BOLIVIA, CRISIS CRÓNICA Y PÉRDIDA DE PODER

Waldemar Peralta (El Deber*)

Toda crisis es sinónimo de pérdida de poder. Son situaciones donde irrumpe un cambio negativo, complejo, difícil y por sobre todo inestable. Rompen el sistema político, la sociedad y generan desequilibrios, son procesos políticos desgastantes, de cierre incontrolable. 

Pueden ser crisis agudas, con hechos inesperados difíciles de ser anticipados, como un incendio o un terremoto; o pueden ser crisis crónicas, hechos en diferentes dimensiones que van agravándose como una bola de nieve. Pero en contraste, se abren oportunidades y por ende ganadores, cuando se la gestiona de manera exitosa, destacando los atributos del gobernante.

El profesor Mario Riorda señala que “una crisis y su consecuencia, siempre implica un reacomodo relativo de poder, siempre hay ganadores y perdedores en un proceso traumático”.

El país vive una crisis crónica multidimensional, que se agravó con llegada del Covid-19. Si había alguna certeza con la salida de Morales, fue eclipsada con la llegada de la pandemia, que encontró a Bolivia con enfermedades de base, económicas, sociales, políticas y ahora sanitarias, que adelantaban un desalentador pronóstico.

El desconocimiento de los resultados del referéndum por parte de Morales profundizó la crisis política, que ademas se volvió social, volcando a varios sectores a las calles. Evo deterioró su imagen por hechos de corrupción y su forma autoritaria de gobierno, dilapidando su credibilidad. El incendio de la Chiquitania fue la antesala de la elección, en la cual le robaron la segunda vuelta a Carlos Mesa, producto de un fraude incuestionable por parte del MAS, que derivó en una legítima revuelta popular, originando la salida de Morales.

La llegada de Jeanine Áñez al poder se inició gestionando con relativo éxito algunas variables de la crisis como la social, pacificando el país; la electoral, convocando a elecciones con nuevo TSE; la institucional, con una relación estable con los otros poderes del Estado. 

Esto aportó certezas al juego estratégico y, por ende, credibilidad que cimentó la variable política, con una importante alianza de partidos y de liderazgos locales. Este contexto entusiasmó al Gobierno, que presentó una alternativa de poder. Pero llegó el Covid-19 y la variable sanitaria cambió el juego. Hubo una frágil gestión de la pandemia, errores en el manejo de las “formas de poder” y una débil comunicación gubernamental, de crisis y de riesgo.

Ocurrió lo esperado, se impuso el contexto. La variable sanitaria pasó factura y la unificación del voto se impuso. La regla es la incertidumbre, en 11 meses se dieron estructurales renuncias, que reacomodan las relaciones de poder. 

La de Evo Morales al Gobierno y la de Jeanine Áñez a su candidatura presidencial. Pero no son las únicas, también renunciaron el vicepresidente, gobernadores, alcaldes, asambleístas nacionales, departamentales, concejales y el pasado lunes, tres ministros del actual Gobierno, entre ellos, Óscar Ortiz. Resumen, reacomodo del poder.

En tiempos de Covid-19, el elector tiene el peor humor y ánimo social de los últimos 30 años. Vivimos en incertidumbre por el temor a morir de hambre y de fiebre, en ese orden. Los ciudadanos no creen que las cosas están o estarán bien y, cuando el ánimo es negativo, califican negativamente todo. Un acierto en este contexto cuenta por uno y un error cuenta por diez, razón de las costosas facturas políticas.

La crisis crónica tiende a empeorar, por dos motivos; primero, las posiciones, intereses, influencia y disposición de negociar de los jugadores. Segundo, los escenarios posibles.

Primero, posiciones. En el tablero están el Gobierno actual, Evo, el MAS (que últimamente no son lo mismo), candidatos y partidos; pronto el Gobierno electo, movimientos sociales, liderazgos regionales, empresarios, militares, policía, cada uno de ellos con su propia posición e interés, la mayoria confrontados y con poca o ninguna disposición a negociar.

Segundo, los escenarios. Un contexto económico de dura depresión y contracción de la economía, periodo de ajustes y vacas flacas, producto de la pandemia. El sanitario, similar a EEUU o Europa, una segunda ola de Covid-19. El social, protestas permanentes por diversas demandas, escaramuzas que iniciarán el 18 de octubre si el MAS no se alza con el triunfo, como ya lo dijo el propio Luis Arce, ¿Cómo actuará el Gobierno? En medio, la campaña nacional, que define la variable electoral. Los temas son economía, salud, empleo, miedo al MAS y la agenda pendiente de inclusión, social y regional.

Las alternativas democráticas apuestan a la razón y la emoción, con grupos de electores de raíz, ideológicas, económicas, regionales, clasistas y hasta culturales. 

El principal teatro de operaciones de disputa electoral es Santa Cruz. Esto posiblemente abra tres escenarios electorales: primero, fuerte polarización, un gobierno de vocación democrática que gana en primera vuelta y con mayoría en el Congreso. Segundo, frágil polarización, con segunda vuelta, un gobierno democrático con minoría en el Congreso. Tercero, no existe polarización, alto ausentismo, débil control electoral en bastiones azules, triunfa el MAS en primera vuelta.

Con escenarios tan complejos y posiciones tan confrontadas, ¿cómo generar viabilidad política? El desafío en semejante contexto, pasa por tratar de recomponer el sistema (Estado), que gestione con éxito las variables críticas y la relación de sus actores, negociando por principios y superando posiciones; eso se hace cediendo y acercando intereses entre la razón y emoción, para reducir la complejidad. 

En lo político, debemos unificar el voto, concretar un gobierno democrático y apuntalarlo evitando que fracase, entendiendo que el ciclo del MAS no se clausura con su derrota, sino con un gobierno estable de 5 años, frente a la convulsión que planea Morales y que comenzará más temprano que tarde.

Se requiere mirar el país desde las regiones y sectores, mucha capacidad política para entender las nuevas causas, anticipar escenarios, gerenciar la crisis, construir alianzas, coaliciones, para generar certezas, gobernabilidad y gobernanza, pero por sobre todo, mucha madurez política acompañada de grandeza y humildad. El juego estratégico está abierto.

Publicado originalmente en El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/bolivia-crisis-cronica-y-perdida-de-poder_202558     

TÁCTICA, ESTRATEGIA, EQUIPAMIENTO y DEFENSA

Marcos Kowalski*

Debemos recordar siempre que corresponde al Estado Nacional la planificación política al nivel de Estrategia Nacional Total, de la cual se deben desprender las planificaciones operativas de las estrategias particulares. Dentro de estas últimas encontramos la Estrategia de Defensa Nacional que incluye la Estrategia Militar que planificará el desarrollo de las fuerzas militares.

Decidir el dimensionamiento y capacidades de las fuerzas militares argentinas corresponde al gobierno de la Nación Argentina. Pero hay que tener en cuenta que ninguna fuerza militar se forma o consolida en un corto periodo de tiempo, sino que se necesitan décadas en desarrollar los procedimientos estratégicos adecuados para su empleo. Este es un tema relevante tanto para estudiosos de la defensa como para políticos.

El Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional son los que por imposición legal deberían establecer las condiciones económicas, jurídicas y políticas que fomenten inversiones a largo plazo que sirvan para el desarrollo de las capacidades industriales del país. Ese fomento a las industrias debería considerarse dentro de la Estrategia Total de la Nación. En Argentina esto se podría lograr, de no ser por la indiferencia, ignorancia o inoperancia, puesta de manifiesto por la casi totalidad del espectro político que viene gobernando desde los últimos por lo menos treinta años.

La ausencia de soluciones para los problemas reales de la población, mientras se promocionan utopías varias, desde un punto de vista ideologizado, como si fueran el verdadero interés del país, y, dejando de lado promover, legislar y ejecutar políticas para el desarrollo del bienestar general, promoviendo, consolidando y ejecutando requerimientos entre instituciones nacionales y provinciales con el fin de gestionar una política de Estrategia Nacional y dentro de ella un plan de Defensa Nacional adecuado y moderno.

Cuando las crisis económicas son recurrentes, son un despropósito casi apropósito del descontrol político de un país como Argentina y es lógico que, sin una estrategia que impulse la producción y como consecuencia de la baja productividad general, no se tenga un Producto Bruto Interno (PBI) en crecimiento como el que con el potencial de nuestro país se podría obtener, esa es la excusa de los políticos para no proveer unas Fuerzas Armadas (FFAA) integradas por personal adiestrado, además de una cantidad suficiente de los Sistemas de Armas (SdA) más modernos disponibles en la actualidad.

Sin embargo, aun con un PBI sin crecimiento o con crecimiento negativo en la Argentina, sería lógico que su Política de Defensa privilegie lo cualitativo por sobre lo cuantitativo. Es por esto y el desinterés permanente de una casta política más preocupada por quedar bien con el nuevo orden mundial que por el desarrollo de la Patria, en todo lo referente a Defensa Nacional, y sobre todo a la Industria para la Defensa, hoy son más como un símbolo de aspiraciones que de un verdadero componente industrial con poderío dentro de las políticas científicas y tecnológicas del país.

Asistimos a la falta de planificación de una Estrategia Total, para la Nación, donde se proyecte a largo plazo y en forma coordinada todas las ramas del Estado Nacional y los Estados provinciales con los entes públicos y privados. Estamos viendo como el desinterés político, las crisis económicas y la presión de potencias extranjeras que no aprobaban el desarrollo local de capacidades duales (civiles y militares) acabaron en una retracción progresiva del entramado científico-tecnológico y productivo, tanto público como privado, de la Argentina.

Toda la estructura militar industrial no ha encarado un proyecto ambicioso en tiempo y recursos desde hace al menos 30 años. Como excepcionales debemos mencionar el caso del entrenador Pampa (un desarrollo de la década del 80 y que en cuarenta años solo produjo unos treinta aviones a la fecha) fabricado por FADEA o los radares 3D de INVAP en el marco del SINVICA. Es que el sistema político no supo o no quiso construir un régimen con reglas claras y estables a 20 o 30 años para afrontar los riesgos de invertir en bienes de capital costosos y recursos humanos calificados.

Es verdad que relevar, diseñar, prototipificar y fabricar no son tareas fáciles y mucho menos en contextos dificultosos, con extremas limitaciones de recursos, de personal o de interés. Pero es el bloqueo sistemático a las aspiraciones de desarrollo de la Argentina, por inoperancia, ignorancia o ideología de los políticos, devenidos en gobernantes, desde hace décadas que han terminado por configurar una política de declamación de leyes como el FONDEF, que son totalmente insuficientes, el anuncio de proyectos que suelen quedar en papel cuanto menos o en algún prototipo cuanto más.

Radar Primario Argentino (RPA) y Radar Secundario Monopulso Argentino (RSMA), foto PLP.

La columna vertebral del sistema de Defensa de una Nación lo conforman sus Fuerzas Armadas (FFAA). Considerar que se puede prescindir de ciertos componentes de las FFAA basado en un enfoque ideológico o economicista sería negar las lecciones de la historia y de la evolución tecnológica, que llevaron al desarrollo de las diversas especialidades técnico-militares y los sistemas de armas que hoy existen.

Las Fuerzas Armadas de nuestro país deberían integrar y complementar las capacidades específicas de las Unidades que tiene su Armada, su Ejército y su Fuerza Aérea, de manera tal que, en su conjunto, deben propender a un adecuado balance en cuanto a la configuración de sus materiales y a la cantidad y calidad del personal, medios y recursos con proyectos plurianuales.

En el mundo, los Ejércitos se estructuran en general en diferentes Unidades, las llamadas Unidades Tácticas (UT), normalmente Regimientos (Caballería) o Batallones (Infantería) que tienen un Cuadro de Organización (CO); tres a cuatro UT forman una Brigada o Gran Unidad de Combate (GUC) y tres a cuatro Brigadas constituyen una División de Ejército o Gran Unidad de Batalla (GUB).

En este tipo de esquemas, la Brigada es la mínima organización autónoma de combate que responde al concepto de “Sistema de Armas”. Está compuesta de UT como batallones de Infantería o regimientos de Caballería, que son los denominados Elementos de Combate cercano, además está compuesta por Unidades de Comunicaciones, Artillería, Ingenieros, Aviación de Ejército, que son apoyo de combate (AC) etc. y por los (logística) Servicios Para Apoyo de Combate (SPAC).

Las brigadas no tienen cuadro de organización y recibirán el nombre en función del número de UT de Elementos de combate cercano que la integran; por ejemplo, una “Brigada de Infantería” está integrada mayormente por dos o tres UT de infantería, (batallones) pero puede incluir algún regimiento de Caballería, además de Apoyos de Combate (AC) y Servicios Para Apoyo de Combate (SPAC).

Tomando como ejemplo al Ejército Argentino, un Regimiento o Batallón tiene tres Compañías o escuadrones, de 120 a 150 soldados cada una, por lo que una Unidad Táctica agrupa 400 efectivos; una Brigada tiene 1.500 a 2.000 uniformados y una División 4.500 a 7.000 soldados, aproximadamente. Sin embargo, el arte de la guerra no es una ciencia exacta y los aspectos cuantitativos no son, por sí solos, los únicos que determinan el resultado de un conflicto bélico.

Mientras la Argentina siga disponiendo de un presupuesto tan insignificante para sus FFAA como el de las últimas décadas, sería conveniente que la Política de Defensa priorizara el reequipamiento y adiestramiento de las Unidades Tácticas (UT) especiales, capaces de lograr Efectos Militares Estratégicos. Es decir que se debería privilegiar los aspectos cualitativos sobre los cuantitativos en la conformación de nuestras FFAA.

Entre las Unidades Tácticas que nuestro país debería priorizar por sus características cualitativas intrínsecas, se encuentran, los Regimientos de Infantería Aerotransportada y de Asalto Aéreo, las Compañías de Comandos, Fuerzas Especiales, Buzos Tácticos e Ingenieros de Guerra QBN (Química, Biológica y Nuclear) del Ejercito; los navíos, tanto auxiliares como los buques de combate con capacidad misilisticas, anti-submarina y antiaérea de la Armada, los Escuadrones de Helicópteros, de Aviones de Transporte y Cazabombarderos; las Unidades de Drones, de Defensa Antiaérea y Ciberdefensa, los Submarinos; entre otras.

En las últimas décadas los sucesivos gobiernos asignaron entre el 0,7 y 0,9% del PBI o incluso menos a la Defensa. El FONDEF (Fondo Nacional de la Defensa), hoy ya aprobado por el Congreso Nacional, asigna el cero coma treinta y cinco por ciento (0,35%) del total de los Ingresos Corrientes previstos en el Presupuesto Anual Consolidado para el Sector Público Nacional para el año 2020, el cero coma cinco por ciento (0,5%) para el año 2021, cero, sesenta y cinco por ciento (0,65%) para el año 2022, hasta alcanzar el cero como ocho por ciento (0,8%) para el año 2023.

Totalmente insuficiente, refleja claramente la falta de prioridad que tienen los políticos sobre la realidad de la Defensa nacional, toda vez que a programas del progresismo ideologizado y que no tiene fines nacionales, están destinando fondos muy superiores al presupuesto de defensa. Lo peor es que no hubo, ni hay, un lineamiento político nacional ni estratégico militar conjunto que priorizara siquiera el alistamiento de las Unidades Tácticas citadas anteriormente.

Está de más decir entonces que actualmente nuestro país carece de capacidades militares creíbles, ya que ni siquiera se privilegió el mantenimiento y fortalecimiento de las organizaciones cualitativas, pequeñas en cantidad de efectivos, pero con el potencial necesario para producir un “Efecto Militar Estratégico” (EME) por sí mismas.

Debemos tener presente, además, que los Regimientos de Infantería y Caballería tienen su razón de ser y los Ejércitos modernos necesitan disponer de un adecuado balance de las diversas Armas, Tropas Técnicas, Apoyos de Combate y Servicios Para el Apoyo de Combate, cosa que no se tuvo, ni tiene, en cuenta, cuando los políticos, salvo honrosas excepciones, planifica en materia de Defensa, y es así desde hace décadas.

En lo referente a las teorías que se pretenden aplicar en las FFAA argentinas de hoy, el RFD-99-01 “Terminología Castrense de uso en el Ejército Argentino” nos dice que la Estrategia “en un sentido general es el arte de la lucha de voluntades para resolver el conflicto” esta definición está tomada de un teórico de la estrategia francés de la postguerra; Andre Beaufre.

Se diferencia de las clásicas definiciones de estrategia, ya que en esta lo militar está subordinado a lo político. Entre las clásicas definiciones de estrategia encontramos algunas como la del Archiduque Carlos quien escribió: “Estrategia es la ciencia de la guerra, ella esboza los planes, abarca y determina la marcha de las operaciones militares. Es, en propiedad, la ciencia de los Comandantes en Jefe”.

El Mariscal Von Moltke, Von Clausewitz, Fuller, Liddel Hart, etc., como vemos, todos los teóricos mencionados, se refieren a la estrategia como privilegio del componente militar, ya que se destaca la batalla como un aspecto central de la estrategia, como su fin último. Mientras que en la definición de Baufre, hace un planteo referido a dos pasos de la estrategia, la estrategia de presión indirecta y la estrategia de presión directa.

Describe Baufre la estrategia de presión indirecta, como una acción de injerencia política una lucha total prolongada con débil intensidad militar y acciones sucesivas. En el concepto de la estrategia de presión directa encontraremos los modelos de amenaza directa, acciones sucesivas y victoria militar.

Con esta concepción de la estrategia pasa a un primer plano la acción política y a un segundo plano y subordinada a la política la acción militar. En realidad, es lo que vemos que ocurre en los teatros de operaciones en conflictos actuales, donde se aplica la denominada guerra hibrida o, incluso, la doctrina Gerasimov. Estas teorizaciones y el análisis de los conflictos donde se aplican son los que hay que tener en cuenta para la planificación de una Defensa Nacional eficaz y moderna, la organización delas FFAA y los proyectos de industria de la defensa.

Dentro del Plan estratégico nacional deberían estar coordinadas Las Fuerzas de Seguridad (FFSS) federales y las Policías provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son, junto a las Fuerzas Armadas (FFAA), Aerolíneas Argentinas, la Secretaría General de la Presidencia, FAdeA, ARSAT, INVAP, VENG y CONAE, los principales usuarios y proveedores estales de productos y servicios aeronáuticos y espaciales, con una política común en materia de requerimientos de materiales a los efectos de economizar la logística y optimizar los recursos del Estado.

Todos estos organismos están vinculados al área Defensa y a la industria para la misma y deberían tener una instancia de coordinación y planificación para consolidar los requerimientos de las FFAA conforme a los desafíos de la guerra actual y futura. La política de Defensa debería definir qué productos conviene producir en Argentina y cuáles adquirir en el extranjero, siempre fomentando la mayor participación nacional y la transferencia tecnológica.

Es indudable que existe una gran frustración entre los argentinos preocupados por la Patria y su Defensa que tiene como centro de atención el desinterés de las distintas administraciones o incluso la propensión al negociado, como en el caso del intento de realizar transacciones inmobiliarias con propiedades de las FFAA o compras desafortunadas, como el caso de los Súper Entendard Modernice, aviones vetustos que es costoso poner en vuelo o las lanchas patrulleras, sin capacidad misilisticas y que llegan desartilladas.

El excesivo vaivén dentro de las políticas de defensa, que entre marchas y contramarchas con una parálisis del pensamiento de largo plazo. Las siempre tétricas coyunturas políticas, posicionaron de manera exclusiva lo urgente por sobre lo importante y lo importante es defender la Nación, proteger sus fronteras, territorio y áreas marítimas, su espacio aéreo y sus intereses, su soberanía, independencia política y en definitiva su grandeza como Patria.

 

* Jurista USAL con especialización en derecho internacional público y derecho penal. Politólogo y asesor. Docente universitario. Aviador, piloto de aviones y helicópteros. Estudioso de la estrategia global y conflictos.

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EL MERCADO GLOBAL DE TECNOLOGÍAS ELECTROMECÁNICAS AVANZADAS

Giancarlo Elia Valori*

Imagen de analogicus en Pixabay

En 2019, el último año del que tenemos datos completos, se estimó que la industria global de transformadores y tecnología similar valía 60 mil millones de dólares estadounidenses.

El mundo del futuro será cada vez más electrificado y la energía, en particular —siempre abundante— se utilizará cada vez más económica, racional y selectivamente.

Las empresas que operan en este sector trabajarán más en el futuro: no sólo con herramientas y dispositivos que utilizarán electricidad, sino con máquinas inteligentes que ahorrarán y controlarán la electricidad, protegiendo así el medio ambiente y también la humanidad.

Una doble función en el mismo dispositivo que no se encuentra en otros tipos de energía y tecnologías de movimiento y procesamiento industrial.

La electricidad —a menudo alabada por los futuristas— será la energía real del futuro: en 2050 la demanda mundial de electricidad será de 38.700 terawatts por hora, aproximadamente un 30% más que los niveles alcanzados en 2006. Un terawatt equivale a 1.012 vatios. Un vatio es igual a un joule por segundo, pero un joule es igual a la energía transferida o al trabajo realizado en un objeto cuando una fuerza de un newton actúa sobre ese objeto en la dirección del movimiento de la fuerza a través de una distancia de un metro. Finalmente, el newton es la fuerza necesaria para acelerar un kilogramo de masa a una velocidad de un metro por segundo al cuadrado en la dirección de la fuerza aplicada. Estos son algunos recuerdos de la física estudiados en la escuela secundaria que nos dan una idea de lo amplia, universal, racional y eficiente que es la tecnología electromecánica actual.

Y es por lejos la tecnología más limpia, más útil y razonable. Ciertamente está el tema paralelo de las fuentes de energía, pero el aspecto importante —al menos por el momento— es que la “fuente” se convierte rápidamente en energía eléctrica.

En Italia, también debido a las condiciones particulares relacionadas con la pandemia de Covid-19, el consumo de electricidad ha disminuido un 13%, pero las fuentes renovables de electricidad ya han superado el 50%, mientras que la demanda de petróleo ha caído un 30% (y este será el principal impulsor de las transformaciones geopolíticas del Medio Oriente) y el de metano —una energía limpia pero no renovable— en un 18%. Cabe señalar que las importaciones de electricidad se han desplomado un 70%, debido a la caída de los mercados y a un uso mayor y más eficiente, con un aumento del 7% en las importaciones de energía renovable.

Sin tener en cuenta los impredecibles ciclos de pandemia, la electricidad —sus ciclos, sus precios y sus tecnologías— está cada vez más en el núcleo de los mercados energéticos, mientras que el consumo de fuentes no renovables, vinculado a un sistema de fábricas a veces del siglo XIX —actualmente arcaico y a menudo incluso antieconómico— está disminuyendo estructuralmente. Esto es válido para Occidente, pero también para el llamado Tercer Mundo que, gracias a las tecnologías electromecánicas de vanguardia, podría evitar la fase “Manchesteriana” y máxima disipación de energía que Occidente ha experimentado desde la segunda mitad del siglo XIX casi hasta la fecha. De ahí el actual pero, sobre todo, el aumento futuro en el tamaño del mercado de transformadores y de los otros sistemas de producción/procesamiento de energía eléctrica.

Desde el llamado anillo Pacinotti, descubierto cerca de la Piazza dei Miracoli en Pisa, hasta las tecnologías actuales, la tasa de crecimiento de la eficiencia energética de los sistemas eléctricos ha sido de más del 34% por cada década desde 1950. En comparación con los demás sectores, este es un resultado realmente notable: la eficiencia de las energías no renovables ha crecido, en promedio, en un 14%, mientras que la de las energías renovables no eléctricas ha aumentado un 16% por década.

El nivel de inversión en el sector petrolero, considerando únicamente la tecnología, es incomparablemente superior a la tasa de inversión registrada para la R&D en el sector electromecánico desde 1950. Sin embargo, desde hace algún tiempo la inversión en energías renovables ha sido mayor que la inversión en energías no renovables, con una tasa de desarrollo de nuevas tecnologías que es mayor en los países caracterizados por una industrialización más reciente o menor. Esto no es extraño. Las condiciones particulares en los países en desarrollo han llevado a todos los gobiernos locales a hacer evaluaciones cuidadosas de los riesgos ambientales, energéticos, sociales y fiscales. Por lo tanto, superaremos la vieja idea colonialista y ahora irreal de un mundo en desarrollo que se opone a Occidente, compite a la baja con los costos estándar o incluso se convierte en sólo una carga para el Occidente postindustrial, un concepto arcaico de la Guerra Fría que ya no está fundamentado científicamente. En este caso, la relación entre la electricidad, su producción y su aplicación al desarrollo económico y social será fundamental.

Las innovaciones en los mecanismos de producción —mucho más allá del antiguo sistema Toyota y del procesamiento más moderno de la “isla”— sólo serán posibles mediante el uso de electricidad, que es la más “plástica” de los sistemas energéticos y, sobre todo, es válida tanto para la producción como para la comunicación, las actividades sociales, de servicio y no directamente productivas.

Todavía se puede utilizar el petróleo para alimentar una fábrica —cosas de empresarios suicidas— pero sería ridículo seguir utilizándolo para iluminar las casas. La electricidad, como tal, también se aplica a fábricas y hospitales, automóviles y trenes, así como televisores y ordenadores. De ahí la máxima flexibilidad energética pero, sobre todo, la posibilidad de utilizar las mismas tecnologías básicas también en sectores muy diferentes.

Para los reactores eléctricos de derivación, que son esenciales en el mercado electromecánico del futuro, se espera que entre 2020 y 2025 se registre una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR) del 6,1%. También habrá un rápido aumento de la eficiencia de los sistemas eléctricos y la necesidad de proteger las redes de picos de tensión inesperados, así como la complejidad de los nuevos sistemas de transmisión de movimiento y, por último, su fácil control contínuo. Todo indica que este mercado seguirá desarrollándose con fuerza incluso después del período de cinco años antes mencionado.

Según datos de 2019, el mercado de reactores vale 2.900 millones de dólares estadounidenses. Los impulsores de este sector son, en primer lugar, el crecimiento estable del mercado de la electricidad, la muy fuerte demanda de los usuarios de una mayor eficiencia del sistema, pero también la necesidad estructural de reducir las pérdidas en los sistemas de transmisión o en los sistemas de transmisión-distribución (T&D), así como en la tecnología de red y en los diversos sistemas de control de uso de producción para las energías renovables.

También está la expansión de la inversión (y del propio mercado) en las redes inteligentes. Esto será central en las economías posteriores al Covid-19.

Son redes eléctricas equipadas con sensores inteligentes que recogen información en tiempo real, optimizando así la distribución de energía, a menudo de forma muy considerable. Ya ha habido inversiones en redes inteligentes por sí solas por valor de 200 mil millones de dólares estadounidenses, al menos hasta este año y a partir de 2016, de los cuales 80 mil millones de dólares estadounidenses sólo en la UE, especialmente en el sector de la transmisión, pero la mayor parte de los fondos de R&D se repartirán entre los Estados Unidos y China.

Obviamente, además de las redes inteligentes y su eficiencia, el tema de los costos de instalación está siendo muy estudiado. Esto será decisivo para el despliegue de estas redes en las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES).

En cuanto a la distribución de reactores nucleares —otra cuestión clave, pero olvidada de la electromecánica, que no es en absoluto una tecnología “obsoleta”, sino siempre (obviamente) puede perfeccionarse y controlarse, precisamente con nuestras redes inteligentes y los sistemas electromecánicos descritos anteriormente— sabemos que Estados Unidos todavía tiene 95 de ellos todavía en funcionamiento, Francia 57 —un legado de la previsión de De Gaulle— China 47, España 7 y Alemania 7.

Italia no tiene nada, por supuesto. Confiamos las principales opciones energéticas de nuestro tiempo a un referéndum popular, lleno de fondos ocultos. Como dijo Gámez D’avila, “la gente no elige a los que cuidan de ellos, sino a los que los drogan”.

El mercado de la robótica también se encuentra en una fase de grandes cambios. Se espera que en 2025 el mercado global de robots industriales tenga un valor de 209.38 mil millones de dólares estadounidenses.

Sólo para dar un ejemplo de la tasa de crecimiento registrada en el sector, el año anterior las previsiones señalaron 165,26 billones de dólares estadounidenses.

En 2019, el mercado mundial de la robótica valía 62.75 mil millones de dólares estadounidenses, con un enorme CAGR para nuestros tiempos de bajo beneficio, es decir, 13,5% de 2020 a 2027.

En la lengua checa el robot significa “trabajo duro”, pero deriva de una antigua raíz eslava, rabota, que significa “esclavitud” (la etimología siempre es muy útil) y la robótica nació como la creación de autómatas que imitan el trabajo humano. Así como la Inteligencia Artificial —otra función con un impacto electromecánico muy alto— nació para hacer que una máquina imitara el pensamiento humano. No es así, de hecho, pero esto es lo que parece a los usuarios.

Podríamos decir que se trata de una idea “analógica” de la relación hombre-máquina, mientras que preveo que, en poco tiempo, seremos capaces de imaginar una conexión “digital” entre el hombre, el trabajo y la máquina —sólo para utilizar de nuevo la metáfora de la comunicación eléctrica—. En otras palabras, lo más probable es que los robots no imiten el trabajo humano en sus formas tradicionales, sino que crearán sus propios sistemas de trabajo autónomos, fuera del antiguo sistema de fábricas o de los mecanismos de trabajo que el marxismo consideraba “alienante”, es decir, la transferencia de energía y las ideas “vivas” del trabajo humano al producto “muerto”. Como idea básica, los robots nacieron de un pintor cubista checo. Con razón.

Probablemente todavía deberíamos contar la historia de cuánto el arte contemporáneo ha influido en la tecnología, también y sobre todo en el mito de la automatización.

Sólo piensa aquí en los ferrofluídos y sus composiciones dentro de un campo magnético… el verdadero nacimiento del arte óptico… pero hablaremos de esto más adelante.

La robótica nació en la década de 1960 como un proyecto, pero más tarde como una realidad industrial y finalmente como un sistema para perfeccionar las tareas y funciones humanas —en ese momento, sobre todo, en cuanto al tiempo—, pero actualmente en relación con la forma y función del producto, además de la conexión social que implica.

Mientras que el antiguo sistema de fábrica implica el mecanismo de trabajo fragmentado y dividido, vinculado a la cadena de producción, la nueva actividad del robot implica —en perspectiva— el uso de la fuerza de trabajo para las funciones de control de mando y no para el procesamiento directo del producto terminado.

Existe el riesgo de que en el futuro —como dijeron el premio Nobel Mike Spence y el economista de Barack Obama, Jason Furman— la Cuarta Revolución Industrial, que inmediatamente se hace cargo no sólo de la producción, sino también de la vida cotidiana de las personas (el uso de aplicaciones, bancos, etc.) haga rápidamente a la sociedad tan desigual que ya no permitirá la representación democrática normal y la propia supervivencia de los pobres paseos de la sociedad. La Revolución 4.0 y la globalización pueden convertirse en una mezcla tóxica para las sociedades modernas, una mezcla que podría llevarlas a olvidar no sólo el Cuarto Estado de Pellizza da Volpedo, sino también los principios sagrados de la Revolución Francesa de 1789.

Un estudio no muy reciente —aunque muy lúcido— del Instituto Global de McKinsey viene en nuestra ayuda. Analiza el impacto de la automatización del trabajo en 46 países, que representan el 80% de la fuerza de trabajo, y también en 2.000 tareas y funciones de trabajo generalizadas. La conclusión de McKinsey es que las partes del trabajo que se pueden automatizar completamente serían incluso menores que 5%.

In cauda venenum, sin embargo, el 60% de las ocupaciones se compone de actividades que pueden automatizarse, posiblemente sólo parcialmente.

Este es el verdadero mercado de la robótica para las pequeñas y medianas empresas, no el mito “cubista” de reemplazar completamente el trabajo humano en las grandes empresas. En el desarrollo de la robótica, sin embargo, lo que realmente marcará la diferencia será el hardware que, en el futuro, será tres veces la inversión en software y ocho veces el tamaño de la financiación en servicios. Como es bien sabido, los empleos de bajos salarios y poco calificados son los más responsables de la robotización. Por lo tanto, ¿cómo se puede apoyar a estas personas? Obviamente con los sistemas electrónicos, así como con la IA para volver a entrenarlos para nuevas tareas y funciones, apoyada en cualquier caso por las redes de energía modernas adecuadas para su propósito.

Fue Ernesto Rossi —economista liberal inolvidable, alumno y amigo de Einaudi— quien inventó la llamada Cassa Integrazione Guadagni (el Fondo de Redundancia) ex novo.

No es un pourboire indigno, sino un apoyo real, mientras que los trabajadores estaban siendo capacitados en nuevas tecnologías de fábrica.

En la época de Ernesto Rossi, los ciclos tecnológicos duraban unos diez años. Actualmente, dependiendo del sector, duran como máximo dos años. Este es el verdadero problema, que debe ser resuelto con la misma imaginación que la de Ernesto Rossi.

Por cierto, en lugar de hablar de bonificaciones, esto habría sido necesario no hace dos años, sino hace cinco años.

Y aquí la sociedad está realmente cambiando: pronto Amazon podría hacer que su tecnología Amazon Go esté disponible, por lo que la venta al por menor sólo será posible para muy pocas tiendas.

La furgoneta de reparto Ford F ahora incluye un solo robot que transporta paquetes desde el vehículo hasta la puerta del destinatario.

ABB ya ha instalado más de 400.000 robots industriales que, según los mejores cálculos, se supone que sustituirán a otros 400.000 trabajadores.

En un futuro próximo habrá camareros robóticos, cafeterías “inteligentes”, aunque obviamente los camareros de algunos hoteles del centro siempre tendrán sus clientes leales.

Aquí estamos hablando del bajo perfil de servicio y calidad.

Por lo tanto, el Cuarto Estado de Pellizza da Volpedo ¿ya no funciona? Lo veremos en el futuro. ¿Quién repara, actualiza, limpia, ordena y organiza robots? No absorberemos completamente la fuerza de trabajo actual expulsada de las antiguas líneas de montaje de Manchester y Ford, pero mucho será posible.

Teniendo en cuenta los tipos de interés muy bajos —casi irracionales— y los grandes sectores maduros de la economía, con un valor añadido muy bajo para los trabajadores con tareas repetitivas, así como una nueva masa de patentes en IA (y en tecnologías electromecánicas), es bastante obvio que el capital de riesgo va directamente a la automatización.

Los puestos de trabajo en sectores esenciales que ahora se pueden automatizar son 50 millones en todo el mundo occidental, con una participación actualmente incalculable también en los países en desarrollo.

La reducción salarial planificada podría valer 1,5 billones de dólares estadounidenses. Hasta aquí los incentivos estatales: aquí el capital se dirige rápidamente a la automatización y, por lo tanto, a la electrificación inteligente y tecnológicamente segura de redes, incluidos transformadores, derivaciones, redes inteligentes y sensores eléctricos inteligentes.

 

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia. 

Artículo exclusivo para SAEEG y traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. Prohibida su reproducción.

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