AZERBAIYÁN Y ARMENIA INTENSIFICAN EL CHOQUE ARMADO EN TORNO AL ENCLAVE EN DISPUTA DEL ALTO KARABAJ

 

 

 

El Deber*

Ambos países se acusan mutuamente de ataques a la población civil mientras Moscú, la UE y la OTAN piden un alto al fuego inmediato

 

Las Fuerzas Armadas de Azerbaiyán y de Armenia intensificaron este domingo los combates en la frontera entre ambos países, enfrentados desde el derrumbe de la URSS por el montañoso enclave del Alto Karabaj. Los enfrentamientos se producen tras duras acusaciones cruzadas de ataques contra la población civil en ambos países en las que se habría producido muertos, aunque no hay ninguna confirmación oficial.

El Ministerio de Defensa de Azerbaiyán lanzó una “contraofensiva” en respuesta a los ataques que, asegura, Armenia efectuó a primera hora de la mañana contra posiciones azeríes. Armenia, por su parte, acusa a Azerbaiyán de haber iniciado las hostilidades y declaró la ley marcial y la movilización militar en su territorio. Moscú, aliado de Armenia, donde tiene una base militar, la UE y la OTAN pidieron un alto el fuego inmediato que permita “comenzar las negociaciones” para calmar la situación. Mientras tanto Turquía ofreció todo su apoyo a Azerbaiyán.

Según Bakú, Armenia violó el débil alto el fuego en la región al lanzar la primera hora de este domingo “provocaciones a gran escala” con bombardeos intensivos contra las posiciones del Ejército azerí a lo largo de todo el frente y contra asentamientos en primera línea de la zona de conflicto. El Ministerio de Defensa aseguró haber causado al país rival severas pérdidas tanto en material bélico como en soldados. Además, Zakir Hasanov, ministro de Defensa azerí, informó de que tomaron el control de seis aldeas y de varios puntos estratégicos. Los armenios lo negaron y sostienen, sin embargo, que consiguieron esquivar “exitosamente” los ataques, según el primer ministro, Nikol Pashinián.

Las fuerzas azeríes, apoyadas por tanques, misiles y artillería, aviación y drones, destruyeron 12 sistemas de misiles antiaéreos de Armenia, según Bakú. Azerbaiyán admitió el derribo de un helicóptero de combate por parte de Armenia, pero afirmó que el piloto logró aterrizar y que no hubo pérdidas humanas. Al mismo tiempo, negó que perdieron varios tanques, como los armenios informaron horas antes.

 

En un mensaje de su cuenta de Twitter, Pashinián denunció la ofensiva de Azerbaiyán con ataques aéreos y misiles contra Artsaj (nombre armenio del Alto Karabaj), y aseguró que el Ejército haría todo para proteger a su “patria de la invasión azerí”. “Prepárense para defender nuestra patria sagrada”, digo Pashinián a la población en un comunicado citado por la cadena británica BBC.

Ante este aumento de las hostilidades, la OTAN llamó a ambos países a una solución pacífica. “Las partes deben cesar de inmediato las hostilidades que causaron ya víctimas civiles. No hay solución militar a este conflicto. Las partes deben reanudar las negociaciones para lograr una resolución pacífica, indicó la Alianza Atlántica en una declaración oficial atribuida al representante especial para el Cáucaso y Asia Central, James Appathurai.

Turquía, actor clave en este conflicto, respondió ofreciendo su “total apoyo” a Azerbaiyán y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, aseguró que la “solidaridad” con Bakú “continuará y se incrementará”. Turquía mantiene como política estatal un apoyo sin fisuras a Azerbaiyán.

Ante esta situación, el mandatario armenio Pashinyan, pidió a la comunidad internacional que se asegure de que Turquía no se involucra en el conflicto de su país con Azerbaiyán por la región del Alto Karabaj, informa Reuters. Pashinyan advirtió de que el comportamiento de Turquía podría tener consecuencias destructivas para el sur del Cáucaso y las regiones vecinas.

Una escalada del conflicto preocupa a los países de la región, porque temen que una nueva guerra pueda arrastrar también a Rusia —aliado de Armenia—, y a Turquía —que el domingo reiteró su apoyo a Bakú—, defendiendo a Azerbaiyán. Moscú, de inmediato, abogó por la calma y el restablecimiento del alto el fuego, mientras que Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, llamó a ambos países a detener las hostilidades y volver a las negociaciones “sin precondiciones”.

El enclave montañoso del Alto Karabaj (o Nagorno Karabaj), controlado por Armenia en suelo de Azerbaiyán, es escenario de uno de los conflictos territoriales que quedó enquistado tras el derrumbe de la Unión Soviética. Da la impresión que, desde la breve guerra de cuatro días que enfrentó a Armenia y Azerbaiyán en 2016, ambos Estados se han ido preparando para nuevos conflictos armados y, de hecho, los combates se repitieron de forma cada vez más frecuente y con mayor intensidad.

Además, no solo circunscritos al enclave del Alto Karabaj, sino a lo largo de la frontera entre ambos países, como ocurrió en julio en la región de Tavush. Aquel fue un choque que dejó una quincena de muertos y que Bakú achaca a un ataque armenio en una zona estratégica de Azerbaiyán, ya que junto a ella discurren varias tuberías clave para el suministro de petróleo y gas del Caspio hacia Europa.

En 1994, Bakú y Ereván alcanzaron un alto el fuego y encauzaron una resolución al conflicto en el marco de diálogo del llamado grupo de Minsk (codirigido por Rusia, EEUU y Francia y bajo el amparo de la OSCE), pero desde entonces se han seguido produciendo incidentes.

Aumento en gasto militar

El gasto en Defensa de ambos países se disparó en la última década y se lleva un parte importante de su presupuesto: en torno al 4 % del PIB, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri). Gracias a la bonanza petrolera que vivió Azerbaiyán desde 2000, Bakú modernizó sus Fuerzas Armadas y cuadriplicó su gasto militar hasta superar los 1.500 millones de dólares anuales, incorporando armamento puntero de origen ruso, israelí y turco.

Armenia trató de hacer lo mismo, pero debido a que su economía es más pequeña, su presupuesto militar es un tercio del de su vecino y rival. Sin embargo, el Gobierno azerí se queja de que, en el último año, Ereván recibió 500 toneladas de material militar ruso y, según algunas informaciones, se trata de armamento de alta tecnología.

“Detectamos envíos por avión y por tierra a través de Kazajistán, Turkmenistán e Irán. Preguntamos a nuestros colegas rusos qué enviaron y por qué, pero no recibimos ninguna respuesta”, lamentó el jefe del Departamento de Asuntos Exteriores de la Presidencia de Azerbaiyán, Hikmet Hajiyev, en un reciente encuentro con periodistas en Estambul.

“Sabemos que no es material de uso civil, sino militar, pero no sabemos en concreto de qué armas se trata. Además, hemos detectado en los últimos meses una concentración inusual de tropas armenias en la frontera”. Pero, Azerbaiyán también reforzó sus posiciones con la llegada de militares turcos y, según denuncian diversos medios, rebeldes sirios como los que Turquía también empleó en la guerra de Libia.

 

Nota original publicada por El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/mundo/azerbaiyan-y-armenia-intensifican-el-choque-armado-en-torno-al-enclave-en-disputa-del-alto-karabaj_202197

RECORDEMOS AL GENERAL GUGLIALMELLI EN MEDIO DE LA CEGUERA GEOPOLÍTICA Y ESTRATÉGICA

Marcelo Javier de los Reyes*

 

General de División Juan Enrique Guglialmelli (1917 – 1983)

El hombre, su carrera y su obra

Juan Enrique Guglialmelli nació en 1917 en San Martín, Provincia de Buenos Aires. Militar de vocación, tuvo como objetivo la defensa del patrimonio de la Nación y su desarrollo económico y social a través de un camino propio —es decir, de un nacionalismo económico— pero en el contexto de una Argentina integrante del Cono Sur.

En nuestro país, la Geopolítica lo tiene como uno de sus grandes mentores, con una trayectoria en relevantes cargos. El general Guglialmelli fue Jefe del Comité de Planes de la Junta Interamericana de Defensa; Jefe de Estado Mayor de la 7ª División de Infantería y del IV Cuerpo de Ejército; Comandante de la 6ª División de Infantería de Montaña, Director de la Escuela Superior de Guerra y del Centro de Altos Estudios y Comandante del V Cuerpo de Ejército de la República Argentina, en cuyo ejercicio pasó a retiro en el año 1968.

En junio de 1970 fue designado secretario del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) pero su paso fue efímero dado que no compartía las políticas liberales implementadas por la conducción económica nacional.

Fundó el Instituto Argentino de Estudios Estratégicos y de las Relaciones Internacionales (INSAR), el cual publicó la reconocida revista Estrategia, en cuyos diversos números se puede apreciar la visión económica nacional y su apoyo a la política industrialista.

El primer número de Estrategia fue publicado en mayo-junio de 1969. El solo hojear la revista, las publicidades de grandes empresas que apostaban por una Argentina industrial y desarrollada —muchas de las cuales ya no existen o fueron erosionadas por años de malas gestiones nacionales—, así como los temas que se abordaban, nos sumergen en un país que ya no existe y que solo quienes contamos con varias décadas podemos recordar a esa Argentina que nos prometía grandezas a pesar de sus convulsiones políticas o, al menos, era lo que percibíamos quienes éramos formados en una Escuela Pública que enseñaba a querer la Patria y sus símbolos nacionales.

En ese primer número el general Guglialmelli expone, en “Propósitos y definiciones”, lo siguiente:

Nuestra tarea, en fin, estará orientada por las normas más estrictas de la libertad académica. No renunciará, empero, a una ideología propia que responde a las necesidades de cambio de nuestro tiempo y que exige como datos esenciales de la estrategia nacional:

      • Objetivos nacionales y políticos claros y definidos.
      • Política exterior independiente capaz de obtener la libertad de acción necesaria para el logro de esos objetivos.
      • Colaboración de los distintos sectores de nuestra sociedad y su participación efectiva en el QUE y COMO hacer concretos.
      • Cabal conocimiento de los intereses externos e internos en conflicto con los propios fines perseguidos, sus modos de operar y sus agentes.
      • Un programa de desarrollo económico, social y cultural ejecutado con ritmo acelerado y definido y definidas prioridades, en áreas geográficas rezagadas, sectores básicos de la producción nacional e infraestructura de servicios, en el diálogo social y en una política educacional y de investigación científica y tecnológica al servicio del desarrollo nacional.[1]

Desde una posición mucho más modesta, la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), aspira a poder erigirse como una sucesora en esa tarea.

Su visión

Su conocimiento profundo de la Patagonia, región en la que estuvo destinado durante su carrera militar, lo llevó a ponderar la necesidad de desarrollar esa extensa área de nuestro país.

Frente a la visión de la Argentina “insular”, basada en el análisis de la situación geográfica del país desarrollada por otro de nuestros grandes geopolíticos, el vicealmirante Segundo R. Storni, el general Guglialmelli considera que la Argentina “tiene ‘carácter peninsular’, en la más amplia acepción geopolítica del término. Mantiene en este sentido su condición marítima pero asume, también el rol continental”.

En efecto. Su territorio, al norte de la línea Cabo San Antonio-San Rafael (Mendoza) se articula con la masa terrestre continental “introduciéndose” en ella. Al sur de aquel linde, se prolonga hacia el sur como una cuña entre los grandes océanos. En su extremo austral, esta región incluye los sectores insular y antártico. Debido a esta conformación, nuestro país recibe la influencia del Pacífico (Chile por medio) y del Atlántico, en particular este último, sobre parte de cuyas aguas, plataforma y subsuelo, extiende su soberanía. Teniendo en cuenta, por último la situación de la América del Sur y de la Argentina dentro de ésta, resalta, como lo señaló Storni, su posición periférica y marítima respecto a las masas continentales del Hemisferio Norte.

Todo el espacio argentino se articula con los países vecinos a través de los aspectos geoambientales fronterizos incluidos los medios de integración física (caminos, ferrocarriles, vías fluviales).[2]

En este concepto geopolítico de la Argentina “peninsular” debe considerarse “al mercado interno, apoyado sobre un aparato productivo integrado en lo espacial y sectorial”[3]. El desarrollo de las diversas regiones, cada una aportando sus riquezas a la producción —alimentos, minería, energía, etc.— debe contar con “un sistema de comunicaciones que vincule, además de los puertos, con preferencia a las distintas regiones y sus grandes polos”, lo que permitirá concretar una “estructura económica integrada, independiente y autosostenida, base indispensable para un destino de gran potencia”[4].

En este concepto de la Argentina “peninsular” le otorga gran importancia a los intereses marítimos, lo que lleva a valorar los recursos del mar y el desarrollo —al igual que proponía el vicealmirante Storni— de una Marina Mercante, “con sus beneficios de trabajo e ingreso por fletes y seguros”[5].

Para el general Guglialmelli, la Argentina, en términos geopolíticos es, entonces, “peninsular”: es continental, bimarítima y antártica. Agrega a esto:

Esta conceptuación significa no sólo una situación geográfica, sino también y fundamentalmente, una economía integrada e independiente, un mercado interno en permanente expansión y una irrenunciable vertebración cultural con los países de América del Sur en particular los vecinos y el Perú”[6].

Era consciente de que las grandes potencias y las corporaciones internacionales, o la combinación de éstas con las primeras, procuran mantener la dependencia del mundo periférico, fomentando integraciones regionales en desmedro de la Soberanía Nacional. Como ejemplo de esas integraciones regionales cita la Cuenca del Plata como una prioridad que puede relegar al resto del país.

Otro de los grandes problemas que percibía era la continuación de la Argentina agroexportadora, “el papel de granja”, en tanto que las exportaciones se basaran solamente en productos primarios, cumpliendo así con las exigencias de la división internacional del trabajo. En este sentido, responsabilizó a la generación militar del 66 pero en particular a la contrarrevolución comenzada en marzo de 1967 desde los más altos niveles de la conducción económica. “Porque allí, en esa área, habían hecho pie quienes por filosofía, desaprensión o, lo que es peor, intereses, defendían la persistencia del modelo agroexportador, disimulando sus propósitos con declamaciones retóricas o sólo tibias reformas”[7].

En este punto fue muy crítico de la conducción económica y de la implementación de las rebajas arancelarias:

En nuestra opinión, a pesar de los fines enunciados, sostenemos que se trata de algo más trascendente y peligroso. El de insertar a la Argentina en un ordenamiento externo, basado en la fórmula de Nelson Rockefeller: que cada país se particularice ‘según su mayor eficacia selectiva y mayor eficiencia relativa’. En virtud de tal premisa nuestro papel será especializarnos en las agroindustrias, con las derivaciones para la seguridad nacional que se verán más adelante.[8]

De ese modo, la Argentina continuaba la dependencia trazada durante la generación del 80, es decir, un país exportador de productos agropecuarios e importador de bienes finales. Esto claramente significaba la “subestimación de los sectores industriales ajenos al ámbito rural y deterioro, cuando no liquidación, de nuestra producción de bienes finales”[9].

Por tanto, el general Guglialmelli era un gran defensor de llevar adelante una política industrialista para salir de esta trampa en la que se encontraba nuestro país. En este sentido, ponderaba el desarrollo que habían alcanzado las Fuerzas Armadas y las iniciativas de los generales Enrique Mosconi y Manuel Savio en pos de una industrialización de la Argentina.

Dramáticas reflexiones finales

Nuestro país ha sido dotado de una gran y diversificada riqueza, tanto en su territorio como en su mar territorial. Sin embargo, se precisaba algunos pasos más para alcanzar ese grado de desarrollo que permitiría concretar una “estructura económica integrada, independiente y autosostenida” como proponía el general Guglialmelli.

Hubo un importante avance en el proceso de industrialización y, en buena medida, los generales Mosconi y Savio contribuyeron con ese objetivo. El país desarrolló una importante comunicación a través de carreteras pero, fundamentalmente, con la construcción de una de las más importantes redes ferroviarias del mundo que superaba los 40.000 kilómetros de vía. Los ferrocarriles, nacionalizados durante el gobierno del general Juan Domingo Perón —no viene al caso aquí formular valoraciones sobre esa nacionalización— se constituyeron en un importante medio de transporte de pasajeros pero sobre todo de bienes.

Del mismo modo, había desarrollado el transporte fluvial de mercaderías y contaba con una Marina Mercante nacional, particularmente la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA), que llevaba las exportaciones argentinas a todos los puntos del planeta.

Así como el general Giglialmelli expone la fórmula de Rockefeller, cabe aquí mencionar que existió el denominado “Plan Larkin” —elaborado por el general e ingeniero estadounidense Thomas B. Larkin con apoyo del Banco Mundial entre 1959 y 1962—, el cual consistía en una racionalización y modernización de los medios de transporte terrestre y fluvial de nuestro país. Obviamente, el plan apelaba a la reducción de unos 15.000 kilómetros de vías por considerarlos deficientes o improductivos. El plan llegó a la Argentina poco tiempo antes de que fuera derrocado el presidente Arturo Frondizi, quien debió enfrentar a los gremios ferroviarios durante su gobierno. Sin embargo, el plan fue llevado a cabo en los años noventa del siglo pasado por el gobierno peronista/liberal del presidente Carlos Saúl Menem. La Argentina quedó fragmentada y desvinculada con sus políticas de desmantelamiento del sistema ferroviario, fluvial y de la liquidación de la empresa ELMA.

La industria siguió un camino similar a raíz de las concesiones y privatizaciones de sectores vitales de la industria y de la energía.

En una de las críticas que Guglialmelli le formula a Storni, respecto a su visión de la “insularidad”, el general considera que el marino cayó en lo que otro destacado marino denominó “astigmatismo estratégico navalista, primera variedad”. La realidad es que en las últimas décadas la conducción argentina padece de una seria ceguera geopolítica y estratégica que ha provocado un serio y peligroso retroceso de nuestro país, ocasionando la pérdida de poder económico, poder militar y poder diplomático, además de ocasionar un grave deterioro institucional.

En el capítulo dedicado al análisis de si la Argentina es “insular” o “peninsular”, el general Guglialmelli menciona los aspectos negativos que el vicealmirante Storni expone en su libro “Intereses argentinos en el mar”, respecto de por qué los argentinos no tienen una vocación marinera, lo cual sería vital para el desarrollo de la Nación. Al igual que el general Guglialmelli, me gustaría cerrar este artículo reproduciendo una reflexión del vicealmirante Storni:

En nuestra infancia como nación, hemos permanecido poco menos que indiferentes a estos problemas, y la empresa extranjera realizó con el niño incipiente la misión de madre que nutre y educa. Pero si ese estado de cosas hubiera de ser definitivo e imponer un límite a nuestros ideales marítimos, la acción extranjera tomaría el aspecto del impulso generoso que lleva el alimento a la boca del paralítico o de la diestra maniobra del fuerte que explota son compasión al débil”[10].

 

* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.

 

Referencias

[1] “Propósitos y definiciones”. Estrategia, mayo-junio de 1969, p. 7

[2] Juan Enrique Guglialmelli. Geopolítica del cono sur. Buenos Aires: El Cid Editor, p. 78.

[3] Ibíd., p. 79.

[4] Ibíd., p. 80.

[5] Ídem.

[6] Ídem.

[7] Ibíd., p. 81.

[8] Ibíd., p. 251.

[9] Ibíd., p. 251-252.

[10] Citado por el general Guglialmelli, op. cit., p. 63.

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CÓMO FUNCIONAN LOS SERVICIOS RUSOS

Giancarlo Elia Valori* 

 El presidente Vladimir Putin habla en una reunión con oficiales de la inteligencia militar rusa, GRU en Moscú, Rusia, noviembre de 2018. (Alexei Druzhinin, Sputnik, Foto de la piscina del Kremlin vía AP).

El sistema de seguridad de la Federación de Rusia estaba formado, por supuesto, por los restos de la KGB, que se había disuelto deliberadamente y tal vez de manera irrazonable en 1991. Gran parte del “Comité” fue destruido sin ningún programa, y luego redistribuyó algunos elementos de la KGB a otros organismos o incluso a otras oficinas que no son de inteligencia, siempre tratando de contrastar y competir con las oficinas y los aparatos de seguridad entre ellos. Una idea razonable, pero para ser utilizada de una manera no exclusiva. Pero, cabe señalar, los Servicios de Seguridad rusos fueron reconstruidos y modificados después de la Guerra Fría, precisamente según el modelo estadounidense, no porque Estados Unidos hubiera ganado la “Guerra Fría”, sino porque Washington todavía mantiene, y es un error allí también, hasta 17 servicios diferentes en funcionamiento. El fin de la confrontación global había debilitado y marginado incluso antes de 1989 a las estructuras occidentales. La unidad de inteligencia política en los EE.UU. fue abolida en 1985, al igual que la División General de Inteligencia del FBI.

En Inglaterra, la Subdivisión F, la unidad contra las “actividades subversivas” cambió del MI5 a la lucha contra el terrorismo, y el criterio básico en Londres, que hoy parece cuestionable, era operar contraespionaje en el país y el espionaje sólo en el extranjero. El divide y reinarás de la clase política en los Servicios. Pero también una garantía de ineficiencia y “agujeros” informativos.

La Rusia postcomunista hizo lo mismo: la KGB fue desmembrada, con la asignación de la Guardia Fronteriza a otro organismo ad hoc y tropas de comunicaciones a la FAPSI, otra nueva agencia, mientras que los búnkeres secretos fueron en gran parte retirados o asignados a una simple oficina de la Administración Presidencial. Sin embargo, el sistema nacido de la antigua KGB duró hasta 1998. En 1991 Yeltsin intentó, sin embargo, establecer un único Ministerio de Seguridad y Asuntos Internos, una vieja reforma que había sido establecida en 1953 por Stalin, pero la Corte Constitucional bloqueó la decisión.

Y, por supuesto, ningún país puede permitirse hoy una concentración de poder como la derivada de un único servicio. Especialmente las clases políticas cleptocráticas o, como suele ser el caso de Occidente, las que son completamente incompetentes. O ambas cosas.

La larga guerra entre las clases políticas y los Servicios se ganaría, en este caso, precisamente por los Servicios. Y no es verdad que esto siempre sea malo. Las amenazas a Moscú no fueron particularmente agudas a principios de la década de 1990 por lo que el Servicio Ruso pudo transformarse, con la debida lentitud burocrática, de una manera bastante radical. Y sin demasiados daños, excepto por la falta de noticias sobre la relación entre los operadores de la transformación clepto-liberal de la economía y la clase política. No es extraño, era el objetivo que querían alcanzar.

La “liberación” de la economía rusa postsoviética fue el fin, el silencio obligatorio de los Servicios, o su participación en el clepto-sistema, era el medio. Una gran parte de la KGB, especialmente la relacionada con la contrainteligencia, fue reconstruida como FSB.

La Primera Dirección Central, la de operaciones extranjeras y espionaje, se convirtió en el Servicio de Inteligencia Extranjera, el SVR; la 6ª y 8ª Dirección de la KGB, que ya operaban en inteligencia electrónica y señales, se fusionaron y organizaron en una nueva Agencia, la Agencia Federal de Comunicaciones e Inteligencia Gubernamentales, FAPSI, sobre el modelo explícito de la NSA estadounidense. La 15ª Dirección de la KGB se convirtió en la Dirección Presidencial de Programas Especiales, responsable de la protección de la infraestructura más secreta y delicada del país, mientras que la Primera Dirección de Seguridad, o 9ª Dirección de la antigua KGB, tenían como objetivo proteger a las personalidades más importantes del país.

Las tropas fronterizas, como ya hemos señalado, se convirtieron en una administración autónoma. Fue Yeltsin quien se aseguró de que la competencia entre los Servicios y las agencias fuera máxima, también para evitar que sus ministros conocieran cuestiones antes o mejor que él.

Pero el problema es la comprensión, no «tenerlo primero». Si el estadista no lo logra, no hay nada que pueda mostrarle una nota del Servicio, una nueva idea, iniciativa, una nueva operación, nada. Están los que nacieron evaluadores de tráfico, los que nacieron estadistas. Y nosotros, como asesores de segundo nivel, somos demasiados. El SVR también compitió con el GRU (el Servicio Militar) y el FSB, que luego participó en competencias reales con la FAPSI.

Dentro de la Presidencia, también estaban los servicios que los rusos llaman “sociológicos”: el GAS, para monitorear la situación sociopolítica (y económica) en las regiones más alejadas de Moscú, luego el Vybory, que sirve para monitorear los procesos electorales y también el desafío de controlar los costos administrativos. Eficiente incluso hoy.

En 1993 incluso se fortaleció el sistema de competencia interna de los Servicios. Ese año también apareció la Policía Tributaria, que competía directamente con el Departamento de Seguridad Económica del FSB. En manos de Putin, estas estructuras, especialmente la Oficina Tributaria, se convirtieron en la principal herramienta, muy selectiva, contra los «oligarcas». Los oligarcas afines fueron elegidos, los otros fueron forzados al exilio o algunas visitas a Siberia.

Una elección racional y práctica para no destruir el sistema, que habría sido exagerado, y una manera de mantenerse en el poder.

La competencia excesiva entre los Servicios puede dar lugar a peligrosas luchas internas por la estabilidad del Estado y, sobre todo, por la fiabilidad de la información, por lo que la Presidencia trató de poner un límite a este “juego de matanza”. En 1998, la idea de reunir todas las piezas en las que la vieja KGB había sido dividida renació justamente para evitar que la competencia entre las Estructuras destruyera la función misma de inteligencia. Pero no fue hasta 2003 que Putin, ahora en el poder, abolió el Servicio Federal de Policía Tributaria, luego también la FAPSI, finalmente la Agencia Federal para la Guardia Fronteriza y algunas otras oficinas. En cambio, nació el “Comité Estatal para combatir el comercio ilegal de estupefacientes”, los Guardias Fronterizos se reincorporaron al FSB y la FAPSI se dividió de nuevo entre el FSB y el Servicio Federal de Seguridad. Eso se había mantenido intacto entre las diversas y a menudo inteligentes “reformas”.

El FSB tuvo inmediatamente un control total, casi directo, del Ministerio del Interior. La 5ª Dirección de la KGB, que se ocupaba de la “investigación política” dirigida e inventada por Yuri Andropov, escapó en parte de la reconstrucción-fragmentación de los servicios rusos. Como dijo el propio Andropov, la 5ª Dirección fue creada para “luchar contra la subversión ideológica inspirada en nuestros enemigos en el extranjero”. Y pensar que algunos periódicos italianos, cuando se convirtió en secretario del PCUS, hablaron de su “pasión por el jazz” y por el “arte moderno”. Nada lo prohíbe, por supuesto, pero Andropov no dudaría por un momento en enviar a ciertos artistas al frío siberiano.

El 1º Departamento de la 5ª Dirección se especializó en la infiltración y el control de los sindicatos, el 2º operaba contra los centros, internos y extranjeros, que apoyaban a los disidentes soviéticos en el extranjero, la 3ª operaba dentro del mundo estudiantil, y sólo la 5ª Dirección, con la 14ª controlaban a periodistas extranjeros, el 13º mantuvo un ojo en los punks y grupos espontáneos, el 8º a los judíos. Llegaron a emplear hasta 2.500 empleados. Para “limpiar” la imagen de la 5ª Dirección, en 1989, fue renombrada “Dirección para la Protección de la Constitución”, pero fue eliminada formalmente en agosto de 1991. Después de siete años, en 1998, la nueva Dirección para la Protección de la Constitución nació dentro del FSB. Opera, según la Presidencia rusa, en la “esfera sociopolítica” contra la “sedición interna” que siempre ha sido, afirmaba Yeltsin, “más peligrosa que las invasiones externas”.

Luego, este departamento fue colocado en el departamento de “Lucha contra el Terrorismo”, debido a que los servicios de inteligencia rusos siempre han separado el “terrorismo” de la “subversión”, una señal de que su análisis político es más fino que el occidental. Pero en 2002, de nuevo por temor a concentrar demasiado poder en un servicio, el Servicio de Lucha contra el Terrorismo se dividió en dos. Increíble cómo una agencia de inteligencia podría haber trabajado con esta continua trituración institucional. El Servicio BT, o Contraterrorismo, fue devuelto al FSB pero con un nuevo nombre, SZOKS y BPeh, el “Servicio para la Protección de los Fundamentos del Sistema Constitucional” en el primer caso y el de “Lucha contra el Extremismo Político” en el segundo. Se debe tener en cuenta que la lucha contra el terrorismo siempre estuvo separada de la lucha por la “protección de la Constitución”.

En esos años, nació una nueva necesidad rusa: el control del vecino extranjero, es decir, la CEI. El proyecto vigente de la Federación Rusa-Belarús nació en 1999.

Pero en 2005 el FSB necesitó realizar operaciones serias más allá de sus vecinos, por ejemplo en las zonas europeas y norteamericanas. Desde entonces, los servicios rusos tienen especial cuidado de no permitir que las revoluciones de color, típicas del enfoque actual de los Servicios Occidentales a la desestabilización/aislamiento de la Federación de Rusia, estallen en su “área de respeto”. Todo surge de la transformación “democrática” serbia, de la red de OTPOR, organizada en la embajada de Estados Unidos en Hungría, y de las redes de las fundaciones estadounidenses e incluso europeas.

Ante las revoluciones de color, el FSB también resultó una agencia de inteligencia del viejo estilo, con su nueva “Dirección para la Coordinación de la Información Actual” (UKOI) y la de “planificación estratégica, análisis y previsión” (DAPSP) como los órganos más importantes y poderosos del Servicio. El GRU y el SVR también retoman su antigua función como agencias de inteligencia en las etapas de la llegada y los primeros años de Putin en el poder.

En 2005, la estructura del FSB que organiza las relaciones con los países de la CEI, es renombrada como “Servicio de Información Actual”. En 2003, vimos que los Guardias Fronterizos finalmente fueron retornados al FSB.

Pero hay, la Federación siempre sigue siendo un “estado policial”, otros dos cuerpos que se ocupan de las fronteras y que no son dirigidos por el Kremlin. Es el “Centro Antiterrorista de los Países de la CEI” y luego el sistema de control interno de la Organización de Cooperación de Shanghái. En 2006, la Duma aprobó el establecimiento de un servicio especial que elimina a los terroristas en el extranjero. Escribí “elimina”. Por otro lado, un Servicio también tiene que ver con ciertas etapas de la vida.

Siempre recordamos el delicado y largo momento del pasaje entre Yeltsin y Putin en 2000. En ese año que Vladimir Putin insertó una parte del FSB en las Fuerzas Armadas, feudo del excelente GRU, nunca muy manipulado por los políticos. El FSB, que era el objetivo geográfico y estratégico, organizó inmediatamente una “Dirección para el Cáucaso Norte” y una contrainteligencia militar en esa área.

También cambia el estilo de trabajo del Servicio: a partir de 2003, el FSB y el SVR no sólo revelan la información confidencial que han recopilado, sino que también la interpretan, algo a lo que la vieja KGB nunca se habría atrevido.

El “kappa” fue excelente, como todos los Servicios que tienen detrás de ellos un verdadero Estado (meditación actual para Italia) especialmente para las operaciones en el extranjero y para la penetración en otros lugares, como en Italia, por ejemplo, pero nunca se atrevió a interpretar los datos que recopiló, esperando irremediablemente al discurso paramarxista y osificado del Kremlin. Según la charla pseudo-marxista, la KGB hizo lo que se le antojaba. Buenos tiempos. La información llegaba casi sin procesar y sólo al escritorio del director de la KGB (y luego, por un tiempo, también al del FSB) y sólo él quien seleccionaba los datos que consideraba importantes. Los datos recogidos por el Servicio eran enviados a los diversos departamentos de la Comisión Central, y por supuesto aquí radicaba el control del Partido sobre la KGB.

Luego, en la década de 1990, se añadieron a la Lubjanka otras Direcciones: el Servicio Psicológico, que estaba interesado en los fenómenos de masas y la contrapropaganda.

El análisis de fuentes abiertas, tan importante hoy en día para todos los servicios, no existía entonces como tal. Ni antes ni después de la caída del régimen soviético. Hubo algún estudio de los errores y de las evaluaciones correctas realizadas por el Servicio en años anteriores y para casos similares. También existía la campaña, organizada a través de los muchos canales occidentales complacientes, para crear el «mito» del FSB, como años antes se había realizado para la KGB, sin duda un excelente servicio, pero no tan extraordinario como la propaganda indicaba, incluso la occidental.

Pero la propaganda, para un Servicio, siempre debe estar bien organizada y apoyada, no como sucede en Italia, donde parece que nuestros Servicios están representados principalmente por los militantes de “Avanguardia Operaia”. Y, por nombrar uno, uno de estos viejos militantes fue ministro del interior y de un partido de derecha. Está muy implicado Francesco Cossiga, que votó a favor de una moción individual de no confianza sobre este líder político.

Aquí, incluso hoy en día, los Servicios Soviéticos, aunque excelentes y eficientes (especialmente desde el punto de vista operativo) surgen de esta larga odisea entre clases políticas inciertas, evaluaciones sectoriales y a menudo de “consensos” políticos incompetentes. Hoy es crucial el papel de Putin, que ha restablecido la competencia entre las agencias, pero de una manera más compleja y controlada por el Kremlin. Después de Vladimir Vladimirovic, y este es sin duda uno de los objetivos de las actuales operaciones occidentales, los servicios rusos volverán al caos resultante de una poliarquía política a menudo para-criminal.

 

* Copresidente del Consejo Asesor Honoris Causa. El Profesor Giancarlo Elia Valori es un eminente economista y empresario italiano. Posee prestigiosas distinciones académicas y órdenes nacionales. El Señor Valori ha dado conferencias sobre asuntos internacionales y economía en las principales universidades del mundo, como la Universidad de Pekín, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad Yeshiva de Nueva York. Actualmente preside el «International World Group», es también presidente honorario de Huawei Italia, asesor económico del gigante chino HNA Group y miembro de la Junta de Ayan-Holding. En 1992 fue nombrado Oficial de la Legión de Honor de la República Francesa, con esta motivación: “Un hombre que puede ver a través de las fronteras para entender el mundo” y en 2002 recibió el título de “Honorable” de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia.

 

Nota: traducido al español por el Equipo de la SAEEG con expresa autorización del autor. 

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