PODER AÉREO Y PODER NAVAL. LA DEUDA DE LOS GOBIERNOS DEMOCRÁTICOS CON LA SOBERANÍA NACIONAL.

Reinaldo Cesco*

Trucker de la Armada Argentina durante un adiestramiento de vuelo en la Base Aeronaval Comandante Espora (BACE), diciembre de 2020. Imagen: Gaceta Marinera.

Un país de la extensión de Argentina, que tomando la definición del General Juan Enrique Guglialmelli es un país peninsular, es decir es continental, bioceánico y antártico[1], que además es el octavo en el mundo por superficie, y con un extenso litoral marítimo que se prolonga por 4.725 kms, con una plataforma continental de 1.783.278 km², no puede permitirse no tener Fuerzas Armadas y muy particularmente no tener una Fuerza Aérea en condiciones de controlar todo el espacio aéreo nacional, ni una Armada en condiciones de defender el territorio argentino y sus intereses económicos en las aguas territoriales, la cual además debe abastecer a las bases de la Antártida, misión que comparte con la Fuerza Aérea. Del mismo modo, ambas fuerzas deben sostener sus compromisos en operaciones Búsqueda y Rescate (SAR, en inglés) en el Atlántico Sur. Por ley Nº 22.445 el Estado argentino, como miembro de la Organización Marítima Internacional (OMI), aprobó el Convenio Internacional sobre Búsqueda y Salvamento Marítimo —adoptado en Hamburgo (República Federal de Alemania), el 27 de abril de 1979— (Artículo 1º) y designó al Comando en Jefe de la Armada, a través de sus organismos competentes, autoridad de aplicación del instrumento citado (Artículo 2º). Vale recordar aquí la relevante misión que, en noviembre de 1903, llevó a cabo la Corbeta ARA “Uruguay” al rescatar la expedición del científico sueco Otto Nordenskjöld en la Antártida, una página de gloria no sólo para la Armada Argentina sino también para la República Argentina, hecho que también significó nuestra aproximación al continente antártico.

Es oportuno mencionar que a fines de febrero de 2020, ante el pedido de asistencia del buque pesquero de bandera rusa “Atlántida”, ubicado a 400 km al sur de las islas Malvinas, por tener un tripulante enfermo con problemas cardíacos, se destacó al aviso ARA “Islas Malvinas” —que cuenta con médico a bordo—, para su encuentro en momentos en que la meteorología en la zona era desfavorable, con vientos del oeste de más de 70 km por hora y olas superiores a los 5 metros[2].

Aparte de lo anteriormente señalado, es increíble que gran parte de la dirigencia política aún sostenga que no hay hipótesis de conflicto. Parece ser que muchos han olvidado que una parte considerable de la plataforma continental está ocupada por una potencia invasora, con su base de operaciones en las islas Malvinas. ¿O es que hemos ya decidido entregarlas definitivamente al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte? En la práctica no solo las islas están ocupadas de facto por la potencia invasora, sino también nuestro mar, pues ha establecido una zona de exclusión de 200 millas náuticas en derredor de las islas Malvinas en forma unilateral y nuestro país lo ha aceptado sin mayores protestas. O al menos sin protestas de peso. También debe mencionarse el reciente reclamo del gobierno de Chile ante la presentación del nuevo mapa de la República Argentina y su objeción a la extensión de la plataforma continental submarina. En este sentido, es necesario aclarar que “hipótesis de conflicto” no es sinónimo de “conflicto armado”.

Del mismo modo, existen otros conflictos potenciales que están relacionados con la problemática del Atlántico Sur pero incluyen a actores diferentes: estos son China y España, que con sus flotas pesqueras depredan los mares australes sin control alguno, así como los pesqueros de otras banderas.

De esta manera, debe considerarse que se hace muy difícil garantizar la integridad territorial, es decir, velar por la Soberanía Nacional, cuando se está completamente indefenso y sin poder duro.

Como se puede apreciar, las Fuerzas Armadas no son solo un instrumento para mostrar en los desfiles patrios. Ni tampoco son un ente perverso que lleva al país a la ruina. Ya ha pasado mucho tiempo desde el último “gobierno militar”). Sus actuales miembros, salvo alguna excepción, no prestaban servicio en esa época; en la mayoría de los casos eran niños, adolescentes o aún no habían nacido. Es hora de dar vuelta de página y avanzar hacia la reconstrucción de la grandeza nacional, de hacer respetar la Soberanía Nacional y trabajar para que la Argentina ocupe el lugar que le corresponde en la comunidad de naciones. Pero esto, sin Fuerzas Armadas apropiadamente equipadas, instruidas y con la dimensión adecuada no es posible.

En cuanto a la Armada, más allá de la presencia o no de hipótesis de conflicto, es imprescindible equiparla con unidades de superficie modernas y rápidas, de diversos tonelajes, y además hacen falta unidades submarinas, arma estratégica para la guerra pero también para poder detectar en forma sigilosa y eventualmente interceptar los pesqueros que depredan los mares del sur sin control alguno y que huyen cuando los navíos nacionales se acercan, o guiar a estos últimos para lograr la intercepción y captura. Siguiendo esta lógica, se hace imprescindible equipar a la aviación naval con aeronaves de gran autonomía para la exploración y reconocimiento. A la vez, estas aeronaves sirven como plataformas para guiar a las unidades de la flota en su patrullaje. Sin embargo, cabe recordar que el actual gobierno argentino, a principios de 2020, dejó sin efecto una gran oportunidad que consistía en la adquisición de cuatro aviones Lockheed P-3C Orion de patrulla marítima y de patrulla antisubmarina. La venta de esas aeronaves usadas había sido autorizada por el gobierno de los Estados Unidos a fines de 2019. Un mero ejemplo de que la retórica de la Soberanía Nacional no se plasma en hechos. Podrían mencionarse más ejemplos si tomáramos el gobierno anterior del kirchnerismo.

Por otro lado, la recuperación del arma submarina es vital para la defensa de nuestra soberanía. Es un arma de naturaleza ofensiva, pero que además permite la recolección de inteligencia, proporciona reconocimiento avanzado para una flota de superficie, brinda libertad de acción para la misma, sirve además para la infiltración de tropas de operaciones especiales en territorio enemigo, (vale recordar para esto la “Operación Rosario” en la reconquista de las islas Malvinas). Y de ser necesario puede operar en forma aislada.

No debe descuidarse la necesidad que existe de, al menos, dos buques de desembarco. Es lo que permite proyectar una fuerza de ocupación y el efectivo control del terreno en caso de conflicto. Con este propósito, también debe equiparse y aumentar las capacidades de la Infantería de Marina.

De manera tal que para que las Fuerzas Armadas puedan cumplir con su misión específica es necesario suministrarles las capacidades primordiales para la defensa. No se trata de adquirir camiones IVECO militarizados en Brasil, que bien podrían adquirirse a IVECO Argentina o a Mercedes Benz Argentina, lo que a su vez significaría brindar trabajo a operarios argentinos, sino de buques, aviones y material militar, que estén diseñados para el combate. Respecto de la intención de comprar unidades del vehículo 6×6 VBTP-Guaraní —para lo cual el Ministro de Defensa argentino, Agustín Rossi, visitó la planta de IVECO en Sete Lagoas (Minas Gerais)—, cabe destacar que partes de ese vehículo son construidas en la planta de esa empresa en Córdoba: el motor y el chasis[3].

De tal modo que la Argentina necesita, de manera urgente, contar con una Armada óptimamente equipada y entrenada, con los recursos suficientes para no solo controlar, patrullar y proteger nuestros recurso, y además con un poder disuasivo creíble que prevenga que estos actores —y otros que sacan provecho de la actual realidad— coercionen a nuestro país a seguir aceptando esta situación por medio de la fuerza.

Por eso, además de lo antes mencionado, y en función de la extensión del territorio a proteger, y para poder proyectar el poder naval aún más lejos, nuestro país debería considerar seriamente la incorporación de uno, idealmente dos portaviones de mediano tamaño. No inmediatamente, pero si en el mediano a largo plazo, a medida que las finanzas del país lo vayan permitiendo. Inicialmente, y en función de la disponibilidad presupuestaria, se propone incorporar al segundo. Esto permitiría tener a uno patrullando, mientras el otro realiza tareas de mantenimiento y alistamiento. Los recientes ejercicios llevados a cabo por los pilotos de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina de la Armada, en la Base Aeronaval Comandante Espora, con maniobras que simulaban un aterrizaje en portaaviones con un avión Grumman S-2T Turbo Tracker, pone en evidencia que esa fuerza no ha perdido la esperanza de contar nuevamente con un portaaviones.

Los críticos dirán que son onerosos, y es cierto. Difícilmente puedan incorporarse en el corto plazo, pero tengamos en cuenta los miles de millones de dólares que se pierden anualmente por los recursos pesqueros depredados. Según CEPA (Consejo de Empresas Pesqueras Argentinas) se exporta en promedio US$ 1.600 millones anuales. Mientras tanto en Malvinas de acuerdo con lo que denuncia el sitio Reporte Austral, en su nota del 6 de febrero de 2020, el Reino Unido percibió en el periodo de 1983 a 2015 regalías por US$ 147 mil millones[4]. En promedio significan US$ 4.500 millones por año. Esto solamente tomando en cuenta los recursos pesqueros. Podemos agregar a la ecuación los recursos petroleros perdidos o no percibidos, y entonces veremos que es más oneroso no tener los medios para proteger nuestros recursos naturales. La incorporación de estos a mediano plazo permitiría a la aviación naval aumentar la proyección de su efecto disuasorio. Además de dotarla de aeronaves de exploración se debe reequipar y modernizar a la aviación de ataque y de lucha antisubmarina, tanto sus elementos de ala fija como rotatorias. Ambos son necesarios para tener una adecuada capacidad de lucha antisubmarina.

En cuanto a lo antes expresado sobre la fuerza de submarinos, debería contarse con no menos de quince unidades operativas, al menos en el mediano a largo plazo. Esto es impensable en el corto plazo, por obvias razones, pero debería apuntarse inicialmente a tener al menos seis unidades inicialmente. Pudiendo optarse inicialmente por una versión moderna de los ya conocidos clase TR-1700 o similares. Luego si debería tratarse de llegar a los quince propuestos, siendo idealmente al menos tres de propulsión nuclear. Para estos últimos, podría retomarse el proyecto nacional contemplado en la década de 1970 o, al que alguna vez se consideró para fabricar conjuntamente con Brasil teniendo en cuenta el desarrollo de un reactor argentino. Esto le permitiría a nuestro país sin mayores esfuerzos proyectar su capacidad y presencia en nuestro extenso mar o protegiendo los intereses nacionales a gran distancia, enviando un inconfundible mensaje de que estamos dispuestos a defender el patrimonio nacional.

El razonamiento expuesto anteriormente y los mismos principios pueden aplicarse al conflicto con el Reino Unido. Con esto se logra la economía de medios y se aprovecha el planeamiento por capacidades, de acuerdo con la doctrina vigente.

En cuanto al poder aéreo, debido a la gran extensión territorial y al espacio aéreo a controlar, nuestra Fuerza Aérea debe estar equipada y entrenada para no solo patrullar y proteger al mismo, sino también para detectar e interceptar a cualquier intruso.

Se debe ampliar y redistribuir a la misma para lograr una efectiva cobertura del territorio nacional, incluido el Mar Argentino, las islas del Atlántico Sur y la Antártida.

Debe procederse a la completa radarización del país para controlar el espacio aéreo y proteger el territorio del contrabando y del narcotráfico. Para ello debe equiparse a la fuerza con unidades de interdicción, que estén en condiciones de interceptar a aeronaves de bajas prestaciones.

Asimismo la Fuerza Aérea, y tendiendo a la economía de medios debería estar equipada con cazas multi-rol. Estos tienen la versatilidad suficiente para desempeñar gran parte de las misiones de la fuerza, lo que implica una superioridad aérea, con capacidad de ataque y bombardeo, exploración, etc., contando con un solo vector o plataforma. Quizás la etapa del empleo específico ha sido superada. Debe equipársela en cantidad y calidad suficiente para lograr además la superioridad aérea en caso de ser esto necesario, y que tenga la capacidad de proyectar su poder de fuego más allá del territorio nacional, teniendo en cuenta las hipótesis de conflicto antes descriptas.

La Fuerza Aérea debe tener los medios para el reabastecimiento en vuelo de sus unidades ofensivas —como lo tuvo en oportunidad del Conflicto del Atlántico Sur— y, a la vez, debería ampliar su capacidad logística, gravemente disminuida desde hace casi treinta años.

Entre otros elementos debería modernizarse su capacidad de guerra electrónica y también debería equipársela con, al menos, una docena de bombarderos de alcance medio. Esto pueden realizar misiones de mayor alcance, o que no puedan asignarse a cazas multi-rol, ya sea por la carga ofensiva requerida o por los tiempos de permanencia en el aire o las distancias a recorrer.

Además debería buscarse la complementariedad de medios aéreos con la Aviación Naval. Esto reduce tanto gastos de mantenimiento, como de instrucción y adiestramiento.

Por último, y no siendo la intención de este artículo ahondar en las capacidades del mismo, nos referiremos al Ejército Argentino. No podemos abordar el poder aéreo y naval sin referirnos al poder terrestre, pues éste es el que custodia las instalaciones y el territorio desde donde se proyectan los otros dos.

Este debe estar equipado y adiestrado para defender y ejercer un completo dominio sobre el territorio continental, al menos como misión principal, pero a la vez debe estar equipado para poder proyectar su poder donde la Nación lo requiera y debe estar en condiciones operativas, cuando la situación así lo amerite, de interactuar con la Infantería de Marina, habida cuenta de que nuestro país es un Estado con un extenso litoral marítimo.

También el Ejército debería equipar a su aviación con gran cantidad de helicópteros medianos y livianos y al menos con una docena de helicópteros pesados. Los helicópteros son unas máquinas esenciales para el desarrollo de misiones de despliegue rápido en situaciones de combate pero también para ejecutar operativos de asistencia ante catástrofes naturales. Es imperativo además que el Ejército modernice y expanda su flota de aviones de transporte, tanto ligeros como de mediano porte.

Asimismo es urgente la renovación del parque de vehículos blindados y de transporte, su poder de fuego y capacidades antiaéreas, así como del equipamiento del mismo en general.

Para todo proyecto de modernización y reequipamiento de las Fuerzas Armadas, debería favorecerse las propuestas que logren la efectiva transferencia de tecnología, en especial a lo que armamentos se refiere, logrando una industria bélica moderna y eficiente propia. Ya fue suficiente con la experiencia durante el Conflicto del Atlántico Sur, cuyas limitaciones de equipamiento aún siguen vigentes. Los embargos de armamentos han contribuido al constante deterioro militar argentino, con lo cual no hay que repetir el error. Hay que buscar inicialmente y hasta lograr la independencia tecnológica militar entre los pocos proveedores que estén dispuestos a proveernos y a la vez transferir tecnología.

Actualmente la Federación de Rusia ha realizado una interesante oferta de material con transferencia de tecnología que el gobierno nacional debería considerar seriamente como una gran oportunidad para reconstruir nuestra industria de la Defensa y para abastecer militarmente a otros países de la región.

BTR-80, Transporte blindado de personal. Foto: Rosoboronexport
Rusia ofreció helicópteros Mi-171Sh para el Ejército Argentino.
MiG-29, imagen del avión de guerra con los colores albicelestes. Foto: Russia Beyond.

En conclusión, nuestro país no logrará ser libre y poder decidir su propio destino en tanto y en cuanto no sea capaz de controlar eficientemente su territorio y su espacio marítimo en forma absoluta. Por otro lado, debe alcanzar su independencia no solo en el plano económico, también en el cultural y tecnológico. Para esto debe contar con Fuerzas Armadas que efectivamente proyecten un efecto disuasorio y que estén en capacidad de intervenir satisfactoriamente para salvaguardar los intereses del país cuando la situación así lo amerite.

 

* Desde el año 2006 hasta el 2014 se desempeñó como Oficial Subalterno del Ejército Argentino, ocupando funciones varias, entre ellas las de Instructor de Vuelo y profesor de varias materias en el ámbito de la Escuela de Aviación del Ejército.

Licenciado en Relaciones Internacionales (2017), graduado en la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) y egresado del Curso superior de Defensa Nacional (2007), también  dictado por la UNDEF.

Actualmente se desempeña como piloto de una aerolínea comercial en Estados Unidos.

 

 Referencias

[1] Juan Enrique Guglialmelli. Geopolítica del cono sur. Buenos Aires: El Cid Editor, p. 78.

[2]“Caso SAR buquepesquero ‘Atlántida’”.Gaceta Marinera, 28/02/2020, < https://gacetamarinera.com.ar/caso-sar-buque-pesquero-atlantida/>.

[3]Diego Marconetti. “El Ejércitoanalizacomprar un blindado con componentescordobeses”. La Voz (Córdoba), 27/10/2020, <https://www.lavoz.com.ar/politica/ejercito-analiza-comprar-un-blindado-con-componentes-cordobeses>.

[4] “Por la pesca en Malvinas, Gran Bretaña percibió 147 mil millones de dólares en concepto de regalia”. Reporte Austral, 06/02/2020, <https://www.reporteaustral.com.ar/noticias/2020/02/06/79719-por-la-pesca-en-malvinas-gran-bretana-percibio-147-mil-millones-de-dolares-en-concepto-de-regalias>.

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SEMEJANZAS ENTRE EL PODER Y EL DINERO

Agustín Saavedra Weise*

Imagen de Capri23auto en Pixabay 

La relación comparativa entre el dinero y el poder ya fue explicada hace tiempo por el politólogo Karl Deutsch y otros. Es bueno, en todo caso, repasar estos conceptos tan claros y elementales, sobre todo ahora cuando se dice que la clase política se encuentra “devaluada”, algo que de por sí también tiene un claro contenido monetario…

Como es sabido, el dinero es el medio general de cambio en todas las sociedades medianamente sofisticadas en sus sistemas económicos y que ya no posibilitan el primitivo trueque. Asimismo, el dinero sirve como reserva de valor y es el activo líquido por excelencia.

Por otro lado, es posible considerar al poder como una suerte de divisa o de dinero, como un peculiar medio de intercambio entre el sistema político y los demás sistemas de la sociedad global. También es posible cuantificar el poder, aunque no con exactitud, pero podrían confeccionarse planillas de votantes, partidarios, armamentos disponibles y variedad de mecanismos de apoyo e intensidad, para intentar tener una gruesa medida del poder sin la precisión, claro, con que los bancos centrales establecen la oferta monetaria pero sí como algo aproximado que pueda “medir” la cantidad de poder disponible por alguien o algunos en una sociedad determinada.

Así como el mero gasto de dinero sin inversiones adecuadas puede transformar al más grande de los millonarios en un pobretón, aquel político que olvida que su poder es una especie de moneda y realiza ingentes “gastos políticos”, sin reinversiones y ahorros de la misma naturaleza, tiene sus días contados. Muchos políticos —por olvidar esta analogía entre poder y dinero— se han quedado sin poder, después de dilapidarlo en usos imprudentes. Ejemplos cunden por doquier.

El concepto del poder y la noción de sanciones probables al no obedecer a quien ejerce el mando, nos lleva a percibir que el prestigio es al poder lo que el crédito es al dinero efectivo y la fuerza física sería al poder lo que el oro es al papel moneda como respaldo. Estas semejanzas son interesantes y las vemos en la vida real. Los bancos tienen la práctica universal de prestar más dinero del depositado, basados en el llamado “multiplicador bancario” como también en la confianza del público, ya que no todos los ahorristas aparecerán al mismo tiempo en la ventanilla reclamando sus fondos. Del mismo modo, los gobiernos diversifican su acción en muchos campos, confiando en que mayoritariamente habrá obediencia voluntaria de la población. Si hubiera una corrida total hacia el banco en busca de dinero por parte de los depositantes, la entidad —aunque fuera muy solvente— quebraría. Es imposible pagarle a todo el mundo al mismo tiempo, ninguna entidad resiste eso. En paralelo, si en el nivel político la gente desobedeciera simultáneamente todos los actos del gobierno, éste se derrumbaría irremediablemente. Es por eso que el oro como respaldo del dinero y la fuerza como respaldo del poder, en sus respectivos contextos son eficaces para controles de deterioros. Si los ahorristas ven llegar camiones de caudales al banco en corrida presumirán que es sólido y cederá el pánico, salvando así a la institución financiera del colapso. Si todos los ciudadanos desobedecen, es posible que la presencia de tanques, soldados y policías restablezca el orden, aunque, por supuesto, también puede darse el caso contrario y ya entraríamos en una revuelta total contra el gobierno por pérdida de su dinero político (el poder).

Como hemos visto mediante estos simples casos, dinero y poder son diferentes y al mismo tiempo son parecidos; existe un paralelo interesante entre ambos y hasta se complementan en determinados casos. Vale el tomar en cuenta estas semejanzas.

 

*Ex canciller, economista y politólogo. Miembro del CEID y de la SAEEG. www.agustinsaavedraweise.com

Nota original publicada en El Debe, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, https://eldeber.com.bo/opinion/semejanzas-entre-el-poder-y-el-dinero_211219

PROFESOR UNIVERSITARIO: INSPIRADOR, CREATIVO E INNOVADOR

Abraham Gómez R.*

Imagen de Nikolay Georgiev en Pixabay 

En esta fecha, 5 de diciembre, que en sí misma comporta un hito histórico en la educación universitaria venezolana, se hace imprescindible destacar, discursivamente, que un docente universitario no alcanza su meta-peldaño para encumbrarse y regocijarse en ese objetivo académico. Y menos en las actuales condiciones de proletarización en las cuales nos han subsumido.

El propósito esencial de quienes hemos hecho los espacios de educación superior nuestro hábitat natural consiste en vincularnos para aportar soluciones a los problemas de las sociedades, con lo cual reivindicamos nuestra identidad societal y la reafirmación de categoría profesional.

Con toda seguridad, el siguiente aserto será ampliamente compartido: los profesores universitarios somos lo que leemos y lo que dejamos de aprender.

Además, permítanme añadir que cada vez que celebramos un día como el de hoy —en su más pura acepción— consagratorio al profesor universitario, uno busca caer en la tentación de decir cosas, de reflexionar en torno a la naturaleza de la condición del docente que interactúa en los ambientes universitarios.

Ciertamente, el desempeño como profesor universitario se va adquiriendo en progresividad, en tanto requerimiento necesario, pero no es suficiente para el desarrollo de un tejido cultural y científico, si no va aparejado, obligantemente, a conectarse y a nutrir los distintos actores y objetivos societales.

Preguntamos: ¿acaso no es nuestra la responsabilidad de imbricar para beneficio de la sociedad los conocimientos generados y los resultados investigativos, a partir de la indetenible dinámica en nuestras universidades?

A veces llegamos a reflexionar que la sociedad se ha vuelto desestimadora de la vida universitaria; que no asimila, en algunos casos, los criterios, ponderaciones e importancia de los infinitos saberes aprovechables que se generan.

Podemos llegar a responder, de la siguiente manera: nunca se alaba lo que no se conoce.

Si la sociedad ignora el significado de la vida interna de las universidades, difícilmente les conferirá su exacto valor. Parece que el sistema académico en nuestro país ha fallado para comunicar el sentido e intencionalidad de todo cuanto se ha venido haciendo.

Vamos a asumirlo como autocrítica: ha habido de nuestra parte poca o ninguna ocupación para exteriorizar resultados concretos.

Rememoramos, para fortalecer nuestra génesis, que el 5 de diciembre del año 1958, se sancionó y promulgó una nueva Ley de Universidades que vino a sustituir la que para entonces estaba en vigencia desde 1953.

Así entonces, queda instituida esa fecha, como Día del Profesor Universitario; sin embargo, en 1970 se reforma la mencionada norma, sustancialmente, hasta obtener el orden prescriptivo para el sistema universitario venezolano que nos rige ahora.

Observamos también con bastante preocupación que, ante las crisis que nos flagela como a todo el país, un número considerable de Instituciones de educación Superior y una apreciada facción de docentes universitarios han adoptado una respuesta mimética y adaptativas a los embates, sin llegar a proponer cambios significativos o de irreverente transformación.

Digamos que la tímida excepción la constituyen algunas universidades plurales y libres, en conjunto con los docentes que han asumido los desafíos para desarrollar alternativas académicas, con perspectivas de inclusividad hacia la parte de la sociedad que ha querido ser emprendedora.

A pesar de haber nacido la Universidad en la Edad Media, como una entidad donde concurren maestros y discípulos en la búsqueda de la verdad, hoy las múltiples conexiones tecnológicas han transformado los modos de generar los conocimientos, de preservarlos, de re-hacerlos y transmitirlos con otros principios y valores. Frente a ese desafío los docentes universitarios no podemos eludir. Estamos obligados a encararlos e incorporarlos —como aprendices permanentes— a nuestras cajas de herramientas intelectuales.

La Educación Superior en el presente siglo XXI debe asumir el cambio para el futuro como consustanciales de su ser y quehacer. Dicha transformación exige de las instituciones de educación superior una predisposición a la reforma constante de sus estructuras y métodos de trabajo

Esto implica asumir la flexibilidad epistemológica.  Admitir que hay muchas y hasta contradictorias visiones del mundo y la vida; y las diversas propuestas teóricas para comprenderlas, en lugar de la rigidez y el apego a tradiciones inmutables.

Hoy, hacemos propia la reflexión que apunta por la incorporación prospectiva del docente universitario en su labor diaria. Que diga y aporte soluciones; para que el profesor de la educación superior participe de manera activa en la elaboración de los proyectos futuros de la sociedad que queremos y necesitamos, inspirados en la solidaridad, en la superación de las desigualdades y el respeto a los fines democráticos, a la meritocracia y a la pluralidad del pensamiento.

 

* Docente universitario. Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Correo electrónico: abrahamgom@gmail.com

Nota publicada originalmente el 03/12/2020 en Disenso Fértil https://abraham-disensofrtil.blogspot.com/