EL USO DEL UNIFORME Y LA SOCIEDAD HOY

Antonio Daniel Motos*

El uso del uniforme es inherente a la humanidad, no importa desde cuándo pero puede decirse que casi siempre el hombre trató de identificarse y de diferenciarse de alguna manera.

En nuestro país, la historia reciente ha hecho que los uniformes recuerden épocas nefastas y se asocie el uniforme con ideas que nada tienen que ver con lo que realmente representa hoy día.

El uniforme en los distintos sectores, es un símbolo de pertenencia, de actividad, de pulcritud, de resguardo, de protección, pero en todos los casos de identidad y de servicios al prójimo. Cuando hablamos de las instituciones de una sociedad no importa si se es militar, personal policial o bombero, medico, enfermero o maestro.

Cada una de estas profesiones, todas ellas vocacionales, son símbolo del servicio a la sociedad, son símbolo de valores y virtudes, con sus raras excepciones, nos dan un ejemplo de entrega y sacrificio cuando la sociedad lo necesita, arriesgando y dando sus vidas por el otro, sin exigir y sin pedir demasiado, solo lo necesario para cumplir con su deber, y cuando este se alcanzó la única recompensa es el descanso, la satisfacción del deber cumplido y la firme conciencia de que no se esperara reconocimiento alguno, y el firme compromiso de que el mañana los esperará nuevamente.

En la actualidad hemos conocido entregas y sacrificios incalculables, desde los jóvenes marinos que perdieron la vida en el submarino ARA San Juan, desde un joven Capitán perdiendo su vida cuando se eyectó de un vetusto avión de combate, miembros de las Fuerzas Armadas repartiendo comida en los barrios carenciados o colaborando en las catástrofes naturales, desde médicos y enfermeros que entregan, desde hace meses, cada minuto de sus vidas por combatir la pandemia, y quienes ya no están con nosotros por cumplir con su vocación, desde cada miembro de las Fuerzas de Seguridad y Policiales que son quienes día a día se exponen a lo peor de nuestra sociedad o a un loco desquiciado desatendido por el sistema o los incansables bomberos y voluntarios que tratan inútilmente combatir el infierno en el que se encuentran muchos lugares de nuestro país como también maestros obligados a trabajar desde sus casas tratando de atender las necesidades de los alumnos desde la distancia, y sigue la lista.

Todos ellos nos muestran grandes ejemplos de vida y entrega con vocación, entregas anónimas, sin cámaras ni reportajes, sin exigencias ni reproches pero con infinita necesidad de los medios adecuados en cantidad y calidad que el Estado debiera proveer para cumplir con su misión.

Un Estado que, según la Administración de turno, usa estas Instituciones como chivo expiatorio de la necedad política o discursiva según su conveniencia, atacando en el peor de los casos, abandonando o ignorando con suerte, a cada sector de los que estamos tratando.

Sistemas de Salud insuficientes y obsoletos, Fuerzas de Seguridad y Policiales desatendidas en todos sus aspectos, Sistema Educativo politizado y degradado sin atención a los verdaderos problemas de los maestros y alumnos, Fuerzas Armadas desmanteladas y desmoralizadas con capacidades debajo del mínimo, Sistema de Lucha Contra el Fuego inexistente para la extensión de nuestro país y las experiencias ya vividas y actuales.

Y una sociedad que hasta hoy nunca reconoció el verdadero valor de las Instituciones que están para servirle y sólo se dejó llevar por los discursos facilistas e irresponsables, prefiriendo mirar para el costado cuando inconscientemente sabía que el verdadero camino es ser respetado y respetar, que el uniforme es presencia, es valor, es integridad, seguridad, es orden, es sentido de pertenencia, es sacrificio, es ejemplo.

No es tarde para recuperar el verdadero sentido de lo que realmente nos representa, nos identifica nos une, nos mueve a ser mejores, nos muestra el lugar a donde nos gustaría llegar. Todos los días podríamos identificar a un Ciudadano Ejemplar cumpliendo con su vocación vestido de uniforme, es la oportunidad que nos está dando la historia para revertir lo que hasta ahora no funcionó, podemos aprender de nuestros errores y estamos a tiempo, no la dejemos pasar, el futuro puede ser tarde, el cambio está en cada uno de nosotros, no hace falta que nos digan que es lo correcto y que no lo es, solo hace falta mirar a alguien con uniforme cumpliendo su deber y si tenemos la oportunidad, imitarlo y darle las gracias.

 

* Escuela Superior de Guerra Aérea. Master en Planificación y Conducción de Sistemas Aeroespaciales. Master en Inteligencia Estratégica Nacional. Presidente en Administración Sur de Bienes Raíces SA

 

REGLAS DE SUPERVIVENCIA EN LA JUNGLA URBANA

Agustín Saavedra Weise*

 

Michael Korda publicó tiempo atrás un libro de exitosa repercusión: “El poder, cómo conseguirlo y cómo usarlo” (Random House, NY). En la parte final de su obra nos brinda reglas para la sobrevivencia —si no exitosa por lo menos sin mayores problemas— en la jungla urbana, nuestra morada habitual. Aquí van, vale el glosarlas y recordarlas en este pandémico 2020.

Primera regla: “Actúa prolijamente. Realiza cada acción como si fuera lo único en el mundo que importa”. No se trata de ganar sino de hacer que nuestros actos cotidianos valgan. No importa cuán pequeña sea la tarea, para nosotros tiene que ser importante.

Si vamos a intervenir en una reunión, debemos hacerlo en el momento oportuno, prepararnos para lo que queremos decir y hablar en el momento crucial en el que nuestra intervención será escuchada con atención. De lo contrario, más vale permanecer callado. Siempre será mejor no hacer ni decir nada que hacer o decir algo que no corresponde.

La segunda regla: “No reveles todo tu ser, guarda algo en reserva para que la gente nunca esté segura de si realmente te conoce”. Implica más una cuestión estratégica de permanecer un poco misterioso ante los demás, como si uno siempre fuera capaz de hacer algo sorprendente e inesperado.

Tercera regla: “Aprende a usar el tiempo, piensa en él como un amigo, no como un enemigo. No lo desperdicies buscando lo que no quieres ni necesitas”.

Michael Korda

Pocas veces usamos bien el tiempo, más bien pasamos a ser sirvientes del mítico Kronos por nuestra falta de orden. Lo que distingue a las personas poderosas es que dedican exactamente todo el tiempo que necesitan (o quieren) a lo que están haciendo; no tratan de contestar dos teléfonos a la vez, ni de comenzar una reunión y luego terminarla antes de que se haya llegado a una conclusión porque “se ha agotado el tiempo”, ni de interrumpir una conversación para comenzar otra.

Están dispuestos a llegar tarde, perder llamadas telefónicas y posponer el trabajo de hoy para mañana, si es necesario. Los eventos no los controlan, ellos controlan a los eventos. Hay que aprender de esa gente y no dejarse esclavizar por el tiempo.

Cuarta regla: “Aprende a aceptar tus errores, no seas perfeccionista en todo”. Muchas personas se ven impotentes por su necesidad de ser perfectos, como si cometer un error pudiera destruirlas. En cambio, los poderosos de verdad aceptan la necesidad de correr riesgos y de equivocarse; tampoco pierden el tiempo justificando sus errores ni tratando de transformar lo equivocado en decisiones correctas. Nada hace que uno parezca más tonto o impotente que la incapacidad de admitir un error.

Quinta y última regla: “no hagas olas, muévete suavemente, sin molestar a nadie”. Eso también tiene sentido en nuestro mundo citadino. La mitad del arte del poder radica en hacer que las cosas sucedan de la manera que queremos, así como un buen cazador permanece quieto en un lugar y atrae a la presa hacia él, en lugar de agotarse persiguiéndola. Las habilidades de un cazador no están fuera de lugar en la jungla urbana, simplemente deben aplicarse de manera diferente.

Algunos afirman que, al vivir en una sociedad de masas, lo “normal” sería el pensar que la seguridad está en seguir al rebaño y ser parte de él. Pero Korda afirma lo contrario: el ser humano —viva en una metrópoli o en una aldea— si se lo propone de verdad y vuelve a sus orígenes, no es animal de pastoreo ni bestia de rebaño; su seguridad genética e intrínseca radica en su racionalidad, en su habilidad para cazar, en su habilidad para vivir y hasta para sobrevivir en solitario, aunque se encuentre en medio de una multitud. Por tanto, será cuestión de férrea voluntad y de dominio sobre sí mismo, el poder estar siempre por encima y más allá del rebaño.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

 

Tomado de El Deber, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, <https://eldeber.com.bo/opinion/reglas-de-supervivencia-en-la-jungla-urbana_203101>.