciudadanos judíos y árabes israelíes (cristianos y musulmanes). El 26 de abril de 2020, la Oficina Central de Estadísticas de Israel informó datos oficiales de población del Estado del Cercano Oriente: 6,8 millones de judíos (74%), 1,93 millones de árabes (21%) y 454.000 cristianos no árabes o seguidores de otras religiones (5%). El índice de fertilidad, según los datos más recientes (2018) tiene una ligera tendencia más alta por parte de la minoría árabe.

Según datos preliminares del Instituto de Políticas Populares Judías (JPPI), actualizados al 21 de abril de 2020 y sobre la compilación del próximo índice de pluralismo 2020, en el último año se ha producido un cambio significativo en la forma en que se identifican los ciudadanos árabes de Israel.

Según la encuesta, realizada por la Universidad de Tel Aviv, las minorías de Israel (26%) son principalmente israelíes y la mitad (51%) se identifica como árabe-israelí.

La proporción de no judíos que se hacen llamar principalmente palestinos se sitúa en torno al 7%, frente al 18% del año pasado.

Además, ha habido un aumento considerable en el número de árabes que se hacen llamar israelíes, esa cifra ha aumentado del 5% en 2019 al 23% este año.

Se puede observar que estas cifras indican un cambio significativo en la identificación estatal de los árabes israelíes al final de un año electoral (consultas del 9 de abril de 2019), en el que se discutió la cuestión de la participación de los árabes israelíes en la arena política y en el tejido social del Estado.

Otra pregunta de la encuesta pidió a los encuestados que evaluaran cuánto estaban de acuerdo con la frase: “Me siento como un verdadero israelí”.

La mayoría de los árabes (cristianos+musulmanes) dijeron que estaban completamente de acuerdo (65%) o de alguna manera estar de acuerdo (33%) con la identificación de ciudadanos israelíes.

Entre los árabes musulmanes, por otro lado, la mayoría que se siente israelí están en el 61%, mientras que casi uno de cada cinco árabes musulmanes (18%) dice lo contrario.

El presidente del Instituto de Política Popular Judío, Avinoam Bar-Yosef, no mencionó el impacto de las elecciones anteriores y, en cambio, estimó que los resultados de la encuesta se deben al trabajo dedicado por los árabes israelíes en el campo médico, especialmente durante la lucha contra el desafío planteado por la crisis COVID-19, que profundizó el sentido de colaboración entre las dos comunidades.

Exactamente el año anterior, el 28 de marzo de 2019, una encuesta publicada por la webzine israelí “Sicha Mekomit”, señaló que la mayoría de los ciudadanos israelíes creían que existían relaciones positivas entre las poblaciones judías y árabes del país.

El 53% de los judíos encuestados dijo que las relaciones diarias entre judíos y árabes son en gran medida positivas, y un tercio testificó relaciones negativas basadas en la experiencia personal. Sólo el 13% dijo que no tenía suficiente contacto con la población árabe para responder.

Alrededor del 76% de los árabes encuestados dijeron que, en su vida diaria, las relaciones entre judíos y árabes eran en gran medida positivas. Sólo el 6% subrayó que no tenía suficiente contacto con el otro grupo de población para responder.

Una encuesta previa a las mencionadas elecciones parlamentarias del 9 de abril de 2019, realizada por Dahlia Scheindlin y David Reis, reveló que la mayoría de los judíos y árabes creen que la cooperación entre las dos poblaciones puede perseguir diversos objetivos, entre ellos la protección del medio ambiente, los derechos de los trabajadores y los derechos de las mujeres.

En todas las cuestiones abordadas, entre el 55 y el 58% de los encuestados consideraron que la cooperación judío-árabe ayudaría a abordar y resolver problemas, y sólo entre el 10 y el 14% pensó que resultaría perjudicial. Entre los encuestados árabes, el 72% dijo que la cooperación sería útil, en comparación con el 54% de los encuestados judíos.

En cuanto a las elecciones ya mencionadas, casi la mitad de los árabes encuestados (47%) dijo que estaría dispuesta a votar por un partido judío si cumplía con sus puntos de vista, significativamente más del 15% de los votantes árabes que apoyaron a los partidos no árabes en las elecciones de 2015.

Sin embargo, sólo el 4% de los judíos encuestados expresó su voluntad de votar por un partido árabe. Alrededor del 88% de los judíos rechazaron la idea.

Aunque los partidos árabes nunca se han unido a un gobierno de coalición, el 87% de los encuestados árabes dijeron que están a favor en cierta medida de la pertenencia a un partido árabe gobernante. Sólo el 4% de los árabes rechazaron la hipótesis. Entre los judíos encuestados, sin embargo, sólo el 35% dijo que un partido árabe que se uniera al gobierno sería en cierta medida aceptable.

Cuando se preguntó a los encuestados árabes si reconocían a un pueblo judío junto al pueblo palestino, un gran 94% de los árabes respondieron con aprobación y sólo el 6% dijo que sólo había un pueblo palestino.

Entre los judíos encuestados, el 52% reconoció la existencia de un pueblo palestino, mientras que el 48% dijo que sólo hay un pueblo judío.

La encuesta también preguntó a los encuestados árabes cómo se definieron a sí mismos. Casi la mitad (46%) se hace llamar árabe-israelíes, el 22% dijo que eran árabes, el 19% dijo que eran palestino-israelíes y el 14% se describió a sí mismos como palestinos.

Un interesante artículo de Umberto De Giovannangeli apareció en el nº 9/2018 de “Limes”, pero de plena actualidad, nos muestra una encuesta publicada por la sección israelí de la Konrad Adenauer Stiftung, relacionada con el programa de cooperación judío-árabe en el Dayan Center de la Universidad de Tel Aviv y por Keevoon, una empresa de investigación, estrategia y comunicación (margen de error declarado: 2,25%).

“El número de personas que han aceptado responder positivamente a las preguntas sobre las instituciones estatales es significativamente alto y refleja una aspiración general de integrarse en la sociedad israelí”, explicó Itamar Radai, director académico del programa Adenauer e investigador del Dayan Center. Al mismo tiempo, los encuestados identificaron la discriminación percibida como una de las principales causas de preocupación, y el 47% declaró que se sentían “generalmente tratados de manera desigual” como ciudadanos árabes. La mayoría de los encuestados también se quejan de una distribución desigual de los recursos fiscales del Estado. Según Michael Borchard, director de la oficina israelí de la Fundación Konrad Adenauer, uno de los resultados más significativos de la encuesta es la respuesta dada a la pregunta: ‘¿Qué término te describe mejor?’ La mayoría (28%) respondió árabe israelí; el 11% respondió simplemente israelí y el 13% se describió como ciudadano árabe de Israel. El 2% respondió musulmán israelí. Sólo el 15% se describió como simplemente palestino, mientras que el 4% dijo ser palestino en Israel, el 3% de ciudadanos palestinos en Israel y el 2% palestinos israelíes. 8% de los encuestados prefirieron autoidentificarse simplemente como musulmanes.

En otras palabras, según la encuesta, el 56% de los ciudadanos árabes se definen de una manera u otra israelíes, el 24% palestinos. Sólo el 23% evita cualquier referencia a Israel, mientras que el 9% de alguna manera combina el término palestino con los términos israelí o “en Israel”. “El hecho básico”, dice Borchard, “es que hay una mayor identificación con Israel que con un posible Estado palestino: los árabes quieren ser reconocidos en su identidad específica, pero no tienen ningún problema en estar vinculados a Israel”. La encuesta también encontró que los ciudadanos árabes israelíes están más preocupados por la economía, la delincuencia y la igualdad interna que por la cuestión palestina.

Los datos obtenidos del artículo de De Giovannangeli y de las encuestas anteriores basadas en Israel nos llevan a creer que el laicismo tradicional de los ciudadanos árabes palestinos es claro. Por lo tanto, la complejidad antiisraelí de los países de Medio Oriente, entre los que “paradójicamente” existen muchos aliados de los Estados Unidos de América, un antiguo amigo de Israel, puede ser menos sentida por los ciudadanos árabe-israelíes cuanto mayor es la situación económica de los mismos.

Como resultado, cuanto mayor sea el nivel de bienestar de la población de un país, mayor será la fricción sobre la que los terceros soplan para revivir el fuego de la discordia.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Nota: traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor.

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ESTA SINDEMIA QUE NOS EXTINGUE

Abraham Gómez R.*

Dr. Abraham Gómez R.

Por supuesto que hay ilimitada preocupación por todos los acaecimientos pandémicos de los últimos meses; reflejados en los ya consuetudinarios boletines emanados desde la Organización Mundial de la Salud y por los propios países afectados seriamente.

En honor a la verdad, antes de que se expandiera el virus —de procedencia china, según la opinión generalizada— ya muchas naciones habían visto resquebrajadas sus respectivas economías, con las caóticas consecuencias que tales hechos conllevan.

En el primer trimestre de este año, la OMS declaró (con bastante perplejidad para muchos) a la COVID-19 como pandemia. No obstante, ha venido cobrando énfasis un neologismo como categoría científica que se construye para designar, con mayor exactitud, el mal que aqueja a la humanidad en los últimos meses.

Resulta asombrosa la coincidencia de los investigadores al calificar que se trata más acertadamente de una sindemia.

Antes de entrar en mayores profundidades atendamos primero a conocer de qué estamos hablando cuando decimos que una sindemia configura bastante más gravedad para la población mundial.

No es nada provechoso, si utilizamos una óptica cerrada y poco abarcativa; si insistimos en señalar que nos golpea una pandemia; porque esa mirada se encauza en una única perspectiva: una enfermedad, con su etiología y todos los demás elementos patológicos concurrentes; tal vez curable con una vacuna, como, en efecto, se ha venido avanzando en varios laboratorios.

De lo que se trata es de algo mucho más que una patología con carácter epidémico o pandémico

Visualizar al COVID-19 como una sindemia invitará a una concienciación más amplia, que implica: los problemas causados en la escolarización y la educación, los estragos en los procesos productivos, en el empleo; la precarización de la vivienda, la miserableza en la alimentación, la destrucción —en muchos aspectos— del medio ambiente y de la calidad vida. Por lo que, si apreciamos el COVID-19 única y exclusivamente como una pandemia caemos en absurda posición reduccionista. Estamos encarando una sindemia.

Con decir que padecemos una pandemia, dejamos a un costado un espectro amplísimo victimizado por el virus; que también requiere un absoluto análisis y determinante incorporación para su regulación y aporte de soluciones.

El vocablo sindemia es de reciente creación. Su acuñamiento lingüístico se le debe a la médico y antropóloga estadounidense Merrill Singer, quien teorizó la manera cómo una o más epidemias interactúan con problemas socioeconómicos para hacerse más dañinas en la población afectada.

La palabra sindemia proviene del inglés, syndemic, y puede entenderse como un acrónimo entre synergy y epidemic (sinergia y epidemia).

Lo conceptuamos como una sinergia de epidemias que coexisten, en tiempo y lugar; que interactúan para asolar y extinguir todos los soportes vitales de la sociedad humana.

La retroalimentación e imbricación de las epidemias causan secuelas complejas, que una vacuna no cura.

La sindemia del COVID nos está demostrando que no se trata solo de un agente infeccioso que afecta al cuerpo humano.

Esta lamentable sindemia provoca un desequilibrio y alteración del orden social, ambiental, psíquico, ético, político y económico. Todo queda desestructurado.

Las manifestaciones sindémicas del COVID generan y fortalecen patrones de desigualdades (que ya estaban) profundamente arraigados en nuestras sociedades; lo que exacerba disparidad social y económica; por lo tanto, potencia los efectos nocivos.

Dicho una vez más, el Coronavirus interactúa con una variedad de condiciones preexistentes.

El Coronavirus, estudiado en su condición sindémica, devela, también, las inocultables inequidades sociales; con lo cual se registra un índice desproporcionado de resultados adversos en comunidades empobrecidas, de bajos ingresos y minorías étnicas. Aunque hemos apreciado que algunos países, tenidos por desarrollados y con sistemas de salud a toda prueba han sufrido serios embates frente a esta enfermedad, por su alta letalidad, que no hace diferenciaciones de ningún tipo.

* Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Correo electrónico: abrahamgom@gmail.com

 

Artículo publicado originalmente el 13/10/2020, en Costa del Sol 93.1 FM – Güiria, Venezuela, https://www.costadelsolfm.org/2020/10/13/abraham-gomez-r-esta-sindemia-que-nos-extingue/

¡OJO CON LA NÉMESIS!

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de vierD en Pixabay

La mitología griega menciona el miedo popular al castigo ejercido por la temible Némesis, deidad de la venganza y la justicia distributiva. Se pensaba que la Némesis dirigía los destinos humanos al encargarse de mantener el equilibrio entre extremos.

Hace muchos años ya comenté este siempre actual tema. A la Némesis se la consideró irreconciliable sancionadora de todo exceso.

En la antigua Grecia se creía que cuando una persona llegaba demasiado alto, tarde o temprano la diosa Némesis provocaría su caída estrepitosa. Si alguien era muy feliz tenía que ser luego muy desdichado, mejor no arriesgarse al castigo de la poderosa Némesis.

Hoy en día némesis es sinónimo de castigo y representa además a un archi enemigo, un rival de larga data. De ahí el dicho “Fulano se enfrentó con Mengano, su permanente némesis”.

La Némesis fungía como elemento inhibitorio; era preferible no destacarse para soportar así una Némesis menos terrible que la de los que sobresalían. Las sanciones de la Némesis tienen la intención de dejar claro ante los humanos que no pueden ser excesivamente exitosos ni deben trastocar con sus actos —buenos o malos— el equilibrio universal.

Némesis medía la dicha y la desdicha de los mortales y solía ocasionarles crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por otra diosa, la Fortuna. La Némesis era el agente ineludible de la caída de alguien cuando había llegado demasiado alto; su mismo éxito provocaba que la desgracia sea tan estrepitosa como el ascenso previo.

La némesis mantenía así un control psicológico que funcionaba como elemento regulador sobre la sociedad helénica de la época. Según el criterio retributivo lo mejor era mantenerse en el justo medio, esperando con resignación una penalidad menos terrible que la de los más destacados. La posibilidad del castigo imponía pautas de mediocridad en la población.

El temor a las desgracias como contrapartida de actuaciones prominentes, mantuvo a la generalidad del pueblo griego en una chata armonía. Otra forma de Némesis contemporánea es la envidia, a veces disfrazada de tendencias igualitarias que pretenden nivelar hacia abajo para evitar odios y más bien los crean en mayor cantidad.

Dónde penetra la mente envidiosa también penetra el resentimiento y si se extiende el virus, la raíz misma de la sociedad termina podrida, la comunidad pierde su vigor, su ansia natural de triunfar y de superarse.

Puede darse también el caso del “ocultamiento”. Así como los cazadores de varias tribus primitivas escondían sus mejores presas para comérselas en la noche al abrigo del “ojo malo” de cualquier envidioso, hoy en día personas talentosas o adineradas tienen temor de mostrar sus dones intelectuales o materiales en el lugar en que viven, pues ello podría acarrearles potenciales calamidades.

He aquí la Némesis por envidia de quienes no poseen lo que ellos tienen. Diversos estudios han enfocado el tema de la envidia como verdadero escollo para el progreso social. Contemporáneamente, vemos con pena que muchas veces la emulación creadora es cegada cruelmente por la envidia de quienes, al no poder llegar a la altura de su prójimo, buscan todos los medios posibles para perjudicarlo.

Ejemplos abundan y Bolivia no escapa de tamaña anomalía. El cristianismo desterró la envidia desde el punto de vista doctrinario. La expresión del Salvador “Ama a tu prójimo como a ti mismo” es suficientemente ilustrativa.

Desgraciadamente, los seres humanos no siempre se comportan en conformidad con los preceptos evangélicos y se dejan arrastrar por la versión mundana de la vieja Némesis griega: la ponzoñosa envidia.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, <https://eldeber.com.bo/opinion/ojo-con-la-nemesis_204098>.