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VENEZUELA 2021: LA SEGUNDA MUERTE DE CHÁVEZ

Roberto Mansilla Blanco*

Venezuela sigue instalada en una espiral interminable de crisis política e institucional, con complejos escenarios para este 2021 que permitan vislumbrar algún tipo de solución de consensos, al menos a corto plazo.

El pulso político iniciado en enero de 2019 por el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó contra el régimen de Nicolás Maduro no ha logrado alcanzar sus puntos más importantes, establecidos en el slogan: “fin de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres”. Muy por el contrario, el diagnóstico actual deja entrever fisuras en la plataforma opositora venezolana sobre las estrategias a seguir para salir de Maduro.

Con todo, Guaidó ha logrado un amplio reconocimiento internacional de cerca de 60 países, entre ellos EE.UU. y la Unión Europea, una baza política considerable pero con cada vez menos incidencia en el plano interno venezolano.

Por otro lado, Maduro y su régimen han logrado no sólo mantenerse en el poder sino dar cuenta de una notable resiliencia ante la presión internacional, en particular amparados por el apoyo de potencias globales como Rusia y China con decisión de veto en la ONU, actores emergentes como Turquía e Irán y la alianza estratégica con Cuba, cuyo peso en la política venezolana es decisivo.

Mientras la vacuna contra la COVID 19 ocupará la mayor parte de la atención mundial, al menos durante este 2021, los escenarios que se presentan para Venezuela en este nuevo año han dado un giro significativo. Esto supone un factor que colateralmente favorece los intereses de Maduro, ya que la solución de la pandemia tangencialmente desvía la atención internacional hacia Venezuela y le permite a su régimen mantener el control sobre la población, a través de las medidas sanitarias.

Paralelamente, una perspectiva parece ir cobrando forma en el horizonte: se aprecia una especie de “final de época” del “chavismo”, toda vez en Venezuela comienza a imponer su ritmo una nueva estructura de poder, con Maduro como epicentro.

¿Cambio de ciclo? Del chavismo al madurismo

Más allá de la controversia causada por la legitimidad de las elecciones legislativas realizadas en diciembre de 2020, de la elevada abstención (69%) y del mayoritario desconocimiento internacional a esos resultados, este 5 de enero el “madurismo” recuperó los espacios del poder legislativo para el próximo período 2021-2026.

Con ello, se completa el proceso de concentración de todos los poderes públicos en manos de Nicolás Maduro, afianzando un poder absoluto, desprovisto de equilibrios institucionales que fiscalicen su gestión. A diferencia de la oposición, y a pesar de su elevada impopularidad, el “madurismo” y sus factores aliados en el poder, en especial el estamento militar, no han observado fisuras significativas que pongan en peligro su hegemonía política.

El contexto es significativo. La nueva ecuación de poder da a entender que el “madurismo” refuerza su poder incluso dentro del propio espacio político de representación “chavista”. La presidencia de esta nueva y controvertida Asamblea Nacional en manos de Jorge Rodríguez y el notorio desplazamiento del poder de Diosdado Cabello, hasta ahora presidente de la igualmente polémica y ya inexistente Asamblea Nacional Constituyente (ANC), definen este rumbo político.

Así, el “madurismo”, salvo cuando la propaganda en clave legitimación así lo requiera, ya no se exhibe necesariamente como el heredero del “chavismo” sino que, más bien, ha “pasado página», cooptando e incluso degradando a miembros del “chavismo originario”, especialmente del sector militar “febrerista” (rebelión de Chávez del 4F de 1992), como es el caso del propio Diosdado pero también de cualquier vestigio de poder de la familia Chávez.

En 2013, poco tiempo antes de la muerte de Chávez, el ideólogo del socialismo del siglo XXI, el sociólogo Heinz Dieterich, vaticinó que Diosdado era “el Stalin de la Revolución Bolivariana” y que Maduro representaba la genuina continuidad del chavismo. Pero el contexto 2021 parece dirimir otra expectativa: el “Stalin” de la revolución más bien parece ser el propio Maduro, quien en sus inicios en la presidencia se presentaba como el “hijo de Chávez”.

La etapa inicial “post-Chávez” definió una especie de reacomodo de poder entre Maduro y Diosdado determinado en gran medida por la necesidad imperiosa de unidad ante la presión internacional. Pero en el contexto actual, esta ecuación parece ir perfilándose calculadamente a favor del primero.

El pasado 4 de febrero, durante los actos por el 29º aniversario del intento de golpe de Chávez de 1992, Diosdado recuperó las esencias propias del “chavismo originario” militar, portando en un acto conmemorativo el uniforme del regimiento de paracaidistas al que pertenecía Chávez. La imagen puede ser alegórica de un posible reacomodo de fichas en el “chavismo-madurismo”, donde Diosdado parece negarse a perder protagonismo.

Por su parte, Maduro ha fortalecido una “oligarquía” financiera y económica, una nueva nomenklatura de poder que dista mucho de los ideales chavistas. La incesante crisis económica venezolana, que sigue provocando la peor crisis humanitaria a nivel hemisférico, con oleadas de venezolanos huyendo a países vecinos, parece estar definiendo al mismo tiempo las bases de una especie de “capitalismo salvaje” vía dolarización, que beneficia claramente a esa denominada “boliburguesía” que inició su andadura con Chávez en el poder pero que definitivamente se ha acomodado con Maduro. El control de la industria petrolera y principalmente la rapaz explotación en el Arco Minero al sur del país, con graves acusaciones de desastre ecológico, son otros de los factores que enriquecen a la “casta madurista”.

En este sentido, Maduro pareciera haber tomado nota en la concreción de una especie de “oligocracia” en el poder, un sistema parecido al de la Rusia de Putin. La crisis de legitimidad de su régimen no parece ser un impedimento tan estratégico como se cree. Los resortes del poder del “madurismo” llevan a concretar síntomas de lo que se ha venido considerando como “autoritarismo competitivo”, pero cada vez más fortalecido por el apoyo militar, la represión de la disidencia (aún existen unos 200 presos políticos en Venezuela, muchos de ellos estudiantes universitarios) y un sistema “hecho a su medida”, especialmente en materia electoral.

Por otro lado, abundan las denuncias de que, dentro de esta estructura de poder, conviven incluso mafias y redes criminales, así como núcleos de apoyo de la guerrilla colombiana y de movimientos islamistas como el Hizbuláh, y que han pasado a controlar incluso porciones territoriales del país como auténticos “feudos”, especialmente en el Arco Minero.

Del mismo modo, la inclusión como parlamentario de Nicolás Maduro Guerra, hijo del actual mandatario, simboliza esa preeminencia “familiar” dentro del nuevo establishment del poder en Caracas. A este núcleo “madurista” debe unirse igualmente el poder de Tarek el Aissami, actual ministro de Petróleo y principal vínculo del “madurismo” con Irán, actual surtidor de gasolina a la maltrecha economía venezolana.

Con una economía “dolarizada” de facto, Maduro parece persuadido a propiciar una incipiente apertura económica, menos agresiva con el sector privado pero que permita el ingreso de inversiones extranjeras, especialmente de sus aliados Rusia, Irán, Turquía y China, entre otros, y que son vitales para mantener la actual nomenklatura de poder “madurista”.

No obstante, ya confirmado su poder prácticamente absoluto, Maduro no desdeñará continuar con el programa “socialista”, con menor interés ideológico pero sí como herramienta de poder. Surgen así expectativas de posibles confiscaciones, principalmente de bienes y propiedades de venezolanos emigrados y de dirigentes políticos en el exilio.

El objetivo de la eventual apertura económica es sortear las sanciones internacionales de EE.UU. y Unión Europea, a la espera de observar cuál será la óptica hacia Venezuela que tendrá el próximo presidente estadounidense Joseph Biden, y si con ello se entierra definitivamente con la “Doctrina Trump” que ha favorecido la transición vía Guaidó.

De este modo, Maduro observa con beneplácito la posición de Biden y de su vicepresidenta Kamala Harris de recuperar la “Doctrina Obama” de apertura gradual con Cuba, lo cual implicaría directamente a Venezuela, tomando en cuenta la asociación estratégica total entre ambos países.

También está el contexto regional. Como sucediera con la vuelta al poder del MAS en Bolivia en octubre pasado y anteriormente del “post-kirchnerismo” en la Argentina de Alberto Fernández, el “madurismo” observaba con interés la posibilidad de un vuelco político en las elecciones presidenciales ecuatorianas de febrero próximo, así como en las presidenciales peruanas de abril, que le permitan recuperar alianzas regionales.

Así, en Ecuador, la atención está fijada en fuerzas de izquierda “post-correistas” como Andrés Arauz, vencedor en la primera vuelta presidencial del pasado 7 de febrero, e indigenistas como Yaku Pérez. En noviembre, Nicaragua irá a elecciones presidenciales, donde se da por descontado otro nuevo período para Daniel Ortega, aliado de Maduro y en el poder desde 2006.

El ex presidente Chávez rememoraba constantemente en sus discursos una fecha: 2021. Es el año que celebra el Bicentenario de la Batalla de Carabobo (1821) que selló la independencia venezolana. Pero en este 2021 de la pandemia, el “madurismo” parece identificar el simbolismo de esa fecha histórica hacia otra vertiente: el de su consolidación en el poder, incluso por encima del propio “chavismo”. En perspectiva, un final de ciclo que ni el mismo Chávez imaginaba.

Los dilemas de Guaidó y la oposición

La eventual consolidación del “madurismo” lleva a otro nombre: Juan Guaidó. Dos años después de su inesperada aparición pública, el aún principal líder de la oposición venezolana se encuentra en un difícil laberinto que acrecienta la precariedad de su posición política.

Mientras Maduro lanzaba sus controvertidas elecciones legislativas en diciembre, Guaidó apostó sus cada vez menos efectivas cartas a una consulta popular “anti-Maduro” de resultados inciertos desde el punto de vista político. Debe igualmente observarse que, a pesar de la posición oficial, existen fisuras internas y críticas dentro de la oposición hacia el liderazgo de Guaidó, al que califican de “ineficaz”.

Ya entrado el 2021, la Asamblea Nacional surgida de las elecciones de 2015 (las últimas reconocidas como legítimas por la mayor parte de la comunidad internacional) renovó a Guaidó en la presidencia por un año más. Pero la situación de Guaidó es sumamente compleja tomando en cuenta que el poder político de facto lo tiene el “madurismo” y que el régimen, a pesar de sus elevados índices de impopularidad, ha tenido éxito en desgastar e incluso desacreditar la imagen de Guaidó.

Guaidó sigue teniendo el apoyo y el reconocimiento de 60 países, pero la realpolitik venezolana y los posibles cambios en el contexto internacional (nuevo gobierno en EE.UU., atención mundial a las vacunas del coronavirus) pueden alterar esta situación.

De hecho, su figura como “presidente interino” pierde gradualmente fuerza en el contexto exterior, así como su “mantra” de hoja de ruta lanzado en 2019 de “fin de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres”. De hecho, la Unión Europea lo sigue reconociendo, pero ahora como “interlocutor privilegiado”, un enfoque que denota obviamente un nivel de degradación en cuanto a la posición política e, incluso, del propio liderazgo de Guaidó.

Su “mentor” político, Leopoldo López, logró escapar a España, donde se concentra gran parte del exilio opositor venezolano, con figuras como el ex alcalde metropolitano Antonio Ledezma. Tampoco está Trump en la Casa Blanca, y si bien Biden parece convencido de mantener el apoyo bipartito entre republicanos y demócratas en EE.UU. hacia la causa democrática que impulsa Guaidó, nada parece completamente seguro.

Con la Asamblea “madurista” en funcionamiento, persisten las incógnitas sobre qué sucederá con Guaidó. Muchos sectores “maduristas” buscan revancha y lo quieren ver preso, pero la posibilidad de un audaz exilio es otra alternativa.

Con ello, podríamos observar cómo la oposición venezolana se vería eventualmente persuadida a ensayar una especie de gobierno en el exilio, algo similar al ejemplo de la oposición política al régimen de Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, que mantiene un precario gobierno en el exilio precisamente en España, desde 2003 en manos de Severo Moto. El ejemplo del exilio cubano, particularmente en EE.UU., también es una posibilidad que refleje lo que puede suceder con Guaidó y la oposición venezolana.

Con o sin exilio a la vista, otra expectativa puede anunciarse en este incierto 2021: la posibilidad de un nuevo cambio de dirección dentro de la oposición venezolana, con nuevas figuras que podrían traducir una etapa “post-Guaidó” y “post-Leopoldo López”.

En la órbita de este posible cambio de dirección en las filas opositoras surgen dos líderes ya conocidos: María Corina Machado y el ex candidato Henrique Capriles Radonski. En los últimos meses, ambos han sido fuertes detractores de la estrategia de Guaidó y nunca ocultaron sus intenciones para eventualmente sucederlo. Pero está por ver si sus estrategias serán de aggiornamiento pragmático con el “madurismo” o de apostar por acciones más radicales.

Machado defiende la radicalización en la calle sin negociación con un régimen que califica “usurpador y criminal». Por su parte, Capriles Radonski ya abrió con anterioridad algunas líneas de diálogo con el “madurismo” y parece ser el líder opositor elegido por figuras internacionales, como el Alto Comisionado de Política exterior, Josep Borrell, y del ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero, a la hora de iniciar una negociación pactada con Maduro.

Toda vez, la dirigencia opositora venezolana se ve igualmente fragmentada al tener a varios de sus representantes en la cárcel como presos políticos del régimen.

A comienzos de 2021, Maduro lanzó una especie de oferta política y electoral en clave de negociación internacional: celebrar unas elecciones regionales “libres y transparentes” para final de año, bajo el formato que exige la comunidad internacional, con tal de obtener el reconocimiento a su mandato hasta 2025. En las filas opositoras, fue precisamente Capriles Radonski el que se lanzó al ruedo prácticamente avalando esta táctica “madurista”.

Toda vez, la posibilidad de ensayo de un gobierno en el exilio, con López y eventualmente Guaidó como principales operadores, repercutirá en el seno interno de la oposición dentro de Venezuela. Está por ver si la unidad opositora seguirá inquebrantable o, más bien, se produciría una posible ruptura entre sectores opositores, tanto en el exilio como en Venezuela, sobre las estrategias a adoptar para salir de Maduro.

Mientras aparecen informaciones sobre presuntas tramas de corrupción en el entorno de Guaidó, la incertidumbre sobre esta nueva etapa gravita en el entorno opositor venezolano. Con un Guaidó visiblemente debilitado, la oposición se expone en este incierto 2021 a perpetuar sus dilemas en cuanto a la posibilidad de un nuevo cambio de liderazgo y de estrategias.

El contexto exterior: esperando a Biden

Finalmente, está la negociación internacional para una salida electoral, pacífica y de consenso en Venezuela. Es el escenario deseado por la mayor parte de la comunidad internacional, en particular la Unión Europea, el Grupo de Lima y muy posiblemente por la próxima administración Biden.

Pero sus posibilidades son escasas, incluso inciertas, toda vez los canales de diálogo entre el “madurismo” y la oposición son prácticamente nulos o, como mucho, testimoniales y se prevé una mayor radicalización del poder absoluto de Maduro.

De hecho, en diciembre pasado, antes de la reciente oferta de elecciones regionales libres a cambio de permanecer en el poder hasta 2025, Maduro reafirmó un reto electoral y político a la oposición: la posibilidad de impulsar un referéndum revocatorio en su contra para 2022, tal y como lo establece la Constitución Bolivariana, cuando se cumpla la mitad de su mandato, iniciado en enero de 2019 pero no reconocido por la mayor parte de la comunidad internacional.

Maduro no parece, por tanto, persuadido a seguir cualquier recomendación de solución electoral alternativa a la crisis política e institucional venezolana que venga desde el exterior. El apoyo de Rusia, Irán y especialmente de Cuba le ha servido a Maduro para sortear el aislamiento internacional sin perder capital político ni realizar concesiones democráticas audaces.

Del mismo modo, la comunidad internacional que reconoce a Guaidó se verá igualmente amortizada tomando en cuenta que el escaso peso político interno de la dirigencia opositora, y el poder de facto en manos del “madurismo”. La presión internacional puede ser intensa, tomando en cuenta la posibilidad de una ampliación de la represión política contra dirigentes opositores y medios de comunicación afines por parte del régimen “madurista”. Pero mucho dependerá también de la debida atención que la administración Biden tenga hacia el dossier venezolano, y cuál será finalmente su estrategia más elaborada.

Pero mucho también dependerá de qué tan relevante seguirá siendo la crisis venezolana para la atención de las principales potencias mundiales, especialmente en un 2021 signado por las vacunas de la pandemia y las consecuencias socioeconómicas de la misma.

Sea como sea, la crisis venezolana dista mucho de albergar alguna solución satisfactoria y de consensos en el plano interno. Dependerá, en gran medida, de la presión internacional ante un régimen “madurista” desacreditado en el exterior pero afianzado de facto en el plano interno.

 

* Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), Magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) y colaborador en think tanks y medios digitales en España, EE.UU. y América Latina.

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EGIPTO E ISRAEL EN LA REGIÓN MEDITERRÁNEA

Giancarlo Elia Valori*

Un interesante artículo del periodista israelí Ophir Winter nos lleva a expresar algunas consideraciones sobre el papel desempeñado por Egipto e Israel en la región mediterránea.

El 15 de enero de 2020, el Ministro de Energía Yuval Steinitz y su homólogo egipcio, Tarek al-Mula, anunciaron el inicio del flujo de gas natural de Israel a Egipto.

La declaración conjunta marca un hito en las relaciones entre los dos países y muestra además la creciente importancia que recientemente ha tenido la región mediterránea en las políticas exteriores, de seguridad y económicas de Egipto e Israel.

Esta tendencia también fue evidente en la agenda del Foro Mundial de la Juventud (WYF) celebrado en Sharm el-Sheikh en diciembre de 2019, después del primero organizado allí en noviembre de 2017. En 2019, se reunió en Sharm el-Sheikh bajo los auspicios del presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, con la participación de unos siete mil jóvenes de todo el mundo.

El tema de los debates del Foro, que Egipto organizó de 2017 a 2019, fue reforzar la cooperación entre los países mediterráneos en una variedad de áreas, incluyendo la energía, el empleo, el clima, la ciencia, la inmigración ilegal y la lucha contra el terrorismo.

Las reuniones del Foro se dedicaron tanto a los intereses concretos de los países mediterráneos como a aspectos “más suaves”, incluidos los denominadores históricos y culturales comunes que unen a los pueblos que habitan en las costas mediterráneas. La agenda se centró en las políticas exteriores, de seguridad y económicas de Egipto y sus intentos de posicionarse como uno de los principales países del Eje en la región.

Israel fue mencionado en el Foro como un socio vital en los acuerdos de gas con Egipto y como miembro de pleno derecho de su lado en el Foro de Gas del Mediterráneo Oriental (FEMP), establecido en El Cairo en enero de 2019 con la participación de Chipre, Grecia, Italia, Jordania y la Autoridad Nacional Palestina.

El papel de Israel, sin embargo, sigue siendo marginal en cuestiones mediterráneas que van más allá del sector del gas. Por lo tanto, necesita definir una política mediterránea integral que le permita aprovechar más oportunidades para desarrollar sus lazos con Egipto y otros países de la cuenca mediterránea.

En los últimos años Egipto ha dado cada vez más importancia a la región mediterránea a la luz de tres hechos:

a) el descubrimiento de un campo de gas que satisface la mayoría de las necesidades de gas de Egipto;

b) el establecimiento del FEMP en enero de 2019 allanando el camino para que Egipto se convirtiera en el centro energético regional, incluidos sus objetivos de establecer un mercado regional del gas, desarrollar recursos e infraestructuras, y profundizar la coordinación y el diálogo entre los Estados miembros;

c) la amenaza planteada por Turquía a la promoción de la cooperación regional en materia de gas debido a su negativa a reconocer las fronteras marítimas de Chipre y la tensión entre Egipto y Turquía por el acuerdo de demarcación de fronteras marítimas firmado entre Turquía y el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) de Fayez al-Sarraj en Libia que se ha intensificado incluso desde noviembre de 2019.

Un artículo publicado por el Centro Egipcio de Estudios Estratégicos (ECSS) ha observado que los descubrimientos de gas en el Mediterráneo oriental crean nuevas dinámicas regionales, incluyendo el establecimiento de bloques económicos, lazos multilaterales, alianzas y contra-alianzas.

También ha explicado que Egipto ofrece a Israel y Chipre la alternativa más barata para exportar gas a Europa y otros mercados debido a su infraestructura de gas licuado, que se puede ampliar a un costo relativamente bajo cuando sea necesario. Egipto, por su parte, está interesado en recaudar una parte de los beneficios y fortalecer su posición estratégica como centro de exportación de gas en Europa.

Además, la Unión por el Mediterráneo —una organización intergubernamental que reúne a 42 países de Europa y la cuenca mediterránea más Libia como observador— ha debatido sobre formas de hacer frente a la crisis del empleo en la región, que tiene al 12,5% de sus residentes desempleados (en su mayoría jóvenes de países del Mediterráneo meridional), y desafíos medioambientales, incluido un nivel de calentamiento global que es aproximadamente un 20% superior a la media mundial.

Otro desafío regional es la inmigración ilegal en todo el Mediterráneo. Egipto ha destacado su éxito en la prevención de la emigración de migrantes ilegales de su territorio a Europa desde 2016. Al mismo tiempo, se ha defendido que es necesario aumentar la cooperación entre los países “jóvenes” de la región mediterránea meridional (donde alrededor del 60% de sus habitantes son menores de 30 años) y los países “envejecidos” de la región del Mediterráneo septentrional para dar una respuesta integradora a las necesidades del mercado laboral en la región.

Desde la perspectiva de Egipto, la respuesta incluye una serie de flujos migratorios legales de los países del Sur del Mediterráneo a Europa, junto con el fortalecimiento de la seguridad y la estabilidad de los países del Sur del Mediterráneo de una manera que les facilite atraer inversiones y crear empleos en sus Estados.

En los últimos años, Egipto también ha estado trabajando en la construcción de una identidad mediterránea, que se presenta a la joven generación egipcia como uno de los pilares de la personalidad egipcia.

La crianza y el cultivo de una identidad mediterránea expresa el deseo de Egipto de proyectarse dentro y fuera de un espíritu regional que servirá como plataforma para aumentar las interacciones en la región mediterránea y ampliar su marca de lo que se ha pedido durante milenios a la Madre de las Naciones, el punto de encuentro de continentes, países, religiones y civilizaciones, es decir, los fundamentos culturales e históricos que hacen del Mediterráneo una región y de sus pueblos una comunidad. Israel no está ausente de la narración mediterránea promovida y transmitida por Egipto, pero su lugar ha permanecido hasta ahora marginal en cuestiones que van más allá de los intereses del gas.

Según Egipto, el triángulo de Egipto, Grecia y Chipre está en el corazón de la cooperación mediterránea, mientras que Israel es un socio secundario cuyo papel es limitado. Una publicación del ECSS ha dejado claro que Israel no podía participar en las maniobras militares periódicas llevadas a cabo por Egipto, Grecia y Chipre, aunque comparte un concepto de seguridad similar con los tres países. También ha sugerido que su presencia dificultaría la mejora de la cooperación multilateral en la región.

A pesar de las reservas políticas tradicionales que acompañan las relaciones entre los dos países, el Mediterráneo ha sido durante mucho tiempo una nueva oportunidad para que Israel profundice sus lazos con Egipto. En primer lugar, debe seguir ampliando la cooperación en el sector del gas y la energía a través de su socio egipcio y desarrollar recursos e infraestructuras bilaterales, la coordinación multilateral y el diálogo del FEMP entre funcionarios gubernamentales, empresas y expertos de ambas partes.

Egipto, Israel, Italia, Chipre, Grecia, Jordania y Palestina firmaron el Estatuto del FEMP el 22 de septiembre de 2020, convirtiendo el Foro en una organización internacional regional con sede en El Cairo, destinada a facilitar la creación de un mercado regional del gas en la región del Mediterráneo Oriental y a profundizar la colaboración y el diálogo estratégico entre los países productores, de tránsito y consumidores de gas natural, en una zona que se confirma que está llena de grandes oportunidades. Francia se incorporó como miembro de pleno derecho el 9 de marzo de 2021, con los Estados Unidos, la UE y los Emiratos Árabes Unidos como observadores permanentes. Países como Turquía y El Líbano no participan en el Foro debido a la persistente tensión con Grecia y Chipre y la presencia de Israel, respectivamente.

Sin embargo, aparte del acuerdo antes mencionado, Israel necesita desarrollar una política mediterránea integral con el objetivo de ampliar la gama de intereses comunes con Egipto y otros países más allá del sector del gas. A tal fin, debe estudiarse el suministro de insumos israelíes a cuestiones mediterráneas como el medio ambiente, las energías renovables, la desalación del agua, la preparación para emergencias, la educación, la ciencia y el empleo.

La Unión por el Mediterráneo puede servir como plataforma útil para la integración israelí en estos proyectos regionales, e Israel debería considerar asignar más recursos y mano de obra para aumentar su influencia en él.

Además, Israel —al igual que Egipto— puede beneficiarse de la crianza y el cultivo de una identidad mediterránea, haciendo hincapié en los denominadores comunes para los países de la región y los valores de apertura mutua, tolerancia y aceptación de los demás.

Por último, la propia Unión por el Mediterráneo tiene el poder de fomentar la interacción entre los pueblos mediterráneos, así como los encuentros juveniles y los intercambios culturales que contribuyen a dar forma al espacio común.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia. 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Porhibida su reproducción.

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LAS RAZONES DE LA GUERRA EN SIRIA (2011-2019)

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de Carabo Spain en Pixabay

Han pasado diez años desde que comenzó la guerra civil siria en 2011. Siria ha pasado de la rápida destrucción del país a la de la victoria, recordando Vietnam en las décadas de 1960 y 1970. Muchos, de hecho, se preguntan por qué Siria, un Estado tradicionalmente secular y socialista y multipartidista (también hay dos partidos comunistas representados en el Consejo Popular Sirio, el parlamento en Damasco), no se ha derrumbado, en comparación con los otros dos países socialistas, Irak primero y Libia después, consumidos más tarde por las guerras civiles.

En primer lugar, tenemos que entender por qué Siria es importante.

Geográficamente, Siria está en el corazón de todos los oleoductos desde Oriente Medio hasta Europa. Así que si Estados Unidos hubiera ganado en Siria, habrían sido capaces de controlar la única fuente de energía de Europa. En cambio, hace unos días se da la noticia de que The North, Blue, Turk and South Stream, Yamal y Nord Stream 2 son los gasoductos “no alineados”, los que traen gas a Europa desde Rusia. Y ahora la historia del más temido de todos, el gasoducto que quiere llevar el gas iraní al Mediterráneo pasando a través de Irak y Siria.

Es el mismo gasoducto del que se habían elaborado los protocolos de entendimiento de 2011: al año siguiente los gestores petroleros de Irán, Irak y Siria firmaron un tratado para pasar el crudo de Teherán por los tres Estados al Líbano, y luego a nuestro continente.

Este proyecto eliminó automáticamente el plan estadounidense que prefería el gasoducto Qatar-Turquía (Qatar – Arabia Saudí – Jordania – Siria-Turquía). Cuando Bashar al-Assad optó por el gas iraní, la llamada primavera árabe golpeó Siria y libró una terrible guerra civil. Algunos jefes de Estado europeos recibieron la orden de la Casa Blanca de retirar los honores otorgados al presidente al-Assad. Y personalmente recuerdo que la televisión estatal siria que transmitía por satélite no funcionaba.

Una caída en el precio del petróleo golpearía duramente a la economía interna de Rusia, que depende de las exportaciones de energía, con Washington esperando una caída en una “Unión Soviética”-bis.

Por lo tanto, cuando EIIL y los rebeldes sirios, respaldados por los atentos estadounidenses y europeos, golpearon Damasco, el precio internacional del crudo cayó de 147 dólares por barril a un mínimo de 30 dólares, y la economía rusa sufrió. Al mismo tiempo, la caída del precio del crudo no sólo significó un aumento de la deflación importada, sino que también redujo los precios de otros productos industriales en China. La caída del precio del crudo causó una caída sustancial en los ingresos comerciales de las exportaciones chinas, ya que al pagar también con los bienes, vieron caer su producción nacional.

Más tarde, China y Rusia firmaron un acuerdo de petróleo y gas de 400.000 millones de dólares, y Beijing pagó 25.000 millones de dólares por adelantado a Rusia. En ese momento, Rusia, viendo comprometidos sus intereses derivados de la crisis de los precios del petróleo, entró en el campo de batalla sirio para no permanecer inerte frente a las iniciativas estadounidenses.

Al principio algunos se quejaron de que China había comprado petróleo crudo ruso a un precio tan alto (más de 70 dólares por barril), pero ahora que el precio del crudo ha subido por encima de ese nivel, resulta que fue un acuerdo de ganar-ganar.

Pero volvamos a la guerra civil.

Aunque Siria es chiíta, hay un gran número de sunitas en el país. Después de la llamada primavera árabe, las sunitas Turquía y Arabia Saudí presionaron para infiltrarse en Siria y apoyar fuertemente a la oposición sunita siria supuestamente democrática (Ejército Sirio Libre) que tomó dinero de la retrógrada monarquía wahabí.

Por supuesto, Estados Unidos y sus aliados aprovecharon el fuego para apoyar a quienes luchan contra el gobierno legal de Siria. Damasco fue inicialmente incapaz de hacer frente a la situación. Frente a la escalada, Damasco acudió por primera vez a Teherán, Bagdad y otras fuerzas chiítas para obtener apoyo externo. Irán e Irak ofrecieron ayuda para defender el arco chiíta común, ayudando al gobierno sirio al máximo: en ese momento estalló la verdadera guerra civil siria.

Los regimientos mercenarios (contratistas) y voluntarios de los países occidentales, todos los cuales formaban parte de Isis, también jugaron un papel decisivo. Tenían armas sofisticadas y una eficacia de combate extremadamente fuerte: las fuerzas gubernamentales se defendieron todo lo que pudieron, sin posibilidad de un contraataque. Basta leer La trampa de Ma’lula. Siria, 2013 en Guerra, guerra, guerra de Fausto Biloslavo y Gian Micalessin (Mondadori Electa, Milán 2018).

El ganador del Premio Nobel de la Paz de Estados Unidos, Obama, además de controlar el petróleo para mantener la hegemonía del dólar, amenazó a la Unión Europea kantiana con presionar, sólo para luego fijar los precios del oro negro a voluntad: si Siria caía, Washington podría expulsar a Rusia de Medio Oriente y defender aún más a los amigos de las monarquías e imponer sus precios del petróleo.

En el momento de la casi victoria, la Casa Blanca propuso que la solución a la crisis siria era que Bashar al-Assad renunciara para llevar a cabo el oleoducto Qatar-Turquía, pero la Ciudad Prohibida y el Kremlin votaron en contra, y lo que parecía ser un triunfo, resultó ser un punto de inflexión.

Al principio un gran número de personas ingenuas y formadores de opinión contratados y/o chantajeados creyeron y difundieron en los medios de comunicación los mitos de las elecciones libres y la democracia de Els y los terroristas de ISIS, pero las atroces acciones de estos últimosy los llamados “rebeldes” contra la población civil, cambiaron directamente al pueblo sirio e indirectamente a la opinión pública internacional que llegó a saber, incluso a través de satélites indiscretos, que las declaraciones del graduado de Princeton Webster Griffin Tarpley eran ciertas: “Estados Unidos creó el Estado y utiliza a los yihadistas como su ejército secreto para desestabilizar el Medio Oriente” (22 de febrero de 2015). ISIS en los territorios sirios llevó a cabo el exterminio de chiítas y cristianos, compró y vendió esclavos y colaboró con contratistas occidentales.

Más tarde Rusia, las fuerzas libanesas de Hezbolá, la brigada Al-Quds de Irán y voluntarios chiítas y unidades del ejército de la República Popular Democrática de Corea (Norte) repelieron a las fuerzas dirigidas por Isis y la coalición occidental.

Cuando Isis se retiró, Estados Unidos propuso al Consejo de Seguridad un acuerdo de armisticio en Siria, que fue rechazado conjuntamente por China y Rusia, ya que Isis debe ser expulsado completamente de Siria.

Ahora no queda nadie dispuesto a creer que Isis y Els luchaban por la libertad y el voto en Siria. El avance de la coalición legitimista y la presión del público estadounidense vieron dónde está la podredumbre y obligaron a la Casa Blanca a abandonar el campo de batalla sirio.

La guerra ruso-estadounidense en Siria ha terminado, pero la situación allí no se ha calmado, ya que las fricciones ruso-turcas pueden reanudarse en cualquier momento.

En última instancia, el rápido ascenso de Turquía en Medio Oriente es el mayor problema y desafío al que se enfrenta Rusia. Por ejemplo, la guerra civil que estalló en Libia también fue secretamente una disputa entre Rusia y Turquía. Ankara ha intervenido abiertamente y no ha tenido miedo de enfrentarse a Moscú. Esta es una necesidad para la expansión del poder turco: el sueño del nuevo Imperio Otomano.

La guerra civil en Libia puede no ser suficiente para que Rusia y Turquía logren hacer frente y resolver sus conflictos estratégico-militares, pero la colisión entre ambos en Siria puede conducir a un conflicto militar directo. Si estalla una guerra entre Rusia y Turquía en Siria, entonces los estadounidenses apoyarían a Erdogan, para tratar de arreglar el oleoducto a su gusto. Las ambiciones de Turquía han comenzado a ampliarse y los neo-otomanos no detendrán su expansión respaldada por Estados Unidos. Si Turquía aumenta la presión y el antagonismo, violará seriamente los intereses de Rusia, reeditando la eterna batalla entre el sultán y el zar.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. Ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Artículo traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción. 

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